Enfriar un procesador no es una tarea sencilla, ya que implica varios desafíos. El diseño térmico debe equilibrar el rendimiento, la potencia, los objetivos de temperatura y las limitaciones físicas. La gestión térmica debe optimizar la eficiencia y el rendimiento de la refrigeración, así como el ruido y el consumo de energía. El monitoreo térmico debe proporcionar información y ajustes precisos y oportunos, al tiempo que evita el sobrecalentamiento y los daños. Implica el diseño del procesador y sus componentes, como la matriz, el paquete, el disipador de calor y el material de la interfaz térmica. También implica la gestión del procesador y su sistema de refrigeración, como la velocidad del ventilador, la velocidad de la bomba, el voltaje y la frecuencia. Por último, incluye la supervisión del procesador y su sistema de refrigeración, como sensores de temperatura, controladores de ventiladores, herramientas de software e indicadores.