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La música era una forma de expresión y libertad para todo, y más aún cuando en ella se cuentan historias de personas que ya no tienen la capacidad de hacerlo. Por eso los bardos eran queridos por las comunidades menos favorables, las historias, el conocimiento y las artes que mostraban al mundo eran hermosas.
Por esa razón la creatividad era algo de mucho valor entre los bardos, era sencillo pensar que ellos tenían la facilidad natural de recitar las historias pero no era todo. La forma de expresarse, de caminar y de llamar la atención a los ojos curiosos podía ser de vida o muerte.
Un bardo sin creatividad y una musa, se volvía un simple trovador o un bufón de la corte. ¡No eran lo mismo, para nada!
Venti era un bardo conocido en el Reino de Celestia, amado y odiado por sus pares del mismo modo que él amaba las manzanas. Aun así, ser amado y reconocido no era suficiente en la vida, mucho menos cuando lo más importante para ti es tu creatividad.
Sus prosas vivaces y hermosas notas brindadas por el arpa, dejaron de sonar poco tiempo después de que Venti contara su última obra frente a los reyes celestiales: “El Leviatán y la hermosa Doncella”
Para sus ojos y oídos, deplorable.
Para su público, una obra de arte.
En un osado pedido, se plantó frente al Rey Minos, arrodillado y pidiendo con una voz firme el permiso de sus amados soberanos el poder ir en búsqueda de nuevas historias que contar. Venti necesitaba partir y experimentar un nuevo mundo, ¡no podía seguir dando tal absurdo acto a su amado público!
—Tienes permiso de ir—concedió el hombre mayor—, pero regresa antes del solsticio de verano.
—No podemos perder a nuestro bardo favorito—sonrió la reina, deslumbrando a los presentes.
Con la bendición de ambos dada, Venti juntó sus pocas pertenencias en una bolsa de viaje que colgó en su hombro y se despidió de los pobladores a medida que avanzaba.
La gente fue reuniéndose detrás suyo siguiéndolo y colmándolo de buenos deseos durante su viaje, sumando que los regalos de despedida eran más de los que alguien normal podía soportar pero el buen bardo hacía lo imposible para no decepcionar a su gente.
—¡Cuidense, mis buenos amigos! ¡Llegaré tan pronto que no habrán notado mi ausencia y los colmaré de historias fascinantes!—prometió con una sonrisa amplia, vivaz y cargada del peso de lo que era. No daba su palabra en vano.
— 🍂 —
Caminó, caminó y caminó con mapa en una mano y en la otra una manzana, siguiendo los senderos de tierra que convergen en el Reino de Celestia. Alejándose lo más posible de su tierra natal, no se detuvo sino hasta que al ver sobre su hombro la figura del palacio no era más que un brillante recuerdo.
Sonrió para sí mismo, apretando la cuerda de su bolso de viaje y continuó su camino sin ver más hacía atrás. La brisa le brindó una sensación cálida en el pecho, ¿estaba haciendo lo correcto? Poco le importaba, él tenía una misión clara al buscar su inspiración.
Su mapa apuntaba varios pueblos cercanos que estaban aún en las tierras de celestia, los primeros ya habían sido visitados por él en el pasado pero estaba más que fascinado de regresar.
Justo en esos momentos la tierra de Ámsterdam” estaba en plena algarabía por sus cosechas, celebrando que soportarían con bravura el invierno siguiente. Estaba más que feliz, la música llenaba su corazón y la gente contagiaba su felicidad.
Además, el vino estaba dulce y suave, tanto como le gustaba.
Deteniéndose esa noche en la posada del pueblo, escuchó al bardo de la zona relatar pasionalmente historias y cantaba canciones más que fascinantes. Venti tenía envidia en su capacidad de relatar historias de forma elocuente.
Él necesitaba un libreto aprendido, recordar cada nota y practicar en la soledad de sus aposentos lo mejor posible para fingir ser ese bardo real que tanto halagaban.
Su copa de vino se llenó nuevamente, y otra siguió a esa por gran parte de la noche. Sus monedas de oro iban esa noche, las risillas que salían de él se escuchaban de forma suave para la gente que lo atendía y los más cercanos.
Nadie lo reconoció, la capucha que lo cubrió hizo lo suyo cooperando con su “pasar inadvertido” cuando realmente estaba aliviado de ese hecho. No estaba de humor para cantar y menos frente a personas con verdadero talento.
La sonrisa de la bartender dándole las buenas noches alivió esa pesadez en su ser, al final caer en la autocompasión era algo que pasaría pero no debía mantenerse allí.
En su habitación de la posada podía apreciar a personas caminar por las calles afectadas por el alcohol pero alegres, extraños cantando a viva voz y bailando en plena calle.
Ellos brindaban una chispa de la que él carecía.
— 🍂 —
Su viaje continuó luego de ese día, pasando de pueblo en pueblo hasta que el susurro de un bardo proveniente de la corte de Celestia comenzó a viajar junto con él cuando un Marqués lo invitó con toda su buena voluntad a sus tierras, Venti se negó amablemente procurando siempre mantener el buen humor del buen joven y este comprendió.
Le dejó un consejo, tener cuidado con los siguientes pueblos a los que iba porque se rumoreaba acerca de uno en particular que estaba abandonado, un pueblo fantasma cerca de los límites con Liyue donde los espíritus que custodiaban la tierra desterraban a cualquier persona que se acercara.
Venti en un afán intrigado asintió mientras se dirigía a la caravana de aventureros que acompañaba para mayor facilidad en su viaje, un grupo reducido completamente interesante para sus vivaces ojos.
Un joven Rubio, ex carterista. Amable y simpático, sus trucos de magia dejaban a cualquier mago de la corte como un mero bufón.
También un padre solo con su hija, intimidante sujeto a decir verdad. Decía ser un ex Guardia Real, ahora estaba en camino de encontrarse con su esposo en Liyue. La niña era un encanto, disfrutaba de hacer burbujas y bailar cuando Venti tocaba su arpa, le hizo el viaje mucho más ligero.
Por último un par de damas que estaban dirigiendo el grupo, la rubia en su perspicacia notó que Venti no pertenecía a esos lares y su compañera solo lo amenazó con un cuchillo en la garganta la primera vez que lo vio.
Bueno, esos deslices los comete cualquiera.
Viajar con ellos fue inspirador en cierto sentido; sus historias abrieron su mente. Venti supo apreciar la esperanza del hombre con su hija conmoviendo su corazón al escucharlo hablar de cómo se encontrarían pronto con su amado. El ex carterista demostraba resiliencia, queriendo hallar a su hermana de un grupo que la tenía.
Las mujeres no ahondaban en sus asuntos privados o historias, ya sería demasiado y lo comprendía, sólo podía analizarlas y ver los pequeños detalles de su relación. Pero sería historia para otro día.
Luego de semanas de viaje su compañía llegó a su fin, se detuvieron en un pueblo pequeño con gente algo malhumorada pero perfecta para Venti. Los demás se despidieron, especialmente la niña que soportaba las lágrimas colmando esos brillantes rubíes.
—¿Nos veremos pronto?—preguntó ella con un temblor por el llanto contenido.
Venti le acarició el cabello con suavidad, dejándole en la propia capa de la niña un broche de plumas regalado por el propio rey celestial. Ella lo observó con curiosidad, su padre solo suspiró con una sonrisa derrotada y de disculpa.
—¡Claro que sí, pequeña amiga!—le sonrió ampliamente, su corazón se partía al verla tan adolorida pero debían continuar ambos con sus caminos— Mientras la brisa nos acompañe y estemos debajo del mismo cielo, tendremos oportunidad. Quizá no sea mañana o el día siguiente a ese, pero algún día nos veremos otra vez y tú podrás mostrarme ese broche para ambos saber que finalmente nos volvimos a encontrar.
Ella lo llevó contra el lado de su corazón, asintiendo con efusividad y se dieron un último abrazo.
Así la dulce niña se llevó un trozo de su corazón para así tenerlo presente en su viaje a pesar de la distancia que se acrecentaba entre ellos a cada minuto que pasaba.
Venti solo observó la dirección en la que se alejaban desde la ventana de su posada, pensando si habría sido una buena idea quedarse allí. Sacudió la cabeza ante tal pensamiento, no podía desviarse de su cometido.
Su bolsa de viaje descansó en el escritorio destartalado de la habitación, hojas escapando de su interior con descaro provocando una melancolía en el bardo cuando notó lo vacías que estaban.
¿A quién estaba engañando?
Su comportamiento era lamentable, huir de su hogar, de su trabajo, de la gente que apreciaba solo porque la inseguridad carcomía su mente y cuerpo.
Se desplomó en la cama, incómoda y dura como él merecía, y observó el techo de vigas enfocándose en una mancha de la madera. No tenía ánimos ni de tomar una copa.
. . .
Abrió los ojos de golpe, el sonido de gente armada resonó en su mente y giró sobre su eje, cayendo de la cama por su propia torpeza. Se quejó, sobándose la espalda baja y se acercó algo preocupado a la ventana abierta de su habitación.
Un grupo reducido de hombres marchaban con antorchas y extraños palos fuera de la aldea, las mujeres lo despedían y los jóvenes querían acompañarlos. Venti frunció el ceño, ¿qué estaba pasando?
Frunció el ceño un momento, viendo el horizonte y notando que apenas estaba saliendo el sol. El bullicio mermó para cuando la luz natural iluminó totalmente el pueblo y los ojos de Venti continuaron abiertos de par en par, sin poder pegar ojo después de eso.
Una silla bloquea la puerta por seguridad, la aparta para abandonar la habitación y bajar a la taberna de la Posada, esperaba que el desayuno no fuera una locura como esa madrugada.
El tabernero estaba limpiando unas mesas, unas mujeres jóvenes lo imitaban y el aroma a comida comenzaba a inundar el sitio causando un estridente gruñido en el estómago de Venti. Bueno, ahí estaba el factor sorpresa.
Saludó brevemente yendo a la barra a sentarse para pedir algo de comer, olía en verdad apetitoso. Un jugo de uva llega a sus manos en un vaso curioso hecho del cuerno de un toro, los tallados eran impresionantes.
—¿Se despertó temprano, señor?—comentó la más joven de las muchachas, una sonrisa también algo cansada se le dibujó.
—Oh, sí—sonrió en respuesta— ¿me podría decir qué fue todo eso de anoche? Me llamó la atención el ruido.
Un poco directo, lo sabe, pero no podía dejar el tema picando en la punta de su lengua con esa alevosía.
La chica parpadeo curiosa pero su sonrisa se mantuvo, riéndose de forma escasa antes de asentir pero buscó la bandeja de desayuno para Venti antes de ponerse frente a él en la barra.
—Los hombres se dirigieron al pueblo vecino—inició, Venti asintió mientras comenzaba a comer los huevos fritos y la carne asada de la noche anterior.
—¿Acaso ha pasado alguna tragedia?—preguntó con una mueca leve, ella niega pero sus hombros se tensaron.
—Una bestia reside allí—susurró inclinándose un poco hacia delante y Venti abrió los ojos sorprendido—, los hombres una vez al mes van al pueblo con el sacerdote para así liberar del mal al pueblo.
—¿Es así?—impresionado comienza a recordar las historias que se acrecentaban a medida que se acercaban a la frontera con la nación de la mora— ¿Y eso ha hecho algún efecto? ¿La bestia se ha ido?
Ella niega, suspirando con pesadez.
—No, simplemente desaparece unos días pero siempre regresa—Venti bebió un poco de jugo, la angustia de la dama le hizo sentir lástima—. Ha traído miedo a todos, los mercaderes no han venido al pueblo porque muchas rutas atraviesan ese pero el miedo los domina.
—Es un problema bastante serio—asintió, la curiosidad volvió a consumir su mente y sonrió—, yo he estado viajando con unos aventureros que se encargaban de este tipo de cosas…
Los ojos de la muchacha se iluminaron brevemente, Venti le sonrió escasamente antes de que las ideas abandonaran sus labios sin permiso alguno.
—Podría ir a echar un vistazo si la gente de la aldea no cumplieron con la misión—se encogió de hombros, si faceta despreocupada rápidamente se levantó al momento en que recibió un abrazo colmado de emociones.
Por Celestia, ¿había sido correcto hacer ese ofrecimiento tan osado?
— 🍂 —
Días después la chica lo despidió con un gesto preocupado y unos talismanes bendecidos por el sacerdote del pueblo para protegerlo, Venti los guardó cuidadosamente en su bolso de viaje y emprendió su camino hacia el desesperanzado lugar.
El camino era tranquilo, como la chica había mencionado carecía de movimiento por parte de los mercaderes. Ni una huella de carrera o de animales de carga.
Aprovechando la apacible mañana que le tocó, sus dedos comenzaron a rasgar las cuerdas de su lira en notas conocidas. Dos canciones fueron suficientes para hacerlo desistir, las palabras no fluían, su ánimo se desplomaba del mismo modo en que las hojas eran llevadas por el viento.
Su mirada viajaba por el camino, zonas sin un ápice de árboles y con hermoso césped era el aviso de que debía descansar, aprovechando a recordar las intranquilas palabras de la chica con las instrucciones.
“No veas a la bestia a los ojos”
“Sal de su territorio al amanecer”
“Nunca intentes hacer un trato con él”
Realmente no comprendía el miedo o pavor de esa gente, ¡las criaturas mágicas estaban del lado de Fontaine! Por todos los celestiales, allí eran mucho más benevolentes con ellas y además estaban acopladas a la sociedad muy a diferencia de otras Naciones.
La amargura envolvió brevemente al bardo, apretó su lira y se dejó plasmar esa emoción con un breve relato. ¿Se molestaría su buena amiga por usarla de inspiración?
— Una flor, brillante e idílica—murmuró, la melodía fue suave y sin énfasis—. Aún es un retoño, ¿dónde está esa flor?
Tomó aire, quiere continuar. Las palabras siguen en la punta de su lengua, evocó el recuerdo de Sigewinne enseñándole sus nuevas adquisiciones para fastidiar a su padre. Venti solo sonrió, los rubíes brillantes, la risa enternecedora. Era una luz en ese grupo rodeado de amargura.
—Cuidadoso el yugo que se cierne sobre ella; velando, cuidando y atesorando—la brisa sopló, Venti no quiso moverse y cerró los ojos nuevamente.
Las palabras dejaron de fluir cuando sus dedos detuvieron el rasgado de las cuerdas y él suspiró con completa amargura. Sacudió la cabeza y continuando con su camino intentó ignorar esa sensación extraña que sonaba en su mente a medida que seguía las indicaciones de aquella joven.
Ya la tarde había caído, sus descansos habían sido más tardados de lo imaginado pero allí estaba en frente suyo. Podía ver con sus propios ojos el abandonado pueblo de Dieu Auri según leía en el cuidado cartel dando la bienvenida.
Amargo, teniendo en cuenta que solo había una sola criatura residiendo allí.
Dio el primer paso, un hormigueo sacudió su cuerpo y una vieja sensación de peligro inundó su cuerpo. No había sentido tal cosa desde sus años mozos viviendo en el pobre bosque de Celestia.
Estaba claro que el intento burdo de los humanos no iba a alejar a tal criatura del sitio que eligió para ella. Su territorio.
Caminó y caminó, casas bien cuidadas pero completamente vacías lo saludaban. Las farolas encendidas cuidadosamente con velas nuevas, flores frescas en maceteros adornaban las calles y las piedras de los caminos resplandecían.
No comprendía qué estaba sucediendo a decir verdad ¿No era un pueblo fantasma? ¿Cómo era que lucía mejor que muchos pueblos que había visitado esos meses?
Todo lo guiaba hasta una de las casas principales en el centro del pueblo, vistosa y hermosamente decorada con unas flores que eran de Liyue según su escaso conocimiento en botánica. Además, unas estatuas con forma de dragón en el centro no dejaban a la imaginación qué ser estaría habitando ese lugar.
—Oh, un visitante—Venti parpadeo cuando vio la melena castaña de un hombre, adornada por dos cuernos dorados completamente hermosos a sus ojos—, creí que sería suficiente por estas lunas.
No tuvo palabras, el hombre se asomaba como si nada por la ventana de la sala de estar, ¿cómo podía abrirse cuando claramente era un marco fijo?
Magia. No había más explicación.
Un sudor frío lo hizo admitir el peligro, los campesinos habían sido muy ingenuos.
—¡Buenas noches, mi elegante amigo!—saludó haciendo una amanerada reverencia— Lamento importunar de esta forma pero pasaba por aquí y quería saber de un lugar para pasar la pronta noche.
Sonrió de forma amplia, de pronto la puerta de la entrada se abrió dejando ver a un hombre bastante alto y con hombros anchos, una chaqueta larga color café con detalles dorados.
Podía apreciar gracias a la iluminación de la calle escamas en su rostro, una larga y pesada cola con hermosas dorsales doradas. Dioses, no podía quedarse mirando como un bobalicón por lo que carraspeo antes de enfocar su mirada nuevamente en el hombre.
Ojos dorados, pupila cortada, escamas en sus mejillas, en el espacio de sus ojos y el inicio de su cabello solo hacían resaltar su interés. Algo en Venti saltó y su corazón bombeo aceleradamente.
—¿Un viajero?—apreció el tinte de curiosidad que el hombre desfilaba, su mirada se afiló y dio el primer paso hacia delante— Normalmente los viajeros evitan estos lugares.
La sospecha colmó sus ojos y el bardo ladeó su cabeza, sacando su lira para enseñarla como muestra de sus intenciones. No estaba allí para dañar al hombre, y dudaba poder siquiera imaginarlo.
Los dragones se creían extintos hace mucho tiempo, los Reyes de Celestia lo habían proclamado contra viento y marea.
Pero allí estaba él, vivo y meditando qué hacer con la miserable existencia de Venti.
—Estoy en búsqueda de algo, y verá, mi camino a Liyue se puede acortar en esta dirección si está de acuerdo—comentó, sus dedos se movieron ligeros y llamativos sobre las cuerdas de su lira y el hermoso dragón hizo silencio.
—Puedo ofrecerte asilo por esta noche, no es seguro viajar a horas nocturnas—comentó, algo tenso pero Venti lo observó con esos ojos inmensos y se sintió débil—. Lamento la falta de educación, mi nombre es Zhongli. ¿Cuál es el suyo, mi buen viajero?
—Venti, Venti el bardo—Zhongli hizo un zumbido de aprobación antes de girarse sobre sus talones y le hizo un ademán al más bajo con la cabeza—, y es un placer conocerle Zhongli. Espero ser un buen huésped esta noche.
Le guiño, hubo una escasa sonrisa en el rostro del más alto y cuando ingresaron un delicioso aroma a té lo inundó. Su estómago se quejó la falta de alimentos y el bardo carraspeo disimulando.
Zhongli, como no podía ser de otra forma, lo llevó a la sala de estar donde estaba el té preparado. Diversas figuras hechas de cor lapis, esmeraldas y jade adornaban la vivienda que se veía mucho más pequeña de lo que era. Las decoraciones típicas de Liyue ya le estaban dando la respuesta a alguna de sus preguntas.
Nunca había estado tan interesado en aprender de alguien como lo estaba ahora mismo.
—Siéntase cómodo, Venti. Puedo hacerle algo de cenar en breve pero mientras tanto disfrute de una taza de té de jazmín, tiene toques de menta para aligerar cualquier pesadez que tenga en su cuerpo—Venti no tardó en acatar la órden, sentándose y observó cómo Zhongli sirvió en la hermosa vajilla un poco del caliente té.
Esas manos oscurecidas con escamas y un tatuajes dorados llamaron más su atención, quería más.
Divino, etéreo, brillante y sin lugar a dudas majestuoso.
Garras que podrían destrozarlo, colmillos que asomaban de esos carnosos labios y…
Su cabeza comenzaba a desviarse.
—Sería un honor compartir la cena con usted—una clara invitación, Zhongli parpadeo con curiosidad. Esos orbes dorados que parecían ocultar más de un secreto brillaron.
—Suena encantador, Venti—admitió, sus facciones estoicas se fueron suavizando y Venti dio un sorbo al té.
Dioses, quería ver más.
— 🍂 —
No podía ocultar su fascinación por la comida, estaba siendo una velada sin igual a su parecer y que guardaría en su memoria con fuego eterno si hubiera sido posible. Zhongli era sin lugar a dudas una delicia en muchos sentidos.
Un relator de historias excelentes a ese modo típico en la gente de Liyue, además lleno de datos interesantes del tipo, ¿sabías que los dragartos se aparean una vez en su vida? Al igual que los cisnes. También se sumaba esa delicada risa ociosa que soltaba por los propios comentarios de Venti.
¿Sería viable quedarse hablando de esa forma toda la noche? ¿Verlo brillar en la calidez de la chimenea mientras las velas se consumían detrás de ellos? Quizá poder tocar su lira para el más alto, ver si le interesaba conocer un poco las artes de Celestia.
Ubicados en el sofá con una nueva tetera llena de un delicioso té de flor de loto con toques de vainilla, relajante y algo nuevo para el paladar primerizo del bardo. Cuando dio el primer sorbo no pudo evitar parpadear, ver en dirección a Zhongli que bebía de su taza de té como si nada.
—Sabe demasiado delicioso—admitió con una sonrisa, la punta de la cola de Zhongli llegó a moverse ligeramente y los orbes dorados finalmente lo enfocaron—, sin lugar a dudas de lo mejor que he tomado.
Tarareo escasamente, Zhongli dejó la porcelana en su sitio en la bandeja donde había llevado el té y giró el rostro para verlo. Venti se sintió fascinado, esas pupilas cortadas comenzando a dilatarse y pudo apreciar lo único que era ese dragón.
—Ayudará a que descanses, tu viaje fue extenso—hizo silencio por unos pocos segundos, desviando la mirada hacia las manos de Venti— solo pediré que por la mañana siga su camino.
El entrecejo del bardo se frunció en desacuerdo y buscó la mirada del más alto aún cuando este lo evitaba, no le gustaba cómo sonaba eso.
—Pero me habría gustado mostrarle mi famoso desayuno—dio un nuevo sorbo, intentando fingir normalidad aún cuando los hombros de Zhongli se pusieron rígidos—, ¿no sería un buen intercambio por la cena, permitir quedarme aquí y también la compañía tan espléndida?
—No creo que sea buena idea—admitió pero Venti no se dio por vencido, con un leve asentimiento dejó la taza de té prácticamente vacía. Zhongli siguió sus movimientos atentamente, Venti se levantó y caminó hasta su bolsa de viaje.
El viejo dragón temió haberlo molestado, cuando quiso decir algo el sonido escalado de la lira resonó en sus oídos y le hizo ahogar sus palabras. La sonrisa radiante de Venti tenía la habilidad sobrenatural para ponerle nervioso y empeoró cuando volvió a ponerse a su lado en el sofá.
—En ese caso, permítame mostrarle mi forma de hacer arte—sus dedos comenzaron a moverse de forma lenta en las finas cuerdas del instrumento, Zhongli concedió con un movimiento de cabeza lleno de intriga—. ¿Quisiera escuchar la historia de unos aventureros formidables con sus propias aspiraciones o mi más nueva historia?
—Sorpréndeme con tu nueva historia, por favor—la risa escasa del humano causó algo en el dragón, una sensación cálida.
—Parece que tu presencia suelta no sólo mis palabras, será osado decir que—la mirada de Venti era vivaz, algo rebosante de algo indescriptible para Zhongli— evoca un rayo de luz para mi hundido don de la palabra.
Las mejillas escamosas del dragón llegaron a pintarse de un color rojizo, ¿qué implicaban en realidad esas palabras? Intentó ignorar esa súbita emoción, no podía ser verdad tal declaración.
—Aún así te contaré la historia de un perdido hombre que con la ayuda de una rosa logró atravesar los peligros de su propia mente—Venti, con su propia mente ya ensombrecida, sintió el roce fantasma de la cola del dragón tocar su tobillo.
Viéndose a los ojos un momento el bardo recobró el sentido, sonrió y comenzó a relatar sin vacilación en su voz cómo esa rosa había salvado al desesperanzado hombre de sucumbir a sus demonios.
A esa le siguió otra, y otra historia más. Las palabras fluían con naturalidad, sus dedos dolían pero la adrenalina de tener esos ojos sobre su ser juzgando y apreciando cada historia era mucho más importante.
Zhongli no se movió de su sitio, aunque a veces se acercaba más al bardo, y su cola finalmente encontrando sitio enrollada en las piernas de Venti. Por su parte el emocionado contador de historias sucumbió a la embriagante adrenalina.
No podía cantar victoria, no podía emocionarse tanto.
Las palabras estaban comenzando a fluir como un río desembocando al mar por primera vez luego de años de ser contenido por una represa.
¿Por qué esa mirada cálida parecía felicitarlo? ¿Hacerle creer que importaba aunque sea un momento?
Esa noche no descansaron, al contrario luego de la cuarta historia Zhongli ofreció una nueva tanda de té que Venti no pudo negar y la charla siguió, inició de modo superficial pero rápidamente la situación escaló hasta el punto de que Venti pudiera pensar en lo hermoso que se veía Zhongli al hablar de sus familiares.
El bardo estaba perdido.
— 🍂 —
El amanecer llegó y pronto Venti abandonó la residencia de Zhongli muy a su pesar, ignoró el dolor en su cuerpo y el cansancio de su mente. Todo gracias a esa sonrisa que le agradecía haber venido y a pesar de la melancolía en las facciones del castaño, Venti tomó su mano.
Sintió las escamas suaves, rozó las garras doradas con su pulgar antes de inclinarse y dejar un beso en los nudillos con una sonrisa ligera pintar sus labios. El rubor en las mejillas de Zhongli no tuvo precio.
—Volveré, es una promesa mi buen amigo—un guiño rápido y una breve despedida después, Venti abandonó el pueblo para regresar con la muchacha de aquella posada.
¿Qué había pasado para que fueran tan despectivos con el dragón? Los humanos siempre le habían causado tanta curiosidad como miedo.
Era mejor que ellos no te temieran, la vida le había enseñado eso desde hace un tiempo.
Tardó menos de lo planeado en regresar al vivaz poblado, había gente por doquier y las campanas de celebración resonaban en la vieja iglesia, ¿de qué se había perdido en el día que se fue?
Evadió a la gente, saludando y sonriendo cuando era recíproco hasta que encontró a la joven justo fuera de la taberna con una sonrisa resplandeciente, las flores adornando su cabello y un lindo vestido adornaba su figura.
Nuevamente, solo se había ido un día, ¿qué había pasado?
Antes de poder hablarle ella lo reconoció, sorprendida de verlo allí le saludó haciéndole señas de ingresar a la taberna y Venti la siguió aún extrañado. Parece que al final sí eran un pueblo jovial y no tan paranoico como parecía.
—¡Señor bardo!—sonrió ella poniéndose detrás de la barra, él tomó asiento frente a ella correspondiendo la sonrisa— ¿Cómo le ha ido en su visita al pueblo de… la bestia?
Lo último lo dijo en un susurro cuidadoso, viendo a los lados con cierto temor a alertar a las demás personas pero él dudaba de que siquiera estuvieran prestándoles atención.
—Bastante bien—pidió un poco de jugo de manzana y cuando la chica sirvió una cantidad generosa pudo relamerse—, regresaré allí por la noche. Así que pronto debo irme, solo quería avisarte de las buenas nuevas.
—¿Buenas nuevas?—dijo la muchacha con curiosidad en su voz.
—Ya lo veras, mi buena amiga—él guiñó el ojo burlón—. Solo puedo decir que… esa bestia será cooperativa muy pronto.
No le había gustado usar ese adjetivo, Zhongli era todo menos una bestia o algo malvado. Un hombre solitario que necesitaba un poco de compañía tal vez, pero no una bestia.
Él quería regresar porque algo en ese hombre era llamativo y atrayente, su propia mente le gritaba que no se confiara pero él ya había caído completamente. Sus dedos firmes pero gentiles haciendo el té de forma precisa, la lengua bifurcada que logró apreciar cuando ligeros siseos se le habían escapado a Zhongli al hablar y también esos ojos…
Ni toda la Mora del mundo, el cor lapis o cualquier otro objeto podría asemejarse a esos ojos dorados.
Venti compró provisiones para su nuevo viaje, con la despedida amable que su nueva amiga preparó volvió a enfrascarse en dirección a la aldea abandonada por todos, no sin antes dejar una tienda de campaña en un claro cercano. Allí descansaría por el día, para así ir por la noche a visitar al dragón.
Se sentía jovial, como si fuera una travesura hecha por un par de adolescentes viéndose a escondidas cuando no estaban más alejados de la realidad. Zhongli lo veía con curiosidad, Venti con interés.
Ver a Zhongli en los límites de la aldea, esperando por él con la sorpresa plasmando sus facciones llenó de orgullo al bardo, ¿quién podía alardear de hacer a la presunta bestia comportarse así? De momento sólo él, y en su egoísmo esperaba que se mantuviera así mucho tiempo.
—Haz regresado—mencionó, Venti se colocó a su lado de un par de zancadas y tarareo con la lira en sus manos como siempre pasaba.
Sus dedos se movieron, Zhongli hizo silencio mientras caminaban en dirección a la vivienda del dragón mientras el sol caía detrás de ellos dando un ambiente perfecto. Venti se encontraba emocionado, la iluminación natural era idílica para resaltar los cuernos dorados del castaño y esos símbolos que pintaban los inicios del cuello ajeno.
—No podía pensar en otra cosa que no sea la noche anterior—las mejillas de Zhongli se tiñeron de un polvoso rubor—, ¡eres sin lugar a dudas una fuente de inspiración!
—¿Cómo podría serlo?—preguntó en toda su ingenuidad, abrió la puerta para Venti pero el bardo se mantuvo fuera un poco más.
El silencio los embargó un momento, el castaño tragó saliva mientras los ojos de Venti brillaban con absoluta devoción. ¿No se daba cuenta de lo expresivo que se volvía?
¿A quién más miraría así?
—Tus conocimientos—avanzó un paso—, tu amanerada y tradicional forma de hacer las cosas—sonrió, dando otro más—, sumando que eres la definición de fascinante para mis ojos.
Finalmente pudieron verse a los ojos, Venti había subido los escalones de la entrada y Zhongli quedó pasmado. Los ojos brillantes del bardo brillaron con peligrosidad, logrando arrebatar un escalofrío de ese cuerpo fornido.
—Zhongli—pide, tomándole de la mano con osadía—, te has vuelto una Musa para mí. Por favor, permíteme acompañarte el tiempo que desees.
El dragón se quedó sin aire, tanta solemnidad le había dejado sin palabra que mediar. Sus pupilas anchas no se apartaron de la mirada ajena y su mano no se alejó tampoco de Venti.
Si era un sueño, no quería despertar.
—Eres el humano más impertinente que conocí—admitió, entrelazando sus dedos con cuidado de no dañarlo con sus garras y la risa de Venti fue música para sus oídos, nunca mejor dicho.
—Y no has visto nada—guiñó, dando el primer paso para tirar del hombre hacia dentro de la casa—, te queda mucho por conocer de este simple bardo.
—Sin duda espero que así sea—murmuró para sí mismo, dejándose hacer y con un ademán de su mano libre la puerta de la entrada se cierra detrás de ellos. La cola de Zhongli llega a sacudirse complacido viendo la nuca del bardo algo perdido en sus pensamientos.
¿Podía permitirse esa ingenuidad? Lo averiguaría próximamente, nada malo pasaría.
— 🍂 —
Venti no mentía cuando prometió de forma persistente que vería sus formas más impertinentes; puntualmente abandonaba el poblado al amanecer y regresaba cuando el sol comenzaba a caer, alegre y vivaz como siempre.
Lunas habían pasado, compartían la mayoría de las noches sentados en su sofá o disfrutando la tranquilidad del pueblo vacío para ver diferentes casas. Zhongli era apasionado para explicar cada detalle o rincón que este tenía, y Venti solo era capaz de escuchar fascinado.
A pesar de eso, las visitas de los hombres del pueblo a veces sucedían pero Venti lograba persuadirlos para regresar en otro momento, Zhongli intentaba no involucrarse cuando sucedía eso. Estaba acostumbrado a esas interrupciones.
El bardo no preguntaba el por qué, y él tampoco sacaba el tema a relucir. Aún no, no estaba listo.
De las largas noches que compartían, el té no era el sabor principal sino que Venti había conseguido unos días antes ese famoso licor de manzana y otro de diente de león. El hombre había hablado maravillas y Zhongli no dudó en que debían probarlo luego de la cena.
—Entonces—susurró Venti, Zhongli sacudió su copa suavemente para apreciar el aroma dulce del vino—, ¿qué opinas de inicio?
—Aroma atrayente, no avinagrado—susurró, los ojos del bardo estaban expectantes—. Color perfecto, el cuerpo del vino es perfecto también.
—¿Y qué más?—sonrió burlón— Por ti hasta podría escribir alguna historia sobre el vino y sus cualidades…
—Sería una historia en verdad entretenida si la haces tú—Zhongli lo observó un momento, una ligera sonrisa se alza en sus comisuras y las mejillas de Venti se llegaron a teñir de rojo.
—Solo pruébalo, y quizá pueda escribir algo si tanto te gusta. Al final mi Musa decide mis obras—ironizó burlón, Zhongli iba a corregirlo pero Venti dio un sorbo a su propia copa.
El sonido de placer erizó las escamas y piel de Zhongli, ¿tan bueno estaba?
Finalmente lo probó, el sabor del vino era sublime. El mejor que había probado en mucho tiempo.
Tenía algo especial, algo único y hormigueante que no podía distinguir. Quiso hablar, mencionar lo bien que estaba pero dio otro suave sorbo luego del vivaz brindis de su amigo.
La noche era joven.
— 🍂 —
Las manos de Zhongli rodearon con posesividad las caderas de su amigo mientras su lengua buscaba ingresar en la cavidad del otro, ansiando saciar un hambre desconocido en su ser.
Venti por su parte gemía contra sus labios, tentando y provocando más con el sabor del vino entre ellos, aumentando lo pecaminoso del acto. Quizá si se arrepentian podrían culpar a la bebida e ignorar todo.
La capa del azabache cayó por sus hombros, junto con el chaleco aguamarina y la faja que mantenía sus pantalones quietos en su sitio. El más bajo jadeo cuando finalmente la bifurcada lengua tomó posesión de su boca con alevosía, devorado y explorando a placer a la vez que sus hábiles manos atraían a Venti contra su cuerpo un poco más.
El aroma a brisa y a algo más era hipnótico, Zhongli lo había notado desde el primer encuentro pero lo atribuyó a esa característica tan peculiar en los humanos que había conocido a lo largo de su vida.
Pero Venti no era como los demás, no podía compararlo con nada más que con esa hermosa flor estacional que debes cuidar con todas tus fuerzas.
Zhongli gruñó de forma escasa sobre los labios ajenos, la lengua del bardo buscaba corresponder pero no podía seguirle el ritmo al deseoso dragón que a cada momento hundía más su lengua.
Quería todo lo que Venti pudiera darle, todo.
La camisa del más bajo es abandonada en el suelo, sus shorts son abiertos junto a la camisa y chaqueta de Zhongli, los pantalones ajustados del dragón son jalados con impaciencia.
El beso finalizó, la falta de aire en ambos era una cruel enemiga y los judíos para regular la respiración causó que se vieran a los ojos. Ambos deseaban eso, la excusa del vino había sido el perfecto plan para deshibirse.
—Cuando quieras parar, dilo—murmuró Venti mientras besaba las mejillas escamosas de su compañero y repaso con la punta de sus dedos el bulto en los pantalones de Zhongli con deseo—. ¿Sí, mi Musa?
Otra vez ese hormigueo, tan placentero y pecaminoso por igual. Ese hombre era eso, un pecado andante.
Lo alzó por los muslos, Venti se abrazó a sus hombros con cierta sorpresa y parpadeo buscando explicaciones del castaño.
—Llevaremos esto a mi habitación—susurró en un tono grueso, Venti se estremeció y jadeo ahogadamente—, ahora es momento de decir que no quieres porque no creo ser capaz de detenerme.
Una calidez abrasadora recorrió el vientre bajo de Venti, directo a su erección. Eso había sido osado y muy atractivo.
—Solo vamos—sus dedos apretaron la tela de la camisa del castaño, los orbes dorados brillaban oscurecidos de esa lujuria abismal—, te necesito tanto… no tienes idea.
Claro que podía, lo notaba en un cambio positivo en el aroma antes mencionado. Era picoso, adictivo y quería sentir más de esa esencia.
Avanzó escaleras arriba, Venti por su parte tomaba posesión de sus labios brevemente y los mordisqueaba burlonamente. Además a veces bajaba por su sensible cuello y lamia con la punta de su cálida lengua las escamas que nse formaban allí, succionando de tal forma que Zhongli no podía callar su voz.
La puerta se abrió dejándoles el paso, Venti no tiene tiempo y tampoco quiere desperdiciarlo en algo que puede inspeccionar a la mañana siguiente. Sonrió burlón cuando su espalda desnuda tocó las frías sábanas, un aroma terroso adictivo y familiar inunda sus sentidos y él solo gimió ansioso.
—Zhongli—murmuró y el dragón se posicionó sobre él, la cama se hunde debajo y Venti se siente tan pequeño a comparación.
Demasiado grande, demasiado imponente. Tal como un dragón debía ser.
—Aquí estoy—su diestra descansó en su vientre bajo, las garras rozando despiadadas lograron hacerlo estremecer—. Eres tan hermoso, Venti.
Murmuró nuevamente en ese tono absoluto, sus labios tibios comenzaron a trazar besos por su cuello y su larga lengua dejó una extensa lamida molestando su manzana de Adán por unos segundos. Los dedos de Venti se clavaron en las sábanas y su cuerpo se sacudió gustoso.
Sus piernas de abrieron, Zhongli hizo un sonido complacido cuando los gemidos de placer comenzaban a escucharse y él gruño desde lo profundo de su pecho. Se sentía tan bien.
Los shorts del bardo fueron lanzados al suelo, las medias largas que Zhongli siempre veía de lejos finalmente abandonaron esas piernas. Teniéndolo a su merced y solo con la impropia ropa interior interponiéndose ambos se tomaron un momento, la mano de Zhongli subió a acunar el rostro de Venti y el bardo hizo lo mismo.
Un nuevo beso inició, lento y colmado de necesidad por el otro. Una sed interminable que solo acabaría al final de eso. Sus lenguas se encontraron, la de Zhongli tomando ventaja sobre la de Venti mientras que el más bajo aprovechaba para así abrir correctamente los pantalones del dragón, el generoso bulto le sorprendió y sus piernas se tensaron.
Las garras de Zhongli se clavaron de forma sutil en los muslos tersos de Venti, acariciando y apretando la carne con deleite. Venti mordisqueo el labio inferior del dragón antes de liberar el bulto de su ropa interior.
Aún en la oscuridad de la habitación el bardo quedó impresionado con lo grande que se sentía contra su mano y sinceramente pensó que no cabría. Dioses, ¿dónde se había metido?
Comenzó a bombear de arriba hacia abajo suavemente, sintiendo la carne caliente y palpitante contra su mano. La respiración de Zhongli se agitó, sus ojos se cerraron con fuerza y comenzó a mover sus caderas de forma lenta contra la mano tibia de Venti.
Su cola se enrollo en la cintura del más bajo y con sus colmillos rozó suavemente las comisuras de esos hinchados labios para impregnarlo con su aroma.
—¿Te gusta así?—murmuró con un tono excitado el bardo, su palma frotó con énfasis su punta antes de enfocarse en recorrer la base embadurnó esta con el propio presemen que lloraba la punta.
—S-Sí—respondió el dragón con un sonido profundo, los labios de Venti trazaron un camino desde sus labios hasta su mentón donde dejó una mordida cariñosa.
—¿Cuánto tiempo ha pasado para ti?—un firme apretón causó un estremecimiento en el mayor.
—Mucho tiempo—admitió soltando un suspiro de placer, las embestidas contra la mano de Venti se tornaron más constantes y el joven tarareo complacido—, V-Venti…
—Te haré sentir muy bien—prometió colmado de lujuria, sus dedos frotaron haciendo énfasis en la zona de la punta y repasó la extensión gruesa del dragón con fascinación.
Zhongli se aferró a él, la propia erección de Venti dolía contra su ropa interior y ambos gimieron al unísono cuando la semilla del castaño comenzaba a salpicar contra el vientre del bardo de forma abundante. La mirada de Venti no podía apartarse de esa expresión de placer, las mejillas de Zhongli oscurecidas por el placer y sus ojos brillando creando una imagen peligrosa y etérea.
Dioses, estaba comenzando a caer completamente.
Esos cuernos brillaban ligeramente, apenas podía distinguirlo en su propio placer y además, esas escamas solo resaltaban lo hermoso que era Zhongli.
Sin detener aún el vaivén de su mano, ayudó a prolongar el orgasmo del mayor lo suficiente como para ver esos ojos sumidos en el placer embriagador con una lágrima cayendo por su suave mejilla.
Él rápidamente besó esa gota, limpiando el rastro y probando ese salado néctar con aparente ternura aunque por dentro su corazón latía desbocado.
Dioses, no quería soltar a Zhongli.
— 🍂 —
La noche prosiguió tal como esperaban, finalmente estando desnudos compartieron lecho con intensidad y la pasión que se habían estado guardando todo ese tiempo. Venti no soportó sin suplicar, pidiendo finalmente que los dedos de Zhongli dejaran de molestarlo.
Había algo en ver el rostro normalmente alegre de Venti colmado de unas cristalinas lágrimas de placer cuando sus dedos se movían contra ese punto especial dentro del de cabello bicolor que era fascinante.
Tres dedos abriéndose paso de forma ansiosa en su interior, esas paredes recibiendolo con deseo absoluto mientras que las caderas del bardo se movían buscando más de esa sensación agradable. No había dolor, no había incomodidad. Solo el placer que Zhongli le daba.
Aferrándose a las sabanas que estaban debajo suyo, Venti arqueo la espalda con el semen de un orgasmo anterior deslizándose por su vientre y dando una visión morbosa a ojos del castaño.
No dejaba de recibir sorpresas por parte de su buen amigo.
—¡Z-Zhongli!—imploró nuevamente cuando su índice volvió a golpear de forma rápida su próstata y Venti abrió los ojos con una electrizante sensación recorrerlo.
Su cola se enrollo en el muslo de Venti, el calor que desprendía era tan satisfactorio que no quería moverse de esa posición. Su lengua recorriendo aquel cuello antes pálido, ahora mostrando marcas rojizas que serían difíciles de ocultar.
—Ya casi—pidió, un cuarto dedo se introdujo yendo lo más profundo posible en el caliente canal—, lo estas haciendo muy bien.
Lamió un poco más, repasando sus pectorales de forma superficial y atrapó entre sus labios los endurecidos pezones, dándole a ambos una atención intercalada para tener a Venti gimiendo esa deliciosa música.
Mordidas fueron dejadas por la zona de los hombros de Venti, Zhongli simplemente lo recorría con besos y lamidas ocasionales disfrutando de la salinidad que comenzaba a sentirse gracias al sudor.
Cuando ya no sintió resistencia del estrecho interior de Venti, supo que ya no le dolería tanto llevarlo como. Retiró los dedos suavemente, la queja y el mohín en los labios de su acompañante le robaron una sonrisa escasa. Subió a besarlo castamente, posicionándose entre sus piernas y rozó su erección entre las mejillas de Venti, los ojos aguamarinos del más bajo brillaron y con sus brazos rodeó el cuello de Zhongli.
Ambos se observaron con anhelo, besos fugaces se repartieron en el rostro del otro y Zhongli hundió la punta de su erección poco a poco, ganando un gemido fuerte lleno de un placer que le hizo estremecer.
Dioses, él mismo estaba a punto de venirse. Venti se sentía demasiado bien, hasta el punto en que goteó una vez llegó a la mitad de su extensión dentro del más bajo.
Escondió el rostro contra el cuello del bardo, sus manos se afirmaron a la cadera de Venti para mantenerlo firmemente quieto y mordió la piel fina de su cuello mientras aguantaba la imperiosa necesidad de embestir de forma salvaje.
Los dedos de Venti abandonaron las sábanas y se afirmaron a los fuertes hombros de Zhongli, gimiendo de forma suave ante los besos que el mayor depositó en su cuello de esa forma tan hambrienta. Los colmillos se rozaban masticando y lamió por la longitud de su cuello, repasando la manzana de Adán con malicia.
—M-Muevete—pidió, los dedos de sus pies se flexionaron y la espalda de Venti se arqueo, Zhongli no esperó más para comenzar a embestir a un ritmo lento pero firme—, ¡Mhg, Zhongli!
La sensación era sublime, esa longitud llegó a cada rincón de su canal y Venti podía sentir que si lo molestaba más, Zhongli no tendría contemplación con su ser. De solo imaginarlo otro gemido lascivo escapó de sus labios.
Con su lengua cálida, el dragón comenzó a repasar las mejillas manchadas con las lágrimas de placer de Venti y gruñó, sus caderas aceleraron el ritmo y el interior ajeno se estrechó mientras que escuchaba balbuceos sin sentido.
Las piernas de Venti temblaban, se aferraban a las caderas de Zhongli y el viejo dragón se separó de su cuello para apreciar el desastre que estaba hecho el más bajo. Ojos cerrados, mejillas rojas cual manzanas y cuerpo perlado en sudor, todo en conjunto era una bomba para los sentidos sensibles de Zhongli.
—Hermoso—susurró, un tono que hizo estremecer al hombre debajo de él—, eres hermoso.
Sujetó sus caderas con firmeza para así alzar su espada baja y penetrar su interior con énfasis, Venti gritó cuando su punto fue rozado de esa forma tan deliciosa y se derritió ido en el placer. La punta de la cola de Zhongli se movió de arriba hacia abajo complacida, buscó la mano de Venti y se enrollo en su muñeca logrando que el bardo entreabriera los ojos ligeramente para ver qué era eso.
Las manos de Venti bajaron por los ante brazos fuertes del dragón, sus uñas romas dejaron un trazo a su paso y ambos gimieron cuando Zhongli dejó otra brusca embestida contra él. Los ojos de Venti de voltearon, un orgasmo lo sacudió sin aviso y manchó su vientre copioso pero Zhongli no de detuvo, llevó con su cola la propia mano del bardo hacia su flacido miembro y aminoró ligeramente el vaivén.
No entiende por qué pero el rostro que había puesto Venti, fue simplemente maravilloso.
Quería ver más.
—¿Zhongli?—su voz salió agitada, aún con los resquicios del orgasmo recorriendo su ser de forma tan hermosa. Escalofríos que causaban contracciones en su excitante canal.
—Quiero verte de nuevo—pidió, acercándose a su rostro para besar la frente de Venti, los ojos del bardo se abrieron con sorpresa y una risa escasa se le escapa.
—Ayúdame entonces—le guiñó intentando seguir con el coqueteo, las pupilas de Zhongli estaban completamente dilatadas y una sonrisa ladina se le formó. Dioses, ese dragón iba a acabar con él.
Un nuevo beso dio inicio por deseo del bardo, atrajo con hambre al hermoso castaño mientras las embestidas se retomaban a un ritmo delicioso.
Venti solo podía disfrutar anhelando que el amanecer no llegara.
. . .
Con pesadez Venti se levantó, Zhongli estaba en el baño de la habitación y él, a pesar de las recomendaciones de mantenerse en cama, buscó alguna de sus ropas pero al no tener éxito con el cansancio acabó tomando la de Zhongli. Claramente no era de su tamaño pero podía servir.
Tomó sus zapatos y sus pantalones, el resto podía venir a recuperarlos por la noche. El sol comenzaba a asomar por la ventana descubierta, y el peso de que no debe estar allí al amanecer vuelvió a respitarle en la nuca como un recordatorio cruel.
Salió silenciosamente de la habitación, estiró sus cansados músculos y suspiro pesadamente cuando una puntada de dolor le hizo afirmarse al muro más cercano. Frotó de forma breve su espalda baja y ahogo un gemido de insatisfacción, a veces olvidaba que no era tan joven como aparentaba.
Poniéndose los zapatos, se estremeció de lo fría que estaba la casa a esas horas y bajó, le dejaría la chimenea encendida solo por cortesía. Se podrían ver más tarde y le explicaría por qué no lo esperó.
Quizá una carta, o más bien una nota, para que el dragón no se enfadara por su huida tan descarada luego de una increíble noche.
Venti detuvo su andar a mitad de las escaleras, la fría atmósfera de la casa erizó su piel y volvió a repasar cada pensamiento desde que salió de la cama del castaño con atención.
¿Por qué debía escapar?
¿A qué se debe esa estúpida regla?
Sus labios se fruncieron y siguió bajando las escaleras, esas incógnitas zumbaron mucho tiempo en su cabeza. ¿Quién las había puesto?¿Cuáles eran las consecuencias?
Venti con un sudor frío recorriendole observo fijamente la puerta principal, la sentía tan lejana mientras la amenaza del naciente sol seguía ascendiendo como un recordatorio de que el tiempo para decidir se le acababa.
Vió por encima del hombro, no había rastros aún del dragón.
Suspiró pesadamente, yendo a la chimenea para encender el fuego y sonrió para sí mismo con la decisión ya tomada.
. . .
Zhongli pensó que Venti se había dormido cuando fue al baño a buscar lo necesario para limpiar correctamente a su compañero, no tenía paños o una toalla adecuada por lo que tuvo que improvisar tardando más de lo normal.
Cuando vio la cama vacía un frío invernal asaltó su ser, los objetos de sus manos casi caen creando un desastre en la habitación. Volvió a dejar las cosas en el baño, disimulando el temblor que lo recorría y suspiró pesadamente.
Tenía que haberlo sabido.
El aroma de Venti inundó sus sentidos y la mezcla de ambos antes intoxicante, ahora colmada de una agria sensación de abandono para Zhongli. Sus labios se fruncen, alzando la camisa de Venti entre sus dedos acaba sonriendo sin poder evitarlo.
Cerró los ojos, llevándola contra su pecho y decide acercarse a la cama. Palmeo suavemente el lugar donde había estado el bardo, se encontraba tibio y quiso hundirse en esa sensación de vacío pero a sus oídos llegó un extraño sonido de click.
Se levantó, saliendo de la habitación solamente usando su bata de seda y los pantalones de gamuza que usaba para dormir. En el pasillo el aroma conocido de leña quemándose llegó a sus sentidos, la calidez comenzaba a esparcirse por la vivienda y Zhongli sintió un nudo en el estomago que ascendía con maldad por su esófago hasta mudarse en su garganta.
Bajó las escaleras con pasos pesados y la sombra que el sol ya arriba estaba proyectando por los grandes ventanales. El sonido de alguien hurgando en la cocina le dio esperanzas y a la vez una sensación de vacío inconmensurable.
La voz de Venti quejándose de la disposición de los utensilios había sido un bálsamo para ese dolor en su pecho y abla vez un salvavidas en esa inundación de emociones.
Avanzó viendo de soslayo la chimenea bien alimentada y apresuró un poco su andar, encontrándose con Venti únicamente usando su camisa y su capa de bardo como delantal mientras preparaba alguna extraña infusión.
El bardo volteó la mirada y Zhongli vio la sonrisa que se le formó, dulce y amable como siempre le regalaba.
—Finalmente—ironizó, bajando la intensidad de la cocina mientras que cubría lo que fuera eso para acercarse.
—No te has ido—expresó con cierta sequedad, Venti apretó los labios un momento y se acercó más. Quedando ambos frente a frente pese a la diferencia de tamaños.
—¿Por qué me iria? Tengo muchas preguntas y también…—extendió su mano para tomar la de Zhongli entre sus dedos, repasó las escamas suavemente y llegó a sus garras— no es de buena educación irse sin despedirse después de una noche así de increíble.
Las mejillas de Zhongli se pintan de un color suave, sus cuernos llegan a brillar y su cola antes escondida ahora hacia acto de presencia para Venti, rodeando su cintura para atraerlo contra el más alto.
—Intentaré responder todo—susurró tomándolo de las mejillas y se inclinó para besar sus labios de forma suave. Todo el recelo lo abandonó cuando Venti correspondió el gesto, besando sus labios y mejillas de forma pausada—, solo no desaparezcas así.
Venti sonrió escasamente y rodeó la cintura de Zhongli, viéndolo a los ojos con intensidad mientras negaba en unas disculpas silenciosas.
—Mi amada musa, ¿cómo podría?—la risa escasa de Zhongli era de alivio— Además, quería sorprenderte con un desayuno de mi tierra.
—En ese caso, estas perdonado—murmuró contemplativo, besando sus labios de forma casta antes de dejarlo ir.
— 🍂 —
Ya sentados listos para desayunar, Zhongli no dejaba ver el semblante cansado de su adoración sin saber cómo proceder para ayudarlo. Venti bostezó con recato, se abstuvo de estirarse en la mesa pero ganas no le faltaban.
Los panqueques con miel y fruta habían sido una buena elección, Zhongli pudo apreciar lo esponjoso que había quedado y el delicioso complemento que hacia con la miel.
Eso ya le había bastado para sentirse pleno.
—Te dije la primera noche que nos conocimos sobre mi famoso desayuno, ¿estuvo a la altura?—guiñó el ojo burlón, Zhongli se limpio la miel con una servilleta de tela y le brindó una sonrisa suave.
—Difícilmente podría decepcionarme—susurró con simpatía—, en mis años no lo había probado de esa forma tan única.
Venti alzó una ceja, una charla que sería para más adelante y tarareo por lo bajo, su lengua colmada de preguntas que Zhongli percibió.
—Quisiera saber algo—juega con un arándano—, en el pueblo vecino me advirtieron de ciertas cosas. ¿Por qué te tienen como una bestia cuando realmente no eres nada de eso?
El silencio se formó, la pesadez llegó a las facciones de Zhongli agregándole un lamento y una dolorosa sensación de pérdida a su aura.
Venti no quiso hacerle sentir mal pero debía saber.
Y así comenzó un relato que no había sido capaz de creer si no lo hubiera vivido en carne propia.
. . .
Hace muchos años existió un guardián en el bosque que custodiaba a las diferentes criaturas mágicas de la zona hasta que los humanos comenzaron a llegar desde Liyue y lo que antes era Kahenr'ia, conocida actualmente como Celestia, y allí siendo los humanos seres codiciosos comenzaron a hacerse con las tierras de los seres mágicos.
Venti lo sabe, así fue como perdió su primer hogar.
Aun así, Zhongli no había llegado allí sino hasta mucho tiempo después por la persecución en Liyue de adeptus. La gente estaba buscando a cada uno por la promesa de tener un bien portado sirviente y fuente de riqueza.
Él llegó al primer pueblo donde Venti había dormido y fue advertido de la criatura, justo en una época de celebración y al mismo tiempo temor.
Los hombres y el sacerdote del pueblo se dirigían a las profundidades del bosque para así intentar evitar ataques, ya que estaban sucediendo muchas desapariciones de niños y mujeres embarazadas.
Era algo terrible para una población tan pequeña.
—Sí, algo así hicieron la noche que me quedé. Los vi irse—frunció el ceño y Zhongli suspiró, ambos estaban en el sofá con sus tazas de té humeantes.
—Ya entenderas—sonrió con podredumbre, extendió su diestra para acariciar suavemente la mejilla del bardo—, y ya entenderas por qué estoy aquí.
Besó la palma del castaño, instandolo a continuar con el relato y se acurrucó contra su pecho.
Los espíritus no estaban felices por esas actitudes de los humanos, Zhongli había estado observando la situación con atención desde las sombras y notó la hostilidad creciente que desembocaría en una pelea entre ambos bandos.
Sin escuchar el pedido de los humanos, los espíritus no abandonaron su hogar y mucho menos dejaron de atacar a los comerciantes que se atrevían a pasar por la ruta recién hecha de comercio. Por ende, los enfrentamientos siguieron hasta que un día los espíritus estaban secuestrando a plena luz del día a uno de los niños.
—La gente no se quedó quieta…—susurró Venti con un sudor frío y Zhongli asintió—, ¿hiciste algo?
Zhongli volvió a asentir, viendo su porcelana vacía y repasó con su índice la oreja de la taza.
La gente estaba quemando los bosques, dañando lo sagrado y asesinado a los espíritus jóvenes que no podían defenderse porque ya estaban hartos de las vidas inocentes que habían sido arrebatadas de sus familias.
Ahí, Zhongli no tuvo de otra que interponerse y detener toda la situación. Tardó días en controlar el fuego, muchas vidas pérdidas por ambos bandos y para colmo él se había expuesto.
Ahora sabían que había un dragón. Uno de los seres más temidos en todos los reinos, y más buscados por la Corte Celestial para su ejecución.
—No me digas que…—los dedos de Zhongli acarició los mechones cortos en la nuca de Venti y sonrió escasamente.
Agotado, el dragón regresó a su forma semi humana luego de controlar lo más peligroso del fuego pero no contó con algo. Ambos lados habían llegado a una pequeña tregua para también detener el fuego que los propios humanos habían iniciado, Zhongli estaba aliviado pero no duro demasiado.
En los humanos y en los espíritus siempre hay alguien egoísta, que solo busca su propio beneficio y justamente esta no fue la excepción.
Otra pequeña tregua de había hecho a las espaldas de todos mientras existía una cooperación para ayudar a los heridos de ambos bandos, Zhongli estaba herido y agotado, su forma semi humana era la única que podía mantener y no caer en la inconsciencia.
Hasta que algo sucedió una noche, murmullos, insultos y en el pueblo donde estaban asentándose todos, humanos y criaturas que estaban heridas, comenzó un nuevo fuego.
Esta vez nadie pudo detenerlos, tantas muertes y heridos que Zhongli solo recordaba ser ayudado por una chica y su hermana mayor a salir de su posada donde descansaba.
Criaturas y humanos estaban asustados, ¿qué había pasado? Y llegó a la vista de todos el estandarte de Celestia. Caballería, soldados y una entidad a la cabeza con una mirada capaz de enfriar el mismo infierno.
—No…—susurró Venti, levantándose del sofá con una mirada apagada pero llena de molestia —, no puede ser cierto.
—Ellos me anclaron a esta tierra como castigo y no he podido salir—admitió, dándole espacio a Venti de alejarse y tener todas las piezas juntas—. El pueblo quedó calcinado, nadie sobrevivió por intentar protegerme y los seres mágicos…
Se formó un silencio, Zhongli dejó en su sitio la taza de té y mantuvo las manos quietas sobre su regazo.
—Ellos maldijeron también esa tierra, lo que viste en ese momento no eran personas—el rostro de Venti perdió todo color—. Eran sus espíritus viviendo en un ciclo.
—Pero la chica me comentó de una bestia—volvió a tomar asiento, sus manos apretadas en un puño lleno de molestia—, que no debía hacer tratos ni mirarlo a los ojos.
—Antes aquí solo habían ruinas, se hospedaba un extraño espíritu de las montañas—ladeo la cabeza—, yo mismo fui remodelando esta aldea pero siempre tuve la condición de no dejar a nadie quedarse más allá del amanecer.
—¿Por qué?—Zhongli bajó la mirada un momento y Venti unió sus manos.
—Celestia…—susurró pero sus labios se juntaron, incapaz de hablar.
Los ojos de Venti titilaron con ira.
—¿Zhongli?—llamó pero el dragón simplemente trazó en su palma un “No puedo“ y el bardo asintió, aún lleno de cólera.
—No tengo permiso de hablarlo libremente, discúlpeme—Venti rodeó con sus brazos el cuello del más alto, subiéndose a su regazo mientras que besaba sus mejillas cariñosamente.
—Estoy muy enojado—mordió la mejilla suave de Zhongli, besandolo castamente—, ¡aún tengo tantas preguntas!
El dragón asintió contemplativo, acariciando la espalda baja del bardo con suavidad y juntó sus frentes. Venti se mantuvo en silencio un momento, cerrando los ojos y descansando allí mientras temblaba.
Pronto él debía de regresar a la capital, por lo tanto encontraría las respuestas desde la primera fuente.
Aunque eso signifique estar separados por un tiempo, encontraría la forma de liberar a su Musa como él lo había liberado de su propia prisión.