Pablo de Tarso

apóstol cristiano de origen judío
(Redirigido desde «S. Pablo»)

Pablo de Tarso, de nombre judío Saulo de Tarso o Saulo Pablo,[1][2]​ y más conocido como san Pablo (Tarso, Cilicia 5-10 d. C.[3]​-Roma, 58-67[4]​), es llamado el «Apóstol de los gentiles», el «Apóstol de las naciones», o simplemente «el Apóstol».[5]​ Fundador de comunidades cristianas, evangelizador en varios de los más importantes centros urbanos del Imperio romano tales como Antioquía, Corinto, Éfeso y Roma, y redactor de algunos de los primeros escritos canónicos cristianos —incluyendo el más antiguo conocido, la Primera epístola a los tesalonicenses—, Pablo constituye una personalidad de primer orden del cristianismo primitivo,[6][7]​ y una de las figuras más influyentes en toda la historia del cristianismo.[8][9]

Pablo de Tarso

San Pablo, por El Greco (s. XVII, Museo de Arte de San Luis).

Título Apóstol de los gentiles y mártir
Culto público
Canonización Culto inmemorial
Festividad
Atributos Espada, carta o libro
Venerado en Iglesia católica, Iglesia ortodoxa, Comunión anglicana y algunas Iglesias protestantes
Patronazgo Roma, Grecia, Malta, Écija, Manta (Ecuador), Meoqui, teólogos y prensa católica
Santuario Basílica de San Pablo Extramuros, Roma
Información personal
Nombre Saulo de Tarso
Nacimiento ca. 5 a 10 d. C.
Tarso, Cilicia, Imperio romano
Fallecimiento ca. 67 d. C. (tradicional)
ca. 58 a 64 d. C. (historiografía moderna)
Roma, Imperio romano
Obras notables Epístolas paulinas

Del análisis de sus epístolas auténticas se deduce que Pablo de Tarso reunía en su personalidad: sus raíces judías, la gran influencia que sobre él tuvo la cultura helénica y su ciudadanía romana que —en el decir del libro de los Hechos de los Apóstoles— ejerció, lo que le permitió una reconocida interacción con el Imperio romano. Pablo se sirvió de este conjunto de condiciones para fundar varios de los primeros centros cristianos y para anunciar la figura de Jesucristo tanto a judíos como a gentiles. Sin haber pertenecido al círculo inicial de los Doce Apóstoles, y recorriendo caminos marcados por incomprensiones y adversidades,[a]​ Pablo se constituyó en artífice eminente en la construcción y expansión del cristianismo en el Imperio romano, merced a su talento, a su convicción y a su carácter indiscutiblemente misionero.[10][11]​ Su pensamiento conformó el llamado cristianismo paulino, una de las cuatro corrientes básicas del cristianismo primitivo que terminaron por integrar el canon bíblico.[12]

De las llamadas epístolas paulinas, la Epístola a los romanos, la Primera y la Segunda epístola a los corintios, la Epístola a los gálatas, la Epístola a los filipenses, la Primera epístola a los tesalonicenses y la Epístola a Filemón tienen en Pablo de Tarso su autor prácticamente indiscutido. Ellas son, junto con el libro de los Hechos de los Apóstoles, las fuentes primarias independientes cuyo exhaustivo estudio científico-literario permitió fijar algunas fechas de su vida, establecer una cronología relativamente precisa de su actividad, y una semblanza bastante acabada de su apasionada personalidad.[4]​ Sus escritos, de los que han llegado a la actualidad copias tan antiguas como el papiro 46 datado de los años 175-225, fueron aceptados unánimemente por todas las Iglesias cristianas. Su figura, asociada con la cumbre de la mística experimental cristiana, resultó inspiradora en artes tan diversas como la arquitectura, la escultura, la pintura, la literatura, y la cinematografía y es para el cristianismo, ya desde sus primeros tiempos, una fuente ineludible de doctrina y de espiritualidad.[13]

Nombre

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Icono que representa a san Pablo, realizado por Andréi Rubliov hacia el año 1407. De 110 x 160 cm, se atesora en la Galería Tretiakov de Moscú.

Pablo no cambió su nombre al abrazar la fe en Jesucristo como Mesías de Israel y Salvador de los gentiles, ya que, como todo romano de la época, tenía un praenomen relacionado con una característica familiar (Saulo, su nombre judío, que etimológicamente significa ‘invocado’, ‘llamado’), y un cognomen, el único usado en sus epístolas (Paulus, su nombre romano, que etimológicamente significa ‘pequeño’ o ‘poco’).[14]

El Apóstol se llamaba a sí mismo Παῦλος (Paulos) en sus cartas escritas en griego koiné.[15]​ Este nombre aparece también en la Segunda epístola de Pedro 3:15 y en los Hechos de los Apóstoles a partir de 13, 9.[16]

Antes de ese versículo,[b]​ el libro de los Hechos lo llama con la forma griega Σαούλ (Saoul) o Σαῦλος (Saulos) (en hebreo: שָׁאוּל‎; en hebreo moderno Sha'ul, y en hebreo tiberiano Šāʼûl). El nombre, expresado en hebreo antiguo, equivaldría al del primer rey del Antiguo Israel,[c]​ un benjaminita igual que Pablo. Ese nombre significa «invocado», «llamado» o «pedido» (de Dios o de Yahveh).

También se utiliza su nombre Σαῦλος (Saulos) en los relatos de su «conversión».[d]​ El libro de los Hechos de los Apóstoles señala además el paso de «Saulo» a «Pablo»,[e]​ al emplear la expresión «Σαυλος, ο και Παυλος», «Saulo, también [llamado] Pablo» o «Saulo, [conocido] también [por] Pablo», lo que no significa un cambio de nombre.[17]​ En el judaísmo helenista, era relativamente frecuente portar un doble nombre: uno griego y otro hebreo.[1][18][2]

El nombre Paulos es la forma griega del conocido cognomen romano Paulus, utilizado por la gens Emilia.[19]​ Solo se puede conjeturar respecto de la forma en que Pablo obtuvo este nombre romano. Es posible que tuviera relación con la ciudadanía romana[f]​ que su familia poseía por habitar en Tarso.[20]​ También es posible que algún antepasado de Pablo adoptara ese nombre por ser el de un romano que lo manumitió.[21]​ Si bien paulus significa en latín ‘pequeño’ o ‘exiguo’, no se relaciona con su contextura física o con su carácter.[22]

Con todo, Pablo pudo dar otro significado al uso del nombre Paulos. Giorgio Agamben recuerda que cuando un señor romano dueño de esclavos compraba un nuevo siervo, le cambiaba el nombre como signo de su cambio de estado o de situación. Agamben señala ejemplos de ello: «Januarius qui et Asellus (Asnillo); Lucius qui et Porcellus (Cochinillo); Ildebrandus qui et Pecora (Ganado); Manlius qui et Longus (Largo); Aemilia Maura qui et Minima (La menor)».[23]​ El nombre de la persona aparecía en primer lugar; el nuevo nombre se señalaba al final; ambos nombres se unían por la fórmula «qüi et», que significa ‘el cual también [se llama]’. En el libro de los Hechos de los Apóstoles aparece la frase: «Σαυλος, ο και Παυλος» (‘Saulo, también [llamado] Pablo’), donde «ο και» es el equivalente griego de la expresión latina «qüi et». Agamben propone que Saulo cambió su nombre por el de Pablo cuando mudó de estado, de libre a siervo/esclavo, siendo que se consideraba servidor de Dios o de su Mesías.[23]​ Siguiendo esa línea de pensamiento, Pablo se habría considerado un instrumento humano pequeño (paulus, ‘pequeño’; san Agustín de Hipona señala lo mismo en el Comm. in Psalm. 72,4: «Paulum […] minimum est»), de poco valor, escogido, sin embargo, por Dios, su Señor, para desempeñar una misión.[23]

Fuentes

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Se conoce a Pablo de Tarso principalmente por dos tipos de documentación,[24][25]​ que se pueden clasificar según su nivel de importancia:

 
Un folio del papiro  46, conteniendo el pasaje correspondiente a la Segunda epístola a los corintios 11, 33 - 12, 9. El folio presenta una laguna al pie. Se trata de un papiro de categoría I según la clasificación de Kurt Aland y Barbara Aland.[26]​ Fue datado de los años 175-225.
  • Los Hechos de los Apóstoles. Particularmente a partir del capítulo 13 son, a los efectos prácticos, los hechos realizados por Pablo. Este libro aporta un conjunto notable de informaciones sobre él, desde su «conversión» en el camino a Damasco hasta su llegada a Roma como prisionero. Atribuido por algunos estudiosos a Lucas el Evangelista, su valoración historiográfica es sin embargo controvertida, debido a sus contradicciones u omisiones con las cartas del propio Pablo. Por citar dos ejemplos, los Hechos no mencionan en absoluto las relaciones tormentosas de Pablo con la Iglesia de Corinto; las cartas auténticas de Pablo no mencionan el llamado «decreto apostólico» recogido en Hechos 15, 24-29, una concesión al judaísmo sobre la prohibición de determinados alimentos. También hay discordancias teológicas (por ejemplo, los Hechos pasan por alto la postura típicamente paulina de la justificación de la fe sin las obras de la ley, bien marcada por ejemplo, en la Epístola a los romanos).[28]
Los biógrafos de Pablo suelen dar la preferencia a las cartas paulinas auténticas mientras aceptan aquellos datos del libro de los Hechos que no son discordantes con las cartas.[29]

Existe otro tipo de obras, las llamadas «epístolas pseudoepigráficas o deuteropaulinas», que fueron escritas con el nombre de Pablo, quizá por algunos discípulos suyos después de su muerte. Incluyen la Segunda epístola a los tesalonicenses, la Epístola a los colosenses, Epístola a los efesios, y tres «cartas pastorales», la Primera y la Segunda epístola a Timoteo y la Epístola a Tito. Desde el siglo XIX, distintos autores han negado la paternidad paulina directa de estas cartas, atribuyéndolas a varias figuras de discípulos posteriores.[30]​ Con todo, una minoría de autores sigue defendiendo la autoría paulina de estas cartas, en particular de Colosenses, argumentando que las variaciones en el estilo y en la temática se pueden justificar por el cambio del marco histórico en que se escribieron.[31]​ (Ver sección sobre las epístolas pseudoepigráficas).

Biografía

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Nacimiento de Pablo

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Saulo Pablo nació, posiblemente entre el año 5 y el año 10 d. C., en Tarso (en la actual Turquía), por entonces ciudad capital de la provincia romana de Cilicia, en la costa sur del Asia Menor.[cita requerida]

En la Epístola a Filemón, se declaró ya anciano (presbytés).[g]​ La escribió estando preso,[h]​ bien a mediados de la década del año 50 en Éfeso, o bien a principios de la década del año 60 en Roma o Cesarea. Se supone que en aquella época se alcanzaba la ancianidad hacia los cincuenta o sesenta años.[32]​ A partir de este dato, se estima que Pablo nació a comienzos del siglo I, hacia el año 10 d. C.[33][34][35][36]​ Por lo tanto, fue contemporáneo de Jesús de Nazaret, al que no llegó a conocer vivo.

 
Localización de las principales sinagogas de la diáspora durante los siglos I y II, de acuerdo con evidencias procedentes de la literatura, la papirología, la epigrafía y la arqueología. El mapa pone de manifiesto la dispersión judía por el mundo helenístico y romano.
 
Iglesia de San Pablo en Tarso (Turquía), construida durante los siglos XI o XII. Rediseñada y renovada en 1892, la iglesia fue abandonada en 1923 tras el éxodo de la comunidad cristiana de Tarso, consecuencia de la guerra greco-turca (1919-1922). Luego, fue ligeramente modificada y utilizada para otros fines. En 1994 el Ministerio de Cultura la catalogó como museo histórico y se convirtió en un monumento protegido.

El autor de los Hechos afirma que Pablo era oriundo de Tarso,[i]​ ciudad situada en la provincia de Cilicia.[37][38][39]​ Corrobora esta tradición que la lengua materna de Pablo era el griego desde su nacimiento,[40][41]​ y que no se observan semitismos en sus epístolas.[42]

Además, Pablo utilizó la Septuaginta, traducción al griego de los textos bíblicos, empleada por las comunidades judías del mundo antiguo más allá de Judea.[42][43]​ Este conjunto concuerda con el perfil de un judío de la diáspora nacido en una ciudad helenística.[43]​ A esto se suma la inexistencia de tradiciones alternativas que mencionen otros posibles lugares de nacimiento, con excepción de una noticia tardía de Jerónimo de Estridón que consigna el rumor de que la familia de Pablo procediese de Giscala, ciudad de Galilea (De viris illustribus 5 —Comentario a Filemón—; fines del siglo IV), noticia considerada en general carente de respaldo.[42][44][Nota 1]

Por entonces, Tarso era una ciudad próspera, de cierta importancia.[45]​ Capital de la provincia romana de Cilicia desde el año 64 a. C.,[46][47]​ estaba enclavada a los pies de los montes Tauro y a orillas del río Cidno,[48]​ cuya desembocadura en el mar Mediterráneo servía a Tarso de puerto. Tarso poseía importancia comercial, ya que formaba parte de la ruta que unía Siria y Anatolia.[49]​ Además era el centro de una escuela de filosofía estoica.[50][51]​ Se trataba, pues, de una ciudad conocida como centro de cultura, filosofía y enseñanza.[52]​ La ciudad de Tarso tenía concedida la ciudadanía romana por nacimiento,[j]​ lo cual explicaría que Pablo fuera ciudadano romano pese a ser hijo de judíos.

Ciudadanía romana

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La información acerca de la ciudadanía romana de Pablo solo se encuentra en los Hechos de los Apóstoles,[k]​ y no encuentra paralelismos en las cartas de Pablo, por lo que aún hoy resulta motivo de debate.[53][54][55][56]​ Contra esta noticia, Vidal García aduce que un ciudadano romano no hubiese sido apaleado, tal como asegura Pablo que le ocurrió a él en 2 Corintios 11, 24-25, ya que estaba prohibido.[57]​ A favor, Bornkamm señala que el nombre Paulus era romano.[58]​ Y, si no hubiera sido romano, Pablo no habría sido trasladado a Roma tras su detención en Jerusalén.[59]​ Sin embargo, hay excepciones a ambos supuestos.[60][61][62][63]Peter van Minnen defendió enérgicamente la historicidad de la ciudadanía romana de Pablo, sosteniendo que Pablo era descendiente de uno o más libertos, de quienes habría heredado la ciudadanía.[64]

Primeros años, educación y estado de vida

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Hijo de hebreos y de la tribu de Benjamín,[l]​ el libro de los Hechos de los Apóstoles señala además otros tres puntos respecto de Pablo: que recibió su educación en Jerusalén, instruido a los pies del famoso rabino Gamaliel;[m][65]​ y que era fariseo.[n]

Educación, «a los pies de Gamaliel»

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La educación de Pablo es objeto de muchas especulaciones. La opinión mayoritaria de los especialistas señala que recibió la educación inicial en la misma ciudad de Tarso.[66][67]​ Asimismo, se sugiere que se habría mudado a Jerusalén posteriormente, siendo adolescente,[68]​ o ya un joven.[69]​ Algunos estudiosos, que mantienen una actitud de gran reserva respecto de la información brindada por los Hechos, objetan estos datos.[70]​ Otros no encuentran razón suficiente para descartar los datos del libro de los Hechos 22, 3 referidos a su educación a los pies de Gamaliel I el Viejo, autoridad de mente abierta.[71]​ Según Du Toi, los Hechos y las cartas paulinas auténticas respaldan como más probable que Pablo fuera a Jerusalén en sus años de adolescencia. Más importante aún, este estudioso remarca que la dicotomía Tarso–Jerusalén debería superarse mediante el reconocimiento de que la persona de Pablo fue un punto de encuentro e integración de una variedad de influencias.[72]​ La educación de Pablo a los pies de Gamaliel sugiere su preparación para ser rabino.[73]

Fariseo

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Que Pablo fuera fariseo es un dato que llegó a nosotros a partir del pasaje autobiográfico de la Epístola a los filipenses:

Circuncidado el octavo día; del linaje de Israel; de la tribu de Benjamín; hebreo e hijo de hebreos; en cuanto a la Ley, fariseo; en cuanto al celo, perseguidor de la Iglesia; en cuanto a la justicia de la Ley, intachable.

Sin embargo, estos versículos forman parte de un fragmento de la carta que algunos autores consideran un escrito independiente posterior al año 70.[74][75][76]Hyam Maccoby cuestionó que Pablo fuese fariseo al afirmar que no se observa ningún rasgo rabínico en las cartas paulinas.[77]

Con todo, el carácter fariseo de Saulo Pablo en su juventud suele ser aceptado sin reticencias por otros autores,[78][79]​ a lo que se suman las palabras que el libro de los Hechos pone en boca del Apóstol:

Todos los judíos conocen mi vida desde mi juventud, desde cuando estuve en el seno de mi nación, en Jerusalén. Ellos me conocen de mucho tiempo atrás y si quieren pueden testificar que yo he vivido como fariseo conforme a la secta más estricta de nuestra religión.
Hechos de los Apóstoles 26, 4-5

En resumen, Saulo Pablo sería un judío de profundas convicciones, estricto seguidor de la Ley mosaica.

Estado civil

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Un tema discutido en la investigación del «Pablo histórico» es su estado civil, del cual no existe constancia clara. Los textos de 1 Corintios 7, 8 y 1 Corintios 9, 5 sugieren que cuando escribió esa carta en la primera mitad de la década del año 50, no estaba casado, pero eso no aclara si nunca se había casado, si se había divorciado o si había enviudado.[80]

En general, los investigadores suelen optar por dos posiciones mayoritarias:

  1. que habría permanecido célibe toda su vida sin que quede clara la razón precisa, que no sería necesariamente de índole religiosa;[81]
  2. que habría estado casado,[82]​ y luego habría enviudado. Esta posición fue planteada por Joachim Jeremias,[83]​ y encontró entre otros seguidores a J.M. Ford, E. Arens y, en nuestros días, a S. Légasse.[84]​ Esta postura supone que Pablo estaba casado porque era preceptivo en el caso de los rabinos.[85]​ Por lo tanto, cuando Pablo escribió en 1 Corintios 7, 8: «Digo a los solteros y a las viudas, 'bueno es que se queden como yo estoy'», podría ser clasificado entre los viudos (chérais), no entre los solteros (agamois); Pablo no se habría casado de nuevo (cf. 1 Corintios 9, 5). E. Fascher, que defendió el celibato perpetuo de Pablo, mostró objeciones a esta teoría.[86]

Romano Penna y Rinaldo Fabris señalan otra posición posible: que Pablo y su presunta mujer se hubiesen separado. Ese supuesto podría vincularse con el llamado privilegio paulino establecido por el Apóstol, lo cual consiste en el derecho que tiene a romper el vínculo matrimonial la parte cristiana cuando la otra parte es infiel y no se aviene a vivir con ella pacíficamente.[87][88]

Saulo Pablo, perseguidor

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Conocimiento de Jesús de Nazaret

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Cabe plantearse si, habiendo estado Saulo Pablo en Jerusalén «a los pies de Gamaliel», conoció personalmente a Jesús de Nazaret durante su ministerio o al momento de su muerte. Las posiciones de los estudiosos son diversas, pero en general se presume que no fue así, ya que no hay mención de ello en sus epístolas. Resulta razonable pensar que, si hubiera sucedido un encuentro semejante, Pablo lo habría consignado en algún momento por escrito.[89][90]

Siendo este el caso, cabría también cuestionar la presencia permanente de Saulo Pablo en Jerusalén en sus años de adolescencia o juventud.[91]​ A partir de Hechos 26, 4-5, Raymond E. Brown sugiere que Saulo Pablo era fariseo desde su juventud. Dado que resultaría infrecuente la presencia de maestros fariseos fuera de Palestina y que, además del griego, Pablo conocía el hebreo, el arameo o ambos, la suma de toda esa información da pie a pensar que al iniciarse la década del año 30, Saulo Pablo se trasladó a Jerusalén con el fin de estudiar más profundamente la Torá.[92]

La primera persecución

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Martirio del diácono Esteban. Se trata de una representación bizantina en miniatura incluida en el menologio de Basilio II, obra de arte señera entre los manuscritos griegos con miniaturas. Datado de fines del siglo X o principios del siglo XI, en la actualidad forma parte de la colección de manuscritos griegos de la Biblioteca Apostólica Vaticana. En la imagen se observa la lapidación de Esteban a la derecha, y a Saulo Pablo, sentado, a la izquierda.

Según los Hechos de los Apóstoles, el primer contacto fidedigno con los seguidores de Jesús lo tuvo en Jerusalén, con el grupo judío-helenístico de Esteban y sus compañeros.[93]​ Saulo Pablo aprobó la lapidación de Esteban el protomártir, ejecución datada de la primera mitad de la década del año 30.[94]

En su análisis, Vidal García limita la participación de Saulo Pablo en el martirio de Esteban al señalar que la noticia sobre la presencia de Pablo en esa lapidación no pertenecería a la tradición original utilizada por Hechos.[95]​ Bornkamm argumenta sobre la dificultad de suponer que Pablo haya estado siquiera presente en la lapidación de Esteban.[96]

Con todo, otros autores (por ejemplo, Brown, Fitzmyer, Penna, Murphy O'Connor, etc.) no encuentran razones suficientes para dudar sobre la presencia de Pablo en el martirio de Esteban. Siempre según los Hechos, los testigos de la ejecución de Esteban pusieron sus vestidos a los pies del «joven Saulo» (Hechos 7, 58).[Nota 2]​ Martin Hengel considera que Pablo podría tener en aquellos momentos unos 25 años.[97]

El capítulo 8 de los Hechos de los Apóstoles muestra en los primeros versículos un cuadro panorámico de la primera persecución cristiana en Jerusalén, en el que Saulo Pablo se presenta como el alma de esa persecución. Sin respetar ni a las mujeres, llevaba a los cristianos a la cárcel.

Saulo aprobaba su muerte. Aquel día se desató una gran persecución contra la Iglesia de Jerusalén. Todos, a excepción de los apóstoles, se dispersaron por las regiones de Judea y Samaria. Unos hombres piadosos sepultaron a Esteban e hicieron gran duelo por él. Entretanto Saulo hacía estragos en la Iglesia; entraba por las casas, se llevaba por la fuerza hombres y mujeres, y los metía en la cárcel.

No se habla de matanzas pero, en un discurso posterior en el templo (Hechos 22, 19-21), Pablo señaló que anteriormente había andado por las sinagogas encarcelando y azotando a los que creían en Jesús de Nazaret. En Hechos 9,1 se indica que las intenciones y propósitos de Saulo eran amedrentar de muerte a los fieles. Y en Hechos 22, 4 se coloca en boca de Pablo su persecución «hasta la muerte», encadenando y encarcelando a hombres y mujeres.

Vidal García y Bornkamm manifiestan su desconfianza respecto de los alcances reales de esa persecución, tanto desde el punto de vista de su extensión geográfica cuanto de su grado de violencia.[98][99]​ Barbaglio señala que los Hechos hacen aparecer a Pablo, «no como el perseguidor sino como la persecución personificada», por lo que no se los puede considerar una crónica neutra.[100]​ Sanders sostiene que esa persecución se debió al celo de Saulo Pablo, y no a su condición de fariseo.[101]​ Más allá de los alcances precisos de su carácter persecutorio, se podría resumir —en palabras de Gerd Theissen— que la vida del Pablo precristiano se caracterizó por «el orgullo y el celo ostentoso por la Ley».[102]

Una de las epístolas de Pablo relata su actividad antes de su revelación:

[…]pues yo no lo recibí ni aprendí de hombre alguno, sino por revelación de Jesucristo. Pues ya estáis enterados de mi conducta anterior en el Judaísmo, cuán encarnizadamente perseguía a la Iglesia de Dios y la devastaba, y cómo sobrepasaba en el Judaísmo a muchos de mis compatriotas contemporáneos, superándoles en el celo por las tradiciones de mis padres. Mas, cuando Aquel que me separó desde el seno de mi madre y me llamó por su gracia, tuvo a bien revelar en mí a su Hijo, para que le anunciase entre los gentiles, al punto, sin pedir consejo ni a la carne ni a la sangre, sin subir a Jerusalén donde los apóstoles anteriores a mí, me fui a Arabia, de donde nuevamente volví a Damasco.

La conversión o revelación

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Pablo, en sus cartas, afirmó haber visto a Jesús resucitado pero apenas dio detalles sobre su visión. Presentó esta experiencia como una «visión» (1 Corintios 9, 1), como una «aparición» de Jesucristo resucitado (1 Corintios 15, 8) o como una «revelación» de Jesucristo y su Evangelio (Gálatas 1, 12-16; 1Corintios 2, 10). Pero nunca presentó esta experiencia como una «conversión», porque para los judíos «convertirse» significaba abandonar a los ídolos para creer en el Dios verdadero, y Pablo nunca había adorado a ídolos paganos, ni había llevado una vida disoluta. Los biblistas tienden a acotar a un marco muy preciso el significado del término «conversión» aplicado a Pablo.[103]​ En realidad, cabe que Pablo interpretara que tal experiencia no lo hacía menos judío, sino que le permitía llegar a la esencia más profunda de la fe judía [4]​ya que por entonces el cristianismo aún no existía como religión independiente.[104]

 
Conversión en el camino para Damasco.
Por Caravaggio, en la Basílica de Santa María del Popolo, en Roma. En las obras de arte y en la creencia popular se tiene la imagen de que Pablo cayó de su caballo, cuando ni en las epístolas paulinas ni en los Hechos de los Apóstoles se menciona la caída de un caballo. Podría tratarse, pues, de un anacronismo.

Fue el autor de los Hechos de los Apóstoles quien construyó un relato detallado, que se repite con variaciones en tres capítulos.[105]​Según los Hechos, después del martirio de Esteban Saulo Pablo se dirigió a Damasco, hecho que los biblistas tienden a situar en el término del año subsiguiente a la lapidación de Esteban.[4]

Entretanto Saulo, respirando todavía amenazas y muertes contra los discípulos del Señor, se presentó al Sumo Sacerdote, y le pidió cartas para las sinagogas de Damasco, para que si encontraba algunos seguidores del Camino, hombres o mujeres, los pudiera llevar atados a Jerusalén. Sucedió que, yendo de camino, cuando estaba cerca de Damasco, de repente le rodeó una luz venida del cielo, cayó en tierra y oyó una voz que le decía: «Saulo, Saulo, ¿por qué me persigues?» El respondió: «¿Quién eres, Señor?» Y él: «Yo soy Jesús, a quien tú persigues. Pero levántate, entra en la ciudad y se te dirá lo que debes hacer». Los hombres que iban con él se habían detenido mudos de espanto; oían la voz, pero no veían a nadie. Saulo se levantó del suelo, y, aunque tenía los ojos abiertos, no veía nada. Le llevaron de la mano y le hicieron entrar en Damasco. Pasó tres días sin ver, sin comer y sin beber.
 
La conversión de San Pablo (1542), obra de Miguel Ángel. En la espiritualidad cristiana, el episodio de Pablo derribado dio origen a una expresión técnica, las llamadas «gracias tumbativas».[106]
 
Interior de la llamada casa de Ananías o capilla de San Ananías, en Damasco. Se trata de una cripta de dos habitaciones, situada a unos cuatro metros por debajo del nivel de la calle actual. Se la asocia con el lugar en que Saulo Pablo recuperó la vista y fue bautizado por Ananías.

Existen varios puntos sin resolver respecto de este relato. Por ejemplo, en 1 Corintios 9, 1 Pablo señaló que «vio» a Jesús, pero en ningún pasaje de los Hechos (Hechos 9, 3-7; 22, 6-9; 26, 13-18) ocurre tal cosa. Más aún, los tres pasajes de Hechos no coinciden en los detalles:[107]​ si los acompañantes quedaron en pie sin poder hablar o si cayeron por tierra; si oyeron o no la voz; asimismo, el hecho de que Jesús hablara a Pablo «en idioma hebreo», pero citando un proverbio griego (Hechos 26,14). Sin embargo, el núcleo central del relato coincide siempre:[108]

— Saulo, Saulo, ¿por qué me persigues?
— ¿Quién eres tú, Señor?
— Yo soy Jesús (de Nazaret), a quien tú persigues.
 
Bab Kisan, uno de los ocho portales de la antigua ciudad de Damasco. El muro fue construido en la época romana. Se lo suele asociar con el lugar en que Saulo Pablo fue descolgado por los discípulos de las murallas en el interior de un canasto para escapar de los judíos que habían tomado la decisión de matarlo (Hechos 9, 23-25). Hoy alberga la capilla de San Pablo.

Como resultado de esa «experiencia» vivida en el camino a Damasco, Saulo de Tarso, hasta entonces dedicado a «perseguir encarnizadamente» y «asolar» con «celo» a la «Iglesia de Dios» según sus propias palabras,[o]​ transformó su pensamiento y su comportamiento. Pablo siempre habló de su condición judía en tiempo presente,[p]​ y señaló que él mismo debía cumplir las normas dictaminadas por las autoridades judías.[q]​ Probablemente nunca abandonó sus raíces judías, pero permaneció fiel a aquella experiencia vivida, considerada uno de los principales acontecimientos en la historia de la Iglesia.[109]

Después del suceso vivido por Pablo en el camino de Damasco, Ananías lo curó de su ceguera imponiéndole las manos. Pablo fue bautizado y permaneció en Damasco «durante algunos días».[r]

Desde la década de 1950 se presentaron trabajos científicos que sugirieron la presunta epilepsia de Pablo de Tarso,[110][111]​ y se postuló que su visión y experiencias extáticas pudieron ser manifestaciones de epilepsia del lóbulo temporal.[112]​ También se propuso un escotoma central como dolencia de Pablo, y que esa patología podría haber sido causada por una retinitis solar en el camino de Jerusalén a Damasco.[113]​ Bullock sugirió hasta seis posibles causas de la ceguera de Pablo en el camino a Damasco: oclusión de la arteria vertebrobasilar, contusión occipital, hemorragia vítrea secundaria/desgarro de retina, lesión causada por un rayo, intoxicación por Digitalis, o ulceraciones (quemaduras) de la córnea.[114]​ Con todo, el estado de salud física de Pablo de Tarso permanece desconocido.[112]

Su ministerio temprano

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Pablo de Tarso comenzó su ministerio en Damasco y Arabia,[s]​ nombre con el cual se hacía referencia al reino nabateo.[115][Nota 3]​ Fue perseguido por el etnarca Aretas IV,[t]​ hecho que se suele datar de los años 38-39,[116]​ o quizás de antes del año 36.[4][Nota 4]

Pablo huyó a Jerusalén donde, según la Epístola a los gálatas (1, 18-19), visitó y conversó con Pedro y con Santiago. Según los Hechos (9, 26-28), fue Bernabé quien lo llevó ante los apóstoles. Podría interpretarse que fue entonces cuando le transmitieron a Pablo lo que más tarde mencionó en sus cartas haber recibido por tradición sobre Jesús.[u][117]​ La estancia en Jerusalén fue breve: se habría visto obligado a huir de Jerusalén para escapar de los judíos de habla griega. Fue conducido a Cesarea Marítima y enviado a refugiarse en Tarso de Cilicia.[v]

Bernabé acudió a Tarso y fue con Pablo a Antioquía, donde surgió por primera vez la denominación de «cristianos» para los discípulos de Jesús. Pablo habría pasado un año evangelizando allí, antes de ser enviado a Jerusalén con ayuda para aquellos que sufrían hambruna.[w][118]​ Antioquía se convertiría en el centro de los cristianos convertidos desde el paganismo.[Nota 5]

Viajes misioneros

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A partir del año 46 comienzan los tres grandes viajes misioneros de Pablo, que el revisionismo moderno interpreta se iniciaron con anterioridad, después del año 37. Los tres viajes son en realidad una clasificación con fines didácticos.[119]

De izquierda a derecha, los recorridos que habría realizado Pablo durante el primero, segundo y tercer viaje, según el libro de los Hechos de los Apóstoles.

Magnitud de los viajes

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Pablo hacía generalmente sus viajes a pie (2 Corintios 11, 26).[120][121]​ El esfuerzo realizado por Pablo de Tarso en sus viajes es digno de mención. Si se cuenta únicamente el número de kilómetros de los tres viajes por Asia Menor, se puede dar el siguiente resultado, según Josef Holzner:[122]

 
Pilar de San Pablo en Pafos, Chipre. Según Hechos 13, 7-12, el Apóstol convirtió en esta ciudad al procónsul romano Sergio Paulo, durante su primer viaje.
  • Primer viaje: desde Atalia, el puerto a donde llegó desde Chipre, hasta Derbe, ida y vuelta, 1000 km.
  • Segundo viaje: desde Tarso hasta Tróade, 1400 km. Si se tiene en cuenta el desplazamiento por Galacia hasta su capital, Ancira, hay que añadir 526 km más. Por lo tanto, solamente dentro del Asia Menor recorrió por lo menos 1926 km. Este cálculo de mínimos se debe a que la narración de los Hechos de los Apóstoles es muy general y se limita a decir que anduvo por las regiones de Galacia y Misia.
  • Tercer viaje: de Tarso hasta Éfeso, 1150 km. A ello hay que sumar el recorrido por la región de Galacia. En este viaje, solo dentro del Asia Menor recorrió un mínimum de 1700 km.

A lo anterior habría que añadir los viajes por tierras de Europa y por mar, los caminos difíciles, las diferencias de altitud, etc. De una forma muy vívida, Pablo mismo describió en el pasaje siguiente lo que estos viajes implicaron:

En peligros de muerte he estado muchas veces. Cinco veces recibí de los judíos cuarenta azotes menos uno. Tres veces fui azotado con varas; una vez fui apedreado; tres veces padecí naufragio; un día y una noche pasé en el abismo. Viajes frecuentes; peligros de ríos; peligros de salteadores; peligros de los de mi raza; peligros de los gentiles; peligros en la ciudad; peligros en despoblado; peligros en el mar; peligros entre falsos hermanos; trabajos y fatigas; noches sin dormir, muchas veces; hambre y sed; muchos días sin comer; frío y desnudez. Y aparte de otras cosas, mi responsabilidad diaria: la preocupación por todas las Iglesias. ¿Quién desfallece sin que desfallezca yo? ¿Quién sufre escándalo sin que yo me abrase?
2 Corintios 11, 23c-29

En efecto, como viajero desprotegido de toda escolta, sería víctima fácil de bandidos, en particular en zonas rurales poco frecuentadas. Los viajes marítimos no eran más seguros: los vientos podían ser de ayuda proa al este, pero era peligroso poner rumbo a poniente y los naufragios eran frecuentes en cualquier sentido. Aun en las grandes ciudades greco-romanas como Éfeso, Pablo no dejaba de ser un judío, posiblemente con un zurrón al hombro, queriendo cuestionar toda la cultura en nombre de quien había sido considerado un criminal crucificado.[123]​ Ni aun los «suyos» (los de su «clase», «raza» o «estirpe», es decir, los judíos) dejaban de sancionarlo.[124]​ Finalmente, su labor ni siquiera finalizaba luego de predicar el evangelio de Jesucristo o conformar una comunidad.[125]

El teólogo protestante alemán Gustav Adolf Deissmann enfatizó el punto al comentar en 1912 que sentía «indecible admiración» a vista del esfuerzo puramente físico de Pablo, que con toda razón podía decir de sí mismo que «azotaba su cuerpo y lo domaba como a un esclavo» (1 Corintios 9, 27).[126]

Primer viaje

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Pablo y Bernabé en Listra (1650), obra del artista neerlandés Nicolaes Pietersz. Berchem. Musée d'art et d'industrie, Saint-Étienne (Francia).

Enviados por la Iglesia antioquena, Bernabé y Pablo partieron en el primer viaje misional (Hechos 13-14), acompañados por Juan Marcos, primo de Bernabé que oficiaba de auxiliar. Del relato surge que Bernabé habría dirigido la misión en sus inicios.[127]​ Zarparon de Seleucia, puerto de Antioquía ubicado a 25 km de la ciudad, hacia la isla de Chipre, patria de Bernabé.[x]​ Atravesaron la isla desde Salamina en la costa oriental de Chipre, hasta Pafos en la costa occidental.

En Pafos, Pablo logró un converso ilustre en la persona del procónsul romano Sergio Paulo.[y]​ En su séquito se hallaba el mago Elimas, que procuró apartar al procónsul de la fe. Pablo lo llamó «repleto de todo engaño y de toda maldad, hijo del Diablo y enemigo de toda justicia», y dejó a Elimas ciego. Viendo lo ocurrido, el procónsul creyó. Desde Pafos los misioneros navegaron hacia Perge, en la región de Panfilia, en la costa sur del Asia Menor central. Es aquí donde el relato de los Hechos de los Apóstoles comienza a llamar a Saulo con su nombre romano Pablo, quien en adelante encabeza la misión. En esta etapa los dejó Juan Marcos para regresar a Jerusalén, con gran disgusto de Pablo como se indica más adelante.[z]

Pablo y Bernabé continuaron viaje tierra adentro, hacia la Anatolia centro-meridional, tocando las ciudades del sur de Galacia: Antioquía de Pisidia, Iconio, Listra y Derbe. La norma constante en Pablo, tal como la presenta los Hechos, era la de predicar primero a los judíos a quienes suponía más preparados para recibir el mensaje. El relato de los Hechos muestra también la oposición activa que hacían «los de su raza» al anuncio evangélico. Ante la resistencia abierta que le opusieron manifestó su intención de dirigirse en adelante a los gentiles.[aa]​ Los paganos comenzaron a acogerlo gozosamente.[Nota 6]​ Pablo y Bernabé deshicieron el camino desde Derbe, por Listra, Iconio y Antioquía de Pisidia, hasta Perge; embarcaron en Atalía con dirección a Antioquía de Siria, donde Pablo pasó algún tiempo con los cristianos.[ab]

Si bien las epístolas auténticas de Pablo no brindan ninguna información sobre este primer viaje, mencionan en cambio que predicó a los gentiles con antelación al concilio de Jerusalén y que sufrió una lapidación, la cual tendría correspondencia con la que padeció en Listra, según los Hechos.[128]

Concilio de Jerusalén

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Ícono que representa a Santiago el Justo. Los textos de Gálatas 2, 9 y Hechos 12, 17 y 15, 13 producen la misma impresión: que Santiago ocupaba el primer lugar en la Iglesia de Jerusalén al momento del Concilio de Jerusalén.

Después de la primera misión paulina y durante la breve estadía del Apóstol en Antioquía, arribaron algunos judaizantes,[129]​ cuya prédica señalaba la necesidad de la circuncisión para salvarse,[130]​ por lo que desencadenaron un conflicto no menor con Pablo y Bernabé. La Iglesia de Antioquía envió a Pablo, Bernabé y algunos otros (entre ellos Tito, según Gálatas 2, 1) a Jerusalén para consultar a los apóstoles y ancianos.[131]​ Según las palabras del propio Pablo, esta sería su segunda visita a Jerusalén después de su conversión («una vez más en catorce años»). Este acontecimiento se data tradicionalmente del año 49, en tanto que las posturas revisionistas varían en la datación, entre los años 47 y 51.[132]​ Según Thiessen, este conflicto activó en Pablo su propia conversión, llevándola a debate público como argumento para instruir acerca del riesgo que implicaba admitir la circuncisión.[133]

Si bien con algunos matices, este hecho aparece tanto en la Epístola a los gálatas como en el libro de los Hechos,[134]​ y dio lugar a un conciliábulo conocido como el Concilio de Jerusalén, en el que triunfó la postura de Pablo sobre no imponer el ritual judío de la circuncisión a los conversos gentiles.[135]

La decisión adoptada en el concilio implicó un avance en la liberación del cristianismo primitivo de sus raíces judías para abrirse al apostolado universal.[136]​ La cuestión resuelta allí parece haber sido puntual,[137][138]​ aunque con implicaciones doctrinales que excederían el problema planteado. En efecto, Pablo denunciaría más tarde la inutilidad de las prácticas cultuales propias del judaísmo, que incluían no solo la circuncisión (Gálatas 6, 12) sino además las observancias (Gálatas 4,10), para desembocar finalmente en la concepción de que no es el hombre el que logra su propia justificación como resultado de la observancia de la Ley divina, sino que es el sacrificio de Cristo el que lo justifica gratuitamente, es decir, que la salvación es un don gratuito de Dios (Romanos 3, 21-30).[139]

Controversia en Antioquía

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San Pedro y San Pablo (c. 1605), óleo sobre tela de Guido Reni que se conserva en la Pinacoteca de Brera. Ambos apóstoles tuvieron presencia decisiva en el Concilio de Jerusalén y fueron protagonistas de la controversia posterior en Antioquía.

Tras el concilio de Jerusalén, Pablo y Bernabé retornaron a Antioquía donde tendría lugar una disputa de importancia. Según Gálatas 2, 12-14, habiendo Simón Pedro comido con los gentiles, abandonó esta práctica ante la llegada de hombres de Santiago que presentaron objeciones a esa praxis.[140]

Pablo reconocía la posición de Pedro, a quien consideraba uno de los pilares de la Iglesia de Jerusalén,[ac]​ pero se sintió obligado a protestar y «le resistió en el rostro».[ad]​ Le advirtió a Pedro que estaba violando sus propios principios y que no caminaba rectamente de acuerdo con la verdad del evangelio.[ae]​ No se trataba, pues, de una mera diferencia de opinión. Según Bornkamm, Pablo veía en la actitud de Pedro una recaída en el legalismo, que volvía la espalda al evangelio y a lo acordado anteriormente en Jerusalén, minimizando la importancia de la fe en Cristo como superior a la ley.[141]

Es dudoso el resultado final de este incidente respecto de la prevalencia de una opinión u otra.[142][143][144]​ En cualquier caso, el conflicto tuvo consecuencias. Según la Epístola a los gálatas, Bernabé también tomó posición a favor de los hombres de Santiago, y esta podría ser una razón adicional de la separación de Pablo y Bernabé,[af]​ y de la salida de Pablo de Antioquía en compañía de Silas.

Segundo viaje

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Vía Egnatia, calzada romana que atravesaba la península balcánica para enlazar por mar con la vía Apia conducente a Roma. Fue utilizada parcialmente por Pablo de Tarso en su segundo viaje.
 
Cimientos del puente romano que cruzaba el río a las afueras de la puerta occidental de la antigua Filipos. Las piedras de pavimentación que perduraron (a la derecha) son parte de la vía Egnatia, la calzada romana que facilitaba los viajes a través de Macedonia a comienzos de nuestra era. Probablemente cerca de allí se conformó a mediados del siglo I la comunidad cristiana de Filipos, una de las más apreciadas por Pablo.

En el segundo viaje misionero Pablo se hizo acompañar por Silas. Partieron de Antioquía y, atravesando las tierras de Siria y Cilicia, alcanzaron Derbe y Listra, ciudades del sur de Galacia. En Listra se les unió Timoteo (Hechos 16, 1-3).[145]​ Luego, a través de Frigia, se encaminó hacia el norte de Galacia, donde fundó nuevas comunidades. Por la Epístola a los gálatas se sabe que Pablo enfermó mientras atravesaba Galacia y que, durante esa estadía no planificada, gracias a su predicación surgieron allí las comunidades gálatas.[ag]​ No pudiendo proseguir hacia Bitinia, partió de Galacia hacia Misia y Tróade, donde se presume se le unió Lucas.[Nota 7]

Decidió ir a Europa, y en Macedonia fundó la primera Iglesia cristiana europea: la comunidad de Filipos.[146]​ Después de sufrir azotes con varas y prisión a manos de pretores romanos en Filipos,[ah]​ Pablo pasó a Tesalónica,[ai]​ donde tuvo una corta estadía destinada a la evangelización, matizada por sus controversias con los judíos.

La hostilidad de Tesalónica parece haber torcido la idea inicial de Pablo que, según los autores, sería la de dirigirse a Roma, capital del Imperio. Así lo indicaría el hecho de que Pablo transitó la reconocida Vía Egnatia hasta que, luego de Tesalónica, cambió el rumbo para adentrarse más en Grecia.[147][148]​ En efecto, la estancia en Tesalónica finalizó con la huida de Pablo a Berea,[aj]​ y su posterior viaje a Atenas,[ak]​ donde intentó infructuosamente atrapar la atención de los atenienses, famosos por su avidez de novedades, con un discurso en el Areópago sobre el evangelio de Jesús resucitado.[al]​ De allí se dirigió a Corinto, donde permaneció durante un año y medio,[am]​ acogido por Aquila y Priscila,[an]​ un matrimonio judeocristiano que había sido expulsado de Roma debido al edicto del emperador Claudio,[149]​ y que se convertirían en amigos entrañables de Pablo.[150]​ Durante su estadía en Éfeso, Pablo fue conducido ante el tribunal de Galión, procónsul de Acaya.[ao]​ Se trata de Lucio Junio Anneo Galión, hermano mayor del filósofo Séneca, cuyo mandato se menciona en la llamada inscripción de Delfos, una evidencia epigráfica que originalmente se hallaba en el templo de Apolo, descubierta en Delfos (Grecia) en el año 1905.[151]​ Desde el punto de vista histórico, esta prueba es considerada clave y segura,[4][152][153]​ y permite datar de los años 50 a 51 la presencia de Pablo en Corinto.[154]​ En el año 51, Pablo redactó la Primera epístola a los tesalonicenses, el documento más antiguo del Nuevo Testamento. Al año siguiente volvió a Antioquía.

Tercer viaje

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El tercer viaje de Pablo de Tarso fue sin dudas complejo, y enmarcó su misión más sufrida, por varias razones. Esta etapa incluyó la experiencia de una muy fuerte oposición (en su propio decir, «fieras»[ap]​ y «muchos adversarios»[aq]​) y de tribulaciones (con probable prisión) que llegaron a «abrumar» al Apóstol,[ar]​ además de verse jalonada por las crisis que sacudieron las comunidades de Galacia y de Corinto y que motivaron la intervención de Pablo y de su equipo, por medio de sendas epístolas suyas y de visitas personales. Sin embargo, a la postre fue una de las misiones más fecundas. Tradicionalmente esta etapa se data de los años 54 a 57, en tanto que las posturas revisionistas tienden a ubicarla entre los años 51 y 54. En esa etapa de su vida, Pablo escribió buena parte de su obra epistolar.

Desde Antioquía, Pablo pasó por el norte de Galacia y Frigia «para confirmar a todos los discípulos» que había allí,[as]​ y siguió hasta Éfeso, capital de Asia Menor,[Nota 8]​ donde fijó su nueva sede de misión,[155]​ y desde donde evangelizó toda el área de influencia acompañado por el equipo que dirigía.[156][157]

 
Predicación de San Pablo, uno de los vitrales realizados por Joseph Ehrismann (1880-1937), ubicado en el Templo protestante de " Notre Seigneur Jésus-Christ" en Bischheim, Departamento del Bajo Rin, en la región de Alsacia.

Primero se dirigió a los judíos en la sinagoga pero, como luego de tres meses seguían manifestándose incrédulos, comenzó a impartir sus enseñanzas en la «escuela de Tirano».[at]​ No se dispone de más información sobre esta «escuela». Sin embargo, esta breve noticia se considera verídica, aun por parte de quienes asumen una actitud de desconfianza ante el libro de los Hechos de los Apóstoles (por ejemplo Helmut Köester, discípulo de Bultmann, Bornkamm y Käsemann).[158]​ Algunos conjeturan que se trataría de una escuela de retórica que alquilaba el local a Pablo en las horas libres.[159]​ El texto occidental (códice de Beza) indica que Pablo enseñaba allí desde las 11 de la mañana hasta las 4 de la tarde («desde la hora quinta hasta la décima»). Si esta noticia es cierta, podría tratarse de una forma temprana de catequesis, efectuada de modo regular. Pero según Vidal, es posible que la enseñanza diaria de Pablo en «la escuela de Tirano» apuntara a una especie de escuela teológica paulina en esa ciudad, lugar de estudio de temas relacionados con la interpretación de la Escritura.[160]

Poco después de llegar a Éfeso, Pablo habría escrito su carta a las iglesias de Galacia, motivada por las pretensiones de unos misioneros judaizantes opositores del Apóstol, que exigían la circuncisión a los cristianos gálatas de origen gentil.[161]​ Tanto la carta, un manifiesto de la libertad cristiana para oponerse a la tentativa de judaización de aquellas Iglesias, como su portador Tito, tuvieron éxito al lograr la conservación de la identidad paulina de las comunidades de Galacia.

También en esta etapa llegaron a oídos de Pablo noticias sobre graves problemas surgidos en la Iglesia de Corinto: formación de facciones dentro de la comunidad, animadversión contra el propio Pablo, escándalos, y problemas doctrinales diversos, de todo lo cual se tiene noticia únicamente por sus cartas.[162]​ Pablo les escribió por lo menos cuatro epístolas (según Vidal García, op.cit., hasta seis). De ellas se conservaron hasta hoy las dos conocidas, probables resultantes de la fusión por parte de un recopilador, quizá a fines del siglo I, de los originales fragmentados de cuatro.[163]​ Las primeras dos cartas, hoy probablemente fusionadas en la que conocemos como Primera epístola a los corintios, constituyeron serias advertencias a esa comunidad contra las dramáticas divisiones dentro de ella,[au]​ al igual que contra algunos casos escandalosos, como el de la unión conyugal incestuosa,[av]​ y la práctica de la prostitución.[aw]​ Los problemas con esta comunidad continuaron, fomentados por unos misioneros enfrentados con el equipo paulino. Esto dio ocasión a la tercera carta, representada hoy por el fragmento de 2 Corintios 2, 14 - 7, 4.[164]​ Entre la tercera y la cuarta carta, Pablo se dirigió a Corinto en la que constituyó una visita dolorosa: se encontró con una Iglesia levantada contra él, que incluso lo agravió públicamente.[165]​ A su vuelta a Éfeso, Pablo escribió la cuarta carta a la comunidad corintia (2 Corintios 10, 1-13, 13), conocida como la Carta de las lágrimas.[166][167]​ No se trataba solo de un mensaje apologético de defensa frente a sus adversarios, sino que estaba cargado de emotividad.

 
Artemisa como la «Señora de Éfeso», imagen datada del siglo I. Se trata de una copia romana de la estatua que era objeto de culto en el templo de Artemisa (Éfeso). Actualmente se conserva en el Museo arqueológico de Éfeso (Selçuk, Turquía).

Se considera segura la estadía de Pablo en Éfeso durante 2 o 3 años.[168]​ Entre los sucesos narrados por los Hechos se cuentan el enfrentamiento de Pablo con los siete hijos exorcistas de un sacerdote judío y la llamada «revuelta de los plateros», una sublevación hostil provocada por un tal Demetrio y secundada por otros orfebres consagrados a la diosa Artemisa. La prédica de Pablo habría irritado a Demetrio, quien fabricaba pequeños santuarios de plata copiando el de Artemis de Éfeso, con no pocas ganancias para él.

«Compañeros, vosotros sabéis que a esta industria debemos el bienestar; pero estáis viendo y oyendo decir que no solamente en Éfeso, sino en casi toda el Asia, ese Pablo persuade y aparta a mucha gente, diciendo que no son dioses los que se fabrican con las manos. Y esto no solamente trae el peligro de que nuestra profesión caiga en descrédito, sino también de que el templo de la gran diosa Artemisa sea tenido en nada y venga a ser despojada de su grandeza aquella a quien adora toda el Asia y toda la tierra».
Palabras de Demetrio, según los Hechos de los Apóstoles 19, 25-27

El tono del relato de los Hechos y el cuadro que describe es diferente del de las epístolas paulinas, por lo cual algunos estudiosos no están seguros de su historicidad.[169]​ En cambio otros, aun señalando la ausencia de estas noticias en los escritos de Pablo, encuentran en sus cartas posibles alusiones a la tumultuosa estancia del Apóstol en Éfeso.[170]​ Las dificultades que Pablo habría padecido en Éfeso sugieren que el Apóstol podría haber sufrido prisión allí. Esta posibilidad es importante no solo como hecho biográfico, sino además a la hora de datar el tiempo y lugar en que Pablo escribió su Epístola a los filipenses y la Epístola a Filemón, cuyas redacciones en el decir del propio Apóstol tuvieron lugar mientras estaba prisionero (Filipenses 1, 12-14; Filemón 1, 8-13).[171][172]

 
Imagen que representa a San Pablo escribiendo, de una versión manuscrita de las cartas de san Pablo datada de los inicios del siglo IX (Württembergische Stuttgart Landesbibliothek, HB II 54). El origen del manuscrito se atribuye a la Abadía de San Galo, bajo el escriba Wolfcoz. La imagen resulta de una antigua tradición medieval de representar al autor de un texto. Se cree que es una de las primeras representaciones de san Pablo en el arte europeo. La inscripción dice: «S(AN)C(TU)S PAULUS» y «sedet hic scripsit» («se sienta aquí y escribe»).

No se puede aseverar si, luego de su estancia en Éfeso, Pablo marchó inmediatamente a Corinto o pasó de Macedonia al Ilírico, por vez primera, para girar una breve visita de evangelización.[ax]​ En cualquier caso, Pablo llegó a Corinto, en la que probablemente sería su tercera visita a aquella ciudad. Permaneció tres meses en Acaya.[ay]

En aquella época Pablo escribió la que, según la mayoría de los especialistas, fue la última carta de su autoría que se conserva: la Epístola a los romanos, datada de los años 55 a 58.[Nota 9]​ Esta carta es el testimonio más antiguo de la existencia de la comunidad cristiana de Roma, y su nivel de importancia es tal que Bornkamm llega a referirse a ella como «el testamento de Pablo».[173]​ Pablo señala entonces su proyecto de visitar Roma,[az]​ y desde allí marchar a Hispania y el Occidente.

Entretanto, Pablo venía pensando en regresar a Jerusalén. En ese tiempo procuró que sus iglesias gentiles realizaran una colecta para los pobres de Jerusalén.[174][175]​ Cuando ya había decidido embarcarse en Corinto con rumbo a Siria, algunos judíos tramaron contra él una conjura y Pablo resolvió regresar por tierra, a través de Macedonia.[ba]​ Acompañado por algunos discípulos de Berea, Tesalónica, Derbe y Éfeso, Pablo se embarcó en Filipos hacia Tróade,[bb]​ pasando luego por Aso y Mitilene.[bc]​ Bordeando la costa de Asia Menor, navegó desde la isla de Quíos a la isla de Samos y luego a Mileto, donde pronunció un importante discurso a los ancianos de la Iglesia de Éfeso convocados allí.[bd]​ Luego navegó hasta la isla de Cos, Rodas, Patara de Licia y Tiro de Fenicia,[be]Tolemaida y Cesarea Marítima.[bf]​ Por tierra llegó a Jerusalén, donde habría logrado entregar la colecta que tan arduamente había reunido.[176]

Se sabe por la Epístola a los romanos 15 que Pablo veía con cierta preocupación su retorno a Jerusalén, tanto por la posibilidad de ser perseguido por los judíos como por la reacción que pudiera tener la comunidad de Jerusalén hacia su persona y hacia la colecta realizada por las comunidades que él había fundado.[177]​ Llamativamente, los Hechos de los Apóstoles no comentan la entrega de la colecta, lo que podría ser indicio de un final conflictivo en el cual Pablo no alcanzó a disolver los recelos que aún perduraban en la comunidad de Jerusalén respecto de su predicación.[178]

Arresto y muerte de Pablo

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Martirio de San Pablo pintado por Theodoor Boeyermans en 1670.
 
La «inscripción Soreg» - una evidencia epigráfica en griego encontrada en Jerusalén en 1871 y datada de finales del siglo I a. C. o inicios del siglo I d. C. Se trata de una advertencia a los no judíos de no entrar en el santuario del Templo bajo pena de muerte. La inscripción se ubica actualmente en el Museo Arqueológico Nacional de Estambul y a ella hace referencia Flavio Josefo en su obra Antigüedades judías XV.[179]​ Esta evidencia puede relacionarse con la acusación hecha a Pablo de patrocinar una violación de la Ley y de profanar la santidad del Templo al introducir en él a unos griegos (Hechos 21, 27-28).

La última etapa de la vida de Pablo, que abarca desde su apresamiento en Jerusalén hasta su estancia en Roma, tiene como fuente fundamental el relato de Hechos de los Apóstoles 21, 27 - 28, 31, que termina sin dar ninguna información sobre la muerte del Apóstol.[180]​ Si bien autores cualificados de diversas extracciones reconocen que el relato no responde a criterios estrictos de historicidad al detalle,[181][182][183]​ sin embargo los teólogos cristianos consideran que el relato atesora noticias históricas sin duda fidedignas.[184][185][186]

Según el libro de los Hechos, Santiago aconsejó a Pablo que se comportase en Jerusalén como un judío piadoso y practicante,[bg]​ y Pablo aceptó.[187]​ Cuando el período ritual de setenta días estaba por cumplirse, algunos judíos procedentes de la provincia de Asia vieron a Pablo en los recintos del Templo y le acusaron de patrocinar una violación de la Ley y de haber profanado la santidad del Templo introduciendo en él a gentiles. Intentaron matarlo en una revuelta, de la que fue sustraído mediante el arresto por parte del tribuno de la cohorte romana con asiento en la Fortaleza Antonia.[Nota 10]​ Conducido ante el Sanedrín, Pablo se defendió y terminó por suscitar una disputa entre los fariseos y los saduceos, ya que estos últimos no creían en la resurrección mientras que los fariseos sí.[bh]​ Seguidamente, los judíos se habrían confabulado para matar a Pablo pero el tribuno lo envió al procurador de la provincia de Judea, Marco Antonio Félix, que residía en Cesarea Marítima,[bi]​ ante quien volvió a defenderse. El procurador postergó el juicio y dejó a Pablo en prisión durante dos años.[bj][188]​ El caso fue revisado solo después de la llegada del siguiente procurador, Porcio Festo. Por haber apelado al César, Pablo fue enviado a Roma.[189]​ La cronología más tradicional de la vida de Pablo ubicaba la redacción de la Epístola a los filipenses y de la Epístola a Filemón en este período de cautividad de Pablo en Cesarea Marítima, o posteriormente en su prisión en Roma.[190]

Del largo y detallado relato de Hechos sobre el azaroso viaje de Pablo a Roma en calidad de prisionero,[bk]​ algunos autores toman como fidedignos la prolongada duración de la travesía, el acompañamiento de que fue objeto, y una detención obligada en la isla de Malta, que pudo extenderse durante tres meses.[191]

El libro de los Hechos de los Apóstoles otorgó a la llegada de Pablo a Roma una importancia adicional al mero carácter histórico: para él significaba el cumplimiento de lo que consideraba ya previsto por Jesús en el comienzo del mismo libro respecto de que el Evangelio sería llevado a todas las naciones.[bl]​ Algunos estudiosos señalan además cierta ironía apologética en la forma en que el libro de los Hechos de los Apóstoles describe la llegada de Pablo a Roma: no por libre voluntad, como se lo había propuesto una década antes sin lograrlo, sino como prisionero sujeto al César, con lo que los romanos se convirtieron en agentes indirectos del afianzamiento del evangelio en el centro mismo de su imperio.[192][193]

La etapa final de la vida de Pablo de Tarso fue objeto de diversas representaciones artísticas. A la izquierda, El juicio del apóstol Pablo (1875), de Nikolai Kornilievich Bodarevsky, óleo sobre tela conservado en el Museo de Arte Regional, Úzhgorod, Ucrania. A continuación, San Pablo en prisión (1627), de Rembrandt, óleo sobre tela. Le sigue Marina con el embarque de San Pablo (1654), de Claudio de Lorena. A la derecha, San Pablo en Malta (ca.1600), de Adam Elsheimer, óleo sobre cobre que se conserva en el National Gallery de Londres.
 
Decapitación de San Pablo (1887), de Enrique Simonet. Firmada en Roma, la obra fue donada más tarde por el padre del artista a la Catedral de Málaga, donde puede contemplarse en la Capilla de la Virgen de los Reyes.

Según estudiosos cristianos, la cautividad de Pablo en Roma habría tenido una duración de dos años, tiempo en que el Apóstol no vivió encarcelado sino en custodia lo que, sin embargo, acotó sus libertades.[194][195][196]

Una de las cuestiones sobre la que no existe una definición clara es si, luego de esa custodia domiciliaria de Pablo en Roma, se produjo su liberación seguida de algún otro viaje, por ejemplo el que tenía proyectado a Hispania. Favorecen esta hipótesis la Primera epístola de Clemente y el Fragmento Muratoriano.[197][198]​ En el presente se tiende a desconsiderar estas noticias como carentes de suficiente sustento.[199]​ Tanto quienes piensan que Pablo llegó a Tarraco [200]​como los que piensan que nunca llegó admiten que por el momento no es posible llegar a una conclusión clara y definitiva sobre el tema.[201]

Independientemente del Nuevo Testamento, la tradición de los Padres de la Iglesia afirmó que Pablo murió en Roma bajo el gobierno de Nerón (54-68 d. C.) de manera violenta.[202][203][Nota 11][204]​ Fue Ignacio de Antioquía el primero en mencionar el martirio de Pablo en su Carta a los efesios XII, escrita probablemente en la primera década del siglo II,[205]​si bien de manera algo ambigua.[180]​ Más tarde, Eusebio de Cesarea afirmó categóricamente que "está registrado que Pablo fue decapitado en la misma Roma, y que Pedro también fue crucificado bajo Nerón,"[206]​basándose en una carta de Dionisio de Corinto (166-174 d. C.).[207]​ Respecto de la fecha, la tradición la hace contemporánea de la muerte de Pedro, sobre la cual tampoco exista ninguna fuente histórica pero que suele datarse entre 64 y 67.[208]​ Algunos biógrafos modernos, por el contrario, han propuesto fechas anteriores, hacia el año 58,[4][209][210]​ o a lo sumo a principios de la década del año 60.[211]

El texto apócrifo conocido bajo el título de Hechos de Pablo afirmó que el martirio de Pablo habría sido por decapitación.[212]Tertuliano tenía la misma opinión, estableciendo un paralelo con la ejecución de Juan el Bautista por el mismo método:

¡Cuán feliz es su iglesia, en la cual los apóstoles derramaron toda su doctrina junto con su sangre! ¡Donde Pedro soportó una pasión como la de su Señor! Donde Pablo ganó su corona en una muerte como la de Juan (el Bautista).[213]

Autores posteriores añadieron algunos detalles. Por ejemplo Jerónimo, en su obra De Viris Illustribus (392 d. C.), afirmó que "Pablo fue decapitado en el decimocuarto año de Nerón y que fue enterrado en la vía Ostia en Roma".[214]

Sepultura y culto

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Basílica de San Pablo Extramuros. Se supone con fundamentos que la basílica se edificó en el lugar donde descansan los restos del Apóstol.
 
Tumba de San Pablo en la Basílica de San Pablo Extramuros.

Se encuentra documentada la forma en que se desarrolló prontamente el culto a Pablo en Roma y cómo se expandió posteriormente por distintas localidades europeas y norteafricanas.[215]

Entre las fuentes más antiguas que vinculan la muerte de Pablo con Roma se encuentran el testimonio de su sepultura en la vía Ostiensis por parte del presbítero Caius a fines del siglo II o principios del siglo III, y un calendario litúrgico del siglo IV sobre el entierro de los mártires.

Yo puedo mostrarte los trofeos de los Apóstoles; si quieres ir al Vaticano o a la vía Ostiense, encontrarás los trofeos de los fundadores de esta Iglesia.[216]
Caius, recogido por Eusebio de Cesarea, Historia eclesiástica II, 25:7 [206]

Asimismo, la Pasión de Pablo del Pseudo Abdías (siglo VI) señaló la sepultura del Apóstol «fuera de la ciudad […], en la segunda milla de la vía Ostiense», más precisamente «en la hacienda de Lucina», una matrona cristiana, donde más tarde se levantaría la basílica de San Pablo Extramuros.[217]

Hacia el siglo V, el texto apócrifo del Pseudo Marcelo, conocido bajo el título de Hechos de Pedro y Pablo 80, señaló que el martirio de Pablo habría sido por decapitación en las Acque Salvie, en la vía Laurentina, hoy abadía delle Tre Fontane, con un triple rebote de su cabeza que aseguraba haber causado la generación de tres vías de agua. Esta noticia es independiente de todas las anteriores y tardía, lo que sugiere su carácter legendario.

Tras una serie de excavaciones realizadas en la basílica romana de San Pablo Extramuros desde 2002, un grupo de arqueólogos del Vaticano descubrieron en 2006 restos humanos óseos en un sarcófago de mármol ubicado bajo el altar mayor del templo. La tumba data aproximadamente del año 390. Mediante la técnica de datación por medición del carbono-14, pudo determinarse que los restos óseos datan del siglo I o II. En junio de 2009, el papa Benedicto XVI anunció los resultados de las investigaciones realizadas hasta ese momento y expresó su convicción de que, por los antecedentes, ubicación y datación, podría tratarse de los restos del Apóstol.[218][219][220][221]

Valoraciones de Pablo de Tarso

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Tanto durante su vida como en las siguientes generaciones, la figura y el mensaje de Pablo de Tarso fueron motivo de debate, generaron juicios de valor marcadamente contrastantes, y llegaron a suscitar reacciones extremas.[222]​ De hecho, el propio Clemente de Roma sugirió que Pablo fue entregado a la muerte «por celos y envidias».[223]

 
Representación de Policarpo de Esmirna, uno de los padres apostólicos que expresó su admiración por Pablo. Basílica de San Apolinar el Nuevo en Rávena, ca. 526.

Por una parte, tres de los padres apostólicos de los siglos I y II, Clemente de Roma, Ignacio de Antioquía (particularmente en su Carta a los romanos) y Policarpo de Esmirna (en su Epístola a los filipenses), se refirieron a Pablo y manifestaron su admiración por él.[224]​ Policarpo llegó a expresar que no sería capaz de aproximarse a «la sabiduría del bienaventurado y glorioso Pablo»:

«Porque ni yo ni otro alguno semejante a mí puede competir con la sabiduría del bienaventurado y glorioso Pablo, quien, morando entre vosotros, a presencia de los hombres de entonces, enseñó puntual y firmemente la palabra de la verdad; y ausente luego, os escribió cartas, con cuya lectura, si sabéis ahondar en ellas, podréis edificaros en orden a la fe que os ha sido dada […]».[225]
Policarpo de Esmirna, Epístola a los filipenses III

Por otra, la corriente judeocristiana de la Iglesia primitiva tendió a ser refractaria a Pablo, a quien pudo considerar rival de Santiago y Pedro, los líderes de la Iglesia de Jerusalén.[226]​ De allí que especialistas como Bornkamm interpreten que la Segunda epístola de Pedro, un escrito canónico tardío datado de los años 100-150, expresa cierta «cautela» respecto de las epístolas paulinas. Si bien esta carta menciona a Pablo como «querido hermano», parece tratar sus escritos con alguna reserva por las dificultades que podrían suscitarse en su comprensión, con lo que «los débiles o no formados podrían torcer su doctrina, para su propia perdición» (2 Pedro 3, 15-16).

Los padres de la Iglesia subsiguientes avalaron y utilizaron las cartas de Pablo de forma sostenida. Ireneo de Lyon, a fines del siglo II y a propósito de la sucesión apostólica en las distintas iglesias, señaló a Pablo junto a Pedro como base de la Iglesia de Roma.[227]​ Contra los extremismos, tanto de los judeocristianos antipaulinos como de Marción y de los gnósticos, el propio Ireneo expuso su postura según la cual existía consonancia entre los evangelios, los Hechos de los Apóstoles, las cartas paulinas y las Escrituras hebreas:

Todavía hemos de añadir a las palabras del Señor las palabras de Pablo, examinar su pensamiento, exponer al apóstol, aclarar todo lo que ha recibido de otras interpretaciones por parte de los herejes, que no comprenden lo más mínimo de lo que dijo Pablo, mostrar la estupidez de su locura y demostrar, precisamente a partir de Pablo —de quien ellos sacan sus objeciones contra nosotros—, que son unos mentirosos, mientras que el apóstol, heraldo de la verdad, enseñó todas las cosas plenamente de acuerdo con la predicación de la verdad […].[228]
Ireneo de Lyon, Adversus haereses IV, 41, 4.

Quizá el culmen de la influencia de Pablo de Tarso entre los padres de la Iglesia haya tenido lugar en la teología de Agustín de Hipona, en particular contra el pelagianismo.[229]​ La diversidad notable de valoraciones de la figura y obra de Pablo continuaron a través del tiempo, y se puede resumir en el decir de Romano Penna:

San Juan Crisóstomo lo exaltaba como superior a muchos ángeles y arcángeles (cf Paneg. 7,3); Martín Lutero sostenía que no había nada en el mundo tan audaz como su predicación (cf Tischr. 2,277); un hereje ibérico del s. VIII, Migecio, proclamaba incluso que en él se había encarnado el Espíritu Santo; y un estudioso de comienzos del s. XX lo consideraba como el segundo fundador del cristianismo (W. Wrede). Otras definiciones son más corrientes, como «el misionero más grande», «el decimotercer apóstol», «el primero después del Único» o, más simplemente, el «vaso de elección» (que Dante, Inf. 2,28, toma de Hechos 9, 15).[230]
R. Penna

Las interpretaciones que de los escritos de Pablo de Tarso hicieron Martín Lutero, Juan Calvino tuvieron influencia importante en la Reforma Protestante del siglo XVI. En el siglo XVIII, el epistolario paulino fue fuente de inspiración para el movimiento de John Wesley en Inglaterra. En el siglo XIX, resurgió la hostilidad declarada contra Pablo. Quizá el detractor más extremo en su ferocidad haya sido Friedrich Nietzsche en su obra El Anticristo,[231]​ donde acusa a Pablo y a las primeras comunidades cristianas de desvirtuar totalmente el mensaje de Jesús:

A la «buena nueva» le sucedió inmediatamente la peor de todas: la de Pablo […] La vida, el ejemplo, la doctrina, la muerte, el sentido y el derecho del evangelio entero, todo eso dejó de existir cuando este falsario por odio comprendió que era lo único que podía usar. ¡No la realidad, no la verdad histórica! […] Borró sencillamente el ayer, el anteayer del cristianismo, se inventó una historia del «cristianismo primitivo» […] Más tarde la Iglesia falseó incluso la historia de la humanidad, convirtiéndola en prehistoria del cristianismo...
Friedrich Nietzsche, El Anticristo, 42.[232]

Paul de Lagarde quien pregonaba una «religión alemana» y una «iglesia nacional», atribuyó lo que él consideró la «evolución nefasta del cristianismo» al hecho de que «una persona absolutamente incompetente (Pablo) logró influir en la iglesia».[233]​ En las antípodas, la teología dialéctica de Karl Barth, un antecedente intelectual relevante en la lucha contra el nacionalsocialismo, nació con el comentario de 1919 de este teólogo suizo a la Carta a los romanos.[234]

Con todo, Raymond E. Brown previno acerca de dos tendencias: (1) la que propende a maximizar ciertas perspectivas anacrónicas referidas a Pablo, y (2) la que extrema las diferentes posturas que pudieran haber existido en las primeras comunidades cristianas.[235]​ Más allá de las diferencias entre el cristianismo paulino por un lado y el judeocristianismo de Santiago y Pedro por otro, ellos mantuvieron una fe en común.[236]​ Y la fecha tardía de la redacción de la Segunda epístola de Pedro permite suponer que las diferencias de opinión existentes entre las distintas corrientes básicas del cristianismo primitivo no sofocaron su pluralidad interna, tal como cristalizó en el canon bíblico.[237]

Temas paulinos

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Redención

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La teología de la redención fue uno de los principales asuntos abordados por Pablo.[238]​ Pablo enseñó que los cristianos fueron redimidos de la Ley y del pecado por la muerte de Jesús y su resurrección.[238]​ Su muerte fue una expiación y, por la sangre de Cristo, se estableció la paz entre Dios y el hombre.[238]​ Por el bautismo, un cristiano toma su parte en la muerte de Jesús y en su victoria sobre la muerte, recibiendo gratuitamente una renovada condición de hijo de Dios.[238]

 
Pablo predicando en Atenas.
Pintura en la pared del auditorio Weise-Gymnasium, en Zittau, en Sajonia.

Relación con el judaísmo

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Estatua de Pablo de Tarso en la Basílica de San Pedro.

Pablo era judío, de la escuela de Gamaliel, de denominación fariseo, mencionando esto último como algo de lo que se sentía orgulloso (Fil 3:5). El punto principal de su mensaje era que los gentiles no tienen necesidad de circuncidarse al igual que los judíos (1Cor 3:2), de hecho una buena parte de sus enseñanzas es un énfasis a los gentiles para que comprendan que su salvación no depende de copiar los rituales judíos; sino que tanto judíos como gentiles, en última estancia, son salvos por gracia divina [claro que la gracia Divina se aplica por medio de la Fe (fidelidad)]. Los estudiosos contemporáneos, sin embargo, debaten acerca de si cuando Pablo habla de "fe/fidelidad en/de Cristo" (el genitivo griego es susceptible de ambas interpretaciones, objetiva y subjetiva) se refiere en todos los casos a la fe en Cristo como algo necesario para alcanzar la salvación (no solo por parte de los gentiles, sino también de los judíos) o si en ciertos casos se refiere más bien a la fidelidad del propio Cristo hacia los hombres (como instrumento de la salvación divina dirigida a los judíos y los gentiles por igual)[239]

Fue el pionero en comprender que el mensaje de salvación de Jesús que comenzaba en Israel, se expandía a toda criatura independientemente de su origen. Para Saulo (en hebreo: Shaúl) los seguidores gentiles de Jesús no deben seguir los mandamientos de la Torá (ley) que son exclusivos al pueblo de Israel. Y así queda establecido en el Concilio de Jerusalén (Gal 2:7-9), que los gentiles solo deben guardar los preceptos de los gentiles (comúnmente conocidos en el judaísmo como: preceptos noájidas; Hch 21:25; Talmud, Sanedrín 56a y b).

Muchas de sus enseñanzas, al ser dirigidas a un pueblo gentil eran mal entendidas y mal interpretadas (2P 3:15-16). Algunos judíos por un lado interpretaron que Pablo enseñaba a abandonar la Torá de Moisés (Hch 21:28; Hch 21:21), lo cual no era cierto, y él mismo lo tuvo que desmentir (Hch 25:8; Hch 21:24,26). Por otro lado, había gentiles que interpretaban que la salvación por gracia les permitía pecar, y también lo tuvo que desmentir (Rom 6:15).

Recientemente, algunos investigadores como Krister Stendahl, Lloyd Gaston, John G. Gager, Neil Elliott, William S. Campbell, Stanley K. Stowers, Mark D. Nanos, Pamela Eisenbaum, Paula Fredriksen, Caroline Johnson Hodge, David J. Rudolph y, en España, Carlos A. Segovia, han defendido que Pablo no buscó superar ni reformar el judaísmo, sino incorporar a los gentiles a Israel por medio de Cristo sin obligarles a renunciar a su condición de gentiles.[240][241]​ Esta interpretación recibe el nombre "nuevo enfoque radical sobre Pablo" y contrasta tanto con su interpretación cristiana tradicional como con la llamada "nueva perspectiva sobre Pablo" de James D. G. Dunn y Nicholas Thomas Wright, según la cual Pablo se propuso reformar el judaísmo.[242]

Papel de las mujeres

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Un versículo en la Primera Epístola a Timoteo, tradicionalmente atribuido a Pablo, muchas veces es utilizado como mayor fuente de autoridad en la Biblia para que las mujeres sean vedadas al sacramento del orden, además de otras posiciones de liderazgo y ministerio en el cristianismo. La Epístola a Timoteo es también muchas veces utilizada por muchas iglesias para negarles el voto en asuntos eclesiásticos y posiciones de enseñanza para público adulto y también el permiso para el trabajo misionero.[243]

11 Que la mujer aprenda en silencio y con toda sujeción;
12 pues no permito que la mujer enseñe ni ejerza dominio sobre el hombre, sino que guarde silencio.

13Porque primero fue formado Adán, y después Eva.

14y el engañado no fue Adán, sino que la mujer, al ser engañada, incurrió en transgresión;
1 Timoteo 2, 11-14[244]

Este pasaje parece estar diciendo que las mujeres no deben tener en la iglesia ningún papel de liderazgo frente a los hombres.[245]​ Si ella también prohíbe a las mujeres enseñar a otras mujeres o a niños es dudoso, pues incluso la Iglesia católica —que prohíbe la ordenación de mujeres para el sacerdocio— permite que abadesas enseñen y asuman posiciones de liderazgo sobre otras mujeres. Cualquier interpretación de esta parte de las Escrituras tiene que confrontarse con las dificultades teológicas, contextuales, sintácticas y léxicas de estas pocas palabras.[246]

El teólogo JR Daniel Kirk encontró un importante papel para las mujeres en la Iglesia antigua, como por ejemplo cuando Pablo elogió a Febe por su trabajo como diaconisa[bm]​ y también Junia,[bn]​ considerada por algunos como la única mujer en ser citada en el Nuevo Testamento entre los apóstoles.[247][248]​ Kirk apunta a estudios recientes que llevaron a algunos a concluir que el paso que obliga a las mujeres a "quedarse calladas en las iglesias" en 1 Corintios 14, 34[bo]​ fue una adición posterior, aparentemente por un autor diferente y no era parte de la carta original de Pablo a la iglesia de Corinto. Otros, como Giancarlo Biguzzi, alegan que la restricción de Pablo sobre las mujeres en Corintios es genuina, pero se aplica al caso particular de prohibirlas de hacer preguntas o de conversar, y no una prohibición generalizada contra las mujeres hablar, pues en 1 Corintios 11, 5[249]​ Pablo afirma el derecho de las mujeres de profetizar.[250]

 
Conversión en el Camino a Damasco
de Caravaggio, en la Iglesia de Santa María del Pueblo, en Roma.

El tercer ejemplo de Kirk de una visión más inclusiva está en Gálatas 3, 28[bp]​ Al anunciar un fin dentro de la Iglesia de las divisiones que eran tan comunes en todo el mundo, concluye destacando que "...había mujeres del Nuevo Testamento que enseñaron y tenían autoridad en la Iglesia antigua y que estas enseñanzas y esta autoridad eran sancionadas por Pablo y que el apóstol mismo ofrece un paradigma teológico dentro del cual la superación de la subyugación de la mujer es un resultado esperado".[251]

Carácter y legado de Pablo

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El carácter y el legado de Pablo se verificaron: (1) en las comunidades por él fundadas y en sus colaboradores; (2) en sus cartas auténticas; y (3) en las llamadas cartas deuteropaulinas, surgidas quizá de una escuela que nació y creció en torno al Apóstol.[252]​ Es a partir de ese legado inmediato que surgió todo su influjo posterior.

Comunidades y colaboradores

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Representaciones iconográficas de Silas y Lucas el Evangelista, a quienes se considera colaboradores de Pablo de Tarso

Pablo utilizó para con sus comunidades y colaboradores un lenguaje apasionado.[253][254][255]​ A los tesalonicenses les escribió que eran su esperanza, su gozo, su corona, su gloria;[bq]​ a los filipenses les dijo que Dios era testigo de cuánto los amaba con el entrañable amor de Jesucristo,[br]​ y que resplandecían como antorchas en el mundo.[bs]​ A los miembros de la comunidad de Corinto les advirtió que no sería indulgente con ellos,[bt]​ pero no sin antes comentarles que les había escrito con muchas lágrimas para que supieran cuán grande era el amor que les tenía.[bu]

Se especula que Pablo debió ser un hombre capaz de suscitar profundos sentimientos de amistad, ya que sus cartas dan muestras de lealtad por parte de un amplio abanico de personajes con nombre propio.[bv][256]Timoteo, Tito, Silas, todos formaron parte del equipo paulino, llevando sus cartas y sus mensajes, a veces en circunstancias difíciles. Los esposos cristianos Priscila –también llamada Prisca– y Aquila, cuya amistad hacia Pablo de Tarso resultó entrañable, fueron capaces de levantar su tienda y partir con él desde Corinto a Éfeso y luego ir a Roma, de donde habían sido exiliados previamente, para preparar la llegada del Apóstol. Vidal sugiere que en Éfeso fueron ellos quienes, en una intervención riesgosa, habrían logrado la liberación de Pablo,[257]​ lo que justificó el encomio del Apóstol:

Saluden a Prisca (Priscila) y Aquila, colaboradores míos en Cristo Jesús. Ellos expusieron sus cabezas para salvarme. Y no solo les estoy agradecido yo, sino también todas las Iglesias de la gentilidad.
Pablo, Epístola a los romanos 16, 3-4

A ellos se suma Lucas, a quien por tradición se identifica con el autor del evangelio homónimo y de los Hechos de los Apóstoles. Se menciona su nombre entre los de los colaboradores de Pablo.[bw]​ Según la Segunda epístola a Timoteo, habría acompañado a Pablo hasta su final (2 Timoteo 4, 11).[258]

Las epístolas paulinas auténticas

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San Pablo escribiendo sus epístolas, obra de Valentin de Boulogne o Nicolas Tournier, del siglo XVII.

Las cartas auténticas de Pablo son un conjunto de escritos neotestamentarios conformado por las siguientes obras:[259]

Este corpus de epístolas auténticas es único en más de un sentido:

  1. Porque se conoce a ciencia cierta su autor, y su autenticidad resulta reconocida ampliamente desde el análisis científico-literario actual.[260][261][262][263]
  2. Porque su fecha de redacción es la más antigua de los libros del Nuevo Testamento, apenas 20-25 años posterior a la muerte de Jesús de Nazaret, y probablemente anterior incluso a la de los evangelios en su versión definitiva conocida hoy, por lo que constituyen documentación de carácter capital en cualquier análisis sobre los inicios del cristianismo.[264]
  3. Porque ninguna otra personalidad del Nuevo Testamento se conoce a nivel semejante a través de sus escritos.[265]

El conocimiento que Pablo tenía de la cultura helénica —hablaba fluidamente tanto el griego como el arameo— le permitió predicar el Evangelio con ejemplos y comparaciones comunes de esta cultura, por lo que su mensaje cosechó un pronto éxito en territorio griego. Pero esta característica también dificultó por momentos la exacta comprensión de sus palabras, ya que Pablo recurría en ocasiones a nociones helenísticas alejadas del judaísmo, mientras que otras veces hablaba como un judío estricto y observante de la Ley.[bx]​ De ahí que en la Antigüedad algunas de sus afirmaciones fueran calificadas como «τινα δυσνοητα» (transliterado, tina dysnoēta, que significa puntos ‘difíciles de entender’;[by]​ y que hasta hoy se susciten polémicas en la interpretación de ciertos pasajes y temas de las cartas paulinas, como, por ejemplo, la relación entre judíos y gentiles, entre gracia y Ley, etc. Por otra parte, es claro que sus epístolas fueron escritos de ocasión, respuestas a situaciones concretas. Por ello el análisis exegético moderno, más que esperar de cada una de ellas una formulación sistemática del pensamiento del Apóstol, examina las dificultades y particularidades que él presenta, analiza su evolución y debate sobre su integridad.

Aunque las cartas tuvieron por función inmediata abordar problemas resultantes de situaciones concretas, es muy verosímil que las comunidades a las cuales estas cartas estuvieron dirigidas las hayan atesorado, y que prontamente las compartieran con otras comunidades paulinas.[266]​ Así, resulta altamente probable que hacia fines del siglo I estos escritos ya existieran como corpus, resultante del trabajo de una escuela paulina que recopiló sus cartas para conformar el legado escrito del Apóstol.[267]

Las epístolas pseudoepigráficas

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Existe, además de las cartas de Pablo, un conjunto de escritos epistolares que se presentan como suyos pero que la crítica moderna, conocedora del fenómeno de la pseudoepigrafía típico de las obras antiguas orientales y griegas, atribuye a diferentes autores asociados con Pablo.[268][269]​ Se trata de las siguientes obras:

El hecho de que se sugiera que estos escritos canónicos son pseudoepigráficos o deuteropaulinos, lejos de quitarle notoriedad al Apóstol la incrementaron,[270][271]​ porque significa que una «escuela», quizá ya establecida en torno al mismo Pablo y depositaria de su legado, recurrió a la autoridad del Apóstol para validar sus escritos.[272]

Teología paulina

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Pablo el Apóstol, de Rembrandt. Óleo sobre lienzo ubicado en el Museo de Historia del Arte de Viena. El códice bajo el brazo izquierdo del Apóstol simboliza las epístolas paulinas.

Se denomina teología paulina al estudio razonado, sistemático e integral del pensamiento de Pablo de Tarso, que experimentó desarrollos y retoques en las sucesivas interpretaciones que se hicieron de sus escritos. La presentación sumaria de la teología de san Pablo es muy ardua. La mayor dificultad de cualquier intento de sistematización del pensamiento del Apóstol radica en que Pablo no era un teólogo sistemático, por lo cual cualquier categorización y ordenamiento parece responder más a las preguntas del exégeta que a esquemas paulinos.[273]

Por mucho tiempo el debate estuvo supeditado a una disyuntiva. Según la tesis luterana clásica, el tema fundamental de la teología paulina sería el de la justificación de la fe sin las obras de la Ley. A partir de esa tesis se llegó a considerar que en la doctrina paulina así entendida estaba el núcleo central del anuncio cristiano. En el siglo XX, la postura a favor del principio de la sola fide fue una constante en el trasfondo y en la orientación del pensamiento de Rudolf Karl Bultmann y también se presentó, con una variedad de matices, en seguidores suyos tales como Ernst Käsemann[274]​ o G. Bornkamm.[275]

Desde el punto de vista del catolicismo, si bien la justificación forma parte del mensaje paulino, no constituye su núcleo central único. El argumento tradicional católico sostenía que Dios, más que «declarar justo» al hombre, hace justo al hombre transformándolo.[276]

En los últimos años, diferentes estudiosos protestantes, tales como Krister Stendahl,[277]​ Ed Parish Sanders,[278][279]​ y James D. G. Dunn,[280]​ criticaron la postura luterana clásica que oponía una fe cristiana portadora de la gracia y de la libertad contra un presunto judaísmo tradicional afecto al legalismo y exaltación soberbia de la observancia de las prescripciones mosaicas. Después de presentar la dificultad de «escribir una teología de Pablo», James Dunn propuso en su libro a modo de esquema lo siguiente: Dios y la humanidad – la humanidad bajo interdicción – el Evangelio de Jesucristo – el comienzo de la salvación – el proceso de la salvación – la Iglesia – la ética.

Los autores católicos (Lucien Cerfaux,[281]Rudolf Schnackenburg,[282]​ y particularmente Joseph A. Fitzmyer) centraron la teología de Pablo en su pensamiento sobre Cristo, particularmente sobre su muerte y su resurrección. J. Fitzmyer señaló la cristología como centro de la teología paulina.[283]​ Para él, la teología paulina sería una teología cristocéntrica, es decir, una teología cuyo eje principal es Cristo muerto y resucitado. Otros autores como Joachim Gnilka y Giuseppe Barbaglio hablan de un teocentrismo paulino, lo que quiere implicar que todo el pensamiento de Pablo arranca de Dios y vuelve a Él.[284][285]

Por otra parte, una detallada observación de las epístolas paulinas auténticas permite advertir que en el pensamiento del Apóstol se produjo una evolución y que, en consecuencia, no se podría hablar de un único centro de interés en su predicación.[286]​ G. Barbaglio propuso que el Apóstol escribe una «teología en epístola». De allí que el esquema de Barbaglio consistió en presentar la teología de cada carta siguiendo cronológicamente cada una de las siete epístolas auténticamente paulinas, para finalizar con un capítulo titulado: «Coherencia de la teología de Pablo: hermenéutica del Evangelio».[285]

Según R. Penna, se tiende a aceptar que en el centro del pensamiento de Pablo se encuentra el «evento-Cristo», hecho concluyente en «su teología». La discusión discurre sobre las consecuencias (antropológicas, escatológicas, eclesiológicas) de ese dato. Brown sugirió que todas las propuestas encierran parte de verdad, pero derivan de «juicios analíticos» posteriores a Pablo.[287]

Representaciones artísticas

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Imagen de Pablo de Tarso, el Apóstol, datada de ca. 380, descubierta en las catacumbas romanas de Santa Tecla.
 
Anania ridà la vista a san Paolo (Ananías restaura la vista a san Pablo), lienzo de Pietro da Cortona (ca. 1631) ubicado en Santa Maria della Concezione dei Cappuccini, Roma.

Pablo, como otros apóstoles relevantes, tuvo un amplísimo tratamiento en el arte. En especial, su episodio de conversión fue tratado por maestros italianos como Parmigianino (Museo de Historia del Arte de Viena), Miguel Ángel (mural en la Capilla Paulina del Palacio Apostólico de la Ciudad del Vaticano) y Caravaggio (Basílica de Santa María del Popolo, Roma). Otros momentos frecuentemente escogidos fueron la predicación en el Areópago (Rafael, Capilla Sixtina -también pintó el rechazo del mago Elimas y el sacrificio de Listra-), el descenso en canasta de las murallas de Damasco, el naufragio, el episodio de las serpientes, el éxtasis, la estancia en prisión y el martirio.[288]

No suele aparecer en las series referidas a los doce apóstoles que conocieron en vida a Cristo, pero muy a menudo se le representa en pareja con Simón Pedro. En este caso suelen distinguirse por sus atributos: en san Pedro, las llaves que simbolizan su elección como jefe de la Iglesia, y en san Pablo la espada que simboliza su martirio -además de referirse a un pasaje de su carta a los Efesios: la espada del Espíritu, que es la palabra de Dios-).[289]​ También es frecuente la presencia de un libro que representa su condición de autor de textos neotestamentarios (aunque esto también identifica a Pedro y a otros apóstoles). A veces se representa a Pedro y Pablo como teólogos debatiendo.

El origen de su iconografía, que fija unos rasgos característicos y repetidos a lo largo de los siglos, se remonta al arte paleocristiano, que la entronca con la tradición greco-romana de representación de filósofos como Plotino.[290][291]

  1. Sin embargo, Murphy-O'Connor, profesor de Nuevo Testamento en la École Biblique et Archéologique Française de Jerusalén y especialista en Pablo de Tarso, apoya este dato y lo compatibiliza con el recuerdo de Tarso en la infancia. Según este supuesto, los padres de Pablo habrían sido víctimas de las expediciones devastadoras de Publio Quintilio Varo y sus legiones romanas en Siria. Vendidos como esclavos, su destino final habría sido Tarso. Según el supuesto de Murphy-O'Connor, Pablo «era galileo de nacimiento» (cfr. Murphy-O'Connor, Jerome. (2008). Pablo, su historia. Madrid: San Pablo. pp. 14-15. ISBN 978-84-285-3258-7.).
  2. Las ejecuciones debían tener lugar fuera de la ciudad y exigían que los testigos por los cuales se había empezado la causa fueran también los primeros en tirar las piedras. Para poder tirar las piedras mejor y con más fuerza, se quitaban los mantos.
  3. No se trata, pues, de Arabia saudí sino del reino nabateo, que alcanzaba por el sur hasta el Sinaí y cuya capital era Petra. A comienzos del siglo II se constituyó en la provincia romana de Arabia Pétrea.
  4. Este dato es uno de los puntos considerados en la reconstrucción temporal de la vida de Pablo de Tarso. Aretas IV estuvo en guerra con Herodes Antipas, un aliado de los romanos, por lo que tradicionalmente se considera que recién tuvo injerencia sobre Damasco en los años 38 y 39, en tiempos del emperador Calígula, para finalmente ser muerto en el año 40. Según la opinión tradicional, el suceso relatado por Pablo se sitúa en ese intervalo. Sin embargo el dato podría no ser totalmente seguro porque, antes de la guerra con Herodes, Aretas colaboró con los romanos para contener sediciones judías. Por ejemplo, Flavio Josefo señaló que Aretas ayudó al procurador romano Publio Quintilio Varo en su campaña contra los judíos (Bell. 2,68). A cambio de este tipo de colaboración se le concedía a Aretas el control de la colonia nabatea que habitaba en Damasco. Por ello, Víctor M. Fernández sugiere que el episodio podría también situarse antes del año 36.
  5. Antioquía de Siria fue la tercera ciudad en importancia del Imperio romano, después de Roma y Alejandría. Fue el enclave de más trascendencia en la vida de Pablo, base de su actividad misionera hacia el exterior. El río Orontes dotaba a Antioquía de acceso al mar Mediterráneo, medio que fue muy utilizado por Pablo en sus viajes. Fue Antioquía de Siria desde donde Pablo evangelizó el Asia Menor y Grecia y desde donde Osroena (zona neutra de encuentro entre los imperios romano y persa) sería alcanzada definitivamente por el cristianismo en el siglo siguiente.
  6. En la Epístola a los romanos 1, 16, el Apóstol hablaría más tarde de un evangelio que trae la salvación, primero a los judíos y luego a los griegos.
  7. La presunción se basa en que el relato del libro de los Hechos de los Apóstoles, cuya escritura se atribuye tradicionalmente a Lucas, comienza a utilizar el pronombre personal de la primera persona del plural, «nos» (Hechos 16,10-17).
  8. En el siglo I, Éfeso era la cuarta metrópoli del Imperio romano, después de Roma, Alejandría, y Antioquía. Se estima que su número de habitantes se hallaba entre 180 000 y 250 000, según los autores. Era un centro estratégico para el comercio y las comunicaciones hacia Oriente.
  9. Para la datación de esta carta, las opiniones se agrupan en dos tendencias generalizadas. Algunos autores sostienen que la Epístola a los romanos habría sido escrita hacia el año 58. Entre ellos se encuentran Joseph A. Fitzmyer («Carta a los Romanos», en: Comentario Bíblico San Jerónimo, Tomo IV, Madrid, 1972, página 102); R. Jewett (Dating Paul's Life; Londres, 1979); J.M. Cambier («La lettera ai Romani», en: Introduzione al Nuovo Testamento III; Roma, 1981, página 127); O. Michel (Der Brief an die Römer; Göttingen, 1978, página 1); U. Vanni («Romanos», en: Nuevo Diccionario de Teología Bíblica; Madrid, 1990, página 1700). Para otros, la Epístola a los romanos fue escrita hacia el año 55. Dan preeminencia a esta datación L. Alonso Schöckel («Carta a los Romanos», en: Biblia del Peregrino III; Bilbao-Estella, 1993, página 380); G, Barbaglio (Pablo de Tarso y los orígenes cristianos; Salamanca, 1989, página 32); G. Bornkamm (Pablo de Tarso, Salamanca, 2002, página 138); J. Becker (Pablo, el apóstol de los paganos; Salamanca, 1996, páginas 313-315); S. Vidal (Pablo, de Tarso a Roma; Santander, 2007, página 223); y S. Lyonnet (Nueva Biblia de Jerusalén; Bilbao, 1998, página 1646).
  10. El tribuno sería Claudio Lisias, según señala el libro de los Hechos en varias ocasiones (Hechos 23, 26; Hechos 24, 7; Hechos 24, 22).
  11. La decapitación era la forma de ejecución reservada para personas con la ciudadanía romana. El suplicio de la cruz, considerado degradante, se destinaba a quienes no eran romanos.

Citas bíblicas

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  1. 2 Corintios 11, 23-29.
  2. Hechos 7, 58; Hechos 8, 1-3; Hechos 9,1.
  3. 1 Samuel 9, 2; 1 Samuel 10, 1.
  4. Hechos 9, 4.17; Hechos 22, 7.13; Hechos 26, 14.
  5. Hechos 13, 9.
  6. Hechos 16, 39 . 22, 27-28 . 25, 10.
  7. Filemón 1, 9.
  8. Filemón 1, 1.
  9. Hechos 9, 11; 21, 39; 22, 3.
  10. Hechos 22, 22-29.
  11. Hechos 16, 37-38; 22, 25-29; 23, 27.
  12. Romanos 11, 1; Filipenses 3, 5.
  13. Hechos 22, 3.
  14. Hechos 26, 5.
  15. Gálatas 1, 13; Filipenses 3, 6.
  16. 2 Corintios 11, 22; Gálatas 2, 15; Filipenses 3, 3-6.
  17. 2 Corintios 11, 24.
  18. Hechos 9, 10-19.
  19. Gálatas 1, 17.
  20. 2 Corintios 11, 32.
  21. 1 Corintios 11, 23; 1 Corintios 15, 3
  22. Hechos 9, 29-30.
  23. Hechos 11,25-30
  24. Hechos 4, 36.
  25. Hechos 13, 7-12.
  26. Hechos 15, 38.
  27. Hechos 14, 48-50.
  28. Hechos 14, 28.
  29. Gálatas 2, 9.
  30. Gálatas 2, 11.
  31. Gálatas 2, 14.
  32. Hechos 15, 36-40.
  33. Gálatas 4, 13-20.
  34. Hechos 16, 16-40.
  35. Hechos 17, 1.
  36. Hechos 17, 10.
  37. Hechos 17, 15.
  38. Hechos 17, 22-32.
  39. Hechos 18, 11.
  40. Hechos 18, 1-3.
  41. Hechos 18, 12-17.
  42. 1 Corintios 15, 32.
  43. 1 Corintios 16, 8-9.
  44. 2 Corintios 1, 8-9.
  45. Hechos 18, 23.
  46. Hechos 19, 8-10.
  47. 1 Corintios 1,10 – 4, 21.
  48. 1 Corintios 5, 1-13.
  49. 1 Corintios 6, 12-20.
  50. Romanos 15, 19.
  51. Hechos 20, 2-3; 1 Corintios 16, 5-6; 2 Corintios 1, 16.
  52. Romanos 15, 22-24.
  53. Hechos 20, 3.
  54. Hechos 20, 4-6.
  55. Hechos 20, 13-14.
  56. Hechos 20, 17-35.
  57. Hechos 21, 1-3.
  58. Hechos 21, 7-8.
  59. Hechos 21, 17-25.
  60. Hechos 23, 6-10.
  61. Hechos 23, 23-33.
  62. Hechos 24, 22-27.
  63. Hechos 27, 1 - 28, 16.
  64. Hechos 1, 8.
  65. Romanos 16:1
  66. Romanos 16:7
  67. 1 Corintios 14, 34
  68. «No hay judío ni griego; no hay esclavo ni libre; no hay hombre ni mujer; porque todos sois uno en Cristo Jesús» (Gálatas 3, 28)
  69. 1 Tesalonicenses 2, 19-20.
  70. Filipenses 1, 8.
  71. Filipenses 2, 15.
  72. 2 Corintios 13, 2.
  73. 2 Corintios 2, 4.
  74. Por ejemplo, en Romanos 16, 5-14, Pablo escribió: «Saludad también a la Iglesia que se reúne en su casa. Saludad a mi querido Epéneto, primicias del Asia para Cristo. Saludad a María, que se ha afanado mucho por vosotros. Saludad a Andrónico y Junia, mis parientes y compañeros de prisión, ilustres entre los apóstoles, que llegaron a Cristo antes que yo. Saludad a Ampliato, mi amado en el Señor. Saludad a Urbano, colaborador nuestro en Cristo; y a mi querido Estaquio. Saludad a Apeles, que ha dado buenas pruebas de sí en Cristo. Saludad a los de la casa de Aristóbulo. Saludad a mi pariente Herodión. Saludad a los de la casa de Narciso, en el Señor. Saludad a Trifena y a Trifosa, que se han fatigado en el Señor. Saludad a la amada Pérside, que trabajó mucho en el Señor. Saludad a Rufo, el escogido del Señor; y a su madre, que lo es también mía. Saludad a Asíncrito y Flegonta, a Hermes, a Patrobas, a Hermas y a los hermanos que están con ellos.»
  75. Filemón 1, 23-24.
  76. 1 Corintios 9, 19-21.
  77. 2 Pedro 3, 15-16.

Referencias

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  1. a b Becker (2007). Pablo, el apóstol de los paganos, p. 55: «…solían llevar […] un segundo nombre…»
  2. a b Brown (2002). Introducción al Nuevo Testamento, II, p. 558: «Los judíos de esta época, especialmente en la Diáspora (es decir, fuera de Palestina), tenían dos nombres, uno griego o romano, y otro semítico».
  3. Escuela bíblica de Jerusalén (1976). Biblia de Jerusalén, p. 1803.
  4. a b c d e f g Fernández, Víctor Manuel (2009). Pablo apasionado. De Tarso hasta su plenitud. Buenos Aires: Ediciones Paulinas. pp. 7-13. ISBN 978-950-861-485-8. 
  5. Penna (2000). Pablo, p. 1800: «[…] suele designárselo en el lenguaje común cristiano solamente como "el Apóstol" por excelencia, aunque él nunca formara parte de los Doce e incluso estuviera en conflicto con alguno de ellos».
  6. Penna (2000). Pablo, p. 1801: «[…] brilla como estrella de primera magnitud [...]».
  7. Guignebert, Charles (1956). El cristianismo antiguo. México: Fondo de Cultura Económica. p. 60. «El genio religioso de Pablo es indiscutible [...]». 
  8. Brown (2002). Introducción al Nuevo Testamento, II, p. 557: «Junto con Jesús, Pablo ha sido el personaje más influyente en la historia de la cristiandad».
  9. Vidal García (2007). Pablo. De Tarso a Roma, p. 11: «Obviamente, esa presencia de Pablo en el cristianismo de los orígenes no fue la de un simple testigo, sino la de un actor cualificado y, en varios aspectos, único».
  10. Bornkamm (2002). Pablo de Tarso, p. 89: «Pablo pasa por ser precisamente el apóstol de las naciones. De ningún otro misionero del cristianismo primitivo ha llegado hasta nosotros que apuntase tan lejos y que se propusiese llevar el evangelio hasta los confines del mundo entonces conocido».
  11. Fitzmyer (1972). Las epístolas del Nuevo Testamento, p. 570: «Ante todo era un apóstol, un misionero, un predicador. Sus cartas iban dirigidas a diferentes comunidades y personas con intención de llevar adelante su designio de edificar la Iglesia. Se sirvió del género epistolar como de un medio para difundir su conocimiento del mensaje cristiano y, sobre todo, con vistas a aplicarlo a los problemas concretos surgidos en aquellas zonas que no podía visitar personalmente. Estos problemas le servían frecuentemente como punto de arranque para tratar de manera más amplia y trascendente las verdades fundamentales de la fe y la conducta cristianas».
  12. Theissen (2002). La religión de los primeros cristianos, pp. 300-309: «…cuatro corrientes básicas en el cristianismo primitivo». Las otras tres corrientes de pensamiento podrían esquematizarse escriturísticamente en: (1) el judeo-cristianismo, representado por los escritos derivados de las posturas de Santiago el Justo y de Simón Pedro; (2) el complejo cristianismo sinóptico (que abarca desde el judeo-cristianismo del Evangelio de Mateo hasta el pagano-cristianismo del Evangelio de Lucas y de los Hechos de los Apóstoles), y (3) el cristianismo joánico.
  13. Brown (2002). Introducción al Nuevo Testamento, II, p. 557: «Esta amplitud (de su influencia), junto con la profundidad de su pensamiento y la pasión de su compromiso, han supuesto que — desde que sus cartas llegaron a ser parte del NT — no haya habido cristiano al que no haya afectado lo que este personaje ha escrito. Ya conozcan bien o mal a Pablo, todos los cristianos son hijos de él en la fe a través de lo que se les ha enseñado sobre la doctrina y la piedad».
  14. Fabris (1976). Pablo: el apóstol de los gentiles.
  15. Vidal García (2007). Pablo. De Tarso a Roma, p. 36: «… (las cartas) emplean siempre el nombre helenista Pablo»
  16. Vidal García (2007). Pablo. De Tarso a Roma, p. 36.
  17. Bornkamm (2002). Pablo de Tarso, p. 36. Bornkamm hace notar la ausencia de base para afirmar que Pablo haya adoptado este nombre «tras su conversión», lo que no puede deducirse ni de sus cartas ni del relato de los Hechos: «Es una opinión errónea, por extendida que esté, que Pablo tomó ese nombre a partir de su conversión».
  18. Vidal García (2007). Pablo. De Tarso a Roma, p. 36: «…era un fenómeno ordinario…»
  19. Fitzmyer (1972). Vida de San Pablo, p. 548: «…forma griega del conocido cognomen o nombre de familia romano Paulus, usado por la gran gens Emilia».
  20. Fitzmyer (1972). Vida de San Pablo, p. 552: «Marco Antonio concedió a la ciudad la libertad, la inmunidad y el derecho de ciudadanía; Augusto confirmó estos privilegios. La condición de civis romanus que ostentaba Pablo se debía indudablemente al estatuto de ciudad libre que poseía Tarso».
  21. Brown (2002). Introducción al Nuevo Testamento, II, p. 559: «… la ciudadanía romana pudo haber llegado a Pablo a través de su familia, más bien que por su estatus de judío de Tarso».
  22. Fitzmyer (1972). Vida de San Pablo, pp. 548-549: «…nada tiene que ver con la estatura o modestia de Pablo de Tarso».
  23. a b c Agamben, Giorgio (2006). El tiempo que resta: un comentario a la Carta a los romanos. Madrid: Editorial Trotta. pp. 20-22. ISBN 978-84-8164-834-8. 
  24. Fitzmyer (1972). Vida de San Pablo, p. 549: «Lo poco que sabemos acerca del Apóstol ha llegado hasta nosotros a través de dos fuentes: (1) sus cartas, principalmente Gal 1:15-23; 2:1-14; Flp 3:5-6; 4:16; 1 Cor 7:7; 16:5-8; 2 Cor 2:1.9-13; 11:32-33; 12:2-4.14.21; 13:1.10; Rom 11:1; 15:22-28. Los detalles de las Pastorales sólo pueden utilizarse en el supuesto de que estas cartas sean auténticas composiciones paulinas; y (2) Hechos de los Apóstoles 7:58; 8:1-3; 9:1-30; 11:25-30; 12:25; 13:1-28:31».
  25. Brown (2002). Introducción al Nuevo Testamento, II, pp. 557-558: «Hay dos fuentes para conocer su vida: detalles biográficos en sus propias cartas y relatos de su trayectoria vital en los Hechos (de los Apóstoles) (a partir de 7:58). Hay tres opiniones sobre cómo relacionar entre sí estas fuentes. a) Confianza virtualmente completa en los Hechos. Las "vidas" tradicionales de Pablo están afectadas fuertemente por los Hechos; acomodan y adaptan al marco de esta obra la información tomada de las cartas paulinas. b) Gran desconfianza de los Hechos (de los Apóstoles). A modo de reacción y como parte de una postura escéptica sobre el valor de esta obra, se cuestiona todo lo que ella dice sobre Pablo.[…] c) Una postura intermedia utiliza las cartas de Pablo como fuente principal y las suplementa cautelosamente por medio de los Hechos (de los Apóstoles), sin apresurar a declarar como contradicciones las diferencias aparentes. […] existen sencillamente demasiadas correspondencias entre los Hechos y las noticias autobiográficas en las epístolas paulinas como para despachar sin más la información de aquéllos».
  26. Aland, Kurt; Aland, Barbara (1995). The Text of the New Testament: An Introduction to the Critical Editions and to the Theory and Practice of Modern Textual Criticism. Grand Rapids: William B. Eerdmans Publishing Company. p. 98. ISBN 978-0-8028-4098-1. 
  27. Mordillat, Gérard; Prieur, Jérôme (2004). Jésus après Jésus: l'origine du christianisme (en francés). Éd. du Seuil. p. 250. ISBN 978-2-02-051249-7. 
  28. Penna (2000). Pablo, p. 1802: «[…] los Hechos […] pasan por alto el punto fuerte de la justificación por la fe sin las obras de la Ley».
  29. Crossan, John Dominique; Reed, Jonathan L. (2006). En busca de Pablo. El imperio de Roma y el Reino de Dios frente a frente en una nueva visión de las palabras y el mundo del apóstol de Jesús. 557 páginas. Editorial Verbo Divino. ISBN 84-8169-697-8. 
  30. Penna (2000). Pablo, pp. 1801-1802: «Hoy se les niega en general su paternidad directa, atribuyéndolas a varias figuras de discípulos póstumos por motivos tanto estilísticos (diferencias de léxico y de sintaxis) como teológicos (diversificación sobre algunos puntos de pensamiento especialmente cristológico y eclesiológico), de encuadre histórico (dificultad para situarlas en una sucesión creíble de los acontecimientos biográficos); esto vale sobre todo para las denominadas «pastorales» (Primera y Segunda epístola a Timoteo y Epístola a Tito)».
  31. Escuela bíblica de Jerusalén (1976). Biblia de Jerusalén, pp. 1597-1608.
  32. Becker (2007). Pablo, el apóstol de los paganos, p. 49: «…se consideraba a uno viejo cuando tenía alrededor de cincuenta años».
  33. Vidal García (2007). Pablo. De Tarso a Roma, p. 28: «…a comienzos del siglo I».
  34. Becker (2007). Pablo, el apóstol de los paganos, p. 48: «…en torno al 10 d. C».
  35. Bornkamm (2002). Pablo de Tarso, p. 11: «…finales del siglo I a. C. y comienzos del siglo I d. C».
  36. Fitzmyer (1972). Vida de San Pablo, p. 551: «…su nacimiento no pudo ocurrir después del año 10 d. C».
  37. Bornkamm (2002). Pablo de Tarso, p. 33: «… esa información… sin duda digna de crédito…»
  38. Becker (2007). Pablo, el apóstol de los paganos, p. 54: «Estos datos parecen fiables…»
  39. Vidal García (2007). Pablo. De Tarso a Roma, p. 35: «No parece que se deba sospechar de la fiabilidad histórica de esa noticia…»
  40. Vidal García (2007). Pablo. De Tarso a Roma, p. 35: «…su lengua materna es el griego…»
  41. Becker (2007). Pablo, el apóstol de los paganos, p. 52: «…el griego no fue para él una lengua extranjera…»
  42. a b c Becker (2007). Pablo, el apóstol de los paganos, p. 52.
  43. a b Vidal García (2007). Pablo. De Tarso a Roma, p. 35.
  44. Vidal García (2007). Pablo. De Tarso a Roma, p. 35: «…no parece tratarse de una tradición antigua y fidedigna…»
  45. Bornkamm (2002). Pablo de Tarso, p. 33: «…una floreciente ciudad helenística…»
  46. Bornkamm (2002). Pablo de Tarso, p. 33: «…es la capital…»
  47. Vidal García (2007). Pablo. De Tarso a Roma, p. 35: «…desde el año 64 a. C».
  48. Becker (2007). Pablo, el apóstol de los paganos, p. 54: «…Cidno…»
  49. Vidal García (2007). Pablo. De Tarso a Roma, p. 35: «…por ella pasaba la vía principal que unía a Siria con Anatolia…»
  50. Becker (2007). Pablo, el apóstol de los paganos, p. 54: «Era uno de los lugares conocidos por su educación estoica».
  51. Vidal García (2007). Pablo. De Tarso a Roma, p. 35: «…floreciente escuela estoica…»
  52. Fitzmyer (1972). Vida de San Pablo, p. 570: «Estrabón (Geografía,XIV,673) habla de sus escuelas, que superaban a las de Atenas y Alejandría. Sus estudiantes eran los mismos cilicianos, no extranjeros, como ocurría en Atenas y Alejandría; ello es índice del nivel cultural de la población nativa. El político y filósofo estoico Atenodoro Cananita, famoso como consejero y maestro del emperador Augusto, se retiró a Tarso el año 15 a.C. Allí se le encomendó la tarea de revisar las instituciones democráticas y cívicas. Hubo otros filósofos, tanto estoicos como epicúreos, que se establecieron en Tarso y allí impartieron sus enseñanzas. Romanos famosos visitaron la ciudad: Cicerón, Julio César, Augusto. Fue allí donde Marco Antonio dispensó un recibimiento regio a Cleopatra cuando ésta desembarcó. Tal era la ciudad en que nació Pablo y en que probablemente recibió parte de su primera educación; de ahí que dijera con orgullo que era "ciudadano de una ciudad nada desconocida" (Hechos 21, 39)».
  53. Fitzmyer (1972). Vida de San Pablo, p. 551: «Desde su nacimiento disfrutó de la condición de ciudadano romano».
  54. Bornkamm (2002). Pablo de Tarso, p. 36: «Su posición como ciudadano romano jugó repetidamente un papel importante…»
  55. Becker (2007). Pablo, el apóstol de los paganos, p. 54: «…no consta pues con plena certeza, pero es probable…»
  56. Vidal García (2007). Pablo. De Tarso a Roma, p. 32: «…se trata de una noticia claramente sospechosa…»
  57. Vidal García (2007). Pablo. De Tarso a Roma, p. 33: «…cuya aplicación a ciudadanos estaba prohibida legalmente…»
  58. Bornkamm (2002). Pablo de Tarso, p. 36: «…su nombre bien romano…»
  59. Becker (2007). Pablo, el apóstol de los paganos, p. 54.
  60. Becker (2007). Pablo, el apóstol de los paganos, p. 54: «…la antigüedad ofrece casos de judíos a los que la ciudadanía romana no libró de la crucifixión y la flagelación».
  61. Vidal García (2007). Pablo. De Tarso a Roma, p. 33: «En alguna ocasión se aplicó a ciudadanos romanos este tipo de castigos…»
  62. Becker (2007). Pablo, el apóstol de los paganos, p. 54: «El caso era distinto cuando se trataba de personas significadas o agitadores antiromanos… que eran trasladadas a Roma aunque no poseyeran la ciudadanía romana…»
  63. Vidal García (2007). Pablo. De Tarso a Roma, p. 33: «…en procesos de pena capital ese recurso no era exclusivo de ciudadanos romanos».
  64. Van Minnen, Peter (abril de 1995). «Paul the Roman Citizen». Journal for the Study of the New Testament 17 (56): 43-52. ISSN 0142-064X. doi:10.1177/0142064X9501705603. Archivado desde el original el 27 de diciembre de 2014. Consultado el 17 de septiembre de 2012. 
  65. Fitzmyer (1972). Vida de San Pablo, p. 553: «…se refiere a Gamaliel I el Viejo, cuyo apogeo en Jerusalén se sitúa en los años 20-50».
  66. Brown (2002). Introducción al Nuevo Testamento, II, p. 559: «La mayoría, probablemente, de los estudiosos mantiene que Pablo fue criado y educado en Tarso. Escribía un buen griego y dominaba las técnicas básicas de la retórica helenística, citaba las Escrituras en griego y conocía los libros deuterocanónicos compuestos o conservados en esta lengua. Tarso tenía excelentes escuelas y una reputación de ciudad culta; aunque estas instituciones fueran paganas, los jóvenes judíos pudieron tener acceso a una formación esencial en escritura, retórica y dialéctica, para permitirles actuar competitivamente».
  67. Penna (2000). Pablo, p. 1803: «En Tarso Pablo pasa su infancia, tal vez hasta los 13 años ([…] cuando según la Misná al niño hebreo se le consideraba "maduro para los preceptos"), frecuentando allí una escuela elemental si bien en ámbito judío, donde aprendió el griego y sobre todo la Biblia en lengua griega, con la que se mostrará familiarizado».
  68. Penna (2000). Pablo, p. 1803: «Habiéndose trasladado de adolescente a Jerusalén (donde tenía lazos de parentesco; cf. Hechos 23,16)…»
  69. Brown (2002). Introducción al Nuevo Testamento, II, p. 563.
  70. Vidal García (2007). Pablo. De Tarso a Roma, p. 36-37: «Esa noticia se hace sospechosa […] en contra de esa noticia está, en primer lugar, el dato de Gálatas 1, 17 ("me fui a Arabia, de donde volví de nuevo a Damasco"), que supone una estancia permanente de Pablo en Damasco al encontrarse por primera vez con el movimiento cristiano. Y también está en contra de esa noticia la declaración expresa de Gálatas 1, 22-23, que afirma un desconocimiento de Pablo por parte de "las comunidades de Judea", entre las cuales se cuenta la comunidad central de Jerusalén».
  71. Penna (2000). Pablo, p. 1803: «[…] a los pies de Gamaliel el Viejo, de quien la Mishná hablará en términos encomiásticos, señalando que "con su muerte cesó el honor de la Ley y desaparecieron la pureza y la abstinencia" (Sotah 9,15)».
  72. Du Toit, Andrie B. (2000). «A Tale of Two Cities: 'Tarsus or Jerusalem' Revisited». New Testament Studies 46 (3): 375-402. ISSN 0028-6885. 
  73. Fitzmyer (1972). Vida de San Pablo, p. 548: «Según J. Jeremías (Zeitschrift für die Neutestamentliche Wissenschaft 25 [1926], 310-12; Zeitschrift für die Neutestamentliche Wissenschaft 28 [1929], 321-23), cuando Pablo se convirtió no era simplemente un discípulo rabínico (talmid hákam), sino un maestro reconocido, con capacidad para formular decisiones legales. Es la categoría que se le presupone por el papel que desempeñaba cuando marchó a Damasco (Hechos 9:1-2; 22, 5; 26, 12); semejante autoridad sólo podía conferirse a una persona cualificada».
  74. Escuela bíblica de Jerusalén (1976). Biblia de Jerusalén, p. 1683: «Al concluir la carta (en Filipenses 3, 1), Pablo inicia un nuevo tema. Este nuevo comienzo hace pensar a algunos que el pasaje 3:1 — 4:1 había sido anteriormente un escrito independiente».
  75. Vidal García (2007). Pablo. De Tarso a Roma, p. 38: «Esta glosa, que forma parte de la amplia añadidura de Filipenses 3, 1b — 4,1 refleja también una situación posterior al año 70 d. C., en la que el cristianismo estaba ya radicalmente separado del judaísmo, y el «fariseo» era el representante del judío estricto, "celoso" (Filipenses 3, 6)».
  76. En el año 70, en el transcurso del conflicto que enfrentó a judíos y romanos, el futuro emperador Tito destruyó el templo de Jerusalén (Crossan, John (2007). El Jesús de la historia: Vida de un campesino judío. Barcelona: Editorial Crítica. ISBN 84-8432-885-6. página 49). Esta desgracia marcó la literatura judía y cristiana posterior, a punto tal que se puede inferir si un escrito es anterior o no al año 70 en función de que presuma conocimiento de este hecho.
  77. Maccoby, Hyam (1991). Paul and Hellenism (en inglés). Londres: SCM/Trinity Press International. ISBN 0-334-02485-4. 
  78. Becker (2007). Pablo, el apóstol de los paganos, p. 59: «No hay motivo alguno para dudar de su propia calificación como antiguo fariseo…»
  79. Bornkamm (2002). Pablo de Tarso, p. 42: «Al decidirse por la corriente farisaica…»
  80. Vidal García (2007). Pablo. De Tarso a Roma, p. 30: «[…] nada dice en esos textos de las razones de esa su soltería: si era porque nunca se había casado, o porque se había divorciado, o porque había enviudado. No se puede descartar, en absoluto, ninguna de esas posibilidades».
  81. Vidal García (2007). Pablo. De Tarso a Roma, pp. 30-31: «[…] como no hay ninguna indicación sobre su viudez o divorcio, lo normal es suponer que había permanecido siempre célibe, aunque nada sabemos sobre las causas de esa opción de Pablo. En todo caso, las razones para no casarse debieron de ser muy variadas en el mundo de entonces, como lo son en el de ahora. No hay que suponer, por tanto, que Pablo tuviera unas especiales razones religiosas o filosóficas, como era el caso, probablemente, de los miembros de la comunidad de Qumrán y de algunos maestros judíos, para dedicarse al estudio de la Torah, o como sucedía con algunos filósofos helenistas, especialmente los cínicos itinerantes».
  82. Penna (2000). Pablo, p. 1803: «[…] con toda verosimilitud contrajo matrimonio […]»
  83. Jeremias, Joachim (1926). «War Paulus Witwer?». Zeitschrift für die Neutestamentliche Wissenschaft und die Kunde der älteren Kirche (en alemán) 25 (2): 310-312. ISSN 0044-2615. 
  84. Légasse, Simon (1991). Paul apôtre: essai de biographie critique (en francés). Quebec: La Corporation des Éditions Fides. pp. 45-46. ISBN 2-7621-1512-4.  Edición en español. (2005) Pablo apóstol: ensayo de biografía crítica. España: Desclée de Brouwer. ISBN 84-330-2030-7.
  85. Penna (2000). Pablo, p. 1803: «[…] R. Eliezer, Jeb. 63b: «Quien no se ocupa de la procreación es como quien derrama la sangre»; la única excepción al respecto, representada por R. Ben Azzaj hacia finales del siglo I es tachada de infidelidad por la tradición posterior. […].
  86. Fascher, E. (1929). «Zur Witwerschaft des Paulus und der Auslegung von I Cor 7». Zeitschrift für die Neutestamentliche Wissenschaft und die Kunde der älteren Kirche (en alemán) 28 (1): 62-69. ISSN 0044-2615. Archivado desde el original el 24 de septiembre de 2015. Consultado el 30 de octubre de 2012. 
  87. Penna (2000). Pablo, p. 1803: «[…] Más tarde (Pablo) pudo haberse quedado viudo o bien ser abandonado por la mujer (cf. El llamado privilegio paulino en 1 Corintios 7, 12-16). Lo cierto es que está sin compañía cuando escribe la Primera carta a los corintios hacia la mitad de la década del año 50.
  88. Fabris, Rinaldo (2006). Para leer a San Pablo. Bogotá: San Pablo. pp. 33-34. ISBN 958-607-820-5. 
  89. Fitzmyer (1972). Vida de San Pablo, pp. 553-554: «…¿conoció a Jesús? En sus cartas no hay indicio alguno de que así fuera. Tampoco 2 Corintios 5, 16 implica necesariamente que ocurriera tal cosa: «Aunque en otro tiempo contemplamos a Cristo desde un punto de vista humano, ya no le miramos así». Ello se refiere con toda probabilidad a la actitud de Pablo para con Jesús, cuando perseguía a la Iglesia; indudablemente sabía cuánto Jesús significaba y cuáles eran las pretensiones de sus discípulos. De otro modo resultaría dificilísimo explicar su ardiente persecución de este nuevo "Camino"».
  90. Penna (2000). Pablo, pp. 1803-1804: «No tenemos el menor indicio de contacto alguno con Jesús de Nazaret, crucificado probablemente en el año 30, aunque es verosímil que Pablo estuviese en Jerusalén por la pascua de aquel año (cf. Deuteronomio 16:16). Pero una sana exégesis de 2 Corintios 5, 16 no permite una conclusión de este género».
  91. Brown (2002). Introducción al Nuevo Testamento, II, p. 562: «Las cartas no sugieren que Pablo hubiera visto a Jesús durante su vida pública o en la crucifixión, con lo cual arrojan dudas implícitas sobre una continua presencia del Apóstol en Jerusalén en los años 26-30/33».
  92. Brown (2002). Introducción al Nuevo Testamento, II, pp. 562-563: «…da pie a la posibilidad de que a comienzos de los años 30 (antes de la muerte de Esteban), Pablo, quien tenía entonces unos 20 años y quien había recibido ya una sólida educación judía en Tarso, viajara a Jerusalén para estudiar la Ley…»
  93. Penna (2000). Pablo, p. 1804: «Su primer contacto seguro con el naciente cristianismo…»
  94. La cronología paulina más tradicional ubica la lapidación de Esteban y la siguiente «conversión» de Pablo a Cristo hacia el año 36. Así, Joseph A. Fitzmyer (1972) señala: «Este martirio y la subsiguiente persecución de la Iglesia encaja bien en el cambio de prefectos que se produjo el año 36» (p. 554). Por su parte, la Escuela bíblica de Jerusalén (1976) ubica la muerte de Esteban hacia el año 34 (p. 1804). Brown (2002) resume que la postura revisionista la ubica entre 30 y 34 (p. 566).
  95. Vidal García (2007). Pablo. De Tarso a Roma, p. 33: «Fue más bien el autor de esa obra (Hechos) quien introdujo en el relato tradicional la figura de Pablo, pero sólo como simple testigo del acontecimiento, ya que, curiosamente, se trata de una simple figura estática, que aprueba pero no actúa directamente (Hechos 7, 58b; 8, 1a)».
  96. Bornkamm (2002). Pablo de Tarso, p. 47-48: «También habla inequívocamente contra la descripción lucana la información de Gálatas 1, 22, en la cual el apóstol afirma que era un desconocido para las comunidades de Judea —por consiguiente, ante todo para la de Jerusalén—; sólo más tarde, cuando el rival de otro tiempo se convirtió en el triunfante misionero de Siria y Cilicia, comenzó él a ser noticia. Esto en un hombre que, ya en Jerusalén durante la persecución de los cristianos, ha de haber desempeñado el papel decisivo que Lucas le atribuye (Hechos 22, 4 ss.), resulta absolutamente inimaginable. Por esto es tan difícil suponer que Pablo estuvo ya presente en la lapidación de Esteban (Hechos 7, 58; 8, 1); todo hace pensar que esta noticia está manipulada por Lucas».
  97. Hengel, Martin; Deines, Roland (1992). Il Paolo precristiano (Studi Biblici 100). 204 páginas. Brescia: Paideia Editrice.  Este libro ha recibido varias recensiones positivas, recopiladas por Robert North (1996), Elenchus of Biblica 1993, Roma: Editrice Pontificio Istituto Biblico, p. 396. Según Antonio Piñero Archivado el 27 de septiembre de 2013 en Wayback Machine., es el «único libro que conozco que trata con solvencia este tema (Pablo precristiano)».
  98. Vidal García (2007). Pablo. De Tarso a Roma, p. 42-43: «No se trató, pues, de la persecución de los grupos cristianos en Jerusalén y Judea, como afirma el libro de los Hechos (7, 58; 8, 1-3; 9, 1-2.13-14.21; 22, 4-5; 26, 9-12). Parece que ese dato no se debe a la realidad histórica, sino a la típica imagen monolítica sobre los orígenes cristianos que presenta Hechos. […] El conflicto tuvo, más bien, un carácter local, y las partes implicadas fueron la colonia judía de Damasco y el grupo cristiano surgido en la ciudad».
  99. Bornkamm (2002). Pablo de Tarso, p. 48: «Discutible resulta también la visión que nos ofrecen los Hechos del proceder de Pablo en Damasco. Que él, investido de plenos poderes por el sumo sacerdote, fuese allá para detener a los cristianos y llevarles a rastras a comparecer ante el tribunal de Jerusalén, es insostenible, por la sencilla razón de que el sanedrín, o tribunal supremo, jamás poseyó, bajo la administración romana, semejante jurisdicción, que iba mucho más allá de las fronteras de Judea. Por esto tenemos que admitir que el fariseo Pablo actuaba dentro de los márgenes del poder coercitivo interno concedido a las comunidades sinagogales (flagelación, destierro, excomunión)».
  100. Barbaglio (2009). Jesús de Nazaret y Pablo de Tarso, p. 103: «La persecución debía consistir en las penas corporales previstas en el código de las sinagogas para los transgresores, las mismas que Pablo sufrirá como apóstol: "Cinco veces he recibido de los judíos los cuarenta latigazos menos uno" (2 Corintios 11, 24)».
  101. Sanders, Ed Parish (1991). Paul. EE. UU.: Oxford Paperbacks. p. 6. ISBN 0-19-287679-1. 
  102. Theissen (2002). La religión de los primeros cristianos, p. 259: «(Pablo) era consciente de que su judaísmo no era típico del judaísmo en general. Pablo recuerda que había aventajado a todos los contemporáneos en el celo por el judaísmo (Gálatas 1, 14)».
  103. Brown (2002). Introducción al Nuevo Testamento, II, p. 564: «Aunque utilizo el término convencional de "conversión", no deseo sugerir que la llegada a la fe en Jesús por parte de Pablo significara el comienzo de una vida "honesta" (Filipenses 3, 6, previamente había sido "irreprensible" en su observancia de la Ley) o que se convirtiera desde el judaísmo a una nueva religión. De hecho, el Apóstol nunca habla de conversión, sino de llamada o misión. Sin embargo, Pablo experimentó un cambio o mutación de valores cuando reconsideró la importancia de la Ley de Moisés a la luz de lo que Dios había hecho en Jesús (Cf. Craffert, P.F. (1989). Paul's Damascus experience as reflected in Galatians 1: Call or conversion? Scriptura 29:36-47)».
  104. Piñero, A. (2006). Guía para entender el Nuevo Testamento. Madrid: Editorial Trotta. p. 242. ISBN 84-8164-832-9. 
  105. Mordillat, Gérard; Prieur, Jérôme (2004). Jésus après Jésus: l'origine du christianisme (en francés). Éd. du Seuil. pp. 162-164. ISBN 978-2-02-051249-7. 
  106. Cabodevilla, José María (1986). Juego de la oca o guía de los caminantes. Madrid: Biblioteca de Autores Cristianos. p. 13. ISBN 84-220-1266-9. 
  107. Brown (2002). Introducción al Nuevo Testamento, II, p. 564: «Es un problema notorio que esos tres relatos no están de acuerdo en los detalles…»
  108. Fitzmyer (1972). Vida de San Pablo, p. 554: «…el mensaje esencial transmitido a Pablo es el mismo. Los tres relatos están de acuerdo en este punto… Las variantes pueden ser debidas a las diferentes fuentes de información utilizadas por Lucas».
  109. Escuela bíblica de Jerusalén (1976). Biblia de Jerusalén, p. 1563. «[…] este acontecimiento capital para la historia de la Iglesia […]»
  110. Stern A. (1957). «Zum Problem Der Epilepsie Des Paulus». Psychiatria et neurologia (Basel) 133: 276-284. 
  111. Selby, D.J. (1962). Toward the Understanding of St. Paul. Englewood Cliffs, Nueva Jersey: Prentice-Hall, Inc. pp. 145-148. 
  112. a b Landsborough, D. (1987). «St Paul and temporal lobe epilepsy». Journal of Neurology, Neurosurgery, and Psychiatry 50: 659-664. Consultado el 14 de febrero de 2014. 
  113. Manchester, Paul T.; Manchester Jr., P. Thomas (1972). «The Blindness of Saint Paul». Archives of Ophthalmology 88 (3): 316-321. doi:10.1001/archopht.1972.01000030318019. 
  114. Bullock, J. D. (1978). «The blindness of St. Paul». Ophthalmology 85 (10): 1044-1053. Consultado el 14 de febrero de 2014. 
  115. Murphy-O'Connor, J. (1993). «Paul in Arabia». The Catholic Biblical quarterly (en francés) 55 (4): 732-737. ISSN 0008-7912. Archivado desde el original el 12 de octubre de 2013. Consultado el 1 de octubre de 2012. 
  116. Brown (2002). Introducción al Nuevo Testamento, II, p. 565: «El emperador Calígula (37-41) concedió el dominio sobre Damasco a este rey nabateo; por ello muchos sitúan la conversión de Pablo hacia el 36 y su huida de aquella ciudad y llegada a Jerusalén en el 39».
  117. Brown (2002). Introducción al Nuevo Testamento, II, p. 565: «[…] se ha sugerido que fue en este período cuando recibió toda, o parte de, esta tradición».
  118. Fitzmyer (1972). Vida de San Pablo, p. 556: «El episodio debe asociarse con el hambre que afectó extensamente al Mediterráneo oriental durante el reinado del emperador Claudio y a Palestina especialmente hacia el año 46».
  119. Brown (2002). Introducción al Nuevo Testamento, II, pp. 568-569: «Una de las principales objeciones a las que ha de hacer frente el uso de los Hechos (de los Apóstoles) como guía de la vida de Pablo es que en sus cartas el Apóstol no muestra conciencia alguna de haber realizado tres viajes misioneros. Se ha argumentado mordazmente que si alguien hubiera preguntado al Pablo de las cartas "¿En qué viaje estás ahora?", no habría sabido de qué se le estaba hablando. Mas, hasta cierto punto, lo mismo puede decirse del Pablo de los Hechos, los cuales nunca mencionan explícitamente tres viajes misioneros. Ciertamente los Hechos señalan que Pablo estuvo en Corinto durante año y medio y tres en Éfeso, por lo que no viajaba en el sentido ordinario del término. Los tres viajes son solo una clasificación conveniente propuesta por los estudiosos de los Hechos, y nosotros la utilizaremos en ese sentido».
  120. Murphy-O’Connor, Jerome (1985). «On the road and on the sea with Paul». Bible Review 1 (2): 38-47. 
  121. Brown (2002). Introducción al Nuevo Testamento, II, pp. 588-589: «Se ha afirmado a menudo que la famosa red romana de carreteras facilitó la expansión del cristianismo, y las películas de romanos nos pintan a las cuadrigas deslizándose a lo largo de esas vías pavimentadas con duras losas. Sin duda alguna Pablo aprovechó tales caminos cuando pudo pero en muchas regiones no pudo gozar de tal lujo. El Apóstol, además, fue un artesano itinerante que hubo de luchar para conseguir dinero para alimentarse. Un vehículo con ruedas habría estado fuera de sus posibilidades. Viajar a caballo era dificultoso, puesto que no se utilizaban estos animales para largas distancias y se necesitaba estar ducho en equitación (dada la ausencia de sillas y arreos tal como hoy los conocemos). Pablo probablemente no tuvo posibilidades o deseos de gastar dinero en un asno que transportara su equipaje, puesto que los soldados se sentían inclinados a requisar tales animales de los viandantes que no podían ofrecer resistencia. De este modo podemos imaginarnos a Pablo marchando a lo largo de los caminos acarreando sus limitadas posesiones en un saco, cubriendo cada día un máximo de treinta kilómetros».
  122. Holzner, Josef (1989). San Pablo: heraldo de Cristo. 560 páginas. Barcelona: Herder. ISBN 978-84-254-0047-6. 
  123. Brown (2002). Introducción al Nuevo Testamento, II, p. 589: «La mofa y el desprecio de esos gentiles tan cultos por ese balbuceante y andrajoso vendedor de ideas tal como nos lo pintan Hechos 17, 18 suena a verdadero. Además, los relatos de los Hechos que nos cuentan cómo era arrastrado ante los magistrados y arrojado a prisión proyectan luz sobre los que Pablo llama "peligros por parte de los gentiles"».
  124. Brown (2002). Introducción al Nuevo Testamento, II, p. 590: «[…] todo ello recibe confirmación de las cinco veces en las que fue sancionado por los "judíos" con treinta y nueve latigazos, castigo propio de la disciplina sinagogal».
  125. Brown (2002). Introducción al Nuevo Testamento, II, p. 590: «[…] dedica gran parte de su Carta a los gálatas a contrarrestar la labor de […] falsos hermanos, porque minaban su trabajo intentando predicar otro evangelio. La correspondencia con los corintios también muestra vívidamente su angustia por las iglesias».
  126. Deissmann, Gustav Adolf (1926) [1912]. Paul: A Study in Social and Religious History (2ª edición). Londres: Hodder and Stoughton.  Uno de los aportes originales de Deissmann en su análisis del «Pablo histórico» realizado a principios del siglo XX, que contrastó con muchas posiciones académicas del siglo XIX centradas en la «teología paulina», radicó en su indicación de que el legado de Pablo no fue una teología sistemática escrita, sino una «experiencia personal» de Cristo resucitado, que «compartió con entusiasmo» tanto con judíos como con gentiles «en todo el mundo mediterráneo».
  127. Fitzmyer (1972). Vida de San Pablo, p. 557: «El hecho de que en la primera parte del relato se anteponga el nombre de Bernabé parece indicar que éste era el jefe efectivo en un principio».
  128. Brown (2002). Introducción al Nuevo Testamento, II, p. 569: «En Gálatas 2, 1-3 recuerda que estuvo predicando a los gentiles antes del concilio de Jerusalén en el (año) 49 […] y en 2 Corintios 11,25 menciona que fue lapidado (mientras estaba en Listra, según Hechos 14, 19 […]»
  129. Fitzmyer (1972). Vida de San Pablo, pp. 557-558: «[…] muy probablemente conversos con un trasfondo fariseo […]»
  130. Theissen (2002). La religión de los primeros cristianos, p. 201: «Judíos circuncisos y paganos incircuncisos vivían juntos y con igualdad de derechos en las comunidades recién fundadas. Los que renunciaban a la circuncisión lo hacían por convicción interna. La circuncisión era considerada como señal de separación entre judíos y paganos».
  131. Fitzmyer (1972). Vida de San Pablo, p. 558: «En Gálatas 2, 2 (Pablo) afirma que (la visita a Jerusalén) fue motivada por una "revelación", detalle que no se menciona en Hechos 15,2».
  132. Brown (2002). Introducción al Nuevo Testamento, II, p. 566: «Cronología paulina: Concilio de Jerusalén. Tradicional: año 49. Revisionista: 47/51».
  133. Theissen (2002). La religión de los primeros cristianos, p. 262: «[…] argumento para advertir contra el peligro de adoptar la circuncisión […] Confluían así una crisis —presente— en las comunidades y otra crisis personal —de un pasado ya remoto— de Pablo. La una venía a interpretar la otra».
  134. Brown (2002). Introducción al Nuevo Testamento, II, p. 569: «Aunque hay diferencias entre los dos relatos, ambos están de acuerdo en que en esa reunión estuvieron Pablo, Santiago (el hermano del Señor) y Pedro (Cefas), y en que había un grupo opuesto a Pablo que insistía en que los paganos recibieran la circuncisión».
  135. Fitzmyer (1972). Vida de San Pablo, p. 558: «Salió triunfante la postura de Pablo; los "principales" no añadieron nada a su evangelio (Gálatas 2,6)».
  136. Theissen (2002). La religión de los primeros cristianos, p. 199: «El comienzo del proceso hacia la autonomía de la religión cristiana primitiva: el concilio de los apóstoles y Pablo».
  137. Fitzmyer (1972). Vida de San Pablo, p. 558: «De Gálatas 2, 1-10 se saca la conclusión de que la única cuestión planteada y resuelta allí fue la referente a la circuncisión».
  138. Penna (2000). Pablo, p. 1805: «Lucas (en los Hechos de los Apóstoles) añade la solicitud de cuatro cláusulas levíticas, a las que los paganos convertidos deberían atenerse aun renunciando a la cincuncisión (a saber: abstenerse a las carnes inmoladas a los dioses, de la sangre, de los animales ahogados y de los matrimonios prohibidos por la ley levítica) pero Pablo en sus cartas no demuestra conocer estas disposiciones».
  139. Escuela bíblica de Jerusalén (1976). Biblia de Jerusalén, pp. 1602-1603: «La Ley de Moisés, buena y santa en sí (Romanos 7, 12), hizo que el hombre conociera la voluntad de Dios, pero sin comunicarle la fuerza interior para cumplirla; por lo mismo, no consiguió más que hacerle consciente de su pecado y de la necesidad que tiene de la ayuda de Dios (Gálatas 3, 19-22; Romanos 3,20). Pues bien, esa ayuda de pura gracia […] acaba de ser concedida en Cristo».
  140. Fitzmyer (1972). Las epístolas del Nuevo Testamento, p. 570: «[…] sin duda, cristianos de acusadas tendencias fariseas, que criticaron a Pedro por comer con los gentiles convertidos. Pedro cedió ante sus críticas y se apartó de los gentiles. Su gesto hizo que otros muchos judeo-cristianos, incluso Bernabé, lo imitaran».
  141. Bornkamm (2002). Pablo de Tarso, pp. 84-85: «[…] en aquella ocasión estaba en juego nada más y nada menos que el mensaje de Cristo y la misma fe. Para él (Pablo), el conflicto no consistía en una insignificante divergencia de pareceres, en cuyo caso él debía estar dispuesto a llegar a una fórmula de compromiso. Más bien da a esta cuestión una importancia fundamental que lo abarca todo.[…] Estaba personalmente convencido de que la unidad de la iglesia, la superación de la ley como camino de salvación y la verdad del evangelio, debía ser proclamada también precisamente en la participación de judíos y no judíos en una comida común. La cuestión de procedimiento es para Pablo, en este caso, absolutamente determinante.[…] Lo que a otros podía parecer insignificante y hasta aceptable por amor a la unidad de la iglesia –al menos la paz con Jerusalén sí estaba en juego- se convirtió para él en el campo de batalla, en el que había que luchar por la verdad y la libertad […]»
  142. Fitzmyer (1972). Vida de San Pablo, p. 558: «Pablo no afirma directamente en Gálatas que su intervención lograra el éxito, pero esto es lo que parece desprenderse del texto».
  143. Brown (2002). Introducción al Nuevo Testamento, II, p. 570: «[…] (Pablo) perdió la batalla respecto a las leyes sobre la pureza dietética. […] eso puede explicar por qué Antioquía no tiene desde entonces un papel importante como base de la actividad del Apóstol».
  144. Vidal García (2007). Pablo. De Tarso a Roma, p. 101: «Si Pablo hubiese convencido a la comunidad antioquena en su reacción contra Pedro en la asamblea plenaria, de seguro que lo hubiera dicho, ya que le habría venido muy bien para la argumentación de la carta.[…] Esto quiere decir que Pablo fue el perdedor en el conflicto antioqueno».
  145. Bornkamm (2002). Pablo de Tarso, pp. 89-90: «Lucas nos informa de que los viajeros pasaron primero por las comunidades anteriormente fundadas, en una de las cuales, la de Listra, ganó Pablo, como colaborador, a Timoteo, a quien a menudo cita en sus cartas […]»
  146. Bornkamm (2002). Pablo de Tarso, pp. 90-91: «[…] no hay duda de que, tras su actuación en Galacia, siguió inmediatamente adelante en dirección noroeste. Filipos —con su nombre romano entero: Colonia Augusta Julia Philippensis— es suelo romano por título especial, ya que, en memoria de la victoriosa batalla librada por Octavio (más tarde César Augusto) y Antonio contra los asesinos de César (42 d. C.), fue convertida por los triunfadores en una ciudad de veteranos y distinguida con el ius italicum, o sea, con los privilegios de una ciudad romana. Aquí, en Filipos, nace la primera comunidad en suelo europeo, que más tarde había de seguir ligada al apóstol como ninguna otra (Filipenses 4, 15)».
  147. Vidal García (2007). Pablo. De Tarso a Roma, p. 105: «[…] lo que el equipo misional paulino hace al alcanzar Europa en Neápolis es seguir la vía Egnacia hacia occidente, es decir, en dirección a Roma. Sólo a raíz de la hostilidad en Tesalónica, el equipo paulino abandona la dirección hacia occidente por la vía Egnacia y desciende hacia el sur, aplazando así su ida a Roma. Es probable que precisamente a este tiempo se refiera la noticia de Romanos 1, 13-15 y Romanos, 15:22-23 sobre el intento fallido de Pablo de llegar a Roma. Esto quiere decir que la intención de Pablo al salir de Antioquía para iniciar su misión autónoma fue llegar hasta la misma Roma, la capital del imperio. Pero las cosas se le fueron complicando, y ese viaje a la gran metrópoli sólo pudo efectuarlo mucho más tarde y de un modo muy diferente del que había proyectado. Con todo, el horizonte mundial que ese proyecto de viaje a Roma marcaba ya en el inicio de su misión autónoma lo conservó Pablo a lo largo de toda ella».
  148. Bornkamm (2002). Pablo de Tarso, p. 91: «De Filipos arranca en dirección al occidente la famosa Vía Egnatia, ruta importante tanto desde el punto de vista estratégico como desde el económico, que enlaza el oeste del imperio con el este».
  149. Escuela bíblica de Jerusalén (1976). Biblia de Jerusalén, p. 1579: «Este decreto, conocido por Suetonio, podría datar del 49 […]».
  150. Brown (2002). Introducción al Nuevo Testamento, II, p. 571: «[…] habrían de navegar con él hasta Éfeso, llegaron a ser amigos de por vida y colaboradores tanto en Éfeso como en Roma».
  151. Fabris, Rinaldo (2006). Para leer a San Pablo. Bogotá: San Pablo. p. 13. ISBN 958-607-820-5. «[...] inscripción publicada en 1905, completada por otros nueve fragmentos y por sus interpretaciones sucesivas entre los años 1967 y 1971 [...]». 
  152. Fitzmyer (1972). Vida de San Pablo, p. 551: «[…]ésa es la fecha cardinal para la cronología paulina y nos sirve para encajar los restantes detalles en un esquema coherente y satisfactorio».
  153. Brown (2002). Introducción al Nuevo Testamento, II, p. 571: «[…] punto fijo de la cronología paulina […]
  154. Murphy-O'Connor, Jerome. (1993). «Paul and Gallio». Journal of Biblical Literature 112 (2): 315-317. Consultado el 23 de octubre de 2012. 
  155. Fitzmyer (1972). Vida de San Pablo, p. 561: «La capital de Asia se convirtió en el centro de su actividad misionera durante los tres años siguientes (Hechos 20,31) […]»
  156. Escuela bíblica de Jerusalén (1976). Biblia de Jerusalén, p. 1581. «[…] la región cuyo centro es Éfeso con las siete ciudades de Apocalipsis 1, 11. Pablo había confiado a Epafrás, un colosense, el cuidado de evangelizar a Colosas; Epafrás había extendido su apostolado a Laodicea y Hierápolis (Colosenses 1, 7; Colosenses 4, 12-13). A Pablo le seguían ayudando Timoteo y Erasto (Hechos 19, 22), Gayo y Aristarco (Hechos 19,29), Tito, de quien nunca hablan los Hechos, y otros (2 Corintios 12, 18). Lucas atribuye a Pablo el trabajo de todo el equipo que dirigía (cf. Colosenses 4, 10)».
  157. Vidal García (2007). Pablo. De Tarso a Roma, p. 121: «[…] la comunidad de Éfeso se convirtió además en centro misional de la región de Asia Menor, al igual que en la etapa anterior la comunidad de Tesalónica lo había sido para la región de Macedonia, y la comunidad de Corinto para la región de Acaya. En definitiva, se trataba de un método misional heredado de la misión helenista de Damasco y de Antioquía, que eran centros misionales de las regiones de su entorno».
  158. Köester, Helmut (1980). Einfuehrung in das Neue Testament [Introducción al Nuevo Testamento]. Berlín: Walter de Gruyter. p. 549. 
  159. Muñoz Iglesias, Salvador (1981). Por las rutas de San Pablo. Madrid: Ediciones Palabra. pp. 131-132. ISBN 84-7118-280-7. 
  160. Vidal García (2007). Pablo. De Tarso a Roma, p. 121: «Esa escuela habría continuado después de la muerte de Pablo y habría sido la que cuidó de la conservación y el cultivo de la tradición de su maestro. De este modo, ella habría sido la que recopiló las cartas de Pablo en una colección y la que habría alargado esa colección con algunas glosas e incluso con nuevos escritos en forma de carta».
  161. Vidal García (2007). Pablo. De Tarso a Roma, pp. 122-123: «[…] La noticia sorprende a Pablo, pues no hacía mucho que había visitado a sus comunidades de Galacia y las había encontrado en buen estado (Gálatas 1, 6; Gálatas 5, 7). Ésa fue la situación de origen de la poderosa carta a las comunidades gálatas, que Pablo escribe con una gran tensión emocional».
  162. Brown (2002). Introducción al Nuevo Testamento, II, p. 573: «Los Hechos mantienen silencio total respecto al difícil trato de Pablo con los corintios».
  163. Vidal García (2007). Pablo. De Tarso a Roma, p. 140: «Quien efectuó la recopilación de la colección ecuménica de las cartas de Pablo, probablemente hacia finales del siglo I, introdujo esta primera carta a la comunidad corintia dentro del marco de la segunda carta, para formar la actual 1 Corintios». Algo similar habría sucedido con la tercera y cuarta cartas.
  164. Vidal García (2007). Pablo. De Tarso a Roma, p. 143: «Las secciones siguientes abordan los temas principales de la discusión con los misioneros opositores: la capacidad de Pablo como emisario (2, 16b - 4, 6), el sentido de la debilidad de Pablo (4, 7- 5, 10), el servicio de Pablo a la comunidad (5, 11 - 6, 10). El cuerpo de la carta termina con una exhortación conclusiva (6, 11 - 7, 4)».
  165. Vidal García (2007). Pablo. De Tarso a Roma, p. 143: «[…] esa visita de Pablo a Corinto fue un fracaso, al encontrarse con una comunidad en abierta rebeldía contra él y que le acusó de fraude en la colecta, y uno de cuyos miembros llegó incluso a infligirle una afrenta en público».
  166. Brown (2002). Introducción al Nuevo Testamento, II, p. 573: «[…] la carta de las lágrimas […]»
  167. Vidal García (2007). Pablo. De Tarso a Roma, p. 144: «A esta carta se referirá Pablo más tarde como la carta escrita "con mucha aflicción y angustia de corazón" y "con muchas lágrimas" (2 Corintios 2, 3-4; 2 Corintios 7, 8-12)».
  168. Bornkamm (2002). Pablo de Tarso, p. 123: «Los Hechos, aquí sin duda fidedignos, señalan un lapso de tiempo de dos a tres años para su estancia en dicha ciudad (Hechos 19, 8-10; 20, 31)».
  169. Bornkamm (2002). Pablo de Tarso, p. 123: «[…] no logran proporcionarnos una exposición coherente e históricamente segura […] Por más que algunas valiosas noticias pueden hallarse ahí metidas, y el autor de Hechos –ciertamente no sin fundamento– considere Éfeso como el clímax de la actividad misionera de Pablo, apenas pueden encontrarse en Hechos 19 materiales pertenecientes a una fuente segura […]»
  170. Brown (2002). Introducción al Nuevo Testamento, II, p. 572: «Pablo en sus cartas nunca habla de tales sucesos de Éfeso; ahora bien, implícitamente puede referirse al último de ellos (la revuelta de los plateros) en la relación de peligros de 2 Corintios 11, 23-26, en la "aflicción que nos sobrevino en Asia" de 2 Corintios 1, 8, o en "luché con las fieras en Éfeso" (1 Corintios 15, 32; también en 2 Corintios 16, 8-9: "Hay muchos adversarios")».
  171. Brown (2002). Introducción al Nuevo Testamento, II, p. 572: «[…] tales alusiones a las pruebas de Pablo dejan abierta la posibilidad de que el Apóstol hubiera estado prisionero en Éfeso, aunque los Hechos no describen tal encarcelamiento. Esta cuestión es importante porque muchos sugieren que Pablo escribió en Éfeso las cartas a Filemón y a los filipenses, compuestas ambas mientras estaba prisionero».
  172. Vidal García (2007). Pablo. De Tarso a Roma, p. 126: «Toda esa hostilidad desembocó en la prisión que Pablo y varios colaboradores suyos sufrieron en Éfeso, probablemente desde finales de 53 hasta la primavera de 54. Por razón de su tendencia apologética, que trata de limar lo más posible los datos conflictivos de Pablo con las autoridades civiles, el libro de los Hechos no menciona esa prisión en Éfeso, pero sí parecen referirse a ella numerosos textos de las cartas (Filipenses 1, 7.12-26; Filemón 1, 1.9.10.13.23; 2 Corintios 1, 8-9; Romanos 16, 3 - 4, 7). Es posible que la causa inmediata de ella fuera el incidente con Demetrio y otros orfebres narrado en Hechos 19,23-40, ya que Gayo y Aristarco, que aparecen ahí implicados como colaboradores de Pablo (Hechos 19, 29), figuran también como colaboradores de Pablo e incluso como compañeros suyos de prisión en Filemón 1, 24 y Colosenses 4, 10. […] quizá lo más significativo de ese tiempo fueron los contactos del equipo paulino con sus comunidades y las cartas que les enviaron. En esa prisión de Pablo en Éfeso, y no en las posteriores en Cesarea y en Roma, hay que localizar la correspondencia con la comunidad de Filipos, recopilada en la actual Carta a los filipenses y en la Carta a Filemón».
  173. Bornkamm (2002). Pablo de Tarso, pp. 135-136. «La Carta a los romanos como testamento de Pablo […] Como con razón ha sido frecuentemente subrayado, su índole peculiar se explica, y no en último lugar, por el hecho de que la carta se dirige a una comunidad que fue previamente fundada no por el mismo Pablo, sino por desconocidos, y que ni conocía a Pablo ni era conocida de él. La Carta a los romanos posee una significación particular, por cuanto es el testimonio más antiguo de la existencia de la comunidad romana, tan importante en la historia ulterior de la iglesia».
  174. Vidal García (2007). Pablo. De Tarso a Roma, p. 184: «La colecta era, ante todo, una ayuda caritativa de unas comunidades en mejores condiciones económicas que la comunidad pobre de Jerusalén, cuya situación de necesidad se agudizaba periódicamente en los años sabáticos, cuando en Palestina no se realizaba la cosecha ordinaria. La colecta era, pues, una demostración efectiva de la comunión entre las comunidades cristianas locales […] Pero esa demostración de la comunión mesiánica implicaba que la comunidad de Jerusalén reconocía a las comunidades paulinas como parte del mismo pueblo mesiánico universal, lo cual incluía necesariamente el reconocimiento de la misión y el evangelio paulinos. […] Pero ahí precisamente estaba el problema, como ya lo había demostrado anteriormente el conflicto de Antioquía (Hechos 10). Esa cuestión se había vuelto aún más aguda después de la crisis gálata. ¿Aceptaría la comunidad de Jerusalén una colecta así, con esa intención ecuménica, por parte de las comunidades paulinas? Da la impresión de que Pablo no tenía una clara respuesta afirmativa a esa cuestión cuando escribe Romanos 15, 25-32, al final de su última carta, la que dirige a la comunidad de Roma poco antes de emprender el viaje hacia Jerusalén.
  175. Fitzmyer (1972). Vida de San Pablo, p. 562: «Así se hizo (la colecta) en las iglesias de Galacia, Macedonia y Acaya (1 Corintios 16, 1; Romanos 15, 25-26). Planeó llevarla a Jerusalén y terminar al mismo tiempo su tarea de evangelización en el Mediterráneo oriental».
  176. Penna (2000). Pablo, p. 1806: «[…] llega por fin a Jerusalén para llevar las colectas recogidas sobre todo en Macedonia y Acaya».
  177. Bornkamm (2002). Pablo de Tarso, pp. 138-139: «Por lo que se nos comunica al final de Romanos 15, sabemos que Pablo ve con inquietud su viaje a Jerusalén. Teme ser perseguido por parte de los judíos; más aún: le preocupa si la primitiva comunidad aceptará o no su persona y lo que han recogido sus comunidades. Por esto pide a los cristianos de Roma que quieran luchar con él en la plegaria, para salir incólume del peligro que le amenaza y no ser rechazado de los "santos" en Jerusalén (Romanos 15, 30-32). No es difícil imaginar en qué se basaban los temores que albergaba Pablo con respecto a los judíos. Desde tiempo atrás no era para ellos un desconocido. Se le conocía como al ex-fariseo y al fanático perseguidor de la joven comunidad cristiana y entre tanto habían llegado bastantes noticias sobre su anuncio de Cristo entre los paganos y su proclama de la libertad con respecto a la ley. Por esto, al menos los judíos, pero incluso también los judeocristianos rigoristas, le miraban como a un renegado y le consideraban como destructor de la ley y enemigo de Dios».
  178. Vidal García (2007). Pablo. De Tarso a Roma, p. 187: «[…] acompañado de los delegados de las comunidades, Pablo puede llevar la colecta a Jerusalén. Pero la finalidad de ésta no parece que fuera la deseada por Pablo. En Jerusalén se encontró con los recelos de la comunidad allí existente, que le exige, como condición indispensable para la aceptación de la colecta, una demostración de su fidelidad al culto y a la ley. Pero mientras intenta cumplir la condición impuesta, Pablo es apresado, y no se sabe exactamente qué sucedió con la colecta. En todo caso, parece ser que significó un conflicto, y ello explicaría el extraño silencio de Hechos al respecto».
  179. «El muro de separación». Consultado el 28 de enero de 2013. 
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  181. Vidal García (2007). Pablo. De Tarso a Roma, p. 205: «[…] en su mayor parte es construcción del autor, de acuerdo con sus intereses apologéticos […]»
  182. Brown (2002). Introducción al Nuevo Testamento, II, p. 574: «Los Hechos […] describen la azarosa travesía de Pablo (finales de 60, comienzos de 61) con elocuente estro».
  183. Bornkamm (2002). Pablo de Tarso, p. 151: «[…] todos estos informes, como conjunto y en muchas de sus particularidades, no resisten la crítica histórica […]»
  184. Vidal García (2007). Pablo. De Tarso a Roma, p. 205: «[…] conserva algunas noticias tradicionales importantes […]»
  185. Brown (2002). Introducción al Nuevo Testamento, II, p. 574: «Hechos 21, 15 - 28, 31 narran la mayor parte de la última media docena de años de la vida de Pablo […]»
  186. Bornkamm (2002). Pablo de Tarso, p. 151: «[…] no obstante se apoyan indiscutiblemente en hechos históricos, al menos los más importantes».
  187. Bornkamm (2002). Pablo de Tarso, p. 148: «Según el informe totalmente fidedigno de los Hechos de los Apóstoles, Santiago ha dado en seguida a Pablo el consejo de salir al paso de la desconfianza que la comunidad judeocristiana abriga contra él -lo considera enemigo demoledor de la ley- tomando a su cargo un acto ritual en el templo».
  188. Bornkamm (2002). Pablo de Tarso, p. 151: «[Entre los hechos históricos] debemos contar con toda seguridad el traslado de Pablo a Cesarea después de ser detenido por los romanos, el aplazamiento de su proceso durante dos años, desde el gobierno de Félix hasta el de su sucesor Festo –Hechos 24, 27; un dato de duración ciertamente no inventado– […]»
  189. Brown (2002). Introducción al Nuevo Testamento, II, p. 574: «Sólo la llegada de Festo, el gobernador siguiente, y las continuas acusaciones de los dirigentes judíos, hicieron que se viera de nuevo su caso (Hechos 25, 1 - 26, 32). En el juicio ante Festo, Pablo argumentó que no había cometido ningún crimen contra la ley judía o contra el César. El procurador invitó al rey Herodes Agripa II a escuchar el caso; y aunque ninguna de esas dos autoridades encontró culpable a Pablo, éste fue enviado como prisionero a Roma, puesto que había apelado al César».
  190. Brown (2002). Introducción al Nuevo Testamento, II, p. 574: «Los que no atribuyen la composición de Filipenses y Filemón en la supuesta prisión en Éfeso piensan que Pablo las escribió en Cesarea o en Roma, datándolas así en una fecha posterior».
  191. Vidal García (2007). Pablo. De Tarso a Roma, p. 206: «El viaje de Pablo prisionero a Roma duró mucho más de lo esperado, probablemente desde el otoño de 55 hasta la primavera de 56. Detrás del curioso relato de Hechos 27,1 - 28, 16}} se pueden descubrir algunas noticias con visos de historicidad sobre algunas personas que acompañaban a Pablo, el centurión Julio y Aristarco, y sobre la ruta del viaje, que incluyó una estancia obligada de "tres meses" (Hechos 28, 11) en la isla de Malta».
  192. Brown (2002). Introducción al Nuevo Testamento, p. 420: «El texto describe la llegada de Pablo […] con un portentoso sobreentendido: "Y así llegamos a Roma" (Hechos 28, 14b). Ésta es la última etapa prevista por el Jesús resucitado de Hechos 1, 8: "Seréis mis testigos en Jerusalén, toda Judea y Samaría hasta los confines de la tierra". En esta época, a comienzos de los 60, las comunidades cristianas llevaban en Roma unos veinte años, pero en el flujo de una historia centrada en Pedro y Pablo el clímax sobreviene con la llegada a la capital del gran misionero. Irónicamente las autoridades romanas lo han enviado allí a causa de su apelación al Emperador, con lo que se hacen responsables de la evangelización de su propio Imperio».
  193. Bornkamm (2002). Pablo de Tarso, p. 153: «[…] resulta comprensible el final del libro si uno se acuerda del objetivo de la obra histórica de Lucas expresado al principio: mostrar la propagación del evangelio desde Jerusalén a Judea, pasando por Samaria, hasta los confines de la tierra (Hechos 1, 8). En este sentido, el autor de los Hechos de los Apóstoles deja que el gran misionero de los pueblos complete en Roma su ingente obra».
  194. Vidal García (2007). Pablo. De Tarso a Roma, p. 206: «La prisión de Pablo en Roma duró "dos años" (Hechos 28, 30), probablemente desde la primavera de 56 hasta el año 58. Según las noticias de Hechos 28,16 […] se trató de una prisión en "custodia libre y abierta", y no en "cárcel" o "cadenas", ya que Pablo vivía bajo custodia, pero con cierta libertad y "a su propia costa", probablemente ejerciendo su oficio artesanal, para cubrir sus propias necesidades y pagar al soldado que lo vigilaba».
  195. Bornkamm (2002). Pablo de Tarso, p. 154: «El verdadero final del apóstol transcurrirá de otra manera. En efecto, estará detenido en Roma todavía más tiempo –-el dato de los dos años de que nos habla Hechos 28, 30 es con toda seguridad fidedigno– en una cautividad relativamente cómoda, pero más difícil respecto a las ilimitadas posibilidades de predicación aludidas por el informe de Lucas».
  196. Penna (2000). Pablo, p. 1807: «Llegado finalmente a Roma, transcurrió aquí bajo custodia militar un bienio en una casa alquilada. Según la cronología adoptada, este plazo nos lleva al año 58 o bien al año 63».
  197. Brown (2002). Introducción al Nuevo Testamento, II, p. 575: Brown considera este punto como una de las "cuestiones pendientes", y señala los principales sustentos de esta teoría. «Unos treinta años después de la muerte de Pablo, la Primera epístola de Clemente 5:7 nos dice que el Apóstol "viajó hasta el extremo occidente" antes de dar testimonio ante las autoridades y morir. Al tratar de los Hechos el Fragmento muratoriano (¿hacia el 180?) hace referencia a noticias sobre la partida de Pablo desde Roma para España».
  198. Fitzmyer (1972). Vida de San Pablo, p. 554: «La tradición nos cuenta que Pablo, libre después de pasar dos años de arresto domiciliario, marchó a España. Clemente de Roma (1 Corintios, 5.7) afirma que "Pablo enseñó a todo el mundo la justicia y viajó hasta el extremo occidental (epi to terma tes dyseos elthon). Y después que hubo dado testimonio ante las autoridades, fue arrebatado de este mundo y llegó al lugar santo, habiéndose acreditado como el mayor modelo de perseverancia". El testimonio de Clemente (ca. 95) sugiere la visita a España, un nuevo juicio y el martirio. El Fragmento Muratoriano (líneas 38-39; EB 4; ca. 180) implica que la última parte de Hechos en que se narraba "la partida de Pablo de la Ciudad [Roma] cuando se dirigió a España" (… profectione Pauli ab Urbe ad Spaniam proficiscentis), se ha perdido. Eusebio (HE 2.22, 2) es el primero en mencionar la segunda prisión de Pablo en Roma […]».
  199. Bornkamm (2002). Pablo de Tarso, p. 155: «Queda por comprobar si Pablo ha podido realmente llevar a cabo su plan de misionar en el extremo de occidente, en España, como supone la Primera carta de Clemente. Sólo se podría afirmar eso si se conjugara con los Hechos de los Apóstoles el hecho de que tras su primera prisión en Roma quedara de nuevo libre y más tarde hubiera sufrido un segundo y definitivo arresto. Pero esto es enteramente inverosímil, y ni siquiera se puede probar desde las cartas pastorales como frecuentemente se ha intentado. En realidad, la noticia de la Primera carta de Clemente, inspirada en Romanos 15, 24s.28, se explicará pensando que Pablo efectivamente esperaba todavía (poder viajar a España)».
  200. Puig i Tàrrech, Armand (2013). «La actividad misionera de Pablo durante su juicio romano. La hipótesis del viaje de Pablo a Hispania». En Institut Superior de Ciències Religioses San Fructuós, ed. Congreso internacional «Los últimos años de la vida de Pablo». Tarragona, 25-29 de junio de 2013. Consultado el 24 de marzo de 2014. 
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  202. Penna (2000). Pablo, p. 1807: «La muerte de Pablo acaeció seguramente en Roma bajo el emperador Nerón y fue violenta: un martirio, verosímilmente con la acusación de pertenecer a un grupo subversivo».
  203. Fitzmyer (1972). Vida de San Pablo, p. 564: «Eusebio (HE 2.22, 2) es el primero en mencionar […] su martirio bajo Nerón […]. Eusebio cita más adelante a Dionisio de Corinto (ca. 170), quien afirmó que Pedro y Pablo "fueron martirizados al mismo tiempo" (HE 2.25, 8). Tertuliano (De praescriptione haereticorum, 36) compara la muerte de Pablo con la de Juan (el Bautista), es decir, que fue decapitado».
  204. Lactancio relata en su obra Sobre la muerte de los perseguidores (318 d.C.) lo siguiente: "Él [Nerón] fue el primero en perseguir a los siervos de Dios. Él crucificó a Pedro y él mató a Pablo. (Sobre la muerte de los perseguidores Capítulo 2)
  205. Ignacio de Antioquía. Carta a los efesios XII: «Vosotros sois el camino por donde pasan aquellos que son conducidos a la muerte para encontrar a Dios, iniciados en los misterios con Pablo, el santo, quien ha recibido el martirio y es digno de ser llamado bienaventurado».
  206. a b Cesarea, Eusebio. «Historia Eclesiástica Libro II, Capítulo 25» (en inglés). newadvent.org. Consultado el 1 de diciembre de 2017. 
  207. de Corinto, Dionisio. Fragmentos de una carta a la Iglesia de Roma. Consultado el 19 de octubre de 2017. 
  208. Brown (2002). Introducción al Nuevo Testamento, II, p. 575: «Ni los Hechos ni las cartas nos hablan de la muerte de Pablo; pero existe una tradición fiable de que murió mártir durante el reinado de Nerón (Historia eclesiástica 25, 4-8), bien en la misma época que Pedro (64) o un poco más tarde (67)».
  209. Penna (2000). Pablo, p. 1807: «Según la cronología más adoptada, es perfectamente posible pensar en el 58».
  210. Vidal García (2007). Pablo. De Tarso a Roma, p. 206: «[…] la ejecución de Pablo en Roma, probablemente en el año 58[…]
  211. Bornkamm (2002). Pablo de Tarso, p. 9-12: Ver cronología: «Martirio de Pablo bajo Nerón: probablemente en el año 60».
  212. Hechos de Pablo. Consultado el 19 de octubre de 2017. 
  213. Quinto Septimio Florente, Tertuliano. Prescription against Heretics Capítulo 36. Consultado el 19 de octubre de 2017. 
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  215. Eastman, David L. (2011). Paul the Martyr: The Cult of the Apostle in the Latin West (en inglés). Atlanta, Georgia: Society of Biblical Literature. ISBN 978-1-58983-515-3. Consultado el 20 de diciembre de 2012.  El libro es el resultado de su tesis doctoral en la Universidad de Yale (2009), y contiene numerosas referencias de utilidad.
  216. Penna (2000). Pablo, p. 1807
  217. Penna (2000). Pablo, p. 1808: «[…] en la hacienda de una cierta Lucina, donde hoy se levanta la basílica de San Pablo Extramuros. Durante las persecuciones del emperador Valeriano, el 29 de junio de 258 el cuerpo fue trasladado con el de Pedro a las catacumbas de San Sebastián en la vía Apia, para mayor seguridad. En el siglo IV, el papa Silvestre I mandó devolver el cuerpo a la sepultura originaria y Constantino hizo erigir allí una primera Iglesia, transformada a finales del mismo siglo en basílica. Devastada por un violento incendio en 1823, fue reconstruida tal como la contemplamos hoy».
  218. ABC Digital (28 de junio de 2009). «Tumba de San Pablo contendría restos del apóstol, según el Papa». Archivado desde el original el 19 de octubre de 2013. Consultado el 20 de diciembre de 1012. 
  219. The Guardian News and Media Limited (29 de junio de 2009). «Pope: Scientific analysis done on St. Paul's bones» (en inglés). Consultado el 20 de diciembre de 2012. 
  220. Rice, Patricia C. (2009). «Paleoanthropology 2009 – Part 2». General Anthropology 16 (2): 12-16. «Yendo más allá de lo que los arqueólogos del Vaticano habían encontrado, el Papa ha "confirmado" recientemente que los huesos (contenidos) en un sarcófago de mármol ubicado debajo de la Basílica de San Pablo Extramuros serían en verdad del Apóstol Pablo». 
  221. Wilson, A.N. (5 de julio de 2009). «Have we found the body of St Paul?». Reino Unido: Daily Mail. Consultado el 21 de diciembre de 2012. «¿Por qué está (el Papa) tan convencido? A pesar de que los expertos en datación por radiocarbono no conocían nada de sus orígenes, los fragmentos óseos se obtuvieron después de que se insertó una diminuta sonda en la tumba ubicada en una cripta por debajo de la basílica de San Pablo Extramuros –una iglesia de la que se sostuvo largamente haber sido construida donde Pablo había sido enterrado. Hace solo tres años que la tumba en sí fue descubierta por arqueólogos del Vaticano. El hecho de que está posicionada exactamente debajo del epígrafe Paulo Apostolo Mart (Pablo Apóstol y Mártir) en la base del altar los convenció de que la tumba sería de Pablo». 
  222. Bornkamm (2002). Pablo de Tarso «Ya en el cristianismo primitivo era Pablo una figura discutida, tan venerada y querida como temida y odiada. El prestigio de que goza en la Iglesia no debe inducirnos a error. […]» (p. 29). «La valoración de Pablo y de su mensaje, ciertamente, es una cuestión antiquísima. Como hemos visto, ya en vida suya pasó Pablo por apóstol ilegítimo y falsificador del mensaje cristiano, según sus adversarios. También en la historia ulterior de la primitiva iglesia los juicios sobre Pablo están extraordinariamente divididos». (p. 292).
  223. Penna (2000). Pablo, p. 1807: «[…] cf. 1Clemente 5:6, según el cual Pablo fue entregado “por celos y envidias”, tal vez por los judeo-cristianos de la capital».
  224. Bornkamm (2002). Pablo de Tarso, p. 292: «[…] desde finales del siglo primero no faltan autores eclesiásticos que admiran a Pablo y citan sus cartas (primera carta de Clemente, Ignacio de Antioquía, Policarpo)».
  225. Ruiz Bueno, Daniel (1974). Padres Apostólicos. Madrid: Biblioteca de Autores Cristianos. pp. 661-671. ISBN 84-220-0151-9. 
  226. Bornkamm (2002). Pablo de Tarso, p. 292:«Durante mucho tiempo, el judeocristianismo lo ha rechazado totalmente, como rival de Pedro y de Santiago, el hermano del Señor; en estos círculos no se tuvo siquiera reparo de compararlo a Simón el Mago, cabecilla de todas las herejías (cartas pseudoclementinas)».
  227. Ireneo de Lyon. Adversus haereses Libro III,3,2. Archivado el 1 de abril de 2012 en Wayback Machine. «Ya que sería largo enumerar las sucesiones de todas las Iglesias, tomaremos la Iglesia grandísima y antiquísima y de todos conocida, la Iglesia fundada y establecida en Roma por los dos gloriosísimos apóstoles Pedro y Pablo».
  228. Rossano, Pietro; Ravasi, Gianfranco; Girlanda, Antonio (2001). Nuevo diccionario de teología bíblica. Madrid: San Pablo. p. 1370. ISBN 978-84-285-1357-9. 
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  230. Penna (2000). Pablo, p. 1801
  231. Nietzsche, Friedrich (2008). El Anticristo: Maldición contra el cristianismo. Estudio preliminar por Leandro Prinkler (1ª edición). Buenos Aires: Biblos. p. 16. ISBN 978-950-786-675-3. 
  232. Nietzsche, Friedrich (1980). «42». El Anticristo, maldición sobre el cristianismo. Madrid: Alianza Editorial (traducción de Andrés Sánchez Pascual). p. 73. ISBN 84-206-1507-2. 
  233. Bornkamm (2002). Pablo de Tarso, p. 293.
  234. Bornkamm (2002). Pablo de Tarso, p. 29: «[…] no hay que olvidar que la llamada teología dialéctica, sin la cual la lucha contra el nacionalsocialismo sin espíritu y sin fe hubiera resultado inconcebible, se inició con la reinterpretación, llena de fuerza y vehemencia, que de la carta a los romanos hizo Karl Barth».
  235. Brown (2002). Introducción al Nuevo Testamento, II, p. 578: «El hincapié de Pablo en sus diferencias con Cefas (Pedro) y con los hombres de Santiago en Gálatas 2, 11-14 y su crítica a los superapóstoles en 2 Corintios 11, 5 han generado la figura de un Pablo solitario. A lo largo de la historia cristiana el estudio del Apóstol ha impulsado a importantes teólogos a desafiar radicalmente el pensamiento dominante o popular (Marción, Agustín [contra Pelagio], Martín Lutero, K. Barth) y han retroproyectado este desafío a la figura de Pablo. Ahora bien, existe el peligro de anacronismo en tal retroproyección; por ejemplo, como ha señalado K. Stendhal, la lucha personal de Lutero con la culpa y el pecado no puede ser utilizada para interpretar las ideas de Pablo en su pasado precristiano (The Apostle Paul and the Introspective Conscience of the West (1963). The Harvard Theological Review 56 (3): 199-215)».
  236. Brown (2002). Introducción al Nuevo Testamento, II, pp. 578-579: «Gálatas 2, 9 presenta a Santiago, Cefas (Pedro) y Juan dando su mano derecha al Apóstol en señal de comunión, y en 1 Corintios 15, 3-11 vemos que Pablo se une a Cefas, los Doce, Santiago y a todos los apóstoles en una predicación y fe comunes. Podemos preguntarnos, pues, si la percepción de una cierta armonía entre Pedro y Pablo (Hechos, Primera epístola de Clemente 5, 2-5) y si la benevolente expresión de los problemas entre ambos (2 Pedro 3, 15-16) en obras posteriores es simplemente una domesticación del Apóstol o si se conserva con ello la perspectiva de que Pablo no estaba hostilmente aislado».
  237. Theissen (2002). La religión de los primeros cristianos, p. 320: «Habida cuenta de que la Segunda carta de Pedro presupone ya una buena parte del canon neotestamentario, es posible que estuviera relacionada de cerca con la formación del canon. […] A pesar de la distancia que guarda frente a ellas (es decir, frente a las cartas paulinas), la Segunda carta de Pedro no trata de excluir del canon las cartas del "querido hermano Pablo"».
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  252. Vidal García (2007). Pablo. De Tarso a Roma, p. 207: «El paulinismo no acabó con la muerte de Pablo. La herencia paulina continuó con las comunidades surgidas de la misión de Pablo y sus colaboradores. De la conservación y ulterior cultivo de esa herencia se encargó, ante todo, la "escuela" paulina posterior a la muerte de Pablo, que fue la heredera de la escuela formada en torno a Pablo durante su vida».
  253. Brown (2002). Introducción al Nuevo Testamento, II, p. 863: «Pablo fue un hombre de una gran intensidad y de un amplio espectro de emociones».
  254. Bornkamm (2002). Pablo de Tarso, p. 222: «[…] la pasión y la vehemencia con que Pablo, en pasajes especialmente intensos […], intenta apasionadamente recuperar a las comunidades que casi han sido ganadas por la agitación enemiga. En vez de una superioridad impasible Pablo pone en juego todos los demás registros: dolor que llega hasta las lágrimas, la ira y la indignación, las quejas […] pero también encontramos explosiones emocionales de su corazón con las que busca reconquistar a los que están amenazados o han sido seducidos».
  255. Fernández, Víctor Manuel (2009). Pablo apasionado. De Tarso hasta su plenitud. Buenos Aires: Ediciones Paulinas. p. 5. ISBN 978-950-861-485-8. «Toda la vida de san Pablo fue una gran pasión. Lo fue por sus sufrimientos, por su entusiasmo, por su amor a Cristo, por su compromiso con la gente.» 
  256. Brown (2002). Introducción al Nuevo Testamento, II, p. 863: Brown comparó además los evangelios y las cartas paulinas con los manuscritos del Mar Muerto por él estudiados, para ver la cantidad de nombres propios que aparecen en ellos y señaló la diferencia: «En todo el conjunto de los manuscritos del Mar Muerto parece que no tenemos ni un solo nombre de los miembros de la comunidad, ni siquiera el de su fundador. Tanto en lo estricto como en el amplio sentido de la palabra, el evangelio se había "encarnado" en individuos».
  257. Vidal García (2007). Pablo. De Tarso a Roma, p. 127: «Es posible que hacia el final de su encarcelamiento (en Éfeso) Pablo fuera condenado a la pena capital, ya que en ese momento contó con su muerte segura (2 Corintios 1, 8-9). Pero en esa difícil situación es liberado gracias a una arriesgada intervención de Prisca y Aquila (Romanos 16, 3-4)».
  258. Brown (2002). Introducción al Nuevo Testamento, II, p. 595: «[…] no debemos pasar por alto el homenaje extraordinario a Pablo que significa el haberle dedicado la mitad de la larga descripción de la expansión del cristianismo que alberga su libro (los Hechos de los Apóstoles). Fuera o no importante el Apóstol en la estima de los cristianos no paulinos, los Hechos han colocado a Pablo junto con Pedro […]».
  259. Penna (2000). Pablo, p. 1808: «Las siete cartas que hoy la crítica reconoce como auténticas […]»
  260. Bornkamm (2002). Pablo de Tarso, p. 303: «Dada la situación actual de la investigación la autenticidad de las cartas paulinas […] no necesita ninguna demostración».
  261. Vidal García (2007). Pablo. De Tarso a Roma, p. 12: «(Pablo) se trata del único personaje del cristianismo naciente cuyos escritos se nos han conservado».
  262. Rivas, Luis H. (2010). «Pablo». Diccionario para el estudio de la Biblia. Buenos Aires: Editorial Amico. pp. 132-134. ISBN 978-987-25195-1-3. «[…] es ampliamente admitido […]». 
  263. Brown (2002). Introducción al Nuevo Testamento, II Su autenticidad «no se disputa seriamente».
  264. Vidal García (2007). Pablo. De Tarso a Roma, p. 12: «Sus cartas auténticas, todas ellas escritas al ritmo de la problemática misional, surgieron entre los años 50 y 55, es decir, entre veinte y veinticinco años después de la muerte de Jesús. Son, así, los únicos escritos que se conservan de la primera generación cristiana. Y, de este modo, representan los documentos clave y absolutamente imprescindibles para la reconstrucción del movimiento cristiano más antiguo».
  265. Brown (2002). Introducción al Nuevo Testamento, II, p. 593: «Ningún otro seguidor de Jesús en la época del NT dejó un testimonio escrito comparable al del Apóstol. Ciertamente, Lucas/Hechos (unas 37800 palabras) son más extensos que las […] cartas atribuidas a Pablo […]; pero apenas conocemos nada de Lucas como autor, mientras que la personalidad de Pablo destaca en sus cartas».
  266. Vidal García (2007). Pablo. De Tarso a Roma, pp. 207-208: «Pablo no contó, al parecer, con la permanencia de sus cartas, que tenían la función inmediata de solucionar la problemática de una situación concreta. Pero es explicable que las comunidades a las que estaban dirigidas las conservaran con cuidado, ya que, al tratarse de cartas escritas por el emisario fundador de aquéllas, tenían un carácter especial de autoridad. Su proclamación pública en las asambleas, probablemente durante el simposio conclusivo de la cena del Señor, se siguió repitiendo sin duda con alguna frecuencia. Pronto tuvo que producirse también un intercambio de cartas entre las comunidades paulinas cercanas, al estilo del indicado por la noticia de Col 4,16. Las cartas iban adquiriendo así un carácter de universalidad, por encima de la situación concreta de su origen».
  267. Vidal García (2007). Pablo. De Tarso a Roma, p. 208: «Podemos suponer, pues, que después de la muerte de Pablo fueron surgiendo pequeñas colecciones de sus cartas en algunas comunidades. Del sucesivo intercambio de dicha cartas surgió una colección ecuménica para todas las comunidades paulinas, probablemente hacia el final del siglo I. Varios testimonios de ese tiempo, finales del siglo I y comienzos del siglo II (I Clemente, Ignacio de Antioquía, 2 Pedro 3, 15-16), muestran la existencia entonces de una colección de cartas paulinas».
  268. Brown (2002). Introducción al Nuevo Testamento, II Raymond Brown señala que el 80-90 % de la crítica considera pseudónimas la Epístola a Tito (página 828), la Primera epístola de Timoteo (página 844) y la Segunda epístola a Timoteo (página 868). También señala que el 80 % más o menos de la crítica considera pseudónima la Epístola a los efesios (página 804), el 60 % de la crítica considera pseudónima la Epístola a los colosenses (página 778), y aproximadamente el 50 % de la crítica considera pseudónima la Segunda epístola a los tesalonicenses (página 766), aunque esa opinión va en aumento.
  269. Vidal García (2007). Pablo. De Tarso a Roma, p. 209: «Se trata, sin duda, de escritos pseudoepigráficos, en los que sus autores se presentan como «Pablo», dando a entender así que recurren a la autoridad de la tradición paulina; pero tanto su vocabulario y estilo como su concepción demuestran que ellos no son el Pablo auténtico».
  270. Brown (2002). Introducción al Nuevo Testamento, II «Un tributo mayor a la persona de Pablo procede de aquellos discípulos que compusieron en su nombre la literatura deuteropaulina».
  271. Penna (2000). Pablo, p. 1811: «Precisamente la pseudoepigrafía testimonia el gran prestigio y la permanente vitalidad del Apóstol y de su pensamiento, a cuya autoridad apela en momentos y situaciones difíciles».
  272. Vidal García (2007). Pablo. De Tarso a Roma, p. 207: «Fueron los maestros de esa escuela paulina los que recopilaron las cartas de Pablo en una colección, para el uso de las comunidades paulinas, y también los que alargaron esa colección con algunas glosas de comentario e incluso con nuevos escritos en forma de carta, para actualizar así la tradición del maestro a la situación presente de las comunidades».
  273. de la Serna, Eduardo (enero-junio de 2008). «Aproximación a la teología paulina». Theologica Xaveriana 58 (165): 51-85. ISSN 0120-3649. 
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  275. Bornkamm (2002). Pablo de Tarso, pp. 165-166: Bornkamm expresó: «[…] está fuera de duda el que Pablo interpreta y desarrolla el mensaje de Cristo como mensaje de la justificación sólo por la fe. Esta doctrina, lejos de ser un patrimonio común de la primitiva comunidad cristiana, es una aportación específicamente paulina. En ningún otro sitio ha sido desarrollada, reflexionada, elaborada y expresada la fe en Cristo -que une a Pablo con todo el resto de la primitiva cristiandad- en la dirección de esa doctrina. Esta, no sólo ha puesto a Pablo de la parte de los enemigos mortales del judaísmo, sino que incluso le ha llevado al descrédito en la cristiandad de su tiempo y le ha hecho raro y extraño. Y sin embargo, por medio de esta dodrina se ha convertido en el apóstol de los pueblos, y no sólo ha sacado adelante el cristianismo fuera del judaísmo, sino que por primera vez ha fundamentado con rigor teológico la unidad de judíos y gentiles en la iglesia».
  276. Brown (2002). Introducción al Nuevo Testamento, II, p. 581.
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  287. Brown (2002). Introducción al Nuevo Testamento, II, p. 580: «Todas estas propuestas tienen su parte de verdad, con tal de que caigamos en la cuenta de que se trata de juicios analíticos y de que probablemente Pablo nunca pensó en “el centro de su teología”. Él habló de su "evangelio" y el cristocentrismo es lo más cercano a ello (cf. Romanos 1, 3-4; Romanos 4, 24-25)».
  288. Mario De Gasperín, San Pablo en el arte
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Bibliografía

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Enlaces externos

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