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Disclaimer:
Saint Seiya © Masami Kurumada.
The Lost Canvas © Shiori Teshirogi.
Al ritmo del violín © Adilay Vaniteux/Rashel Vandald.
«Esto no es nada parecido a estar una batalla» pensó Regulus, viendo, un poco intimidado, la enorme cantidad de gente bien vestida que había en este castillo.
La sofisticación y el dinero se sentía hasta en los huesos.
Después de bajar de un (innecesario) carruaje, como todos los otros presentes, la gran morada de los Lugh le daba un recibiendo medio extraño esta noche.
Él estaba usando un atuendo que, hasta hoy, ni siquiera se había imaginado en siquiera tocar. Regulus se consideraba de un estilo de vestir, más cómodo y menos vistoso. El señor Dégel le había ayudado a seleccionar una combinación de prendas adecuadas para la ocasión. De hecho, él y su esposa Seraphina, se encontraban socializando con diferentes personalidades, fungiendo como sus acompañantes.
«Señor Dégel, esto no es como una batalla» trasmitió sus sentimientos a su compañero de armas.
El santo de acuario rio entre los presentes mientras Regulus oía a Dégel responderle:
«Y no mentí del todo. Estas gentes podrán no ser guerreros, pero literalmente ellos te devorarán vivo si les pareces inadecuado» sonaba divertido. «Trata de calmarte y no ponerte en vergüenza, chico. ¿Lo ves? Por eso te dije que, antes de venir, debía enseñarte modales. No quisiste; ahora arréglatelas».
«Qué cruel» masculló Regulus en sus pensamientos, pero Dégel no lo oyó… o lo ignoró.
Comenzando a ver el error en su despreocupación inicial, Regulus respiró casi agitado; sintió el momento en el que Dégel le dejó solo con su maremoto de pensamientos. ¿Qué diablos estaba pasando? ¿Por qué hay tantas personas aquí? ¿Por qué hablan todos diferentes idiomas? ¿Qué idioma sería mejor para hablarlo con otros?
Miró a un extremo lejano a Dégel y Seraphina, sintiéndose mareado; ¿qué coño decían? Regulus no era un ignorante, pero sólo sabía griego y latín. Todavía no podía entender más allá.
Apretó sus puños y caminó un poco desorientado entre el mar de personas.
—¡Hey! —expresó una señorita cuando él por error la golpeó con su hombro al pasar.
—Disculpe, disculpe —Regulus se alejó de ella lo más que pudo, pero terminó pisando a un hombre, qué también le reclamó.
—Cad atá tú a dhéanamh, leanbh? —le preguntó el hombre. Sonó muy ofendido.
¿Qué diablos le dijo? De nuevo, Regulus se disculpó en griego y trató de mantenerse lejos de las personas.
«Te dijo, “¿qué haces, niño?”, y yo estoy de acuerdo, ¿qué haces? Pareces un potrillo recién nacido; tropezando con todos a tu alrededor» le trasmitió una voz que él conocía muy bien.
—¡Failinis! —exhaló un poco aliviado.
Uno de los meseros que iba pasando con algunas copas en su charola de plata, le miró raro por un segundo, luego siguió con su camino.
Regulus ya no veía a Dégel o a su esposa; y tampoco podía ver aún a Failinis, pero le agradaba oírla. Después de todo, fue ella quien le invitó a venir en primer lugar.
«No hables solo, será fácil para otros pensar que estás loco», le dijo con un poco de humor. Uno que Regulus no sabía que ella poseyese.
«Lo siento; este no es mi ambiente».
«Sí, ya lo noté».
Regulus bajó un poco la mirada y miró por los alrededores, aún en busca de Failinis.
«¿Y dónde…?»
«¿Dónde está la señorita Conner?» adivinó Failinis.
Con cuidado y siendo más lento, Regulus logró apartarse lo suficiente de la mayoría de las personas mientras hablaba con Failinis. Casi pegó su espalda contra una de las paredes, para ayudarse un rato, pero no vio a nadie más haciendo algo similar.
La sugerencia de Dégel, sobre tratar de evitar avergonzarse a sí mismo, aún martillaba en su cabeza, por lo que se mantuvo lo más firme posible y trató de camuflarse, permaneciendo de pie y con la espalda recta, como todos los demás hombres.
«Sí, por favor; quisiera, ya sabes, verla y saludarla. Hoy se celebra su cumpleaños dieciocho, ¿no?» sin pensarlo mucho, y mientras esperaba la respuesta de Failinis, Regulus sacudió la chupa negra que llevaba, se apartó algunos mechones rubios de su rostro, además de sacudirse un poco los pantalones que estaba usando; se reacomodó el corbatín blanco. Con la mayor discreción posible (que no fue mucha) miró los zapatos que llevaba y se alegró de verlas aún limpios.
«Así es. Escucha Regulus, el motivo por el cual te pedí que vinieses fue porque la señorita tampoco gusta de este tipo de eventos; pero como el único miembro vivo de la familia Lugh, es su deber socializar con esta gente. Creí que tenerte aquí, la ayudaría a relajarse un poco; no contaba con que tú también estarías nervioso».
«N-no estoy nervioso…» dijo volviendo a ver sus pies.
Sus manos tenían que estar muy bien limpias, con las uñas cortas. En cuanto a las cicatrices, no había mucho que hacer con ellas.
Failinis pareció suspirar.
«Te ves muy bien, Regulus, sólo trata de no parecer tan tenso».
—Estoy tenso —admitió en un murmullo muy bajo.
«Bueno, al menos me alegra que hayas traído como tus acompañantes a una pareja tan elegante y elocuente. Están haciendo un buen trabajo».
«Dégel es mi compañero; el santo de acuario; la señora Seraphina es su esposa. Ambos se ofrecieron a ayudarme esta noche» y se alegró de que así fuese, en un momento iría a pegárseles para tratar de no quedarse tan solo, «debí escuchar a Dégel cuando quiso enseñarme modales. Pero no creí que fuese necesario eso».
«Siempre creyendo que puedes aprenderlo todo en su momento, ¿eh?»
«Por favor, no te burles. Ya tengo suficiente con lo que acaba de pasar» exhaló esperando no volver a poner en evidencia tan pronto. Ya había lastimado a una chica y hecho enojar a un hombre. No quería que nada más saliese mal.
Un chico, un mesero, se acercó a él y le preguntó si quería una bebida. Una copa de vidrio con lo que a todas luces era licor.
Regulus tomó la copa y le dio un gran trago.
«¿No eres muy joven para eso?»
«Claro que no, tengo casi veinte años. Probé mi primer tarro de cerveza a los catorce» algo desalentado, Regulus vio su copa casi vacía. «No suelo beber licor, menos sin haber comido nada antes, pero ahora lo necesito; estoy muy nervioso. No quiero avergonzar a Conner».
«Lo entiendo».
El joven santo de leo percibió la aprobación de Failinis.
Él no mintió.
Regulus en serio no quería hacer algo estúpido que pudiese hacer pensar a Conner que él no podía involucrarse en su círculo social. Hace mucho que no se veían, salvo por las cartas que se mandaban, era muy poca la interacción real que él tenía con ella. Necesitaba verla, hablarle, y que ella también le hablase. Regulus ansiaba escuchar todo lo que había pasado con Conner mientras estuvieron separados; él ya sabía muchas cosas, pero entendía que era mejor oírla que leerla, pues las hojas de papel se acababan, había mucho que explicar y la conversación a veces parecía quedarse a medias.
De pronto, oyó cómo sonaba un coro de aplausos.
Él se tensó en su sitio.
¡Oh, dioses! ¡Oh, dioses!
¡¿Era ella?! ¡¿Ya estaba aquí?!
Volviendo a hiperventilar, Regulus se tragó el resto de licor que quedaba en la copa. Caminó hasta una de las mesas y dejó el trasto sobre ella. Luego limpió el sudor en sus manos con la ropa.
—Espero que al menos sí sepas bailar —Dégel le dijo, acercándose a él.
Seraphina, con esa belleza etérea rodeándola, le sonrió.
—No lo pongas más nervioso, Dégel —pidió ella—. Sé que lo hará bien.
Regulus estuvo consciente de la cara de bobo que debió haber puesto para que Seraphina debilitase su sonrisa.
—¿Verdad, Regulus?
—¿Hacer qué? —dijo él como si algo estuviese apretándole el cuello.
—Bien —resopló Dégel—, yo te diré.
Disimuladamente, el santo de acuario puso su mano derecha tras la nuca de Regulus y le dio un empujón para acercarlo.
—Ve con ella y pídele un baile —le murmuró al oído.
—Yo no sé bailar —respondió Regulus en su mismo tono lastimero.
—Uh, malas noticias. Lo haces tú, o lo hace alguien más.
Regulus instintivamente dejó a Dégel y Seraphina atrás. Caminó entre las personas buscando llegar hasta el centro de toda la atención. Hacia donde ella debería estar.
Conner…
Después de tanto tiempo separados, él necesitaba verla.
Apartó a algunas personas y esquivó a otras, primero visualizó a Failinis gracias a la altura que ella siempre tuvo. No vestía su armadura sino un sencillo, pero precioso vestido verde olivo. Por otro lado, Regulus enfocó su atención en la chica que estaba a un lado de su protectora.
Ahí.
Conner Lugh.
Su belleza no había menguado con el tiempo. Usaba un vestido blanco con detalles en color dorado. Su cabello caía en caireles sobre su espalda, además de que parte de este se encontraba atado en algunas trenzas que se juntaban atrás de su nuca y caían como una cortina dorada hasta llegar a su cintura. Su fleco no opacaba sus lindos ojos azules. Además, usaba un excéntrico labial rojo.
Ella también lo vio a él.
¿Le agradaría verlo vistiendo algo tan distinto a lo usual?
Fue un alivio para Regulus que ella sonriese en su dirección. Él se acercó, agarrándose con fuerza de todo su valor acumulado con los años de lucha en diferentes misiones peligrosas. Una vez que la tuvo enfrente, Regulus se dijo que no la recordaba tan bajita. ¿O él había crecido mucho desde la última vez que se vieron? Bueno, ya casi alcanzaba la altura de su tío Sisyphus.
Modales… modales…
Tratando de adivinar cómo es que ha visto este tipo de saludos antes, Regulus junto sus pies, puso atrás de su espalda la mano izquierda, y firmemente extendió su mano derecha hacia ella.
—Señorita —le musitó lo menos nervioso posible.
Era raro sentirse así cuando en su estado normal era más directo, aventurero y atrevido.
Conner trató, pero no pudo evitar hacer su sonrisa más grande; acercó su mano, la cual estaba enguantada, cubriendo hasta su muñeca; hasta que ambos se tocaron otra vez. A pesar del estorbo que significaba ese pedazo de tela, Regulus esperaba que su próximo movimiento no fuese considerado inapropiado. Inclinándose un poco, besó el dorso de la mano de la señorita, mirándola desde abajo.
—Es un gusto verte otra vez —le dijo, volviendo a enderezar su espalda.
—Lo mismo digo, Regulus —contestó ella, apretando por sí misma el agarre que aún sostenían con sus manos.
Ambos habían cambiado físicamente desde que se conocieron; ahora ya eran considerados adultos. Ella toda una señorita de la alta sociedad, y él un hombre al servicio de la diosa Athena.
—Si no una indiscreción de mi parte, ¿me permitiría un baile?
Fue curioso para él sentirse tan alborotado por todo esto, oyéndose tan ligero y hasta seguro de lo que hacía y decía. También, lo fue mirar el rostro de Conner tornándose un poco rosa, al mismo tiempo que asentía con su cabeza.
—Me encantaría.
Ambos se miraron a los ojos por un rato.
El ambiente pareció silenciarse por un rato mientras los presentes parecían mirarlos con interés. Para muchos, el aire que se respiraba alrededor de aquellos dos jóvenes que se reencontraban, prometía para inspirar libros románticos y sonatas de amor.
«¿Planeas quedarte ahí toda la noche?» le murmuró Failinis.
«No tienes idea de qué hacer ahora, ¿verdad?» resonó Dégel en su cabeza también.
«Honestamente, no creí que llegaría tan lejos» respondió Regulus conteniéndose para no reír por lo nervioso que estaba.
El chico supo que, si Failinis y Dégel hubiesen estado solos con él en una misma habitación, se habrían turnado para darle cada uno un coscorrón en la cabeza.
«Guíala al centro del lugar y comiencen a bailar, tonto» dijo Failinis.
«¿Qué estás esperando, niño?» espetó Dégel.
«No tiene insultarme, ¿saben?» Regulus sonrió divertido y afianzó mejor su agarre a la mano de Conner, haciéndola caminar junto a él hacia donde Failinis ordenó.
Al estar un poco lejos de otras personas, la risa contenida de Conner le distrajo. Ella misma se soltó de él para llevar su mano derecha al hombro de Regulus y la izquierda, para sujetar la mano derecha de él.
—Pon tu mano libre en mi cintura —le dijo con amabilidad.
—¿Nos oíste, cierto? —preguntó Regulus haciendo caso. Su mano izquierda tembló un poco.
La última vez que estuvieron tan cerca, fue cuando él trataba de protegerla. Este era un momento diferente.
—Son un poco ruidosos. —Ella le guiñó un ojo—. Tranquilo, yo te guio a partir de ahora.
Los músicos comenzaron a tocar con lentitud, pero a un tono muy elevado. Empezaron moviéndose hacia la derecha, meciéndose mientras daban pasos suaves; pero firmes.
—En verdad, me alegra mucho verte, Regulus.
Relajándose un poco, dejándose llevar por el ritmo y los delicados pasos que tenía que dar, Regulus apretó su agarre sobre la cintura de Conner, pegándose un poco más a ella. Tardó un poco en darse cuenta que otras parejas ya estaban uniéndose a ellos en esta pieza.
—No tienes idea de lo mucho que he extrañado oírte, Conner —murmuró mirando con mucha atención lo que otros hacían a su alrededor; cómo algunos hombres movían sus pies y manos. Cómo algunos hacían para que las mujeres giraran sobre sí mismas, sin soltarse por completo.
A veces, era un verdadero alivio ser un prodigio en ciertos ámbitos. Regulus logró copiar a la perfección algunos movimientos que llegó a ver. Incluso un vistoso giro que sorprendió a Conner.
—Wow, ¿dónde aprendiste eso? —dijo ella, en voz baja para que sólo él pudiese oírla.
—Ahora —se rio Regulus.
El nerviosismo inicial se quedó atrás. Regulus disfrutó mucho de la velada, y por supuesto, también Conner.
—FIN—