Muiscas
Muisca | ||
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Balsa Muisca, figura que podría representar la leyenda de El Dorado. | ||
Descendencia |
14.051 personas[1][2] (no incluyen a los descendientes mestizos) | |
Idioma | muisca (muysccubun) y español (sucubun) | |
Religión | Culto al dios sol (Sua). Cristianismo luego de la conquista. | |
Etnias relacionadas | Familia Chibcha: Tayronas. | |
Asentamientos importantes | ||
Región Cundiboyacense ( Colombia) | ||
Los muiscas (del muysccubun muysca /*mʷɨska/ 'persona, gente'[3]) o chibchas son un pueblo indígena que habitó el altiplano cundiboyacense y el sur del departamento de Santander, en Colombia, desde el siglo VI a. C., y cuyos descendientes directos viven actualmente en localidades del distrito de Bogotá como Suba, Bosa, Usme y Engativá, y en municipios vecinos como Cota, Chía y Sesquilé. Una parte importante de la población actual de la Cordillera Oriental de Colombia es resultado del mestizaje de los muiscas con otros pueblos, particularmente con los españoles. La lengua original de este pueblo fue el muysccubun, de la familia lingüística chibcha.[4] Actualmente es una lengua muerta, pues el 16 de abril de 1770, mediante Real Cédula, el rey Carlos III de España prohibió el uso de lenguas indígenas en sus dominios. Sin embargo, existen proyectos para revitalizar la lengua, tal como se hizo en el caso del idioma hebreo.
En la época prehispánica, los muiscas cultivaban maíz, papa, quinua y algodón, entre otros productos agrícolas. Eran excelentes orfebres, practicaban el trueque de mantas, sal, esmeraldas y otros productos con los pueblos vecinos: (muzos, panches, sutagaos, guayupes, tecuas, achaguas, tunebos y lanches).
Organización sociopolítica
La confederación muisca era la unidad político-administrativa conformada al momento de la llegada de los conquistadores, en 1537. La conformación presupuso el predominio de los psihipkua,[5] jefes principales, que gobernaban sobre otros menores llamados uzaque (caciques) zibyntyba (capitanes mayores) y tybarague (capitanes menores). El territorio muisca comprendía las planicies de Bogotá y Tunja, los valles de Fusagasugá, Pacho, Cáqueza y Tenza, todo el territorio de los cantones de Ubaté, Chiquinquirá, Moniquirá y Villa de Leiva, y desde Santa Rosa de Viterbo y Sogamoso hasta lo más alto de la cordillera oriental, desde donde se divisan los llanos del Casanare.[6] El centro de poder comercial se ubicaba en la ciudad de Hunza, actual ciudad de Santiago de Tunja, capital del Departamento de Boyacá; en el ámbito militar, tenía preeminencia el asentamiento de Bacatá, actual Bogotá, con capital en Funza, y como centro religioso principal estaba Sogamoso, donde había un gran templo dedicado al Sol. El origen y parte de la explicación de unidades políticas que trascendían la comunidad debe buscarse en los lazos de parentesco, como los que existían entre los caciques de Bacatá y Chía, Tunja y Ramiriquí o Duitama y Tobasía.[7] Aunque la necesidad de unirse para ejecutar obras, comerciar o aliarse temporalmente durante las guerras haya desempeñado también un papel en la articulación confederal, entre los muiscas, la tendencia preponderante llegó a ser la sujeción de las comunidades más débiles por las más fuertes, por medios militares.[8]
El cacique dominante dentro de una confederación respetaba el gobierno autónomo de los caciques subordinados y mantenía la territorialidad de las respectivas comunidades, pero se convertía en el máximo jefe militar y además en el detentador final y principal beneficiario de un sistema de tributos comunitarios que ha sido documentado.[9] Operaba una superposición de estructuras de caciques y comunidades dominantes, subdominantes y dominados,[10] a la que le correspondían caciques de jerarquía diferente, que los españoles denominaron «señores» o «príncipes» (psihipkua), «caciques» (uzake, que eran convocados a los consejos), «capitanes» (zibyntyba) y «capitanes menores» (tybarague).[11] Los cargos no se heredaban por línea paterna (de padre a hijo), sino por línea materna (es decir, heredaba el sobrino, hijo de la hermana mayor).[12]
La Confederación Muisca estaba ubicada en el Altiplano Cundiboyacense, área central de la Cordillera Oriental de los Andes colombianos, y comprendía un territorio de aproximadamente 46.972 km2 (área un poco mayor que la de Suiza: 41.285 km2), desde el Norte, en la región del Chicamocha, hasta el Páramo de Sumapaz al Sur, y desde Vélez, Facatativá y Zipacón al Occidente, hasta los declives de la Cordillera Oriental, en límites con los llanos del Meta. Dicho territorio tenía una población de aproximadamente 1.200.000 habitantes a la llegada de los españoles.[13]
Las confederaciones conservaban la soberanía, luego es inexacto hablar de un "reino muisca", y mucho menos de un "imperio muisca". No fue un reino porque no existía un monarca absoluto, y no fue un imperio porque los muiscas no sometieron pueblos no muiscas a su régimen político. En este sentido, las confederaciones muiscas no pueden ser comparadas con el Imperio azteca o con el Imperio inca, que le eran contemporáneos. La importancia política de la Confederación Muisca radica en que fue la más grande y la más organizada confederación de tribus del continente. Cada comunidad estaba regida por su jefe o cacique, tenía autonomía y se sentía parte de su confederación.
Los muiscas no trataron de agregar a otras etnias a su confederación, sino que sus jefes se batían entre ellos para unirse en torno al vencedor.[14] La confederación, además de estar constituida por tribus hermanas, con una cultura similar y un idioma común (aunque con variantes regionales), garantizaba el trueque y la defensa común ante enemigos externos. Por esta razón el ejército dependía directamente del máximo jefe de la confederación (Zipa o Zaque), y estaba conformado por los güechas, los tradicionales guerreros muiscas.
Gobernantes muiscas
Al llegar los europeos, existían dos confederaciones principales, la de Hunza (hoy Tunja), cuyo soberano era el Zaque, y la de Bacatá (hoy Bogotá), cuyo soberano era el Zipa.[15] Ambas confederaciones tenían relaciones políticas estrechas dada la afinidad étnica y cultural, pero mantenían ciertas rivalidades. Además de las dos principales ciudades, Bacatá y Hunza, los cronistas refieren la existencia de dos confederaciones menores, y con un sentido más religioso: la de Tundama (hoy Duitama), y la de Suamox (hoy Sogamoso), cuyo jefe era el Iraca, sucesor del legendario Bochica (conocido también como Nemterequeteba). Estas dos confederaciones, como ya se dijo, tenían un carácter más religioso que administrativo o militar.[16] El Zipa, el Zaque, el Tundama y el Iraca gobernaban asesorados por un Consejo de Ancianos, que eran las personas más sabias de la comunidad.[17] En términos generales, la organización política de la Confederación Muisca era la siguiente:
- Territorio del Zipa de Bacatá (Bogotá):
- Cacicazgo de Bacatá: Funza, Tenjo, Subachoque, Facatativá, Tabio, Cota, Chía, Cajicá, Zipaquirá, Nemocón, Engativá, Bosa, Soacha y Zipacón.
- Cacicazgo de Guatavita: Guatavita, Sesquilé, Guasca, Sopó, Usaquén, Tuna, Suba, Teusacá, Gachetá, Chocontá y Suesca entre otras.
- Cacicazgo de Ubaque: Ubaque, Choachí, Chipaque, Cáqueza, Usme.
- Cacicazgo de Fusagasugá: Fusagasugá, Pasca y Tibacuy.
- Cacicazgo de Ubaté: Ubaté, Cucunubá, Simijaca, y Susa.
- Territorio del Zaque de Hunza (Tunja):
- Cacicazgo de Hunza: Guachetá, Icabuco, Ramiriquí, Machetá, Moniquirá, Motavita, Toca, Tunja, Tuta, Samacá, Sotaquirá, Lenguazaque, Turmequé, entre otros.
- Cacicazgo de Tenasuca: Tenza, Garagoa, Sutatenza, Somondoco, Soratá, Tenasuca, Tibirita.
- Cacicazgo de Saquencipá (Villa de Leyva): Ráquira, Sutamarchán, Sachica, Sora, Cucaita, Chíquiza.
- Territorio del Tundama: Duitama, Tobasía, Paipa, Cerinza, Ocavita, Onzaga, Soatá, Sativa.
- Territorio del Iraca: Sogamoso, Bombaza, Busbanzá, Pesca, Pisba, Tópaga, Toca.
- Cacicazgos autónomos: Saboyá, Charalá, Chipatá, Tacasquira, Tinjacá, entre otros.
* Nota: La confederación de Guanentá[18] pertenecía a los guanes, y la del Cocuy[19] a los tunebos, pueblos ambos de lenguas chibchas, pero independientes.
La legislación muisca estaba basada en la consuetúdine, es decir, en la fuerza de la tradición. Un determinado comportamiento más o menos aceptado por el común y aprobado por la máxima autoridad era tenida por todos como fuerza de ley. En tal sentido, dicha manera de legislar corresponde naturalmente al modo organizativo de una confederación, y de esta manera la normatividad muisca tenía un admirable nivel administrativo. Los recursos naturales no podían ser privatizados. Bosques, lagunas, páramos, ríos y recursos naturales en general pertenecían a toda la comunidad.
Economía
La confederación muisca explotaba los siguientes productos minerales:
- Oro (nyia):[20] El oro era importado y llegó a ser tan abundante que fue el principal material para la artesanía muisca común (orfebrería). A la llegada de los españoles, en la Sabana de Bogotá se veían campanillas de oro colgando de los árboles, según relato de varios cronistas. El uso de este metal dentro del territorio de la Confederación, más la tradición de la coronación del Zipa en la laguna de Guatavita, crearían el mito de El Dorado.
- Esmeraldas (chuecuta):[21] Aún hoy Colombia es el primer productor mundial de esmeraldas y son tenidas entre las más preciadas del planeta. Los principales yacimientos de estas piedras preciosas se encuentran en el Departamento de Boyacá, y especialmente en el municipio de Muzo. Junto con el oro, las esmeraldas eran ofrendadas a los dioses en las lagunas sagradas.[22]
- Cobre (bahazca nyia):[23] El historiador Ezequiel Uricoechea refiere que en los combates y en las fiestas usaban los muiscas máscaras de cobre muy bien elaboradas, y que en el intercambio comercial con otros pueblos también usaban pequeños "tejuelos" de cobre.[24]
- Carbón (gazpqua):[25] Tanto vegetal como mineral. Hoy todavía se siguen explotando minas de carbón, por ejemplo en Zipaquirá, y en este producto Colombia es una de las principales reservas mundiales.[26]
- Sal (nygua):[27] Extraída de las minas de sal de Nemocón, Zipaquirá y Tausa.
La sociedad muisca era esencialmente agrícola, y tenía un complejo sistema de regadíos. Otras actividades económicas fundamentales eran la orfebrería y la cerámica. Se conservan piezas únicas del arte precolombino muisca de figuras de extraordinaria fineza.
De manera muy especial hay que mencionar la producción textil muisca. Al respecto dice Paul Bahn que las culturas andinas dominaron todas las técnicas de tejido y decoración, y ya para el 3000 a. C. habían desarrollado los textiles de algodón y producían tejidos de extraordinaria delicadeza, superiores en muchos casos a los contemporáneos.[28] La arqueóloga Sylvia Broadbent —quien estudió tejidos pintados de algodón—, concluye que las técnicas de los muiscas eran complejas para producir telas de una sola pieza con innumerables entretejidos y una gran capacidad para resistir el tiempo.
Mercado
El mercado era sitio obligado de la economía de las comunidades, que practicaban la compra-venta, y más comúnmente el trueque. Allí se cambiaban productos de primera necesidad como maíz, sal, miel, frutas, granos y mantas, por artículos de lujo como plumas de aves, cobre, algodón, coca y caracoles marinos importados desde el territorio Tairona. Los mercados principales en que los muiscas intercambiaban sus productos, eran los siguientes:
- El mercado de Coyaima, territorio de los Poincos, que habitaban ambas orillas del río Magdalena, hasta donde los muiscas llevaban mantas pintadas, joyas de oro, sal y esmeraldas, que cambiaban por oro en polvo, guacamayas, loros a los que enseñaban a hablar, y algunos productos alimenticios propios de las tierras cálidas.
- El mercado que se hacía en terrenos del cacique de Zorocotá, en lo que hoy es el municipio de Puente Nacional, para hacer intercambios con los Guanes, Chipataes y Agataes.
- El mercado de Turmequé, en donde además de los artículos ya mencionados, se veía gran cantidad de esmeraldas de las minas de Somondoco.
Para los intercambios comerciales los muiscas usaban por lo general unos «tejuelos» redondos de oro, plata y cobre, fundidos en moldes sin ninguna clase de sello o señal, y que valoraban por su tamaño, aunque esmeraldas, sal, coca y mantas de algodón también fueron usadas como equivalentes monetarios o para facilitar el trueque. Los tejuelos metálicos eran medidos encorvando el dedo índice sobre la base del dedo pulgar, o cuando eran más grandes, usando ciertos cordeles de algodón que al efecto tenían para medir su circunferencia. En cuanto a las medidas de capacidad, sólo conocían la que servía para medir el maíz desgranado, y que llamaban aba, lo mismo que a este grano. La medidas de longitud eran el palmo y el paso.[29]
Agricultura
Como los muiscas no conocían el hierro, labraban la tierra con instrumentos de piedra o de madera en tiempo de lluvias, cuando se ablandaba el suelo, y por eso consideraban las temporadas de sequía como una gran calamidad. La papa, el maíz y la quinua eran los principales productos de consumo, a las cuales añadían varias raíces y legumbres de menor importancia que sazonaban con sal, ají y hierbas aromáticas. Dos veces al año cosechaban las papas, y el maíz una vez en las tierras frías, en donde estaba acumulada la mayor parte de la población. En las tierras templadas cultivaban la arracacha, y la yuca en las regiones cálidas. No sabemos si se servían del extracto dulce de la caña del maíz, como los indígenas mexicanos, o sólo de la miel de abejas, que abundaba en los declives de la cordillera, pero sí sabían procurarse la chicha, una bebida alcohólica fermentada del maíz. Ejercían la pesca en los ríos y lagunas de las planicies con pequeñas redes y balsas de junco que siguieron fabricando hasta el siglo XIX.[30]
Artesanía
Las mujeres se ocupaban del hilado para las mantas de algodón, y los hombres las tejían y pintaban, en lo cual tenían mucha reputación. Labraban la madera con mucha habilidad, y del hueso hacían figurillas para colgarse en collares u otros adornos. La paja les servía para el recubrimiento de los techos de sus casas, y para la fabricación de ciertos artículos pequeños como canastos. La piedra la trabajaban de manera similar al hueso, y las pieles de ciertos animales como el oso de anteojos y el tigrillo, así como las plumas vistosas del papagayo y otras aves, que eran importadas de las tierras cálidas, eran artículos muy apreciados.[31]
Costumbres y modos de vida
Alimentación
Fuentes etnohistóricas y arqueológicas, evidencian que la alimentación de la población muisca era variada y equilibrada, pues además del maíz, que era la base de su alimentación a través de múltiples preparaciones, consumían también abundantes proteínas vegetales como maní, frijoles o coca y proteína animal como curí, venado, conejo, pescado, hormigas, orugas, aves y animales de monte. Completa su dieta la capacidad desarrollada por los muiscas para aprovechar los diferentes pisos térmicos para obtener gran variedad de alimentos, su habilidad para el intercambio de productos con los pueblos de las tierras bajas y el papel que desempeña el cacique en la redistribución de alimentos en época de escasez.[32]
El cronista español Gonzalo Fernández de Oviedo consigna la abundancia: «En dos años que duró aquella conquista, ningún día dejó de entrar en el campo de los cristianos todos los bastimentos en mucha abundancia de todo lo que es dicho, tanto, que hubo días de cien venados y ciento y cincuenta, y el día que menos, treinta venados, conejos y cories, día de mil y de ahí abajo. En fin, es abundante tierra desas cazas o monterías».[33]
Higiene
Los muiscas se bañaban varias veces al día para sorpresa de los españoles, para quienes bañarse tanto era innecesario y obsceno (puesto que se bañaban hombres, mujeres y niños a la vez en los ríos). También hacían ciertos baños rituales: para madre e hijo después del parto, en la llegada de la menstruación, en el rito de iniciación masculino y en la coronación de un nuevo Zipa en la Laguna de Guatavita. Los muiscas consideraban a las numerosas lagunas andinas y a las fuentes de agua como lugares sagrados a donde sus sacerdotes acudían a depositar las ofrendas. La diosa Bachué sale y retorna, cumplida su misión, a la laguna de Iguaque; de la chicha derramada nace en Tunja el mítico Pozo de Hunzahua; los sacerdotes se bañaban al graduarse tras largos años de sólo poder lavarse la punta de los dedos. Bañarse en los ríos, hombres, mujeres y niños a la vez, fue considerado por los españoles como un hábito pecaminoso y por lo tanto fue perseguido por autoridades eclesiásticas y civiles de la Corona.[34]
Sexualidad
Existía total libertad sexual antes del matrimonio y éste poco tenía que ver con la virginidad; por el contrario, la virginidad para la mujer muisca era una verdadera desgracia; lo relata Fray Alonso de Zamora: «Reparaban muy poco en no hallar doncellas a sus mujeres y en algunas era motivo de aborrecerlas, si las hallaban con integridad: porque decían eran mujeres desgraciadas pues no hubo quien hiciera caso de ellas».[35]
La poligamia era común entre la sociedad muisca. Los hombres podían tener el número de esposas que fueran capaces de sustentar, aunque sólo una era la legítima. El incesto estaba prohibido. El cronista español Lucas Fernández de Piedrahita refiere que los hombres muiscas pedían al padre de la novia (o a quien le sustituyese) el permiso para casarse con ella, ofreciendo cierta cantidad de bienes. Si el padre de la mujer no estaba conforme con los bienes recibidos, pedía más, y el novio aumentaba su oferta hasta una tercera vez, pero si a la tercera tampoco era aceptado, desistía de la proposición para siempre. Por el contrario, si su propuesta era aceptada, podía tener a la mujer durante unos días en su casa, y si era de su agrado, se casaba con ella.[36] Por su parte, el historiador Ezequiel Uricoechea refiere que cuando alguno solicitaba a una mujer, mandaba a los padres una manta; si no se la devolvían a los ocho días, enviaba otra, y conslderándose entonces aceptado, se sentaba una noche en la puerta de la casa de la novia y daba a entender, aunque indirectamente, que allí estaba. Entonces se abría la puerta y salía la mujer que era pretendida con una totuma llena de chicha que probaba primero y le daba después a beber al pretendiente. Los matrimonios se celebraban ante el chyky (sacerdote muisca), y estando los dos contrayentes unidos por los brazos.[37]
Falos líticos se encuentran todavía en Tunja, Ramiriquí y en Villa de Leiva. Torteros con monos apareándose se encuentran en los museos. Tenían prostitutas, a las que llamaban Chihizapquazz.[38] Fray Pedro Simón relaciona la alta densidad poblacional muisca con su notable sensualidad, cuando escribe: «Ni hay que espantar que hayan sido las mujeres de estos indios tantas, por ser ellos tan dados a la sensualidad».[39]
Vestuario e indumentaria
Los muiscas fueron hábiles tejedores de algodón. El cronista español Lucas Fernández de Piedrahita cuenta que estos indígenas, a diferencia de los de tierras más cálidas, andaban siempre vestidos. En la Historia general de las conquistas del Nuevo Reyno de Granada, Piedrahíta refiere que los muiscas tejían unas camisas cerradas que les llegaban poco más abajo de las rodillas, y que encima se ponían unas mantas que comúnmente eran blancas, pero que en las personas con mayor jerarquía estaban pintadas con figuras negras y rojas. Los guerreros muiscas (güechas) llevaban en la cabeza cascos de oro, mientras que los hombres del común se cubrían la cabeza con pieles de osos y tigrillos, adornados además con plumas de todos los colores. Los hombres que pertenecían a la familia inmediata del Zipa, llevaban sobre la frente medias lunas de oro o de plata, con las puntas hacia arriba. Alrededor de los brazos, solían llevar brazaletes con esmeraldas incrustadas, y la gente del pueblo llevaba manillas con huesos de animales. La nobleza llevaba narigueras y orejeras de oro, y todos se pintaban el rostro y el cuerpo con tintes naturales. Las mujeres usaban una manta larga que ceñían a la cintura con una faja, y sobre los hombros otra manta pequeña, sujeta al escote con un alfiler grande de oro o de plata, que tenía un cascabel en uno de sus extremos, de suerte que los pechos quedaban casi descubiertos. Los hombres llevaban el cabello largo hasta los hombros, y las mujeres también lo llevaban largo y suelto. La mayor afrenta para un hombre o una mujer muisca era que se le cortase su cabello, o que su cacique les rompiese la manta, como castigo a algún delito.[40]
Gonzalo Jiménez de Quesada escribió que usaban «mantas blancas y negras y de diversos colores ceñidas al cuerpo que las cubren desde los pechos hasta los pies, y otras encima de los hombros (…) andan cubiertos todos. En las cabezas traen comúnmente unas guirnaldas hechas de algodón con unas rosas de diferentes colores de lo mismo que les viene a dar en derecho de la frente. Algunos caciques principales traen algunas veces bonetes hechos allá de su algodón (…) algunas mujeres de las principales traen unas cofias de red».[41]
Juan de Castellanos dice que los muiscas tomaron de Bochica el ejemplo de andar descalzos, con el traje de algodón a su usanza y largos los cabellos, los cuales se teñían de negro, pero a diferencia del mítico Bochica señala que «barbas a muy pocos ocupan las mejillas». Rasgar vestiduras y cortar cabellos «lo tienen por afrenta grave».[42]
Pinturas, adornos y joyas simbolizaban y representaban el poder y por lo tanto, estaban reservadas a los poderosos, como cuenta Fray Pedro Simón: «estaban limitadas las pinturas, galas, joyas y en sus vestidos y adornos a la gente común, y concedido el privilegio a los usaques y a los más caciques y otros principales licencia para poder traer las narices y orejas horadadas y ponerse en ellas y en el cuello las joyas de oro que quisiesen, como también estaba concedido a los jeques».[43]
Festividades
Los cronistas españoles señalaron que los muiscas eran un pueblo con muchas festividades, asociadas principalmente al ciclo agrícola y al ciclo de la vida. Jiménez de Quesada cuenta en su Epítome de la Conquista del Nuevo Reino de Granada: «Es gente muy perdida por cantar y bailar a su modo y eso son sus placeres».[44] Según el cronista Juan Rodríguez Freyle, en las fiestas muiscas no podía faltar la chicha: «La mayor prevención era que hubiese mucha chicha que beber para las borracheras que se hacían de noche, y en ellas infinitas ofensas a Dios Nuestro Señor, que las callo por la honestidad».[45]
Sobre sus cantos, música y bailes donde se mezclan risas y llantos, ritmos tristes y alegres, dice Lucas Fernández de Piedrahita: «gastaban mucha cantidad de chicha; danzaban y bailaban al compás de sus caracoles y fotutos; cantaban juntamente algunos versos o canciones que hacen en su idioma y tienen cierta medida y consonancia, a manera de villancicos y endechas de los españoles. En este género de versos refieren los sucesos presentes y pasados y en ellos vituperan o engrandecen el honor o deshonor de las persona a quienes los componen; en las materias graves mezclan muchas pausas y en las alegres guardan proporción, pero siempre parecen sus cantos tristes y fríos, y lo mismo sus bailes y danzas, mas tan acompasados que no discrepan un solo punto en los visajes y movimientos, y de ordinario usan estos bailes en corro, asidos de las manos y mezclados hombres y mujeres».[46]
- Fiestas de la siembra y de la cosecha:
Lucas Fernández de Piedrahita, en su Historia general de las Conquistas del Nuevo Reino de Granada, dejó una detallada descripción de las fiestas de la siembra y de la cosecha que celebraban los muiscas: «Otra de las ceremonias más ostentosas que hacían eran las procesiones, a que asistían sus reyes o caciques, respectivamente, en ciertos tiempos del año, especialmente en el de las siembras o cosechas, y formábanse éstas en ciertas avenidas anchas de a más o menos de media legua de longitud. Las personas que salían en ellas (sin que entre en cuenta la innumerable multitud de gente que concurría a verlas) serían de diez a doce mil, que la noche antes se lavaban los cuerpos para ir el día siguiente más decentemente adornadas».[47]
Pintados de rojo y negro y disfrazados de animales comenzaba el carnaval: «Dividíanse en cuadrillas y parcialidades con diferentes trajes y disfraces, arreados de patenas de oro y otras diferentes joyas que abundaban, aunque todos convenían en llevar pintados los cuerpos de vija y jagua (rojo y negro). Unos iban representando osos, otros en figura de leones (pumas andinos) y otros de tigres (esto es, cubiertos con sus pieles), y (…) otras muchas representaciones de animales diversos. Iban los sacerdotes con coronas de oro en forma de mitras, a quienes seguía una prolongada cuadrilla de hombres pintados, sin disfraz ni joya alguna sobre sí, y éstos llorando y pidiendo al Bochica y al Sol mantuviesen el estado de su rey o cacique y le otorgasen la súplica y ruego a que había dispuesto aquella procesión, para lo cual llevaban puestas máscaras con lágrimas, retratadas tan a lo vivo que eran de ver». Le sorprende a Piedrahita que después de los que rogaban, pedían y lloraban seguía la procesión con otra comparsa de risas, bailes y alegrías que celebraba los favores concedidos: «era lo más gracioso de todo, que luego inmediatamente entraba otra caterva dando los unos grandes risadas y saltando de alegría, y diciendo los otros que ya el Sol les había concedido lo que los delanteros le iban pidiendo con lágrimas, de suerte que de las risadas, lloros y gritos, se componía una barahúnda tal cual se deja entender (…) en pos de aquella alegría desacompasada iban otros con máscaras de oro disfrazados y con las mantas arrastrando por el suelo en forma de cauda (…) con el fin da barrer la carrera para que otros danzasen, pues les iba casi pisando las mantas otra gran muchedumbre de ellos ricamente adornados, bailando y cantando al compás triste y flemático de sus maracas y flautas, y tras ellos otros y luego otros, y tantos con diferentes invenciones, que no es fácil reducir a la pluma la diferencia de sus cuadrillas y galas, más propias de pandorgas dispuestas para la ociosidad que de procesiones dedicadas a la religión».[48]
Cerraba la procesión el cacique, ataviado con los mejores adornos, el poder se escenifica: «El último lugar llevaba el rey o cacique con el más costoso adorno y majestad que le era posible, y aunque era crecidísimo el número de gentes que le seguían y la diferencia de los trajes en que iban, denotaba ser parcialidades distintas (…) y lo que no parecerá creíble (…) era la gran cantidad de oro que iba en ellas en tan distintas joyas, como eran máscaras, mitras, patenas, medias lunas, brazaletes, ajorcas y figuras de varias sabandijas (…) por muy de mañana que se diese principio a esta fiesta no se hacía poco en volver a la noche con la procesión a palacio, donde se gastaba de su chicha». Termina su relato el cronista consignando la dificultad que tuvieron para acabar con esta popular fiesta muisca: «Estas procesiones se continuaron por muchos años después de conquistado el reino, y ninguna ceremonia se desarraigó de sus naturales con tanta dificultad como ella».[49]
- Fiestas de los caciques:
En los meses correspondientes (según el calendario occidental) a enero, febrero y parte de marzo, tenían lugar unas festividades en las que se convidaban alternativamente unos caciques a otros. En dichas festividades, según cuenta Fray Pedro Simón: «Asíanse de la mano hombres y mujeres haciendo corro y cantando canciones, ya alegres ya tristes, al son de flautas y fotutos; tenían en medio las múcuras de chicha de donde iban esforzando, duraba esto hasta que caían embriagados y tan excitados de la lujuria del calor del vino, que cada hombre y mujer se juntaban con el primero o primera que se encontraba porque para esto había general licencia en estas fiestas, aún con las mujeres de los caciques y nobles (…) así pues por virtud de la unión real de los seres humanos las plantaciones crecerían y fructificarían mejor».[50]
- Fiestas de la construcción de cercados:
Igual de festivo era el transporte de las piedras y de los grandes postes necesarios para construir los cercados, donde tampoco faltaba la chicha, los cantos, los adornos y la pintura corporal, como relata Piedrahíta: «juntando a un tiempo la voz, los píes y las manos al compás de la voz de uno que les sirve de guía, a la manera que saloman los marineros en los navíos, y es para ellos este ejercicio de tanto gusto que lo tienen por fiesta, y para entonces se ponen penachos de plumas y medias lunas; píntanse y arréanse, y llevan mucha cantidad del chicha que beben».[51]
- Fiestas de la inauguración de cercados:
Fray Pedro Simón relata que: «Después de acabado el cercado, convidaba el cacique a todo el pueblo para una gran borrachera que duraba muchos días, en que había muchos juegos, bailes y entretenimientos». Mientras dura la fiesta, y continuando con la mezcla de tristezas y alegrías, de celebración de la vida y de la muerte entre los muiscas, dos hombres mayores permanecían en la entrada, desnudos, cubiertos por una red, ayunando y tocando una música melancólica que recordaba la inevitable realidad de la muerte a los alegres festejantes: «estaban a la puerta del cercado, desde la mañana hasta la noche, sin comer ni beber, dos indios, ya en edad mayores, desnudos todo el cuerpo, en pie, cubiertos con una red grande de coger pájaros, tañendo con unas flautas y haciendo una música melancólica y triste para significar con aquello más al vivo lo que representaban estando allí con aquella postura, que era la muerte. Porque decían que la red era instrumento suyo, pues mataban con ella las aves; el estar desnudos representaba, cómo deja a los hombres cuando los acomete, pues quedan desnudos de todas sus cosas de esta vida; y a lo mismo aludía el no comer ni beber en todo el día, pues también los privan de eso. De lo que era bien se acordasen en todos los juegos, fiestas y entretenimientos, y por eso estaban a la puerta de la fiesta para que antes de ella, se le representasen a todos los que se hallaban en ellas, que habían de morir». Risas y llantos siempre estaban juntas alternándose en las ceremonias: «Y aun entre los regocijos de dentro había indios con instrumentos que hacían músicas tan tristes, que incitaban a llorar a todos, de rato en rato, en medio de los regocijos y bailes. Usaban todos los indios estas fiestas siempre que estrenaban casas nuevas». De estas fiestas hacían parte integral las carreras por avenidas que salían del cercado: «Para más solemnizar estas fiestas de la dedicación de sus casas, los caciques ordenaban que algunos mozos de buena disposición corriesen cierta distancia (…) algunas veces de más de cuatro leguas (…) yéndose aventajando a los demás los mas valientes, volvían más presto a la casa de donde habían salido, donde les iba premiando el cacique su valentía como iban llegando”.[52]
Deporte
El deporte era muy importante como ritual para los muiscas. Además de la lucha, también practicaban el zepguagoscua, que consistía en lanzar un disco de oro y evolucionó hasta hoy en el tejo, considerado el deporte nacional de Colombia.
Arquitectura
Los muiscas construían sus casas utilizando como principal material la caña y el barro para hacer las tapias llamadas bahareque. Las casas comunes eran de dos formas: unas cónicas y otras rectangulares. Las primeras consistían en una pared en círculo hecho de palos enterrados como pilares más fuertes sobre los cuales se sostenía de lado y lado un doble entre tejido de cañas cuyo intersticio era tupido de barro. El techo era cónico y cubierto de pajas aseguradas sobre varas la profusión de tales construcciones en forma cónica en la sabana de Bogotá, dio origen a que Gonzalo Jiménez de Quezada le diera a esta altiplanicie el nombre de Valle de los Alcázares. Las construcciones rectangulares consistían en paredes paralelas también de bahareque, como las anteriores, con techo en dos alas de forma rectangular.
Tanto las construcciones cónicas como las rectangulares tenían puertas y ventanas pequeñas. En el interior el mobiliario era sencillo y consistía principalmente en camas hechas también de cañas, llamadas barbacoas, sobre las cuales se tendía una gran profusión de mantas; los asientos, aunque los tenían, eran escasos, pues los indígenas preferían descansar en cuclillas o de rodillas sobre el suelo. Además de las casas comunes existían otras dos clases de construcciones: una para los señores principales, probablemente el jefe de la tribu y del clan, y otras para los jefes de las confederaciones muiscas, como el Zipa, el Zaque o el Iraca.
El Dorado
Distintos cronistas de la conquista española de América mencionan la leyenda de Eldorado, un antiguo mito europeo que los conquistadores tenían presente al adentrarse en el continente: una ciudad donde todo es de oro. Los cronistas de la conquista de los muiscas, en la Cordillera Oriental de Colombia, asociaron pronto y fácilmente esa leyenda con las ceremonias de ofrenda que estos indígenas celebraban en las lagunas del altiplano. La descripción de Juan Rodríguez Freyle, de 1636, en su libro Conquista y descubrimiento del Nuevo Reino de Granada o El carnero, con ser muy tardía, es sin embargo la mejor.
«Era costumbre entre estos naturales que el que había de ser sucesor y heredero del señorío o cacicazgo de su tío, a quien heredaba, había de ayunar seis años metido en una cueva que tenían dedicada y señalada para esto, y que en todo este tiempo no había de tener parte con mujeres, ni comer carne, sal ni ají y otras cosas que les vedaban; y entre ellas que durante el ayuno no habían de ver el sol, sólo de noche tenían licencia para salir de la cueva y ver la luna y estrellas y recogerse antes que el sol los viese. Y cumplido este ayuno y ceremonias se metían en posesión del cacicazgo o señorío, y la primera jornada que habían de hacer era ir a la gran laguna de Guatavita a ofrecer y sacrificar al demonio (sic) que tenían por su dios y señor. La ceremonia que en esto había era que en aquella laguna se hacía una gran balsa de juncos, aderezábanla y adornábanla todo lo más vistoso que podían, metían en ella cuatro braseros encendidos en que desde luego quemaban mucho moque, que es el sahumerio de estos naturales, y trementina, con otros muchos y diversos perfumes. Estaba a este tiempo toda la laguna en redondo, con ser muy grande, y hondable de tal manera que puede navegar en ella un navío de alto bordo, la cual estaba toda coronada de infinidad de indios e indias, con mucha plumería, chagualas y coronas de oro, con infinitos fuegos a la redonda; y luego que en la balsa comenzaba el sahumerio lo encendían en tierra, en tal manera, que el humo impedía la luz del día. A este tiempo desnudaban al heredero en carnes vivas y lo untaban con una tierra pegajosa y lo espolvoreaban con oro en polvo y molido, de tal manera que iba cubierto todo de este metal. Metíanle en la balsa, en la cual iba parado, y a los pies le ponían un gran montón de oro y esmeraldas para que ofreciese a su dios. Entraban con él en la balsa cuatro caciques, los más principales, sus sujetos, muy aderezados de plumería, coronas de oro, brazales y chagualas y orejeras de oro, también desnudos, y cada cual llevaba su ofrecimiento. En partiendo la balsa de tierra comenzaban los instrumentos, cornetas, fotutos y otros instrumentos, y con esto una gran vocería que atronaba montes y valles y duraba hasta que la balsa llegaba al medio de la laguna, de donde, con una bandera, se hacía señal para el silencio. Hacía el indio dorado su ofrecimiento echando todo el oro que llevaba a los pies en el medio de la laguna, y los demás caciques que iban con él y le acompañaban hacían lo propio, lo cual acabado abatían la bandera, que en todo el tiempo que gastaban en el ofrecimiento la tenían levantada, y partiendo la balsa a tierra comenzaba la grita, gaitas y fotutos con muy largos corros de bailes y danzas a su modo, con la cual ceremonia recibían al nuevo electo y quedaba conocido por señor y príncipe. De esta ceremonia se tomó aquel nombre tan celebrado del Dorado, que tantas vidas ha costado.»[53]
Espiritualidad
Los sacerdotes (Chyquy) se formaban desde la infancia y eran los responsables de dirigir las principales ceremonias religiosas. Nadie más que los sacerdotes podía entrar al interior del templo. La religión muisca contemplaba los sacrificios humanos, pero es probable que a la llegada de los españoles estos hubieran desaparecido tiempo antes y los relatos de sacrificios humanos entre los muiscas sean historias transmitidas por tradición oral, pues no existe un testimonio de primera mano que mencione un sacrificio humano contemporáneo a la presencia de los españoles. En todo caso las fuentes coinciden en que cada familia debía ofrecer un hijo a los sacerdotes, el cual era criado por ellos como persona sagrada y a los 15 años era sacrificado a Xue, lo que constituía un honor para la familia y para la víctima. Junto a las actividades religiosas, los sacerdotes participaban de la vida de la comunidad con recomendaciones acerca de la agricultura o mediando en casos de conflicto entre los líderes políticos.
La adoración de los muiscas a sus dioses se hacía no sólo en los templos, sino también al aire libre, en lugares bien señalados, como determinadas lagunas, cascadas, grandes rocas o montañas. Los templos eran bohíos grandes en los que vivían los sacerdotes, quienes tenían dispuestos vasos de diferentes tamaños y formas para recibir las ofrendas, o bien figuras de barro con agujeros en la parte superior, o simples tinajas que se enterraban, excepto en la parte superior, que se dejaba abierta hasta que se llenaba de tunjuelos de oro, esmeraldas, entre otras ofrendas. Tanto los sacerdotes como los devotos se preparaban antes de las ceremonias con rigurosos ayunos y abstinencias.[54]
Calendario
Los muiscas conocían el solsticio de verano (el día más largo del año, que cae en el 21 de junio). Esa era la fecha indicada para rendir culto a Sua (el dios Sol). El templo de Sua estaba en Sogamoso, la ciudad sagrada del sol y sede del iraca (sacerdote supremo de los muiscas). De ese culto viene el nombre de la ciudad: Suamox o Sugamuxi. Una procesión de la corte del zipa se dirigía al Templo del Sol y el día era motivo de gran fiesta y alegría entre las personas del pueblo, quienes se pintaban el cuerpo y se embriagaban con chicha. Se hacían ofrendas a Sua para pedir por la bendición de las cosechas anuales. También era el único día en el cual la gente podía ver al zipa.
Deidades
La mitología muisca estaba muy bien documentada gracias a que el territorio de la Confederación muisca fue escogido como sede de la administración colonial en una nueva unidad administrativa de un territorio más vasto conocido como Nuevo Reino de Granada. Ese factor permitió que los más destacados cronistas se establecieran en Bogotá y recopilaran mucha información de primera mano. Algunas de las divinidades principales de la mitología muisca son:
- Bague (La Gran Madre): Es la Gran Madre Creadora del Universo. Era considerada Intangible, como el Pensamiento y la Fuerza. En Ella está, según la espiritualidad muisca, todo lo que existe. En el tiempo de los unquyquie nxia, cuando Bague pensó, su pensamiento se transformó en obra. Antes de esto no había nada. Así Bague, la Gran Madre y Gran Abuela, creó a Chiminigagua.
- Chiminigagua (El Creador): Cuando todo era Tinieblas, vagaba por el espacio Chiminigagua, que contenía en sí mismo la luz. Chiminigagua no tenía forma visible. De su interior salieron dos aves negras que surcaron el Universo, y de cuyos picos brotaron destellos de luz que iluminaron el espacio.
- Sua (El Sol): Su templo estaba en Sugamuxi o Suamox (Sogamoso), ciudad sagrada del sol. Era este el dios más venerado, especialmente por los súbditos del Zaque que se consideraban sus hijos.
- Chíe (La Luna): Su templo se encontraba en el actual municipio de Chía y era venerada especialmente por los súbditos del Zipa, que se consideraban sus descendientes. A veces se la identifica con Huitaca, otra divinidad muisca, pero por lo general se las describe como diosas diferentes.
- Bachué, o Fuchachogue (Madre de la Humanidad): Dice de ella el relato que un día, de la laguna de Iguaque, salió una mujer esbelta y bella, con un niño en sus brazos. Ella (Bachué), se sentó a la orilla de la laguna y esperó hasta que su hijo creciera. Cuando este alcanzó la edad suficiente, se casaron y tuvieron muchos hijos, que fueron poblando la tierra. Bachué les enseñó a cazar, cultivar, respetar las leyes y adorar a los dioses. Bachué fue tan buena, que los mismos muiscas se referían a ella también como Fuchachogue (‘mujer buena’, en muisca). Cuando ya eran muy viejos, Bachué y su hijo-esposo decidieron volver a Iguaque y se convirtieron en serpientes, sumergiéndose en el lago. De la leyenda existen otras versiones. Por ejemplo, aquella que dice que después de sumergirse en Iguaque, Bachué asciende al cielo para converirse en Chía, mientras que en otras versiones Chía es una diosa diferente de Bachué.
- Chibchacum, o Chibchacun (El Protector): Dios encargado especialmente del pueblo muisca, y de proteger a los labradores, comerciantes y orfebres.[55] Según una de las versiones sobre la creación del Salto del Tequendama, Chibchacum habría sido el que inundara la Sabana de Bogotá como castigo al mal comportamiento de sus habitantes, pero Bochica, al abrir el Salto, castigó a Chibchacum obligándole a sostener el mundo sobre un hombro. En tal sentido, los muiscas creían que cada vez que temblaba la tierra, era porque Chibchacum se la pasaba al otro hombro.
- Chaquen (dios de los Linderos): Dios encargado de la protección de los linderos de las sementeras y campos de cultivo, de presidir las fiestas y regocijos, y a quien se ofrecían plumas y diademas con que se adornaban en las fiestas y los combates.
- Nemcatacoa o Fo (Dios de las Artes): Protector de los pintores de mantas y tejedores que presidía en las fiestas en las que se tomaba chicha y en las rastras de maderos que bajaban del monte. Le representaban en forma de oso cubierto con una manta y arrastrando la cola; no le hacían ofrendas de oro, cuentas, ni esmeraldas como a los otros dioses, porque suponían que le bastaba embriagarse con ellos. Era el dios de la torpeza, los muiscas creían que su espíritu bailaba y cantaba con ellos, y solían llamarle Fo, que significa 'Zorra'.[56]
- Bochica, Nemterequeteba o Zuhe (El Civilizador): Este misterioso personaje no era propiamente un dios, pero era digno de gran veneración. Como sucede con seres mitológicos de otros pueblos, quizá se trate de un antiguo jefe o héroe inmortalizado en los relatos que protagoniza. Dice de él el relato que en la sabana, vivían los muiscas, pero se habían cansado de las inundaciones, que podían ser causadas o por Huitaca, la hermosa y malvada mujer, o Chibchacum (el protector de los agricultores). Entonces, del cielo salió un arco iris, y de él bajó un hombre blanco, con barbas blancas y túnica. Éste dijo llamarse Bochica y les enseñó a tejer. Bochica escuchó las quejas de los muiscas sobre las inundaciones, y con su bastón de oro partió dos piedras al borde del precipicio donde terminaba la sabana y salió toda el agua, creándose el salto de Tequendama. Bochica castigó a Huitaca y Chibchacum. A la primera la convirta en lechuza, y obligándola a cargar el cielo. A Chibchacum, lo obligó a cargar la tierra, y cada vez que se la cambia de hombro, la tierra tiembla.[cita requerida] Se creía que los zipas eran descendientes de la luna (Chía) y los Zaques del sol (Sua).
Idioma
El idioma muisca (autoglotónimo muyskkubun), pertenece a la familia lingüística de lenguas chibchas,[4] que se extendió por varias regiones de Centroamérica y el norte de Suramérica. Los tayrona y los U'wa, que pertenecen a la misma familia muisca, hablan un idioma relacionado, lo que permitió que los tres pueblos establecieran fuertes nexos de intercambio económico y cultural. Pese a la imposición del castellano (sukubun[57]), el muyskkubun como lengua de sustrato se adaptó a la fonología del español y dejó su huella en el habla de gran parte de los habitantes del Altiplano Cundiboyacence en relación con topónimos, antropónimos, verbos, y sustantivos en general, que son los que ahora son calificados de muisquismos, entre los que se pueden destacar, como los más posibles:[58]
- Jute (Podrido) de futynsuka.
- Tote, totear (Objeto que revienta, reventar) de tohotysuka.
- Chichí (Orina) de chychysuka.
- Güeba (Pendejo) de ueba (advenedizo, forastero).
- Soco (Rápido, ligero) de supkua.
- Turmequé (Tejo).
- Pichar (Copular) de bchiskua.
- Chisa (Larva de escarabajo) de zisa.
- Toponimia: kyka significa mundo, pueblo, patria,[59] de donde sale la palabra kykasbtaskua (desterrar). Por otra parte, la letra R no figura en el idioma puro; de aquí se desprende que la palabra quira, tan frecuente en los nombres de pueblos y ciudades muiscas, debió de pronunciarse primitivamente «kyka». Sin embargo, es de notarse que en esta forma sólo aparece como componente de un nombre de una ciudad ideal: "el cielo", que se decía Guatkyka,"ciudad de lo alto"; al paso que en todos los demás nombres geográficos suena «quira» o «quirá», como en Zetaquirá (ciudad de la culebra), Zipaquirá (ciudad del Zipa), Chiquinquirá (ciudad del Chyquy o "Jeque", como decían los españoles) y Sotaquirá o Sutaquirá (ciudad de Suta).
- Nombres naturales: la curuba y la uchuva, por ejemplo, son frutas. También la palabra chucua para designar un pantano.
Historia
La historia precolombina de los muiscas es en realidad pobre por la pérdida de mucho material que permita una reconstrucción detallada a causa de las guerras de conquista durante el siglo XVI. Todo lo que sabe de los muiscas precolombinos es gracias a la tradición oral, las crónicas de los conquistadores y a las excavaciones arqueológicas adelantadas especialmente después de la Independencia.
Antecedentes
Las excavaciones realizadas en el área del altiplano cundiboyacense dejan evidencias de una gran actividad humana en ese territorio a partir del periodo arcaico, es decir, hace más de 10.000 años, al inicio del Holoceno. Ello terminó una hipótesis tenida como válida durante el siglo XIX que los muiscas habían sido los primeros habitantes del Altiplano. Colombia cuenta además con uno de los yacimientos arqueológicos más antiguos del continente, El Abra cuya edad es datable incluso hasta de hace 13.000 años. Otros vestigios arqueológicos relacionados con El Abra determinan una cultura agrícola denominada abriense. Por ejemplo en Tibitó se encontraron artefactos abrienses datados a partir del 9740 a. C. y en la Sabana de Bogotá, en el abrigo de Tequendama otras herramientas líticas que datan de un milenio más tarde elaboradas por cazadores especializados. Entre los hallazgos más apreciados se encuentran esqueletos humanos completos del 5000 a. C. Los análisis han demostrado que los abrienses eran otra etnia diferente a los muiscas con lo que se termina la hipótesis de que estos ocuparon un territorio vacío.
Poblamiento muisca
En la actualidad los estudiosos coinciden en que el grupo humano muisca inmigró hacia el Altiplano Cundiboyacense en una época comprendida entre el 5500 a. C. y el 1000 a. C., es decir, durante el periodo preclásico por las numerosas evidencias arqueológicas encontradas en sitios como Aguazuque y Soacha. Como todas las culturas del preclásico, los mismos estaban en una transición entre cazadores y agricultores.
Desde 1500 a. C. arribaron a la región grupos de agricultores portadores de tradiciones cerámicas incisas provenientes de las tierras bajas que inician la ocupación a través de los valles de vertiente. Estos grupos tienen viviendas permanentes y campamentos estacionales. Entre sus actividades económicas se destaca la explotación de fuentes de aguasal. En el sitio de Zipacón son reconocibles las evidencias de agricultura y alfarería más antiguas de la altiplanicie, que datan del 1270 a. C.
Entre el 500 a. C. y el año 800 d. C., llegó una nueva oleada de pobladores al altiplano cundiboyacense cuya presencia está indicada por cerámica pintada y por obras de adecuación agrícola y de vivienda. Estos grupos permanecen hasta la época de la conquista española y han dejado abundantes huellas de su ocupación mediante las cuales, y con la ayuda de los testimonios escritos del siglo XVI, se puede reconstruir en forma detallada su modo de vida y organización sociopolítica. Al parecer los muiscas se integraron a la población que estaba antes que ellos, pero fueron los muiscas los que definieron el perfil cultural y la lengua estrechamente relacionada con la de los pueblos de la Sierra Nevada de Santa Marta (Kogui, Ijka, Wiwa y Kankuamo) y la vertiente de la Sierra Nevada del Cocuy (U'wa).
Hasta 1450, todo lo que se narra antes de esa época, es de carácter mitológico, por cuanto se daba más la influencia de las leyendas de personajes divinos y semidivinos dentro de la cosmogonía muisca. Sin embargo, gracias a la tarea de los cronistas de la época de la conquista y colonia de las Indias (como el de Lucas Fernández de Piedrahíta), se han podido reconstruir los últimos años de existencia histórica de los muiscas.
Las guerras civiles
Con la ascensión del zipa Saguamanchica, este se mantuvo en constantes guerras contra diferentes tribus hostiles en sus cercanías como los Sutagaos, Fusagasugaes, a los que sometió capturando y subordinando a su máximo cacique Usatama y sobre todo los panches, lo que sería un serio problema para sus sucesores Nemequene y Tisquesusa en los años venideros. Así mismo tenían que estar pendientes de las oleadas de invasores caribes y de la lucha hegemónica con los Zaques de Hunza por el mando del territorio muisca, principalmente por las minas de sal que eran preciadas para la economía y al tiempo con los caciques rebeldes que se alzaban en su contra.
Se sabe que Saguamachica dominó a los Sutagaos o Fusagasugaes, al cacique Ubaque que incendio el pueblo de Usme, para conquistar el corazón de la hija del zipa, Usminia, pretexto de la guerra entre dos clanes rivales, finalmente conquistó la confederación de Guatavita, pero este cacique tras su derrota se alió con el Zaque de Hunza, Michúa, con quien marchó a la batalla, a pesar de la imprecisión de los registros históricos se cree que ambos ejércitos sumaban unos 30.000 hombres y que el campo de batalla sería cerca de Chocontá, en el transcurso de la batalla tanto el Zipa como el Zaque murieron, dando la retirada de los dos bandos en contienda.
El Zaque fue sucedido por Quemuechantocha y el Zipa por Nemequene. Este último se destacó en los siguientes años como una especie de Carlomagno muisca tanto legislador como conquistador. Rechazaría continuamente las invasiones panches, fortificaría las fronteras, además tipificaría los delitos y dictaría normas estrictas de investigación y juzgamiento. Finalmente se lanzaría a la conquista de las tierras del Zaque, en una batalla similar en Chocontá se enfrentó a Quemuechantocha, pese a que los ejércitos del Zipa inclinaban la balanza, Nuemequene fue herido por una saeta y retirado del campo de batalla murió unos días después, lo que provocó la retirada de sus fuerzas, su general Sagipa cubriría la retirada. Sucedido por su sobrino Tisquesusa se sabe que adelantó una tregua con el Zaque, mientras organizaba sus ejércitos. Pero fue sorprendido por los españoles derrotado y finalmente muerto en Facatativá en 1537. Quemuechantocha, Tundama, Suamox cayeron ante los ejércitos europeos.
La conquista española
Mientras los gobernantes muiscas se enfrascaban en guerras civiles, los conquistadores españoles ya se adelantaban en conquistar el territorio colombiano. Algunos de ellos Sebastián de Belalcázar, Gonzalo Jiménez de Quesada y Nicolás de Federmann, interesados en la búsqueda del tesoro de El Dorado. Avisados de la inminente presencia de los nuevos invasores, los gobernantes muiscas se valieron de ellos para terminar sus conflictos con las tribus hostiles pero una vez terminadas sus diferencias con ellas, los españoles pronto se aprovecharían de la situación para conquistar la confederación y legitimar sus actos ante la Corona española.
Muertos los últimos soberanos muiscas (Sagipa y Aquiminzaque), los caciques y el pueblo se alzaron tardíamente contra los nuevos dominadores hasta 1542 cuando el conquistador Gonzalo Suárez Rendón finalmente sofocó los últimos movimientos de resistencia. Inicialmente la confederación fue repartida por Belalcázar, Federmann y Quesada hasta que la corona designó a éste último como adelantado de los cabildos de Santa Fe (sic) y Tunja.
Últimos soberanos muiscas
- Zipas de Bacatá:[15]
- Meicuchuca (1450-1470)
- Saguamanchica (1470-1490)
- Nemequene (1490-1514)
- Tisquesusa (1514-1537)
- Sagipa (1537-1538)
- Zaques de Hunza:
- Michuá (hasta 1490)
- Quemuenchatocha (1490-1537)
- Aquiminzaque (1537-1541)
Muiscas en la Colonia
Desaparecida la estructura de las dos confederaciones muiscas como estado soberano, este pasó a integrar la realidad de las colonias españolas en América. El territorio de las confederaciones muiscas, ubicado en una de las regiones más fértiles de los Andes colombianos, el Altiplano Cundiboyacense y que había dado como resultado una de las civilizaciones más avanzadas de la actual Colombia, fue escogida por los españoles como cabeza administrativa de una región mucho más grande a la que llamaron Nuevo Reino de Granada. Ese hecho ocasionó que la clase alta, la nobleza y la casta sacerdotal muisca fueran eliminados y sólo quedaran las capitanías. También posibilitó que los españoles más intelectuales se interesaran por la civilización y registraran mucha información. Los mejores terrenos en cambio fueron para los conquistadores y se constituyeron los resguardos indígenas para albergar a la población muisca sobreviviente, que al mismo tiempo fue sometida a encomiendas o sea a la obligación de trabajar en las haciendas apropiadas por los jefes españoles. La época colonial contribuiría a dar una importancia creciente a Santafé, la antigua Bacatá, que jugaría un papel primordial en las luchas de independencia y de consolidación republicana. La guerra de independencia que implicó la unidad de propósito político de los que serían tres naciones (Colombia con Panamá, Venezuela y Ecuador), fue liderada por los criollos, es decir, los descendientes de los conquistadores. En tal caso la participación de los afroamericanos, indoamericanos y mestizos fue más bien como soldadesca, no menos importante porque fueron los que pusieron el pecho a los poderosos ejércitos realistas mejor preparados.
Siglo XX
Después de la independencia (1810) el nuevo estado criollo propició la disolución de los resguardos, de los cuales subsistieron solamente el de Tocancipá. En 1940 fue repartido[60] y queda el de Sesquilé que fue recortado por el concejo municipal, hasta quedar solamente el 10 por ciento de su tamaño original. El de Tenjo después de 1934 quedó con tan sólo 54 hectáreas. El resguardo de Cota fue reconstituido con un lote de tierra comprado por la comunidad en 1916, reconocido entre 1991 y 1998, cuando fue retirado el reconocimiento a la comunidad, que lo recuperó en 2006, pero la formalización del resguardo está en trámite.
En 1948 se prohibió la fabricación de chicha de maíz[61] que no fuera pasteurizada y embotellada en envase cerrado de vidrio. Éste fue un golpe cultural a los indígenas y al consumo de la bebida tradicional muisca, que disminuyó los ingresos de muchas familias de origen indígena y se agregó a la pérdida de las tierras. La prohibición rigió hasta 1991. El Festival de la chicha, el maíz, la vida y la dicha se celebra en el barrio bogotano de La Perseverancia (principal sitio de producción de chicha) como una muestra de las tradiciones ancestrales de alegría e identidad.
Siglo XXI
Desde 1989 se ha dado un proceso de reconstrucción de los cabildos indígenas por las comunidades muiscas sobrevivientes. Actualmente cuentan con Cabildo en funcionamiento las comunidades muiscas de Suba, Bosa, Cota, Chía y Sesquilé. Los diferentes cabildos se reunieron del 20 al 22 de septiembre de 2002 en Bosa en el I Congreso General del Pueblo Muisca y constituyeron el Cabildo Mayor del Pueblo Muisca, que se afilió a la Organización Nacional Indígena de Colombia ONIC. Se propusieron la recuperación lingüística y cultural y la defensa del territorio actualmente ocupado, frente al ordenamiento territorial que se quiere imponer para planes urbanísticos y de turismo. También apoya a las comunidades muiscas como las de Ubaté, Tocancipá, Soacha, Ráquira y Tenjo, para que defiendan su identidad y recuperen su organización y derechos específicos.
Los muiscas de Suba se opusieron con éxito a la desecación de la laguna de Tibabuyes y lograron la recuperación del Humedal de Juan Amarillo. También han defendido la reserva natural del cerro de La Conejera, que el acta de disolución del resguardo considera tierra comunal y por lo tanto inalienable. la revista Suati (‘canción del sol’) divulga poesía y otros trabajos literarios y de investigación de autores muiscas. La comunidad de Bosa ha logrado desarrollar con éxito un proyecto de recuperación y ejercicio de la medicina tradicional, en conjunto con el Hospital Pablo VI y con la Secretaría de Salud Distrital de Bogotá. la comunidad de Cota adelanta un programa de soberanía alimentaria, ha reintroducido el cultivo de la quinua y realiza periódicamente eventos de trueque de sus productos agrícolas, pecuarios y artesanales y participa de los mercados campesinos que en Bogotá organiza el Comité de Interlocución Campesino y Comunal.
Hacia finales del año 2006 éste es el informe de la población muisca contemporánea:
- 3 cabildos muiscas: Cota, Chía y Sesquilé con una población de 2.318 personas.
- En el Distrito Capital están censadas 5.186 personas pertenecientes a la etnia muisca, principalmente en las localidades de Suba y Bosa.
- Ello no cuenta otras comunidades muisca en otros sectores del territorio de las antiguas confederaciones ni de Colombia y no tiene en cuenta el mestizaje, es decir, las personas que tienen ancestros muiscas.
Desde algunas perspectivas políticas, la cultura muisca desapareció con el fin de la estructura político-organizativa de las confederaciones de Hunza y Bacatá a principios del siglo XVI. Incluso se dice que el idioma muisca murió definitivamente hacia finales del siglo XVIII. Pero dicha percepción es un desacierto histórico y una negación cultural. Por el contrario la cultura muisca vive, está presente de una u otra forma en la cultura nacional colombiana y está presente en muchas comunidades campesinas que han sobrevivido los convulsos siglos que arrebataron la soberanía de un pueblo que todavía tiene mucho que aportar.
El 27 de agosto de 2010 se fundó en Bogotá el jardín infantil Uba Rhua (Espíritu de la Semilla), para los niños del Cabildo Muisca de Bosa, entre otros tres jardines infantiles de los pueblos ingas, pijaos y huitotos. En los cuatro jardines están presentes los usos, las costumbres y el pensamiento de los pueblos indígenas, a través de la enseñanza de la agricultura, el tejido, la cerámica, la orfebrería, la música, la danza, la medicina tradicional y la lengua muisca, entre otros saberes y artes.[62]
Estudios muiscas
Los estudios acerca de la cultura muisca son abundantes y tienen una larga tradición. Las primeras fuentes históricas acerca de la existencia de este pueblo están en los llamados Cronistas de Indias cuya labor duró los tres siglos de la existencia de la Colonia Nuevo Reino de Granada. Después de las gestas de la independencia (1810), se presentó un fenómeno que fue útil a los estudios sobre los muiscas: los criollos establecieron como capital la que fuera la capital colonial, Santafé y la que a su vez fuera la capital del zipazgo, Bacatá. Se dio pues un interés por documentar la idea de que el territorio del Altiplano Cundiboyacense había sido en realidad la cuna de una civilización avanzada cuyo proceso de esplendor fue bruscamente detenido por la conquista.[63]
Este fenómeno social de búsqueda de la identidad que benefició a los muiscas, hizo que el resto de las culturas que habitaron el territorio de lo que hoy es Colombia fueran vistas como salvajes. Otro problema fue la creencia inicial de que los muiscas habían poblado un territorio inhabitado, porque todos los hallazgos arqueológicos en la zona que habitaron fueron atribuidos a los muiscas. El presidente Tomás Cipriano de Mosquera invitó en 1849 al cartógrafo italiano Agustín Codazzi, quien dirigió la Comisión Corográfica con Manuel Ancízar. Hicieron estudios descriptivos del territorio nacional en el que contaban hallazgos arqueológicos. Los resultados de dicha expedición fueron publicados en 1889 en Peregrinación Alfa.[64] Argüello García señala que el objetivo de dichas expediciones dado el contexto reciente de la constitución de la nueva nación, era el de resaltar la civilización de la época precolombina y en tal sentido se centran en la Cultura Muysca como parangón cultural. Esta percepción tuvo otros representantes como Ezequiel Uricoechea en su obra Memorias sobre las Antigüedades Neogranadinas.[65]
La contestación vendría de Vicente Restrepo que toma una vía opuesta: si los primeros quisieron ver en los muiscas un elemento de civilización superior, Restrepo en su obra Los chibchas antes de la conquista española[66] los muestra en cambio como bárbaros. Pero Miguel Triana en su obra La civilización chibcha[67] abre las puertas a un nuevo interés y de nuevo se ven centradas las investigaciones alrededor de los muiscas. Triana llegó a sugerir incluso que los numerosos símbolos de arte rupestre no eran otra cosa que escritura, teoría está bastante contestada. Otro autor de destacar en esta época fue el arqueólogo colombiano Wenceslao Cabrera Ortiz, el cual propuso proyectos de una profunda investigación para la interpretación de todo el material existente, especialmente aquel del arte rupestre. Cabrera replantearía la teoría de la procedencia migratoria de los muiscas. Su importancia radica en su intención de registrar y hacer de la arqueología de Colombia una materia de estudio en las escuelas y en cada región. En 1969 se publica Monumentos rupestres de Colombia[68] e informes de las excavaciones de El Abra lo que, según Argüello, abre una verdadera época de la investigación científica en Colombia.[69]
Véase también
Notas
- ↑ DANE, Censo Nacional de Población 2005.
- ↑ Ministerio de Cultura (2010) "Muiscas, los hijos de Bachué". Bogotá
- ↑ http://www.humanas.unal.edu.co/kubun/chb/muyska
- ↑ a b CONSTENLA UMAÑA, Adolfo (1995). «Sobre el estudio diacrónico de las lenguas chibchenses y su contribución al conocimiento del pasado de sus hablantes»; Boletín del Museo del Oro, 38-39: 13-56.
- ↑ [1], Universidad Nacional de Colombia. Proyecto Muyskkubun.
- ↑ Uricoechea, Ezequiel. Antigüedades Neogranadinas (Editorial Minerva S. A., Tercera Edición, Bogotá) p. 43
- ↑ LANGABAEK, Carl Henrik (1995): Arqueología regional en territorio muisca. Universidad de Pittsburgh; p.34.
- ↑ HERNÁNDEZ RODRÍGUEZ, Guillermo (1949) De los chibchas a la colonia y la república. Bogotá: Paraninfo, 1991, pág. 104.
- ↑ Tovar Pinzón, Hermes (1980): La formación social chibcha. Bogotá: CIEC.
- ↑ Tovar Pinzón, Hermes 1990 Formaciones Sociales prehispánicas. Bogotá: Editorial El Búho, p.p.59-68
- ↑ LONDOÑO, Eduardo 2005 El lugar de la religión en la organización social muisca Museo del Oro. En Biblioteca Luis Ángel Arango.
- ↑ Londoño E., op.cit.
- ↑ Uricoechea, Ezequiel. Gramática de la Lengua Chibcha (París, 1871), p. 14
- ↑ HERNÁNDEZ R. op.cit. p.105.
- ↑ a b Fundación Misión Bogotá, tomo 1, pp.60
- ↑ RESTREPO, Vicente (1893): Los chibchas antes de la conquista española. Bogotá: Imprenta La Luz, p. 88. HERNÁNDEZ R. op. cit. pág. 104. LANGABAEK, C.H. op.cit. p.36-38. SUESCÚN MONROY, Armando (1987): La economía chibcha. Bogotá: Tercer Mundo, págs. 25-27. TOVAR 1980 op.cit.
- ↑ Relaciones con la Historia y las Culturas (Editorial Norma. Bogotá, 1992), p. 58
- ↑ Enumerada por RESTREPO op.cit. y HERNÁNDEZ R, op.cit.
- ↑ TOVAR 1980 op.cit. p.p.33-38.
- ↑ http://chb.cubun.org/nyia
- ↑ http://chb.cubun.org/chuecuta
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Enlaces externos
- Etnias de Colombia: Los muisca
- Los muiscas:Una reseña histórica, por El Museo del Oro
- Galeon.com / "Muiscas", en: Culturas americanas.
- Página de historia prehispánica colombiana de la Universidad Distrital Francisco José de Caldas (Bogotá).
- Artículo:Sobre la Conquista del cacicazgo de Bogotá, Biblioteca Luis Ángel Arango (Bogotá).
- Los muiscas en Bogotá.
- Exposición: Historias de ofrendas muiscas, Museo del Oro de Bogotá.
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