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El rol de las mujeres indígenas en la conquista del Paraguay fue central, ya que la inserción de los españoles en las sociedades nativas estuvo basada en las relaciones establecidas con ellas.[1] [2]
La vida licenciosa entre colonos y mujeres indígenas en Asunción fue tal que surgió el famoso apodo de «Paraíso de Mahoma» —en referencia a la poligamia del islam— para referir a la ciudad.
Historia
[editar]1537–1541: Primeros pactos entre guaraníes y españoles
[editar]Los guaraníes son los pobladores de la Región Oriental del Paraguay, del Centro-Oeste de Brasil, del nordeste argentino y de núcleos dispersos en zonas del Chaco paraguayo y boliviano.[3] Dado que no tenían sistema de escritura, la única manera de aproximarse a las características de su vida antes de la colonia es a través de la arqueología.[3] Los guaraníes precolombinos eran un pueblo seminómada que mezclaba la recolección y la caza con la agricultura, migrando cada vez que agotaban los recursos de un sitio.[3] Su organización social fueron los guaras, agrupaciones territoriales en la que sus miembros vivían en abierta comunidad.[3] También denominadas provincias por los españoles, los guaras eran regiones bien delimitadas, con rozas y zonas de caza que solo podían ser utilizadas por miembros de la comunidad.[4] Varios autores señalan que hacia 1500, seis guaras habitaban lo que hoy es la Región Oriental del Paraguay: los carios, los tobatí, los guambaré, los itati-guaraní, los mba'everá y los paraná-guaraní.[3] Por su parte, los jesuitas identificaron al momento de su llegada catorce grandes parcialidades: carios, tobatines, guarambarenses, itatines, mbarakayúenses, mondayenses, paranáes, ygañáenses, yguazúenses, uruguayenses, tapes, mbiazás, guairáes y chandules.[4] El pueblo cario habitaba el área entre los ríos Manduvirá, Tebicuary y Paraguay,[3] siendo de especial importancia las zonas del Lago Ypacaraí, el área de Quiindy y Acahay.[4] Limitaban por el noroeste —en la región chaqueña— con otros grupos étnicos nómadas y belicosos, entre ellos los guaycurúes.[4]
Los carios fueron la primera parcialidad guaraní en entrar en contacto con los conquistadores españoles.[3][4] Las primeras expediciones españolas en establecer asentamientos en la cuenca del Río de la Plata surgieron de la creencia errónea de que era una región rica en minerales, especialmente oro y plata.[5][6] La sospecha de que el Río de la Plata escondía un tesoro aún no descubierto aumentó luego de que los españoles consiguieran grandes riquezas con la captura de Atahualpa, y por los relatos de Sebastián Caboto, explorador que viajó a la región y se encontró con náufragos de la expedición anterior de Juan Díaz de Solís, quienes «confirmaron» que allí habían grandes yacimientos de oro y plata.[7] Los intentos españoles de instalarse en la cuenca del Plata se iniciaron en la década de 1530, comenzando por la construcción de 1536 del fuerte de Santa María del Buen Aire (o Buenos Aires) a orillas del Río de la Plata,[2] fundado por Pedro de Mendoza, el primer adelantado de la región.[8] Un año más tarde, el 15 de agosto de 1537, el conquistador Juan de Salazar y Espinosa —miembro de la expedición de Mendoza— fundó el fuerte de Nuestra Señora de la Asunción en la costa del río Paraguay, en territorio cario.[9][5]
A pesar de un encuentro inicial conflictivo, los españoles —con sus armas de fuego— lograron la sumisión de algunos caciques principales, estableciendo más tarde una alianza con los restantes caciques de los alrededores de Asunción.[4] Mendoza envió a los exploradores Juan de Ayolas y Domingo Martínez de Irala a navegar río arriba por el Paraná en búsqueda de recursos, mientras que él se instaló en Buenos Aires.[8] En 1537, al no tener noticias de Ayolas ni de Irala, Mendoza decicidó regresar a España, nombrando antes de irse a Ayolas como adelantado y a Francisco Ruiz Galán como gobernador de Buenos Aires.[8] Irala se encontraba en un puerto natural conocido como la Candelaria —a poca distancia del lugar donde se encuentra hoy el fuerte Borbón— a la espera de Ayolas, quien buscaba una ruta al Perú.[8] Como este nunca regresó de la expedición, Irala regresó a Asunción en 1538, donde fue elegido por sus compañeros para tomar el mando ante la ausencia de Ayolas.[8]
El pueblo cario estableció un pacto de intereses con los conquistadores, proveyéndoles alimentos y guerreros a cambio del amedrentamiento de pueblos enemigos como los payaguaes.[4] Los caciques carios sellaron estos pactos a través de la entrega de mujeres.[10][11] El explorador Ulrico Schmidl —que viajó por la cuenca del Plata entre 1534 y 1554— cuenta en sus crónicas de 1599 que los carios del asentamiento de Lambaré (posiblemente el mismo en el que se fundó Asunción) sellaron la paz con Ayolas a través de la entrega de mujeres,[12] escribiendo en el «Capítulo XXI»:
Después de esto, llegamos al pueblo, pero los indios que estaban en el pueblo [se] sostuvieron lo mejor que pudieron y se defendieron muy valientemente por dos días. Cuando vieron los indios que no podían sostenerlo más y temieron por sus mujeres e hijos, pues los tenían a su lado en el pueblo, vinieron ellos, estos susodichos Carios, y pidieron perdón a nuestro capitán general Juan Ayolas que los recibiere en perdón; que ellos harían todo cuanto nosotros quisiéramos. También trajeron y regalaron a nuestro capitán Juan Ayolas seis mujeres, la mayor era de diez y ocho años de edad; también le hicieron un presente de alrededor de unos nueve venados y otra carne de monte. A más nos pidieron que permaneciéramos con ellos y dieron a cada gente de guerra u hombre dos mujeres (entregar) para que cuidaran de nosotros, cocinaran, lavaran y atendieran en otras cosas más de las que uno en aquel tiempo ha necesitado. También nos dieron sustento de comida de la que nosotros tuvimos necesidad en esa ocasión. Con esto quedó hecha la paz con los Carios.[13][14]
Entre 1537 y 1541, la entrega de mujeres a los conquistadores se desarrolló bajo el marco del cuñadazgo, concepto que utilizaban los líderes guaraníes para crear pactos de paz y beneficio mutuo, ya que transformaba al receptor en cuñado o yerno.[4][11] Los guaraníes estaban organizados en pequeñas comunidades de tipo familiar llamadas teii, las cuales eran de carácter matrilineal, dado que la descendencia pertenecía al linaje materno y tanto los hijos como la pareja residían en la comunidad materna, siendo el hermano de la madre la máxima autoridad familiar.[4] Mediante el cuñadazgo —otro aspecto primordial de la cultura guaraní— la mujer vinculaba a distintos grupos de descendencia, generando así vínculos de reciprocidad y alianzas estratégicas entre los teii.[4][11] Según explica la investigadora Macarena Perusset:
«La mujer guaraní desempeñaba un papel social fundamental ya que la potencialidad de los teii dependía de la abundancia en su seno de mujeres en edad reproductiva, las cuales aseguraban, de un lado, la continuidad de la comunidad a través de la descendencia, de otro, la adhesión a la misma de varones de otros teii con los que garantizaban futuros vínculos de alianza. En este tipo de sociedad matrilineal el marido adquiría el derecho a los servicios domésticos por parte de la mujer, lo que incluía el cultivo de los productos alimenticios. Entre los guaraníes, el parentesco involucraba una serie de obligaciones y derechos esenciales para la cohesión del grupo: todo hombre al recibir una mujer como esposa debía compensar al linaje dador cooperando en diversas tareas productivas con su suegro o con su cuñado, así como participando con ellos de las partidas de guerra y caza. Esta compensación era imprescindible, puesto que las mujeres, como productoras agrícolas y reproductoras de la fuerza de trabajo, eran el bien más preciado de toda la comunidad».[4]
De hecho, dado que el trato de los españoles a los guaraníes no fue de reciprocidad sino de dominación,[11] sus pactos iniciales pronto fueron seguidos por levantamientos indígenas, con al menos tres situaciones violentas registradas en 1538-1539, 1542-1543 y 1545-1546.[4]
https://www.elhistoriador.com.ar/fundaciones-de-ciudades/
1541–1554: El auge de las rancheadas y el «paraíso de Mahoma»
[editar]En julio de 1541, Irala ordenó la evacuación del puerto de Buenos Aires y convirtió al fuerte y puerto de Asunción en el centro de la colonización española en la región del Río de la Plata.[1][15] La primera mención a las mujeres indígenas en los documentos coloniales data de ese año, en cartas que el gobernador dejó para las próximas expediciones que venían de España, explicando su decisión de despoblar Buenos Aires y mudar el centro de las operaciones a Asunción.[1] Una de ellas dice: «en el Paraguay [...] esta fundado[...] un pueblo en que estaran [...] 400 honbres [...] como vasallo de su Magestad los yndios Guaranys sy quier Caryos [...] los quales sirven a los cristianos [...] como con sus mugeres en todas las cosas del servicio necesaryas y mando para el servicio mejor de los cristianos 300 mugeres para que las sirvan en sus casas y en las rroças».[1] Este pasaje evidencia que la presencia de 300 mujeres guaraníes en el nuevo asentamiento representaba el argumento decisivo para mudar la ciudad central de Buenos Aires a Asunción.[1] A su vez, indica que las tareas que realizaban las indígenas en Asunción eran los trabajos domésticos y agrícolas.[1] Tal y como nota el investigador Guillaume Candela, los españoles «después de haber sufrido hambruna y desastrosas condiciones de vidas en Buenos Aires, se alegraron muy probablemente a la idea de tener sirvientas y amantes. La mujer en este contexto aparece como un mejoramiento considerable de la vida de los conquistadores. (...) Básicamente, se presenta la india como el elemento más importante de esta sociedad en construcción ya que todo el circuito del abastecimiento de estos colonos estaba en las manos de estas mujeres».[1]
«En el Paraguay, las indias son los trofeos de las ruedas de dados o naipes, el botín de las expediciones a la selva, el motivo de los duelos y los asesinatos. Aunque hay muchas, la más fea vale tanto como un tocino o un caballo. Los conquistadores de Indias y de indias acuden a misa seguidos de manadas de mujeres. En esta tierra estéril de oro o plata, algunos tienen ochenta o cien, que durante el día muelen caña y por la noche hilan algodón y se dejan amar, para dar a sus señores mieles, ropas, hijos: ellas ayudan a olvidar las riquezas soñadas que la realidad negó y las lejanas novias que en España envejecen tanto».
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El despoblamiento de Buenos Aires aisló a Asunción de todo centro civilizado, lo que generó un relajamiento de la moral sexual en la ciudad.[15] Según el historiador Fabián Chamorro, para cuando los pobladores de Buenos Aires llegaron a Asunción, el asentamiento ya contaba con alrededor de 2000 mestizos fruto de las relaciones entre españoles y mujeres guaraníes.[17] El abandono de Buenos Aires y la conversión de Asunción en ciudad en 1541 tuvo un fuerte impacto en las relaciones hispano-indígenas.[11] A partir de ese momento del despoblamiento de Buenos Aires y la conversión de Asunción en ciudad en 1541, la oferta de mujeres vinculadas a los caciques regionales no pudo satisfacer las demandas de la creciente población española, provocando la desaparición del cuñadazgo para dar lugar a las rancheadas.[11] A diferencia del cuñadazgo, las rancheadas eran violentas deportaciones masivas de mujeres guaraníes, pasando por alto la autoridad del cacique.[11] Las rancheadas fueron «técnicas pensadas y puestas en prácticas por los conquistadores y más específicamente por los lenguas que podían conversar con las mujeres indígenas».[11] En una carta de 1556 dirigida a la Corona, el clérigo Martín González denunciaba la práctica:
«estas lenguas [...] yban escondidamente y se metian en los pajonales o juncales que estaban cerca de las aguadas donde avian de yr las viejas por agua y en llegando [...] los azian le dezir todas quantas yndias mocas avian en la casa y como ella las yba diziendo ybanlas ellas asentando y el nombre que tenian despues yva con esto a la casa y tomavan el cacique y enpencaban a leer y nombrar las cada una por su nombre y hija de quien era viendo el cacique las nombravan e que las pedian en nombre del capitan una a una 2 a 2 se las hazian sacar todas y de esta manera trayan tantas».[11]
Además de ser presentadas como objetos sexuales e instrumentos de trabajo, las mujeres guaraníes también funcionaron como marcadores de poder socioeconómico, tanto para los indígenas como para los conquistadores.[1][6] Ejemplo de esto es un interrogatorio indígena de 1545, en el que se hace una correlación entre mujer y poder: «preguntando a los yndios Agazes que por que davan sus mugeres a los yndios Caryos respondieron que porque dezian los yndios Caryos que ellos heran los rrezios y que les diesen a ellos sus mugeres porque a nosotros pues nos mataryan».[1] El proceso de las rancheadas posibilitó la rápida transformación de las mujeres indígenas en objetos de compra y venta en el mercado de esclavos, tanto interno como externo a Asunción.[11] El tráfico ilegal de mujeres indígenas se extendió de tal manera que las mujeres guaraníes pasaron a ser utilizadas como moneda corriente, siendo objeto de transacciones más o menos complicadas, como la posibilidad de adquisiciones de cualquier otro bien.[11] Lanzándose a la búsqueda de cualquier sistema que permitiera el enrequecimiento, los conquistadores expandieron el comercio de mujeres indígenas más allá de Asunción, creando redes comerciales de venta de mujeres libres o esclavas hacia el territorio limítrofe portugués de la costa Atlántica.[1] En particular, la ciudad se convirtió en un campo de concentración de esclavas con el fin de alimentar el mercado de esclavos del puerto portugués de São Vicente en la costa del Brasil.[11][2]
En una carta de 1545, Pero Hernández señala que «Domyngo de Yrala vendio a Tristan de Vallartas (...) una india libre Carío por una capa de grana y un sayo de terciopelo [...] vendio un indio y una india de la generación de los Agaces por una capa de grana y una colcha a un fraile de la orden de la merced».[1]
El 5 de abril de 1542, Cabeza de Vaca prohibió los trueques de mujeres indígenas contra piezas u objetos de metal, imponiendo penas como la sanción económica, el destierro o el trabajo forzado en bergantines.[1]
En 1542, se promulgaron desde Barcelona las Leyes Nuevas, las cuales impedían cualquier cambio de estatus del indígena.[11] Sin embargo, los conquistadores y vecinos de Asunción siguieron actuando sin respetar la nueva legislación, tal y como denuncia el presbítero Francisco González de Paniagua en una carta escrita el 3 de marzo de 1545:
«A se usado despues de la prisyon del governador entre los cristianos desta tierra un trato y mercançia de bajo de muy gran cautela muy en ofensa de Dios nuestro señor daño y perjuyzio de la conçiencia de su magestad y contra sus rreales provisyones y es las yndias libres y naturales de la tierra venderlas como si fuesen esclabas venydas de Guynea desta manera yo vendo una casa y una rroça que puede valer en publica almoneda 20 ducados y no mas y digo al que la vendo fulano y os tengo de dar esta casa y rroça y vos // me aveys de hazer una / obligaçion de 40 ducados en que solamente fue en la casa y rroça y porque estas 2 pieças no valen tanto con mucha cantidad que de por convenençia entre vos e [...] que os dare 1 yndia Guarani de las de la tyerra [...] que ya sabe que son libres y no se pueda vender [...] Otro an que algo mas liçito y en esto por la neçesydad de la tierra el qual en el se remediasen de serviçios y bosque en esta tierra a estaban desnudos de algun vestido que yo tengo una capa y / otro una yndia truecase la capa por la yndia por la neçesydad que el uno tiene de la capa y el / otro de la yndia por color por vender la yndia syno el serviçio della pasando del uno en el otro con la misma libertad que antes tenya / tanbien se a usado dar e trocar una esclava herrada por una yndia libre / y en este caso no solamente an errado los legos pero aun religiosos».[11]
En esta carta, Paniagua equipara a las mujeres indígenas libres con las esclavas africanas particularmente de Guinea, origen por excelencia de los esclavos africanos deportados hacia América.[11] La documentación histórica de Paraguay incluye pocas referencias a los esclavos africanos, indicando más bien una presencia importante de indígenas esclavos de guerras.[11] El famoso calificativo de «paraíso de Mahoma» tiene su origen en la carta de Paniagua, donde denuncia la vida licenciosa de los conquistadores con las indígenas y expresa: «Los cristianos tienen aquí vicio de mujeres, el que tiene ocho es porque no puede tener dieciséis, y el que es muy pobre posee tres o cinco y la mayor parte veinte, treinta y cuarenta. Y los indios no son llamados sino cuñados y suegros con tanta desvergüenza y poco temor de Dios como hay en estar amancebados con las indias, que no hay Alcorán de Mahoma que tal desvergüenza permita...»;[12] agregando además que «aún me parece que usan de más libertades, pues el otro no se extiende más de siete mujeres, y acá tienen algunos a setenta».[6] A partir de entonces, la expresión «paraíso de Mahoma» se ha convertido en una perdurable figura literaria para hacer referencia a los escándalos sexuales asuncenos.[12] Ya hacia 1580, el padre Pedro de Ribadeneyra señalaba en una carta enviada a España que «el vulgo» de Asunción usaba la frase «paraíso de Mahoma» para referirse a la ciudad.[12]
Debido a esta fusión de etnias, surgió en el Paraguay una nueva población de mestizos,[18] también conocidos como «mancebos de la tierra».[11] El español Alonso Riquelme de Guzmán se regocija de ello en una carta que dirigió a su padre desde Asunción en 1545: «sírvennos como esclavos y nos dan sus hijas para que nos sirvan en casa y en el campo, de las cuales y de nosotros hay más de cuatrocientos mestizos entre varones y hembras; porque vea vuestra merced si somos buenos pobladores, lo que no conquistadores».[19] Irala ha sido denominado como el «padre del mestizaje»,[20] siendo quien aportó la política de consolidación del mestizaje en la colonia.[21] En su testamento de 1556, el gobernador declaró como hijos legítimos a nueve hijos e hijas que tuvo con siete mujeres indígenas diferentes,[21] escribiendo:
«Iten digo y declaro y confieso que yo tengo y Dios me ha dado en esta provincia ciertas hijas e hijos que son: Diego Martínez de Yrala y Antonio de Irala, y Doña Ginebra Martínez de Yrala, mis hijos y de María, mi criada, hija de Pedro de Mendoza, indio principal que fue desta tierra; y doña Marina de Yrala, hija de Juana mi criada; y Doña Isabel de Yrala, hija de Águeda, mi criada; y doña Úrsula de Yrala, hija de Leonor, mi criada; y Martín Pérez de Yrala, hijo d´Escolástica, mi criada; e Ana de Yrala, hija de Marina, mi criada; y María, hija de Beatriz, criada de Diego de Villalpando. Y por ser como yo los tengo y declaro por mis hijos e hijas, y por tales he casado a la ley y a bendición, según lo manda la Santa Madre Iglesia...».[22]
Un caso emblemático de resistencia al régimen de esclavitud sexual colonial fue el de la India Juliana, una mujer cario que entre 1539 y 1542 envenenó con hierbas a su amo o marido español, Ñuño de Cabrera, y fue dejada en libertad a pesar de haber confesado el crimen.[10][23][24] Su historia fue introducida por Cabeza de Vaca en una relación que presentó como evidencia judicial al Consejo de Indias en diciembre de 1545.[24][25] El caso de Juliana también es descrito —aunque sin mencionar su nombre— en una crónica escrita por Pero Hernández el 28 de enero de 1545.[24][26] Cabeza de Vaca relata que al llegar a Asunción, se enteró del crimen e impunidad de Juliana, quien incluso se jactaba de sus acciones ante sus compañeras.[10][23][27] En respuesta, ordenó su ejecución por desmembramiento,[26] como castigo por el crimen y como aleccionamiento a las demás mujeres indígenas para que no hicieran lo mismo.[27][10][23] En 2020, la politóloga Gabriela Schvartzman notó que «el relato de Alvar Núñez sobre el caso de la India Juliana tiene una doble moraleja: la primera, poner en evidencia el caos que las políticas de Irala habían generado en la colonia, sobre todo en lo relativo a la vida promiscua que llevaban los españoles con las mujeres indígenas y sancionar estas conductas, demostrando su superioridad moral y su capacidad civilizadora. (...) La segunda moraleja tiene que ver con el desacato de las mujeres al sistema colonial sexual impuesto. En pleno contexto de ranchedas y rebeliones indígenas no era para nada bueno que las mujeres imiten las acciones de Juliana, quien fue capaz de matar a su marido para liberarse de su yugo e instar a otras mujeres a hacer lo mismo».[10] La rebelión de Juliana es considerada como una de las primeras insurgencias indígenas registradas de la época,[28][29][30] y su figura es reivindicada por activistas y académicas feministas del Paraguay.[10][23][31]
https://books.openedition.org/ariadnaediciones/1320?lang=es
1555–1573: Tras la muerte de Irala
[editar]En 1556, González señaló que se habían secuestrado «50.000 mujeres» en el lapso de 11 años, mientras que en 1575 señaló para el mismo período el saqueo de más de «100.000 mujeres e hijas».[11]
Legado histórico
[editar]El mestizaje entre los conquistadores españoles y las mujeres guaraníes tiene un rol central en la historiografía tradicional del Paraguay, la cual ubica en él los orígenes de la nación,[13] caracterizando a la conquista española de la región como un proceso armónico e idealizado, en el que los guaraníes se sometieron voluntariamente a la cultura y las leyes hispánicas.[32][23] Esta visión fue promovida por los autores nacionalistas de comienzos del siglo XX conocidos como la «generación del 900».[13][33] El mestizaje es una característica central de la identidad paraguaya, mencionado en todos los estudios históricos, sociológicos y antropológicos sobre el tema.[34] Sin embargo, los autores modernos proponen un análisis más matizado de las relaciones entre varones españoles y mujeres carios.[10][11][13][32] Escribiendo para ABC Color en 2006, el historiador Ignacio Telesca señaló que «no hace falta insistir en que los famosos mancebos de la tierra no fueron el fruto de relaciones de reciprocidad y amor, sino fundamentalmente de una relación sexual forzada. La mujer indígena no solo fue explotada sexualmente sino también económicamente. Mestizaje racial y económico violento».[34]
Por otro lado, varios autores se han concentrado en la versión guaraní de la historia del mestizaje y la resistencia indígena durante la conquista, enfocándose en relatos que se han transmitido de forma oral.[13] Según la versión más extendida, existían dos grandes líderes guaraníes cuando llegaron los españoles al Paraguay: Guairá y Paragua.[13][35] Guairá resistió la conquista, siendo los guaraníes actuales los descendientes de este cacique, mientras que Paragua pactó con los españoles y le entregó sus mujeres, unión de la cual nacieron los primeros paraguayos, de quienes descienden los paraguayos actuales.[13][35] Se ha documentado en varias ocasiones la presencia de este relato en los mbyás, quienes se consideran descendientes de Guairá.[13] La primera versión que se conoce de esta historia data de 1956 y fue narrada al antropólogo León Cadogan por el cacique Pablo Vera de Yro'ysã, Paso Yobái, departamento de Guairá.[13] Cadogan documentó el relato oral sobre los caciques Guairá y Paragua en al menos tres ocasiones más.[13] Otros antropólogos que han registrado esta historia fueron Miguel Chase-Sardi, Enrique Amarilla, Guillermo Wilde (aunque sin mencionar si lo escuchó en boca de los guaraníes), Ivori José Garlet y Valeria de Assis, Celeste Ciccarone, Giulia Gangemi, Bartomeu Meliá, y Marcelo Bogado, entre otros.[13] Según este último:
Los relatos que se cuentan a sí mismos los Guaraní sobre el Cacique Paragua y el Cacique Guairá pueden ser comprendidos más que como relatos de hechos históricos que realmente sucedieron como casos de memorias subalternas, las cuales les ofrecen una interpretación alternativa de la historia oficial contada por aquellos que los oprimieron (y lo continúan haciendo). (...) En la memoria y en la historia oral de los Guaraní se encuentra la historia del Cacique Paragua y el Cacique Guairá como un relato que afirma la identidad del grupo, les da sentido de pertenencia, al tiempo que los opone a aquellos que según el relato son los descendientes del Cacique Paragua, quien se sometió a los españoles, y que por tanto, no tendrían lazos de parentesco con éstos. Independientemente de que la historia del Cacique Paragua y del Cacique Guairá (en cualquiera de sus versiones) sea verdadera o falsa, lo importante es que mediante la misma los Guaraní lograron evitar simbólicamente su incorporación a la nación paraguaya, la cual vio en el mestizaje su origen mítico.[13]
Véase también
[editar]- Portal:Paraguay. Contenido relacionado con Paraguay.
- Portal:Historia. Contenido relacionado con Historia.
- Comercio triangular
- Historia de las mujeres
- Historia del Paraguay
- Indígenas de Paraguay
- Pueblos indígenas de Sudamérica
Referencias
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Bibliografía
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Enlaces externos
[editar]- Wikimedia Commons alberga una categoría multimedia sobre los guaraníes.
- Sitio web oficial del Instituto Paraguayo del Indígena (INDI) en Asunción.