Capítulo 18 La catástrofe

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Sylvain

Recorrí la pista con la mirada, mi prueba había finalizado hacía unos minutos y me encontraba al lado del entrenador que no paraba de marcar cada uno de mis errores en la carrera. Él anotaba todo en su planilla en la que llevaba un control sobre las competencias, con su ceño fruncido los escuchaba mostrarme cómo es que había disminuido mi tiempo en comparación de la vez anterior.

Apreté mi mano alrededor de la botella y seguí bebiendo agua, iba a tirar esa planilla a la mierda.

—Te abriste mucho en la curva, eso le dio la oportunidad al chico de los Hiltons para pasarte —dice mirando su reloj, cronometrando el tiempo de las demás pruebas. Siento mi cien palpitar aún, tengo un fuerte dolor de cabeza y solo deseo poder ir a buscar uno de los analgésicos de mi bolso pero me mantengo en mi lugar para responder las críticas del entrenador.

—Ya sé —Tape la botella y la mantuve en mis manos, apretando el plástico como si fuera una pelota antiestrés. El bullicio de las personas festejando las demás pruebas me están matando. Tenso mi mandíbula, casi siento como mis dientes chirrían.

—También tardaste en reaccionar cuando el silbato sonó, nuevamente dándole la oportunidad a Hiltons pero —hace una pausa considerando sus próximas palabras—, lograste sobrepasarlos rápidamente al menos al inicio —Él siguió hablando y haciendo que mi paciencia se esfumara lentamente, como una pava que se está calentando y lentamente comienza a sobrecalentar el agua.

—Ya sé —Cerré los ojos por un instante, queriendo anular su voz, mi cabeza se partía por la mitad así que lleve dos dedos para poder masajear los costados de mi cien.

—El segundo puesto no está mal —golpea su dedo contra la planilla, mostrándome cómo es que perdí la racha de los cinco primeros puestos. Apreté los labios pensando en si decir algo más, lo cuál termina haciendo para luego girarse completamente en mí dirección, mirándome con decepción—, pero eso no te ayudará a tener una beca.

No respondí, joder estaba harto de sus palabras, asi que en un arrebato por la frustracion tome mis cosas y deje al entrenador con las palabras en la boca, seguramente queriendo decirme cada uno de mis errores que ya conocía, que ya sabía que había cometido.

—¿Sabe qué entrenador? —grité sin mirarlo—. Esa mierda de beca ya no me interesa.

—¡Tenga más respeto, Sylvain, está hablando con un superior! —me contestó y eso solo me enfureció más.

Que se joda, ya estoy harto de todo esto, de las competencias, de los entrenamientos, de la presión. Esto era un jodido pasatiempo, ¿En qué momento se convirtió en una forma de tortura? ¿En qué momento lo que era una pasión pasó a ser una de las cosas que más odiaba?

Sacudí la cabeza y solté un resoplido, mi cabello cayó sobre mis ojos, nublando mi vista, pase mi mano y lo tiré hacia atrás pero nuevamente volvieron a caer.

Me dirigí al vestuario con una rabia contra mi mismo que necesitaba dejar salir, mi corazón golpeaba contra mi pecho de una forma brusca.

En toda la carrera tuve la presión de equivocarme, tuve sus miradas clavadas en mi nuca. Y por primera vez en mucho tiempo, no disfruté para nada de la adrenalina que suele inundar mis venas al correr en una competencia.

Durante toda la carrera tuve los comentarios de los chicos clavados en mi mente, como un recordatorio de lo que sucedería si me iba mal.

Esto que sentía no era solo la frustración de haber decepcionado al equipo, era una acumulación de sentimientos gigante y era cuestión de tiempo para que todo explotara en mi cara.

Querido SylvainDonde viven las historias. Descúbrelo ahora