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Historia de la empresa

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Conceptualización

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La historia de la empresa o empresarial es el estudio de dos categorías de análisis que se distinguen en cuanto a su metodología y objeto de estudio: la empresa y el empresario. Sin embargo, ambas categorías guardan una estrecha complementariedad entre sus variables y factores. Esta disciplina histórica puede fijar su atención en la evolución de la organización económica o centrar su interés en la investigación de los empresarios, es decir, aquellos actores sociales responsables de la administración de la unidad económica llamada empresa.[1]

La historia de la empresa es una disciplina intermedia entre la historiografía y la ciencia económica, que recientemente ha pasado a convertirse en disciplina académica. Tiene como objeto el estudio del desarrollo histórico de la empresa, unidad de producción en el sistema capitalista o en la economía de mercado.

La empresa privada o la empresa pública, la que coincide con la persona del empresario individual, la empresa familiar o las distintas formas de asociación de capitales, desde la societas y compañía medievales a las compañías privilegiadas del mercantilismo, la sociedad anónima y la gran corporación que surge en el siglo XX son, en su surgimiento y devenir histórico, estudiadas por la historia de la empresa.

Empresa y empresario: algunas nociones teórico-operativas

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Difícilmente se puede hacer una historia de las empresas sin la presencia del empresario, ya que la estructura, la estrategia y los resultados no se generan espontáneamente sin el elemento humano; además, una historia empresarial no se puede entender sina complejidad del espacio en dónde opera la propiedad y la gerencia de los recursos humanos o materiales, es decir, sin la empresa.

La empresa juega un papel fundamental en el entramado económico de los productos, precios, mercados, procedimientos comerciales, industrialización, venta y publicidad. Sin embargo, su estudio debe de matizarse según su temporalidad y espacialidad, pues, aunque haya dinamizado de manera deslumbrante desde finales del siglo XIX, sus nociones y elementos constitutivos como organización económica tienen lugar a lo largo de la historia.

La naturaleza de la empresa, su crecimiento y su conformación tienen como eje rector y articulador al empresario, el cual interviene frente al mercado a través de transacciones, y frente a instituciones sociales con facultades normativas. De acuerdo con Coase, las transacciones efectuadas por la empresa en un determinado mercado son tratadas de distinta manera por los gobiernos y sus autoridades reguladoras. En este sentido, la empresa tiende a crecer conforme el empresario es capaz de organizar un elevado número de transacciones que se diversifican en cuanto a clase y lugar.[2]​ Asimismo, otra institución social que ha sido históricamente clave en el desempeño de la empresa y en la configuración del empresariado es la familia, la cual es “decisiva para la regulación del sistema de poder y de la autoridad desarrollada en las empresas”.[3]

Además de buscar la optimización del capital y la consolidación de la capacidad productiva y publicitaria, la empresa puede ser capaz de reunir, cotejar y vender información, proporcionar bienes y rendimientos, e invertir. “Una empresa cosiste en un sistema de relaciones que se desarrolla cuando la administración de los recursos depende de un empresario”.[4]​ Este individuo es “el instrumento de supervisión utilizado cuando la producción conjunta en equipo está presente”[5]

La empresa es un sistema económico que genera producción, distribución y consumo (a pequeña o gran escala) por medio de la explotación de posibilidades de venta y de la satisfacción –indispensable o no− de algún bien, servicio o pedido cuya recepción garantiza cierta cobertura de un mercado. Su funcionamiento aspira a completar exitosamente el proceso eficiente y regular que exige la oferta y la demanda (la primera en cuanto a calidad y precio, y la segunda respecto al cliente), de ahí persiste “la voluntad de agrupar bajo una única dirección el control del capital y de la gestión; [y] la preocupación constante por la perfección del artículo mediante una continua mejora de las técnicas”.[6]

En una economía de intercambio especializada la empresa puede obtener ahorro mediante el equilibrio de recursos y costos. Consecuentemente, su capacidad de inversión puede crecer e incidir en otros sectores y ámbitos, algunos relacionados total o parcialmente con el principal sector de la empresa, mientras que otros no. Esta transición implica para la empresa mayor grado de competencia con otras similares o de mayor envergadura, incluso sometiéndola a un ambiente de confrontación por medio del espionaje corporativo, la originalidad industrial y comercial (registro de patentes y marcas), estrategias publicitarias, innovación constante, optimización de los recursos, etc. Según Coase, la empresa tiende a crecer cuando análogamente disminuyen las probabilidades de error, incrementan las transacciones organizadas y se desacelera el precio de oferta de los factores productivos de las unidades más grandes[7]

Breve recuento histórico de la empresa

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El antecedente más tangible de la empresa se relaciona con: la organización comercial y fabril de la Edad Media (Societas y Compagnias), los cambios de pensamiento e innovaciones instrumentales (científicas y tecnológicas) y la complejidad productiva que despuntó con la Revolución Industrial.[8]

Entre los siglos XVI y XVIII fueron representativas las compañías privilegiadas también denominadas sociedades mercantiles con cédula real, las cuales recibían el patrocinio público del Estado y privado de los mercaderes o accionistas para explotar monopólicamente los territorios del nuevo mundo o un mercado específico. Este tipo de empresas asumían una responsabilidad limitada y un riesgo de inversión, especialmente ante la pérdida del cargamento. La Compañía Holandesa de Indias Orientales y la Compañía Británica del Mar del Sur son un claro ejemplo de estas organizaciones económicas.[9]

Hacia la segunda mitad del siglo XVIII y primera del XIX tuvo lugar la Revolución Industrial, una de las primeras fases de transformación del ritmo de producción, primero en Inglaterra y Escocia, y posteriormente en Europa central y Estados Unidos. Durante este periodo adquirieron mayor relevancia las compañías comerciales, industriales y de transportes, y poco a poco las sociedades anónimas constituidas legalmente bajo registro.[10]

Referencias

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  1. Marichal, Carlos (2003). «Teoría e Historia de Empresas». En Guedea y Ludlow, ed. El Historiador frente a la Historia. Historia Económica de México (México: UNAM): 25. 
  2. Coase, Ronald (1994). «La Naturaleza de la Empresa». En Putterman, Louis, ed. La naturaleza económica de la empresa (Madrid: Alianza): 99, 100 y 103. 
  3. Sapelli, Giulio (1996). «La construcción social e histórica de la empresa: para un nuevo modelo teórico». En Comin y Aceña, ed. La empresa en la historia de España (Madrid: Civitas): 487. 
  4. Coase, Ronald (1994). «La Naturaleza de la Empresa». En Putterman, Louis, ed. La naturaleza económica de la empresa (Madrid: Alianza): 99. 
  5. Alchian, Armend; Demsetz, Harold (1994). «Producción, costes de información y organización económica». En Putterman, Louis, ed. La naturaleza económica de la empresa (Madrid: Alianza): 154. 
  6. Bergeron, Louis (1995). «El hombre de negocios». En Vovelle, Michael, ed. El hombre de la Ilustración (Madrid: Alianza): 139. 
  7. Coase, Ronald (1994). «La Naturaleza de la Empresa». En Putterman, Louis, ed. La naturaleza económica de la empresa (Madrid: Alianza): 102 y 103. 
  8. García Ruiz, José L (1994). Historia económica de la empresa moderna. Madrid: Istmo. 
  9. Micklethwait, John; Wooldridge, Adrian (2003). La empresa. Historia de una idea revolucionaria. España: Mondadori. pp. 41-44 y 58. 
  10. Micklethwait, John; Wooldridge, Adrian (2003). La empresa. Historia de una idea revolucionaria. España: Mondadori. pp. 66, 70, 71, 74, 75 y 78.