Chapter Text
— No sé si deberíamos tomar tantos riesgos. Sabes que si fuese únicamente yo, lo haría sin dudarlo, pero voy a necesitar llevarme a la mayoría de hombres para cubrir la mayor cantidad de terreno posible.
Las palabras de Jungkook retumbaban por el pasillo que conducía al camarote principal, a su camarote. Uno de sus camaradas lo había hecho llamar de parte de su capitán, aparentemente porque quería hablar con él y hacerle alguna consulta. El plan inicial había sido volver a la Isla de Plata con el pequeño botín conseguido en su último abordaje, pero por órdenes de Jungkook llevaban una semana dando vueltas por la misma zona con el Medusa. Parecía como si su capitán estuviese decidiendo el siguiente movimiento que hacer. Pero por alguna razón no estaba seguro al cien por cien. ¿Quizás demasiado riesgo?
Jimin frenó frente a la robusta puerta de madera del camarote y llamó antes de entrar— ¿Me habías llamado? —se asomó ligeramente antes de recibir un gesto afirmativo de parte de Jungkook, indicándole que pasase al interior.
Cuando los ojos de Jimin se acostumbraron a la oscuridad del camarote vio que Jungkook estaba reunido con Yoongi y Namjoon, dos de sus hombres de confianza. Namjoon era junto a él, dos de las personas en las que más solía confiar Jungkook, pero todos sabían que Yoongi era tremendamente inteligente y perspicaz cuando trabajaba bajo presión, lo que hacía que más de una vez Jungkook le consultase su opinión acerca del siguiente movimiento que tenía planeado para la tripulación.
— Creo que sé dónde está la joya —Jungkook habló finalmente.
Los ojos de Jimin se abrieron antes sus palabras. ¿Qué había que discutir entonces? ¡Llevaban esperando este momento meses!
— ¿A qué esperamos pues?
— Yo soy el primero que está emocionado por esta noticia, Jimin —su capitán lo invitó a unirse a Namjoon y a Yoongi junto a él— Pero sabes que no es tan sencillo.
Cuando Jimin se acercó al escritorio del camarote observó un mapa extendido sobre la superficie, las esquinas carcomidas y el papel oscuro por la humedad.
Jungkook intervino de nuevo— Parece que se encuentra en la Islas Perla —señaló el conjunto de islas sobre el pergamino— Para nuestra desgracia, allí es justo donde está la residencia del gobernador.
Ahora Jimin entendía todo.
— También tenemos la suerte de que nuestro capitán es justamente uno de los hombres más buscados a este lado del océano —puntuó Yoongi, mientras Jungkook se pasaba sus dedos cubiertos de anillos por su rostro— Si realmente decidimos darle una oportunidad y arriesgarnos a ir, probablemente podremos hacer una única visita. Si la joya está realmente allí tenemos que conseguirla sí o sí en ese mismo viaje, no hay más opciones de volver. No con su rostro buscado por todas partes y nuestro barco anclado en sus costas.
— Me gustaría estar más seguro de que es realmente el lugar en el que está, pero duró apenas unos segundos cuando modificamos el rumbo en su dirección.
— Podríamos acercarnos más —sugirió Jimin— Ver si vuelve a emanar luz o si tú sientes algo.
— Sabes que no siempre funciona —Jungkook se apartó del escritorio, sus ojos vagando por las oscuras olas iluminadas por la luz de la luna— Además, no podemos acercarnos mucho más sin que nuestro barco no comience a verse en el horizonte. El barco que atracamos el otro día nunca llegó a su destino, con lo cual la Marina probablemente sabe que hay piratas por esta zona y lo habrán notificado.
El silencio se extendió por la habitación.
— Como le decía a Yoongi, yo lo intentaría sin dudarlo. Iría de frente y contra lo que el mar me echase en cara —la voz de Jungkook era contundente y Jimin era consciente de lo importante que era este viaje para él, de los años que había buscado esta misma oportunidad que ahora se presentaba antes sus ojos— Pero necesito saber vuestra opinión. Necesito saber que estáis dispuestos a apoyarme, a mí y a mi objetivo.
— Sabes que yo iría hasta el fin del mundo contigo —las palabras de Jimin brotaron de sus labios antes de que pudiese frenarlas.
Jungkook lo miró sobre su hombro y una sonrisa tímida y a la vez feroz se dibujó en sus labios. Sabía que su mejor hombre no le fallaría.
Namjoon estudió el mapa una vez más. Él nunca se había sentido realmente cómodo en ese mundo de piratas que le rodeaba. Sin embargo, de pequeño ese había sido su único sueño hasta que se dio cuenta de que no tenía la madera que hacía falta tener: era torpe en los combates cuerpo a cuerpo y más aún con las armas. Pero entonces apareció Jungkook y le dio la oportunidad de unirse a su tripulación, le dio un rol en su equipo que sí supo sobrellevar y que, más aún, encajaba con él. Era un estratega, un hombre que tenía visión de futuro y que sabía planear bien ataques y abordajes y Jungkook fue el único que supo ver eso en él: su potencial.
— Cuente conmigo, capitán —Namjoon estaba decidido.
— ¿Yoongi? —Jungkook se dirigió directamente al último hombre que faltaba por dar su veredicto.
— Alea jacta est*.
Finalmente decidieron que sería mejor hacerlo de noche. La desventaja era que tenían aún menos tiempo para buscar por las Islas, pero de esa forma les sería mucho más sencillo camuflar su barco mientras desembarcaban en busca de la joya.
Tan pronto como Jungkook puso pie en tierra supo que ese era el sitio, que la joya tenía que estar allí: en aquella pequeña población rural. Y siguiendo las señales que recibía, su instinto le llevó nada más y nada menos que a la misma casa del gobernador. Al único sitio que tenían que evitar a toda costa.
Jungkook sabía que no era un plan viable colar a todos sus hombres en aquella villa, los descubrirían demasiado rápido. Así que hizo lo que todo capitán habría hecho: ideó un plan B en aquel mismo momento. La mayoría de sus hombres tenían que buscar beneficios, cosas de valor por el pueblo, cualquier cosa que luego pudiesen vender en la Isla de Plata. Mientras tanto, él y sus hombres de más confianza entrarían en casa del gobernador y registrarían la gran casa de arriba abajo.
Jungkook no pudo sino bufar cuando vio aquella increíble mansión. Lo mal que estaba repartida la riqueza en el mundo. Aquella gran casa tenía un jardín impecablemente cuidado y una construcción envidiable de varios pisos con ventanales exquisitos.
No era el mejor momento para ponerse a admirar la arquitectura.
Con señas y un sigilo dominado desde hacía años, Jungkook fue dando órdenes e instrucciones a sus hombres, indicándoles de qué piso tenía que encargarse cada uno y del límite de tiempo que tenían para inspeccionar la casa. Cualquier señal de que los hubiesen descubierto era un código rojo y entonces solamente quedaba una opción: correr de vuelta al barco.
Jungkook colocó una de sus manos sobre la pared de piedra y comenzó a subir las escaleras de caracol hasta el piso superior en el más absoluto silencio que el ligero tacón de su calzado le permitía. La madera de las antorchas chasqueaba a su alrededor y su silueta se reflejaba sobre el ladrillo erosionado. Cuando la escalera se terminó, frenó en seco e inspeccionó el piso con un vistazo rápido, su vista estaba más que acostumbrada a la oscuridad de la noche. Apreció en la tenue luz un par de guardias custodiando un gran par de puertas y eso solo significaba una cosa: que fuese lo que fuese que había detrás, era importante.
Tenía que distraerlos.
Al instante dirigió sus dedos llenos de anillos a la parte interna de la casaca que siempre llevaba en busca de algo útil: un par de piedras podría ser suficiente.
Jungkook observó con satisfacción cómo los guardias estaban en cada lado de las puertas pero mirándose de frente, el uno al otro. No miraban en dirección a la escalera. ¿Quién podría haberles dado una orden tan estúpida?
A él desde luego no le importaba. De hecho, estando de esa forma hacían su trabajo bastante más sencillo.
Sin preocuparse de que lo viesen debido a su ángulo, tiró algunas piedras en dirección al pasillo, todavía manteniéndose perfectamente pegado a la pared de la escalera.
— ¿Quién anda ahí? —preguntó uno de ellos, mirando hacia donde Jungkook había lanzado las pequeñas rocas. Lanzó una mirada a su compañero— Voy a echar un vistazo.
El otro guardia asintió.
Vale, uno menos, pensó Jungkook cuando lo vio alejarse. Ahora el problema era quitar al otro de la puerta. Dudaba que el mismo truco funcionase de nuevo.
Tenía que pensar rápido, antes de que el primer hombre se diese cuenta de que había sido una falsa alarma y volviese a su puesto de vigilancia.
Sin embargo, antes de que le diese tiempo a urgir un nuevo plan, un ruido que no supo identificar sonó por la otra continuación del pasillo, alarmando al segundo vigilante de la puerta.
Jungkook vio en su rostro lo contrariado que estaba, debatiéndose entre si dejar la puerta sin protección o no. Sin embargo, el sonido se intensificó, y fuese lo que fuese, le hizo abandonar su tarea.
Jungkook estaba casi seguro de que habían sido sus hombres, quizás Jimin y Seokjin que se encontraban en el mismo piso que él y que habían decidido echarle una mano.
Fuese lo que fuese no podía ponerse a pensar en ello ahora.
Tan pronto como los guardias desaparecieron completamente de su vista, corrió en silencio hasta la puerta doble de madera pintada de blanco.
Su mano se posó lentamente sobre el pomo, su piel caliente y algo húmeda haciendo contacto con la superficie fría le dio escalofríos. Como buen pirata que era, amaba la acción y la emoción de una buena batalla cuerpo a cuerpo, pero como hombre de aventuras, sabía disfrutar del riesgo de ser sigiloso como una pantera cuando era conveniente.
Y ese momento requería meticulosidad y cautela.
Contuvo la respiración e hizo presión hacia abajo rezando para que el sonido no alertase a nadie. Tiró de la puerta cuando estuvo abierta y se adentró con rapidez, cerrando de nuevo con máximo cuidado. Se apoyó sobre la superficie de la puerta y dejó que el aire que había retenido saliese poco a poco.
Estaba en un dormitorio y había alguien durmiendo en una gran cama de color blanco impoluto con dosel. Intentó acercarse un poco a observarlo mejor, pero luego se reprendió: tenía que registrar la habitación en busca de la joya. Distraerse solo le quitaría el poco tiempo del que disponía para terminar su tarea.
Se aproximó a una de las dos mesillas de noche que había a cada lado de la gran cama y comenzó a registrarlas sin demasiado éxito. Nada de interés, aunque al menos su acompañante en la habitación parecía tener el sueño profundo y no le daba problema alguno. Había algunas joyas en los cajones sí, pero ninguna era una perla y él tenía la certeza de que esa era la joya que él estaba buscando.
Estaba a punto de darse por vencido mientras revisaba una última vez los cajones, cuando de repente y sorprendiéndolo, hubo un gran estruendo en el pasillo. Jungkook hizo una mueca y al instante, su acompañante se removió en su cama y se giró sobre el colchón, quedando boca arriba.
Y la joya que tanto había buscado apareció allí frente a sus ojos, en el cuello de aquel hombre.
Con sus pupilas entrenadas apreció una cadena plateada asomando del camisón claro. Un colgante con el dibujo de una perla negra en la tapadera.
Tenía que ser ese.
Con sumo cuidado, apoyó la rodilla en el colchón y se cernió sobre el hombre dormido. Necesitaba sostener el dije en su mano y examinarlo mejor.
Sin embargo, tan pronto como sus dedos hicieron contacto con el colgante, un par de ojos grisáceos y penetrantes lo atravesaron al abrirse de par en par. Una mano de dígitos alargados y de uñas perfectamente redondeadas rodeó su muñeca, impidiendo que le quitase el collar. En un movimiento automático, Jungkook respondió tapándole la boca, reteniendo su otra mano como pudo sobre la almohada y subiéndose mejor a la cama para acorralarlo y así evitar que se moviese.
— No se te ocurra hacer ningún ruido o te rebanaré ese precioso cuello que tienes —amenazó acercándose al rostro ajeno que mantenía callado con su palma.
Los dedos que oprimían la muñeca de Jungkook se cernieron con más fuerza alrededor de ésta. No pudo evitar observar con atención cómo aquel pulso desconocido y cálido temblaba. Lo miró a los ojos: dos perlas opacas de color entre gris y azul que no perdían detalle de sus intenciones.
Jungkook hizo un nuevo intento de arrebatarle el colgante pero entonces vio esos ojos humedecerse y amenazar con tormentas que él nunca había enfrentado con su barco. Aquel hombre desconocido consiguió quitar la mano de Jungkook de sus labios aprovechando que él dejó de ejercer presión durante un segundo de debilidad.
No gritó. No pidió ayuda. En su lugar simplemente dijo:
— No me quites el colgante —suplicó, todavía sosteniendo la muñeca de Jungkook— Por favor, te lo pido.
Jungkook lo estudió sin pudor con ojos bien abiertos. Cómo se notaba quiénes gozaban del privilegio del dinero. No creía haber visto piel tan limpia y perlada a la vista en mucho tiempo. Solamente había tocado sus labios con su palma y ya sabía que sin lugar a dudas el terciopelo podría no ser competencia suficiente para su piel.
— Lo siento, precioso, pero esto —alzó la cadena frente a sus ojos grises— es mío. Este colgante es lo que he venido a buscar y no pienso irme sin él.
Una vez más Jungkook le dio a entender que sus palabras iban muy en serio: que realmente se iba a llevar ese objeto consigo sí o sí. Y cuando el hombre de cabello castaño oscuro se dio cuenta, intentó disuadirlo elevando un poco el tono.
— ¡Por favor! ¡Te lo suplico! ¡No te lo lleves! —se incorporó, encarándolo y quedando más cerca del cuerpo de Jungkook, que quedó casi sentado sobre las piernas del hombre— ¡No puedes!
— ¡Shh! —Jungkook lo hizo callar de nuevo, anillos fríos contra labios cálidos— Vuelve a gritar y me llevaré tus entrañas al mar, ¿entendido?
El desconocido asintió lentamente, colocando su mano sobre la de Jungkook. La diferencia de temperatura entre los dos era abrumadora.
— ¿No puedo llevarme tu colgante? ¿Y eso por qué es, si es que puedo saberlo? —Jungkook arqueó una ceja. Los abalorios de su pelo negro brillaron bajo la luz de la luna.
Lentamente apartó su mano, dejando al hombre hablar con reticencia.
— Si te lo llevas, moriré.
Entonces Jungkook abrió los ojos, atónito. Ahora lo sabía con certeza. Definitivamente ese era el colgante que estaba buscando. Ahora más que nunca sabía que tenía que ser suyo.
— Lo siento, pero... —Jungkook paró de hablar cuando escuchó jaleo en el pasillo. Giró su cabeza en dirección a la puerta, alarmado y entrando en pánico.
No podía permitirse gastar más tiempo de charla: no era el mejor momento.
— Vale, decidido. No hay tiempo para discutir esto —sentenció Jungkook— Te vienes conmigo.
— ¿Qué? —su compañero en el dormitorio no pudo abrir más los ojos, gateando marcha atrás buscando alejarse de él. Chocó contra el gran cabecero tallado de la cama— ¿Cómo que me voy contigo? ¡No puedes llevarme a ningún sitio sin mi consentimiento! ¡Auxilio! —clamó.
— ¡Shhh!
Jungkook no perdió el tiempo esta vez. Chasqueó la lengua y se abalanzó sobre la gran cama y sobre él. Con un movimiento que conocía como si llevase toda la vida haciéndolo, lo dejó inconsciente entre sus brazos. Eso lo mantendría en silencio y controlado.
No le haría ningún daño estar así y eso le ponía las cosas más fáciles.
Sin pensarlo dos veces envolvió sus brazos alrededor del torso del hombre y lo cargó en su hombro como pudo. Era menos pesado de lo que había imaginado.
Entonces Jungkook escuchó pasos, muchos, acercándose cada vez más hacia la estancia en la que se encontraba. Rápidamente giró sobre sí mismo en busca de un lugar en el que ocultarse.
Vamos, vamos, vamos. Tenía que pensar rápido.
Un biombo, había un biombo en tonos rosas y nacarados justo al lado de la puerta.
Con toda la agilidad que pudo le quitó al hombre que llevaba al hombro la ligera bata que cubría su cuerpo y la enganchó en la intrincada verja del balcón, dejándolo solamente con el camisón que parecía usar para dormir. El tiempo que tuvo para esconderse con su acompañante todavía a cuestas fue el justo antes de que ambas puertas de la habitación se abriesen de par en par con un gran portazo.
Jungkook contuvo la respiración tras el biombo, esperando que el chico se mantuviese inconsciente.
— ¡Registrad la habitación! ¡Aseguraos de que todo está en orden! —escuchó las órdenes, altas y claras. Después, el sonido del dosel corriéndose.
— ¡No está, señor! ¡El hijo del gobernador!
— ¿¡Qué!? ¿¡Y a qué esperáis para encontrarlo!? ¿¡Acaso queréis que os cuelguen!? —rugió el superior.
— ¡Señor, esto parece parte de su ropa! —Jungkook intuyó que se refería a la prenda que había colocado intencionadamente en el balcón— Parece que lo han sacado por aquí, ha debido quedarse enganchado.
— ¡Pues bajad, rápido! ¡Buscad por toda la zona y perseguidlos hasta el puerto si hace falta! ¡Moveos o seré yo mismo quien os cuelgue!
Jungkook se pegó todavía más al biombo, conteniendo la respiración mientras escuchaba los pasos acelerados de los guardias sobre el suelo. Parecía que todos habían abandonado la sala. Aseguró el cuerpo de su acompañante sobre su hombro, dando un pequeño salto para cargarlo mejor antes de echar a correr por el pasillo.
Genial, tenía que llegar al barco antes de que lo encontrasen cerca de la playa o los atacarían.