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La primera vez que Joshua consiguió obtener un estado semi-prime, solo sirvió para cimentar cuan deficiente era como el dominante del Fénix.
Lo supo en cuanto los murmullos iniciaron. Los Eternos expresando preocupación, mezclado con temor, de hacer enfadar al dominante delante de ellos. Pero la expresión de su padre fue la que confirmo que algo no estaba yendo como debía.
Al abandonar su transformación, no demoró en cerrar la distancia con su padre, tratando de sentirse a salvo entre sus brazos, pero la tensión que el cuerpo de su padre reflejaba hacía imposible que el pequeño lo consiguiera.
“¿Hice algo mal?”, pregunto el pequeño Joshua, con toda la inocencia e ingenuidad propia de un niño. Sintiéndose insuficiente, pero buscado el sentirse consolado por su progenitor, seguro que él no permitiría que nada malo le sucediera.
Pero su padre, además de corresponder el abrazo y colocar una mano protectora sobre su cabeza, no hizo esfuerzo por reconfortar a Joshua, manteniendo su mirada fija sobre Cyril, el líder de los Eternos.
“¿Tienes una idea de qué podría significar esto?”
Cyril guardo silencio, quizás analizando lo que acababan de presenciar, sin apartar su mirada de Joshua, como si el pequeño dominante fuera un enigma que debían solucionar.
“Es… inusual”, respondió por fin, no permitiéndose expresar más. Su devoción haciéndole imposible el ver falta alguna sobre el elegido del Fénix, por más que su condición y constitución física no fuera la mejor.
Pero si Joshua había sido escogido por sobre Clive, se debía a que él era la mejor opción de entre los dos. De ello, no cabía duda alguna para el hombre y los devotos del Fénix.
“Quizás hay secretos que aun no conocemos de los dominantes y su magia. Incluso uno tan estudiado como el Fénix”, concluyo el hombre, desestimando el asunto.
Joshua era el Fénix. Y que, su estado semi-prime no mostrara las alas características que otros dominantes del Fénix habían ostentado con orgullo, tal como su abuelo había hecho antes que él, no quitaba mayor, peso a esa afirmación.
“Solo es una característica propia de ti, Joshua”, había dicho su padre, buscando consolar a Joshua, cuando por fin notó la ansiedad que la situación había despertado en él, con el pasar de los días.
“Puede ser que, con el tiempo, su forma cambie, al adquirir más poder”, explico Cyril cuando Joshua encontró el valor de preguntar. Un pésimo intento por calmar su angustia. Sus palabras teniendo el efecto contrario, al pequeño comprender lo que las palabras ocultaban.
Al reconocer de una forma ambigua, que Joshua era débil. Su cuerpo y el Fénix lo sabían.
Recordándole una vez más, que el Fénix había cometido un gran error al rechazar a su hermano.
Con el tiempo, aquella herida comenzó a sanar, lentamente, hasta convertirse en resignación. El aceptar que jamás seria como su hermano (su querido hermano que no dudaba en mostrarle siempre su cariño, amor y lealtad. Un hermano que jamás sería capaz de odiar, a pesar de que su madre tratara de sembrar intrigas entre ellos. No creyéndole a esta, cada vez que le decía que Clive, aunque no lo dijera, estaba celoso de él. ¿Cómo odiar a Clive, cuando hasta el más ignorante podría saber a solo pocos momentos después de conocer a Clive, lo orgulloso que estaba su hermano mayor de Joshua, aunque el pequeño Fénix no se sintiera merecedor de aquel orgullo?).
Pero sintiendo contentamiento con su situación y consigo mismo, cuando una tarde, y ante la curiosidad que su hermano se esforzaba por ocultar, deseando conocer el estado de semi-prime de Joshua, el pequeño no dudo en complacer a su querido hermano, ignorando los reclamos del pelinegro. Reclamos que cesaron en cuanto la apariencia de Joshua cambio, demostrando el bello plumaje de Fénix que coincidiría con la cola de este, si Joshua se transformara por completo.
Plumaje que Clive toco con cuidado, y después de obtener permiso de su hermano. No ocultando su asombro, ni el orgullo que sentía hacia su hermanito.
“Son hermosas, Joshua. Cálidas y gentiles. Como tú”, explico Clive. Logrando lo que su padre ni Cyril consiguieron durante sus amplias explicaciones, e intentos de consuelo.
Permitiéndole aceptar que así era él, y no había más que hacer.
Pero la herida, sanó por completo, sin dejar marca en su ser, cuando Clive ganó la competencia por el puesto del Primer Escudo de Rosaria, llevándolos a la ceremonia donde Joshua entregaría su bendición a su querido hermano.
Después de aquellas emociones, Joshua no había dudado en pedir que Clive hiciera una demostración de sus nuevas adquiridas habilidades. Feliz cuando fue apoyado por Lord Murdoch, quien no dudo en llevarlos a las áreas de entrenamiento, donde inicio un pequeño combate de prueba para Clive.
No ocultando Joshua su sorpresa y asombro cuando Clive comenzó a lanzar hechizos de fuego básico, como si hubiera nacido con magia desde un inicio (algo imposible, ya que Clive no era un portador ¿verdad?), siendo motivado por el Lord Comandante para continuar esforzándose, investigando y aprendiendo. Hasta que ocurrió.
Clive levanto una de sus manos, lanzando una gran llamarada de fuego, y por unos instantes, por poco más que un parpadeo, Joshua la vio.
La ilusión de una bella ala de plumaje rojo y tonos azules. Los colores del Fénix.
No dejando duda de lo que habían presenciado. Siendo confirmada la visión por Lord Murdoch y Jill, quienes no cabían en su asombro, maravillados ante la belleza del hechizo que Clive había realizado.
Pero en Joshua no había quedado duda alguna.
El Fénix sabía que Joshua no tenía la fuerza suficiente. Era una verdad innegable, y algo que Joshua había aceptado tiempo atrás.
Y por ello, el Fénix había dado sus alas a la persona que jamás abandonaría a Joshua, que lo protegería con su vida si fuera necesario. Que podría llevarlo a donde fuera necesario, permaneciendo a su lado. La persona en la que Joshua confiaba a su vez, con su vida misma.
Y Joshua… Joshua se sintió feliz.
Con Clive como sus alas, Joshua sintió por fin una confianza en que podría cumplir con su deber, con sus responsabilidades. Que, con Clive a su lado, nada podría detenerlos.
Hasta que el Portal del Fénix ocurrió.
Y hasta que una vida llena de horrores y traiciones los apartó.
Solo reencontrándose cuando el fin del mundo se cernía sobre ellos, ignorantes de los macabros planes que el dios de Valisthea tenía para todos los dominantes, viéndolos solo como simples piezas para perfeccionar a su creación.
Culminando todo ello cuando llegaron al propio final de la vida de Joshua. Su muerte, algo que había aceptado desde el momento que había atrapado a un fragmento de Artema dentro de él, pero doliéndose, al saber que no podría salvar a su hermano de presenciar sus últimos momentos de vida, evitándole así ese dolor.
Tristemente, aquel sufrimiento que su hermano atravesaría era un mal necesario. Un mal para que Joshua entregara a Clive el ultimo regalo que le daría.
Pidiéndole a Fénix que cuidará de Clive como si fuera el mismo Joshua. Permitiéndole así ver por su hermano, aun después de su muerte.
Observó con tristeza las lagrimas que surcaban el rostro de su hermano, y sus suplicas porque Joshua no lo abandonara. Reafirmando en Joshua la certeza que, Artema cometió un grave error al escoger a su querido hermano como receptáculo. Feliz de saber que el mundo estaría a salvo, si Clive tenía algo que decir al respecto.
Su fe en Clive, una llena de convicción.
Convicción que creció aun más cuando el Fénix se revelo en su hermano en la forma de dos bellas alas, de una envergadura impresionante, y un aspecto que imponía temor y respeto.
Comprendiendo Joshua, que era él quien había dado sus alas a su querido hermano desde un inicio, ayudándole a volar alto y seguro. Permaneciendo a su lado aun después de su separación física. Dándole la fuerza que necesitaría para la gran prueba que se cernía sobre él.
Fortaleza para resistir la tentación que Artema representaba. Luchando hasta el final.
Juntos.
Por siempre.