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ALICE HILL

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ALICE HILL

No había vuelto a ver al inglés desde esa vez, pero hoy era el día que viajaríamos juntos hacia Alemania. Cuando les conté a todos —y con todos me refiero a Vic, Carlos, Pierre y Leo— lo que estaba por hacer, me quisieron aniquilar e impedirme viajar. Pero claramente eso no sucedió porque entendieron que la era grave y lo ameritaba.

Por un segundo me molesté con Victoria por no habérmelo comunicado antes. Ella sabía lo importante que era Flo para mi, a pesar de todo le tenía mucho cariño.

–Al, ¿estás segura de esto?–me vuelve a preguntar Victoria una vez que aparca su camioneta en el estacionamiento del aeropuerto.

–Sí Vic, tengo que hacerlo–le respondo y bajo del auto para tomar mi pequeña maleta.

Mi mejor amiga baja del auto para ayudarme y me acompaña hasta la puerta del aeropuerto. Cuando entramos, a lo lejos noto la presencia del piloto de McLaren solo, sin su novia.

–Te estaré llamando cada día y si necesitas volver antes de tiempo, me avisas y te consigo un vuelo–me dice mi amiga bastante preocupada.

–Tranquila, no pasará nada–le respondo y luego le doy un abrazo de despedida.

Una vez que me separo de Victoria, cojo mi maleta y me acerco rápidamente hacia donde se encontró el piloto de McLaren.

–Hola–me saluda con una sonrisa–¿Estás lista?

Ante su pregunta, asiento levemente con la cabeza y me pongo mis gafas de sol para intentar no ser reconocida por alguien. El piloto de McLaren coge su maleta y ambos nos vamos directo con el encargado que nos llevaría hasta el avión que McLaren le había proporcionado a su piloto.

Ambos hicimos todos los trámites necesarios para poder ir directo al avión, pero cada un por su lado. Normalmente, Jon hubiera estado con Lando para poder ayudarlo con el papeleo que se hace cada vez que viaja, pero esta vez no habría sido el caso.

Sólo éramos él y yo.

(...)

Por fin, después de dos horas, habíamos llegado al avión que nos llevaría hasta Múnich. Tenía la ligera sospecha de que alguien más se uniría a nuestro vuelo, pero éramos sólo Lando y yo en la cabina. El piloto no separaba su vista del móvil y de vez en cuando, lo veía sonreír mientras que él leía algo en este.

De seguro era Laila.

Intenté que mis pensamientos no me afectaran tanto y aproveché que éramos sólo él y yo para hacerle unas preguntas.

–Lando–lo llamó, generando que el piloto despegue la vista de su teléfono.

–¿Pasa algo?–me pregunta confundido.

HILL | LANDO NORRISDonde viven las historias. Descúbrelo ahora