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Universo Roto

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24/11/2024

¡Qué rápido se fue el momento!

Arturo lentamente pestaño con la realidad filtrándose en el aire, no debería tener una ensoñación, menos de su querido amigo, algo está mal.

—Me tengo que ir. —Arturo le dijo con una expresión cuidadosamente tranquila para luego repasar en silencio que clase de castigo sería adecuado para el bibliotecario o si todo lo contrario: merece una compensación por despertarlo.

Mateo lo miró a él mientras abandonaba la biblioteca sin esperar su respuesta, suspiró frustrado para mirar con melancolía el té enfriándose y en silencio se puso a llorar. Sollozos entrecortados y agobiantes que despertaron pesadillas junto al sonido de la desgracia, ignorante de Arturo quién lo notó desde las lejanías y se le partió el corazón en consecuencia.

Arturo continúo su camino pensando en toda la conversación, repasando cada punto y coma llegando a la conclusión de que todo terminó demasiado mal, está lastimando a Mateo, debería ser un mejor amigo, pero no puedo, quiere pero no puede. ¿Cuánto puede cambiar? ¿Cuánto?

Luego, su mirada perdida en los pasillos casi infinitos le hizo recordar que el reloj no se detiene y una reunión está pendiente, podrá pensar en una solución a todos sus problemas. Más tarde.

Supuso que para mayor privacidad y seguridad prefería dejar esos asuntos en su habitación privada, después de todo es bastante práctico con todo lo que tiene en su interior, no tardó en llegar, en especial al ignorar a todo el personal, quiere dejar todo perfecto, mejorar las apariencias por ende empezó a limpiar en silencio sus rincones privados y a ordenar los garabatos. Por algo prohibió el ingreso a los sirvientes sin su supervisión así que tuvo mucho que limpiar.

A su ritmo apurado, lo logró con tiempo de sobra y se sentó en una de las sillas en donde había una pequeña mesa con un mantel negro y unas velas que iluminaban, prácticamente romántico, una ilusión.

Intentó relajarse, pero ni siquiera sus mejores intentos fueron suficientes para poder mantener la mínima calma, por ende jugueteo en silencio con sus garras hasta que respondió con una respuesta bastante similar a la que le hicieron cuándo una guardia conocida que pidió permiso, misma que llegó ahora, preguntó por la búsqueda de un mortal con un odió compartido.

Tic Tac.

—¡Ah! Linda mesa, sería una bonita cita si estuviera la cena, todo sería… más romántico.

Arturo no levantó la mirada de sus garras ante el comentario del chico mientras él se sentaba en la única silla disponible dejándolos a ambos cara a cara, sino que se limitó a responderle con un tono mordaz.

—Por eso mismo, no hay cena.

El chico se quedó quieto durante unos instantes antes de reír en voz baja con tranquilidad para mirar fijamente con curiosidad a Arturo mientras se inclinaba.

—No muerdo, hermosa, no es necesario tener miedo, estás tan tenso, ¿podría…?

Una mano joven y atrevida pasó sus dedos valientes por las puntas del cabello de Arturo para acomodarlo por detrás de sus orejas, quién se quedó quieto mirándolo fijamente con una mirada indescriptible.

—Tienes unos ojos preciosos para ocultarlos.

Arturo apartó la mano con sus cejas fruncidas mientras ignoraba lo mucho que lo impactó el elogió de algo que durante todo su comienzo ha sido una maldición.

El chico con pequeños cuernos inteligentemente no comentó la reacción de Arturo para apoyar sus manos contra la mesa con tranquilidad resaltado su manto marrón al igual que sus ojos del mismo color.

—Me gustaría conocer tu nombre, sé que eres llamado Arturo pero desearía oírlo de tus labios, uno que te gusta.

Arturo intentó despejar su mente lo suficiente para poder responder sin vacilar con un legendario silenció incómodo de cinco minutos.

—Linol.

El chico asintió con una paciencia santa para luego acariciar la mesa con un cuidado tan inmenso como si fuera de cristal, luego preguntó con cautela ante la mirada fría escondiendo un poco su piel morada en la tela.

—¿No quieres conocer el mío?

—No. —Respondió Arturo con su voz cortante y sus dientes apretados. —¿Qué sentido tiene todo esto?

El muchacho declinó con la cabeza repleta de pelo lacio de color café para que con calma apartarse lo suficiente de Arturo para entrelazar sus propios dedos para hablarle.

—Podría preguntarte lo mismo, han sido tus sugerencias estás reuniones, pensé que querías conocerme más, que eras más de esos tipos que les gusta conocer a la gente que les quita la ropa. —Se detiene un momento para mirar la peculiar vestimenta de Arturo antes de continuar. —Claramente no, así que, ¿qué sentido tiene? Te lo preguntaría con otras palabras, pero no quiero que sea agobiante para ti, principito.

Arturo aceptó en silencio las palabras para entrecerrar sus párpados con desconfianza y hacer una reflexión bastante pacifista.

—Le daremos uno, con el tiempo. —Luego toda esa paz en sus ojos se transformó en una amenaza venenosa. —Dime, niño, ¿te estás divirtiendo jugando con los Dioses? Estás tan seguro de ganar que es una locura, es inaudito.

—Mi fe es grande, Linol y sé que los señores estarán del lado triunfante que no es el de las hazañas ni las herramientas, sino el de la pasión del corazón, una pasión que quema como mil soles y anhelo como un ave que desea volar, ser quien enamoré tu corazón para poder bautizar tus cicatrices con besos de ternura. —Hay una risita al final, un doble significado lleno de sadismo, una amenaza clara escondida en el sarcasmo.

Arturo cerró sus ojos con pesimismo sin atreverse a admitir lo aterrador que era apagar su visión para suspirar llenó de incredulidad y responder ante tal lengua al unísono del abrir y de ver.

—Tuve infinitas sospechas de tu cordura, pero esto me lleva a sospechar a otro nivel. ¿Cómo vas con la "Rosa"?

—Déjame contarte una historia.

El bosque se oscureció al cabo de la partida de Arturo, las sombras se hicieron más grandes y aterradoras pero siempre será un hogar para el hijo de los trovadores.

Logró llegar al bar y pese a la conmoción pudo tomarse unas copas con sus amigos bastantes desanimados e inseguros ante la conmoción de un Dios, se sintió tan apocalíptico que ya estaban esperando a los caballos con caballeros sedientos de sangre.

Pese a todo, él decidió contar el trato con estrellas en sus ojos de esperanza y fe mientras que las de sus amigos se apagaban incrédulos y ansiosos.

Hubo regaños, incluso llegaron los gritos, pero al entender el deseo y la pasión de emprender está misión prácticamente imposible y llena de dolor, tomaron una decisión.

Ayudar a un amigó.

—¿No es de extrañar que no te pidieran nada? Suena poco realista.

—Cariño, así no funciona la verdadera amistad.

El grupo de tres ante la poca información decidieron establecer una inmensa investigación preguntándoles a los demás por alguna pista pero al parecer, nadie quería involucrarse con estos asuntos y quiénes querían no sabía mucho.

Sin embargo no desistieron y decidieron buscar en las profundidades del mundo, en lugares llenos de engaños, desafiando la religión y arriesgando su alma, lo cual era bastante común en la vida de uno de ellos, así acabaron en una cabaña ante una bruja que prácticamente se rumoreaba sobre una pertenencia bastante llamativa…

Tenía la sombra de Arturo en un diminuto frasco mágico, una exhibición de poder y de un precio extremadamente alto que él no dudó en pagar al notar una parte fraccionada de Arturo en ella, una indudable prueba de su conocimiento superior.

Él le entregó todas sus pertenencias, todo lo que tenía en aquel momento, firmando una prueba de su terquedad a cambio de una breve momento con esa sombra tétrica que les revelo una visión a los presentes, casi un recuerdo fracturado.

La mujer, misteriosa y con un odió bastante personal ante Arturo, los ayudó a llegar a la siguiente conclusión, una conclusión que fue lo último que pudo hacer él antes de caminar hacia el castillo para esperar con ilusión poder reunirse con el hermoso príncipe.

—Inaudito. —Afirmó Arturo con descaro para levantarse dejando al chico con el relato en su garganta. —¿Esperas una invitación? Puedo escuchar perfectamente.

—¿Te molesta que te digan hermoso? ¿O príncipe?

Preguntó el chico bastante confundido que no tardó en levantarse con preocupación para seguir a Arturo que parecía bastante aterrador, luego literalmente se fusionó con las sombras del lugar.

Escalofriante para cualquiera pero el muchacho se llenó de coraje para levantar el tono ante la oscuridad.

—¿Sigues aquí?

No recibió una respuesta y prácticamente suspiró en voz alta el chico para poner sus ojos en blanco al cabo de varios minutos, sin ninguna reacción de Arturo.

—Ay, eres bastante complicado Linol, demasiado para tu propio bien, déjame contarte el final. Esperó que escuches.

Espero y espero ansioso en la puerta para ser recibido con cautela y asco. Caminó y caminó para ser olvidado y llegó para ser maltratado, se acercó al príncipe que escapó de sus dedos para susurrarle con esperanza que la "Rosa" podría ser una planta, desafortunadamente sus súplicas fueron ignoradas ya que el príncipe desapareció entré las sombras.

Un gemido bastante lastimero interrumpió el continuo relato entristecido, ese gemido de parte de Arturo continuó para hablarle con bastante rabia infundida con desesperación.

—Cuentas la historia como si estuvieras enamorado, me estás coqueteando como si fuera una mujercita, ¿tan rápido has olvidado que me quisiste violar?

El jovencito miró bastante dudoso a las sombras para negar en silencio antes de responderle con un poco de alegría ante la sorpresa de haber impresionado (¿y asustado?) a uno de los Dioses.

—No me gustan los hombres, sólo los enfermos piensan eso, pero tú eres un príncipe y no de los buenos, Linol, mereces que alguien te ponga en tu lugar y me encanta los ojitos enojados que pones cuando te digo hermosa, eres tan grosero, tan egoísta que te quiero arruinar y arreglar toda esta monarquía absoluta, dos por uno. ¿No lo crees?

Arturo abrió la boca metafórica para decirle lo más claro posible que no es egoísta ni mucho menos grosero, pero entendió que razonar con él era como hablar con una piedra, imposible, además prefería entablar una conversación unilateral.

Por ende decidió ceder a uno de sus propios caprichos manteniendo un silencio bastante largo, uno que lo protegió, uno de esos que duran minutos pero que se sienten como horas de tal forma que el chico suspiró impaciente.

—¿Te gusta el trato silencioso?

No recibió respuesta.

—Es bastante infantil de tu parte, Linol.

No recibió respuesta.

—Bien, ¿sabes? ¡Cómo quieras, al final ya verás lo qué haré!

No recibió respuesta.

El chico jadeó indignado para mirar las sombras con bastante odió antes de poner sus ojos en blanco y abandonar la habitación con un último comentario.

—Te veré mañana, hijo de puta.

No recibió respuesta sin embargo Arturo si obtuvo lo que quería y se tomaría la molestia de vengarse por este último nombramiento, en el próximo encuentro.

Es interesante que el chico no tenga ningún tipo de miedo, tanta seguridad, tanta paciencia y fue hermoso para Arturo verlo entrar en la locura, está anhelando como nunca antes verlo al final de la carretera, de rodillas con el fracaso y la muerta en la esquina, verlo completamente aterrado se convirtió en el sueño de Arturo y si acaba en tragedia, tragedia será para ambos.

Abandonó la seguridad de las sombras para caminar inquieto por su habitación reviviendo viejos fantasmas e imaginando nuevos, a veces cree que el destino lo empuja al precipicio de un acantilado, como si quisiera que se suicidé porque otra explicación ante todos los malestares y pesos que se les están poniendo sobre sus hombros no tiene.

Silencio, no va a entrar en un estado de frenesí y llanto, cambió, todo cambió y ya no hay lugar para llorar, no más, sólo necesita hacer algo con su mente nublada como su apellido, casi.

Fue a los jardines, a esos jardines con tanto verde a plenitud que se siente como una selva amazónica pero sin ningún color sobresaliente de flores preciosas, no, esas murieron con su mundo y la única que queda resguardada está en las cuevas de los bordes fríos de un señor, será un mal presagio verla de nuevo.

En realidad, sería la condena de Arturo, la próxima vez debería poner como objetivo a algo que odié, si es que hay una próxima o podría preguntarle a los astrólogos.

De todas formas se sorprendió al ver a la supuesta mujer que no era una mujer merodeando por las plantas tocando sus hojas verdes y fuertes con una sonrisa inocente en su rostro, Arturo se acercó cauteloso.

—¿No estás muerta? —preguntó extrañamente melancólico, no pensó que le gustaría verla de nuevo.

Ella no contestó, sólo continúo enamorada de ese árbol a medio crecer antes de mirar fijamente a Arturo con una sonrisa radiante.

—Yo hice esté jardín, en mi juventud fue el principio de mi hogar. —Luego, como si hubiera escuchado recién en ese momento la pregunta de Arturo, contestó. —Mi hermano está triste por mi pérdida pero mi alma no descansará hasta que los asesinos sean castigados, por eso, te pido a ti, mi joven niño, que los encuentres para impartir justicia.

Arturo miró impasible a la mujer pero rápidamente su fachada se cayó para mirarla llena de incredulidad y luego una suave brisa se la llevó como el polvo, suspiró y decidió que perdió la cabeza.

—No has perdido la cabeza, mi niño, sé que puedes y ayuda a mi hermano, se siente solo como tú.

Una suave voz baja lo hizo estremecerse y decidió abandonar los jardines para no arriesgarse a enojar a un espíritu por insultar a su hermano, por el momento no le iba a comentar esto al tipo.

Sin mirar hacia atrás fue directo a la cocina para pedir el tragó más fuerte que tengan, de verdad perdió la cabeza allí, por todos los santos, al demonio con las horas del estudio.

Los cocineros ocupados no dudaron en cumplir la orden acostumbrados a la poca habla de Arturo le dejaron una botella de whisky recién abierta al lado de un vaso de vidrio casi completamente llenó.

Si Arturo no hubiera perdido la cabeza antes, ahora mismo lo haría y se retiraría con toda la gracia del universo a sus aposentos.

Se sintió tan solo en esa oscura mesa.