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Los mendigos no pueden escoger

Summary:

Las relaciones entre países suelen ser un poco confusas. La lógica de su existencia misma es aún un misterio. Pero eso no le impide a los humanos hacer uso de su presencia y apariencia de humanidad.

Notes:

(See the end of the work for notes.)

Work Text:

En términos generales, sabe lo que se supone que debe hacer aquí.
Las relaciones entre países suelen ser un poco confusas. La lógica de su existencia misma es aún un misterio. Pero eso no le impide a los humanos hacer uso de su presencia y apariencia de humanidad.

Francisco sabe desde sus más lejanos recuerdos que no es aquel que está en la delantera, no es el más fuerte, ni el más sensato, ni el más audaz. Eso debería ser una garantía de una existencia tranquila, pero en su caso solo garantiza luchar en silencio. Su supervivencia no siempre se ha sentido definida, cualquiera diría que ya se habría acostumbrado al constante sentimiento de estar en una cuerda floja, pero nada podría prepararlo para los segundos quietos en las madrugadas cuando siente que su pecho explotará y su cabeza no deja de dar vueltas, con el repentino sentimiento de que su consciencia se dividirá en mil partes.

Pero no se espera que seres cómo ellos tengan una vida fácil.

El ex-presidente Caamaño no es alguien a quién le tenga demasiado aprecio, pasó más tiempo fuera que en Carondelet durante su período presidencial, parecía al menos preocuparse por su cargo, pero no podría decir que realmente lo conocía. En este punto estaba mayormente impresionado de volverlo a ver después de saber que vivía en el extranjero. Pero el hombre parecía demasiado interesado en llevar a cabo esta reunión o al menos eso dejó entrever en la charla que había tenido con él antes y que cuyo contenido sabía que había sido comunicado al presidente actual, Don Luis. Era la única forma en que el afable hombre lo habría dejado ir a su encuentro.

-El tratado firmado quedó insubsistente ¿Está consciente de lo que eso significa, verdad?- había dicho el hombre mirándolo seriamente.

Francisco respiró hondo y asintió, aunque no pareciera que el ex presidente Caamaño esperara una respuesta, los conflictos limitrofes no despertaban su entusiasmo. Supone que son las desventajas de ser independiente.

-Un tratado que nos tomó tanto trabajo llegar a firmar, un vecino que cambia de opinión frente a asuntos tan importantes ¡A pesar de qué cedimos! Se llevarían más de lo que cualquier país pacifista dejaría que se llevarán por el bien de la paz. Es una desgracia.- El hombre se lamentaba en voz alta y la cabeza de Francisco empezaba palpitar. Intentando calmar al hombre, respondió.

- Es verdad que es inconveniente no haber zanjado ese asunto de una vez por todas, pero no hay que olvidar que estamos en situaciones similares, cada uno intenta proteger el progreso de nuestra gente.- Intentó razonar con el hombre -Hemos luchado varias veces por un objetivo en común, aún me niego a pensar en él sólo cómo un enemigo.- Exclamó exaltado con mas energía de la que pretendía, refiriéndose a los repetidos desencuentros con su vecino del sur.

-Se que no te agrada la situación.- Respondió Caamaño, dando vueltas por la habitación. -Tal vez para seres cómo ustedes no parezca mucho tiempo. Puedes sentir que fue ayer que combatieron juntos y compartían objetivos, pero el mundo ha cambiado y me temo que poco a poco nos estamos quedando atrás, necesitamos buscar aliados.

De pronto el hombre cesó su caminar nervioso, se acercó y tomó los hombros de Francisco mirándolo fijamente. -Tienes- tenemos, que hacer esto. Lo sabes, ¿Verdad?- mantuvo su mirada unos segundos infinitos cómo dudando de sus siguientes palabras - Es sólo una pequeña molestia para ustedes, ¿no? ¿Qué es una sola noche, en el incontable grupo de días que tienen seres casi inmortales? Es costumbre entre todos los grandes países europeos- repitió más para sí mismo, incómodo hasta de sus propias frases. El hombre nuevamente enfocó sus ojos en él, pasó nerviosamente su lengua sobre sus labios resecos.- Tienes que... Tú...-

Las palabras del ex- presidente dieron vueltas en su cabeza por días, mientras su jefe actual, ajeno a las intenciones del ex-presidente, intentaba resolver el asunto. Francisco no solía guardar sentimientos fuertes sobre otros, no en esa vida que le tocó. Bajo el mando de Antonio y otros europeos dirigiendo el rumbo del mundo, se sentía en la misma situación que todos sus otros vecinos, manos sucias, hambre de libertad y una cabeza de mando bastante desordenada.

Alguna vez habría peleado con algún vecino, pero se sentía más como un problema heredado que propio. No estaba dentro de si mismo desconfiar tanto de sus semejantes. Había incluso abogado por apaciguar una contienda, ofreciendo su arbitraje frente al conflicto de sus dos vecinos del pacífico sur. Aunque sin resultados, tal vez Caamaño tenga razón, tal vez es él quién se está quedando atrás.

En el instante en que había mostrado una sola opinión favorable frente a la solicitud de su vecino, el ex presidente llegó hasta él para arreglar una cita con la otra parte. Él hombre entusiasmado parecía dar por sentado que la transacción se llevaría a cabo.

Un buque, la compra-venta de un buque a países en medio de un conflicto. Se supone que él debería ser el intermediario, a pesar de que no tiene nada que ver. Japón quiere el buque, Chile lo quiere vender, aunque la declaración de neutralidad del país austral lo impedía. Nadie quiere tener conflictos con China.

Él mismo no es el hombre más brillante para el comercio, pero hasta él sabía que podría traer problemas. Si se llegara a saber, su honor se mancillaría. Todos lo verían cómo un corrupto que realiza favores a pesar de la dudosa moralidad del acto. Por otro lado, sería capaz de demostrar su preferencia hacia un aliado, algo que ahora era consiente que le hacía falta.

Sólo se preguntó ¿Por qué él?

- Eso no es importante. Hay que estar agradecidos. Agradecidos de que han pensado en nuestra humilde patria, agradecidos de que hemos sido elegidos para mostrar la gratitud y cariño que sentimos por un aliado natural.- Respondió el Caamaño, dándole palmaditas en las rodillas.

Aliado natural, las palabras resonaron en su cabeza, aunque no estaba aún seguro del alcance de su significado.

-Porque en cualquier momento podría cambiar de opinión, hay muchos otros países que no se hubieran tardado tanto decidiendo, países que saben cómo se hace este negocio, aún te falta mucho, por aprender, muchacho. Tal vez esta sea una oportunidad más grande de la que cree. Le debemos, mucho. Más de lo que él mismo se imagina.

Nunca antes había estado tan lejos de casa, su poca importancia lo había asegurado, pero esta vez era necesario por asuntos de discreción, la insistencia del cónsul Flint, quién los había contactado en el nombre de Chile, lo aseguraba. Sus manos sudaban y su pierna izquierda no dejaba de moverse bajo la mesa, hacía todo lo posible para no verse demasiado nervioso mientras los papeles eran firmados y los hombres en la habitación fingían completa formalidad, aún sabiendo la razón por la cuál sus amados países estaban presentes. No podía sacudirse la sensación de ser usado cómo moneda de intercambio y al cabo de unas horas ellos dos...

Su nuevo aliado parecía tranquilo en la periferia de su mirada, la tez más clara contrastaba con el sonrojo que sabía que él mismo estaba luciendo, los ojos castaños casi aburridos, la postura relajada, se preguntó cuántas veces ya habría hecho esto. Se sintió demasiado inadecuado e ignorante.

La última vez que lo vió, su cabello más corto y revuelto, en ese entonces, parecía en compás con sus ojos chispeantes y la expresión de seguridad, resultado posible de su estancia en el campo de batalla. Tuvo que rechazarlo, no es que no fuera tentador, en ese entonces y ahora, es sólo que era demasiado arriesgado. Al destino le encanta la ironía, pues lo terminó llevando de vuelta a él.

El chirrido de las sillas moviéndose lo alertó del final de la reunión, apartó rápidamente la mirada que no había notado que había lentamente posado sobre su contraparte, antes de que sea atrapado mirando. Los cancilleres se levantaron e hicieron ese extraño abrazo que hacen los humanos de su tipo, casi sin acercarse poniendo sus manos en los hombros y brazos del otro, igualmente satisfechos del negocio que acababan de oficiar.

En su camino hacia la puerta, Caamaño le dió dos palmaditas y luego agarró su brazo.
-No lo arruines- susurró junto a su oído y sin mirar atrás salió conversando de la sala con el resto de los humanos.

El silencio se apoderó del lugar escogido para realizar la transacción, alguna casa alquilada en el centro de Nueva York, para mayor privacidad.

-¿No vai a decir nada?- la voz de Manuel lo tomó por sorpresa, distraído cómo estaba, escuchando el último eco distante de los pasos de los políticos alejándose del inmueble. Giró su cabeza rápidamente, topándose con el castaño que parecía divertido analizándolo de pies a cabeza sin un gramo de vergüenza.

-Y-yo- intentó hablar, encontrando repentinamente su garganta demasiado seca.

- Has estado en silencio y distraído toda la reunión. Los humanos ya se fueron. Somos sólo nosotros de nuevo.

- Yo nunca- yo no suelo hacer estas cosas.

- ¿Firmar alianzas? Lo sé, ya me rechazaste antes.

- ¡No! Eso era- Me refiero a-

Su vergonzoso balbuceo fue interrumpido por las fuertes carcajadas del castaño, con la cabeza vuelta hacia atrás, todo su cuerpo convulsionando al ritmo de su risa, Francisco se relajó. Era mucho más cómodo volver a los viejos hábitos, cuando todos en la región estaban luchando por un solo objetivo, Casi podía sentirse de nuevo, sentado en las faldas de algún volcán cerca a Quito, hablando, riendo, compartiendo una bebida caliente para luchar contra el viento frío de los Andes, planeando juntos la siguiente batalla y qué harían con su libertad. Era más fácil entonces, comunicarse con sus semejantes, no existían barreras que cruzar que crearan un conflicto.

A pesar de que sabía que era una broma, Francisco no pudo evitar ser honesto. Había algo en él que lo obligaba a serlo.

- Es sólo que no parezco ser demasiado interesante para aliados europeos y la relación con mis hermanas es...

- Es bastante más complicada después de separarse, entiendo.- dijo con simpatía.

- Sí.

La tranquila sala volvió a quedar en un silencio cargado con significado, lleno de pensamientos y reflexiones sobre la complicada realidad regional y sobre su factor en común.

- Es por eso que me pregunto- prosiguió Francisco- ¿Por qué yo?

Manuel se inclinó hacia atrás en su silla, mirando contemplativamente por la ventana cercana por dónde la luz entraba a raudales, eliminando la necesidad de usar esa novedosa luz eléctrica que era ya tan común en Estados Unidos, no tan nueva para Manuel. Una minúscula mota de polvo se posó sobre una de sus pestañas y Francisco tuvo que detener el impulso de su mano de alcanzar su rostro y quitársela.

Sólo pudo mirar su rostro pensativo, iluminado por el sol, sus inteligentes ojos oscuros brillando con pensamientos inidenficables. Su corazón dejó de latir un segundo cuando esos dos ojos se posaron sobre si y con una sonrisa amable y una mano extendida hacia él, respondió.

- Bueno, es natural ¿No?

Natural

Su cuerpo se movió cómo atraído por un imán y esta vez Francisco aceptó la mano ofrecida, casi sin pensarlo se dirigieron hacia la habitación que los esperaba desde el momento en que entraron a la casa.

La puerta se cerró con un estruendo y Francisco se encontró presionado sobre esta, con las mejillas sonrojadas y el corazón palpitando a mil por hora, recibió el beso abrazador del castaño. Manos cálidas se deslizaban entre los parches de piel que estaban libres de ropa. Devolvió el beso, intentando equiparar la fuerza y el hambre que el hombre delgado le demostraba, mientras agarraba con una mano la base de su cuello que fue luego atacado con besos mientras Francisco miraba al techo y respiraba, abrumado por las sensaciones.

Sólo fue capaz de tirar de los oscuros cabellos castaños y abrazar la pequeña cintura mientras su corbata era desatada para que Manuel pudiera cumplir con su cometido de besar toda la piel a su alcance. Más y más de su ropa fue desatada y desabrochada mientras su cabeza daba vueltas y sus manos apretaban cada parte de Manuel que pudiera contra si.

Un gemido deshonroso se escapó de su boca cuando Manuel empujó una de sus piernas entre sus muslos, provocando una deliciosa sensación dónde más la necesitaba. Aún en su estado de felicidad pudo escuchar la risita de Manuel que volvió a presionar su rodilla de una forma diferente produciendo una lluvia de estrellas bajo sus párpados por un segundo.

Esta vez Manuel dejó de lado el punto en su pectoral derecho, dónde estaba ocupado dejando una bonita marca color rojo furioso, sólo para inclinarse junto a su oreja y suspirar en tono demandante.

- Tócame.

Instantáneamente Francisco agarró sus muslos levantándolo y girando contra la pared al lado de la puerta, el cuerpo más delgado quedando a horcadas sobre su regazo, pies colgando en el aire.

- ¿Así está bien?- preguntó el moreno con voz lasciva, pero aún con ese inconfundible tono que indicaba que realmente quería escuchar su aprobación, que realmente quería saber si se sentía bien.

Manuel sonrió, pasando sus manos por la frente sudada de Francisco, peinando su cabellos hacia atrás y admirando de cerca cada rasgo característico del joven hombre. Sin encontrar una respuesta satisfactoria sólo lo besó para transmitir su mensaje.

Casi completamente vestido, Manuel descubrió que aún era fascinante la forma en que sus cuerpos se frotaban en el frenético balanceo que empezó el hombre entre sus piernas. Pasaba sus manos por sus fuertes hombros quemados por el sol del trabajo de campo mientras ese mismo hombre lo presionaba contra la pared y usaba sus manos para acariciar su trasero. Manuel solo pudo entrelazar sus piernas en su espalda mientras el vaivén de sus caderas lo llevaba rápidamente al clímax.

Manuel sostuvo el rostro de su nuevo amante con sus manos, intentando besarlo aún en medio del movimiento frenético de sus cuerpos, notó cómo el hombre parecía no hacer mucho ruido y deseó escucharlo más.

Con un gruñido final, en un par de segundos habrían hecho un desastre en sus ropas formales. Las camisas arrugadas, las corbatas desatadas, los botones abiertos y la nueva mancha de humedad en sus pantalones no le mentirían a nadie sobre lo que estaban haciendo, cómo dos adolescentes. Sería vergonzoso para él si no se sintiera tan bien.

Lentamente Francisco lo dejo caer de sus piernas, Manuel sintió que si no fuera por sus manos que aún lo abrazaban contra sí, él seguiría cayendo hacia el piso, porque sus piernas se sentían un poco cómo gelatina. Se quedó recuperándo el aliento, aún presionado contra la pared, pero ahora sólo rodeado con la calidez y el aroma del hombre moreno, mientras este parecía que recién bajaba de las estrellas, con la frente pegada a la pared a sus espaldas y la nariz escondida detrás de su oreja, acariciándolo con esta.

Al cabo de unos segundos se separaron, Manuel nuevamente tomó su mano y en silencio lo llevó hasta la cama en la esquina de la habitación. Francisco lo siguió sin chistar y Manuel pensó que se podría acostumbrar a esto.

Manuel se sentó en la cama, llevando consigo al hombre que, ya casi sin camisa, mostraba todo su esplendor musculoso fruto de duro trabajo agrícola. Sólo entonces se dió cuenta que su comportamiento había cambiado. Sus hombros se habían puesto rígidos y sus mejillas estaban sonrojadas, esta vez no por el esfuerzo. Manuel soltó su mano, dejando que el otro hombre se levantara. Este solo quedó de pie de manera incómoda y nuevamente tartamudeando cómo más temprano.

- D- disculpa yo nunca he...- dijo Francisco en voz baja, implicando lo que por crianza no podria nombrar.

- ¿Es en serio? ¿Eres virgen? - Respondió Manuel con incredulidad, para cualquier otro humano, eso no sería sorprendente, sus rostros, sus cuerpos y voces parecían las de un hombre joven, entrando a sus veintes. Sólo que en realidad no lo eran, cada uno de los dos tenía al menos cincuenta años viviendo de forma independiente y al menos 200 años de existencia, nuevamente el joven frente a él se le revelaba como una sorpresa.

El sonrojo y el silencio del hombre en pie fue suficiente respuesta para Manuel que pensaba que no podía imaginarlo tocando a nadie, en cierta forma fue un pensamiento reconfortante, luego se tomaría el tiempo de analizar el sentimiento.

- ¿Ni siquiera un piquito?- preguntó, ya que lo que había presenciado antes no parecía posible con este joven casto.

- ¡Si he besado antes!- respondió Francisco sintiéndose avergonzado de su propia inexperiencia- Es sólo que nunca había llegado tan lejos. No soy lo suficientemente importante para captar alianzas con países europeos, sé que es una práctica habitual entre gente tan importante.- Dijo pensando en aquella vez que otro jefe lo había ofrecido en contra de su voluntad al famoso país del amor, aquella vez tuvo que superar la vergüenza de ofrecerse y la vergüenza de ser rechazado por Francia.Y con cada palabra su tono de voz se reducía a un tartamudeo tímido.

Manuel frunció el ceño, es cierto que su propia experiencia fue obtenida de la manera en que Francisco describía, pero no se sentía bien que él pensara eso de si mismo. Se preguntó mirando su cuerpo atlético, piel besada por el sol, ojos color caoba y brazos fuertes, pero que ahora sabía de su capacidad de trato amable, de dónde abría sacado tal idea errónea.

Manuel se levantó de la cama y fue a tomar su mano, mirándolo a los ojos preguntó.- Tú, deseas que yo...- Cerró los ojos, respiró hondo para aclarar sus pensamientos y prosiguió - ¿Quieres dejarlo así? No es necesario si no te sientes cómodo. Sé que aún falta para terminar la transacción, pero los papeles ya están firmados.- Continuó, alejándose para dar espacio al otro hombre. -No tienes que hacerlo si te sientes obligado y es desagradable para tí-.

Su intento de alejarse se vió frustrado cuando su mano se vió atrapada por otra más grande.

- Tu nunca me podrías resultar desagradable.- pronunció, su voz sonando un poco nerviosa.

Francisco levantó la mirada del piso a dónde la había dirigido por la vergüenza, mirándolo a la cara, con más seguridad de la que sentía pero con toda la convicción de quién dice la verdad. Manuel se acercó más y tomando sus mejillas, cerró los ojos y lo beso en los labios lentamente. En su cintura percibía de nuevo las manos del hombre que habían encontrado su camino de vuelta a su cuerpo. Paulatinamente retiró las molestas prendas que quedaban en él y dejó que este le sacará la camisa y desabrochara sus pantalones.

Después de unos segundos de acoplarse nuevamente, Manuel aún besándose, los encaminó una vez más hacia la cama. Cuando la parte trasera de sus rodillas tocó el borde del colchón se separó del beso y tomándolo de la nuca se dejó caer sobre este.

Francisco estaba fuera de su elemento. Era extraño conciliar la imagen del viejo amigo con la de este hombre seductor y hermoso. Sabía que Manuel podía ser poderoso, feroz, que era capaz también de ser sensible e inteligente, sólo no se esperaba que moviera sentimientos tan primitivos dentro de él.

Sobre la cama parecía una sirena que lo llamaba con sus ojos oscuros a ahogarse en el mar de sus deseos.

Se quitaron las últimas prendas, pero esta vez no se sintió avergonzado, se sentía natural. Manuel abrió un poco los ojos al verlo en su desnudes, e inmediatamente puso sus manos sobre él, acariciándolo de arriba a abajo, usando sus palmas suaves y sus dedos cayosos. Podría terminar otra vez así pero había algo más importante que hacer.

Después de unas cuantas caricias Manuel le indicó cómo "prepararlo". Desenredandose de su abrazo, se inclinó sobre el borde de la cama, alcanzando sus pantalones dónde llevaba un pequeño bote con una crema de aspecto mantecoso pero con olor herbal.

Tomó un poco de la crema en sus dedos y la esparció por toda su zona baja. Acariciando su miembro completo, pasando por su perineo y bajando hasta su zona más delicada. Con sus piernas extendidas, el sonrojo que llegaba hasta su pecho y la expresión de placer a Francisco le parecía ver al hombre más hermoso que habría pisado la tierra.

- ¿Puedo ayudarte? - Preguntó Francisco, fascinado al ver los finos dedos húmedos entrar y salir del agujero estrecho, causando gemidos placenteros en el proceso.

Sorprendido, pero excitado, Manuel le extendió la crema y explicó.-¿Sabes para qué es eso? Es para ayudar a que encaje sin muchos problemas- Entonces miro hacía su entrepierna. - Creo que hoy voy a necesitar más de lo habitual.- Extendió sus piernas cómo una flor al amanecer y Francisco no tuvo más remedio que inclinarse y besarlo mientras lo preparaba.

Primero un sólo dedo que hizo que Manuel lo elogiara y gimiera, lo movió de un lado al otro cómo le indicó hasta meter el segundo, que causó una reacción mucho más notable, el sonido de los dedos húmedos era exitante por si mismo y las palabras de aliento lo mantenían al límite de la cordura. Entonces sintió con sus dedos algo que ocasionó una reacción mucho más fuerte en el hombre hermoso que tenía extendido frente a él.

- Oh, sí . Eso es - siseó - Es suficiente, te quiero ahora.- Lo apartó, indicándole cómo acomodarse.

Hizo lo indicado y en cuestión de segundos se encontró tan cerca, justo entre sus piernas, usó un poco más de la crema lubricante en si mismo y Manuel puso una pierna sobre su hombro y le pidió que por favor, por favor entrara en él.

Con una mano dirigió su miembro hacia la piel aterciopelada, introdujo lentamente la cabeza, con miedo de lastimar una zona tan sensible. Casi no escuchó el siseo de Manuel en respuesta, demasiado abrumado por la sensación que lo embargaba. Tuvo que contener la respiración para no seguir adelante dentro de la cálida cavidad que parecía atraerlo. Se mantuvo quieto hasta que Manuel le pidió que siguiera.

Sus brazos temblaban un poco por el esfuerzo de mantener su propio peso y el autocontrol. Cuando lentamente ya estaban por la mitad del camino Manuel impaciente ante la negativa de Francisco a entrar por completo entrelazó sus brazos y piernas alrededor del cuerpo finamente muscular del hombre encima suyo, haciéndole perder el equilibrio y llevándolo hasta el fondo.

- Oh conchetumadre.- Gritó Manuel entre el placer y él dolor que tanto le gustaba.

Los gemidos y jadeos de Francisco eran también música para sus oídos que también aumentaban su placer. Moviendo sus caderas en círculos les advirtió al hombre que se moviera. Francisco recuperó cómo pudo la fuerza en sus brazos, levantándose lo suficiente para no aplastarlo, no es que Manuel se estuviera quejando. Y por fin, para felicidad de Manuel, empezó a mover sus caderas a un ritmo lento y constante.

El hombre jadeaba cada vez que sus abdominales se flexionaban hacia de cuerpo de lo recibía contento, Manuel intentaba ir al ritmo contrario al de sus embestidas pretendiendo conseguir algo más de fricción. Entonces con una mano en su hombro le indicó a Francisco que parara.

Algo asustado y avergonzado, por estar tan seguro de que era tan bueno para él como para Manuel, se apartó rápidamente, pensando que quizá, su percepción era errónea.

- Acuéstate.- Ordenó entonces el otro hombre. Sin poder siquiera pensar en decir que no, obedeció a su pedido.

Su cerebro pareció no responder por un segundo, sus pensamientos completamente en blanco cuando lo vió pasar una de sus piernas por encima de su estómago, quedando sentado a horcajadas sobre su cuerpo desnudo. Su sorpresa dió paso a incredulidad cuando el hombre levantó ligeramente su trasero, tomó su miembro con una mano, y lentamente se empaló a si mismo en él. La imagen de Manuel, con su cuerpo esbelto, ojos lujuriosos en su gloriosa desnudes excitada posiblemente sería una de las más bellas que guardara en sus retinas por el resto de su vida.

Manuel, sin esperar a ajustarse a la nueva posición empezó a rebotar sobre él. Francisco sólo alcanzó a agarrar su suave trasero con fuerza, ayudando a aminorar el esfuerzo de sus piernas a cada lado de sus caderas, lo que pareció encantar a Manuel. Más pronto de lo esperado se encontró cerca de terminar, usando todo su esfuerzo, entre sus embestidas y el incansable rebotar de las caderas de Manuel intento advertirselo sobre el ruidoso traqueteo de la cama de madera.

Manuel entendió el mensaje pues con una mano, agarró su propio miembro abandonado por demasiado tiempo, acariciándose a si mismo en la visión más tentadora que había experimentado en su vida. Sus caderas empezaron a moverse de forma errática y los susurros llenos de palabras lujuriosas sobre lo bueno que era y cómo le encantaba cómo su miembro llegaba tan profundo lo alcanzaron haciéndolo llegar a un orgasmo tan fuerte que sólo vió blanco por unos segundos. Aunque sus caderas siguieron moviéndose por un par de frenéticas embestidas más acariciando algo dentro de Manuel que lo llevo a liberarse sobre el estómago de ambos.

Manuel se dejó caer cansado sobre su pecho, dónde Francisco aunque sudado y caluroso no le importó abrazarlo, aun jadeando por el esfuerzo y con su miembro aún dentro preguntó.

- ¿Se sintió bien?

Manuel sólo pudo sonreír contra su piel caliente por el hombre tan directo y amable que había decidido caer entre sus brazos.

 

Varias horas después, Francisco se despertó en la oscuridad de una habitación desconocida. Por unos segundos confundido por su entorno y por la sensación de su cuerpo adolorido de formas que nunca antes se le hubiesen ocurrido. Su cabeza explorando el entorno finalmente encontró la figura del joven hombre cubierto hasta la cintura por las sábanas beige de la cama prestada y todo cobró sentido, su cuerpo mostraba aún los restos de sus actividades anteriores, pero no le dió importancia. Por una vez no se sintió incómodo en su desabrigo. Iluminado por la luz de la luna, Manuel tomaba la forma de una belleza casi etérea, esta vez no dudo en acariciar con sus manos los cabellos castaños que se esparcían en la almohada, tocar con las yemas de sus dedos las finas pestañas sobre sus ojos, de cierta forma comprobando que tal belleza fuera real y no un producto de su imaginación agitada por la soledad.

Meditó unos segundos si despertarlo o no, para limpiarse y tal vez comer algo. Al final decidió que prefería poder ver unos segundos más su rostro relajado tan cerca. Ya que no sabía que le depararía la mañana, debía recordar que todo esto era una cuestión de negocios y que no debería acumular esperanzas, aún cuando fuera su primera vez y toda su idiosincrasia le indicara lo contrario.

El sonido de las sábanas rozandose entre si lo alertó y salió de su ensimismamiento, encontrándose con las mirada adormilada de Manuel que parecía confundido por unos segundos, antes de sonreír suavemente en su dirección.

Mirándose a los ojos, sin ninguna barrera entre ellos, Francisco fue embargado por la tranquila sensación de que todo estaba dónde debería de estar.

Natural

- Creo que es hora de tomar un baño.- Fue lo primero que Manuel dijo con voz ronca por el desuso, acercándose hacia él y pasando su mano por la parte baja de su estómago que tenía restos secos del climax alcanzado por el castaño. - Es mi culpa, lo siento.- Dijo sin ningún rastro visible de sentirse culpable, más bien orgulloso. Era cierto, no lo recordaba por los segundos de casi inconsciencia debido al placer. Cuando Manuel llegó, lo hizo sobre sus estómagos. En cambio él...

Su estómago se revolvió agradablemente y en su pecho floreció una sensación cálida al pensar en los restos de su propio climax en las profundidades de Manuel.

El hombre que ocupaba sus pensamientos se levantó de la cama, nuevamente mostrando en plenitud su cuerpo esbelto, miro hacía atrás sobre su hombro directo hacia él.

- ¿No vienes?- Preguntó, en ese momento Francisco pensó que sí Manuel fuera una sirena, su destino estaría sellado cómo otro pescador arrastrado hasta el fondo del océano pacífico, porque no había manera de que le negara nada.

Tal comodidad se extendió hasta la mañana, hasta antes de que los humanos llegaran a recogerlos. Nuevamente en sus ropas formales daban la apariencia del decoro adecuado para personalidades de su magnitud, pañuelos y chaquetas ocultando las marcas de besos y arañazos. Todo de la forma en que debe ser.

Con los políticos haciendo gala de todas las formalidades que un encuentro entre cónsules debería tener, se separaron con un apretón de manos amistoso y una promesa de escribirse para dar seguimiento del avance del servicio que tan amablemente la República del Ecuador le había brindado a la hermana República de Chile, pues los tramites y la logística aunque ya dados por sentado, sólo estaban recien empezado.

Los diplomáticos chilenos se retiraron del lugar primero, dejando solos por unos minutos al país sudamericano y su ex-presidente convertido en cónsul, mientras llegaba su transporte que empezaría el largo viaje de regreso a casa.

- Bien hecho, muchacho.- rompió el silencio Caamaño, mirando hacia el cielo distraído. Francisco no sabía en ese entonces, ni de la traición del hombre a su lado, ni de las ochenta mil libras esterlinas que desaparecerían entre las manos de los diplomáticos de ambos países que desataría una de las revoluciones más importantes de su historia.

Aún así entre la confusión propia y la indignación de su gente cuando una carta, sin remitente llegó a sus manos, cuyo único contenido era una sola frase:

"No me arrepiento de nada"

Francisco, mirando la corriente del río Guayas fluir hacia el mar y los grandes barcos dejando el puerto en dirección al sur se dió cuenta que a pesar de todo, él tampoco.

Notes:

Beggars can't be choosers.- Expresión en inglés dicha cuando se reconoce que se debe aceptar una oferta o situación porque es la única disponible para tí.

Hola! Realmente espero que todo lo leído aquí sea entendible, para las chicas ecuchi, ahora ya saben cómo y porqué empecé a investigar hasta que se me fue de las manos y también que no puedo mantener el osico cerrado.

Para el resto de los mortales, sorry nomás

 

Ah y el tratado roto mencionado es el Tratado García-Herrera (1890)