Limazo
El Limazo o el Febrerazo, son los nombres con los que se conoce a una huelga policial ocurrida en la ciudad de Lima que inició el lunes 3 de febrero de 1975, y produjo una serie de revueltas y desmanes que fueron reprimidas violentamente por las fuerzas armadas el miércoles 5 de febrero.[1][2][3]
Limazo | ||||
---|---|---|---|---|
Parte de Gobierno Revolucionario de la Fuerza Armada | ||||
El Ejército del Perú patrulla las calles el 5 de febrero de 1975. | ||||
Fecha | 5 de febrero de 1975 | |||
Lugar | Lima , Perú | |||
Conflicto | Varias huelgas policiales y civiles contra el gobierno provocan saqueos e incendios en Lima. Las fuerzas armadas reprimen a los rebeldes y huelguistas con violencia y recuperan el control de la ciudad. | |||
Resultado | Victoria del Ejército del Perú | |||
Beligerantes | ||||
| ||||
Comandantes | ||||
| ||||
Bajas | ||||
| ||||
El caos y desgobierno ocasionados por la insurrección trajeron como consecuencia el agravamiento de la crisis política que enfrentaba el gobierno de Juan Velasco Alvarado, el cual sería depuesto por un golpe de Estado en agosto de 1975, finalizando así la primera fase del gobierno militar.
Antecedentes
editarEl Gobierno Revolucionario de la Fuerza Armada (implantado en el Perú el 3 de octubre de 1968), a lo largo de 6 años había producido una serie de reformas, en su mayoría de carácter nacionalista y de izquierda. Una de ellas, orientada a los medios de comunicación, implicó la expropiación de medios. Las televisoras y las radios fueron expropiadas en noviembre de 1971 y, en la medianoche del viernes 26 al sábado 27 de julio de 1974, fueron ocupadas las sedes de los últimos diarios limeños que aún mantenían su autonomía: La Prensa (de propiedad de Pedro G. Beltrán), Última Hora (vespertino que se imprimía en los mismos talleres de La Prensa), El Comercio (de propiedad de la familia Miró Quesada), Correo y Ojo (de propiedad del empresario pesquero Luis Banchero Rossi). Como consecuencia de las expropiaciones, por primera vez en las calles de Lima surgieron manifestaciones contra el gobierno. Los días 28 al 30 de julio, en el distrito de Miraflores, se organizó una protesta en las calles y plazas limeñas. Como respuesta, más de 400 civiles fueron detenidos y la propaganda del gobierno se limitó a ridiculizar la protesta, calificándola de “pituca” u “oligárquica”.
La huelga policial del 5 de febrero de 1975
editarEl descontento popular alcanzó también a los miembros de las Fuerzas Policiales,[4] mayoritariamente procedente de sectores populares y medios bajos, los cuales se sentían postergados por las fuerzas militares, quienes los consideraban como “fuerzas auxiliares” y, además, no contaban con representación alguna en los organismos de gobierno. Otras causas del descontento policial eran sus bajos sueldos y su protesta al maltrato sufrido por un subalterno de la Guardia Civil al quien el Jefe de la Casa Militar, General EP Enrique Ibáñez Burga, insultó y abofeteó públicamente por incumplir sus órdenes de no permitir que los periodistas se acercasen al vehículo del Presidente.[5]
La manifestación policial empezó el sábado 1 de febrero de 1975, y al día siguiente se extendió de comisaría en comisaría, conformándose una comisión representativa que se instaló en la sede de Radio Patrulla, en la avenida 28 de Julio del distrito de La Victoria. Los policías amenazaron con una huelga total de no atenderse sus reclamos; al fracasar las negociaciones, consumaron la amenaza y el miércoles 5 Lima quedó completamente desguarnecida.
Hacia la madrugada del miércoles 5 de febrero, unidades blindadas del Ejército sitiaron la manzana que ocupa Radio Patrulla, llegaron lanzando disparos de fusil al aire con un sonido ensordecedor; a las cuatro de la madrugada un tanque soviético derribo la puerta principal de la 29 Comandancia de la Av. Bolivar que había sido reforzado con un patrullero, el vehículo blindado ingreso parcialmente e inmediatamente se abrió la cupula del comandante y por ahí emergio la figura del jefe del batallón de tanques y mediante un megafono se dirigió a los policías que llenaban la esplanada, dijo que el supremo gobierno dispone el levantamiento de la huelga y la evacuación del cuartel policial. El comandante al final dijo: "tienen 5 minutos para abandonar este local". Se produjo una división de propuestas, unos "vamos a tomar las iglesias", otros "que nadie se mueva y cantemos el himno nacional". Todos de pie, sono "Somos Libres seamos lo siempre...", en ese instante se escucho el ingreso de un disparo de fusil que hirio la costilla izquierda del abanderado. Esto precipito el desbande y todos pugnaron por salir apretujados por los costados del tanque; algunos saliendo siguieron escapando por los techos con la ayuda de sus propietarios y la mayoría fue capturada por personal del ejército y concentrados en la calle Obreros frente a la unidad policial, donde les hicieron formar filas y columnas por oficiales militares; nuevamente se hizo presente el comandante de blindados para comunicar a los detenidos que serán conducidos a cuarteles militares respetando sus derechos humanos. Los detenidos luego de ser interrogados salieron en libertad y se iban reincorporando a sus respectivas unidades en pocos días; solo se identitico a un cabecilla el Sargento Segundo Julio Cortegana, a quien se paso al retiro.
Durante años se publicaron muchos estudios de la huelga policial de febrero de 1975, pero ninguno a probado la existencia de huelguistas policiales muertos.
Después de la intervención militar en Radio Patrulla, ese 5 de febrero en la mañana, se difundió el falso rumor de la muerte de 200 policías huelguistas; entonces se solivianto el animo de la población y fue aprovechada por elementos de mal vivir y por políticos contrarios al gobierno como el ARE (Alianza Revolucionaria Estudiantil) agrupación de estudiantes Apristas de la Universidad Villareal que de manera enardecida salieron de su local central con dirección al centro de Lima. Lima se sumergio en caos y violencia. El gobierno demoro a sacar a los militares a cuidar la ciudad ante la ausencia de la policía. Se produjeron saqueos, incendios en Lima, Breña y la Victoria. Ante la gravedad el gobierno decreto el estado de sitio y saco a los soldados para reprimir la asonada. Por la noche el gobierno informaba de 86 civiles fallecidos, más de 100 detenidos y muchos heridos; ningún policía. En las calles de Lima la situación era de incertidumbre. La población temía salir de sus casas, pero poco a poco la falta de control producto de la huelga motivó a grupos criminales y opositores al régimen a formar turbas vandálicas que se dedicaron exclusivamente al saqueo y a provocar incendios.[6] Las turbas recorrieron la ciudad e incendiaron el Casino Militar (situado en la Plaza San Martín), el local del diario Correo y el Centro Cívico (donde se hallaban las oficinas del SINAMOS). Estos ataques, al parecer, estuvieron encabezados por estudiantes apristas que intentaban dirigir los saqueos sobre edificios del gobierno. Los vándalos se dirigieron a continuación hacia la sede del diario Expreso, pero sus trabajadores bloquearon las entradas con enormes bobinas de papel y se defendieron. Paralelamente en el resto de la ciudad se producían saqueos de tiendas y supermercados.
Desde Palacio de Gobierno se ordenó la salida de las tropas de la II Región Militar, con sede en Lima, a cargo del general Leonidas Rodríguez Figueroa. Las tropas, montadas en tanques, tanquetas y hasta helicópteros, salieron a mediodía y reprimieron a sangre y fuego a los saqueadores. Asimismo, mediante comunicado oficial, el gobierno suspendió las garantías constitucionales y declaró el toque de queda a partir de las 6 de la tarde. El día 6 se dispuso que el toque de queda fuese a las 8 p. m. Más adelante fue a las 10 p. m., y, finalmente, a medianoche, pero pasó algún tiempo sin que pudiera retirarse definitivamente.
Consecuencias
editarEl saldo oficial fue de 86 muertos, 1550 heridos, 1.012 detenidos y 53 policías enjuiciados.[7]
El gobierno acusó oficialmente a la CIA y al Partido Aprista de alentar los disturbios y protestas. Una caricatura publicada en el diario Correo representó a Víctor Raúl Haya de la Torre (líder del APRA) rodeado de matones incendiarios, con la leyenda: “Solo el Apra quemará al Perú” (parafraseando el lema aprista de “Solo el Apra salvará al Perú”).
Por primera vez en los seis años de régimen militar se producía una situación de descontrol social en Lima. Estas ya se habían presentado en el interior del país, en Ayacucho (1969), en el centro minero de Cobriza (1971) o en Andahuaylas (1974). En un artículo del periodista Enrique Zileri afirmaría que esto sería "la condena de muerte del velascato".[8] El “Limazo” mostró la pérdida de la legitimidad que los militares habían conseguido con las reformas. Ello puso en debate ya no sólo el problema del recambio del general Velasco, sino también el de la búsqueda de salidas políticas que mantuvieran la unidad institucional de las Fuerzas Armadas; pero, sobre todo, el gobierno quería reforzar su relación con las organizaciones populares mediante la creación de un partido político. El 25 de febrero el gobierno publicó las “Bases ideológicas de la revolución peruana” y en julio se anunció la formación de la Organización Política de la Revolución Peruana (OPRP), que no tendría éxito.
Este año 1975 se habló sobre la inminencia de una declaratoria de guerra a Chile, dándose como fecha, según rumores, los primeros días de agosto en conmemoración de la batalla de Junín. No se cumplieron tales previstos y la situación se tornó ya definitivamente insostenible, pues el desempleo y el costo de vida subían constantemente mientras la inflación llegaba al 24 % ante la falta de inversiones producto de la inseguridad. Por último, el 29 de agosto se produjo un golpe de Estado desde Tacna dirigido por el general Francisco Morales Bermúdez, exministro de Hacienda del régimen, que destituyó a Velasco e inició la llamada Segunda fase del Gobierno Revolucionario de la Fuerza Armada.
Referencias
editar- ↑ Claros, Francisco. «¿Cómo fue el ‘Limazo’, la huelga de policías de 1975 que propició la caída de Juan Velasco Alvarado?». larepublica.pe. Consultado el 24 de enero de 2023.
- ↑ Panfichi, Aldo (1 de diciembre de 1983). «La crisis y las multitudes: Lima, 5 de febrero de 1975». Debates en Sociología (9): 31-63. ISSN 2304-4284. Consultado el 24 de enero de 2023.
- ↑ Valladares Quijano, Manuel (11 de junio de 2014). «5 de febrero: huelga policial, saqueos e incendios en Lima». Investigaciones Sociales 9 (14): 411-422. ISSN 1818-4758. doi:10.15381/is.v9i14.8341. Consultado el 24 de enero de 2023.
- ↑ La policía peruana estaba dividida entonces en tres ramas independientes: Guardia Civil (GC), Policía de Investigaciones (PIP) y Guardia Republicana (GR). De las tres, la primera era la más antigua y contaba con el mayor número de integrantes y el mayor presupuesto. 13 Años después, en 1988 y bajo el primer gobierno de Alan García Pérez , se unificó los tres cuerpos policiales en una sola institución, la Policía Nacional del Perú (PNP).
- ↑ «HACE 40 AÑOS EL MALTRATO FÍSICO Y VERBAL A UN SUBALTERNO DE LA GUARDIA CIVIL DETONÓ LA PEOR HUELGA POLICIAL DEL PAÍS». Útero.pe.
- ↑ «5 de febrero: El “Limazo” que acabó con el régimen de Velasco». La Razón.
- ↑ Datos de Aldo Panfichi y Dirk Kruijt, citados en El Perú Contemporáneo, de Ricardo Portocarrero Grados, incluido en Historia del Perú, pág. 1105. Lexus Editores, Lima, 2000. ISBN 9972-625-35-4
- ↑ Un testimonio más cercano es del afamado periodista peruano Enrique Zileri. El mismo que fue publicado 26 años después del suceso que fue calificado como el día que estalló la capital del Perú, por la revista Caretas del jueves 3 de febrero del 2000. Ver Enlace Externo.
Bibliografía
editar- El Siglo XX de El Comercio. 1970-1979. Plaza & Janés Editores S.A. Edición de Perú, 2000. Impreso en los talleres de Empresa Editora El Comercio S.A. ISBN 9972-617-21-1
- Guerra, Margarita: Historia General del Perú. Tomo XII. La República contemporánea (1919-1950). Primera Edición. Editorial Milla Batres. Lima, Perú, 1984. ISBN 84-499-4818-5
- Portocarrero Grados, Ricardo: El Perú Contemporáneo. Incluido en Historia del Perú. Lima, Lexus Editores, 2000. ISBN 9972-625-35-4