Las dos opciones que tienes ante alguien difícil

Cuando das con una persona difícil, solo tienes dos opciones: cambiar lo que haces tú o cambiar lo que hace ella. Es decir, modificar cómo manejas la situación (dando por hecho que la otra persona no va a cambiar) o bien hacer que cambie. Un ejemplo: si alguien siempre entra en casa con las botas manchadas de barro, la primera opción es tener un felpudo en la puerta, y en la entrada, una alfombra fácil de limpiar. La segunda opción es acostumbrarlo a que deje el calzado fuera, con la ayuda de un incentivo o con un castigo cuando no lo haga. Puedes regalarle unas zapatillas, por ejemplo. En el trabajo, si alguien no hace su parte del proyecto, la primera opción es que tú te encargues de completar su trabajo, para concluir el proyecto a tiempo, y evitar trabajar con esa persona la próxima vez. La segunda opción es hablar con tu compañero para que sea más responsable. A largo plazo, es la opción más apropiada, por el bien de la organización y por el suyo propio, pero es la más complicada. A veces, no queda otra que tratar de vivir con ello. Por ejemplo, si la persona difícil es la que está al mando, o si de verdad es incapaz de cambiar. Si siempre tiene problemas con la computadora, quizá no esté capacitada para aprender a resolverlo sola. También, en una reunión, no tendrás tiempo de cambiar su comportamiento. Es el caso del trabajo de cara al público: cada cliente es una nueva interacción, y será difícil que cambie, así que lo mejor es adquirir técnicas para manejar bien la situación. Otras veces, tolerar un mal hábito no te molesta, porque la persona en general merece la pena. Yo toco con un guitarrista que es increíble, pero puede ser difícil como persona. Sin embargo, creo que la relación que tenemos vale la pena. Por cierto, antes de comentar la segunda opción (cambiar a la otra persona), me gustaría recalcar que tolerar la mala conducta de alguien no quiere decir que seas débil. Quizá no vale la pena cambiar a todo el mundo. Será más fácil, para ti y para tus amistades o compañeros, que dejes que sean como son. De hecho, requiere mucha fortaleza ser capaz de valorar si de verdad es importante, estar por encima e ignorarlo. Ahora bien, hay veces en que de verdad tienes que hacer algo. Una vez visité una casa en venta, para ver si comprarla. El perro de la vendedora nos perseguía por toda la casa, ladrándome, y en todas las habitaciones había excrementos. Justo antes de acabar la visita, pisé uno. La vendedora se enojó «¡Mira cómo ha quedado la alfombra, ahora tienes que pagarme!» Cuando le repliqué «¿Pero por qué hay excrementos?», respondió que el perro era imposible de entrenar, así que esperaba a que sus necesidades se secasen, y luego las quitaba con una pala. No sé tú, pero yo creo que a ese perro sí se le puede entrenar, y hay que hacerlo ya. El caso es que hay muchas personas así: si las dejas hacer lo que quieren, no van a cambiar nunca. Fíjate en este diagrama para estudiar las opciones que tienes. Uno, ¿vas a dejar que la persona problemática siga así y cambiar tu reacción ante su conducta? ¿O vas a hacer que cambie? Dos, si te decantas por la primera opción, ¿vas a cambiar tu modo de pensar? ¿o cambiarás tus actos? Por ejemplo, alguien llega tarde siempre. ¿Vas a decidir que no te moleste lo que consideras una falta de respeto? ¿Es tan importante? ¿O vas a actuar para que deje de ser un problema? Puedes llevarte a la reunión alguna tarea para ir avanzando mientras tu compañero no llega; puedes convocar la reunión en tu oficina, y así sigues haciendo tu trabajo; o en la suya, para que en cuanto llegues, deje de hacer otras cosas. Por ahora nos vamos a quedar con esta parte del diagrama. Ahora quiero que te detengas a pensar si es pertinente o no cambiar a las personas difíciles de tu entorno. ¿Te sería más fácil encontrar una forma de adaptarte a ellas, siendo más flexible con su conducta o encontrando la forma de que esa conducta no te afecte? ¿O esas personas llevan demasiado tiempo comportándose así y debes contribuir a que cambien?