-¿Cómo podré yacer con un hombre que apenas conozco? –soltó al fin con desesperación.
- Bueno, no lo sé ¿te es totalmente indiferente? –preguntó Baasima.
- No y ese es también un problema, porque debería odiarle.
- Habla con él sobre eso. –aconsejó Azima.
- ¿Qué le diré? Disculpa, no quiero acostarme aun contigo... no sé, en unos dos o tres años ya que se me vaya el rencor por lo que me hiciste.
- No resistirás tanto. –Baasima la miró con picardía. Su prima la miró con ganas de ahorcarla -¿Qué? Es guapo, es atrayente y no se ve que sea un cruel insensible.
- Y claro, todo eso lo sabes solo con haberlo visto una sola vez.
- Háblalo con él. –insistió Azima. – Y si no funciona ya te dije de las pastillas. –ante la mirada confundida de las otras dos tuvo que aclarar –son para dormir, duermen hasta a un elefante si usas toda la caja, usa la mitad de una sola pastilla para él.
- ¿Cuántas cajas me puedo llevar?
- Ese es el problema Habi, no podrás estarlo durmiendo siempre así que háblalo con él. Hazlo mañana que tendrán que verse de nuevo.
- Maldición. –Habi se desplomó entre los almohadones y desde ellos habló. –Pese a su educación en Europa no deja de ser un Jeque, va reclamar su presa de inmediato, no encontrará razón alguna para esperar. –sin contemplaciones la había dado de nalgadas pensó de nuevo tensándose de coraje.
- Sobre todo después del jarrazo.
- Gracias Baasima por tus ánimos. –le dedicó una mueca.
- Siempre puedes amarrarlo si se te acaban las pastillas. –añadió Baasima buscando hacerla reír.
- No creo sea buena idea. –seguro le gustaría pensó Habiba y recordó de golpe esa caricia posterior, se estremeció ante el recuerdo pero no por repulsión sino de cierto placer que se enroscaba sigiloso en ella desde ese momento.
- Todo irá bien, pero apoyo a Azi, háblalo con él.
- Nuevamente: maldición.
Esa noche ella estaba obligada a presentarse a cenar, era una pequeña celebración donde sus padres y hermanos conocerían a la nueva familia política.
Su madre estaba pletórica de alegría al saber que se casaría con un Jeque, ni siquiera la había reprendido por haber nadado desnuda. Al contrario había alabado sus "artes" para atrapar a un excelente partido. Ella solo sonreía a medias y asentía cada vez más frustrada. Pero siempre había sido así con su madre, solo que a veces perdía la resignación habitual. Su padre estaba orgulloso y sus hermanos la habían incordiado un poco, aunque había pasado demasiado tiempo en palacio más que en casa, ciertamente los extrañaría a todos.
Mientras le ayudaban a vestirse recordó que siempre había tenido ayuda por supuesto, Altea había estado con ella desde hacia muchos años, pero ahora le habían asignado otra ayudante más por orden de su futuro esposo, se llamaba Hamila y sentía que era para vigilarla más de cerca. Hamila parecía obediente y atenta, pero no se perdía el recelo en sus ojos de vez en cuando.
- ¿Siempre has estado con ellos?
- ¿Perdón mi señora? No la entiendo. –dijo sumisa.
- Si siempre has estado con los Al-Khaled. –repitió Habiba mientras la túnica en color burdeos y plata era pasada por su cabeza.
- Oh no, soy de una tribu cercana. Mi hermano se casó con alguien de ellos y me llevó con él. Tengo el honor de servir a la familia directa del Jeque.
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Princesa Habiba (Princesas de Durban 2)
RomanceHaber gozado del favoritismo de su tío el rey de Durban desde que tiene memoria hace que a veces una princesita se sienta demasiado libre, es decir, que crea que puede hacer cosas "inocentes" como nadar desnuda. Esto provoca un incidente que le cam...