Papá me miraba expectante, con los ojos aguados y con las manos impacientes sobre su regazo. La casa estaba en silencio y apenas se lograba oír los ruidos del exterior, haciendo del momento con un mayor grado de tensión y tanto a mí como a mi padre nos habían abandonado un par de lágrimas en todo este rato.
Le miré ahí, nervioso por lo que pudiera pasar a continuación.
Por lo que yo fuera a decirle.
Hace unos minutos cuando salí de mi habitación hasta el primer piso armada de valor para poder enfrentar a papá y decirle que no obtendría un no como respuesta a la misma pregunta que le había hecho hace algunas noches atrás, no pensé que esta vez me guiaría del brazo hasta el sofá, decirle a su esposa e hijo que subieran a la habitación del último y apagar el televisor para sentarse bien frente a mí y mirarme de una manera que hizo mi corazón ralentizar sus latidos. Acaricié su brazo, parecía incluso más ansioso que yo y necesitaba que comenzara a hablar de una vez por todas; tras algunos segundos, sus labios se abrieron para decir:
—Ya basta de secretos, mi pequeña Alice. A raíz de todo lo que ha pasado, me ha dejado en claro que el esconder verdades no trae nada bueno. —hizo una mueca, refiriéndose a lo acontecido— Responderé todas tus dudas, todo lo que quieras saber.
—¿Todo? ¿Esta vez me lo dirás todo, papá?
Él tomó una de mis manos y miró directo a mis ojos grises que miraban los suyos celestes con atención.
—Todo, lo prometo.
Tomé aire, repetidas veces intentando despejar el lío que tenía en mi mente y pensar con detención qué era lo que deseaba que me dijera y no caer en el caos de perder la cordura con tantas incertidumbres que rodeaban mi vida en ese instante.
—¿Cómo era mamá?
—La mujer más maravillosa que tuve la fortuna de conocer. Tenía una sonrisa deslumbrante que regalaba a todo aquel que pasara por su lado, siempre deseaba los buenos días y se despedía de todos cuando íbamos a algún café; era amable, cordial, amaba con locura. —pausó y llevó su mano derecha a mi mejilla izquierda, acariciando con su pulgar. —Tenía tus ojos.
—La abuela decía que me parezco mucho a ella, salvo que... no tan viva. Al principio creí que lo decía por mi tono de piel y el contraste que hacía con mi cabello, pero ahora me doy cuenta de que... Ella era más, ella era más como yo quisiera ser.
Papá volvió a tomar mis manos y apretó estas para que le mirara otra vez, regalándome una sonrisa. Torcí el gesto.
—Eres su viva imagen, pero lo importante es cómo eres junto ahí, en tu corazón. Puedes ser idéntica a tu madre, pero lo esencial es ser tú misma. Eres una mujer grandiosa por cómo eres, por lo que muestras al mundo, por ese gran talento que posees.
—Ella tocaba el piano.
—Cada noche antes de...
Su semblante cambió a uno más triste, más grisáceo, uno más apagado. No acostumbraba a verlo de esa manera y en cuanto soltó un suspiro supe que lo que vendría a continuación podrían ser las respuestas a esas dudas que más picaban en mi interior.
—¿Antes de qué, papá? Antes de que, ¿muriera?
—No. —cerró los ojos con fuerza y en el momento que estos volvieron a hacer contacto con los míos, estaban llenos de lágrimas— No, Haydee. Antes de llevarte a la cama.
El aire pasó entre mis dientes tan rápido como un rayo, mis ojos se abrieron a la misma velocidad y tan grandes que sentí las pestañas chocar con el nacimiento de mis cejas. Lamí mis labios y moví la cabeza de un lado a otro.
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ACUARELAS
RomanceNadie dijo que tus problemas no podrían iniciar a partir de esa cosa que más amas hacer. ~Prohibida la copia parcial o total de la historia. ~Registrada en safecreative.