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¿Jugamos?
Damian se había resistido a ir a la escuela, pero fue obligado a asistir. Había discutido con su padre, insistiendo en que el nivel académico del grado al que lo asignaron era muy inferior a su capacidad. Él hubiera preferido un tutor privado con nivel universitario, al menos. Pero Bruce se negó, alegando que no podían arriesgarse a que se descubriera algo sobre Batman . Y luego estaba la pobre excusa de que "necesitaba hacer amigos". Como si no tuviera ya suficientes aliados.
Ahora, ahí estaba, sentado en un pupitre en medio de una hora libre. Los maestros estaban en una reunión y el salón se encontraba sin la supervisión de un adulto que mantuviera a sus compañeros callados. Un grupo de niños se había reunido en la esquina del aula, hablando en voz baja, pero Damian no les prestaba atención. No hasta que escuchó a uno de ellos gritar emocionado de que había conseguido una tabla ouija que antes pertenecia a una chica que había muerto en la escuela.
-¡Vamos a hacer que esto sea aterrador! - de su mochila saco un viejo y gastado tablero, el cual dejo caer sobre el centro del salón -vamos a tener una sesión espiritista, cualquiera puede jugar, será emocionante quien se acobarda primero -
Damian arqueó una ceja, eso no sería muy emocionante si las cosas se tornaban mal, los espíritus no son algo con que jugar y más que ese pequeño portal que abrirían a modo de juego no solo llamaba espíritus humanos, si no también otro tipo de entidades que piden ser buena o malas. Además conociendo la suerte que tenía todo Gotham muchas cosas podrían pasar. Damian solo estaba esperando para ver cómo mitigar los daños.
-Eh, Damian -dijo Sarah, una de las chicas del grupo- ¿te atreves a jugar con nosotros o tienes miedo? -
-No me interesa -respondió. Lo último que quería era terminar poseido o acechado por alguna entidad extraña y peligrosa.
-¿Qué? ¿Estás asustado? -se burló otro chico llamado Lucas- vamos, no es gran cosa. Solo es un juego... ¿o es que no puedes aguantarlo?-
Damian cerró los ojos un momento, controlando su impulso de responder de forma agresiva ante esa falta de respeto. Pero entonces otro chico, Ryan, se inclinó hacia él con una sonrisa retadora.
-¿Qué pasa, Wayne? Pensé que eras más valiente y resultaste ser una gallina - sonriendo de oreja a oreja - claro que más podía esperar de un terrorista -
-Es un cobarde, ya que en las películas el negro siempre muere primero - está vez fue un chico rubio de nombre Javier quien estaba provocandolo.
Damian respiro lentamente, calmando las ansias de cortarle la lengua a esos dos mocosos, pero se contuvo, sin embargo, en su interior el enojo burbujeaba. Se inclinó ligeramente hacia Ryan.
-Si realmente crees que la valentía tiene algo que ver con jugar con cosas que no entiendes, entonces eres más estúpido de lo que pareces - dijo, sin perder la calma - y si piensas que tus insultos baratos me afectan, te equivocas - luego se volvió hacia el chico que había hecho el comentario sobre las películas - si lo que tienes es un complejo de víctima, te sugiero que no lo proyectes sobre mí. Pero jugaré, tu y el otro son tan estúpidos como para no seguir las reglas -
-Claeo que se las reglas -
-No lo pareciera -
-Entonces, si vas a jugar Wayne -
Sabía que su orgullo lo llevaría a la perdición. Se levantó, acercándose a donde los demás ya lo esperaban, con sonrisas burlonas en sus rostros, como su hubieran ganado un premio.
-Si nadie aquí tiene algo de sentido común, supongo que me toca a mí jugar -murmuró, tomando asiento.
Uno de sus dedos toco el puntero, y mientras lo hacía, todos fueron colocando un dedo en el objeto triangular, en eso Damian percibió una sensación extraña en el ambiente. Sus ojos se movieron hacia arriba y ahí estaba, una chica pálida, con un uniforme que no se había usado en 50 años y su dedo estaba en el puntero, tal parece que nadie podia verla.
-Vamos a preguntar algo -dijo Sarah con emoción- ¿hay algún espíritu aquí con nosotros? -
El puntero se movió lentamente hacia el "Sí". Una risa nerviosa recorrió el grupo, excepto Damian, que no quitaba los ojos de la chica. Ella lo notaba también. Ya que sonrió de una manera juguetona y eso no le dió buenas vibras a Damian.
-¡Pff! Esto es ridículo -dijo Margareth- ya sabemos que uno de ustedes lo está moviendo, así que digan ¿quien lo está moviendo? -
El puntero volvió a moverse primero en la letras "Y" y luego en la letra "O", formando la palabra "Yo"
-Ja ja muy gracioso, Lucas -
-No fui yo -dijo Lucas rápidamente.
-Ni yo -agregó Marcos, con los ojos muy abiertos.
Entonces, el ambiente cambió de nuevo. Los murmullos de los estudiantes se detuvieron, y algunos comenzaron a acercarse más al grupo, atraídos por la curiosidad. Las siguientes preguntas fueron directas, casi sin pensar.
-¿Cuántos espíritus hay aquí?-
El puntero se movió: "8".
-¿Eres un espíritu bueno?-
El puntero marcó "No". Las risitas se apagaron. El aire se volvió más frío, y Damian sintió cómo su respiración se volvía visible en el aire. La protección que tenia de la liga evito que temblará como sus compañeros.
-¡Espíritu, danos una señal! -gritó Samantha con una sonrisa burlona- ¡haz que pase algo emocionante o eres un cobarde! -
Al ver que no pasaba nada, los chicos empezaron con las provocaciones y no se callaron hasta que las luces parpadearon, y de pronto, todo el salón quedó sumido en la oscuridad. Las ventanas y la puerta se cerraron con un golpe, y el aire se volvió tan helado que los chicos comenzaron a temblar más de lo que hacian. Fue en ese momento cuando estalló el pánico. Los estudiantes comenzaron a gritar y correr hacia la puerta, empujando desesperados, pero no lograban abrirla.
-¡Esto no es gracioso! -gritó uno de los chicos que no estaba jugando, mientras intentaba abrir la puerta, sin éxito- ¡déjame salir! -
Los demás se levantaron apresuradamente y corrieron hacia la salida, desesperados por escapar, pero la puerta seguía bloqueada, hasta que uno pudo abrirla y en cuestión de segundos, todo el grupo había huido, dejándose llevar por el pánico..
Pero Damian no se movió. Sabía la regla: Nunca dejes que el puntero salga del tablero. Lo observó detenidamente mientras comenzaba a moverse, casi escapando de los bordes. Sin dudarlo, puso sus dedos de nuevo sobre él.
-No tan rápido -murmuró.
Al instante, la sonrisa de la chica se ensanchó. Damian sintió un nudo en el estómago, una sensación pesada en su pecho. Recordó otra regla: Nunca juegues solo. Y ahora, estaba completamente solo.
-Mierda, ¿quién eres? -preguntó, está vez tomando el tono que utilizaba cuando patrullaba y tenía que detener villanos.
El puntero comenzó a moverse rápidamente, formando la palabra.
"M-O-R-I-"
-¿Te asesinaron? -preguntó - ¿Cómo?-
El puntero se movió hacia el "Sí". La temperatura bajó aún más, y la presencia de la chica parecía volverse más pesada, tanto que Damian desabrochó los botones de su uniforme aflojó la corbata, le era trabajoso respirar y el frio del salon no hacia nada oaraa aayudarlo.
"S-A-C-R-I-F-I-C-I-O".
-Y ahora... tú también lo estarás -dijo una voz masculina en su oído.
Las luces parpadearon e incluso algunos focos llegaron a explotar, las paredes comenzaron a crujir y las ventanas fueron golpeadas desde adentro. Damian respiró profundo, manteniendo la calma. Sentía que la protección estaba haciendo su trabajo, ya que ahora podía respirar mejor. Sabía que debía terminar el juego de inmediato antes de que fuera demasiado tarde. Tenía que seguir una última regla: Nunca te vayas sin despedirte.
-Adiós -dijo en voz alta, moviendo el puntero hacia la palabra final.
La chica intentó detenerlo, sus manos fantasmas lo empujaban, pero Damian mantuvo la presión. Finalmente, el puntero llegó a "Adiós". En ese instante, las luces se encendieron, el aire helado desapareció, y la puerta se abrió suavemente. El mal retrocedió, pero Damian sintió que aún lo observaba, sabiendo que no había terminado.
Se levantó despacio, con el corazón latiendo fuerte. Tomó el tablero y lo guardó en su maleta. Salió por la ventana del salón, tenía que contactar con Raven para desaserse de esa tabla, ya que era la única disponible que tenía conocimiento sobre este tipo de artículos.
Al llegar con Raven, Damian descubrió que la chica de la ouija era Emily Cartwright, una joven de apenas 12 años que vivió en Gotham hace más de cincuenta años. Su vida terminó de manera trágica en un sacrificio y su espíritu había quedado atrapado en una especie de limbo, conectado a un tablero de ouija que fue usado en el ritual de su muerte.
Emily pertenecía a una familia respetada en Gotham, conocida por sus influencias en la política local y la alta sociedad. Sin embargo, lo que nadie sabía era que los Cartwright formaban parte de un culto, que adoraba a entidades oscuras y practicaba rituales en busca de poder. El culto, conocido como La Mano Negra, creían en la leyenda de un demonio capaz de otorgar poder absoluto a aquellos que lo invocaran correctamente.
El culto eligió a Emily como el sacrificio final en uno de estos rituales. Según sus creencias, necesitaban una "alma pura" para servir como vínculo entre el mundo físico y el inframundo. Emily, siendo joven e inocente, fue seleccionada sin su conocimiento ni consentimiento. Su propio padre, un hombre que había perdido la cordura por el poder, la entregó al culto. Le mintió diciéndole que asistiría a una plática de padres y alumnos de su escuela, cuando en realidad la llevaba a su muerte.
Durante décadas, el tablero pasó de mano en mano, usado por estudiantes, curiosos y aquellos que buscaban lo sobrenatural. Sin embargo, para muchos, lo que empezó como un juego terminó en tragedia. Las muertes inexplicables y las desapariciones comenzaron a rodear el objeto, pero nadie lograba hacer la conexión.
No sé encontró explicación sobre la voz masculina que Damian escuchó, así que decidió no darle más vueltas al asunto y regreso a la mansión, donde fue castigado por escaparse de la escuela.