Desde pequeña siempre imaginé el día en el que mi corazón aleteara como loco, que corriera tan rápido como las manecillas del reloj y mis mejillas se entumecieran por lo mucho que sonreiría al ver a esa persona; si bien papá se encargaba de leerle cuentos de fantasía y romance de antaño, en donde las doncellas se enamoraban de príncipes azules de ensueño, jamás tuve el ideal del chico perfecto corriendo por mí para salvarme la vida. De pequeña mi máximo amor se minimizaba a un revoltoso Peter Pan y cuando ya fui adolescente creí verme enamorada de mi mejor amigo que, después de muchos años, se enteró por otra persona y resultó amando a un chico que conoció en un concierto filarmónico en Manchester. Los chicos nunca fueron una prioridad, eran algo que estaban allí, palpables y al alcance de todos, unos simples seres humanos más; igual que yo, igual que los demás. Todo era de esa manera hasta que un enigmático pelinegro llegó a mi vida, por un golpe de suerte, quizá el destino habría sido el responsable, en verdad no lo sabía con certeza. Pero de lo único que estaba segura, era que tarde o temprano acabaría en los brazos del abismo, en el torbellino de intensas emociones que ya me comenzaba a consumir: en cualquier momento acabaría totalmente enamorada de ese chico.
De Biel.
—Los cactus necesitan poca agua para sobrevivir, pero si los dejas olvidados mueren como todas las demás plantas. —dijo el chico pasando su mano sobre el escritorio, viendo todo a su alrededor.
—Me lo traje de la casa de Juls, estaba así o peor. —respondí terminando de calzarme los zapatos con flores.
Él se volteó a verme y sonrió, alzando ambas manos.
—Nada más lo decía, no te estoy reprochando nada. Por cierto... —se acercó dándome la mano cuando disponía a levantarme. —Lindos zapatos.
—Gracias y si quieres te lo puedes llevar; no es que no quiera tenerlo, pero en algún momento Sonriente se dará cuenta de que hay algo nuevo sobre el escritorio y no tardará en tirarlo. La última vez botó una esfera de nieve; gracias a Dios no se rompió.
—Habría sido una tragedia. —miró al gato que estaba recostado sobre su espalda a los pies de la cama—Malo, muy malo Sonriente.
Su ceño fruncido me causó ternura y con la yema de mi dedos le acaricié la mandíbula adornada por algunos lunares, los que enumeradas veces conté uno a uno, cuando no podía quitar mi mirada del rostro del chico. Cada día que pasaba me sentía más atraída hacia él, y no solo de una manera física por su notable belleza, más bien y en mayor importancia, por la increíble persona que guardaba dentro de ese caparazón; alguien que se preocupaba por los demás, amaba tanto el lugar en donde vivía que se encargaba de cuidar lo mayor posible de el y aunque en algunas ocasiones le costara hacerlo, podía demostrar las emociones que le asaltaban, que llevaba en su interior.
El corazón casi de me derritió cuando le escuché murmurar un te quiero por primera vez, en mi oído, mientras pasaba sus manos por mi cintura y su aroma me absorbía por completo.
Todo él lo hacía.
—Me encanta como me miras, Florecita. Pero estoy comenzando a incomodarme.
La profunda voz de Biel logró hacerme saber que me encontraba en un trance que ni siquiera había notado y me había pasado un buen rato con mis ojos pegados a su rostro, el que adquirió un leve tono rojo, adornando sus mejillas. Rara vez le veía sonrojado y era una imagen muy linda de apreciar.
—Lo siento, me pareció verte un nuevo lunar.
Mi respuesta tonta lo hizo reír, más sus mejillas sonrosadas siguieron ahí, deleitándome.
—Sí claro, como digas.
En cuanto hube terminado de abrigarme y de despedirme de todos, salimos de la casa a eso de las cinco de la tarde, cuando el cielo estaba anaranjado mostrando un atardecer digno de película. Biel no dudó en tomarme la mano y oculté una sonrisa en la bufanda que traía puesta, le escuché reír bajito.
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ACUARELAS
RomanceNadie dijo que tus problemas no podrían iniciar a partir de esa cosa que más amas hacer. ~Prohibida la copia parcial o total de la historia. ~Registrada en safecreative.