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Español
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Published:
2024-09-27
Updated:
2024-12-24
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332,275
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80/?
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"El Destino Fragmentado de Draco"

Chapter 78: El Dramatismo Es Importante

Chapter Text

---Harry---

Hoy era el gran día: el baile de Tom. Estas últimas semanas habían pasado increíblemente rápido. La convivencia entre Draco, Tom y yo se había vuelto algo tan natural que parecía que siempre habíamos sido uno solo. Cada momento que Tom y yo compartíamos alguna cercanía, podía ver el brillo de felicidad en los ojos de Draco. Era como si nuestras almas se conectaran más profundamente con cada día que pasaba.

Sin embargo, no todo había sido placentero. Fuimos al funeral de Ron. Todos estuvimos allí, excepto Draco, argumentamos que aún estaba delicado de salud. Pero la verdad era más amarga: nos sentíamos como unos completos hipócritas al asistir. Quisimos a Ron, eso era innegable, pero ese cariño palidecía en comparación con el amor abrumador que sentíamos por Draco y entre nosotros mismos. Cumplimos con nuestro papel, ofreciendo nuestras condolencias a los gemelos y Hermione.Como iban las cosas, pronto tendríamos que encargarnos de ellos también, aunque esa idea no me entusiasmaba mucho pero después de todo, por nuestra culpa, su padre y hermano estaban muertos.

Ahora estábamos en camino a la mansión de Tom. Mis padres, los de Draco, y Draco nos acompañaban. Era un lugar ancestral, una mansión de los Slytherin que durante siglos nadie había reclamado, considerada perdida por la falta de un digno heredero. Sin embargo, cuando Tom se sometió a la prueba de sangre con los duendes, quedó claro que era el heredero legítimo. Recuperó no solo la mansión, sino todas las riquezas y propiedades asociadas al linaje Slytherin.

Al llegar, la magnitud del evento me dejó sin aliento. La mansión era una obra maestra de la opulencia mágica. El recibidor principal era un salón colosal, con techos altísimos adornados con candelabros de cristal negro que reflejaban la luz de miles de velas flotantes. Las paredes estaban revestidas de mármol verde oscuro con vetas plateadas que parecían serpientes en movimiento. En los rincones, estatuas de magos ancestrales de Slytherin se alzaban, vigilantes, sus ojos esmeralda brillando con una luz mágica tenue.

El suelo de obsidiana pulida reflejaba las luces como un espejo, mientras alfombras bordadas con hilos de oro y verde serpenteaban por los pasillos. Encima de la chimenea principal, un retrato mágico de Salazar Slytherin observaba a los invitados con un aire severo, su barba oscura y mirada penetrante añadiendo un toque intimidante a la atmósfera. Columnas de ónix se alzaban hacia el techo, decoradas con runas antiguas que emitían un leve resplandor.

Los invitados, las figuras más importantes del mundo mágico, se habían reunido en el gran salón. Brujas y magos lucían sus mejores vestimentas, túnicas hechas de seda mágica que cambiaban de tonalidades bajo la luz. Los sombreros adornados con plumas de Augurey y joyas encantadas brillaban en los cabezales de las brujas más distinguidas. Los murmullos de conversación llenaban el aire, mezclándose con la música suave de un cuarteto de instrumentos mágicos flotantes que tocaban en una esquina.

Draco, impecable en su túnica negra bordada con hilos plateados que reflejaban su linaje Malfoy, estaba aferrado a mi brazo, su mirada escaneando la multitud en busca de Tom. Sabía que mi querido esposo no se presentaría aún; seguramente planeaba una entrada teatral. Eso era tan típico de él. Al igual que Draco, le encantaba ser el centro de atención, y este evento no sería la excepción.

—¿Dónde estará? —murmuró Draco, sus ojos grises escudriñando cada rincón del salón.

Sonreí. Sabía que Tom estaba esperando el momento exacto para aparecer. Dejé que mi mirada recorriera la estancia una vez más, maravillándome de cómo todo parecía diseñado para impresionar. Incluso las bandejas que llevaban los elfos domésticos flotaban de forma encantada, sosteniendo copas de cristal rellenas con vino de fuego y bocados mágicos que cambiaban de sabor al tocarlos. Este no era un simple baile, era una declaración: Tom Marvolo Slytherin estaba reclamando su lugar en el mundo mágico, y nadie podría ignorarlo.

—Relájate, mi amor. Él aparecerá pronto —le susurré a Draco, apretando ligeramente su mano para tranquilizarlo.

Draco y yo dejamos a nuestros padres atrás y nos dirigimos hacia donde estaban nuestros amigos. Cada paso que daba junto a él era un recordatorio de que todas las miradas estaban sobre nosotros, pero especialmente sobre Draco. Suspiré con frustración, soltando su brazo y rodeando su delicada cintura con mi mano, asegurándome de dejar claro a todos que él era intocable. Al llegar, Pansy nos recibió con su típica sonrisa maliciosa, extendiéndonos una copa de vino que aceptamos con gusto.

—Tranquilo, Potty, la noche apenas comienza. No puedes asesinar a nadie tan temprano —bromeó Pansy con una risa burlona, mirándome con un brillo cómplice en sus ojos.

Sonreí, sabiendo perfectamente que ella no estaba del todo equivocada. Mientras conversábamos y bebíamos, pasaron cerca de veinte minutos hasta que las grandes puertas de la mansión se abrieron con un estruendoso eco. Todo el salón quedó en silencio y, de inmediato, todas las miradas se dirigieron hacia él.

Tom.

Ahí estaba, imponente y resplandeciente en su grandeza. Vestido completamente de negro, con unas túnicas que se ajustaban perfectamente a su cuerpo musculoso, resaltando su espalda ancha y su porte intimidante. La manera en que caminaba, seguro de sí mismo, irradiaba poder puro, y el ambiente se llenó de una energía palpable. Observé cómo todos en el salón lo devoraban con la mirada, desde mujeres hasta hombres, y una ola de celos ardió en mi pecho, un fuego que reconocí también en Draco. Su mandíbula se tensó, sus ojos grises se oscurecieron y sus labios formaron una fina línea mientras sus dedos jugueteaban nerviosamente con la copa de vino.

—Si lo siguen viendo así, incendiaré este maldito lugar —murmuró Draco, su voz cargada de enojo.

Me acerqué a él, colocando un beso suave en su mejilla, y acaricié su cintura.

—Yo te ayudo, mi amor —le respondí en tono ligero, intentando calmarlo, y mi comentario arrancó de él una pequeña sonrisa, aunque todavía había un destello peligroso en sus ojos.

Tom se movía por el salón como un depredador elegante, saludando a los asistentes con una cortesía impecable, cada palabra suya envolviendo a los presentes con su carisma magnético. Sin embargo, no pasó mucho tiempo antes de que una mujer se le insinuara de manera descarada, casi rozándolo con sus manos. Sentí cómo la tensión en Draco se intensificaba. Lo miré, y su expresión decía todo lo que necesitaba saber: ya estaba planeando cómo destriparla en su mente. Draco giró la cabeza hacia Pansy, y ella le devolvió un asentimiento rápido y cómplice. Oh, Merlín... Esto no iba a terminar bien.

Tom, por supuesto, despidió a la mujer con su típica elegancia, pero pude notar la rigidez en su mandíbula mientras se dirigía hacia nosotros. Su sonrisa era deslumbrante, pero sus ojos buscaban directamente los de Draco y los míos, como si nadie más en el salón existiera.

—Permítanme presentarme, soy Marvolo Slytherin —dijo con una leve inclinación, su voz profunda y seductora resonando en el silencio absoluto del lugar.

—Un gusto, Lord Slytherin. Mi nombre es Harry Potter, y mi pareja es Draco Malfoy —respondí con una leve inclinación de cabeza, siguiendo su protocolo. Draco imitó mi gesto, luciendo absolutamente perfecto como siempre.

Tom esbozó una sonrisa encantadora y, sin apartar la vista de Draco, habló de nuevo:

—¿Me permitiría bailar con su pareja, Lord Potter?

El aire en el salón se volvió tenso, todos conteniendo el aliento. Sabían de sobra lo posesivos que éramos Draco y yo el uno con el otro, y la expectativa por mi respuesta era palpable. Pero, en lugar de rechazarlo, me incliné hacia adelante y respondí en un tono lo suficientemente bajo como para que solo ellos dos pudieran oírlo:

—Por supuesto, mi Lord —le dije en un susurro sugerente, dejando entrever mi aceptación, y disfruté cuando sus ojos se dilataron ante mis palabras.

Tom extendió una mano hacia Draco, y mi bello dragón la aceptó con elegancia. Antes de separarse, me miró por encima del hombro y me guiñó un ojo. Le devolví la sonrisa y observé cómo caminaban hacia el centro de la pista. Todos los ojos estaban puestos en ellos, y no podía culpar a nadie. Eran una visión hipnótica.

Tom, con su imponente figura alta y musculosa, irradiaba autoridad y encanto. Sus túnicas negras se movían con él como si estuvieran vivas, y su sonrisa, tan deslumbrante como peligrosa, iluminaba la sala. Por otro lado, Draco, etéreo y delicado, parecía salido de un cuadro renacentista, con su cabello rubio platinado cayendo en suaves ondas sobre sus hombros y su esbelta figura resaltando en su túnica perfectamente ajustada. Juntos, eran la perfecta encarnación de la belleza y el poder.

Se movían al compás de la música como si hubieran nacido para hacerlo. Tom guiaba con pasos firmes y seguros, mientras Draco seguía con una gracia casi sobrenatural. Era imposible apartar la mirada. La manera en que Tom colocaba una mano protectora en la cintura de Draco, mientras sus ojos no se apartaban de los suyos, era una declaración silenciosa de su devoción. Draco, por su parte, inclinaba su cabeza ligeramente hacia Tom, mostrando una mezcla de confianza y sumisión que solo él podía lograr.

Ambos irradiaban un magnetismo que atrapaba a cualquiera que los viera. Sus movimientos eran fluidos, casi como si estuvieran en un sueño, y no podía evitar sentir una oleada de orgullo y deseo al verlos. Eran malditamente míos, ambos, y nadie en ese salón podía disputármelo.

Draco sonrió suavemente mientras giraba en los brazos de Tom, y yo me di cuenta de que esa era la imagen que quería guardar para siempre en mi memoria: los tres unidos, imbatibles, y completamente entregados el uno al otro.

La canción terminó, y mientras las últimas notas resonaban en el salón, vi cómo Tom y Draco caminaban hacia mí. Draco lucía increíblemente ruborizado, sus mejillas teñidas de un suave tono carmesí que contrastaba maravillosamente con su piel pálida. Había algo en la manera en que Tom sonreía, satisfecho y seguro, que me hacía sospechar que le había dicho algo a Draco, algo íntimo, algo que lo había dejado en ese estado adorablemente avergonzado.

Cuando llegaron a mi lado, Tom me extendió la mano con un gesto elegante y autoritario.

—¿Me permite, Lord Potter? —preguntó, con una sonrisa que ocultaba miles de intenciones detrás de su impecable fachada.

Me quedé inmóvil por un momento, sorprendido por la petición. ¿Tom quería bailar conmigo? Volteé instintivamente hacia Draco, buscando alguna pista en su expresión. Mi hermoso dragón me miraba con una sonrisa traviesa, mordiéndose ligeramente el labio inferior. Mi corazón dio un vuelco, y finalmente asentí. Tom tomó mi mano con firmeza y, con su otra mano, se apoyó en la parte baja de mi espalda, guiándome con facilidad hacia el centro de la pista. Su cercanía era abrumadora, y su toque, firme y posesivo, encendía cada fibra de mi ser.

Otras parejas comenzaron a unirse a la pista, pero mi atención estaba completamente centrada en Tom. Sentí su aliento cálido en mi oído cuando susurró:

—Te ves exquisito, querido esposo.

Su voz profunda resonó en mi interior, provocando un escalofrío que recorrió toda mi espalda. Me tropecé ligeramente con sus palabras, pero Tom me sostuvo con tal habilidad que nadie notó mi torpeza. Él solo me miró con esa sonrisa suya, una mezcla de diversión y desafío que me hizo estremecer.

—Tú también te ves muy bien, Tom —logré decir, intentando mantener mi compostura, aunque el calor que subía por mi cuello seguramente me delataba.

Sentí la sonrisa de Tom contra mi oído, y cuando lo miré, sus ojos estaban fijos en algo más allá de nosotros. Seguí su mirada y me encontré con Draco, quien nos observaba desde el otro lado de la sala. Sus ojos grises nos devoraban con una intensidad, con deseo o lujuria pura.. Fue entonces cuando sentí un calor familiar en mi brazalete.

"Quisiera que me tomaran en este mismo momento. Deseo tanto sentirlos dentro de mí."

Le mostré el brazalete a Tom, quien soltó un pequeño gemido en mi oído, apenas audible, pero suficiente para encender algo en mí. Sin embargo, al volver a mirar hacia Draco, vi que Pansy se le había acercado. Le dijo algo que provocó una sonrisa en él, una sonrisa que, aunque bella, tenía un tinte sadístico que solo unos pocos podían notar. Blaise, quien estaba cerca, se rió por lo bajo y, antes de que pudiera reaccionar, vi cómo Draco, Pansy y Blaise abandonaban el salón juntos.

Fruncí el ceño y busqué a Theo, esperando que fuera la voz de la razón y mantuviera algo de prudencia, pero el maldito estaba demasiado ocupado bailando con Luna, con una sonrisa boba en su rostro.

—¿Pasa algo, esposo? Te noto un poco tenso —preguntó Tom, acercándome aún más a él, su voz baja y seductora.

Intenté sonar despreocupado, pero el veneno se coló en mi voz antes de que pudiera detenerlo.

—Nuestro querido dragón parece que va a hacer una "travesura" con esa mujer que te estaba coqueteando.

Tom levantó una ceja, visiblemente divertido, aunque podía notar el brillo de satisfacción en sus ojos.

—Bueno, nuestra bella alma siempre ha sido muy territorial. —Hizo una pausa, su sonrisa ensanchándose mientras su voz bajaba a un susurro ronco—. ¿Estás celoso, querido?

Me mordí el labio, sabiendo que mentir sería inútil.

—Sí… —admití, con más honestidad de la que esperaba. Mi mirada se encontró con la suya, y, con firmeza, añadí—: Tú eres mío, al igual que Draco.

La intensidad en los ojos de Tom se profundizó, oscureciéndose con lujuria. Su agarre en mi espalda se apretó ligeramente mientras inclinaba su rostro hacia el mío.

—Así es, querido. Soy tuyo, y también de nuestra alma. Nos pertenecemos los tres —dijo con una seguridad tan abrumadora que mi cuerpo reaccionó antes de que pudiera procesarlo. Sentí cómo inhalaba mi aroma, lo que solo intensificó mi estremecimiento.

La música llegó a su fin, y aunque odiaba soltarlo, me separé de él de mala gana. Tom debía cumplir con su papel esta noche.

—Deja que nuestra alma se divierta un rato, y luego ambos regresarán. Mientras tanto, hablaré con algunos miembros del Ministerio —me dijo Tom, acercándose para besar mi mano antes de alejarse con una elegancia que dejaba a todos en la sala mirando con envidia.

Mientras lo veía desaparecer entre la multitud, noté cómo las miradas del salón, especialmente las de odio disfrazado de cortesía, se centraban en mí. Bueno, tienen razón para envidiarme. Tengo a Draco y Tom. Solo un completo idiota no lo haría.

Fui hacia donde habia ido Draco el pasillo era largo y sombrío, iluminado solo por unas pocas antorchas titilantes que lanzaban sombras inquietantes en las paredes. El eco de mis pasos resonaba, dándome la impresión de que el lugar estaba vivo, observándome desde cada rincón oscuro. Seguí el rastro de Draco con el hechizo localizador que había puesto en él. Mi varita estaba lista en mi mano; no sabía qué iba a encontrar al final del pasillo, pero algo me decía que no iba a ser algo "tranquilo".

Llegué a unas imponentes puertas blancas, de un diseño refinado que apenas lograba disimular el aire opresivo que emanaba del lugar. Las abrí con firmeza, y lo primero que escuché fue un desgarrador grito que resonó en la sala de estar que se extendía frente a mí. No dudé en cerrar las puertas de inmediato y lanzar un hechizo silenciador.

Mis ojos se encontraron con una escena fascinante: mi bello, frágil, delicado y sádico esposo estaba inclinado sobre el cuerpo de una mujer, esculpiendo cortes en su piel. Blaise y Pansy, completamente despreocupados, estaban sentados a un lado, bebiendo vino y observando alegremente.

—Te faltó ahí —dijo Pansy, señalando con su copa un punto específico en el muslo de la mujer, mientras otro grito resonaba, más gutural y desesperado.

—Potty, tener un hechizo localizador en Draco me sigue pareciendo muy acosador de tu parte —comentó Pansy, lanzándome una sonrisa cómplice y tomando un sorbo de su copa.

—¿Y torturar te parece muy normal, Pansy querida? —le respondí con una ceja arqueada mientras me acercaba. Mi atención se desvió hacia Draco, quien parecía concentrado en una tarea... peculiar. El cuerpo de la mujer estaba cubierto de cortes profundos y sangrientos, pero lo que más me llamó la atención fue que las heridas formaban palabras. Sin embargo, una en particular destacaba: "Perra". O al menos eso intentaba decir, ya que Draco estaba corrigiendo una "A" que se asemejaba más a una "O". Cada trazo que hacía con su varita arrancaba un grito de dolor de la mujer, mientras la sangre brotaba en chorros que se mezclaban con el sudor de su piel.

—Touché —respondió Pansy con una sonrisa, levantando su copa hacia mí como si brindara—. Dragon, te faltó arriba de la rodilla.

Draco movió su varita con precisión, y un nuevo corte profundo se formó en el muslo de la mujer. La sangre fluyó de inmediato, formando un reguero que empapó el suelo a su alrededor. El grito que soltó fue tan desgarrador que me hizo sonreír de manera involuntaria.

—Amor, ¿qué haces? —pregunté mientras tomaba una copa de vino que Blaise me ofrecía. Él le dio un largo trago a la suya, disfrutando del espectáculo.

—Además de ser una maldita perra ofrecida, es una analfabeta. ¿Quién carajos no puede escribir bien la "A"? —dijo Draco con frustración evidente, trazando con su varita una elegante cola para completar la letra. Los bordes del corte eran tan limpios que contrastaban de manera grotesca con las heridas más irregulares de antes. La sangre no dejaba de brotar, acumulándose en pequeños charcos que parecían decorar el suelo de la sala. dijo draco frustrado- Así que estoy corrigiendo la maldita palabra por que no tendría el mismo efecto si dice perro en vez de Perra!

—Porque el dramatismo es importante, Potty —dijo Blaise con una sonrisa burlona mientras bebía tranquilamente—. Dragon, te faltó en el antebrazo.

—¡Ay, ya a la mierda! No puedo con esto —exclamó Draco, soltando la varita y dejándose caer en el sofá junto a Pansy, quien le pasó su copa de vino. Draco tomó un largo trago, su rostro ligeramente sonrojado por la mezcla de frustración y vino.

—Yo lo termino por ti, mi amor —me ofrecí, acercándome a la mujer. Ella gimoteó algo ininteligible, pero ignoré sus intentos de hablar mientras me inclinaba sobre ella. Tomé la varita de Draco y comencé a hacer los cortes que faltaban. Cada movimiento arrancaba un grito o un sollozo, y la sangre salpicaba mis manos mientras profundizaba los trazos en su piel, marcando con fuerza las palabras.

—¿Y dime, mi amor, le lanzaste un hechizo Imperius o cómo planeas mantenerla callada? —pregunté mientras terminaba un corte en su clavícula, viendo cómo las gotas de sangre caían lentamente por su pecho.

—¿De qué hablas, amor? Ella sabe que si dice algo, nadie le creerá. Mírame, soy la pureza en persona. —Draco alzó los brazos de manera teatral, y tanto Blaise como Pansy se atragantaron con sus bebidas antes de soltar una carcajada.

—Bueno… superficialmente hablando. Además, necesito que la perra corra el pequeño rumor de que nadie debe acercarse a nuestro Tom. Lo hará de manera obediente porque, si no, bueno, esto será un juego de niños. Y, por último, ¿quién carajos querría desafiar a nuestras familias? ¿Verdad, perra, que serás obediente? —preguntó Draco con una suavidad que me habría parecido reconfortante si no conociera su verdadero significado.

—¡Por supuesto, mi lord! No diré nada. Confíe en mí. Nadie sabrá que fue usted —respondió la mujer con voz suplicante, inclinando la cabeza con tanta desesperación que parecía estar rogando por su vida.

—Bueno, entonces todo arreglado. Creo que terminé. ¿Faltó alguna? —pregunté, retrocediendo unos pasos y limpiándome las manos en un pañuelo.

Pansy se inclinó hacia adelante, examinando detenidamente el cuerpo de la mujer como si evaluara una obra de arte.

—No, creo que está perfecta. Buen trabajo, Potty —dijo con una sonrisa mientras levantaba su copa para brindar.

La mujer gimoteaba suavemente mientras intentaba levantarse, tambaleándose sobre sus pies con la piel cubierta de cortes sangrantes que parecían formar un grotesco mosaico. Era una imagen lamentable, pero exquisitamente satisfactoria.

La puerta se abrió de golpe, y todos nos quedamos completamente congelados. Por un momento, el tiempo pareció detenerse, y solo el eco de la madera golpeando la pared resonó en la habitación.

—¡Mierda, Theo! ¡Nos asustaste! —soltó Blaise, exasperado, mientras se llevaba una mano al pecho como si quisiera recuperar el aliento perdido.

Theo entró con pasos firmes, seguido de Luna, quien lucía tan tranquila como siempre, aunque con una expresión de curiosidad en su rostro. Ambos se acercaron al grupo con rapidez, y Theo nos miraba como si acabara de descubrirnos en medio de un incendio que nosotros mismos habíamos provocado.

—¿¡Y ahora qué carajos hicieron!? ¡No los puedo dejar solos ni cinco minutos! —gritó Theo, su voz cargada de frustración y desaprobación, mientras señalaba con énfasis a la mujer ensangrentada que se retorcía en el suelo—. ¿¡Por qué ya están torturando a alguien!?

—Te dije que se enojaría —le susurró Pansy a Draco con un tono casi divertido, aunque claramente no lo suficientemente bajo como para que Theo no lo escuchara. Él la fulminó con la mirada.

—¿O me lo perdí? —dijo Luna con un tono de decepción genuina, inclinando la cabeza hacia un lado como si lamentara haberse perdido el espectáculo.

—Tranquilo, Theo, no seas tan dramático. Esto ni siquiera es tortura; son solo unos pequeños cortes. —Draco trató de minimizar la situación con su tono apaciguador, mientras tomaba otro trago de su copa con total tranquilidad.

Theo, con la mandíbula apretada y las manos en las caderas, lo miró incrédulo, señalando al charco de sangre que se extendía bajo los pies de todos.

—¿¡Pequeños cortes, Draco!? ¡Tiene heridas en toda su maldita piel! ¡Y hay un maldito charco de sangre aquí! —Theo nos señaló a todos, visiblemente frustrado, mientras nosotros, casi sincronizados, dábamos un sorbo a nuestras copas, tratando de mantenernos serenos bajo su reprimenda.

—En su defensa, la perra coqueteó con Tom —traté de interceder por Draco, esperando calmar la furia de Theo. Pero no pareció ayudar mucho, ya que se llevó ambas manos al rostro, como si quisiera arrancarse el estrés con las uñas.

—Merlín, dame paciencia —murmuró Theo, mirando al techo como si buscara ayuda divina. Después de unos segundos, dejó caer las manos con un suspiro pesado, y finalmente cedió—. Desháganse de ella.

Pansy, con una sonrisa satisfecha, se giró hacia la mujer herida y la jaló bruscamente del cabello, obligándola a mirar hacia arriba.

—Vamos, perra, lárgate por la red flu. Si vas a San Mungo a curar eso, dile que te agarró un ataque de histeria o algo así. ¿Entendido? —le dijo con un tono amenazante, mientras la mujer asentía frenéticamente con lágrimas corriendo por su rostro.

La mujer se tambaleó al levantarse, dejando un rastro de sangre a su paso, y desapareció por la chimenea con un destello verde.

—Todo arreglado, Theo —dijo Blaise despreocupadamente mientras le ofrecía una copa de vino a Theo y otra a Luna.

—Ahora vámonos antes de que noten nuestra ausencia. Hay que mantener el decoro —añadió Blaise con una sonrisa perezosa, pero Theo lo fulminó con una mirada tan intensa que nos costó no echarnos a reír.

Nos dirigimos al salón en silencio, pero el ambiente estaba lejos de ser relajado. Justo cuando pensábamos que la situación no podía empeorar, Severus apareció de repente, emergiendo de las sombras como si fuera una extensión natural de la penumbra. Su mirada escrutadora recorrió a cada uno de nosotros, deteniéndose especialmente en Draco.

—¡Padrino! Te estaba buscando. Ven, baila conmigo. —Draco se adelantó con rapidez y tomó a Severus del brazo, arrastrándolo hacia la pista de baile. Antes de desaparecer entre la multitud, nos guiñó un ojo, como si hubiera solucionado todos nuestros problemas con un solo movimiento.

Soltamos un suspiro colectivo de alivio, aunque Theo no tardó en romper la tranquilidad.

—¿Podemos tener el resto de la maldita noche tranquila? —preguntó con cansancio evidente, pasando la mirada de uno a otro. Todos asentimos enfáticamente, aunque nuestras sonrisas traicionaban nuestra falta de arrepentimiento.

—Qué exagerado. Ni fue para tanto —susurró Pansy, lo suficientemente bajo como para que Theo no la oyera.

—¡Pansy! —dijo Theo, girándose hacia ella con una mezcla de reproche y agotamiento.

—Ya, ya, perdón… te falta un polvo —respondió Pansy con un puchero fingido.

—¡Lo tuvo antes de venir con ustedes! —soltó Luna alegremente, con una sonrisa brillante que hacía imposible enojarse con ella.

—¡Eres un maldito hipócrita, Theo! —gritamos todos al unísono, y una risa generalizada llenó el pasillo.

—¿Pasa algo, chicos? —La voz de Narcisa interrumpió la escena, y todos nos enderezamos de inmediato, como si hubiéramos sido sorprendidos haciendo algo indebido.

—No, señora. Nada en absoluto —respondimos al unísono, nuestras voces tan ensayadas que parecíamos estudiantes disciplinados.

—Qué bien. Harry, querido, ven. Vamos a bailar. —Me sonrió y extendió su mano hacia mí. Asentí y me acerqué a ella, tomando su mano con elegancia.

El resto de la noche transcurrió con relativa calma. Draco y yo compartimos varios bailes, disfrutando del ritmo de la música y la sensación de estar juntos. La única interrupción fue cuando Tom regresó a la pista y nos pidió bailar una vez más.

Draco convecio a nuestros padres para acompañar a Tom hasta que el último invitado se fuera.Cuando el último invitado finalmente cruzó la puerta y el enorme salón quedó en un inquietante silencio, Tom se giró hacia nosotros con una mirada que ardía como fuego. Sus ojos brillaban con una intensidad que hizo que mi respiración se detuviera un instante. Esa era una expresión que conocía muy bien, la de un depredador acechando a su presa. No necesitaba palabras para entender lo que estaba por venir, pero, aún así, Tom se encargó de verbalizarlo, haciendo que su voz resonara como un eco cargado de deseo.

—Se ven tan exquisitamente deliciosos... —comenzó, recorriendo a Draco y a mí con su mirada como si estuviera saboreándonos desde la distancia—. Toda la noche no pude sacarlos de mi cabeza… pero lo que realmente me dejó en este estado —hizo una pausa, deslizando su lengua sobre sus labios mientras daba un paso hacia nosotros— fue saber que estaban torturando a alguien en nuestra casa. Merlín… eso me excitó tanto.

Draco y yo nos miramos, y aunque mi corazón ya latía a un ritmo frenético, supe que él sentía lo mismo. Su delicado rostro estaba sonrojado, y sus labios se entreabrieron como si quisiera responder, pero las palabras parecían haberse quedado atrapadas en su garganta. Me incliné hacia él, tocando ligeramente su cintura con mi mano, y sentí cómo temblaba bajo mi contacto.

—¿Qué es lo que quieres, mi amor? —Draco le dijo a Tom mientras se recargaba en mi pecho y sus glúteos se frotaban contra mi polla.

—Quiero ver cómo Harry te coge duro, mi alma. Quiero escucharte gritar. —Tomé a Draco y le arranqué toda la ropa. Lancé el hechizo protector sobre él, lo puse de rodillas en cuatro y me enterré en él. Draco ya estaba escurriendo.

—Agg... Harry... sí, así... tan bueno... —Comencé a enterrarme en él de manera más profunda y violenta. Tom no nos dejaba de mirar.

—Ahhh, está tan dentro... más, mi amor, más... —Draco comenzó a gritar más y más.

—Sujétale el cabello, querido —me dijo Tom, y yo lo obedecí. Tomé el cabello de Draco, levantando su cabeza, y sentí cómo sus paredes se apretaban contra mí.

—¿Te gusta así, verdad, mi alma? Que nuestro Harry te someta, te posea completamente... —Tom decía con la voz ronca.

—Quítate la ropa, Tom. Quiero verte —le dije a Tom con hambre en mi tono. Tom comenzó a quitarse toda la ropa y quedó desnudo ante nosotros. Su polla estaba completamente dura, llena de presemen. Merlín, quería probarla.

—¿La quieres, Harry? —me dijo Tom acariciándose su miembro. Tragué duro y asentí.

—Carajo, son increíblemente perfectos.-Dijo Tom.

—Voltéame, Harry, quiero ver —me dijo Draco con su respiración entrecortada. Lo volteé, dejándolo boca arriba. Tom se acercó a mi costado y me ofreció su polla. Era increíblemente grande. Saqué la lengua y le di una gran lamida.

—¡Morgana, esto es el maldito cielo! —dijo Draco mirándonos mientras se movía para seguir enterrándose en mi polla.

Tomé aire y comencé a tragarme toda la polla de Tom.

—Sí, querido, así... abre tu garganta para mí. —Relajé mi garganta y tomé a Tom por completo. Esto era tan intoxicante: sentir a Draco alrededor de mi polla y a Tom en mi garganta. Quería más, pero apenas estaba disfrutando ambas sensaciones cuando sentí cómo Draco se apartaba de mí.

—Shh, tranquilo, querido, nuestro dragón va a montarte. Así será más fácil. Siéntate. —Hice lo que Tom me pidió. Luego, Tom tomó mi cabello y comenzó a moverme de manera lenta contra su pene.

No podía abrir los ojos; eran demasiadas sensaciones. Draco comenzó a empalarse en mí, moviéndose al ritmo de Tom mientras comenzaba a besarme el cuello.

—Te amo, Harry. Te amo, eres tan perfecto... —me dijo Draco de manera desesperada mientras comenzaba a moverse más rápido. Sentí cómo sus paredes estaban tan increíblemente apretadas y húmedas.

Con esa acción, Tom comenzó a moverse más rápido, cogiendo mi boca de manera tan exquisita. Yo quería darles todo el placer a Draco y a Tom.

—Si tan solo pudieras ver lo que nosotros, querido esposo... Eres una obra de arte, como dice nuestra alma, tan perfecto... —Tom salió de mi boca y pude tomar aire. Pero yo quería más. Quería tenerlo dentro de mi garganta de nuevo, así que lo tomé con mis manos y hundí su pene en lo más profundo de mi garganta.

—Merlín, Harry... —Tom comenzó a gemir, y yo estaba tan contento por llevarlo a ese estado. Tom volvió a tomar mi cabello y comenzó a llevar el ritmo. Con mis manos libres, las llevé a los glúteos de Draco y lo enterré con fuerza en mí hasta sentir que mis testículos rozaban su bella entrada.

—Agg, sí, Harry, sí... tan grande, tan perfecto... —Seguimos con el mismo ritmo, rápido y violento.

—Harry, me vendré... —Draco comenzó a gemir en mi cuello, y eso pareció excitar más a Tom, porque aumentó el ritmo. Sentí cómo Draco se derramaba entre nosotros y, al mismo tiempo, Tom llenaba mi garganta. Tragué cada gota.

Tom se deslizó de mi garganta, increíblemente rojo y satisfecho. Tomé a Draco y lo volví a voltear. Comencé a enterrarme más fuerte en él.

—¿Te gustó vernos, mi dragón? —le dije al oído, y Draco asintió con la cabeza.

—Por supuesto que sí... Mírate, eres un desastre, y ni siquiera tocamos tu hermosa polla, pero el vernos te excitó tanto que solo con tu pequeño agujero te viniste por nosotros.

—Sí... ah, sí... Podría verlos hasta morir. Los amo. Los amo tanto... —Draco se deshacía en bellos gemidos, y con eso lo llené completamente con una última estocada, enterrando mis dedos en su pequeña cintura. Le quedarían marcas tan hermosas.

Me deslicé fuera de Draco, pero Tom tomó a Draco y lo puso boca arriba. Abrió sus piernas y se enterró en él.

—Agg, Tom... agg, más —gritó Draco.

—Harry, déjame probarte, amor. Déjame tener a ambos. Vamos, Harry —Draco comenzó a suplicar. Me puse a su costado, y él me devoró por completo con su ansiosa boca. Sujeté su cabello y me hundí por completo en su boca. Esto era el maldito cielo.

Tom agarró el pene de Draco con sus manos y comenzó a acariciarlo de manera firme y rápida.

—Vamos, esposos, lleguemos juntos... —Draco y yo gemimos en aprobación y nos dejamos llevar por todas las sensaciones hasta alcanzar el clímax. Éramos un maldito y hermoso desastre. Draco había derramado una gota de mi semen, y Tom la tomó entre su pulgar y se la llevó a la boca.

—Carajo... —dijimos Draco y yo al mismo tiempo. Era tan excitante... Tom probándome... ¡Carajo!

—Es hora de regresar, esposos —dijo Tom de manera calmada, como si no acabara de saborear mi maldito semen. Draco y yo estábamos en shock.