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Ranma 1/2 no me pertenece. Todos los derechos están reservados a su autor original, Rumiko Takahashi. Esta obra es escrita sin fines de lucro. One-shot para participar en el Sextember #5 de la página Fanfics y Fanarts de Ranma Latino. Advertencia: Lemon un poco lento con mucho fluffy y exceso de azúcar.
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Quiero besar tu cicatriz.
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Akane llegó a su recamara, rendida en el más profundo de los cansancios. Tenía la fortuna de contar con un dormitorio universitario, de lo contrario, habría tenido que viajar hasta casa atravesando muchas estaciones de metro y sufriendo el desalentador trayecto que algunos de sus compañeros experimentaban. Arrojó su mochila hacia donde estaba su escritorio, sin importarle realmente si el contenido se maltrataba con el movimiento brusco, y se recostó en la cama, quedando sentada en ella.
Suspiró profundo. ¿Por qué había aceptado ayudarle al equipo de voleibol de la universidad? Por ser buena persona, obvio. Ah, pero claro, no era el único al cual había dicho que sí. Estaba el de arquería, el de básquet, el de judo y el de kendo. ¿Por qué siempre era tan linda con sus compañeras? Si no fuera así, habría negado muchas veces la ayuda, pero su espíritu bondadoso siempre le dictaba que ayudara a quien más lo necesitaba. Ni siquiera en la universidad se salvaba de aquella vieja mala costumbre adquirida en Furinkan. Y ahora no sabía que hacer, porque el tobillo con un pequeño esguince y las rodillas raspadas le estaban indicando que no podría cumplir todos los pendientes que había aceptado. Encima tenía tareas pendientes por realizar durante el fin de semana, además de que había prometido darle asesorías a una de sus amigas para una de las clases que compartían. Volvió a suspirar, cansada de que su mente le diera vueltas a todo.
—Yo te dije que no aceptaras todos los pendientes.
La voz masculina de su prometido se hizo eco en aquella hogareña habitación universitaria. Sorprendida se incorporó, mirando a Ranma entrar por la ventana con su característica habilidad innata. Era un suertudo por tener un árbol cerca, y es que vamos, solo a él se le ocurría meterse en el dormitorio de las chicas cuando estaba estrictamente prohibido que lo hiciera. Siempre desafiando las reglas como el caballo salvaje que refería su nombre, pero justamente esa era una de las razones por las cuales lo amaba con locura.
—Y ya te dije a ti que no deberías venir. Te pueden descubrir y te meterías en problemas con tu beca. De paso, me meterías en los mismos líos.
Ranma no le hizo caso, como cada vez que él se metía a escondidas de la casera. Cuando puso el pie en esa pequeña habitación, sintió satisfacción. Quería molestarla un poco pero sin realmente incomodarla, después de todo había visto la desastrosa caída que sufrió en el partido de ese día, y supuso que eso la tenía de muy mal humor. Porque se trataba de Akane, la chica que era tan orgullosa que una simple derrota en un mero partido de voleibol podía ponerla sumamente triste.
—Bueno, ya me conoces. Soy un rebelde sin causa.— Añadió encogiéndose de hombros.
—Aún así no deberías de estar acá.— Frunció levemente el ceño. Estaba tratando de tranquilizarse, pero su novio no se lo permitía plenamente.
Ranma le miró con ojitos suplicantes, tratando de apelar a su buena alma. —Anda, deja que me quede. Solo será un rato.
Akane simplemente palmeó su frente. No tenía remedio. —Bien. Puedes quedarte. Pero solo un rato, ¿De acuerdo?
—Sí, tranquila.
El de trenza se sentó al lado de su prometida. Adoraba esa habitación que le correspondía a ella, porque representaba toda su esencia. Alegre, divertida pero a la vez sencilla y tranquila. Akane era así, y aunque a él le fascinaba su lado explosivo y retador, también miraba con devoción la dulzura que siempre emanaba, incluso si estaba de mal humor.
Observó los alrededores del cuarto. Recordaba como le ayudó a instalar las pequeñas series de luces que colgaban encima de su cama, y claro, a su mente llegó el momento gracioso en el que la casera de aquella pensión universitaria lo corrió porque él no debía estar ahí, sino en la pensión para varones. Desde ese entonces había sido más cuidadoso para ir a visitarla, usando su ya tan conocida técnica de umisen-ken para ocultarse de esa señora amargada y poder escabullirse en su cuarto libremente.
Ranma miró por unos instantes la cara de Akane. Se notaba agotada, pero más que física, mentalmente. —Pensé que estarías llorando.— Confesó en medio del silencio que yacía en el lugar, con algo de preocupación.
La de ojos canela sonrió enternecida. Desde un inicio, Ranma siempre pensaba en consolarla cada vez que había un problema con ella. Si, a veces era muy torpe haciéndolo, pero no por eso dejaba de ser un gesto, en extremo, romántico. Aunque el no fuera el novio más cursi del mundo, no tenía la menor de las dudas en que su amor por ella era intenso.
—No. Pero realmente me siento estresada.— Bufó, dejando caer, por fin, su espalda en la cama. —De verdad no debí aceptar todo. Ahora me odiaran por no poder competir adecuadamente.
Akane cerró los ojos, tratando de descansar su cansada vista de la luz de su habitación, además de contener todas sus emociones. Sintió como él se removía en la cama, y lo escuchó apagar el interruptor del foco principal del cuarto, quedando solo la serie de luces iluminando el lugar. Y después de aquello, volvió a sentir un peso hundiéndose al lado de ella. Ranma se giró lentamente hacia Akane, todavía con el gesto preocupado en su rostro. Akane sintió la respiración de su novio cerca de su mejilla. El suave tacto de la mano de él tomando la suya era sublime, tan cálido. Como le encantaba su dulzura, porque él siempre sabía como consolarla sin palabras.
Para Ranma, Akane era una mujer admirable, Ella todo el tiempo daba lo mejor de sí para ayudar a los demás, incluso a costa de su seguridad e integridad. Aunque claro, cuando eso pasaba él siempre estaba en desacuerdo. Lo que Ranma detestaba más que nada en el mundo era que Akane estuviera en problemas, herida o triste.
—No creo que te odien.
—Tal vez si. Soy una pésima compañera y amiga.
Su preocupación aumentó. La última vez que él la había notado tan abatida fue, justamente, antes de que él se le declarara frente a Shampoo y Ukyo. Aquél día en el que casi la hieren mortalmente durante la pelea por él.
—Akane... Si necesitas llorar, puedes hacerlo.— Pronunció dulcemente mientras su mano acariciaba los nudillos de Akane, mimándola.
La chica de pelo corto abrió sus enormes ojos avellana, y giró su cabeza en dirección hacia él, mirándolo fijamente. De pronto, las lagrimas comenzaron a caer libres, y el sollozo apareció repentino. Con lentitud se acurrucó en el cuerpo de Ranma, dejando que su presencia le acompañase. Dejó caer las lagrimas en ese hombro fornido, tratando de buscar alivio ante el mar de sentimientos y recuerdos negativos que le saltaban a la cabeza.
Ambos sabían por qué Akane hacía un enorme esfuerzo en demostrar que era fuerte.
Hacía dos años que la menor de los Tendo tuvo un duelo contra Shampoo y Ukyo gracias a que su prometido se comportaba mucho más atento con ella. Después de llegar de Jusenkyo, Ranma hizo más obvia su preferencia por Akane, así que eso enfureció a las otras dos prometidas. Le dieron una carta a la joven de ojos avellana, citándola en un terreno a las afueras de Nerima. Ella decidió ir sin decirle a Ranma sobre su ubicación, más que nada por orgullo. Estaba dispuesta a no dejar que le vencieran, y les enseñaría a jugar limpio. Cuando llegó al lugar del desafío cayó en una trampa. Terminó amarrada con cuerdas, y luego de ello observó como sus dos rivales se acercaban a lastimarla. Por suerte la cuerda se desató y comenzó la lucha entre las tres. Pero no estaba siendo justo el combate, ya que eran dos contra una sola persona. Ukyo hizo algo para distraer e inmovilizar a Akane, mientras que Shampoo logró herirla en una parte del hombro izquierdo con una navaja, a tan solo diez centímetros por encima del corazón.
La sangre salía a borbotones, y el miedo le invadió en ese momento. Se lamentó por no ser lo suficientemente fuerte para evitar un daño de esa magnitud en su cuerpo, y si Ranma no hubiera aparecido en su rescate, quien sabe cual hubiera sido su destino. Era por ello que cada día, después de todo ese evento, hacía lo posible por ser más y más productiva, tratando de demostrarse a sí misma que ella podía con todo. Que era fuerte, hábil. Pero ahora mismo había llegado a su límite.
—Me siento muy mal.— Sollozó mientras abrazaba con fervor a Ranma, ocultando su rostro en el pecho de él. —Solo te traigo problemas porque no soy fuerte ni ágil.
Suspiró. No era fácil para él verla así, tan vulnerable, tan apenada por creer que no tenía habilidades. —Akane... no tienes porqué hacer todo esto para saber que eres suficiente. Ya lo habíamos hablado.
—Ukyo y Shampoo casi me mataron esa vez. Y ni se diga de lo que pasó en el Monte Fénix.— Se separó un poco de él. Hizo un tierno puchero que a su novio le encantó. —No mereces una novia tan débil como yo. Es que mira.— Señaló su pie vendado y sus rodillas raspadas. —Ni siquiera pude ganar un simple partido de voleibol.
Comenzaba a enfurecerse, pero no con ella, sino con la situación caótica que los rodeaba desde que él había entrado en su vida. Akane era perfecta tal y como era, no necesitaba demostrarle a nadie su fortaleza. Ni siquiera a él. —No seas tonta.
—¿Tonta?— La furia ante el insulto hizo que ella parara su llanto en seco. —¡No soy tonta!
—Claro que sí.
—Idiota. Te estoy hablando en serio. No me siento suficiente.
Posó las manos grandes en sus tiernas mejillas, apretándolas de forma gentil. Suavizó su mirada para darle mayor seguridad, y sonrió cálidamente, tratando de que llegara su mensaje al corazón de su novia. —Para mí tú si que eres suficiente. Soy yo quien tiene que sentirse apenado. Después de todo, siempre te he metido en líos.— Sus ojos bajaron hacia los labios de Akane. Tragó duro, y sus mejillas se colorearon del intenso carmín que siempre aparecía cuando aún se avergonzaba. —Esa pelea ya pasó desde hace dos años. Ya no importa ahora, porque para mí, la única siempre fuiste tú.
Akane sonrió, un poco más tranquila. Amaba tanto a ese idiota, su corazón siempre vibraba con cada destello de romanticismo que el alma tímida de Ranma le mostraba. Cerró los ojos y acercó su rostro, frotando la punta de su nariz con parsimonia en la del chico de trenza. Y luego de ello se lanzó a besarlo con ternura, como siempre le encantaba hacerlo. Ranma le correspondió fielmente, cerrando sus iris y dejando que el cosquilleo intenso en su estómago fluyera libremente.
Se separaron con una pequeña sonrisa después de aquél tierno beso. Es entonces que Ranma acercó sus manos al abdomen de Akane, y comenzó a mover los dedos, infringiendo cosquillas a su novia. La de cabello corto se retorcía con ímpetu, procurando no mover bruscamente su pie lastimado. Para tratar de darle batalla hizo lo mismo, pero con un grado de dificultad peculiar. En vez de usar sus manos, comenzó a dar pequeños picos, entre risas, al cuello varonil de su prometido. Se acercó aún más a él, enredando tiernamente sus brazos alrededor de la cintura de Ranma. Sus dedos trazaban círculos en su espalda baja, mimándolo y agradeciéndole por su afecto y cariño. Los besos que ella le propinaba eran pequeños y cortos, pero aún así tenían el mismo efecto colateral en su prometido, quien comenzaba a sentir un calorcito conocido para él. Su lengua atrevida repartía lamidas tímidas a la epidermis, y su aliento cálido ponía los pelos de punta al de ojos azules.
Ranma dejó de hacer cosquillas en cuanto sintió los labios de su prometida en su cuello. Cerró los ojos, adorando con fervor la muestra hermosa de amor que Akane le brindaba. Las mejillas de él se sonrojaron con un poco de pena, porque ella siempre tomaba la ventaja de toda la situación. Desde las palabras hasta los silencios. Desde los besos hasta las caricias. Y hasta lo que pasó hacia no mucho tiempo.
Llevaban ya dos años siendo novios oficialmente, por lo tanto, habían llegado a niveles que nunca se imaginaron experimentar. Hacía tan solo un par de meses que tuvieron su primera vez. Aquella fue una experiencia torpe, un poco extraña y hasta incómoda en ciertos momentos, pero era algo que ambos atesoraban como el oro puro. En esa ocasión, Akane fue quien siempre tomó la iniciativa, señalándole a Ranma como tratarla, como tocarla, como besarla. Ella llevaba la batuta, y eso le encantaba a él, porque le permitía ser testigo de una Akane totalmente distinta. Pero también deseaba que su timidez le permitiera, por una vez en la vida, tomar el control de la situación, más que nada para que su prometida pudiera descansar por unos momentos de la presión de tener todo en su control.
Separó a Akane de él, y la miró embelesado por su belleza. Sus pelos cortos, revueltos, la hacían ver adorable. Ella era muy dulce, muy linda y tierna. Siempre había pensado en que era afortunado por ser el prometido de una hermosa mujer como ella.
—Akane...— Sus labios temblaban por los nervios, mientras que las manos comenzaban a sudarle.
—¿Ocurre algo?— Preguntó con total inocencia, preocupada un poco por lo alterado que se encontraba el chico.
Tragó con dificultad su saliva, sintiendo el rostro enrojecer aún más. —Akane... ¡D-déjame guiarte esta vez!
La cara de Akane se desencajó. —¿Eh? ¿A qué te refieres con guiarme?
—Cuando tú.. y y-yo.. b-bueno... la primera vez que tu y yo...— Respiró profundo. Debía dejar de tartamudear como un idiota por completo. —¿Recuerdas lo que pasó hace dos meses?
Akane recordó todo. Su primera vez había sido mágica, aunque un poco desastrosa gracias a la timidez invasiva de su prometido. Siempre había sido así su relación, con ella tomando el primer paso y él siguiéndola fiel, sin poner objeciones. Y de cierta forma podía parecer que cargaba con un peso más en sus hombros. —Ah... b-bueno... si que lo recuerdo.
—Fui demasiado torpe. No podía moverme, y tú tuviste que llevar el control de aquello. Creo que no fue justo para ti, porque siempre llevas las cargas tú.
—Oh no. No pienses eso.— Apretó firmemente su mano entre la de su prometido.
—Pero es la verdad.
—Descuida, entiendo que tal vez tu te hayas sentido incómodo y avergonzado, y que no era fácil para ti.
—Yo... p-pensé que podría...— Agachó la mirada por unos segundos. Luego de ello volvió a enfrentar a Akane. —Yo quisiera que por hoy te olvidaras de todos los problemas.
Sonrió aún más amplio. Definitivamente era cursi si se lo proponía. —Eso es lindo.
—Así que, quería pedirte permiso p-para...
—¿Para?
Acortó la distancia entre sus labios, esperando que eso le ayudara a calmarse. —Para ser yo quien esta vez te guie.
Se sintió desfallecer ante le petición de su prometido. Ranma era una caja llena de sorpresas que aún estaba por descubrir. Asintió suavemente, y terminó por cerrar el contacto de labios entre los dos. Ese beso era mágico, encantador y completamente tierno, siendo el soplo de aire que ella necesitaba para terminar de sentirse mejor consigo misma. Ranma la atrajo más hacia él, con delicadeza para que su pie no sintiera dolor alguno. Porque claro, él quería que ella dejara atrás las preocupaciones. Deseaba que su mente olvidara por un momento las competiciones, los compromisos y el pesar que le imposibilitaba sentirse bien. El roce de labios se profundizó, haciendo que sus cuerpos comenzaran a reaccionar presas de sentir sus alientos mezclándose.
La mano varonil de Ranma se iba colando poco a poco por debajo de la sudadera de su prometida, tocando en círculos el abdomen plano y definido de la joven. Lo hacía con mimo, como si fuera una pieza de porcelana frágil que debía proteger a toda costa. Porque claro, él siempre estaba dispuesto a cuidarla. Poco a poco giraba sus cuerpos, finalmente quedando él encima de ella. Cuando lo logró se separó de la apetecible boquita con un poco de pesar. Sonrió tímido al verla feliz, mucho más tranquila que cuando él llegó a la habitación.
—¿Está bien tu pie?— Preguntó mirándola desde arriba.
Akane tenía las piernas algo separadas, dándole la libertad a Ranma de poder moverse mejor. Y estaba más que encantada con la atención del de ojos zafiros a su estado lastimado. —Si, no te preocupes por ello. Además, no me caí tan feo. Así que no es nada grave.
—Me alegra escucharlo.— Susurró tímidamente.
Poco a poco volvió a acercar su rostro, besando con parsimonia las acarameladas mejillas de Akane. La escuchó reír, y tomó eso como un trofeo, producto de sus acciones tiernas. Con una de sus manos iba entrando nuevamente en la sudadera de la joven, subiendo la tela sin reparos, tocando la piel con ternura. Beso tras beso iba sintiendo como su virilidad despertaba. Ella siempre tenía ese efecto en él. Un poco tímido llegó hacia la oreja, posando los labios en el lóbulo femenino. Lento besó la superficie, provocando que Akane se estremeciera profundamente con ese roce tan sutil. —Tienes el peso del mundo en tus hombros. Por hoy, déjame despejar tu mente.— Susurró osadamente, volviendo a atacar las mejillas y la boca con sus labios.
La frase le caló profundamente a Akane. Él tenía toda la razón, llevaba una carga en sus hombros muy pesada, y ya era hora de que poco a poco se librase de la molestia por unos momentos. Mientras que él hacía lo propio, ella le correspondía encantada. Sus delicados dedos tocaron el primer botón de la camisa china, desabotonándolo. Iba poco a poco deshaciéndose de los seguros que mantenían su torso oculto, hasta que finalmente dejaron de estorbar. Los suspiros comenzaban a querer salir, siendo ahogados por la boca de su prometido. La verdad, es que la primera vez que hicieron el amor estaba quedándose atrás, porque a comparación de ese día, esta ocasión en la que ahora se veían envueltos era más natural para los dos.
Ranma dejó de besar los labios y comenzó con el cuello. Todos sus movimientos los hacia lentos, aunque cada segundo que pasaba iba quitando los vestigios de vergüenza que en un inicio sentía. La capucha de esa sudadera color rosa le estaba molestando para poder besar ese cuello, así que decidió que era una buena idea quitársela a la chica. —¿Puedo quitártela?— Preguntó con un adorable sonrojo en sus mejillas, y con los ojos cubiertos entre cariño, deseo y pena.
¡Era demasiado adorable! Amaba con cada pedazo de su ser a ese chico tan tímido y a la vez osado. —Sí.— Sonrió mientras se incorporaba un poco hasta volver a estar sentada en la cama. Luego de ello, asintió con la cabeza, dándole bandera verde para seguir con lo que estaban haciendo.
Resopló para calmarse, y entonces dirigió sus manos hacia las orillas inferiores de la prenda. Pausado comenzó a quitar la pieza, siendo ayudado por Akane, quien levantó sus brazos para que fuese más fácil sacársela. Cuando terminó, observó con atención a la chica. Su pecho subía y bajaba un poco más agitado de lo usual, y al menos esa era una buena señal para él. El sostén de color rosa cubría los pechos de Akane, apartando la bella visión de sus orbes zafiros. Y lo rojo de su rostro era lo mejor que había visto en mucho tiempo, porque la hacía ver como una deliciosa y jugosa cereza que deseaba devorar a punta de besos.
—¿Cómo te sientes?— Preguntó jadeando, ya empezando a sentirse afectado ante lo que tenía enfrente. Su prometida era demasiado sensual, pero el aura de inocencia la volvía aún más irresistible, como una deidad a la cuál él veneraba todo el tiempo.
Akane mordió sus labios, comenzando a sentir su humedad creciendo. Tal vez era algo extraño, pero saber que se preocupaba por sus sentimientos le daba un toque sexy. —Y-ya más tranquila...
Sonrió de lado con suficiencia. —Veo que estoy haciendo un buen trabajo.
Ella no pudo evitar la pequeña risa después de escuchar aquello. —Egocéntrico...¡Ah!
Un pequeño grito salió de ella cuando el de trenza la volvió a acostar en la cama. Tomó el resorte de la falda tableada y decidió bajarla. Ella le ayudó, levantando sus pies con cuidado para que la pieza no provocara daño en el pie de Akane. Después de aquello, miró a la joven. Ese conjunto de ropa interior resultaba lindo y sexy a la vez. La dualidad perfecta que correspondía a su prometida. Los cabellos cortos... ¡Dios! ¡Cómo los adoraba! Desde que la vio con ese estilo nunca dejó de pensar en ella. Antes podía asegurar que el pelo largo le sentaba bien, pero el pelo corto representaba otro nivel para él. Su cuerpo perfectamente marcado y trabajado era como el canto de una sirena, hipnótico y que lo tenía de rodillas suplicando por más. La analizaba de pies a cabeza, encontrándola perfecta en todos los sentidos.
Akane sabía que Ranma estaba algo nublado por la lujuria, pero no le desagradaba. Al contrario, resultaba refrescante para ella. Aunque, reparó en el detalle de la cicatriz que adornaba el lado izquierdo de su pecho, justo por el hombro. La vez pasada que tuvieron relaciones ella le pidió que no mirara la cicatriz, ni que la tocara. La obedeció, pero ahora el de ojos azules fijaba la vista en esa parte. Un poco tímida se incorporó, sentándose en la cama y cubriendo con su palma la zona.
—Ranma, por favor...— Susurró agachando la mirada.
El chico salió de su trance, dándose cuenta de la inseguridad de Akane. No era por el aspecto de la cicatriz, ya que ella tenía otras producto de los entrenamientos arduos de su infancia. La causa de esa cicatriz era la que la tenía así de mal, desconfiada de ella misma. Se acercó, sentándose frente a ella en la cama. Tomó la mano que cubría aquella marca con gentileza.
—Akane... quiero besar tu cicatriz.
Ella levantó su cabeza de forma repentina. —¿Qué? Pero... yo...
—No lo haré si tu no quieres. Pero... de verdad... me gustaría hacerlo. Quiero besar tu cicatriz y amarla como a cada parte de ti.
Akane asintió un poco lento, convenciéndose con las palabras que su prometido le decía. —Solo... espera un poco, ¿Sí?
—D-de acuerdo...
Akane tomó la camisa de Ranma y la retiró lentamente, dejando a la vista la camisa de fondo color negra que él solía llevar siempre. Imitó los pasos de él, levantando las orillas de la parte inferior y sacándola. Cuando terminó de hacerlo miró esa otra cicatriz, un poco más grande y profunda que llevaba tatuada en una parte de su abdomen. Con lentitud acercó sus dedos finos y la tocó.
—Lamento que Shampoo te haya hecho esa cicatriz por defenderme.— Susurró con un toque nostálgico.
—Yo lamento que te haya causado la tuya solo por mí.
Tragó duro. —¿P-podrías quitarte los pantalones?
Ranma asintió. Se levantó de la cama, quitándose aquellos pantalones que siempre usaba. Cuando hizo esto, para Akane fue más evidente el estado de excitación en el que su prometido ya se encontraba. Mordió sus labios, porque aunque algunos sentimientos negativos salieron a flote, ella seguía sintiendo deseos de hacer el amor con su prometido.
El de trenza notó su estado. —¿Por qué me miras la parte de abajo, pervertida?
Negó con rapidez. —N-no es así. Bueno... es que...
Se acercó rápidamente a su Akane. Cuando quedó cerca de ella volvió a besarla lento y profundo, logrando que los dos experimentaran las cosquillas en sus estómagos. Afianzó su agarre en la nuca de su prometida, ahondando el beso. Sus bocas emitían un sonido húmedo y cautivante, sus salivas se mezclaban a la perfección, y sentían que flotaban. Ranma pidió permiso a la boca de Akane para entrar con su lengua, permiso que ella concedió. Cuando sus lenguas se encontraron, Akane no pudo evitar soltar un leve gemido de satisfacción ante todo lo que ocurría entre los dos.
Ranma fue subiendo su mano lentamente hacia el tirante del sostén que estaba del lado izquierdo. Lo fue bajando con parsimonia, liberando la marca que Akane recibió en esa desastrosa pelea. Con sus yemas fue palpando la superficie un poco rugosa y sobresaliente. Sintió como dio un respingo, pero no se movía para apartarlo. Se separaron porque se les acabó el aire, y Akane fue consciente de que él tenía sus yemas encima de esa condenada cicatriz.
—Ranma...
—¿Quieres que aparte mis dedos?— Jadeó.
Negó. —No...— Su voz salió afectada gracias al deseo que ya la comenzaba a invadir. —P-puedes besarla...
Los orbes zafiro brillaron con intensidad ante esa petición. —¿De verdad?
—Sí... puedes hacerlo...
Fue entonces que el de trenza rodeó el cuerpo de su prometida, y con las manos temblorosas debido a la ansiedad comenzó a desabrochar los seguros del sostén. Después de hacerlo, tomó el tirante que seguía firme y lo bajó a la par del otro. Akane separó sus brazos, permitiendo que el sostén resbalara de su torso. Sus pechos firmes se dejaron ver plenamente, al igual que esa cicatriz.
El chico tragó duro. —Eres... preciosa...
Notó su sinceridad, lo que provocó que su sonrisa temblara un poco afectada.
Cuidando por milésima vez de no mover bruscamente el pie de Akane, acercó su rostro al suave cuello de ella. Comenzó a besar con calma, bajando por toda la superficie nívea. —Akane...— Gimió con cariño mientras sus labios se apoderaban de su piel. Con la otra mano tomaba uno de los senos de su prometida, apretando delicadamente.
—Ranma...— Gimió en respuesta, cerrando los ojos por efecto de la electricidad recorriendo sus venas.
El ojiazul bajó por las clavículas, y cuando llegó a la cicatriz, comenzó a posar sus suaves labios en ella. —Te amo tanto...— Susurró con un hilo de voz. —Eres fuerte... eres hábil... Akane...
Sonaba como un dulce mantra, tal como si ella fuese su diosa. Su cabeza se hizo hacia atrás, y su parte íntima comenzaba a palpitar con fuerza. La humedad ya empezaba a invadir sus bragas gracias a las caricias tiernas de su prometido. —Ranma... ¡ah!— Gimió sin restricciones, comenzando a adorar su propia marca.
—Me encantas...— La presión en el seno aumentó, y sentía su miembro mucho más que despierto.
—Ah... Te amo...
Se separó esta vez de su cicatriz, y la recostó en la cama. Akane solo lo miraba azorada gracias a esa corriente de lujuria, deseo y amor que invadía su palpitante corazón. Ranma se agachó hasta quedar encima de ella, y comenzó a bajar sus labios hasta llegar a esa cúspide rosácea. La besó, lamió y mordisqueó con total libertad, provocándole a Akane miles de escalofríos sofocantes. Las manos de ella tocaban el sedoso pelo negro, jugueteando con él.
—Ufff...— Resopló la joven cuando sintió como el chico masajeaba un seno, mientras que devoraba sin piedad el otro con su peligrosa lengua.
—¿Estás bien?— Preguntó sin despegarse de su tarea.
—Si... ¡Ah!...Ranma...— Ronroneó excitada por sus atenciones.
Jugueteó un rato con esa parte, hasta que decidió descender nuevamente, pasando esta vez por las caderas anchas de su prometida. Las besó, mientras que tomaba las orillas de las bragas de Akane. Mientras besaba la piel y descendía, bajaba la ropa interior de ella lento, provocativo. Cuando llegó a los pies la sacó delicadamente, sin que el pie se moviera brusco, esta vez dejándola completamente desnuda.
La besó de nuevo en los labios, posando su mano encima de la vagina de Akane. Con sus dedos fue invadiendo aquella parte, tocándola suave. Palpó hasta llegar a aquél botón delicado y dulce que volvía loca a su prometida. Apretó y movió sus dedos índice y medio en círculos, repitiendo una caricia que hacia dos meses ella le había enseñado y dicho que le gustaba.
—Ranma...— Gimió.
—¿Te gusta?— Su voz ronca y afectada salió demasiado sensual.
—Mucho...
Sonrió con suficiencia. —Me encanta provocarte esto... Dios... estás tan húmeda...
—Ah...
Se separó de ella, levantándose de la cama y quitando su bóxer, liberando su virilidad que clamaba con vehemencia invadir por completo a esa deidad que estaba frente a él. La contempló, sumamente afectado por cada gemido que salía de esos exquisitos labios. Lo mejor de todo es que la timidez se había ido al carajo desde hacía rato, por lo que la batuta ahora la llevaba él. Tal como lo había deseado desde hace tiempo.
—Akane, creo que no tengo preservativos...— Jadeó ansioso.
—En el... mueble de noche...
—¿Eh?
—Primer cajón.
Se dirigió rápidamente hacia donde le señaló su prometida. Abrió el cajón, encontrando por lo menos dos empaques de preservativos intactos. Tomó uno entre sus temblorosas manos, cerró ese mueble torpemente y abrió el envoltorio sin mucha delicadeza. Akane se incorporó apoyando su peso en sus codos para observar a Ranma. Le pareció muy gracioso como se movía con ansiedad. Nunca lo había visto de esa forma.
—Ranma, ¿Estás bien?— Preguntó con un tono divertido en su timbre de voz.
—S-si...— Desenrolló la punta del condón con poca paciencia, y lo comenzó a acercar a su virilidad.
—¿Seguro?— Volvió a preguntar, tratando de aguantar la risa.
—Si, es que...¡Oh mierda!— Gimió mientras deslizaba el látex por toda su extensión. —Ah...
Akane reprimió una carcajada, aunque esta salió con naturalidad cuando Ranma la recostó de nuevo en la cama, mientras abría las piernas de ella y se posicionaba encima de su cuerpo.
—¿De qué te ríes, tonta?— Preguntó con diversión en su voz.
—De tí...
—¿Soy tu bufón?
Rodeó su cuello con sus brazos. —Si, algo así.
—¿Ah si? Pues... tú eres mi diosa.— Mencionó dulcemente.
La mirada avellana de Akane se iluminó al escucharle decir que era su deidad. —Me retracto. Tú no eres mi bufón. Eres a quien más amo en el mundo.
Se acercó a sus labios, quedando a escasos centímetros. —Y ya que dije que eres mi diosa, te enseñaré lo que es la devoción.
La besó, con un poco más de fiereza. Una de sus manos aferró el muslo de Akane, mientras que con la otra guiaba su virilidad hacia la vagina húmeda de su prometida. Entró poco a poco, invadiéndola nuevamente, pero a comparación de la primera vez en la que ella terminó quejándose del dolor, esta ocasión fue diferente. Akane suspiró, encantada de sentir a su prometido nuevamente dentro de ella. Cuando llegó al tope, liberó un gruñido ronco por el éxtasis que se manifestó en su sistema.
—¿Estás bien?— Jadeó con dificultad, mirando a los ojos a Akane.
—Sí... ya puedes moverte...
Escuchó aquello y no lo dudó más. Comenzó a realizar embestidas lentas pero profundas, invadiendo una y otra vez la cavidad húmeda de su prometida. Mientras lo hacía, repartía besos tiernos a esos labios maravillosos que se habían vuelto adictivos para él. Akane tenía una de sus manos aferradas a su nuca, mientras que la otra tocaba la espalda de Ranma, aferrando un poco las uñas en su piel al sentir las chispas en cada movimiento devastador para ambos.
—Ranma...— Suspiró cuando él comenzó a besar el cuello de ella nuevamente.
—Te amo tanto...— Gimió con cariño.
Akane no logró contener una suave risa de felicidad. Estar ahí con él se sentía como nadar entre las nubes. Una vez más, Ranma había logrado consolarla de la mejor forma que pudo encontrar. —Y yo a ti...— Jadeó, crispando sus manos ante el tirón que su vientre bajo sintió.
Ranma volvió a besar la dulce cicatriz, contagiándose de la risa de ella. —Te amo...
—¿Ranma Saotome repitiendo que me ama? ¿A donde se fue el chico tímido y orgulloso que no lo admitía?
Soltó una carcajada. —Cállate y disfruta, boba.
—Idiota... ¡Ah!
Aumentó un poco más el ritmo de las embestidas, sintiendo como Akane enredaba las piernas en su cadera. Con un poco de intensidad apretó la suave piel del muslo, y luego de ello comenzó a palpar la redondez del trasero firme de su prometida. Todo lo estaba mareando. La habitación, su cama, todo olía a ella. Olía a hogar, a oro. Olía al amor puro que sentía por ella. La amaba demasiado, tanto que nunca se le cruzaría por la frente engañarla. Y si ella quisiera estar los siete días de la semana de esta forma, haciendo el amor, él estaría más que encantado.
—Akane...
—Ranma... más rápido, por favor...
—T-tu pie...
—A la mierda mi pie... Por favor...
—Entonces a la mierda tu pie...
Los dos rieron con alegría. Si es lo que quería, lo tendría. La velocidad de las estocadas se volvió más feroz, logrando que los dos gimieran gustosos por ello. La besaba con tacto y delicadeza, recordándole que ella valía demasiado como para preocuparse por una estúpida cicatriz. Le hacía saber con cada caricia que era la única persona en el mundo a la que no dudaría en cuidar y en salvar. Y si alguien se atrevía a hacerla de menos, a insinuar que no valía la pena, entonces se las verían con él.
Pasaron los minutos enfrascados entre risas, frases tiernas y besos. Ranma mimaba con devoción, con fervor cada parte de Akane. Y entonces, sus vientres bajos comenzaron a experimentar las sensaciones embriagantes, producto de esa tierna unión en la que estaban envueltos. Las paredes de Akane se estrecharon, apretando deliciosamente el pene de Ranma. Sus mentes quedaron en blanco por unos segundos, y los fuegos artificiales dentro de ambos explotaban, ávidos, con demasiada efusividad. Las manos de Akane aferraron fuertemente la nuca de Ranma, y sus labios se encontraron con prisa, ahogando el gemido que sus gargantas liberaron como consecuencia del anhelado orgasmo que alcanzaron. El de trenza sintió el látex siendo llenado por su semilla, y el sexo de Akane se estrechó y produjo colosales temblores en ella.
Cuando separaron sus labios jadearon, intentando recuperar el aliento después de llegar a la cima juntos. Cuando por fin pudieron respirar adecuadamente, soltaron una risas felices. Ranma salió de ella, quitando el condón de su miembro y tirándolo al bote de basura del cuarto. Lo hizo de forma rápida, y después tendió su cuerpo junto al de Akane, atrayéndola hacia él y acurrucándola en sus brazos.
—¿Estás bien?— Preguntó con calma.
—Sí...— Alzó su cabeza, mirándolo con un brillo inusual en sus ojos. —Gracias...
Sonrió. —¿Pude hacer que olvidaras tu preocupación por un rato?
—Más que eso.— Besó con suavidad la barbilla de su prometido, y luego frotó la punta de su nariz en ella. —Me hiciste amar esa cicatriz.
—Me alegra escuchar eso.— Miró hacia abajo, notando la venda enredada en el pie. —Aunque tu pie...
—Ya te dije que no duele.
—Pero...
Fue callado con un beso dulce. Correspondió al mimo de Akane, profundizando un poco en él. Se separaron dejando un hilillo de saliva colgando de sus labios, y teniendo las mejillas sonrojadas nuevamente.
—De hecho... queda un preservativo. Acabo de recordar que la casera no está en la ciudad, y deseo que vuelvas a besar mi cicatriz, así que...
—¿Es una invitación?— Al notar que ella asintió, se aproximó a sus labios, deteniéndose antes de tocarlos. —¿Y que hay de todos tus pendientes de mañana?
—Creo que me disculparé. Lo entenderán.
Volvieron a unir sus labios, y entre risas, caricias, besos y palabras de cariño comenzaron, una vez más, esa dulce danza que tanto les fascinaba. Y la dichosa cicatriz se volvió el ícono del amor para ellos dos.