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Language:
Español
Stats:
Published:
2024-11-19
Words:
2,184
Chapters:
1/1
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4
Kudos:
23
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2
Hits:
103

Lluvia de Verano

Summary:

Pablo y Facundo están perdidamente enamorados, el día está frío y Manteca no quiere nada más que mimos y pasear.

Notes:

Buenassss, aparezco para traerles una idea que tenía pensada subir el lunes pero pasaron cosas. El fin de semana estuvo re frío y yo me pongo maricona con eso, así que nada, salió esto.

Otra vez, toda de Lud que me tiene la mayor paciencia del mundo con cada fic que digo que voy a escribir y está bancando los trapos. Mención especial para Frambu que es quien más aporta al tag y con puras joyas.

Eso es todo, disfruten de estos dos siendo suavecitos.

(See the end of the work for more notes.)

Work Text:

 

 

 

 

El calor durante la semana había sido insoportable, así que Pablo se sorprendió esa mañana de domingo cuando se despertó con el sonido de la lluvia de fondo y el cielo pintado de un gris oscuro. El clima solo lo invitó a acurrucarse más entre los brazos de Facundo, que se cerraban con seguridad alrededor de su cintura, y se permitió relajarse, cayendo dormido de nuevo con la respiración del mayor golpeando su nuca.

Alrededor de una hora más tarde, Pablo despertó nuevamente, pero esta vez estaba solo en la cama. No había rastros del rubio ni de su calor, por lo que supuso que se había levantado hacia un rato largo. Tomó su celular para ver la hora, sonriendo tontamente al ver el fondo de pantalla que Facundo había puesto la noche anterior. 

En la foto se podía ver a la pareja siendo ellos , Facundo miraba desde abajo a Pablo, quien intentaba esconder su sonrisa tímida y sus mejillas sonrosadas de la mirada del mayor. La foto había sido tomada por Clari, la mejor amiga del rubio, durante la cena que compartieron los tres la noche previa. 

Pablo volvió a sonrojarse al recordar el momento, precisamente las palabras que le había dicho su novio antes de la foto. Decidió que en vez de seguir acurrucado entre las sábanas frías, podría estarlo entre los brazos de Facundo, con mates de por medio y algún partido de fondo al que, seguramente, le darían poco y nada de bola. Se levantó de la cama y se encaminó hacia el baño, riendo cuando vio que en el espejo casi libre de vapor había un corazón dibujado. Se lavó los dientes, la cara y salió para la cocina en busca de su pareja. 

Hace ya algunos meses que vivían juntos en un departamento en Belgrano. Pablo recuerda aún los nervios que sintió cuando se lo propuso a Facundo, diciéndole que de todas formas pasaban más tiempo yendo y viniendo entre los departamentos que estando cada cual en el suyo. Facundo no había dudado ni por un segundo en aceptar la propuesta, agarrando su computadora de la mesita ratona y empezando a buscar algo que les gustase a ambos y les quedase cómodo para ir a los entrenamientos. Poco más de dos semanas después estaban instalados en su nuevo hogar o casita , como solía decirle Pablo. 

— Buen día, rubiecita— Pablo entró a la cocina en completo silencio y abrazó al mayor por su espalda, dejando su cabeza reposar entre los omoplatos de Facundo y aspirando el olorcito a jabón mezclado con el propio que emanaba. 

— Me hiciste asustar, boludazo— Facundo se giró en los brazos de Pablo, sonriendo con ternura cuando vio que estaba usando un buzo que le había robado, le llegaba por debajo del culo y las mangas tapaban sus manos por completo, haciéndolo ver un poco más pequeño. 

— Merecido por dejarme solo en la cama— murmuró el menor, escondiendo su rostro en el cuello de Facundo cuando él empezó a acariciar su pelo—. ¿Qué estás cocinando?

— Unos panqueques, así que prepará el mate y andá prendiendo la tele— Facundo dejó un beso en los labios de Pablo antes de volver a su tarea, sintiendo al menor moverse por la cocina con calma y disfrutando de la compañía silenciosa. 

Ya con el termo cargado y todas las cosas acomodadas en la mesita frente al televisor, Pablo estaba cómodamente sentado en el sillón, con sus piernas cruzadas debajo de una manta suavecita e intentando encontrar algo que le llame la atención para ver. Llevó su vista hacia la entrada cuando vio al rubio aparecer por ahí, en sus manos tenía un plato lleno de panqueques, un pote de dulce de leche y unos cuchillitos para untar.

El menor sintió su rostro llenándose en una sonrisa, sintiendo un calorcito agolparse en su pecho cuando Facu dejó las cosas y se acomodó a su lado, dejándole un beso suave sobre los labios cuando estuvo tapado y bien pegadito a su costado. 

Pablo no tenía dudas de que lo amaba. Amaba cada pequeña cosa de su novio, pero sobre todo amaba que lo amase. Porque nadie jamás le había demostrado o hecho sentir que realmente valía la pena, que sus miedos no eran insignificantes y que no era un pesado por necesitar mimos cuando estaba sobrepasado. Así que sí, Pablo amaba a Facundo. 

— Amor, ¿me das un mate, porfa?— la voz suavecita de Facundo lo sacó de sus pensamientos. 

— Te amo un montón, lo sabes, ¿no?— murmuró Pablo por lo bajo, como si fuese un secreto que nadie más que ellos podía saber. 

— Lo sé, pero yo te amo más, mi vida— Facundo no se resistió a besar los bonitos labios de su novio.

Facundo tomó su rostro con la suavidad de quién toma la obra de arte más preciada y lo acercó a él, sus ojos fijos en los contrarios, que brillaban con afecto y dulzura, y cerró la distancia entre ambos. Pablo se dejó hacer por el mayor, apreciando la suavidad de la boca contraria y del tacto que le era brindado. Un suspiro se oyó cuando se separaron, uniendo sus frentes y con sonrisas bobas plasmadas. 

Facundo se encargó de dejar algunos piquitos en sus labios antes de separarse por completo, comenzando a untar uno de los panqueques. Pablo se encargó de cebarle un mate mientras veía los movimientos del mayor. 

— ¿Te parece que después de desayunar llevemos a Manteca a pasear?— Facundo le preguntó después de devolverle el mate, llevándose un pedacito de masa a la boca—. Digo, así aprovechamos que paró de llover. 

— Dale, aparte sino no gasta energía y después nos rompe todo— Pablo amaba a su perrita, la trataba como a una bebé y poco le importaban los pelotudos que decían que las mascotas no son hijos, por supuesto que lo eran. 



Alrededor de una hora más tarde, Pablo se encontraba a un lado de la puerta, con Manteca sentadita a su lado, esperando por Facundo. 

— ¡Vamos, gordo!— Pablo no sabía porqué Facundo estaba tardando tanto y estaba empezando a desesperarse—. Nos aburrimos acá— intentó de nuevo y fue ahí cuando el rubio apareció en su campo de visión. 

— Perdón, no encontraba mi zapatilla porque alguien la agarró y la escondió abajo de la cama— Facundo le habló con una vocecita tierna a Manteca, que obviamente no entendía nada y tampoco le importaba, ella solamente movía su colita de un lado al otro esperando por salir a la plaza. 

— Dejá de pelear a mi bebé y vamos— dijo Pablo, abriendo la puerta y empezando a caminar hacia el ascensor, sonriendo cuando Facundo llegó a su lado y entrelazó sus manos. 

Después de salir del edificio y caminar un par de cuadras con Manteca parando a oler cada árbol que se cruzaban, llegaron a una bonita plaza, repleta de jacarandás y pequeñas flores caídas por la lluvia. Soltaron la correa que retenía al perrito y se rieron cuando empezó a correr por todos lados, no sabiendo para dónde ir primero. 

Fue entonces que Pablo sintió una brisa fresca golpearlo, haciendo que un escalofrío recorriera su cuerpo entero pero intentando disimularlo. Facundo le había dicho que llevase un buzo porque estando de short y remera se iba a cagar de frío y él le había contestado que no, que iba a estar bien así. Ahora se arrepentía de no haberle hecho caso. 

— Te estás cagando de frío— Facundo habló a su costado, apretando su mano y mirándolo con una sonrisita.  

— Nada que ver, ‘toy bien así— a Pablo no le gustaba darle la razón a nadie, pero sabía perfectamente que Facu lo conocía lo suficiente como para saber que estaba mintiendo. 

— Teneme un toque esto— el rubio le pasó el juego de mate y empezó a sacarse su buzo. Él no iba a dejar que su novio se enfríe, más sabiendo lo propenso que era a resfriarse. 

— No te desabrigues, gordo— Pablo negó cuando vio lo que estaba haciendo. No quería que Facu se enfriase solo porque él era terco y no había llevado nada. 

Facundo hizo oídos sordos a las palabras del menor, terminando de sacarse el buzo y acomodando su pelo con una mano. Hizo que Pablo dejase las cosas sobre un banquito antes de tironear de su mano para acercarlo a él, dejó un beso en sus labios y él mismo pasó la prenda por la cabeza de Pablo, quien estiró sus brazos para pasarlos por las mangas y dejando la capucha descansar en su cabeza. 

Pablo sonrió cuando se vio envuelto por una nube del aroma del mayor y suspiró de placer al sentir la calidez y suavidad de la prenda. Se acercó aún más a Facundo, llevando sus manos a su cuello y acariciando la zona con tranquilidad. La sonrisa plasmada en su rostro era común cada vez que estaba en compañía del rubio. No importaba si había tenido un mal día, si los goles no entraban, si la presión lo sobrepasaba, porque Facundo siempre tenía las palabras justas para hacerlo sentir mejor, para que su corazón no doliese y su cabeza se callara. 

— Te amo— aún colgado de su cuello y sintiendo el calor de las manos contrarias en su cintura, tomándolo en un agarre fuerte y seguro. 

— Te amo más, precioso mío— el susurro de Facundo le hizo cosquillas en sus labios antes de sentir una presión más fuerte. 

Pablo no pudo hacer más que dejarse llevar, embriagándose de los labios de Facundo, del sabor de su boca, del calor reconfortante que le brindaba y de las manos suaves que recorrían desde su cintura a su cadera. Se embriagó de amor. 

Su escena de película se vio interrumpida cuando unas patitas mojadas y con algo de barro se posaron en las piernas de Pablo, quien se separó riendo y se agachó hasta quedar a la altura de la pequeña Manteca, acariciando su pelo suave y dejando un besito en su cabeza antes de tomarla en sus brazos. 

— Sos una celosa, tu papá es mío, Tequita— Facundo se dirigió al animal, riendo cuando lamió su cara en respuesta. 

— ¿Vamos a casita, amores de mi vida?— Pablo dijo, sabiendo que Facundo se podía hacer el boludo todo lo que quisiera con que no tenía frío, pero veía claramente como frotaba sus manos en busca de calorcito y tenía los vellos de sus brazos en punta. Además, Mantequita ya tenía sus patas llenas de barro y no quería que se ensuciara más. 

Facundo asintió antes de tomar las cosas del banquito, colocándole a Manteca su correa antes de que Pablo la dejase de nuevo en el piso. Una vez tuvieron todo listo, volvieron a tomarse de las manos y empezaron el camino de vuelta al departamento, parando solamente para que Facundo comprase unas medialunas de manteca en la panadería favorita de la pareja. 

Cuando estuvieron de vuelta en el departamento, Pablo corrió a cambiarse el short por un pantalón suelto de pijama, dejándose el buzo de Facu y volviendo hacia el living con pasos suaves. Al no ver a su novio allí, fue en dirección a la cocina, donde lo encontró intentando entender cómo funcionaba la cafetera francesa que habían comprado en la semana. Se rio por lo bajo cuando lo vio darse vuelta con el ceño fruncido y un pequeño puchero en sus labios, a punto de gritar por la ayuda de Pablo. 

— ¿Se te complicó el café, gordo?— Pablo se acercó a él, con su voz cargada de burla y ternura. 

— Pasa que vos te queres hacer el aesthetic en vez de tomar café instantáneo como cualquier persona— Facundo lo tomó de la cintura y se enterró en su cuello cuando Pablo se giró para encargarse de la infusión. 

No era para nada equivocado decir que Facundo amaba el contacto, que si por él fuese, viviría pegado al menor. Su gesto favorito era éste, cuando Pablo se perdía en sus acciones y él podía abrazarse a su cuerpo con la cara hundida en su cuello blanquecino, llenando sus pulmones de su olor suave y pudiendo sentir con claridad cuando se reía por las cosquillas que le causaba. 

Cuando Pablo tuvo todo listo, Facundo se vio obligado a abandonar su lugar para ayudarlo a llevar las cosas al living. Tenían pensado hacer maratón de Friends toda la tarde, no levantarse para nada más que buscar más comida, jugar con Manteca y disfrutar de los pocos días libres que tenían por la fecha FIFA. 

Y así tal cual lo planearon, no se movieron del mueble hasta la hora de la cena, que decidieron darse el lujo de pedir hamburguesas de McDonald’s para no tener que levantarse a cocinar ni hacer otra cosa que no implicase estar uno encima del otro, con besos y risas compartidas por la serie y los chamuyos que Facundo le decía a Pablo, todo con el objetivo de ver sus mejillas sonrojadas y sus ojitos brillantes antes de recibir un beso que buscaba callarlo. 

Quizá la vida no era tan difícil si tenían al otro a su lado, calmando sus corazones, mentes y llenando de amor el ambiente.

 

 

 

 

Notes:

Espero que les haya gustado, no se olviden de dejar kuditos y comentar, que me encanta leerlos. Los kiero gentuu 🫶🏼