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ALICE HILL

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ALICE HILL

Dicen que nunca debes forzar a que las cosas se den, mucho menos en el amor. Eso lo tenía bastante claro cuando Lando me dijo que quería que todo vaya lento y lo más discreto posible.

Lo que no sabía era que en menos de veinticuatro horas estaría en otro país metido en un enrollo con mi mejor amiga y dos futbolistas de la gran élite.

–¿Sigues con él?–vuelve a insistir con esa pregunta Matt.

–No, hace tiempo terminamos–le respondo finalmente un poco apenada por tener que ocultar lo que tenemos.

El neerlandés ante mi respuesta me dedica media sonrisa como si le hubieran dado un premio a un niño de cinco años.

–Te noto muy feliz, Matt–empieza a hablar el argentino mientras se acerca hacia nosotros acompañado con Victoria.

–No más que tú, te lo puedo asegurar–le responde y los dos chicos se unen a la conversación.

–¿De que estaban hablando?–nos pregunta Paulo con una pequeña sonrisa.

–Sobre el paso de Alice en Fórmula Uno–le responde el rubio a mi amiga.

–Ah, ni me recuerdes eso–le comenta mi amiga y esta se gana una mirada de confusión por mi parte.

–La última y única vez que te vi estabas rodeada de varios pilotos–le dice Paulo con una gran sonrisa arrogante en su rostro y se gana una mirada de cólera de parte de mi mejor amiga.

Así nos quedamos por varias horas, hablando y conociéndonos un poco más entre nosotros. Los dos futbolistas parecían muy amables y entre los dos se bromeaban demasiado, se notaba de lejos que se llevaban muy bien. Los representantes del club vinieron y nos tomaron unas cuentas fotos a los cuatro para así poder hacer un poco de publicidad.

El neerlandés me había tendido la camiseta de la Juventus con la dorsal número cuatro y apenas lo vi, lo única que vino a mi mente fue Lando. Ese era su número en Fórmula Uno y a pesar de que este dijera que no tenía mucha importancia, poco a poco había empezado a asociarlo con él.

Los de la prensa terminaron de hacer las fotos que necesitaban y tanto Vic como yo estábamos ya listas para volver al hotel.

Sólo quería estar en la cama del hotel para así poder hablar con Lando.

–Bueno, ha sido un gusto muchachos–les digo para acercar a despedirme con un beso en la mejilla a cada uno.

HILL | LANDO NORRISDonde viven las historias. Descúbrelo ahora