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Por una vez en la vida, la casa Loud estaba en silencio. Eran raros estos momentos de calma y tranquilidad en la residencia Loud, y por consecuente en su vecindario, por lo que los vecinos debían aprovechar este momento de paz mientras dure. Este silencio se debía a que la mayoría de las hermanas, así cómo los padres, habían salido de la casa a atender diversos asuntos. Las únicas que se quedaron en la casa fueron las gemelas, Lisa y Lori, quien estaba cuidándolas. La pequeña princesa y la primogénita estaban en la sala viendo la televisión, y la pequeña fontanera estaba con Lisa en su habitación.
Lori y Lola no sabían qué estaban haciendo allá, pero poco les importaba. El episodio de “barco de los sueños” les robaba todo el interés que podían tener. Había mucha tensión porque la pasajera no podía decidirse entre dos buenos pretendientes, un caucásico de pelo rubio con cuerpo de un galán y una sonrisa confiada, y un joven latino de buen físico y corazón.
—Tiene que elegir a Alberto, eso es seguro—comentó Lori atenta al programa.
—¿De qué hablas? Es obvio que Xander tiene todo lo que una chica necesita—contradijo Lola.
—Xander es bueno, pero Alberto definitivamente haría muy feliz a Chelsea.
—(Bufido) Tú solo lo apoyas porque se parece a Bobby
—¿Qué? No, no, no, no se parece en nada a Bobby…bueno, un poco, pero mi osito bubu es mucho mejor.
Lola rodó los ojos ante la respuesta de Lori, no tocaría más el tema con tal de disfrutar el programa sin molestia alguna. No obstante, ella no podría hacer eso, ya que algo le demandaría su atención con mayor urgencia.
—¡LOLA! ¡VEN ACÁ!
O mejor dicho, alguien. Y ese alguien era su hermana gemela, Lana.
—¡¿Qué quieres, Lana?!
—¡Ven un momento a nuestro cuarto, por favor!
—¡Agh, ¿no puedes esperar a que termine “Barco de los sueños”?!
—¡ES SOLO UN SEGUNDO, POR FAVOR!
—Ugh, ¡bien!
Lola caminó hasta su habitación sintiéndose amargada porque su hermana le interrumpió su momento con la televisión, y justo cuando llegaba la parte más interesante del programa. Pero una vez que terminase de atender a su gemela, volvería directamente al sofá para seguir disfrutando de su tarde en el televisor.
Entró a la habitación y se encontró a oscuras.
—¡Ya estoy aquí! ¿Qué quieres?—preguntó Lola, pero no hubo respuesta.
Sintió un escalofrío recorrer su espalda, advirtiéndole de que algo no estaba bien.
—¿Lana? ¿Estás aquí?—preguntó nuevamente comenzando a sentirse algo asustada.
Encendió la luz, pero no encontró a su hermana. Estaba por irse cuando sintió una sustancia líquida y húmeda manchar su vestido. Al principio creyó que solo era agua, pero al levantar la mirada al techo descubrió que no era agua…era la saliva del horrible monstruo que estaba encima suyo.
Lola se congeló del miedo al cruzar mirada con aquella abominación. Era una serpiente monstruo con apariencia humanoide, una gorra roja y lo que parecía ser cabello humano de color amarillo. Sus ojos eran amarillos y con retinas puntiagudas en forma vertical, algo propio de los reptiles. Tenía la boca llena de dientes filosos y una sobresaliente lengua afilada que ansiaba probar carne. Cabe resaltar que también poseía brazos y manos humanoides, aunque estaban cubiertos de escamas. La mirada de la bestia era intimidante y tenía una sonrisa macabra marcada en sus labios. Era como si ansiaba poner sus garras sobre la pobre víctima para volverla su siguiente almuerzo.
Lola estaba aterrorizada. Estaba frente a frente con un monstruo de pesadilla como los que aparecen en los cuentos de su hermana Lucy. Por mucho que quisiera correr o gritar por ayuda no podría hacerlo, su cuerpo se había paralizado del miedo.
Por un momento, el silencio reinó en aquella habitación donde ambos estaban, hasta que la bestia se soltó del techo y cayó al frente de la inmóvil niña de rosa. En menos de un parpadeo, aquella serpiente envolvió a Lola completamente con su cuerpo, dejando libre su cabeza y pies cubiertos por los tacones que llevaba. Al tenerla a su merced, la bestia alzó a la niña por el aire hasta tenerla de frente. Cabeza (y aquello que podría ser su torso) era ligeramente más grande que Lola, pero el tamaño descomunal de su cola le daba a la parte superior una apariencia de mayor tamaño.
Al tener a Lola frente suyo, el monstruo empezó a abrir la boca. Y al ver la cavidad bucal de ese horrible ser fue que Lola pudo reaccionar y lo primero que hizo fue gritar.
—¡AAAAAAAAAAAAAAAAHHHHHHHHHHHHH! ¡AYUDA, UN MONSTRUO! ¡AAAAAAAAAAHHHHHHH!—gritaba Lola a todo pulmón presa del miedo.
El monstruo cambio su sonrisa por una mueca de preocupación.
—¿Qué? ¡Lola, no! ¡No tengas miedo!
—¡AYUDAAAAA! ¡POR FAVOR! ¡ME VA A COMER!
—¡No, Lola! ¡Cálmate, soy solo yo! ¡Lana!
—¡SUÉLTAME, POR FAVOR! ¡NO QUIERO MORIR!
—¡YA LOLA, CÁLMATE!
Y como Lola no dejaba de gritar y chillar, aquella serpiente monstruo se vio obligada a abofetearla para que se callara. Aquella acción dejó pasmada a Lola, tanto que cesó sus movimientos. Este momento fue aprovechado por el monstruo para aclarar las cosas.
—Lola, no te asustes. Soy yo, Lana—dijo el monstruo presentándose como la gemela de Lola, Lana.
La niña de rosa analizó a la serpiente detenidamente. Ahora que la miraba de cerca y con calma, notaba que tenía ciertos parecidos con Lana.
—¿Lana? ¿Eres tú?
La serpiente asintió con la cabeza animosamente. Ahora que se confirmó que era su hermana, la mueca de Lola cambió a una que mostraba molestia.
—¡Me abofeteaste!
—Oh, sí, lo siento mucho, pero…no dejabas de gritar histérica.
—¡¿Cómo quieres que reaccione cuando tengo a una horrible serpiente frente a mí?! ¡¿Y qué diablos fue lo que te pasó?!
—¿Esto? Fue un pequeño favor que me hizo Lisa. Muy cool, ¿verdad?
La niña transformada en serpiente empezó a hacer poses para presumir su nuevo cuerpo.
—¿Lisa? ¿Qué fue lo que te hizo esta vez esa mocosa?
—Nada—respondió Lana deteniendo las poses—Ella necesitaba con un experimento, algo relacionado al ADN animal o algo así, solo sé que quería convertir personas en animales. Y bueno, como necesitaba algo de ayuda, me ofrecí para ser su conejillo de indias.
—¿Estás loca?
—Oye, esta era quizás mi única oportunidad para poder ser mitad animal y no la iba a desaprovechar.
—Y de todos los animales lindos que podías ser, ¿por qué elegiste uno de los más aterradores?
—Bueno, para ser honesta quería ser un león o un tigre, pero ella dijo que era demasiado peligroso por lo de las garras y eso, así que le pedí que me transformara en una serpiente para poder arrastrarme por la tierra cuanto quiera y cazar ratones.
—Espera, ¿te quedarás así para siempre?
—No, relájate, Lisa dijo que en una hora volvería a la normalidad como en una hora o dos.
—Bien. ¿Y por qué me llamaste?
—Solo quería presumir mi nuevo cuerpo a alguien y además de probar tratar de envolver a alguien con mi cola como una serpiente.
—Pues ya lo hiciste, ahora ¡bájame de aquí!—exigió Lola con molestia y comenzó a forcejear para liberarse de la cola—cuerpo de su hermana.
—Oye, ya cálmate. No tienes que ponerte así.
—Sí tengo, ahora ¡déjame!
Lola siguió moviendo el cuerpo tratando de liberarse. Sus piernas estaban más libres que su torso, así que comenzó a patalear en el aire. En un momento dado los tacones que tenía puesto Lola salieron volando por sus pataleos, Lana apenas pudo reaccionar para esquivar el calzado de su hermana. Pronto, Lola detuvo sus movimientos debido al cansancio.
—¿Ya terminaste?—preguntó Lana con una mirada sarcástica.
Lola la miró con rabia, pero solo podía jadear como respuesta.
Lana estaba por poner a su hermana de nuevo en el suelo cuando posó la mirada sobre sus pies. Apenas los miró, sintió una calidez en su pecho y el rubor en sus mejillas (algo que no debía ser posible ya que era una serpiente). Los pies de Lola eran pequeños y tiernos, con las uñas los dedos pintados de rojo como le gustaba a Lola y blanquitos como su piel por el cuidado que se les daba. Se veían delicados y vulnerables, también eran reflejo de la elegancia y pulcritud de la niña en cuestión. En verdad eran los pies de una princesa.
Lana no entendía por qué los pies de Lola eran tan hipnóticos para ella, sentía que podría verlos toda una vida y ni cuenta se daría. Tampoco entendía por qué le parecían tan hermosos cuando simplemente se trataban de un par de pies.
—Qué pies tan bonitos, Lola—soltó Lana hipnotizada por la belleza de los pies de Lola.
La princesa de la casa Loud miró a su gemela con la ceja levantada por el súbito comentario.
—Eh…gracias.
A Lola le pareció muy extraño el comentario de Lana, pues ella nunca se fija en esa clase de detalles.
Lana no quería seguir viendo los pies de Lola por más tiempo, pero no podía despegar la vista de ellos. Sentía que necesitaba hacer algo para saciar esa curiosidad (y fascinación) que tenía por sus pies, pero no sabía cómo. De pronto, se le ocurrió algo que podría servirle, además que molestaría juguetonamente a la amenaza rosa.
—Oye Lola…¿eres cosquilluda?
Cuando escuchó aquella pregunta, el miedo regresó rápidamente a Lola. Ante la vulnerable posición en la que estaba y con sus pies expuestos, estaba segura de lo que vendría.
—No, Lana. No te atrevas.
La chica serpiente acercó su cola a su rostro para los pies de Lola justo al frente suyo.
—¡Lana, no! ¡No lo hagas!—prohibió Lola usando su voz de mando, pero Lana le sonrió juguetonamente en respuesta.
Sin más preámbulo, Lana pasó sus dedos puntiagudos sobre las plantas de los pies de Lola, trazando movimientos como los de una araña caminado. Apenas sintió los dedos rozando la superficie de la piel de sus pies, Lola estalló en risas histéricas.
—¡BWAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJA! ¡NO LANAJAJAJAJAJA! ¡DETENTEJEJEJEJEJEJE!—pedía Lola entre risas, pero Lana no tenía intenciones de detenerse.
—Bien, ya sabemos la respuesta, eres muy cosquilluda.
Esto era algo evidente para cualquiera, ya que Lola trataba a sus pies como a cualquier parte de su cuerpo, es decir, con extremo cuidado y delicadeza. Siendo su instructora Leni, Lola trataba a sus pies con sumo cuidado, usando las mismas cremas que su hermana mayor y asegurándose de que sean tan suaves como la piel de un bebé. Por un lado, cumplía con su objetivo principal de mantener la elegancia en todo su cuerpo, pero por otro lado también los hacía muy sensibles y cosquilludos, y ahora mismo estaba pagando el precio por eso.
Los dedos de Lana bailaban sobre los pies de Lola como una pareja de baile de salsa sobre una pista de baile. En respuesta, los pies de la princesa buscaban escapar de aquellas manos que las torturaban sin piedad. Las piernas de Lola tenían la suficiente movilidad para permitir el escape momento de sus pies de las manos de Lana. Si bien inmediatamente los volvía a agarrar, esto poco a poco se volvía más molesto para la amante de los animales, así que alargó un poco más la cola con la que cubría a Lola y juntó las piernas para restringir la movilidad. Ahora Lola solo podía mover los pies, y así sin más contratiempo Lana siguió cosquilleando los pies de su gemela.
—¡JAJAJAJAJAJAJAJAJAJA! ¡LANAJAJAJAJA, YA BASTA POR FAVORJAJAJAJAJAJA!
La niña indefensa e impotente suplicaba por piedad, para que le dejaran de hacer cosquillas en sus delicados pies, pero Lana estaba demasiado encantada con las cosquillas como para querer contenerse.
—Coochie coochie—coo, ¿quién es mi hermana cosquilluda?—dijo Lana juguetonamente soltando una risa al final.
—¡POR FAVOR! ¡DETENTEJEJEJEJEJEJEJEJE! ¡NO ME GUSTAJAJAJAJAJAJAJA!
Lola suplicaba porque se detuviera, pero Lana no quería detenerse, disfrutaba demasiado hacerle cosquillas en los pies. De hecho, le parecía muy tierno como los pies de Lola intentaba infructuosamente escapar de sus manos ásperas y cosquilleantes, y oír la risa de su gemela era una melodía agradable para sus oídos.
De la ternura pasó al encanto, y del encanto pasó a la admiración, porque ciertamente Lana se daba cuenta de que admiraba los pies de Lola. No, admirar no era la palabra ideal para describirlo, más bien era…amar. Sí, esa si encajaba con lo que sentía Lana por los pies de Lola, los amaba. Por eso siempre que se hacía una pedicura siempre estaba cerca, porque era de los pocos momentos donde podía ver sus pies, que siempre se ocultaban bajo ese largo vestido rosa. No sabía por qué, pero resultaba ser que amaba sus pies, y hoy que los tenía a su merced estaba disfrutando todo el tiempo de calidad que pasaba con ellos, siendo en este momento con las cosquillas.
Pasó un tiempo en el que ambas estuvieron en ese mismo estado, con Lola atrapada bajo la cola de su hermana mientras sufría las cosquillas que Lana le hacía en sus pies con sus manos, hasta que Lana decidió que era momento de parar. Los pies de la princesa estaban tintados de rosa, producto de las Lola por fin podía recuperar el aliento con normalidad, esa sesión de cosquillas en sus pies había sido demasiado para ella, y estaba agradecida porque haya parado.
—Bien (jadeo)…ya te divertiste (jadeo), ahora bájame (jadeo)—exigió Lola apenas teniendo energía para alzar un poco la voz.
Pero Lana todavía no quería terminar, su fascinación por los pies de su hermana era tan grande que sentía que necesitaba demostrarlo de otra forma, pero ¿cómo? Ahora le estaba acariciando los pies de forma gentil, sin intención de hacerle cosquillas, pero de todas formas Lola no podía evitar reírse ligeramente. Sus manos recorrían toda la superficie de los pies, desde el comienzo del talón hasta la punta de los dedos tanto de las plantas de los pies como de los empeines, con suavidad. Los trataba como si fueran hechos de cristal que no debían romperse ni empañarse, o como si fuera un tesoro para ella.
En medio de las caricias, un sentimiento extraño apareció en el interior de la niña amante de los animales, o quizás era una clase de instinto, porque de un momento a otro sintió que debía hacer algo drástico, algo que de seguro haría enojar a Lola. Dominada por aquel instinto naciente en su pecho, Lana acercó el rostro a los pies de su hermana…y le dio una rápida lamidita a la suela del pie derecho.
Lola abrió los ojos tanto como pudo cuando sintió algo viscoso y húmedo recorre su pie rápidamente.
—¿Lana? ¿Qué estás haciendo?—preguntó Lola sintiendo el miedo transmitirse en sus palabras.
La pequeña fontanera saboreaba con detenimiento el sabor del pie de su hermana, como si fuese un crítico culinario evaluando el sabor de un platillo de un restaurante.
—Oye…esto…no sabe nada mala—declaró Lana sorprendida por esto y luego siguió lamiendo el pie de su hermana.
La lengua de Lana era áspera y rústica, llena de saliva que derramaba por donde pasara, y la extraña calidez que poseía envolvía la piel que recorría. Y como Lola es muy cosquilluda en sus pies, era bastante obvio que las lamidas de su hermana le darían muchas cosquillas.
—¡BWAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJA! ¡¿QUÉ HACESJEJEJEJEJE?! ¡ES AQUEROSOJOJOJOJOJOJOJOJO! ¡PARAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJA!—pedía Lola inútilmente entre risas, sentía que la lengua de Lana hacía muchas más cosquillas que sus manos.
—¿Parar? ¡Pero si está delicioso!—sentenció Lana expresando el gusto que sentía por los pies de su gemela.
Era inútil ocultarlo. Lana disfrutaba con todo su ser el sabor de los pies de Lola. Nunca en la vida había sentido tanto gusto por algo que haya probado, ni con el más delicioso helado de chocolate. El sabor que tenían los pies de Lola era indescriptible, esto era mucho mejor que una perfecta combinación de todas las cosas que le gustaban. Lana era de gustos raros, siempre le han gustado más las cosas de la basura que las cosas normales, y quizás por eso también sentía que los pies de su hermana (parte del cuerpo considerada desagradable) eran la cosa más sabrosa de todo el mundo. Pero no le importaba el por qué o el cómo, solo seguir degustando los pies de Lola como si fueran un manjar.
—¡POR FAVORJOJOJOJOJOJOJO! ¡DETENTEJEJEJEJEJEJE! ¡JAJAJAJAJAJAJAJAJAJA!—Lola seguía pidiendo que se detuviera, pero Lana seguía sin hacerle caso.
Lana recorría con su lengua ambos pies de la princesa, y aprovechó la larga longitud de su lengua para envolverlos por completo, y luego desenvolverlos arrastrando la lengua por toda la superficie del pie correspondiente para sacar todo el sabor que tenían, lo que inadvertidamente le generaba más cosquillas a Lola. También hizo lo mismo con los dedos, los envolvió uno por uno aplicando el mismo proceso sin dejar alguno por fuera, pero también con la lengua aprovechó para pasar entre cada uno de los dedos de ambos pies. Cuando lo hizo, empujó la lengua y la retrajo varias veces, esta vez con la intención de provocar cosquillas.
—¡NO! ¡POR FAVOR NOJOJOJOJOJOJOJO! ¡MIS DEDOS NOJOJOJOJOJOJOJOJO!
Así fue cómo Lana confirmó sus sospechas, Lola tenía mas cosquillas en los dedos de sus pies que en ninguna otra parte más. Por alguna razón, este hallazgo la dejó encantada y centró la atención de su lengua en los dedos.
Lola estaba al límite. Su garganta apenas podía soportar la cantidad de risas que producían las cosquillas. Su mente solo tenía el raciocinio suficiente como para seguir pidiendo el cese de las cosquillas, pero poco a poco se iba perdiendo. La saliva de su boca salía expulsada con cada carcajada que soltaba. Un poco más y la niña sentía que perdería la cabeza por completo.
Pero Lana no estaba satisfecha todavía. Si bien disfrutaba con ganas el lamer los pies de su hermana, sentía que debía hacer algo más para satisfacer por completo esa necesidad de demostrar su amor por ellos. No supo en un comienzo que más podía hacer, pero luego de un breve instante una idea le cruzó por la cabeza.
Retiró la lengua de entre los dedos de su gemela. Lola pensó que finalmente había terminado, pero para su desgracia eso estaba lejos de pasar. Solo tuvo un segundo de descanso cuando sintió que Lana tomó sus dedos pulgares de ambos pies e hizo la peor cosa que podía hacer…metérselos en la boca y chuparlos. Definitivamente esto era lo peor que podía hacer, porque el interior cálido de la cavidad bucal de su hermana, la saliva que se empañaba en sus dedos, la aspereza de los labios de Lana y el roce que generaba el aire al chupar elevaba el nivel de cosquillas en Lola al máximo.
—¡JAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJA! ¡NO, NO HAGAS ESOJOJOJOJOJOJO! ¡POR FAVORJOJOJOJOJOJOJOJO!—llevada al límite, Lola suplicó a Lana que se detuviera, pero fue en vano.
Lana al tener los dedos de su hermana dentro de su boca sintió que fue llevada al paraíso. No había palabras o parábolas que conociera Lana que esclarecieran la magnificencia de tener los dedos de los pies de Lola en su boca. Si el cielo en verdad existe, entonces para ella sería tener los pies de su hermana en su boca para siempre. Terminó de chupar los dedos y se los sacó de la boca, haciendo un sonido similar al que uno hace al chupar una chupeta, pero luego se los volvió a meter y repitió el proceso varias veces.
Para Lola, esto había roto con todos los límites que tenía. Sintió la garganta desgarrada, pues la risas histéricas que generaba sobrepasaron su límite. Las lágrimas comenzaron a salir de sus cuencas, la saliva salía con mayor frecuencia a la que estaba acostumbrada. Y su mente poco a poco abandonaba cada pensamiento racional que tenía. Esto debía parar ahora o sino caería en la locura.
—¡LANA! ¡POR FAVORJOJOJOJOJOJOJOJO! ¡HARÉ LO QUIERASJAJAJAJAJAJAJA! ¡SOLO DETENTEJEJEJEJEJEJE! ¡YA NO AGUANTO MÁSJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJA!—suplicó Lola usando toda la fuerza mental que tenía.
Era muy raro que Lola le suplicara a alguien, mucho menos a un nivel tan extremo como para acceder a hacer cualquier cosa, pero debía hacer lo que sea para que Lana se detuviera, su cuerpo ya no aguantaba más las cosquillas. Pero Lana no la escuchó, estaba tan sumergida en el éxtasis de succionar los dedos de Lola, que sentía que estaba en un plano astral donde solo sintiera sensaciones agradables recorrer por todo su cuerpo, y no podía escuchar nada que le dijeran.
Lana comenzó a chupar los dedos en grupos de 3 en cada pie, alternando el orden de cuando en cuando. También intentó meterse los 5 dedos de cada pie al mismo tiempo, y afortunadamente para ella pudo hacerlo, aunque no pudo hacerlo con los dos al mismo tiempo como le hubiera gustado. Ya sea uno solo, 2, 3, 4 o los 5 al mismo tiempo, Lana se tomaba su tiempo para degustar el sabor de cada dedo. Estaba viviendo el sueño de su corta vida y no quería que se detuviera por nada en el mundo
Con esto, Lola perdió toda esperanza de terminar su sufrimiento y se resignó a recibir las cosquillas que le provocaba Lana sin poner oposición alguna. Pronto, el razonamiento lógico abandonó la mente de la niña, y lo único que quedó era un ser que solo podía reír producto de las cosquillas. Aquella posición duró unos minutos, pero a este nivel ya la niña se había quebrado por completo. Poco a poco su vista se tornaba oscura, y sin ninguna clase de aviso terminó de desmayarse.
Lana continuó chupando los dedos de los pies de Lola sin percatarse de nada, o al menos no al comienzo. Repentinamente, notó que las risas de su hermana habían cesado a pesar de que seguía chupando.
—¿Lola, estás bien?—preguntó Lana extrañada por esto, pero no obtuvo respuesta.
Preocupada, volteó a su hermana para mirarle la cara y la encontró totalmente noqueada.
—¡Lola! ¡¿Qué pasa?! ¡Reacciona!
Lana la llamaba y la zarandeaba para que despertara, pero nada funcionaba. Pensó que se había pasado con las cosquillas y que al final todo terminó en tragedia. Estaba por romper en llanto por el error que cometió, cuando afortunadamente sintió la respiración de su hermana chocar con su cara. Tras esto, suspiró aliviada porque nada grave ha pasado, solo se desmayó por la intensidad de las cosquillas incesantes. Sin embargo, entendió que todo esto ya había llegado muy lejos y debía parar, así que llevó a su hermana a su cama para que creyera que se había dormido. Una vez la arropó con cuidado, salió de la habitación rápidamente, quizás así nadie sospechara que ella tenía algo que ver con súbito desmayo.
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Pasó una hora y el efecto del experimento de Lisa había vencido, por lo que Lana volvió a la normalidad de inmediato. Ella se sentó en el sofá junto a Lori para ver la televisión y distraerse de la preocupación que sentía. Si Lola despertaba y le contara a alguien sobre lo había hecho mientras era mitad serpiente, se metería en un gran problema con sus padres. Tal vez pudiese culpar un poco de más a Lisa alegando que el suero que le dio le trastornó la mente o algo así, pero estaba segura que eso no ayudaría a que Lola la perdonase por la que hizo.
Sus pensamientos se vieron interrumpidos cuando escuchó pasos pesados venir desde la escalera. Su hermana Lola había despertado y de seguro estaba molesta por lo de hace un rato. Lana empezó a sudar del miedo y a realizar plegarias a quien la escuchase allá arriba, pues Lola solo tenía pisadas pesadas cuando estaba cansada o enojada, y lo segundo era lo más probable.
Finalmente, la niña de rosa llegó a la planta baja, y Lana con mucho esfuerzo abrió los ojos para encarar a su fúrica hermana. No obstante, al verla no la encontró enojada ni nada parecido, sino más bien cansada, como si no hubiera dormido en toda la noche. A paso lento se subió al sofá y se sentó al lado de su gemela, soltando un suspiro cansino al final.
—¿Ocurre algo, Lola?—preguntó Lori.
—Agh, nada, solo tuve un sueño muy extraño.
—¿Ah sí? ¿Cómo fue?
—Pues…es algo vergonzoso.
—Vamos, todas hemos tenido un sueño que nos avergüence. Solo cuéntalo y te sentirás mejor.
—Pues…ya qué. Soñé que estaba en un lugar oscuro y aterrador y un horrible monstruo que se parecía a una serpiente me envolvió con su cola y empezó a lamer mis pies.
Lana se alarmó cuando Lola explicó lo que trataba su sueño, pues temía que eso le ayudase a recordar lo que había pasado entre ambas. Y en cuanto a Lori, ella sintió una electricidad excitante recorrer por toda su espina dorsal, pues lo que describió Lola (ávido de detalles) era una de sus fantasías que involucraban su fetiche por los pies.
—Y…¿podrías…dar más detalles?—pidió Lori tratando de disimular toda la emoción que sentía en el interior.
—Lori, no quiero hablar más de eso, fue un sueño bastante incómodo.
Lori suspiró decepcionada, y Lana suspiró aliviada.
—Aunque…lo más extraño fue que cuando desperté mis pies estaban llenos de saliva.
Aquel dato reactivó las alarmas en Lana. Ahora fue que cayó en cuenta de que olvidó limpiarle los pies a Lola para limpiar todo rastro de evidencia que dejó con su saliva.
—Espera, dices que… ¿alguien te lamió los pies?—preguntó Lori sintiendo la emoción desbordar por su cuerpo.
—Sí, y creo saber quién fue.
Lana tragó saliva con pesadez y empezó a temblar al sentir que la principal sospechosa sería ella. Sin embargo, su gemela volteó a ver al perro de la familia que estaba recostado a pocos metros del sofá.
—Charles, ¿acaso subiste a mi habitación y me lamiste los pies mientras estaba dormida?—le preguntó Lola al canino, pues él en varias ocasiones había hecho algo similar con las otras chicas de la familia, pero el can negó con la cabeza.
—Hm, entonces debió haber sido alguno de los animales de Lana. Más te vale mantenerlos lejos de mi, ¿entendiste?—le dijo Lola a Lana de forma amenazante.
—S—sí, claro, Lola—asintió Lola con los nervios a flor de piel.
La princesa miró intimidante a su gemela un momento para enfatizar su orden, luego volvió la atención a la televisión.
—Yo…iré a ver a Lisa para…preguntarle algo. No se vayan a pelear—avisó Lori antes subir al cuarto de Lisa para pedirle prestado el video de la tarde de la cámara ubicada en el cuarto de Lola.
Esto era desconocido para Lana, por lo que viéndose libre de preocupaciones soltó un suspiro de alivio y se sacó el sudor de la frente, luego concentró su atención en el programa que estaba dando en la televisión. Dio un rápido vistazo a los pies de su gemela, pero estos se encontraban ocultos bajo el vestido rosado que ella siempre usaba. Internamente suspiró con decepción, había vuelto a la rutina de no poder verlos tanto como quisiera. Aunque había disfrutado mucho la experiencia de haber lamido y chupado los pies de Lola, no podía evitar sentir que necesitaba repetirla aunque sea por un momento. Tal vez podría intentar darles unas pequeñas lamidas mientras esté dormida, pero como Lola era muy cosquilluda constituían un gran riesgo.
Tal vez hoy no podría repetir aquella experiencia, pero esperaba que algún día con el tiempo pudiera tener otra oportunidad para poder disfrutar de los pies de Lola otra vez.