Esta es mi despedida de Apple después de 15 años. Así me ahorro escribir otra un día como el de hoy.
Lo sé, mi fama de fantasioso y de cuentacuentos me precede, pero esta historia que os voy a contar es rigurosamente cierta, lo juro sobre la cabeza de mis hijos. Hace casi exactamente quince años recibí la llamada de un recruiter de Apple que me informaba de que había sido elegido para llevar la dirección creativa de la marca en España, primero como externo y poco después como empleado. Fue un momento de felicidad máxima y, ya me conocéis, lloré a mares de la emoción. Para calmarme, al atardecer, salí a dar un paseo por el que entonces era mi barrio, Gràcia, en Barcelona. Ya casi de vuelta a casa, en un contenedor de basura, me encontré nada menos que una colección completa de libros de aventuras que alguien había tirado. Yo no creo en señales divinas ni soy supersticioso, pero sentí que tenía que coger aquellas docenas de libros y llevármelos a casa. Ese día iniciaba mi carrera en Apple y ese día entraron en mi vida las más grandes aventuras que se pueden soñar, ese tipo de aventuras que pueden cambiar el mundo. ¿Coincidencia? Durante todos estos años he encontrado entre emails, noches de trabajo, pasillos, bandejas de cilantro con tofu, y reuniones interminables, héroes y heroínas de carne y hueso que poco a poco he llegado a confundir y mezclar con aquellos que inventaron Julio Verne, Stevenson o Walter Scott. Soñadores, nobles, inquietos, irreverentes, contradictorios, siempre generosos con sus dones. Es cierto, es así, todo el mundo siempre dice lo mismo y todos siempre tienen razón: lo mejor de Apple son las personas, sus héroes. Yo los encontré una tarde cualquiera hace tres lustros y me van a acompañar el resto de mi vida. Afortunado yo. Es tiempo de irme a dar otro paseo, a husmear en otros contenedores de basura, nunca sabes dónde vas a encontrar un tesoro. Ya sabréis dónde encontrarme, para eso sois héroes. Gracias y hasta siempre.