JOY
Lunes 5 de diciembre
Ay, mi pendeja... Ay, mi pendeja.
Ayer fue un día... interesante, por llamarlo de alguna manera. Diría que fue revelador, pero lo cierto es que me ha dejado con muchas dudas revoloteando en la cabeza. Dudas y teorías que podrían resultar problemáticas en caso de ser ciertas.
Entro a la galería de fotos de mi celular y abro la última que tomé anoche. Es una donde aparece Alex intentando impedir que lo fotografíe, por lo que su mano ocupa gran parte de la pantalla. Sin embargo, su rostro alcanza a verse.
Ay, cara de tlacuache, ¿qué estás haciendo?
Ya se me había ocurrido antes que su motivación para trabajar con El Hada Madrina podría ser Shelley Mitchell, pero preferí desechar la idea en su momento. Ahora no estoy tan segura de haber hecho lo correcto.
Veamos, ¿no aceptó el trabajo solo hasta después de verla a ella en Caffeine? Sí, eso fue justo lo que pasó. Y ha seguido con esto, aunque decía detestar la idea. No solo se ha presentado por segunda vez ante el papá de Shelley, sino que también ha invertido tiempo en enseñarle a ella técnicas para que la supuesta relación resulte más creíble, se encargó de hacer un cuestionario interminable para conocerla mejor y lo que le dijo ayer...
«Solo trabajo y trabajaré contigo».
Mmm... sospechoso, ¿cierto?
Por otro lado, ayer me resultó bastante obvio que Shelley podría estar interesada en algo más que un noviazgo falso con Alex. No es que yo sea Sherlock Holmes, pero algunas pistas son muy obvias como para ignorarlas.
Entonces, ¿qué procede en un caso como este? ¿Qué pasa con la cliente y el colaborador que traspasan las reglas del contrato y comienzan a tener sentimientos reales el uno por el otro? Cuando armé todo lo relacionado con esto del Hada Madrina, no contemplé nada como esto porque, para empezar, se suponía que las reuniones serían cosa de una sola vez.
Un chasquido de dedos frente a mi cara me sorprende y me arranca de mis pensamientos.
—¡Joylene!
Le doy una mala mirada a mi hermano.
—¿Qué? —respondo con malhumor.
Él me contempla con recelo y se deja caer en el espacio a mi lado.
—¿Qué te pasa? ¿Por qué tenías esa cara?
—¿Qué cara?
—Los labios apretados como si hubieras tomado medicina amarga, la frente arrugada como un bulldog y esa expresión de molestia en general.
—No sé de qué hablas.
—Sabes que si tienes algún problema podrías hablarlo conmigo, ¿no?
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Sol de invierno
RomanceNo se buscaban, pero se encontraron y quizá eso es justo lo que ambos necesitaban.