Chapter Text
Esp.03
Tiempo: Segunda temporada, capítulo 11
Los paladines de voltron tuvieron que superar difíciles misiones para lograr su objetivo y obtener los recursos necesario y así poder construir un teludav, un aparato sumamente poderoso que era crucial para detener, de una vez por todas, al emperador Zarkon.
Ya con ayuda de los Olkari y Slav, una mente brillante que rescataron de una terrible prisión, finalmente podía ver sus planes materializarse frente a sus ojos; en el planeta de los ingenieros naturales, el teludav tomaba forma lejos de la mirada de sus mortales enemigos.
Los paladines ayudaban cuanto podían, fuera participando, resolviendo problemas o con mano de obra. Fuera lo que se necesitase, el proyecto era prácticamente un hecho.
Eso daba tiempo para enfrentar asuntos… más personales.
En el momento en que fue turno de Shiro de supervisar las obras en la soledad de los balcones de los Olkari, Keith finalmente decidió que no podía posponerlo más. Aprovechando la oportunidad, el paladín rojo se aproximó a su líder.
–¿Shiro? –lo llamó éste con suavidad y con duda en su voz.
–Los olkari han avanzado en más del cincuenta por ciento de la producción en tan poco tiempo –comentó Shiro muy satisfecho en lo que observa de cerca desde la baranda –. El teludav quedara listo más pronto de lo que imaginábamos.
–Esas son buenas noticias.
–Son excelentes –agregó el líder finalmente volviéndose en dirección del recién llegado –. La pregunta ahora sería, si estamos listos para enfrentar cara a cara a Zarkon.
–De eso quería hablarte… –musitó Keith de nuevo dudando. Las palabras murieron en su garganta, incapaces de salir.
El paladín rojo no fue capaz de esconder su dualidad emocional en su lenguaje corporal, causando la preocupación de su líder.
–Keith ¿Qué sucedes?
¿Qué no sucedía últimamente con sigo mismo? No pudo evitar pensar Keith. Había tantas cosas en su mente, en su vida, que no tenía idea como empezar. Se sentía abrumado por la verdad y los hechos, que creía que necesitaba más que el apoyo incondicional de sus compañeros.
Necesitaba a Shiro… sobre todas las cosas.
–¿De verdad crees que estoy listo? –soltó Keith finalmente.
–¿De qué hablas?
–A que no soy del todo un ser humano –dijo el paladín rojo más tajantemente, dejando a un lado sus miedos internos y dando la cara su líder, mejor amigo y amor de su vida –. Soy galra… o al menos un parte de mí lo es. Y después de todo lo que hemos visto y han hecho… ¿sigues opinando lo mismo que me dijiste en el león negro? Que puedo ser un líder, que puedo estar a cargo.
–Keith, primero, ante todo –señaló Shiro con determinación dando un paso hacia adelante –, ser o no galra, no te define…
–Pero importa…
–A mí no, ni los demás… –Shiro dio otro paso.
–A Allura, sí.
–Allura… –alzó la voz el paladín negro, pero se detuvo de inmediato. Masculló algo para sí mismo antes de dar un paso más hacia adelante –. ¿Por qué ahora preguntas eso?
Keith no respondió, solo desvió la mirada del hombre que tenía a un palmo de distancia. Podía sentir la mirada penetrante de él sobre sí, pero incapaz de mantenerla.
–Cuando lo mencione la primera vez, no parecías interesado –dijo Shiro –. ¿Por qué ahora te importa?
Keith continuó mudo.
–¿Qué ocurre? –le preguntó Shiro posando sobre sus hombros sus manos, dejando caer sobre Keith le peso metafórico de lo enfrentaba, de esa lucha mental que lo había atormentado por días.
–Porque necesito que lo digas –finalmente respondió el paladín rojo aun desviando la mira a sus pies –. Estamos a punto de ir a una batalla decisiva y no tenemos ni la más remota idea que sucederá.
–Keith, no…
–No podemos asegurar que regresaremos todos con vida… –el paladín rojo apretó sus puños.
–Eso no…
–Realmente necesito escuchar que lo digas… –soltó Keith tajantemente levantando finalmente la mira. Sus ojos llameaban con la misma pasión que siempre, a pesar de la indecisión dentro de él – creas en ello o no.
La expresión de Shiro se volvió hermética en lo que la mirada de uno se perdía en la del otro. Después de angustiantes segundos para Keith, Shiro formó una leve sonrisa en sus labios en lo que llevaba sus manos al rostro del paladín rojo.
–No importa cuál es tu origen y lo que seas – le dijo éste suavemente –, yo sé quién eres. Eres Keith… nuestro Keith, mi Keith. El niño que entró a mi vida y la cambio para siempre. Te conozco mejor que nadie, por ello se de lo que eres capaz y estoy convencido que tienes las aptitudes para convertirte en un excelente líder.
A pesar de ir en contra de sus deseos y su autocontrol, las lágrimas comenzaron a brotar de los ojos Keith. Apretó su rostro contra el pecho de Shiro, fuera por vergüenza o afecto o ambas, no estaba seguro, pero finalmente pudo dejar ir esa inseguridad en sí mientras los brazos de su líder lo rodearon para consolarlo.
–Se que lo lograras –le dijo Shiro en un susurro al oído.
–Gracias –respondió a su vez Keith.
–Siempre estaré para ti.