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Hay muchas cosas que suceden a lo largo de una amistad. Tantas que a veces podías categorizarlas por etapas que representaban el nivel de confianza o el estado en el que se encontraban las personas que conformaban a la misma.
Etapas como el inicio de la amistad, donde se muestran un poco tímidos y reservados a la hora de compartir experiencias o de hablar de ciertos temas. Después pasan a las pruebas de confianza, las cuales muchos usan para hacer comentarios o bromas con ciertos índoles específicos para saber cómo reaccionarán los demás. Y luego la amistad pasa a ser cercana, hasta que se les ve juntos con tanta frecuencia, que se les pregunta a los demás por ellos cuando una persona falta.
Todo lo que viniera después de eso, sólo significaba “mejores amigos”, lo cual asumía que ya no existía una línea de moralidad, valores, respeto, ni nada que se le pareciera; sólo pura y duradera amistad hasta el final de los tiempos.
Habiendo explicado esos conceptos, se podría decir que Manjiro tenía demasiados amigos de ese tipo. Mejores amigos, los cuales algunos eran considerados hasta hermanos, de lo cercanos que se habían vuelto a lo largo de los años.
Ken, mejor conocido como Draken por los demás, era uno de esos.
Había conocido al chico una tarde que caminaba de regreso a su hogar, después de haber salido de la primaria. Tuvo una primera impresión muy extraña de éste, porque el mayor sólo había ido a buscarlo para darle el mensaje de que uno de sus superiores quería verlo y pelear con él, siendo que no conocía a ninguna de esas personas, y ni tenía la intención de hacerlo.
Así que luego de encargarse de ese pequeño asunto, y soltar una amenaza vacía que dejó helados a todos los que estaban alrededor de él, decidió que Ken se veía como una buena persona, y que se aseguraría de frecuentarlo cuando pasara por la zona. Formando una amistad que nació de la nada, pero que era una de las más fuertes e importantes que tenía en su vida.
Draken era todo lo que a Mikey le faltaba ser. Toda la bondad, el cuidado y el cariño hacia los demás se lo había ido enseñado de a poco, y lo reprendía con mano dura cuando éste hacía algo fuera de lugar, porque sabía que Manjiro necesitaba de alguien con bastante madurez mental y emocional para navegarlo, después de que sus padres hubieran dejado el mundo tan pronto, y su hermano mayor estuviera ocupado con sus propios asuntos.
Algo extremadamente curioso viniendo de él, porque Ken era un total huérfano, y había crecido entre extraños que se dieron a la tarea de actuar como sus protectores, hasta que pudo empezar a valerse por sí mismo.
Aun así, trataban de no pensar demasiado en las complejidades de su relación. Estaban bien siendo mejores amigos, un dúo que por más que se llevaran peleando y gritándose por cualquier cosa; siempre terminaban arreglándose en menos de una hora.
Era fácil admitir que los dos habían visto los peores lados del otro. Como aquella vez que salieron de fiesta por primera vez cuando estaban en la preparatoria, y Draken terminó cargando a Mikey de vuelta a su casa, porque el chico estaba tan borracho que no podía dar ni un paso más.
O la asquerosa escena que Manjiro tuvo que soportar al sostenerle el cabello al más alto, para que éste vomitara en el pasto fuera de su casa, a la mañana siguiente de aquella fiesta.
Ya habían pasado por todo, borrando muchas veces las líneas tradicionales de la amistad, las cuales pocos se atrevían a cruzar.
Por eso a Draken no le extrañó en lo absoluto cuando el menor le pidió que lo acompañara a una fiesta de disfraces de dudosa procedencia, que tenía toda la pinta de terminar en desastre en cuanto empezara a caer medianoche.
Ken no era muy fanático de las fiestas de ese tipo, y honestamente Mikey tampoco. La única razón por la que habían decidido ir era para “mantener a salvo a Takemichi” a petición del menor, lo cual vilmente significaba que iban a quedarse parados en una esquina, espiando todo lo que hiciera el chico.
Manjiro había adquirido un reciente gusto bastante caprichoso por aquel muchacho, y aunque había tratado de decirle que no estaba bien acosar a las personas de ese modo; el rubio se lo había pasado de oído a oído, ignorando cualquier cosa que se le fue dicha.
Así que ahí estaba en ese momento, en medio de una fiesta ruidosa, llena de invitados extraños para ambos, con un vaso de refresco adulterado que era más licor que refresco, y una mueca de desaprobación pintada sobre todo su rostro, mientras vestían disfraces baratos de la caperucita roja, y el monstro de Frankenstein.
Si alguien llegaba a preguntarle a Draken qué era lo que hacía ahí y por qué estaba a medio pintar de verde, probablemente respondería con que no era ni de cerca su mejor hazaña.
Pero bueno, todo sea por la amistad y por apoyar a su mejor amigo con su nuevo Crush.
— Mikey, ¿Cuánto tiempo vamos a durar aquí?, Llevamos casi una hora observando a Takemichi. —Se quejó el más alto, observando su celular.
— El tiempo que sea necesario Kenchin, necesito asegurarme de que nadie se le acerque a Michi. —Replicó dándole un sorbo a su vaso, sin despegar sus ojos de su objetivo.
— ¿Por qué no simplemente vas con él y se la pasan juntos un rato?
Manjiro se volteó ofendido.
— ¿Estás loco?, Así no es cómo funcionan los crushes. —Le dijo devolviendo su atención al frente— Tengo que actuar casual hasta que él note mi presencia, y sólo ahí puedo acercarme.
— ¿Por qué? —Frunció el ceño confundido.
— Porque ni siquiera somos amigos… Sólo lo he estado siguiendo desde que nos topamos aquella vez en la escuela.
Draken suspiró con pesadez, frotándose el puente de la nariz con la mano.
A veces Mikey podía llegar a ser demasiado estúpido para su propio bien.
Igual no podía culparlo mucho, porque parecía que el tal Takemichi también carecía de sentido común de vez en cuando, al no darse cuenta de que la mayoría de la gente que se le acercaba era con intenciones de obtener algo de él, o de aprovecharse de su carácter tan noble.
Así que no era de extrañarse que Manjiro se sintiera atraído hacia ese muchacho, teniendo la personalidad que tenía.
Decidió ignorar por un momento a su amigo, dirigiéndose hacia la barra de bebidas a reemplazar el trago que se había terminado. Usualmente no tomaría nada que no viniera sellado, pero si iba a estar ahí por más tiempo, tenía que adormecer su conciencia lo más posible para no aburrirse tanto.
Había invitado tanto a Baji como a Mitsuya para que lo acompañaran en su desdicha, y para que claramente sirvieran como refuerzos en caso de que Mikey se pusiera mal y se le ocurriera la gran idea de pelearse con alguien. Sin embargo, ambos chicos le habían cancelado de último minuto, uno porque tenía planes con alguien más, y el otro porque no podía dejar la casa sola.
Y bueno, la razón de Takashi la entendía… ¿Pero Baji? Ese hombre había traicionado el código de mejores amigos, sólo porque quería pasar una noche con su nuevo “amorcito”.
Estoy rodeado de imbéciles que piensan con la otra cabeza, se decía a sí mismo mientras se pasaba un shot de vodka de frambuesa.
— Ten Mikey. —Le dio uno de los vasos de licor, el cual el otro aceptó sin mirarlo— ¿Alguna novedad?
— Sí, el que tiene el cabello rubio se le acercó demasiado. —Mikey apuntó con los ojos hacia la persona, un muchacho un poco más alto que él, el cual estaba vestido como algún personaje literario— Ha estado detrás de Michi toda la noche, y no me gusta cómo le está sonriendo.
— ¿Ah sí?, ¿Y cómo le sonríe? —Draken le siguió el juego, mirando desinteresado a los demás.
— Como la gata barata de la película de los Aristogatos.
El mayor tuvo que recordarse a sí mismo que no tenía ningún tipo de bebida en la boca para escupir en ese instante, porque si lo hubiera tenido, ya habría mojado a todos los que estaban cerca.
Y en cambio, simplemente se ahogó un poco con su propia saliva antes de soltar una carcajada por las ocurrencias del menor.
— Mikey, no puedes hablar así de la gente. —Lo reprendió todavía entre risas.
— No me interesa, se lo merece. —Mikey se cruzó de brazos.
— Ni siquiera lo conoces.
— Ni tampoco quiero hacerlo. —Draken arqueó una ceja ante su comentario— ¿Qué?, No necesito conocer a la competencia.
— ¿De qué competencia hablas?, Takemichi ni siquiera sabe quién eres. —Se rio de él.
— Algún día lo sabrá. —Se empinó el vaso que tenía en la mano, limpiándose los labios con el dorso de ésta al terminar— Kenchin, tráeme otro trago.
— No, Mikey, ya tomaste demasiado.
Manjiro se volteó lentamente, su expresión totalmente ofendida.
— ¿Qué me dijiste? —Le habló con su usual tono desafiante, esperando a que el contrario se retractara.
— Que ya tomaste demasiado, y necesitas calmarte. —Ken le repitió mirándolo a los ojos, usando el mismo tono con el que le había hablado.
Draken hubiera continuado su monólogo de regaños y reclamos hacia al menor, si no fuera porque Mikey lo tomó por el cuello de la camisa jalándolo con fuerza hacia abajo, acción que provocó una flexión en su espalda y sus rodillas, en un intento desesperado de no perder el balance en su cuerpo.
Y sólo cuando lo tuvo cara a cara, observándolo con firmeza a los ojos mientras su semblante se reflejaba sombrío, fue que decidió decirle:
— No me vuelvas a hablar así, Ken. Sabes muy bien de lo que soy capaz. —Manjiro lo amenazó con su voz grave, apretando su mandíbula a cada palabra que mencionaba.
Seguido de eso lo soltó empujándolo hacia atrás, causando que se golpeara ligeramente la espalda contra la pared, antes de empezar a caminar tambaleándose hacia la barra de bebidas. Dejando a Draken con un cúmulo de sentimientos a flor de piel, que se reflejaban todos en su rostro y sus ojos en blanco.
Estaba sorprendido porque Mikey lo había amenazado, cosa que nunca había hecho seriamente a lo largo de todos los años que llevaban conviviendo.
Estaba algo asustado de saber que el ajeno tenía esa faceta en donde sabía que sus caprichos podían empezar a convertirse en órdenes, órdenes un poco descabelladas si se le permitía ser sincero. Pero por alguna razón no se sentía así ante esa situación, y en cambio estaba…
¿Excitado…?
¡¿Por qué mierda sentía el rostro caliente, y tenía el corazón acelerado como si fuera una adolescente experimentando su primer Crush?!
¡Sólo era Mikey, por Dios!, ¿Cómo es que estaba reaccionando de esa manera cuando sabía que era sólo su mejor amigo?
Aunque… El rostro y los ojos sombríos de Mikey, sus pupilas dilatadas, sus mejillas ligeramente ruborizadas por el efecto del alcohol en su sistema, su voz gruesa y rasposa cuando quería parecer intimidante…
Todo eso eran cosas que había visto antes, reacciones normales provenientes del menor que le había tocado presenciar en algún momento en una pelea. Pero… Por alguna razón, no se sentía igual.
Quizás era porque nunca había experimentado eso de primera mano, y por eso estaba tan asombrado. O quizás era el alcohol corriendo por sus venas, haciendo de las suyas en una noche como esa.
De cualquier forma, Ken se olvidó de la razón principal por la que habían ido a esa fiesta y comenzó a caminar entre las multitudes para encontrar a Manjiro, el cual estaba parado frente a la jarra de bebidas preparadas, rellenando tranquilamente su vaso.
El más alto lo tomó de la muñeca, arrastrándolo lejos de la zona, escuchando los gritos de protesta de su amigo, combinados con la fuerte música de las bocinas que le estaba taladrando los tímpanos. Se abrieron paso entre todos con Draken guiándolos entre las multitudes, hasta que el mayor pudo divisar una puerta abierta que daba a una habitación estrecha la cual parecía estar desolada; casi aventando el cuerpo del ajeno dentro de ésta, y cerrando la puerta detrás de él.
— ¿Qué mierda te sucede?, ¿Por qué me trajiste para acá? —Mikey le reclamó molesto, sobándose la zona de su muñeca.
— Porque necesitas calmarte Mikey, estás demasiado borracho y sé que te vas a poner imprudente. —Replicó mirándolo desde arriba.
— Eso a ti no te importa, si yo quiero tomar hasta que quede tirado en el piso, es mi problema.
— No, es mi problema también, porque vinimos juntos aquí, no voy a dejar que hagas esto otra vez.
Mikey bufó irónico, desviando la mirada.
— Quítate de la puerta, Ken.
— No, Mikey. Haz sentido por una vez en tu vida.
— No te voy a repetir lo que dije. —Manjiro dio un paso— O te quitas, o sufres las consecuencias.
Draken se le quedó mirando, incapaz de responder nada ante ese ultimátum. No porque no pudiera, sino porque sabía que, si hacía lo que el menor le decía, algo iba a terminar fuera de control.
Así que, con otros pensamientos en mente, y otras intenciones corriendo por sus ideas alteradas por el alcohol; Ken alternó su mirada entre los ojos y los labios del ajeno un par de veces, dejándose llevar por sus impulsos de juntar sus rostros hasta que se dieron un beso.
Un suave y delicado beso, que no duró mucho, pero que fue suficiente como para enviar miles de señales nerviosas hacia los cuerpos de ambos.
Draken fue el primero en separarse, abriendo sus ojos de a poco para poder contemplar el delicado rostro del chico. Planes que fueron inmediatamente arruinados en cuanto sintió el dolor y el empuje de un fuerte impacto, propiciado por el puño derecho de Manjiro, el cual lo mandó casi a atravesar la puerta de madera detrás de él.
Ken empezó a toser intentando recuperarse del golpe, agarrándose la mejilla abusada como forma de reducir el agudo dolor que empezaba a reflejarse.
— ¿Por qué hiciste eso, idiota? —El mayor subió la mirada, quedándose sin palabras al enfocar aquello.
Mikey, el hombre que usualmente se mantenía serio y con un temple inquebrantable, se estaba cubriendo los labios con el dorso de la mano, y lo observaba desde su lugar con grandes ojos como si fuera un cachorrito perdido.
Y a pesar de que la luz no era la mejor en ese baño, el color carmín proveniente de las mejillas del ajeno era tan llamativo, que no necesitaba de mucho para saber que estaba ahí; esparciéndose lentamente sobre todo su rostro.
Perdón por haberte juzgado Baji, ahora te entiendo perfectamente, pensó en ese momento, levantándose para acercarse a su amigo.
— Oí, Kenchin, respóndeme, ¿Por qué me besaste? —Mikey insistió manteniendo su semblante.
— ¿Quieres que te diga la verdad? —El menor pasó saliva nervioso ante la pregunta, asintiendo lentamente.
— Obviamente, te estoy preguntando en serio.
— Es porque te ves adorable. Te ves demasiado bien con tu vestido prestado, y tu cara roja por todos los tragos que te tomaste.
— N-No digas tonterías…—Manjiro desvió la mirada, sintiéndose tímido de repente— Sólo di que es porque estás borracho, eso suena más creíble.
— ¿Pero qué tal si no lo estoy? —Draken avanzó un paso, tomando el mentón del menor con suavidad, obligándolo a mirarlo— ¿Qué tal si lo hice porque me dieron ganas?
Mikey separó sus labios para darle una respuesta, sin embargo, su voz no logró abandonar su garganta, causando que su boca temblara al no poder decirle nada.
Desvió su atención hacia un punto cualquiera en la pared del baño, retirando la mano de su barbilla.
— Ey, Kenchin…
— ¿Sí?
— ¿Podemos…?, ¿Podemos hacerlo otra vez? —Draken alzó las cejas interesado.
— ¿Seguro?, ¿Esto no va a afectar nuestra amistad después?
— …Podemos echarle la culpa al vodka cuando estemos vomitando mañana.
— Buen punto.
Draken juntó sus labios en otro beso, que fue correspondido de inmediato comenzando un contacto desesperado y algo torpe, debido a la falta de experiencia de ambos.
Mikey nunca lo admitiría en voz alta, pero sabía que el beso que Ken le había robado minutos atrás había sido su primero. Su mejor amigo había corrompido la pureza de sus labios, y estaba a punto de hacer lo mismo con su lengua, y toda su cavidad.
Las manos del más alto se fueron directo hacia la parte trasera de los muslos ajenos, dándole la señal al menor de que tenía que despegar sus pies del piso, para ser movido a otro lugar, que resultó ser la parte más alta del sanitario. Manjiro jadeó entre besos al sentir la fría cerámica erizar su piel.
Por alguna razón, de la cual ahora se arrepentía, había decidido vestirse de caperucita roja, y decidió hacerle total justicia al personaje al ponerse el clásico vestido rojo que le quedaba más arriba de la rodilla. Vestido que, claramente, le había tenido que pedir prestado a una de las empleadas del burdel donde vivía Draken, porque él no tenía ni una sola prenda que se le pareciera, y no iba a gastar ni un solo yen en algo que se pondría una vez.
Y bueno cuando recién se puso el disfraz pensó que se veía chistoso, pero ahora… Ahora se arrepentía de haberlo escogido por todas las malas razones.
Ken se separó del contacto, tomando aire desesperado, paseando sus manos por toda la extensión de las piernas desnudas de Manjiro, desde los tobillos de éste que estaban cubiertos por unas suaves calcetas blancas, hasta más arriba de la rodilla, llegando a colarse por debajo de la falda; tentando con subir incluso más.
— Kenchin, no…—El menor le quitó la mano.
— Perdón, se me está subiendo la calentura a la cabeza. —Draken suspiró tallándose el rostro— Vámonos a casa de una vez, no quiero que hagamos nada de lo que nos podamos arrepentir.
— No…—Mikey le jaló la camisa, evitando que se alejara— No podemos irnos todavía.
— ¿Por qué no?
Los ojos oscuros del chico cambiaron de enfoque, descendiendo del rostro ajeno, hacia una parte específica en la mitad inferior del cuerpo de su mejor amigo.
— Mierda…—Ken suspiró notando ese detalle— Mikey perdón, yo-
— No, está bien, es normal… A lo mejor nos dejamos llevar un poco. —Apretó los labios desviando la mirada— Si quieres, puedo voltearme mientras tú-
— Ni loco, —Lo interrumpió de repente— prefiero caminar así todo el tiempo de vuelta, que hacerlo contigo al lado.
— Kenchin, nos acabamos de besar con lengua, no seas exagerado.
El comentario de Mikey lo hizo ruborizarse más, algo que no ayudaba para nada a su situación actual.
— Bueno sí, pero esto es diferente, ¿sabes? —Draken siguió excusándose— No es como que disfrute de masturbarme con una audiencia.
— Sólo soy yo.
— ¡Por eso mismo!
— ¿Y qué tal si…? —Manjiro se quedó pensando en sus palabras— ¿Qué tal si me usas a mí?
— ¿Qué? —El mayor abrió los ojos en demasía, esperando que hubiera escuchado mal y eso hubiera sido producto de su conciencia nublada por la calentura.
— He escuchado que se siente bien si actúas como que vas a tener sexo… Incluso si tienes la ropa puesta. —Subió los ojos hasta encontrarse con los ajenos— Puedes hacer eso conmigo si no quieres hacerlo solo…
Si esto es un sueño húmedo o una simple broma del universo, que mi alma pague el karma más adelante, pero yo ahora tengo que disfrutar.
Draken no respondió ante la propuesta, juntando sus bocas de nuevo en otro beso desordenado, que tomó por sorpresa al ajeno, sirviendo como la transición perfecta en ese momento.
Su lengua se apoderó de la cavidad del menor, haciéndolo jadear entre besos cada que sus labios eran mordidos, que su propia lengua era apresada suavemente, o que sentía que la saliva de ambos se derramaba de sus bocas.
Mikey apretó sus manos en la cintura del más alto jalándolo hacia él, abriendo sus piernas ligeramente hacia los lados, para darle más acceso al contrario hacia su cuerpo. Estaban en una posición un poco incómoda porque la taza del sanitario estaba justo debajo de ellos, impidiendo que pudieran acercarse demasiado, pero el menor quería sentir a Draken lo más pegado a él que pudiera.
Quería que la calidez de su cuerpo se combinara con el ajeno, que el sudor que brotaba de su piel se impregnara en el otro, y que todo su éxtasis fuera compartido a través del mero contacto que mantenían en ese momento.
Ninguno de los dos sabía si todo lo que estaban experimentando era producto del alcohol, y por consecuencia, la repentina calentura que les estaba provocando, o era porque había cosas escondidas entre ellos, que apenas estaban saliendo a la luz. De cualquier manera, eso no importaba.
No importaba nada más que no fuera la forma en la que se consumían, y la manera en la que sus bocas se deseaban con tanta intensidad que no había fuerza que pudiera separarlos.
Manjiro fue el primero en romper el contacto, respirando por la boca agitado, en busca de recuperar el aire que había perdido entre toda la sesión que acababan de tener juntos. Recargando su frente sobre el hombro ajeno, al notar que su cabeza se sentía más ligera de lo normal, y sus ojos algo pesados.
De pronto sintió cómo su cuerpo era levantado, cambiándolo de posición a una más comprometedora, en la que apoyó sus manos sobre la parte alta del escusado y arqueó su espalda hacia afuera; dejando a la vista el comienzo de su trasero porque la tela del vestido estaba concentrada en el frente.
Draken apoyó una de sus manos sobre la del menor, entrelazando sus dedos, mientras que con la otra guiaba las caderas de Mikey suavemente, hasta que su entrepierna se alineó con los glúteos de éste, restregándose un par de veces.
— Mikey…—Jadeó continuando con sus movimientos, flexionando su torso hasta alcanzar a besar la parte de atrás de su espalda— ¿Estás seguro de que quieres esto?
— Ya te empezaste a mover, idiota. —Manjiro se estremeció al sentir la combinación del aliento caliente del más alto sobre sus puntos sensibles, y la fricción de su erección en su trasero.
— Puedo parar si quieres. —Trató de separarse.
— No. —Llevó su mano hacia atrás, impidiendo que Draken se alejara— Puedes seguir… Está bien.
Mikey gimió algo alto después de ese comentario, producto del empuje de caderas de su mejor amigo. Se mordió el labio inferior intentando silenciar su voz, y apretó su agarre sobre la cerámica resbalosa, buscando la estabilidad que sabía que pronto le haría falta.
Las estocadas continuaron con un ritmo algo desordenado en el que Ken se detenía de vez en cuando para restregarse en círculos o de arriba abajo, mientras besaba la nuca y los hombros del menor; jadeando y gimiendo su nombre justo sobre la oreja de éste.
Manjiro temblaba bajo el contacto, espasmos musculares repartiéndose por todo su ser, gimiendo suavemente al sentir sus piernas flaquear con cada movimiento, y sus caderas moverse por sí mismas, deseosas de más... Suplicantes por un mayor acercamiento.
Su pene dolía al estar prisionero bajo la tela de su ropa interior, más duro y húmedo que nunca. Sin embargo, como sus manos estaban tan ocupadas en mantenerlo de pie en esa posición tras cada estocada, le era imposible poderse tocarse de cualquier manera, y tenía que conformarse con las estocadas que golpeaban el final de sus testículos. Que en realidad no eran poco, pues habían logrado ponerlo así de excitado en tiempo récord, y lo tenían apretando la mandíbula cada que sucedían.
El sudor corría bajo su espalda y desde lo más alto de sus piernas desnudas, su respiración se interrumpía cada que gemía, su ceño se fruncía cada que procesaba un nuevo golpe, y la saliva se derramaba sobre su mentón cuando era incapaz de formular palabras coherentes, más que el nombre del ajeno.
Mikey estaba hecho todo un desastre.
Un ardiente desastre que estaba pasando por la—hasta ahora—mejor experiencia de su vida.
— Ahh, Mikey…—Ken gimió apretando los lados de la cadera del menor— Mierda, tenías razón, y-yo… Ya casi, estoy por venirme.
Mencionó entre jadeos, aumentando el ritmo de sus embestidas.
— Mikey, ah Mikey, ¡Ah, maldición!
Draken detuvo sus movimientos de lleno, sacando su pene de sus pantalones para masturbarlo rápidamente, llegando a su orgasmo una vez que sintió su abdomen apretarse y su semen empezar a derramarse sobre la espalda sudada del contrario, su voz gimiendo ronco al ver los hilos blancos manchar la tela.
Jadeó fuerte un par de veces, recuperándose de la conmoción momentánea, observando el estado en el que había dejado a su mejor amigo.
— Mikey. —Lo llamó aún agitado.
— ¿S-Sí? —Contestó en el mismo tono, volteando ligeramente hacia atrás.
— No vuelvas a invitarme a estos lugares.