Chapter Text
------Draco-----
En dos días regresaríamos a Hogwarts. La idea de volver no me emocionaba en absoluto, pero Tom había sido claro: nuestra presencia en el colegio era necesaria para mantener las apariencias. Si bien no era la primera vez que regresaba a ese lugar, esta vez todo era distinto. La carga de nuestra misión, nuestra posición, y nuestra peculiar relación con Tom le daban a este regreso un matiz completamente diferente.
Tom había estado extremadamente ocupado con el Ministerio desde el baile. Su popularidad se disparó de forma vertiginosa, y ahora comenzaba a proponer reformas ante el consejo del Ministerio con una facilidad que asustaba. Era fascinante y embriagador verlo manejar a los miembros del consejo como piezas de ajedrez, moviéndolos a su antojo con una sonrisa encantadora pero cargada de intenciones oscuras.
Por otro lado, Harry no había tenido un respiro desde entonces. La prensa no dejaba de acosarlo con solicitudes para entrevistas y fotos, todos querían al "Niño que Volvió a Vencer". Si no fuera suficiente, nos vimos obligados a hacer múltiples apariciones públicas los tres juntos, proyectando la imagen de tres personas que apenas se estan enamorando. La idea de ser el centro de atención no me molestaba, pero ver la tensión en el rostro de Harry cada vez que una cámara se acercaba me hacía desear que todos esos reporteros fueran devorados por Nagini y Zarina.
Hoy, sin embargo, estaba solo en la mansión. Tom estaba con sus mortífagos, probablemente planeando algo que involucrara sangre y destrucción, mientras que Harry, de mala gana, había ido a una entrevista con el Profeta. Según él, era una pérdida de tiempo, pero ambos sabíamos que fortalecer nuestra posición era crucial.
Me encontraba en la biblioteca, un lugar que había llegado a considerar mi santuario cuando Tom y Harry no estaban. El aroma a papel viejo y tinta fresca me resultaba reconfortante, y las estanterías llenas de libros antiguos eran un recordatorio de cuánto conocimiento aún estaba al alcance de mis manos. Zarina y Nagini estaban conmigo, enroscadas entre sí de una forma cariñosa. Era extraño cómo ambas serpientes, pese a ser tan distintas, parecían haber formado un vínculo especial. Si Tom y Harry no estaban cerca, ellas no se despegaban de mí, como si estuvieran cumpliendo con su deber de proteger a la "cría".
Avanzaba mucho con la investigación para la poción que Tom nos había pedido. Los ingredientes eran exquisitos, cada uno más raro y peligroso que el anterior, pero la receta estaba casi completa. Sin embargo, mi padrino, insistió en que esperáramos a regresar a Hogwarts para prepararla en su oficina privada. Según él, no tenía sentido comenzar ahora si en un par de días tendríamos que trasladar todo el equipo.
Pasé los dedos por la página del libro que estaba leyendo, un tomo antiguo sobre pociones de guerra que Severus me había prestado. Sus anotaciones a los márgenes eran casi tan fascinantes como el texto en sí. De vez en cuando, sentía cómo las escamas de Zarina rozaban mis piernas mientras se movía lentamente. Nagini, por otro lado, permanecía enroscada en un rincón, sus ojos amarillos fijos en mí como si supiera exactamente en qué estaba pensando.
Suspiré y cerré el libro con un suave chasquido. Mi mente divagaba constantemente hacia Harry y Tom. ¿Cómo les estaría yendo? Sabía que Harry odiaba cada segundo frente a los reporteros, pero también sabía que lo hacía por nosotros. Y Tom... bueno, Tom siempre tenía el control, pero su intensidad podía ser abrumadora.
Zarina subió lentamente por mi brazo, enrollándose alrededor de mis hombros. Nagini hizo lo mismo, colocándose a mi lado en el sofá. Las acaricié con suavidad, dejando que su presencia calmara mis pensamientos.
—Volveremos a Hogwarts pronto —murmuré, más para mí mismo que para ellas—. Y cuando lo hagamos, todo cambiará.
Todo estaba sucediendo tan rápido que apenas podía asimilarlo. Llevábamos casi dos meses juntos, y aun así, me costaba creer cómo habían resultado las cosas. Nunca en mis sueños más salvajes imaginé que Harry y Tom aceptarían compartirme, pero lo que realmente me tenía sorprendido era cómo ellos, poco a poco, habían comenzado a construir una relación por su cuenta. Verlos así, acercándose y comenzando a amarse, me llenaba de una felicidad que no podía describir con palabras.
El cumpleaños de Harry ya había pasado, y para celebrarlo, organizamos una enorme fiesta “familiar”. Cada rincón de la mansión estaba lleno de nuestras amadas serpientes y Luna, que ahora parecía estar en la categoría de "familia". Mi tía Bella, su esposo, y Rodolphus también asistieron. Fue extraño ver a Bella intentar ser… “cordial”.
Tom y yo habíamos decidido hacerle un regalo especial a Harry. Le entregamos nuestros grimorios personales, repletos de hechizos que habíamos creado y descubierto en la primera línea temporal. Eran verdaderas obras de arte: letales y hermosos en esencia, cada hechizo tenía un propósito claro, una herramienta perfecta para el caos que se avecinaba. Pero el regalo que más valoré darle fue el relicario de Harry. Había tomado la foto que tenía de los dos y la había reemplazado por una nueva que Pansy, sin permiso alguno, había capturado. Era perfecta. En la imagen, Tom nos estaba leyendo mientras yo me recostaba en su hombro, y Harry estaba cómodamente apoyado entre mis piernas.
Pero aunque esos momentos de felicidad eran reales, no podía evitar que una sensación oscura se instalara en mi pecho. Un mal presentimiento.
Ya quería que todo este maldito teatro terminara. Quería que cada muggle estuviera muerto, que Tom tomara finalmente el poder, y que todas las amenazas fueran erradicadas de una vez por todas. Quería que Severus tuviera su merecida venganza, esa que había esperado durante tanto tiempo.
El solo pensar en regresar a Hogwarts me llenaba de ansiedad. Sabía que era necesario; las apariencias eran importantes en este momento, pero la idea de separarme de Tom, aunque fuera por un corto tiempo, me resultaba insoportable. Habíamos avanzado tanto en tan poco tiempo que la distancia me parecía un paso atrás, una oportunidad para que todo saliera mal. Miré mi cicatriz en el pecho y pasé los dedos sobre ella. No podía evitar sentir que debía protegerlos a ambos con cada fibra de mi ser.
Mientras preparábamos nuestro regreso, mi mente se llenaba de pensamientos oscuros. Nada podía salir mal. No esta vez. Todo tenía que estar perfectamente planeado, sin ningún margen para el error. Mis manos se cerraron en puños. Si algo o alguien se interponía entre nosotros, no tendría piedad.
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Desperté con una sensación cálida recorriendo mi cuerpo. Unas manos suaves se deslizaban sobre mi pecho, trazando líneas delicadas que parecían encender cada fibra de mi ser. Sus labios, tan cálidos y precisos, depositaban besos lentos y exquisitos en la parte trasera de mi cuello. Era como si estuviera siendo venerado con cada roce de su lengua, probándome, explorándome. Un escalofrío recorrió mi cuerpo cuando sentí cómo sus dedos atrapaban uno de mis pezones, presionándolo suavemente antes de acompañar la acción con una pequeña mordida en mi piel.
—Buenos días, mi alma —murmuró Tom con su voz profunda y aterciopelada, mientras continuaba con su camino de besos y caricias. Su aliento contra mi piel me envolvía en una cálida burbuja de intimidad.
—Buenos días, mi amor —respondí en un susurro, aún medio perdido en la sensación de sus manos y labios. Pero en cuanto intenté moverme ligeramente, me di cuenta de algo que faltaba. Harry. No sentía a Harry a mi lado.
El pánico se apoderó de mí en un instante. Mi respiración comenzó a acelerarse y mi cuerpo se tensó de inmediato. No era natural. No podía despertar sin sentirlos a ambos cerca. Giré ligeramente la cabeza, buscando a Tom con la mirada.
—Tranquilo, mi alma. Nuestro esposo tuvo que salir con sus padres, pero vendrá pronto —me dijo con un tono suave, reconfortante, casi como si estuviera hablándole a un niño asustado.
Con sus palabras, mi cuerpo comenzó a relajarse poco a poco, y él aprovechó para posicionarse encima de mí. Instintivamente abrí las piernas, queriendo sentirlo más cerca, queriendo que llenara ese vacío momentáneo que había dejado la ausencia de Harry. Los ojos de Tom se clavaron en los míos, tan intensos y llenos de algo que no podía definir por completo: amor, anhelo, tal vez una pizca de vulnerabilidad. Fue entonces cuando me di cuenta de que esta era la primera vez que estábamos completamente solos desde su regreso. Desde que habíamos vuelto a estar juntos, Harry siempre había estado a nuestro lado en la intimidad.
—Ha pasado tanto tiempo, mi alma —dijo Tom con una voz cargada de emociones, su mirada se suavizó al decirlo.
Sabía que estaba pensando lo mismo que yo. Lo que significaba este momento para ambos. No había necesidad de palabras, porque en ese instante éramos dos almas reconociéndose después de una eternidad de lucha y pérdida.
Se inclinó lentamente hacia mí, sus labios rozando los míos antes de atraparlos en un beso que me dejó sin aliento. Fue lento, deliberado, como si quisiera grabar cada segundo en su memoria, como si quisiera demostrarme, con ese solo beso, todo lo que sentía por mí. Su mano acarició mi mandíbula, sosteniéndola con una ternura como si tuviera miedo de que me desvaneciera en sus manos. Me dejé llevar completamente, deshaciéndome en sus labios, hundiéndome en la calidez de su amor.
El tiempo pareció detenerse mientras seguíamos besándonos, nuestros labios moviéndose al mismo ritmo, comunicándonos sin palabras. Finalmente, se separó solo lo suficiente para apoyar su frente contra la mía. Cerró los ojos, y el momento parecía tan perfecto, tan íntimo, que quise atesorarlo para siempre. Pero entonces, algo húmedo cayó sobre mi mejilla. Una lágrima.
Me quedé congelado. Tom estaba llorando. Era la segunda vez que lo veía llorar, y como la primera vez, me estremeció hasta lo más profundo de mi ser. Mi Tom, estaba tan vulnerable frente a mí que mi corazón se rompió.
—Mi amor… —susurré con voz temblorosa, llevándome la mano a su mejilla para sostenerlo, para reconfortarlo, aunque no estaba seguro de cómo podía consolar a alguien tan fuerte, tan indomable.
Tom abrió los ojos lentamente, su mirada estaba llena de algo indescriptible: una mezcla de dolor, amor y devoción. Apenas se separó un poco para tomar mi mano entre las suyas y besarla con una delicadeza que casi me hizo llorar a mí también.
—Yo… no te he pedido perdón adecuadamente —susurró contra mi piel, su voz ronca pero cargada de una vulnerabilidad que me rompió en mil pedazos—. De verdad, perdóname, Draco. Por mi culpa tuviste que pasar por un maldito infierno, y luego te puse en una posición donde casi terminas con tu vida…
Sentí cómo sus manos se tensaban ligeramente sobre mis brazos antes de suavizarse otra vez, sosteniéndome con esa gentileza que solo él podía tener conmigo.
—Tuve tanto miedo, Draco. —Su voz se quebró ligeramente, y mi corazón latió con fuerza al escuchar esas palabras—. El simple pensamiento de no volverte a ver, de no tenerte entre mis brazos… sentí un miedo abrumador, algo que no puedo describir. Por favor, mi alma, te estoy suplicando: nunca, nunca pienses en apartarte de nuestro lado.
Sus ojos se encontraron con los míos, tan intensos que sentí como si estuviera viendo directamente dentro de su alma. La sinceridad y el amor en su mirada me dejaron sin aliento.
—Pon tu seguridad por encima de cualquier cosa. Ensima de nosotros. Te necesitamos vivo, Draco, a nuestro lado, siempre.
Antes de que pudiera siquiera contestarle, Tom tomó mi rostro entre sus manos y volvió a besarme. Sus labios se movieron contra los míos con una mezcla de urgencia y delicadeza, mientras su lengua buscaba la mía, acariciándola suavemente, explorándome con una intensidad que me hizo temblar. Mi cuerpo reaccionó instintivamente, arqueándose contra el suyo, rogando silenciosamente por más de él.
—Te amo demasiado, Draco —susurró contra mis labios, apenas separándose de mí. Su voz tenía un tono casi reverente mientras su boca descendía nuevamente, dejando un rastro de besos por mi mandíbula y cuello—. Quiero que el maldito mundo esté a tus pies para que nada te haga daño… y lo estará. Harry y yo nos encargaremos de ello.
Sentí cómo sus labios bajaban hasta mi pecho una vez más, mordiendo y besando mis pezones de una forma tan lenta y tortuosa que cada movimiento parecía estar diseñado para volverme loco. Me estremecí bajo su toque, cada fibra de mi ser completamente entregada a él.
—Y yo te amo a ti, Tom —respondí con la voz entrecortada, luchando por hablar mientras él continuaba su camino hacia mi abdomen, su lengua deslizándose por mi ombligo y haciéndome jadear—. Te amo con todo mi maldito ser. Siempre lo he hecho, siempre lo haré. Pero… en algo estás equivocado, mi vida.
Tom levantó la vista, sus ojos ardiendo con deseo mientras continuaba acariciándome, sus dedos deslizándose lentamente por mis muslos. Su mirada me retaba, esperando a que continuara.
—Seré yo quien ponga el mundo a sus pies —dije, con una sonrisa temblorosa pero determinada, aferrándome a su cabello como si mi vida dependiera de ello—. Porque ustedes se merecen todo lo maldito bueno que hay en este mundo podrido. Y lo tendrán.
Una sonrisa ladina apareció en sus labios antes de que bajara la cabeza nuevamente, besando cada centímetro de mi piel como si estuviera marcándome como suyo una vez más. Sentí sus dedos deslizándose más arriba, acariciándome con una mezcla de posesión y ternura. Sus movimientos eran metódicos, precisos, como si quisiera asegurarse de que cada segundo quedara grabado en mi memoria.
Era como si quisiera mostrarme con sus caricias lo que no podía expresar con palabras. Que yo era su todo. Que él nunca dejaría de luchar por mí, por nosotros. Y mientras sus caricias continuaban explorándome, lo único que podía pensar era cuánto lo amaba, cuánto amaba a Harry, y cómo haría cualquier cosa por mantenernos juntos.
om tomó el control absoluto de mi cuerpo, explorándolo con una devoción y ternura que contrastaban con la intensidad de sus acciones. Sentí cómo su lengua trazaba un camino de fuego desde mi pecho hasta mi estómago de nuevo, y luego descendía más abajo, provocándome con cada beso, cada lamida. Cuando llegó a mi pene, su calidez envolvió mi glande, y un estremecimiento recorrió todo mi ser.
—Agg... Tom... ¡No pares! —gemí, incapaz de contenerme. Mis manos se aferraron con fuerza a las sábanas mientras mi cuerpo se arqueaba involuntariamente bajo su toque. La forma en que su lengua se movía sobre mí, lenta y calculada, me tenía al borde de la locura.
Pero justo cuando pensé que no podía más, Tom se detuvo. Emití un leve quejido de frustración, pero mis pensamientos se desvanecieron cuando lo sentí continuar su recorrido hacia abajo, besándome con dedicación hasta llegar a mi entrada. Su lengua comenzó a lamerme suavemente, arrancándome gemidos incontrolables.
—Ah… ah… —no podía detener los sonidos que escapaban de mis labios.
Mis manos volaron a su cabello, enterrando mis dedos en él y presionándolo más contra mí. Tom no se detuvo; si acaso, redobló sus esfuerzos, usando su lengua para explorarme de una manera tan dulce, tan íntima, que me hizo olvidar todo lo demás. Separó mis glúteos con firmeza, dándome una sensación de vulnerabilidad que solo él podía transformar en puro éxtasis.
Tom finalmente se incorporó, dejando un rastro de besos desde mi entrada hasta mi cuello. Su lengua trazó líneas húmedas y delicadas sobre mi piel mientras me lamía y mordía suavemente, deteniéndose en mi oreja para besarla y morderla con una precisión que me hizo gemir aún más fuerte.
—Ah… Tom… —susurré, perdido en la sensación.
Lo sentí alinearse en mi entrada, y en el mismo instante en que lanzó un hechizo de protección, comenzó a hundirse en mí con una lentitud tortuosamente deliciosa. Mi respiración se detuvo; era una mezcla de dolor y placer que me hacía temblar. Mi cuerpo se arqueó involuntariamente mientras mis manos intentaban aferrarse nuevamente a las sábanas. Pero Tom no me dejó hacerlo. Tomó mis manos entre las suyas, entrelazando nuestros dedos mientras continuaba adentrándose en mí, centímetro a centímetro.
—Mírame, mi alma —susurró, su voz ronca y cargada de emoción.
Obedecí, levantando la vista para encontrar sus ojos. Había algo tan profundo, tan auténtico en su mirada, que casi me hizo llorar. No había palabras suficientes para describir lo que sentía en ese momento; el amor, la devoción, la posesión. Éramos uno, y no había nada ni nadie que pudiera cambiar eso.
Cuando finalmente estuvo completamente dentro de mí, se detuvo por un momento, dejando que mi cuerpo se acostumbrara a su tamaño. Su respiración era irregular, y podía sentir su lucha por mantener el control. Pero esa pausa no duró mucho. Con una delicadeza increíble, comenzó a moverse dentro de mí, sus embestidas lentas pero profundas, como si quisiera grabar este momento en nuestras almas para siempre.
El ambiente estaba cargado de un calor que no solo provenía de nuestros cuerpos entrelazados, sino también de la intensidad de nuestras emociones. Sentía a Tom profundamente dentro de mí, su ritmo lento pero implacable.
—Te amo tanto, Draco…Que me has hecho para amarte de esta manera? —su susurro ronco vibró contra mi piel mientras sus labios seguían dejando un rastro ardiente sobre mi hombro y mis pezones. Sus palabras eran un bálsamo y un tormento al mismo tiempo, porque reflejaban lo que yo mismo sentía pero nunca podía expresar con suficiente claridad.
Tomó mi rostro entre sus manos con una ternura desgarradora, y fue entonces cuando me di cuenta de que las lágrimas rodaban por mis mejillas. Ni siquiera lo había notado hasta que él las mencionó, limpiándolas con un beso suave.
—No llores, mi alma. Ya estamos juntos. Estaremos juntos siempre. —Sus ojos escarlata me miraban con tal intensidad que me sentí desnudo no solo físicamente, sino también en lo más profundo de mi alma.
Solté sus manos para tomar su rostro, queriendo acercarlo más a mí, queriendo fusionarnos en ese instante. Nuestros labios se encontraron, y el beso fue todo lo que necesitábamos: desesperado, lleno de amor y promesas silenciosas. Tom continuó moviéndose dentro de mí, cada embestida lenta y calculada, saboreando cada momento que compartíamos.
—Tom… Tom… ag… ah… Tom… —repetía su nombre entre gemidos, como si fuera un mantra, como si al decirlo pudiera aferrarme más a este instante. Sentí sus manos recorrer mi cuerpo, tocándome con veneración, como si fuera algo sagrado.
—Respira, mi hermoso niño —me susurró, su voz un ronco consuelo que me ayudó a calmarme. Tomé una respiración profunda y sentí cómo mi cuerpo se relajaba a su alrededor, permitiéndole hundirse aún más en mí.
—Eso, mi alma. Eres tan hermoso. Cada día tu belleza crece, y me siento tan afortunado de que solo seas nuestro. —La devoción en su voz me hizo temblar, y sus palabras se imprimieron en mi corazón.
Me levantó con cuidado, posicionándome sobre él, mis piernas envolviendo su cintura. La sensación de estar completamente conectado a él me dejó sin aliento. Su calor, su fuerza, la forma en que me sostenía como si fuera el tesoro más preciado del mundo… Todo eso me abrumaba y me hacía sentir increíblemente amado.
Tom comenzó a moverse de nuevo, esta vez con movimientos más profundos pero igual de pausados, y cada embestida tocaba ese punto dentro de mí que me hacía ver estrellas. Mis manos se aferraron a su cuello mientras él recorría mi espalda con las suyas, sujetándome con fuerza, como si nunca quisiera soltarme. Nuestros labios apenas se separaban, encontrándose una y otra vez entre jadeos y gemidos.
—Te amo… Te he amado por tanto tiempo, mi Tom… —logré decir, mi voz temblando de emoción mientras acariciaba su rostro. Él cerró los ojos, inclinándose hacia mi caricia antes de besar la palma de mi mano.
—Y yo a ti, Draco. Con cada fibra de mi ser. —Sus palabras salieron como un susurro entrecortado, mientras sus manos seguían explorando mi cuerpo, trazando cada curva, cada línea.
Su ritmo se volvió más profundo, sus embestidas más firmes pero igual de controladas, y cada vez que me movía sobre él, un grito desgarrador escapaba de mis labios. Sentía su calor envolviéndome, llenándome por completo, mientras mi cuerpo se tensaba al borde de la liberación.
—No pares… Por favor, Tom… No pares… —supliqué, aferrándome a él con más fuerza, sintiendo cómo cada parte de mí se desmoronaba y se reconstruía al mismo tiempo.
Finalmente, ambos alcanzamos el clímax al unísono. Mi mente quedó en blanco mientras mi cuerpo se sacudía con espasmos de placer puro. Sentí su calor llenándome completamente, mientras mi propio orgasmo manchaba su vientre firme. Él no se deslizó fuera de mí de inmediato, sino que nos recostó con cuidado en la cama, abrazándome intensamente.
Por un momento, nos quedamos en silencio, nuestras respiraciones entrecortadas llenando el aire. Tom finalmente se deslizó fuera de mí, pero no se apartó. Se recostó sobre mi pecho, con su rostro enterrado en mi piel, mientras sus manos seguían trazando líneas suaves en mi espalda.
—Eres mi todo, Draco. Siempre lo serás. —Su voz era apenas un susurro
El silencio en la habitación era cómodo. Mis dedos jugueteaban con el cabello oscuro y sedoso de Tom, enredándose lentamente mientras él descansaba sobre mi pecho. Era un gesto casi mecánico, pero para ambos significaba todo: cercanía, consuelo, amor.
Tom rompió el silencio, su voz ronca pero teñida de tristeza.
—Mañana te irás, mi alma—Mi corazón se apretó ante la certeza de sus palabras. No quería irme. No quería separarme de él ni por un momento.
—Aún puedo quedarme —contesté sin dudar, mirando el techo como si buscara una solución en sus relieves. Mi voz apenas era un susurro, pero estaba cargada de determinación—. No quiero dejarte. Tengo miedo, Tom. Harry y yo aún podemos quedarnos.
Él levantó la cabeza de mi pecho y sus ojos, rojos como la sangre, me miraron con una mezcla de duda y anhelo. La intensidad de su mirada era casi abrumadora, como si estuviera buscando en mis palabras la respuesta que más temía oír.
—Si eso es lo que ustedes quieren… —dijo finalmente, su voz baja pero cargada de resignación—. Está bien. No te volveré a obligar a hacer nada. —Tom acercó su rostro al mío y me dio un suave beso en la nariz, un gesto que era tan dulce.
Sabía que, con esas palabras, estaba dejando de lado todo lo que él era, todo lo que significaba para él mantener el control. Me estaba entregando la decisión, incluso si eso ponía en riesgo nuestros planes. Pero si el podia hacer eso por mí.. yo tenía que hacer esto por el aunque me doliera como el infierno.
—Iré… —mi voz tembló al decirlo, pero no había lugar para arrepentimientos—. Solo… solo mantente a salvo. —No pude ocultar el miedo en mi voz, ni la forma en que mi pecho dolía con cada palabra. ¿Y si algo salía mal? ¿Y si lo perdía? ¿Y si esta era la última vez que lo tenía entre mis brazos?
Tom no respondió, pero sus manos se apretaron con más fuerza alrededor de mi cintura. Cerró los ojos y apoyó su frente contra mi estómago, como si intentara calmar mis pensamientos con su simple cercanía.
De repente, la puerta se abrió, pero no nos sobresaltamos. Ambos sabíamos que solo una persona más podía entrar a esta habitación, solo una persona más tenía el derecho de estar con nosotros.
—¿Están bien? —preguntó Harry, su tono cargado de preocupación.
Miré hacia él y sentí que mi corazón se llenaba al verlo. Harry estaba visiblemente cansado, pero en cuanto vio nuestros rostros, especialmente los ojos enrojecidos de que tenian que tener mis ojos, su expresión cambió de inmediato. Había amor en su mirada, sí, pero también una chispa de tensión, como si estuviera listo para luchar contra el mundo por nosotros.
Sin decir nada más, Harry comenzó a quitarse los zapatos y la ropa con rapidez, quedándose solo en sus boxers. Se deslizó en la cama con nosotros, acomodándose detrás de mí. Me movió suavemente para que mi espalda quedara apoyada en su pecho mientras sus brazos me envolvían. Tom, por su parte, se recostó sobre mi abdomen, su cabeza descansando con suavidad mientras sus brazos permanecían alrededor de mi cintura.
—No… —dije en un susurro, casi sin darme cuenta de que hablaba. Sentí cómo el cuerpo de Harry se tensaba debajo de mí, como si mis palabras lo hubieran herido. Rápidamente traté de calmarlo, girando mi rostro para mirar sus ojos verdes.
—No es para alarmarse, amor —expliqué, mi voz apenas audible—. Solo le decía a nuestro esposo que se mantuviera a salvo ahora que no estaremos con él.
Harry se relajó ligeramente, pero aún había una tensión subyacente en su cuerpo, como si se preparara para lo peor. Sus brazos se apretaron un poco más alrededor de mí, como si quisiera protegerme incluso de mis propios pensamientos.
—Él permanecerá a salvo —dijo Harry, su tono firme y seguro, aunque su voz temblaba ligeramente de emoción—. Porque si le pasa algo, iré al mismo infierno por él.
Su declaración me arrancó una sonrisa, y apoyé mi rostro contra su pecho, sintiendo el calor de su piel y la fuerza de su amor.
Tom alzó la cabeza ligeramente, observándonos a ambos con sus ojos escarlata llenos de gratitud y determinación.
Tom se levantó de la cama y se puso su ropa interior en silencio. Caminó hacia el estudio sin decir una palabra, lo cual dejó un vacío en la habitación. Harry, aún recostado, me miró con una mezcla de duda y tristeza.
—¿Se enojó? —preguntó Harry en voz baja, casi como si temiera la respuesta.
Lo observé por un momento y luego sacudí la cabeza con una pequeña sonrisa.
—No, mi amor. Seguramente fue por algo importante… simplemente está ansioso. —Me acerqué a él y le di un beso ligero en los labios, dejando mi aliento sobre los suyos por un segundo más—. Tranquilo, Tom no puede enojarse con nosotros.
Harry parecía más relajado con mis palabras, pero de repente me tomó por la nuca y me atrapó en un beso profundo, me entregué a él, disfrutando cada segundo de su intensidad.
—Les tengo un regalo —escuchamos de pronto la voz grave y poderosa de Tom. Ambos nos separamos del beso, todavía jadeando, mientras nuestras miradas se dirigían hacia él.
Tom estaba de pie frente a nosotros, sosteniendo una pequeña caja negra en sus manos. La energía que emanaba llenaba la habitación, haciendo que mi corazón latiera más rápido.
—Pero necesito que se pongan de pie —dijo, su tono cargado de expectativa.
Busqué con la mirada mi ropa interior, pero no estaba por ningún lado. Entonces recordé que anoche Harry la había destrozado en medio de su entusiasmo. Solté un suspiro resignado y tomé la sábana, envolviéndome en ella como si fuera un manto protector.
Harry y Tom se rieron al unísono, pero yo sabía que si me levantaba desnudo, ambos se lanzarían sobre mí sin piedad. Harry, aún con una sonrisa, me ayudó a ponerme de pie.
—Aún falto yo, mi dragón —murmuró Harry en mi oído, su tono ronco y lleno de deseo—. Ya te divertiste con nuestro esposo, ahora será mi turno.
Un rubor subió por mi rostro y asentí tímidamente, sintiendo el calor recorrer mi cuerpo.
Cuando nos posicionamos frente a Tom, lo vi hacer algo que me dejó completamente desconcertado: se arrodilló ante nosotros. Harry y yo abrimos mucho los ojos, incapaces de procesar lo que estaba sucediendo.
—Tom… ¿qué haces? —pregunté, mi voz apenas un susurro.
Él no respondió de inmediato. En lugar de eso, abrió la pequeña caja negra que sostenía. Dentro había tres anillos negros, elegantemente diseñados con una banda dorada y verde que los envolvía, y pequeñas motas de oro que parecían brillar como si tuvieran vida propia.
—Sé que es un poco tarde para los anillos —dijo Tom con voz suave—, pero quería entregárselos antes de que se fueran.
Mis ojos se clavaron en los anillos, pero mi mente seguía procesando el hecho de que Tom, el mago más poderoso y temido del mundo, estaba de rodillas frente a nosotros, con una devoción que solo él podía mostrar de esa manera tan intensa.
—Estos anillos los hice a partir del relicario de Slytherin, donde estaba una parte de mi alma. Además, los tres están conectados entre sí. Nos avisarán si alguno de nosotros corre peligro, y los he infundido con hechizos protectores muy potentes. También podremos enviarnos mensajes cortos a través de ellos —explicó Tom, su mirada intensa moviéndose entre Harry y yo—. Quiero que se vayan estando completamente seguros, minimizando cualquier riesgo. También quiero que se sientan más tranquilos, ya que yo me quedaré “solo”.
Sentí un nudo en la garganta mientras lo escuchaba. No solo era el gesto, sino la intensidad con la que hablaba, como si la idea de nuestra seguridad fuera lo único que importaba en el mundo.
—Deseo su seguridad por encima de la mía —continuó, su voz temblando ligeramente con una emoción contenida—. Ustedes son todo lo que me importa. Puedo renunciar a todo, incluso a respirar, pero no a ustedes.
Sus palabras me golpearon como un torrente de emociones. Lo amaba profundamente por lo que estaba haciendo, pero también sentí una punzada de terror. No podía permitir que Tom pensara siquiera en sacrificarse de esa manera por mí o por Harry. La idea de perderlo era insoportable, tanto como la idea de perder a Harry.
Deslicé mis manos hacia mi espalda, sintiendo el frío del metal del brazalete mientras lo transformaba en mi daga. El peso de lo que estaba a punto de hacer no me importaba. Antes de que Tom o Harry pudieran reaccionar, deslicé el filo por mi palma. El corte fue profundo, y la sangre brotó de inmediato, caliente, espesa, cayendo en los anillos que sostenía. Mi voz resonó baja y cargada de determinación mientras susurraba un hechizo antiguo, sellando la magia con cada gota que derramaba.
La reacción fue inmediata.
—¿Qué acabas de hacer, mi alma? —La voz de Tom cortó el aire como un látigo. Se levantó de golpe y me tomó por las muñecas, su mirada escarlata brillando con una furia contenida que hacía temblar la habitación. Su agarre era firme, y su tono helado envió un escalofrío por mi espalda. Él ya sabía lo que había hecho.
—Nada que ustedes no harían por mí —respondí, con el mismo tono frío, sin apartar la mirada de él. Mi corazón latía con fuerza, pero no mostraría debilidad. No ahora.
Harry, que había estado mirando la escena, dio un paso al frente, su rostro lleno de confusión y preocupación.
—¿Me podrían explicar qué está pasando? —preguntó, su voz tensa y angustiosa mientras miraba la sangre que goteaba desde mi palma. Dio otro paso hacia nosotros y su tono se endureció—. ¡Tom, suéltalo! ¡Lo estás lastimando y tenemos que curar su herida!
Tom no me soltó, pero su agarre se aflojó lo suficiente como para que mis muñecas dejaran de doler. Aun así, sus ojos no dejaron de perforarme, buscando la verdad en cada rincón de mi alma.
—Vamos, mi amor, dile a nuestro Harry lo que acabas de hacer —dijo Tom, apretando la mandíbula con tal fuerza que casi podía escucharla crujir. Su tono estaba cargado de una autoridad incuestionable. Tragué saliva y aparté mi mirada de él, encontrándome con los ojos verdes de Harry que me miraban, llenos de una mezcla de preocupación y angustia.
—Hice… magia de sangre —confesé, mi voz apenas un susurro. Sentí cómo los dedos de Tom apretaban nuevamente mis muñecas, instándome a continuar. Tragué con fuerza, luchando contra el nudo en mi garganta—. En caso de que los hechizos protectores no funcionen… el daño se dirigirá a mí.
El silencio que siguió fue abrumador. Pude ver cómo los ojos de Harry se abrían de par en par, su rostro cambiando rápidamente de incredulidad a furia absoluta.
—¡¿Pero qué carajos hiciste?! —gritó Harry, su voz rebotando por la habitación como un trueno. Dio un paso hacia mí, sus puños apretados a los costados, temblando de pura rabia—. ¡Lo habías prometido, mierda! ¡Prometiste que no te pondrías en riesgo otra vez! ¡No solo a nosotros, sino a tu familia! ¿Y ahora sales con esta maldita estupidez?
Su grito encendió algo dentro de mí, una chispa que se convirtió rápidamente en un incendio incontrolable. Aparte bruscamente las manos de Tom y me giré hacia Harry, enfrentándolo con una furia que rivalizaba con la suya. Y a la mierda no tenía por que gritarme.
—¡No me grites, carajo! —le solté, mi voz temblando de rabia—. ¿Por qué demonios es tan malo que quiera protegerlos? ¡Ustedes lo hacen todo el maldito tiempo! ¡Ponen sus vidas en riesgo por mí, una y otra vez! —Mi voz se quebró, pero no me detuve, dejando que cada palabra saliera como un cuchillo—. ¿Y yo no tengo el derecho de hacerlo? ¿Por qué ustedes me lo piden? ¡¿Qué creen que voy a hacer yo si algo les pasa?! —Las lágrimas comenzaron a caer por mis mejillas, ardientes y rabiosas, pero no me importó—. ¡Ya les dije que si pierdo a uno de ustedes, preferiría estar muerto!
Harry retrocedió ligeramente, su rostro mostrando una mezcla de sorpresa y culpabilidad. Pero yo no había terminado. Mi voz se volvió más baja, más peligrosa, mientras continuaba.
—Además, esto les servirá como una maldita motivación para que no se pongan en peligro. ¡Si algo les pasa, me dañará a mí directamente! —Mi mirada se dirigió a Harry, fulminándolo con cada palabra—. ¡Y especialmente a ti! ¡Tú, que eres un maldito imprudente y nunca piensas en las consecuencias de tus acciones!
Sentí cómo la tensión en la habitación aumentaba hasta el punto de que parecía que las paredes iban a explotar. Tom finalmente habló, su tono tan calmado que fue casi más aterrador que los gritos de Harry y los míos.
—Mi alma… debes saber algo. —Su voz era grave, cargada de una intensidad que me hizo estremecer—. Harry y yo jamás pondríamos en riesgo tu seguridad. Si eso significa no usar los anillos, no lo haremos. Nunca.
Esas palabras fueron como una bofetada. Sentí cómo mi furia se tambaleaba, reemplazada por una desesperación que era aún más aplastante.
—¡Los usarán porque me lo deben! —grité, mi tono gélido ahora teñido de dolor puro. Miré directamente a Tom, y aunque sabía que lo que estaba a punto de decir iba a doler, no me detuve, tenía que mantenerlos a salvos a cualquier puto costo—. ¡Tú ya me dejaste una vez, Tom! —Mi voz temblo, pero continué, dirigiéndome a Harry—. ¡Y tú, Harry, me trajiste de vuelta DOS veces sin mi puto concentimiento! ¡Así que ahora harán esto por mí! —Las lágrimas caían sin control mientras me dejaba caer de rodillas, incapaz de sostenerme más—. ¡Yo solo los quiero a salvo! ¿Por qué no pueden entenderlo? —Mi voz era un susurro roto, apenas audible—. Los amo tanto… tanto que duele. Duele pensar que algo les pueda pasar. Ustedes solo imaginaron que yo estaba muerto por unos minutos, pero yo… yo ya lo viví por años.
Me envolví en la sábana como si pudiera protegerme de ellos, como si pudiera esconderme del peso aplastante de todo lo que sentía. El aire a mi alrededor se sentía denso, casi irrespirable, mientras los sollozos silenciosos sacudían mi cuerpo.
Sentí cómo unas manos fuertes y cálidas me levantaban con delicadeza. Estaba agotado, tanto física como emocionalmente, pero aquel toque me hacía sentir protegido, amado. Me recostaron con cuidado en la cama, y la familiaridad de ese gesto calmó un poco el temblor en mi pecho.
—Está bien, mi dragón… los usaremos. Tendremos más cuidado en todo —fue la voz de Harry, suave pero firme, como si estuviera haciendo una promesa grabada en piedra. Sentí sus manos aferrarse a la sábana que había envuelto a mi alrededor, deslizándola lentamente para dejarme al descubierto. Mis ojos encontraron los suyos, aquellos orbes verdes que siempre parecían abarcarlo todo, llenos de una ternura que me desarmó por completo.
—Todos seremos más cuidadosos, mi amor. A ninguno de nosotros nos pasará nada. —Sus palabras eran un bálsamo, una promesa que se enredaba en mi alma. Harry se inclinó hacia mí y comenzó a besarme, primero en los párpados, como si quisiera cerrar cualquier lágrima que aún quedara, y luego en las mejillas, cada beso tan suave y reconfortante que casi dolía.
—Perdóname por gritarte… —murmuró con voz quebrada, y su aliento cálido chocó contra mi piel.
Una pequeña sonrisa se formó en mis labios, aunque todavía podía sentir la humedad de mis lágrimas secas en mi rostro.
—Yo también te grité… perdón. Te amo… los amo.
Mis palabras eran una confesión que salía directamente desde lo más profundo de mi ser. Pero mi mirada no tardó en buscarlo a él: a Tom, quien seguía de pie, inmóvil, en medio de la habitación, su postura rígida y su expresión oculta bajo una máscara de incertidumbre.
—Tom… —Extendí mi mano hacia él, una súplica silenciosa. Vi la duda en sus ojos rojos, una vacilación que rara vez mostraba, pero al final, dio un paso hacia mí. Su mano cálida envolvió la mía, y algo en mi pecho se alivió al instante.
—Al estar con nuestro querido esposo… te has vuelto muy impulsivo, mi alma —dijo Tom, su voz baja y cargada de emoción contenida. Sentí el roce de su varita sobre mi palma mientras murmuraba un hechizo curativo, el calor mágico cerrando la herida que yo mismo había provocado.
Sus dedos sostuvieron mi mano izquierda con una suavidad que casi me rompió. Tomó el anillo que había creado con tanto cuidado, un símbolo de conexión y protección, y lo deslizó lentamente en mi dedo. El frío inicial del metal se desvaneció rápidamente, reemplazado por la calidez de su toque. Luego, con un gesto que parecía casi un ritual, llevó mi mano a sus labios y la besó con una devoción que hizo que mi corazón se contrajera.
Sin decir nada, se volvió hacia Harry, quien lo observaba con la misma mezcla de asombro y amor. Tom tomó la mano de Harry con igual delicadeza, deslizando el anillo en su dedo y dándole un beso suave. Vi cómo Harry cerraba los ojos por un momento, como si ese gesto fuera más poderoso que cualquier palabra.
Sin necesidad de hablar, ambos se volvieron hacia mí, y juntos tomamos el último anillo, el de Tom. Fue un momento cargado de significado, donde nuestras manos se encontraron sobre el pequeño objeto, antes de que, con cuidado, lo deslizamos en su dedo. Ambos nos inclinamos hacia él y dejamos un beso en su mano, sellando un vínculo que podía sentirse en el aire.
Inmediatamente, sentí la conexión mágica de los anillos. Era algo vivo, casi palpitante, como si pudiera sentir el latido de nuestros corazones sincronizándose. Mi pecho se llenó de una calidez que no podía describir, y mi magia reaccionó, extendiéndose hacia ellos en un lazo invisible que nos unía aún más.
—Son realmente hermosos, Tom… —dije, mi voz cargada de emoción y una pequeña sonrisa asomando en mis labios—. Solo tú podrías destruir una reliquia histórica y hacerla aún más hermosa… siempre tan romántico.
Tom me miró con esa intensidad que siempre lograba hacer que mi cuerpo se estremeciera. —Solo por ustedes, mi alma…
Se inclinó hacia Harry, plantando un beso en la comisura de su boca. Vi cómo Harry cerraba los ojos instintivamente, dejándose llevar por el momento. Mi corazón comenzó a latir con fuerza. Había algo abrumadoramente hermoso en ellos dos juntos, algo que siempre me llenaba de paz y un amor que me envolvía por completo.
Sin pensarlo, las palabras salieron de mis labios: —¿Me besarían? Los dos, al mismo tiempo…
Sentí que mi rostro se encendía como una llamarada, el rubor subiendo desde mi cuello hasta la punta de mis orejas. Las miradas que ambos me dirigieron, cargadas de deseo y afecto, me hicieron olvidar cómo respirar.