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Chapter 4: Extra 2. Final

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Una promesa era una promesa. Y Mark siempre ha sido un hombre de palabra. 

 

Cuando el australiano puso pie en el podio, su mente por un momento logró olvidarse de Sergio, pero apenas la premiación terminó, su mente volvió a ser invadida con imágenes del mexicano, más específicamente con recuerdos y fantasías de lo que le haría apenas saliera de ahí y le pusiera las manos encima. 

 

Estaba emocionado, eufórico. La celebración en el podio, la celebración con el equipo, todo en su mente sucedió muy rápido, tan rápido que lo recordaba borroso. Tan solo unos meses antes, Mark habría buscado saborear cada uno de los segundos de esos momentos, el dulce sabor de la victoria, pero ahora era diferente. Ahora tenía a Sergio. 

 

No recuerda cómo, ni cuándo, pero cuando Mark llegó a su hotel, Checo estaba ahí, en el lobby, mirando algo en su celular. El australiano no gastó ni un segundo en prácticamente arrastrar consigo al más joven, con el corazón dando un salto cuando escucho a Sergio soltar una pequeña risita. 

 

Aunque Sergio por su parte estaba hecho un manojo de nervios. Aquella noche que pasó con Mark, se mentalizó y resignó que iba a ser cosa de una sola vez, que Mark no lo había visto como nada más que un desahogo, algo para entretenerse en el momento. Por eso se fue tan súbitamente aquella mañana, "no me puede correr si me voy yo primero", pensó. Y la parte de él que se sentía decepcionada cuando Mark no le buscó, murió temprano ese día en cuanto el Gran Premio de Mónaco terminó. Checo sabía que lo mejor era no ilusionarse, aún con las palabras de Mark, no significaba que el australiano sintiera algo por él, no debería permitirse ser usado. 

 

"Pero me escogió a mí.", Sergio pensaba, "Incluso si solo es para usarme, me escogió a mí." Eso no debería hacerlo tan feliz. 

 

El mexicano realmente no tenía ni idea que no era el único que se sentía así. 

 

La puerta de la habitación de hotel apenas se había cerrado cuando juntaron sus labios en un beso que no quedaba corto de desesperación por ninguna de las dos partes. Gimieron al unísono cuando sus lenguas se encontraron. 

A tropezones, entre manos curiosas y prendas siendo desordenadas, llegaron al sofá de la habitación. Mark sentado sobre este, y Checo sobre su regazo, las piernas del tapatío a sus costados. Mark amó sentir el peso del hombre sobre él. Rodeó al mexicano con ambos brazos, presionando sus cuerpos todavía más cerca, no dejando espacio ni para el aire mientras seguía besándole con pasión. 

Poco tiempo pasó cuando Sergio comenzó a removerse entre sus brazos, impacientemente buscando fricción, una pizca de alivio, suspirando sobre los labios del australiano cuando la encontró. Ambos podían sentir la necesidad del otro a través de sus prendas, Checo había estado duro desde que llegaron a la habitación, y Mark desde que vio al mexicano en el lobby del hotel. 

 

Mark cortó el beso para quitarle la camisa al hombre encima de él, pero se congeló cuando vio en su torso desnudo marcas tenues, desvanecientes. Esas no las hizo él. Eran la prueba de que Sergio había estado con alguien más después de su encuentro en Malasia. 

 

Y Mark odió todo al respecto. Su interior se incendió con celos, sus manos apretaron los costados de Sergio con más fuerza de la que pretendía, inconscientemente buscando dejar sus manos impresas sobre el cuerpo del mexicano. Sergio era suyo, ¿Cómo se atrevía alguien más a tocarlo? ¿Quién había sido? ¿Cuándo? Tuvo que haber sido reciente si las marcas no habían desaparecido completamente. ¿Checo lo disfrutó? ¿Lo disfrutó más que con él? ¿Lo había hecho sentir todo lo que Mark le hizo sentir? 

 

Sergio pudo notar como la mirada del australiano se oscurecía cuando vio su cuerpo, en confusión, Checo tuvo que bajar la mirada para saber qué estaba mal, sorprendiendose a sí mismo cuando notó marcas que había olvidado estaban ahí. 

Eran de cierto piloto alemán que probablemente era mejor no mencionar. Las cosas ya estaban suficientemente tensas entre los toros. 

 

Mark sintió las suaves manos de Sergio tomar gentilmente su rostro, separando sus ojos del cuerpo del mexicano antes de que Checo le besara suavemente, como en un intento de distraer a Mark de lo obvio, pero aquello no hizo nada para detener la posesividad del australiano. 

Sergio jadeó cuando Mark mordió su labio, las manos posicionadas en su cintura pasaron a su cadera, su corazón se aceleró.

 

— ¿Quién fue? — preguntó el australiano, su voz grave. Checo negó con la cabeza sin decir una palabra. — Cachorro. ¿Quién. Fue? 

 

Sergio, una vez más, no respondió, mientras empezaba a repartir besitos alrededor del rostro de Mark. En sus mejillas, su sien, su nariz, su mandíbula. Era un gesto dulce, honestamente. Aún si Mark sabía que era para distraerlo, no estaba muy lejos de funcionar. Cuando Checo empezó a bajar por su cuello y un suspiro se le escapó, Mark decidió jugar su juego. 

Con ambas manos en la cadera del mexicano, comenzó a mover al hombre encima de él, empezando un lento vaivén placentero para los dos. 

Checo comenzó a tirar de la camiseta de Mark hasta que se volvieron a separar solamente para quitar la prenda del camino. Mark rodeó con un brazo el torso de Checo, el contacto directo de piel con piel se sentía tan caliente que quemada, pero ambos lo adoraban. Sergio sentía que podría quedarse ahí para siempre, derretirse y disolverse sobre el hombre. 

 

Con una facilidad que sorprendió al mexicano, Mark los cambió de posición. Sergio sentado en el sillón y Mark de rodillas frente a él. El australiano no gastó ni un segundo en deshacerse de toda la ropa en el cuerpo del tapatío, hasta que quedó completamente desnudo ante él. 

Sergio le miró con sus grandes ojos marrones, expectantes, tan brillantes como siempre. Mark se tomó un momento para admirarlo, admirar su rostro tan bonito, juvenil, su piel bronceada, su cuerpo delgado pero firme, marcado dónde lo necesita y suave donde no. Sergio era hermoso, en toda la extensión de la palabra, Mark sentía su corazón acelerarse, como un adolescente, solo por pensar que alguien tan lindo tenía ojos para él. 

 

Posicionado entre las piernas abiertas del mexicano, Mark comenzó a dejar besos, chupetones y mordidas en la piel de sus muslos, con una mano acariciaba su cintura después de cada mordida, como para calmar el ligero pero bien recibido dolor, y con la otra rodeaba el miembro de Sergio, dando lentas caricias a lo largo de este, arrancando dulces gemidos de su garganta. 

Mark lentamente hizo su camino hasta llegó al agujero de Sergio, dónde comenzó a trabajarlo con su lengua, una de las manos del mexicano se disparó hasta la cabeza del australiano, enredando sus dedos entre sus mechones. 

Checo sentía su cuerpo entero cosquillear, mientras Mark lamía, chupaba, le embestía con la lengua, y le masturbaba al mismo tiempo, de las paredes rebotaban sus gemidos y jadeos. 

Cuando Checo sintió dos dedos entrar en él con poca resistencia, sus gemidos se volvieron más altos, sus piernas temblaban por la estimulación y el esfuerzo de mantenerlas abiertas. Pronto pudo sentir su orgasmo acercándose rápidamente, y la vista solo estaba acelerando el proceso. 

 

El nombre del australiano salía de los labios de Sergio como una plegaria, y Mark no se detuvo incluso cuando sintió el cuerpo de Checo tensarse y el placer del mexicano escurrir entre sus dedos. Fue solo cuando el tapatío lloriqueó y empujó su cabeza para alejarlo, abrumado con el sentimiento de sobreestimulación. 

Mark pasó su lengua por sus labios, saboreando sobre ellos a Sergio, mientras admiraba la vista ante él. ¿Cómo era posible que Checo se viera tan hermoso estando tan cerca de la ruina? Debería ser ilegal. 

 

La piel bronceada de Sergio parecía brillar por el sudor, su rostro enrojecido, su respiración agitada, marcas nuevas y viejas mezclándose sobre su cuerpo, y su propio semen manchando su abdomen. 

 

Mark se inclinó para besarle, antes de tomarlo en brazos estilo princesa y llevarlo hasta la cama. El cuerpo de Sergio era como una masa en manos del australiano, ligera y maleable a su gusto, dispuesto a todo, dócil, y entusiasta. 

 

Para el momento que llegaron a la cama, Checo ya le estaba mirando con necesidad otra vez, su energía repuesta en tan poco tiempo. La dicha de tener 20, Mark pensó, mientras soltaba una risita. 

 

— Quiero montarte. — le dijo Sergio, las palabras yendo directamente a la entrepierna del australiano. 

 

— Lo que tú quieras, cachorro. — le respondió, casi con adoración, mientras posaba suavemente al mexicano sobre la cama. 

 

Mark se deshizo del resto de sus prendas bajo la mirada atenta del tapatío. Sergio trazaba líneas invisibles a lo largo de todo el cuerpo del australiano, y por primera vez en su vida, sintió la necesidad de morder. 

Estaba acostumbrado, a tener marcas sobre él, le gustaba que la gente sintiera el impulso de reclamarlo, lo hacía sentir deseado, pero nunca antes había sentido él dicho impulso, jamás había querido reclamar a alguien, exigirle, marcarle como suyo. 

 

Hasta ahora.

 

Cuando Mark se sienta en la cama, después de haber acomodado unas cuantas almohadas contra el respaldo de la misma, Checo se permitió ceder ante el impulso, y comenzó a repartir besos sobre los muslos y torso del australiano, besos que se transformaron en chupetones, y chupetones que se transformaron en mordidas. Sergio tomó como señal positiva los suspiros y suaves quejidos que Mark empezó a soltar, quien tampoco le detuvo en ningún momento.

 

Mark por su parte se sentía en las nubes. Por fin un poco de reciprocidad. 

 

Cuando Checo se sintió satisfecho viendo su obra sobre la piel del australiano, se dispuso a besarlo, mientras encontraba su posición sentándose sobre su regazo. Mark ya le había dejado suficientemente mojado y preparado, con una mano alineó el miembro del australiano con su entrada, pero las grandes manos de Mark en sus caderas le detuvieron. 

 

— Usé protección. — se apresuró a explicar el mexicano. Mark alzó una ceja. 

 

— ¿Ah, sí? ¿No dejaste que el otro te cojiera a pelo? — las palabras de Mark salían envenenadas con celos. 

 

— No, solo tú. — dijo Checo mientras negaba con la cabeza, y plantaba un suave beso sobre los labios de Mark. — Solo tú, te lo prometo. 

 

Y no era mentira. Incluso durante su primer encuentro con Mark, Sergio se sorprendió a sí mismo cuando le pidió no usar protección. Él era alguien responsable, sabía cuidarse, pero con Mark era diferente, quería todo de él, absolutamente todo. 

 

Entonces Mark le permitió moverse, bajando su cuerpo poco a poco, dejando a Sergio tomarse todo el tiempo que necesite para acostumbrarse a la intrusión y tomar toda su longitud. Ambos gimieron cuando quedaron completamente juntos, una pequeña sonrisa embobada decoraba los labios de Sergio, su mente y cuerpo llenos solamente de Mark. 

 

Sergio no tardó en empezar a moverse, aún si sus músculos todavía pesaban por la intensidad de su primer orgasmo, comenzó su ritmo de arriba abajo, gemidos siendo arrancados de su garganta ante cada movimiento, sus manos se plantaron sobre el pecho de Mark por balance mientras las manos del australiano pasaban a su cintura, acariciando la piel de su torso y dejándole completa libertad a Sergio de moverse como le plazca. 

 

Gemidos y jadeos volvieron a llenar la habitación, a la par del sonido de piel chocando. Las piernas de Sergio comenzaron a arder debido al esfuerzo, y sus movimientos a volverse lentos, desordenados, fue entonces que Mark lo sostuvo firmemente y tomó el control, embistiendo hacia arriba, rápido, fuerte. Checo movía su cadera buscando el ángulo que le permitía a Mark golpear el punto que lo hacía ver estrellas, sus uñas se clavaron sobre la piel del australiano, y su espalda se arqueó cuando Mark dió de lleno contra su próstata, golpeando sin piedad aquel lugar una, y otra, y otra, y otra vez. 

Sus ojos se cerraron con fuerza cuando su segundo orgasmo golpeó repentinamente, con el doble de intensidad que el primero. Tan perdido estaba en su propio placer que no notó que Mark había salido de él, con una mano apretando la base de su pene para evitar correrse. 

 

Un sonidito roto de confusión fue emitido por Checo, en el momento que volvió sobre sí, estaba esperando sentir el semen del australiano en su interior, escurriendo sobre sus piernas, pero solo recibió un golpe de decepción. 

 

— ¿Mark? ¿Por- 

 

— Después de lo que hiciste, — interrumpió el mayor. — ¿crees que te lo mereces? — Mark pasó la punta de sus dedos sobre las marcas ajenas en la piel de Checo, para enfatizar su punto. 

 

Checo sintió su corazón acelerarse, emoción y nerviosismo invadiendo su sistema a la par. 

 

— Te rehusas a decirme quién es, por lo tanto debe ser alguien que conozco. — razonó Mark. — Alguien que todavía me mira a la cara, después de ponerle las manos encima a lo que es mío. 

 

Un sonidito se le escapó a Sergio, las palabras le Mark le habían provocado un escalofrío placentero que en segundos lo tenía ansioso por tener al hombre dentro de él una vez más. Suyo. Mark lo estaba reclamando como suyo. 

 

— Y tú. — continuó Mark, con sus dedos sosteniendo suavemente el rostro del mexicano. — Ni siquiera puedo molestarme contigo. 

 

— No lo volveré a hacer. No habrá nadie más aparte de ti. — prometió Sergio, haciendo al mayor sonreír. 

 

— Bien. 

 

Fue entonces que Mark se dió cuenta que definitivamente ya no había vuelta atrás. Había caído completa y absolutamente por Sergio. Probablemente debería analizar de dónde venían esos sentimientos, cómo es que una emoción tan intensa se formó en él así de repentinamente. Pero eso era problema de Mark del futuro, no tenía cabeza para introspección cuando tenía a Sergio frotándose contra su miembro y mirándole tan necesitado. 

 

Ya qué diablos. Mark atrajó a Checo hacía él, besándolo antes de invertir sus posiciones, dejando al mexicano recostado sobre la cama y a Mark encima de él, el australiano rápidamente colocando las piernas de Sergio sobre sus hombros, para luego volver a entrar en él y comenzar a embestir, buscando su propio placer, Mark se permitió ser un poco egoísta. Aunque Checo también lo estaba disfrutando, su cuerpo se sentía mil veces más sensible de lo usual, probablemente a raíz de sus orgasmos anteriores. Debía admitir que estaba cerca de su límite, todo con Mark se sentía muy intenso, sus extremidades pesaban, sus músculos ardían, incluso podía sentir su garganta ligeramente rasposa por tantos gemidos y jadeos que salían de ella. 

 

De alguna forma, se sentía como si Mark se lo estuviera comiendo vivo. Y le encantaba. 

 

Sergio agradecía ser flexible cuando el australiano casi lo dobla a la mitad al inclinarse para esconder la mirada en la curva de su cuello, sus manos se aferraban a las sábanas con la poca fuerza que le quedaba, y las de Mark a sus muslos para mantener la posición; quemaban. 

 

— ¡Mark! — exclamó Sergio cuando el nombrado volvió a golpear de lleno aquel abusado punto que lo derretía. 

 

Fue cuestión de un par de embestidas más para que Checo alcanzara su tercer orgasmo del día, golpeándolo con tal intensidad que por un momento genuinamente pensó que se iba a desmayar, el aire le faltaba, su cuerpo temblaba con hipersensibilidad, pero Mark continuó sus embestidas, persiguiendo su propio orgasmo hasta que sus movimientos se volvieron desordenados, y sus dientes se clavaron con fuerza, en lo que parecía ser un instinto primitivo, sobre el hombro del mexicano, arrancando de él un quejido, hasta que finalmente, liberó su placer dentro de Sergio. 

 

Mark se levantó solo lo suficiente para ver a Checo a la cara, sus ojitos marrones le miraban, entre lágrimas y corazones, con satisfacción. 

Con sus últimos esfuerzos, se colocaron en una posición más cómoda. Ambos estaban demasiado cansados para hacer algo sobre sus cuerpos sudorosos y pegajosos, después se encargarían de eso. 

 

Mark notó como Checo luchaba por mantener los ojos abiertos, el cansancio alcanzandolo al fin. 

 

— Checo. — le llamó el australiano, y Sergio sólo musitó un "¿Mm?" en respuesta. — Quédate esta vez. Por favor. 

 

Aquello hizo a Sergio mirar a Mark. El mexicano debía admitir que le había tomado por sorpresa tales palabras, pero todavía más lo increíblemente vulnerable que Mark se veía en ese momento. 

 

Sergio asintió. — Está bien. 

 

Fueron las últimas palabras que se escucharon, antes de que ambos hombres volvieran a acurrucarse y finalmente se permitieran descansar. 

 

 

[...]

 

 

La mañana siguiente trajo consigo una charla muy muy larga, donde ambos aclararon las dudas y los malentendidos y decidieron, oficialmente, volverse una pareja.

 

Sabían que no iba a ser fácil, ni por sus trabajos, ni por la diferencia de edad, ni por el ambiente tan cerrado del mundo en el que vivían, pero querían intentarlo.

 

"Así termine mal, jamás me arrepentiré de haber estado contigo.", había dicho Mark aquella vez. 

 

Y por suerte para ambos, no terminó mal. Ahora se encontraban celebrando su cuarto año juntos. 

 

Su relación no era pública (no necesitaban ni querían lidiar con mil reporteros haciendo las mismas preguntas y ojos prejuiciosos puestos sobre ellos en todo momento), pero tampoco era exactamente un secreto. Sus amigos y familiares sabían, Fernando fue el primero en enterarse, y el primero en mostrarles apoyo incondicional al respecto. Ambos se alegraban de tener tan buenos amigos.

 

Con el paso de los años, Mark había dejado de llamarle "cachorro", y ahora le llama "amor".