No tienes que ser mejor, tienes que dirigir la orquesta

Me he pasado toda mi carrera profesional escondiendo un secreto. Un secreto superdoloroso que no me dejaba dormir por las noches, que me distraía en reuniones y me limitaba mucho a la hora de tomar decisiones. Mi secreto era que en el fondo no era tan buena como parecía y vivía esperando a que los demás por fin se dieran cuenta. Pensé que se habían equivocado la primera vez que un inversor confió en mi proyecto y cada vez que facture y conseguí millones. Pensé que se habían equivocado cuando me eligieron presidenta de la Asociación Española de Startups y cada vez que me hacían un reportaje en prensa. Cada vez que alguien me decía que me admiraba, yo pensaba "si tú supieras, si tú supieras que soy un fraude y algún día todos os vais a dar cuenta". ¿Sabes cómo lo desactivé? Cuando tuve la oportunidad de conocer a personas a las que admiraba muchísimo y me confesaron que sufrían también por un secreto igual que el mío. El síndrome del impostor es mucho, mucho más común de lo que puede…