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Language:
Español
Stats:
Published:
2016-06-17
Completed:
2021-06-14
Words:
40,352
Chapters:
13/13
Comments:
115
Kudos:
308
Bookmarks:
9
Hits:
3,176

Cuestión de prioridades

Chapter 12

Notes:

...Y aunque sé de sobra que no tengo perdón de Dios, aquí estoy de nuevo con un nuevo capítulo de una historia que quizá muchos ya hayan olvidado porque, joder, llevo lo mío sin actualizar... (A mí o me odias o me amas, no hay término medio). La cuestión era que me iba a quedar un capítulo solo para dar fin a este fic pero... sorpresa, al final serán dos xD

Tampoco tengo excusa para haberme demorado tanto; solo la vida, por encima. Eso y otros tres Drarrys nuevos que nunca debí de haber empezado sin haber terminado las historias que tengo inconclusas aquí, que se han adueñado de toda la inspiración y me han tenido distraída bastante tiempo (y que tarde o temprano publicaré porque, hey, al menos que tanta tardanza haya servido para algo, ¿no? *mira en derredor porque no sabe dónde esconderse*).

En fin, sin más dilación aquí dejo el capítulo y espero, de corazón, que os guste. Mil perdones <3

(See the end of the chapter for more notes.)

Chapter Text

- Buenos días, Draco.

- Buenos días, Potter.

Como cada mañana desde hace tres meses, constató Draco. Pese a la extraña confesión del moreno auror en la porra que continuaba amenazante en el tablón de anuncios, el comportamiento de este para con él no había variado en absoluto. Dos días después de aquello, seguía saludando cortésmente a Draco a su llegada al cuartel como si nada hubiese ocurrido. Tras el breve intercambio de palabras, el rubio auror dejaba su abrigo apropiadamente colgando del perchero y se dirigía a su mesa tras cerciorarse de que la de Miranda, su actual binomio, seguía convenientemente vacía. La expresión de Draco se ensombrecía un poco entonces; con Potter todo era mucho más sencillo, pues usualmente era él quien iniciaba la mierda de papeleo que el slytherin tanto detestaba.

Así que, lógicamente, Draco frunció el ceño al encontrar un pergamino doblado por la mitad sobre su escritorio. Miró en derredor, pero allí dentro solo estaban Potter y Johnson, concienzudamente inmersos en sus respectivos reportes, él y cinco de sus más madrugadores colegas. Por lo que rápidamente dedujo que no era posible que aquel pergamino perteneciese a Miranda quien, movida por una intención nada convencional en ella, le hubiese dado por al menos esbozar las primeras líneas del informe de la misión que tuvieron la tarde anterior.

Bueno, convino Draco, quizá estuviese en el baño. Y aquel sin duda era un comienzo prometedor así que, más animado que cuando había entrado, ocupó su silla y desdobló la nota. 

Un león acorralando a una… ¿su cerebro tenía que interpretar que eso era una pitón albina? después, Draco salió de su estado de estupor y giró la cabeza hacia atrás, buscando al culpable que había provocado que su corazón diese un pequeño vuelco. Traidor, le recordó a su órgano principal, mientras sus ojos grises chocaban contra otro inesperado secreter vacío.

Pero ¿dónde…?

- Ten cuidado, todo apunta a que me he pasado con el hechizo calorífico. 

No debería haber brincado, pero Potter le había pillado desprevenido, indefenso de barreras y coraza, cuando le ofreció café recién hecho con una de las sonrisas más bonitas que Draco hubiese visto nunca. 

- Deberías mejorar tus dotes de dibujo a mano alzada, ¿sabes? -comentó Draco intentando recomponerse. Pese a todo agradeció de buena gana la taza que su excompañero le brindaba y a la que dio un tentativo sorbo. Curiosamente, no quemaba tanto como el gryffindor había vaticinado- No sé si la serpiente es una pitón o una culebra.

Lo que Draco no sabía es que Potter tenía dos comentarios mordaces para su poco estudiada respuesta, pero que afortunadamente solo se decantó por avergonzarle con uno de ellos:

- Cuando la vea te aseguro que podré dibujarla con mayor precisión. Chin-chin -agregó relajadamente, chocando su taza con la del rubio auror antes de darle un primer trago.

- Ja, ja. Me parto con tus ocurrencias -ironizó el slytherin mientras se preguntaba cuándo coño habían intercambiado los papeles aquí. Tú tienes ingenio de sobra para haber replicado algo mucho inteligente, imbécil, le dio tiempo a reprenderse también, castigándose a sí mismo.

- Sé que solo estamos a jueves, pero… ¿te apetecería tomar una en ese pub irlandés al que solíamos ir? -antes de Anna Beaumont, habría jurado Draco que continuaba la pregunta-. Tú, yo y dos irlandesas. Cervezas, quiero decir. Porque quiero que solo te emociones por mí.

Otro latido, más fuerte esta vez.

Aunque Draco inventó una excusa barata para declinar caballerosamente el ofrecimiento de Potter, algo entre ellos cambió definitivamente aquel día. De hecho, los próximos memos que le sucedieron también incluyeron escabrosos dibujos animados siempre relacionados con un león -con enormes aptitudes, cabía resaltar- y una serpiente que el rubio auror seguía sin poder clasificar. 

Pero Draco empezó a encontrarlo gracioso, porque Potter era un nefasto dibujante -“Tengo usos más interesantes para hacer a mano alzada, Draco, si sabes a lo que me refiero”- y él un crítico nato con mucha acidez verbal -“Has dibujado al león con cinco patas, idiota… Oh”- que por alguna razón continuaba brillando por su ausencia en presencia de su interlocutor, quien a su vez no dejaba de mirarlo con una sonrisa torcida y más malas intenciones que un hipógrifo ante una inclinación poco acertada.

Finalmente quedaron un día entre semana para tomar algo después del trabajo. Los dos solos. El corazón de Draco latió salvajemente aquella tarde, y es que Potter se estaba mostrando tan abierto y amigable de nuevo que sintió que podría echarse a llorar. Nunca habría imaginado lo mucho que en realidad le había estado echando de menos si no hubiese aceptado esa salida. Ahí fue cuando comprendió que ni Conall le haría olvidar a su moreno excompañero, y que estaría destinado a amarle pese a todo. Así que cuando tras la tercera cerveza Potter le preguntó si podrían recuperar su amistad, Draco no se extrañó al decirle que sí.

Y entonces llegó el 27 de noviembre.

 

*

 

Cuando llamó al timbre y fue Conall O'Brian, un colega del Departamento de Misterios con el que había colaborado en un par de actuaciones, quien le abrió la puerta con cara de adormilado, le entraron unas ganas tremendas de patear cabezas.

- Oh, hola, Potter. ¿Vienes a ver a Draco? -balbuceó con el rostro dominado por el sueño mientras se rascaba los abdominales distraídamente por debajo de la camiseta que, Harry sabía, no era suya- ¿Qué mierda de hora es?

- La hora de que te largues -rumió el auror, hosco, cruzando el umbral sin haber sido invitado y tras asegurarse de haber golpeado el hombro de O'Brian por el camino-. ¿No tienes que ir a trabajar? -preguntó sin poder evitar un deje de retintín, acercándose a la barra americana de la cocina para dejar la bolsa de papel con dulces que había cogido minutos antes en una de las cafeterías habituales a las que iba Draco.

-Merlín, sí -le escuchó murmurar mientras se pasaba ambas manos por la cara, aparentemente despreocupado por el malhumorado tono del auror-. Se me han pegado las sábanas. La noche ha sido movidita, tú ya me entiendes -se atrevió a decirle, desapareciendo por el pasillo rumbo a, seguramente, el dormitorio de Draco.

Quien, por otra parte, al fin decidió honrarle con su presencia en el salón-comedor.

- Potter, no te esperaba -fue todo lo que le dijo, casi sin mirarle, mientras se sentaba frente a él y la barra americana en bóxers y camiseta de manga corta para curiosear lo que el moreno había traído en la bolsa-. Mis favoritos, gracias -sonrió sacando un cruasán a la plancha de jamón york y queso. Miró ligeramente a Harry y arqueó una ceja-. ¿Café?

- Cargado.

Draco asintió, le dio un mordisco al dulce y se dio la vuelta para poner en marcha la cafetera. Harry frunció el ceño cuando, estando el rubio de espaldas, vislumbró marcas de arañazos en la zona de los bíceps. Ese cabrón de O'Brian había tenido que asirse a Draco hasta la catarsis mientras este se lo follaba–. No tenía ni idea de que te estabas acostando con Conall -tuvo que reconocer aún con la mirada fija en sus brazos, digiriendo lo que aquello podría significar para él; para ellos.

- Es buen tío -fue lo único que respondió el otro hombre mientras sacaba dos tazas de uno de los armarios de madera de la cocina-. Eran dos cucharadas de azúcar, ¿no?

- Sí -asintió Harry evaluando ahora las pantorrillas visibles de su excompañero en busca de alguna otra seña sospechosa que le removiera sentimientos bautizados desde hace ya tiempo. No del todo satisfecho con su escrutinio, tragó fuerte mientras echaba otro tímido vistazo hacia la chimenea del salón para cerciorarse de que estaba apagada. Merlín, aquellas llamas siempre habían tenido el poder de relajarle-. ¿Desde cuándo sales con él? -no pudo evitar preguntar.

- Salir es una palabra que abarca ciertos compromisos que todavía ninguno de los dos ha tomado. Nos estamos conociendo. No más de un mes y medio, en todo caso -calculó, de pronto visiblemente incómodo, mientras le pasaba una taza de café a Harry-. ¿Y qué hay de ti? -agregó mirándole a los ojos.

Y aunque parecía que iba en serio con la pregunta, el moreno auror no pudo sino observarle con desconcierto. ¿Cómo que qué hay de él? ¿Es que no había sido lo suficiente transparente hace unos días para curiosidad de todo el cuartel? ¿Los memos que le elaboraba cada mañana ni siquiera le habían dado una ligera pista? El auror era consciente de la cicatriz que tenía en la frente, pero quizá quedara hueco suficiente para tatuarse el nombre de la persona que tenía delante, ya que al parecer aún no estaba siendo ¡demasiado obvio!

- Porque lo de la porra fue divertido, lo reconozco -Harry entrecerró los ojos cuando Draco volvió a hablar, en vista de su silencio-. Miranda me contó que Marcus se llevó tal susto que borró su apuesta para ahorrarse los tres galeones. La verdad que como broma ha estado bien.

Harry no daba crédito. Sin embargo, lo que sin duda le había quedado claro es que el tiempo para recuperar a Draco ya se le había debido de haber pasado. Llevaba más de un mes con ese imbécil de Conall, con quien encima parecía irle bien, y pese al daño que el moreno auror le había ocasionado en el pasado a raíz del caso TopMo, tenían una segunda oportunidad para su amistad. Supuso que tendría que conformarse con eso.

Probablemente, el hecho de que él mismo hubiese demorado casi tres meses en confesarle sus propios sentimientos a Draco, seguramente habría contribuido a que este olvidara lo que Harry sabía que sentía por él. Pero había querido estar bien, sano, estable de nuevo para poder iniciar algo firme y libre de oscuros recuerdos con el hombre que pese a haber sido cruelmente traicionado le había salvado la vida, arriesgando la suya propia, demostrándole lo mucho que le importaba y removiendo cosas raras en el estómago del moreno auror. Cosas que descubrió que ya habían estado ahí antes de que él mismo fuese consciente de ello, en realidad, y que le devolvían a esas confusas noches de discoteca en las que se frotaban como perros en celo. Así que, por todo ello, había seguido yendo religiosamente a terapia, desde la detención de Pemberton hasta la fecha, donde luchaba por despejar la mente y olvidar aquel oscuro sótano que le había mantenido en casa de Ron y Hermione durante bastante tiempo.

Y ahora que había vuelto a coger con fuerza las riendas de su vida y abierto su corazón en canal en el tablón de anuncios de la oficina, Draco únicamente creía que estaba haciéndose el gracioso.

Harry apretó los dientes. De pronto no era solo la cabeza de Conall la que quería patear.

 

*

 

- Dile a Zabini que vamos a ir a 'Heaven’s Door' y que me da igual cómo se ponga. Así podrá aprovechar para arreglar su mierda con ese segurata. Y no, Ron no va a venir. 

Draco afianzó el agarre sobre la mochila de cuero que llevaba asida a un hombro y marcó el botón   del elevador que les conduciría a ambos hasta el Atrio. Convenientemente, ignoró el malhumorado  tono que traía Potter aquella tarde -y que a su juicio venía arrastrando desde hacía casi una semana entera-, para solo dedicarse a cuestionar qué leches se le había perdido al gryffindor en aquella discoteca mágica para querer asistir esta noche de viernes con tanto afán.

- Culos estrechos en los que descargar mi frustración.

Draco recordó que podía hablar cuando se abrieron las puertas del ascensor, dejándoles salir y unirse a esa oleada de funcionarios que, como ellos, ya habían dado por terminada su jornada laboral.

- ¿Culos? -Potter le miró con una sonrisa socarrona.

- Era broma, Draco. Ya sabes que me encanta bromear -y aunque intentó encuadrar el sarcasmo que destilaba esa frase en un contexto, el slytherin fue incapaz de encontrar la referencia. 

- Yo no puedo ir, de todas formas -comentó en su lugar mientras llegaban a las chimeneas que los transportarían a casa-. Conall me ha invitado a cenar -explicó al ver que la mirada de Potter así lo exigía. 

“Pasadlo bien” fue lo último que Draco escuchó y vio de su compañero hasta el domingo, cuando Blaise se Apareció en mitad de su salón con cara de circunstancias. “Creo que… Potter está pasando por un momento difícil. O está en problemas, o le han debido de dar una muy mala noticia”. Draco, repentinamente mudo ante semejante saludo, recuerda solo haber invocado otra cerveza y alentar a su amigo a que se sentara en el sofá.

Esa era la impresión que le había dado a Blaise, y la que del mismo modo se formó en la mente de Draco cuando este le describió las dos noches de desenfreno que había pasado junto al gryffindor durante el fin de semana. Le había visto beber y fumar más -“¿fumar? ¿Pero no lo había dejado?”- que nunca, e incluso había tenido que ir a buscarle al cuarto oscuro hasta en dos ocasiones para librarle de un revolcón con magos sin rostro que, conociéndole, habría lamentado más tarde.

- Joder -se sorprendió Draco dándole un largo trago a su botellín-. Esa actitud no es nada propia de él. Y hemos salido infinidad de veces juntos -luego, por supuesto, le pidió a Blaise que concretase nuevamente el sexo de aquellos quasi amantes para corroborar que, efectivamente, se trataba de hombres-. ¿Qué cojones le pasará?

Blaise le miró fijamente a los ojos:

- Tengo una corazonada. 

 

*

 

Draco había esperado pacientemente toda la semana. Siete días en los que le había dado tiempo a apreciar que alguien había tachado la apuesta de Potter de la porra, puesto que esta no se había materializado, y que a su vez Marcus había vuelto a inscribirse en ella ahora que ‘el peligro’ había pasado. El slytherin chasqueó la lengua por lo interesado de su compañero de oficina al mismo tiempo que su corazón volvía a delatarle con otro pequeño latido de más cuando sus ojos regresaron para trazar el nombre de Harry Potter, el cual aún se entreveía bajo la tinta fresca.

Los memos, nada complicado de adivinar en vista de su humor actual, habían desaparecido, pero Harry seguía trayéndole café -y el día que se le olvidó hacerlo, fue Draco quien se acercó hasta su mesa con una sonrisa que esperaba fuese al menos la mitad de bonita que la que el hombre, no esperándose el gesto, le devolvió a él-. Draco percibió con extrañeza la mirada de agradecimiento que Johnson, sentado al lado del gryffindor, le mandó discretamente entonces. Más tarde le pilló camino al servicio y le confesó que desde hace semanas se le estaba haciendo muy cuesta arriba trabajar con Potter, y que había sopesado la posibilidad de pedir un cambio a Robards.

-…y recuperar a Miranda. ¿Te molestaría?

Pese a que Draco era consciente de que su urdido plan para olvidar al moreno y verle solo como un amigo se le haría mucho más difícil si le recuperaba como binomio, nadie sabía manejar a aquel auror mejor que él. Y Johnson parecía desesperado.

- Vale, habla con Robards. Pero mantenlo en secreto hasta el lunes -pues tanto Potter como él tendrían un ajetreado fin de semana por delante en el que esperaba descubrir sus cartas y ver si estas coincidían con las que Blaise creía que tenía.

Y si era realmente así… Draco suspiró, pasándose una mano por el pelo. Joder, pues no sé. A ver si se le ocurría algo fumando fuera, con el aire frío avivando sus sentidos. Estaba empezando a ponerse nervioso.

 

*

 

Zabini había resuelto finalmente sus desventuras con el guarda de seguridad de la discoteca y ahora estaban acordando verse una vez concluido el turno. Por lo que Harry bebía cerveza solo, sentado en aquel sofá rojo distante, al fondo del local, tratando de dejar la mente en blanco para no pensar en Draco divirtiéndose con O’Brian una noche más. Algún día lo superarás, se aseguró a sí mismo segundos antes de que un hombre ocupara, sin haber sido invitado, un lugar a su lado.

- No he podido quitarte los ojos de encima desde que entraste en ‘Heaven’s’. ¿Me dejarías invitarte a otra cerveza?

Cuando Harry desvió perezosamente sus ojos verdes hacia su nuevo amigo, casi se atraganta al descubrir a un atractivo joven rubio platino de ojos claros. No era Draco, por supuesto, pero si entrecerraba los ojos lo suficiente, la tenue iluminación del club y su propia vista cansada le permitirían fingir que sí lo era. Y como estaba tan desesperado por algo de desahogo, olvido y redención, se convenció de golpe para darle a aquel hombre todo el sexo que este le pidiera aquella noche.

- No va a hacer falta -le respondió con una sonrisa que esperaba fuese lo suficientemente sugestiva, pese a que su propia mente no tuviese especiales ánimos para ser sugerente con nadie-, porque ha sido verte y ya me han entrado ganas de follar. 

Desafortunadamente, antes incluso de que su interlocutor pudiese aceptar la clara invitación con un gesto aún más felino, un segundo hombre se dejó caer al otro lado de Harry, palmeando su muslo izquierdo en el camino para llamar su atención.

- Por Merlín bailando merengue en pelotas, ¿es que no has aprendido nada de verme ligar a mí? Los preliminares son casi la parte más importante de todo el proceso…

La cabeza del moreno auror giró tan rápido que pensó que mañana desarrollaría una tortícolis. La voz era inconfundible y el físico ya no dejaba lugar a dudas. Draco Malfoy estaba ahí, junto a él, sacando un cigarrillo del bolsillo de su pantalón de traje para encenderlo con la varita. Hacía tanto que no se apuntaba a una salida nocturna que se sorprendió enormemente de encontrárselo allí, sobre todo cuando Zabini le había confirmado que pasaría la noche con O’Brian. 

- Tienes que dejar que el otro se lo curre un poco -continuó hablando el rubio auror con el cigarrillo en los labios, listo para la primera calada, mientras guardaba su varita en el bolsillo interior de la americana-. Hazle ver que no eres tan accesible o no querrá repetir.

- En realidad… -trató de articular el hombre al que el slytherin se estaba refiriendo, quien hasta ahora había observado la escena con una mueca de incertidumbre.

- En realidad -le cortó Draco utilizando con énfasis sus mismas palabras y enfocando toda su atención en quien estaba a punto de espantar-, lo estaba haciendo por mí. Porque siempre es mejor que no parezca un chico tan fácil y te canses tú antes de insistir a que yo tenga que cortarte la polla con un diffindo como trates de ponerle un solo dedo encima. ¿Ahora sí entiendes por dónde voy?

Cuando se quedaron solos, Harry maldiciendo a lo más sagrado y Draco fumando despreocupadamente a su lado, este último quiso informarse sobre el paradero de Blaise. “Con el de seguridad; han vuelto. Supongo” fue la mascullada respuesta del moreno auror, aún molesto porque su excompañero hubiese frustrado su probablemente único intento de intimidar con nadie aquella noche. Lo raro es que no se lo haya llevado a la cama… le susurró la voz de su conciencia, rememorando vagamente aquellas otras noches en las que Draco sí había terminado acostándose con todas aquellas personas que habían mostrado predilección por él.

Fuera como fuere, esas historias ya eran agua pasada para Harry. Si Draco le había perdonado su traición a Robards, él también tenía la obligación moral de hacer lo propio con lo ocurrido con sus exnovias. Especialmente desde que la única persona con la que le gustaría iniciar algo serio era precisamente aquel que había logrado que todas sus relaciones anteriores fracasaran. 

- Venga -comentó Draco de pronto, sacándole de sus pensamientos-, vámonos a casa. Te ofrezco un plan de sofá, manta y libro. Y esta vez no puedes frustrar mi intento de ser romántico porque empieza a hacer frío.

Cuando Harry le miró, Draco tenía esa diminuta sonrisa que compartía solo con aquellos a los creía cómplices. Y, de pronto, ahí estaba, ese condenado calorcillo en el estómago. 

Acabaron en el sofá del salón de Draco. Sin libros, solo ellos en silencio, una suave manta de cachemira encima y el crepitar de un fuego encendido justo enfrente. Harry bostezó, dejándose llevar por la paz y la agradable sensación de sentir el cuerpo de Draco pegado al suyo, por lo que, sin ser muy consciente de lo que hacía, apoyó la cabeza sobre el hombro del rubio auror y cerró los ojos, agotado. “Necesitaba esto…” murmuró para sí mismo, pero lo suficientemente alto para que Draco lo escuchara también. 

- Si vas a quedarte dormido, lo ideal sería que lo hicieras en la cama -Harry abrió los ojos de nuevo.

- Me voy, entonces. ¿No? -farfulló como un idiota, abandonando el hombro del slytherin y lamentando que por un instante se le hubiera ocurrido la estúpida posibilidad de que el otro auror pudiera querer compartir su cama con él. 

- Solo unos metros más al fondo, la primera puerta a la derecha -sin embargo, Draco despejó toda duda. Aún estaba sonriendo. Harry pensó que iba a darle un infarto-. ¿Crees que podrás encontrarla mientras voy al vestidor a buscarte un pijama?

Harry asintió, refrenando convenientemente la sugerencia de dormir desnudo que le bailaba en la punta de la lengua. Aunque no por falta de ganas… reconoció para sí. No obstante, lo mejor era ser prudente; todavía le descolocaba el hecho de que Draco le hubiese sacado del club para invitarle a descansar en su propia cama, con la sombra de O’Brian danzando en su mente para confundirle todavía más. 

Curiosamente, para Harry aquella era la primera incursión en el dormitorio de Draco. No le sorprendió que la habitación mantuviese el mismo estilo pulcro y estilizado que el resto del apartamento. Madera de roble oscuro para el suelo, una opulenta cama de dos metros centrada al fondo, dos mesitas de noche a los lados y una chimenea de diseño en el otro extremo. Pero lo que sin duda más llamó su atención, fue el impresionante lienzo de un majestuoso dragón que se anclaba en la pared sobre la cama y cuya raza el auror fue incapaz de identificar.

- Es un hébrido negro -la oportuna presencia de Draco en el dormitorio solucionó la ecuación-. Una vez un equipo de quidditch ya inexistente, los Banchory Bengers, trató de capturar uno para que fuera su mascota en los juegos. Afortunadamente Control y Cuidado de Criaturas Mágicas los detuvo a tiempo.

Harry asintió mientras recibía de las manos del rubio auror un pijama corto de algodón. Este, no obstante, seguía en camisa y pantalón de traje. Aquello encendió una bombilla en la mente del gryffindor.

- Oye… te agradezco la invitación pero no me parecería justo que me cedieses tu cama y te fueses a dormir al sofá o a otra habitación. De hecho, si va a ser así lo mejor será que me vaya -insistió, pues era más que evidente que si Draco seguía ataviado con ropa de calle es porque no tenía intención de dormir en el mismo lugar que él. Intuición que, por otra parte, le encogió ligeramente el estómago.

Pero para su estupor, el otro hombre solo alzó ambas cejas y se dedicó a mirarle como si no pudiese dar crédito a lo que oía. “¿Cedértela?”, le sonrió entonces, “Merlín, estoy siendo amable, no hufflepuff. ¿Te has fijado en el tamaño de la cama, Potter? Podríamos dormir juntos en ella y no rozarnos durante toda la noche…”.

Oh, vale, asintió el gryffindor, bajando la mirada ligeramente para intentar disimular el suave sonrojo que sintió en las cara. Cómo odiaba parecer estúpido delante de Draco. Por supuesto que no iba a ofrecerle toda la cama, ¡era enorme! Pero, aunque no lo expresara en voz alta, en el fondo se alegraba de que su excompañero no tuviese ningún problema en compartirla con él.

-… Claro que esa no es la intención que tengo.

Harry elevó la vista de golpe y de pronto Draco estaba demasiado cerca. 

- ¿Qué? ¿Qué intención? -parpadeó el moreno auror, sintiéndose de repente verdaderamente confuso porque el otro hombre estaba ahí, invadiendo de improviso su espacio personal y recortando su silueta con esos ojos tan grises que podrían leerle hasta el alma si se lo propusieran.

Draco acentuó la sonrisa que Harry no se había percatado que lucía, totalmente abducido por la fuerza de su mirada, y habló suave, despacio, enfatizando, como si el moreno fuese alguien con problemas de entendimiento:

- La de dormir a tu lado y no rozarte durante toda la noche, Harry.

Todo lo que el gryffindor recuerda más allá de esas palabras es que cerró los ojos, embriagado por el calor de unas manos sosteniéndole las mejillas, y que le faltó el aire. Y entonces Draco le estaba besando, lentamente al principio, como si temiera asustarle. Harry se permitió una sonrisa mientras disfrutaba del momento -Vaya con esta faceta tan tímida…-, segundos antes de responderle con fervor y rodear la cintura del otro auror con los brazos, estrechándoles -y refregándose- con ganas, mientras sentía que su corazón explotaba de felicidad porque, Merlín, ¡se estaban besando de verdad!

- Joder… -suspiró Draco al de unos segundos, separándose solo un poco para coger aire y observar el acalorado rostro de Harry con ojos vidriosos-. Blaise tenía razón, tú también quieres esto.

El moreno auror no pudo reprimir una breve carcajada:

- ¿Pero qué más querías que hiciera para que te dieses cuenta? ¿Dejarte un ramo de rosas rojas sobre el escritorio mientras toco el violín en mitad del cuartel, recitándote mi amor en Do mayor?

Tras un breve “confieso que habría sido divertido”, Draco arrojó a Harry de espaldas sobre la cama y llevó las manos a los botones de la camisa mientras se devoraban con la mirada, alentando al moreno auror a hacer lo propio con la botonadura de sus vaqueros. Prenda a prenda, hasta quedarse desnudos sin quitarse un solo instante los ojos de encima. “Estás tan duro…” jadeó Harry entonces, observando expectante a Draco desde el colchón, “Te juro que me muero porque me metas todo eso por el culo”.

Draco se permitió una sonrisa socarrona mientras llevaba una mano hasta su propia polla y comenzaba a acariciarla lentamente, disfrutando en silencio de ver cómo a su anhelado amante se le iba nublando la vista poco a poco con cada subir y bajar. 

- Caray, Potter -confesó con voz ronca-, pensaba que lo de correrse dentro y mamarla hasta la arcada era un vocabulario más propio de Slytherins…

La sonrisa torcida de Harry fue lo último que Draco vio antes de que este se pusiese boca abajo sobre la cama, enterrase el rostro en la almohada y llevase sus bien entrenadas manos de auror hacia atrás, separando sus nalgas para que su rubio compañero pudiese examinar apropiadamente el estrecho agujero que estaba a punto de abrir, al fin, después de tantos años de reprimido deseo. Ni en sus mejores sueños hubiera podido recrear una imagen así. “Vamos, ponte encima y fóllame ya que no estoy para bromas”.

 

Draco no recuerda haber tenido tantas ganas de obedecer como en ese momento.

 

 

Notes:

No. Claro que no voy a cortarlo ahí. Bueno, es evidente que acabo de hacerlo porque así ha terminado el capítulo peeeeeero, oigan, tengo una mente demasiado depravada como para no haber escrito ya la continuación *inserte emoticono de sonrisa torcida*. Por otra parte, aún faltan algunas preguntas a las que dar respuesta, y todas ellas quedarán resueltas en el próximo y, ahora sí, último episodio ^^

Los comentarios que buenamente quieran dejarme (para animarme o despellejarme) serán tremendamente bien recibidos <3