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El Prometido

Chapter 3: La promesa

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Después de algunos meses de fiestas y reuniones entre las familias, los dos chicos por fin comenzaron lo que se podía decir que era una amistad.

John percibe a Vincent como un niño algo inmaduro que intenta verse superior ante los demás. Tiene sentido tomando en cuenta su linaje, pero prefiere pensar que es porque todavía es muy joven. Por otra parte, Vincent piensa que John es demasiado cerrado sobre sus sentimientos. Claro, no espera que le cuente todo lo que siente, pero le extraña que ni siquiera exprese sus inconformidades. Aún y con todo esto, ambos han encontrado la forma de complementarse.

Ahora mismo ambas familias se encuentran en los preparativos para el cumpleaños número once de Vincent. Los Gramont se quedarán unos días en el territorio de la Ruska Roma con el fin de celebrar y aprovechar para tratar negocios. Además, el Marqués está preocupado porque su hijo no ha presentado su casta aún. Lo normal es que las presentaciones ocurran entre los ocho y los trece años de edad, y en la nobleza suceden incluso en edades más tempranas. Es por ello que la convivencia es beneficiosa para acelerar el proceso.

Si Vincent llegara a presentarse podrían elegir entre alguna de las siguientes opciones. La primera es que le den supresores y lo mantengan encerrado en una habitación durante el ciclo de celo, y la segunda es que el omega lo acompañe durante esos días. Esto último porque nobleza incita a la experimentación temprana; dentro de su cultura simboliza “madurez” y otras supersticiones. Por ello el Marqués le propuso la segunda opción a La Directora, cosa que rechazó rotundamente. La Ruska Roma consciente relaciones entre jóvenes, pero Vincent era un niño y John un adolescente, por lo que sería una experiencia bastante incómoda para ambos. Después de aclarar ese punto las preparaciones siguieron hasta que por fin llegó el día en el que recibirían a la familia Gramont.

—Bienvenidos a la Ruska Roma —dijo La Directora mientras sonreía. 

No era la primera vez que visitaban el territorio, pero sí era la primera vez que lo hacían para asistir a una fiesta que no era organizada para la familia rusa. Los preparativos y el salón principal se veían espectaculares, y los arreglos florales le daban un toque más fresco al lugar. Todavía faltaban horas para recibir a los invitados, pero era importante que la familia del Vincent viera todo y lo aprobara antes de comenzar la celebración.

—¡John! —dijo Vincent acercándose al omega. Lucía muy emocionado por todo a su alrededor, después de todo era un niño celebrando su cumpleaños.

—¡Vincent! Feliz cumpleaños —le respondió en un tono más bajo pero intentando imitar su emoción. ¿Estaba feliz? Sí, pero le costaba expresarse a veces.

—¡Gracias! Estoy feliz de estar aquí contigo —lo abrazó fuerte y se volvió una escena enternecedora. El pequeño Vincent era conocido por ser impulsivo, pero no lo hacía con malicia, aún no tenía una razón para ser así.

Los adultos rieron por la escena y les indicaron que tenían que continuar caminando. La Directora dejó que Vincent se quedara en el cuarto de John solo porque sabía que el personal siempre estaría en los pasillos, atentos a cualquier emergencia. Además, tuvo “la charla” con su hijo sobre qué hacer si Vincent se presentaba, así que no le preocupaba mucho eso. Ambas familias los dejaron solos para que convivieran antes de la fiesta.

John le dio un recorrido por su biblioteca personal y luego se acostaron en la cama mientras hablaban de temas variados, entre ellos las castas. 

—Pero no entiendo. ¿Significa que solo si me presento podremos casarnos? —Vincent sabía la respuesta, pero quería escucharla de John.

—Sí, sé que suena mal pero así funcionan las cosas para nosotros —hizo una pausa y se giró para quedar de lado mirando a Vincent—. Pero no te preocupes, estoy seguro de que serás un alfa, está en tu sangre.

—¿Tu crees? ¿Pero y si no lo soy? —le dijo mientras se giraba para quedar cara a cara con el omega—. ¿Seguiremos juntos incluso si me presento en otra casta? —preguntó genuinamente.

—Hmm… —no sabía qué decirle exactamente. Podía mentirle pero no serviría de nada, así que suspiró y le respondió con franqueza—. No, no podríamos estar juntos —dijo mientras bajaba la mirada intentando no hacer sentir mal a su prometido.

Era algo que ya sabía, era consciente de lo que implicaba el matrimonio arreglado, pero hasta ahora había intentando no pensar mucho en eso. Fue más difícil escucharlo directamente de John.

—Entonces si no me presento antes de los catorce ya no podremos estar juntos… —dijo mientras lo pensaba y lucía cabizbajo. 

John sabía que era difícil para alguien como Vincent admitir eso, porque aunque fingiera indiferencia ante los demás, él seguía siendo un niño sentimental.

—¿Sabes? No es algo malo ni es tu culpa. Además, hoy es tu cumpleaños y estamos aquí juntos. Vamos a enfocarnos en eso y no pensar en lo demás. ¿Está bien? —le dijo con una sonrisa sincera. Le costaba consolar a las personas, pero con Vincent parecía que podía decir lo primero que saliera de su mente y aún así estaría bien.

—Suena bien, pero quiero que me prometas algo —le dijo ya más animado mientras se incorporaba y se sentaba en la cama.

—¿Qué cosa? —lo miró curioso e imitó su acción para sentarse también.

—Que no me abandonarás.

—¿Cómo? ¿A qué te refieres? —le preguntó confundido.

—Sí, después de presentarme como alfa ya no hay vuelta atrás —hizo una mueca reflexionando lo que dijo—. Faltan años para nuestra boda, pero quiero asegurarme de que estarás ahí conmigo, y que pase lo que pase nos tendremos el uno al otro —le dijo ahora en un tono más serio y viéndolo fijo a los ojos.

John no lo había pensado bien hasta ese momento, pero era cierto. Una vez que Vincent se presentara ya no tendría escapatoria. No es que fuese muy rebelde respecto al matrimonio arreglado, pero todo lo que implicaba casarse con una persona prácticamente desconocida le hizo reflexionar.

Básicamente no tendría muchas elecciones en el futuro; sería un esposo trofeo, tendría los hijos que su prometido quisiera, entre otros. 

—¿John? —le habló Vincent algo consternado.

—¿Ah? —volvió en sí y miró a su prometido—. ¡Ah! Lo siento, estaba en las nubes…

—¿Oh? No te preocupes, está bien, no es algo extraño en ti —le dijo con una risita como si fuera lo más adorable del mundo—. Pero estoy esperando tu respuesta —lo miró fijamente otra vez.

—Sí, lo siento —dijo el omega riendo bajito por la vergüenza—. Hmm… —pensó bien su respuesta y le sostuvo la mirada antes de contestar—. Creo que el matrimonio es algo importante en nuestra dinámica, y al igual que tú quiero que estemos juntos el mayor tiempo que podamos —hizo una pausa e inhaló antes de hablar—. Así que, Vincent Basset de Gramont, sí, prometo no abandonarte —dijo al fin. Una luz se iluminó en los ojos del otro, jamás lo había visto así de feliz.

—Y yo —dijo el otro con su ánimo todavía presente—. Prometo no abandonarte, John Wick.

Entre la euforia del momento Vincent se acercó para abrazarlo, era una acción sincera y llena de sentimientos. John le devolvió el abrazo y trató de que este durara la mayor cantidad de tiempo, ya que sabía que sería algo especial para ambos. O bueno, quería convencerse de que lo era para los dos.

La realidad es que en ese momento John Wick comenzó a recibir una ráfaga de pensamientos sobre lo que acababa de ocurrir. Las castas, el matrimonio, la promesa, los sentimientos, todo era tan confuso. Por primera vez el omega experimentó sentimientos fuertes, pero no eran los que esperaba; en su interior solo pudo sentir miedo, duda e incertidumbre.