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Desde su humilde punto de vista, Gustabo es poseedor de un pecho más que generoso. Si se le permite ser atrevido, afirmar que se trata del mejor con el que se le ha bendecido de ver está por debajo de su verdadera belleza.
Aun con su tendencia por sobre exagerar la gravedad de las anécdotas que suele contar, atendiendo a las necesidades del papel que interpreta, enaltecer las proporciones firmes y rellenas que conforman los pectorales de Gustabo está lejos de caer en excesos, eso es un hecho.
Del tamaño perfecto y la textura adecuada para enloquecer a cualquiera bajo su tacto, cubiertos por un conjunto de tatuajes donde el rojo predomina, color de la sangre, la pasión y el peligro, son dos almohadillas que le atraen con la fuerza de un imán. Cuando se le permite verlas, su cuerpo reacciona cual náufrago sediento, y el único pensamiento útil que le queda es tocar, morder, besar, usar.
La sola vista despierta en él gran excitación, ni hablar del instante en que sus manos abarcan todo el terreno y magrean a su gusto, sin limitaciones de decoro o negación. Sin embargo, es la textura de esa piel lo que más le destruye la cabeza; cada sacudida de su cuerpo le lleva a encontrarse atrapado entre ambas, rodeado en lo más sensible de su polla por esa calidez.
Cada embestida es un mimo bien recibido.
Pero lo cierto es que se ha equivocado.
La imagen de su Dios, que reposa sobre el altar de tela con gracia divina, es aquello que verdaderamente lo arrastra al borde de la locura.
Tendido bajo su cuerpo, con toda la majestuosidad de su piel al desnudo, Gustabo le observa con ojos dilatados que consumen casi al completo el mar de sus iris, permitiéndole el otro hombre deslizarse en el espacio que separa sus dos pectorales, humedeciendo, acariciando y haciendo de su piel un desastre enrojecido.
Gonzalo jadea y gruñe halagos, alabanzas de pura adoración que consiguen avergonzar a Gustabo de tal forma que su expresión se suaviza, viéndose todavía más apetecible y haciendo del momento de la liberación, cuando el placer acumulado pinta la piel de su cuello y barbilla, una obra de arte sin precedentes.
LA RUSA
D12 – titfucking