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Guardó sus recuerdos dentro de cajas de madera que fueron atacadas por la polilla, alistó sobre el barco sus conocimientos y preparó la valentía que debe portar cualquier pirata que se atreve a navegar sobre las aguas del mar rojo. Conocía las leyendas, mas no le importaban, su espada atravesaría todos los corazones de cuantas sirenas o tritones osaran querer seducirlo para matarlo; así que sin que importara nada, marchó, lleno su barco de cosas necesarias e ignoró a quienes dijeron que las aguas prontas a visitar se tiñeron de carmesí permanente debido a la sangre de todos los piratas que perecieron allí. Él era Madara Uchiha, y no temería a los peligros del mar.
Nadie quiso acompañarle y le tomó varios días alcanzar el comienzo del mar tan temido, no hubieron hasta ese punto más amenazas que los pocos otros piratas que se encontró en el camino y cuyos barcos desviaron el rumbo tan solo por observar la bandera que orgullosa se alzaba sobre su barco; Izanami, su navío poderoso, nunca habría de saborear la derrota provocada por otros simples humanos y mortales.
Sucedió sobre la noche que marcó el inicio del segundo mes en altamar, Tsukuyomi que había previsto el mal que se avecinaba decidió alejar de él su vista y oscureció a la luna con eso; solo las estrellas y la luna opaca lo acompañaron esa noche.
—Madara Uchiha —lo llamó una voz encantadora y suave, armoniosa como mil flores de jazmín. Él lo ignoró, sabía que no podría una voz tan hermosa pertenecerle a otro ser más que a ese que perdería la cola si decidía continuar. —Madara Uchiha —repitió.
No podía engañarse con absurdas mentiras, nunca su nombre había sido más bellamente pronunciado sino hasta que la voz de él había osado a hacerlo; sin embargo, no permitió que eso le arrebatara su fortaleza, y aunque las piernas temblaron y el corazón quiso flaquear, le continuó ignorando, pero no fue por demasiado tiempo, pues era esa una criatura orgullosa y terca que no permitiría ni perdonaría ser ignorado, y obligó a Madara a voltear hacia él su vista cuando agitó las aguas al paso de su cercanía con Izanami.
El cabello de chocolate amargo le flotaba por los pocos vientos de esa noche oscura y bailaba elegante sobre la superficie roja del mar, no fueron necesarias más estrellas en el cielo para que en sus ojos marrones se mostrara la ira generada debido al primer navegante que se le resistía, y el pecho desnudo hizo que Madara se preguntara si acaso no debían ser todas las sirenas mujeres de belleza frágil; porque ese frente a él no era femenina y menos frágil, él tenía el cuerpo de un guerrero.
—Madara Uchiha —repitió una vez más, fingiendo la dulzura y el encanto propio de las leyendas sobre su especie —acércate, no tengas miedo.
Y para sorpresa suya, Madara lo hizo, se acercó hasta la proa con paso decido y firme que no dudo en un solo segundo de ir hasta él; mas Uchiha no tenía intenciones sumisas ni enamoradas y el filo de su espada le rozó la cara. Hashirama gritó más por la ira que por el dolor, pero permitió ser derrotado tan fácilmente, mostró su propia espada que había mantenido oculta hasta ese momento y chocó sus hojas para defenderse de otro corte; sorprendió a Madara grata e intensamente, con la satisfacción nacida ante un oponente que no desvía su camino ante él y que, además, manejaba su espada con maestría.
Lucharon el tiempo suficiente para hacer que sus sangres contribuyeran al rojo del mar, y antes de poder derrotarse, Tsukuyomi se había apartado para permitir el nuevo día ingresando bajo el mando de Amaterasu.
—Eres bueno para ser un tritón —Madara dijo mientras trataba de regular la propia respiración, no podía comprender cómo era que él estaba tan agotado y esa criatura frente a él lucía tan bien como una noche fresca.
—Gran idiota —insultó —¿es que acaso creíste todas esas historias ridículas?, no todos somos féminas y ni uno solo es dulce ni encantador.
—Ya lo veo —Madara dijo —¿es esta tu forma verdadera?
Hashirama lo miró con enojo ante esa pregunta. —También creíste que éramos criaturas monstruosas, ¿no? Esta es mi forma verdadera.
—No es mi culpa que se hayan ganado esos títulos a base de asesinar a todos los que son como yo.
Y Hashirama había quedado sin poder defenderse, él tenía razón, así que solo había mirado molesto hacia un lado, y luego de un bufido había permitido que el agua se lo tragara y se alejó. Madara volvió a sus tierras con la buena historia de haber logrado sobrevivir a un tritón y las leyendas que sobre él se crearon no solo le ganaron más el temor y el respeto de otros, sino que llegaron hasta los oídos de Hashirama.
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Quizás había transcurrido más de un año desde esa vez en altamar, y aunque decidió descansar de los mares, ahora volvía a adentrarse en ellos. Partió con las primeras horas de la madrugada y aún muy cerca de su casa, algo le golpeó a Izanami con fuerza; desenvainó la espada y se preparó para la batalla.
—Un año ¡no! Más que eso —Hashirama le gritó enojado, apareciendo por la proa. Madara se había sorprendido grandemente.
—¿Hashirama?, ¿qué haces por aquí?, estás muy lejos de tu casa.
—Qué tonto eres —sonrió —vine por ti.
—¿Qué dices, criatura? —dijo, apuntándole con su espada, pero Hashirama solo había rodado los ojos, y luego, sin darle tiempo a pensar o reaccionar lo había tomado por la camisa y obligado a agachar el cuerpo en su dirección.
—Así —le aclaró con un beso robado sobre la boca que dejó al pirata paralizado durante un momento, nunca nadie se había atrevido a tanto como ese tritón frente a él, lo había intentado engatusar, después matar, y por ahora enamorar; y como adoraba la valentía, había reaccionado para hacer ese beso más largo.
Hashirama cambió de mar por él, Madara abandonó la tierra por él.