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Compartir mi corazón me está destrozando

Summary:

Kim Dokja intenta controlar su expresión, pero está tan confundido.

Yoo Joonghyuk parece querer suspirar. Quiere hacerlo, por culpa de este hombre tan estúpido.

Kim Dokja, a pesar de que lo entiende, tampoco lo hace. Es una paradoja. Algo que tanto odia.

Pero no puede odiar a Dokja.

O: Yoo Joonghyuk no se acostumbra a las noches suaves, hasta que está seguro de que lo son.

Notes:

sabes que estás jodido cuando te pones a llorar con una escena mental como esta mientras te estás duchando a las 2am (yo)

anygays, no le hagan como Joonghyuk; si tu crush siempre está tratando de morir, HUYE

Título sacado de la canción Softcore - The Neighbourhood

(See the end of the work for more notes.)

Work Text:

Está oscuro. Ese es el primer pensamiento que llega, más allá del rápido instinto donde busca ubicarse antes de que algo lo tome por sorpresa. Afortunadamente, aunque ha pasado bastante tiempo viviendo bajo la sombra de la incertidumbre y la muerte, es fácil relajarse cuando puede reconocer el papel tapiz del techo de su dormitorio. Los tonos claros, parecidos a un cielo en la mañana (incapaces de dejar ver las estrellas), le recuerdan que está en casa; le recuerdan que no hay necesidad de levantarse a toda velocidad ni de buscar su espada para luchar por su vida contra alguna existencia por encima de él. Le recuerdan que está en su habitación, en su cama, en un mundo que ha alcanzado el final de la guerra, y que puede finalmente vivir en suficiente paz como para poder volver a cerrar los ojos y entregarse a la tranquilidad de una noche sin sueños.

Excepto que no es suficiente relajarse para volver a dormir. Un sentimiento incómodo sube desde sus tobillos hasta asentarse en su pecho, y antes de que pueda apartarlo, se ha instalado en su pecho y casi, casi podría considerarse culpable a sí mismo de acunarlo. No a propósito, pero por una razón que no puede comprender en mitad de su letanía.

Un suspiro bajo sale de sus labios. Sus manos suben a su rostro, sus dedos con callos apretando sus párpados hasta que puede ver manchas detrás de sus ojos. El sueño lo abandona de manera muy cruel, dejándolo en un estado agonizante entre el cansancio y la ansiedad. Quiere volver a dormir, pero sabe que será imposible. Esta no es la primera ni la última vez que tendrá que lidiar con esta situación.

Se muerde el interior de la mejilla y se remueve. No hay una manta para cubrirse, la ha pateado por calor, posiblemente entre sueños. Pero tampoco tiene frío para ir a buscarla otra vez, así que sólo se queda allí, los minutos suficientes para que el interior de su cabeza deje de martillear con la idea de que no está seguro, hay algo mal, tiene que moverse, tiene que correr, correr, correr antes de que...

Siente un movimiento a su lado, lo que le hace detenerse abruptamente antes de que termine de sentarse. Sus brazos se tensan sobre el colchón y mira hacia su costado, recordándose a sí mismo la otra presencia que lo acompaña. Sus ojos no necesitan acostumbrarse a la penumbra. Desde el principio, todos sus sentidos han estado lo suficientemente despiertos como para reconocer a la persona que tiene durmiendo a su lado, pero todavía se siente como una sorpresa saber que está allí.

Kim Dokja se da la vuelta. No está durmiendo. Yoo Joonghyuk no había notado eso, su respiración no había sido irregular y no se había movido de manera sospechosa. Le había estado dando la espalda al dormir, pero ahora está mirándolo. Los ojos negros, incrustados de estrellas (lo que le recuerda, de nuevo, sobre el mundo en destrucción que ya debería dejar de recordar), observan fijamente al antiguo regresor. La expresión de Kim Dokja es tranquila, pero eso es lo más escalofriante, porque un Kim Dokja sin alguna expresión sólo le recuerda a las traumáticas situaciones donde no habían opciones buenas.

Ahora, sin embargo, tienen opciones. O, mejor aún, no necesitan tenerlas, porque ya no existen situaciones que requieran que tomen decisiones peligrosas.

Pero Yoo Joonghyuk apenas ha podido dejar atrás el hecho de que ya no viven en el apocalipsis y que pueden dormir a salvo, así que no se le puede culpar cuando su corazón comienza a golpear dolorosamente contra su caja torácica, mientras sus músculos se preparan para saltar a una batalla.

—Estás haciendo una cara aterradora —es lo primero que dice Dokja entre el silencio, y su voz ni siquiera es un susurro. Este hombre probablemente nunca ha sido lo suficientemente considerado como para pensar en alguien más que en sí mismo, como si no le importara perturbar la paz de otras personas.

(O, tal vez, sólo tal vez, conoce lo suficiente a Joonghyuk como para saber que lo que menos necesita Joonghyuk es la suavidad de un murmullo tranquilizador, porque esas cosas no son más que condescendencias inútiles y muestras de lástima hacia un animal herido que no busca consuelo.)

Antes de que Yoo Joonghyuk pueda terminar de hacer una mueca de enojo por el comentario innecesario, Kim Dokja está sonriendo; no una de sus sonrisas de mierda, las que están para molestar, o las que pone cuando está a punto de provocar algún tipo de trauma en sus allegados, ni siquiera tiene la burla común que suele mostrar cada vez que busca molestar a su irritable compañero.

Es más suave. Como la que le da a los niños para consolarlos, pero sin llegar a ser grosero sólo por la diferencia. Es extraño, en el mejor de los casos. Ridículo en el peor.

Pero es lo mejor que los ojos de Joonghyuk pueden observar en este momento.

—¿Pesadillas? —pregunta entonces Kim Dokja, volviendo a tomar la palabra para llenar el silencio que casi se vuelve a formar entre ambos. Con menos cuidado que Yoo Joonghyuk, se sienta en la cama, empujando las mantas hasta sus piernas. El movimiento llama la atención de Joonghyuk, haciendo que corte el contacto visual.

—No —responde entonces Joonghyuk, con una especie de gruñido, su voz ronca por las pocas horas de sueño. Desvía la vista hacia el otro lado de la habitación en el momento en el que siente la mirada de Dokja siendo demasiado insistente, y se pregunta si sería buena idea simplemente levantarse e ir a la cocina para preparar alguna comida. Una idea patética, pero el plan de ir a practicar con la espada en el patio es mucho peor, sabiendo que podría molestar a alguien de la casa, o incluso a los vecinos.

—¿Seguro? —insiste Kim Dokja, tildando un poco la cabeza. Se ve innecesariamente curioso, lo que amarga un poco más el humor de Yoo Joonghyuk y hace que mire a la constelación de manera peligrosa. Dokja levanta las manos en señal de paz—. Está bien, está bien. No pongas esa cara, sólo estaba curioso...

—Incluso si tengo pesadillas, eso ya no es motivo para que muestres preocupación —declara Joonghyuk, con un tono demasiado arisco, lo suficiente como para hacerlo sentirse ligeramente mal después de escucharse a sí mismo. Podría excusarse con varias cosas (la falta de sueño, los recuerdos, el remordimiento y la sensación constante de estar en una cuerda floja), pero sabe que sólo está siendo una mierda, actuando antes de pensar. No le hace sentir nada bien.

Es especialmente malo cuando ve a Kim Dokja asintiendo, tarareando, mordiéndose la lengua y desviando incómodamente la mirada. Es como si estuviera aceptando un rechazo directo, y no es lo que Yoo Joonghyuk ha estado intentando conseguir. Este bastardo de ojos estrellados es tanto una bomba de tiempo como lo es Joonghyuk, y una reacción como esta es como el presagio de lo malo que podría suceder al día siguiente.

Lo sabe porque no es ajeno a sentirlo.

Dokja abre la boca, dejando salir lo que parece una risa y un bufido. No es feliz en lo absoluto.

—Volveré a dormir.

Su declaración es sólo eso, una declaración. Pero Yoo Joonghyuk siente un golpe directo en el pecho y el miedo se vuelve en su sangre tornándose fría como el río Han. Demasiadas memorias vuelven a acumularse, no de las vidas pasadas que ha tenido que sufrir por milenios, sino de una sola, que apenas ha sido una mota de polvo entre todo; y aun así, pesa mucho, muchísimo más que la idea de la existencia eterna en agonía.

O bien podría ser lo mismo. Podría vivir eternamente en agonía; pudo haber vivido eternamente en agonía, en el momento en el que había visto a Kim Dokja durmiendo para siempre, sin la posibilidad de volver a despertar. El Sueño Más Antiguo, destinado a simplemente—

Es únicamente esa idea, la de Kim Dokja volviendo a morir en vida por siempre, lo que hace que se mueva rápidamente para aferrarse a él; sus grandes manos sujetan los hombros del otro hombre, deteniéndolo antes de que decida volver a recostarse contra la almohada.

Kim Dokja abre los ojos con sorpresa y lo vuelve a mirar. Y debe ver algo en la expresión de Yoo Joonghyuk que el propio hombre no puede ver (no mientras siente su existencia volviéndose en algo parecido a miel desechada desde sus oídos y tornándose más insignificante de lo que ya era; un personaje que podría ser desechado y haberlo perdido todo si no tuviera a alguien que lo adorara con su entera devoción), que no podría ser más que espantoso (y, en realidad, él ha tenido demasiada suerte hasta ahora, ¿no es así?), porque Dokja está haciendo esa expresión.

La que parece llena de dolor.

(No es más fácil vivir sin un muro que lo oculta tristemente de su propia esencia.)

—No... —Las palabras se traban en su garganta antes de que pueda decirlas, y su cerebro no coopera para encontrarlas. Hace tanto tiempo que Yoo Joonghyuk ha perdido la capacidad de hablar con algo más que la pura rabia y el enojo. Y la desesperación que, aunque es algo a lo que está acostumbrado, nunca ha sido un buen detonante para sus intentos de comunicación.

Sus dedos se aferran a la gastada camisa de Kim Dokja, la que usa para dormir. La tela es suave, podría romperse si aprieta un poco más, pero no llegaría a lastimar a Kim Dokja. Él es una constelación, después de todo, y ha visto el final de miles de mundos y está por encima del propio entendimiento. Es una criatura mucho más poderosa de lo que alguna vez alguien podría imaginar.

Y es por eso mismo que Yoo Joonghyuk siente que el miedo (¿hace cuánto que no siente tal terror? Casi lo ha olvidado, pero parece que nunca va a dejarlo atrás por completo) y la incertidumbre (oh, allí está de nuevo, caminando sobre un hilo— ni siquiera una cuerda— por encima de un abismo que mira y que le devuelve la mirada y se burla de él) abordando cada rincón de su cuerpo. Es una realidad, se promete, se recuerda, que Kim Dokja podría sólo, simplemente, en un respiro, sólo— irse.

Kim Dokja, que no está hecho para nada, que está para todo, podría abandonarlo.

Podría— lo ha hecho— morir y vivir y morir y vivir y desvanecerse.

Yoo Joonghyuk ha sido creado como la existencia más solitaria del mundo, pero no puede concebir la idea de volver a perder a Kim Dokja.

Así que se aferra. Se aferra de nuevo, y otra vez. Sus dedos no sueltan y trata de hablar una vez más. Porque esa es su esencia; intentarlo de nuevo, y de nuevo, y de nuevo, una y otra y otra vez y—

(¿No eres un maldito hipócrita? Muriendo. Retrocediendo. Volviendo a vivir. Es lo mismo que Dokja; pero Dokja no lo empieza todo de nuevo, Dokja sólo asume las consecuencias mientras sonríe y eso, sinceramente, es bastante desagradable.

Son unos bastardos realmente jodidos, ¿no crees?)

Entonces, él finalmente lo logra. La voz escapa de su garganta; un sonido feo, irreconocible en sí mismo, ni siquiera una palabra; se oye como un lamento y un sollozo y un aullido de rabia y algo parecido al dolor y al alivio. Yoo Joonghyuk no tiene idea de lo que intenta comunicar con eso.

Pero, de nuevo, Kim Dokja parece verlo todo. O sólo ve lo esencial (cuando se trata de Joonghyuk).

—Está bien —dice, lo que no tiene sentido, pero consigue que las joyas en los ojos de Joonghyuk se iluminen pobremente al seguir mirándolo. Dokja sonríe, diminuto, torpe, casi parece incómodo, pero...

Ya ha visto esta sonrisa alguna vez.

Es la sinceridad de la que no se siente orgulloso.

Kim Dokja se aclara la garganta, manteniendo la atención de Yoo Joonghyuk sobre él. Mueve las manos, y Joonghyuk no sabe si lo hace a propósito o no es consciente de sus acciones, pero mientras Dokja hace un ademán al aire con la derecha, su mano izquierda sube a donde Joonghyuk lo está sosteniendo. Y su toque es cálido.

—Ya sabes —comienza a decir la constelación, evitando inesperadamente el contacto visual. Su actuar, torpe, abierto y tonto le recuerdan a ambos la falta de su habilidad principal (ese maldito muro). Eso vuelve menos pesado el ambiente, más fresco, y Kim Dokja es un extraño desastre en sus palabras—, en realidad, no necesito dormir. Como una constelación de grado desconocido, yo sólo...

Es una mentira. Incluso las constelaciones duermen. Hasta las más fuertes. Pero desde que ha vuelto, Kim Dokja ha dejado de dormir. Se ha negado a soñar.

Yoo Joonghyuk podría preocuparse por eso, pero está más preocupado de que sea dormir lo que le quite a Kim Dokja otra vez. Y no puede quejarse de ser egoísta y estar feliz de saber que este idiota al menos quiere negar la posibilidad de alejarse nuevamente.

—Entonces... —Kim Dokja vuelve a llamar su atención, sus dedos tamborileando sobre el dorso de la mano de Yoo Joonghyuk, mientras todavía lo mira de esa manera incómoda—. Sólo... Eh... Podría quedarme despierto contigo. Uh... ¿Quieres hacer algo mientras...?

Joonghyuk parpadea. Luego, con cuidado, aparta las manos. Kim Dokja parece resentir la acción por un segundo, arrugando las cejas por un segundo antes de recomponerse, asintiendo torpemente y bajando sus propias manos a su regazo, sin dejar de mirar al otro hombre.

Ambos se sumen en el silencio por otro momento. Es incómodo, pesado, absolutamente una tortura. Pero ninguno está dispuesto a decir algo más.

Al menos, hasta que Kim Dokja decide ser Kim Dokja.

—Fue una mala idea.

La declaración es sorpresiva. Kim Dokja mira hacia otro lado cuando la expresión de Yoo Joonghyuk se llena de confusión y curiosidad. Los labios de la constelación se fruncen.

—Que compartamos habitación, quiero decir —explica, menos incómodo de lo que se hubiera imaginado al mencionar eso. Por alguna razón, había una regla implícita de no mencionar esto, ni el compartir la cama, pero Dokja acaba de romperlo y la burbuja con ello—. No es... No era necesario, no tienes que vigilarme. No iré a ninguna parte.

—Kim Dokja.

—Ya no —enfatiza, volviendo a mirar a Yoo Joonghyuk. Hay dolor en sus pupilas; las estrellas explotan y luego se apagan—. Ya no me iré.

Yoo Joonghyuk no quiere decir que no le cree, así que no dice nada.

Kim Dokja deja escapar una risa ahogada, triste.

—Ya no duermo, ya no sueño y ya no me quedan lugares a los que desee escapar. Que estés aquí no es... —Dokja traga pesado, bajando la vista—. No es algo... necesario para mí.

—Es necesario para mí.

Las repentinas palabras de Yoo Joonghyuk hacen que Kim Dokja se aferre repentinamente a las mantas y levante la cabeza a toda velocidad. Su rostro cambia, su boca se abre sin su permiso, al igual que sus ojos. Está estupefacto y molesto en partes iguales, y es nada menos que una suerte que todavía no haya explotado.

Balbucea un sonido, pero Joonghyuk se le adelanta, volviendo a sujetarlo de los hombros (más suave, más suave, un toque, una caricia en comparación). Su mirada está llena de seriedad, la misma seriedad que Kim Dokja lo ha visto poner cada vez que tiene una misión especialmente difícil, como de vida o muerte.

Dokja no cree que esta situación merezca una expresión tan increíble como esa, pero no tiene palabras para soltar.

—No fue por ti, Kim Dokja —comienza Joonghyuk, y es tan horrible como se lo imagina, tal frase. Pero Kim Dokja sabe que se lo merece, así que sólo guarda la calma y asiente, mordiéndose el interior de la mejilla. Yoo Joonghyuk, sin embargo, no se ve contento con su reacción—. Esto no es necesario para ti.

—Es lo que acabo de...

—Pero es necesario para mí. Así que no se trata de ti. No te atrevas a mostrar una cara como esa.

Kim Dokja intenta controlar su expresión, pero está tan confundido.

Yoo Joonghyuk parece querer suspirar. Quiere hacerlo, por culpa de este hombre tan estúpido.

Kim Dokja, a pesar de que lo entiende, tampoco lo hace. Es una paradoja. Algo que tanto odia.

Pero no puede odiar a Dokja.

—¿Joonghyuk-ah?

El llamado a su nombre, con ese tono de cariño, hace que la furia de Joonghyuk merme. Hace que sus músculos tensos se relajen y que su interior deje de palpitar como si fuera a correr en cualquier momento, su mente dejando atrás la neblina poco a poco, lo suficiente para recordar lo que tiene entre manos.

Lo que tiene entre sus manos.

Con cuidado, los dedos ásperos del protagonista suben, hasta acunar un lado del rostro del lector.

Dokja pone la misma expresión tonta que siempre ha hecho cada vez que Joonghyuk hace algo que no puede entender. Es absurdamente tierno.

(Y su mejilla es cálida y él no aparta el toque y sólo se quedan allí, seguramente por minutos enteros, sin hacer nada más que mirarse en silencio. Lo cual es— tan absurdo.)

—Recuéstate. No hagas preguntas.

Kim Dokja parpadea rápidamente, abre y cierra la boca varias veces, pero finalmente asiente con rapidez y tararea con torpeza. Obedece, sólo haciendo una mínima mueca de incertidumbre cuando las manos de Yoo Joonghyuk se apartan de él. Cuando su cabeza se encuentra sobre la almohada, mira fijamente a Joonghyuk. Parece querer preguntar mil y un cosas, pero sus labios permanecen sellados, como si supiera que las respuestas que obtenga no fueran a lograr disipar sus dudas, o como si supiera que Yoo Joonghyuk no piensa perder su tiempo intentando darle palabras a lo que no se puede decir con ellas.

De cualquier manera, Joonghyuk no pierde tanto tiempo en molestos pensamientos de mil horas como Kim Dokja. Él sólo se inclina, se acerca tanto, tanto, más que nunca, y recuesta su cabeza contra el pecho de su compañero. El calor aumenta grados enteros por todos lados.

Escucha y siente a Kim Dokja inhalar con fuerza, sin haberse esperado tal movimiento. Yoo Joonghyuk podría sonreír de manera victoriosa, habiendo sorprendido a este idiota impredecible que parecía querer arruinar todas las sorpresas antes, pero está más concentrado en lo que tiene justo bajo el oído. Ignora el jadeó y el temblor y su propio pulso, la calidez, la cercanía, la extraña sensación pegajosa y dulce que lo aborda más allá del frío del miedo.

Lo tiene que escuchar mejor.

Y allí están. Los latidos de un corazón.

Es un ritmo constante. Demasiado rápido, se está delatando. Pero es lo único que Yoo Joonghyuk necesita tener en este momento, así que guarda silencio y se queda allí, acomodando la oreja sobre la tela de la camisa desgastada (que, recuerda, le pertenece a Joonghyuk, no a Dokja). Sus brazos se mueven, rodeando la cintura de Kim Dokja, sus piernas siguiéndole, enredándose entre las del otro hombre (caliente, caliente, caliente; la piel tocada arde y no podría ser fiebre porque ninguno puede enfermar, y no es una habilidad porque ambos han dejado de pelear). Con cada nuevo movimiento, tiene un movimiento de vuelta (Dokja inhalando con fuerza de nuevo, hinchando el pecho y casi haciendo sonreír a Joonghyuk; los pálidos brazos temblando y las piernas subiendo, sin poder escapar, sólo consiguiendo pegar la piel descubierta), y un golpe más fuerte resonando contra el oído del antiguo regresor. Es más de lo que desea, pero se deleita inmensamente con cada minuto.

Mientras escucha, mientras pasa el tiempo, mientras Kim Dokja comienza a acostumbrarse a la extraña cercanía de su compañero y sus preguntas se responden por sí solas, su corazón comienza a calmarse.

Entonces, Yoo Joonghyuk no puede evitar recordar un reloj.

Suenan tan parecidos. Y, en realidad, Joonghyuk piensa, realmente amaría un reloj que simulara los latidos de Dokja.

Como aquel que el mismo hombre le había dado alguna vez.

(¿Dónde está? ¿Dónde está? Joonghyuk a veces lo escucha en la lejanía. Joonghyuk a veces percibe su peso en el bolsillo de su gabardina. Joonghyuk a veces siente el metal frío contra sus dedos. Pero nunca está allí.

El reloj se ha ido con Kim Dokja.

¿Eso significa que Kim Dokja volverá a irse?)

Yoo Joonghyuk se pregunta si podría pedirle a Aileen que haga uno nuevo.

—Joonghyuk-ah...

La voz de Kim Dokja rompe su concentración. Sólo entonces Yoo Joonghyuk nota que ya había comenzado a cerrar los ojos, casi a punto de dormir.

Podría enojarse por haber sido interrumpido, pero antes de que pueda hacerlo, siente los dedos de Dokja sobre su mano. Y es un toque torpe, nervioso, como si el tonto tuviera miedo, pero todavía reuniera el coraje para moverse y finalmente deslizarse entre ellos. Y entonces tienen sus manos entrelazadas y Dokja las levanta y las pone sobre su vientre, donde Joonghyuk puede verlos a ambos.

Dokja da un apretón.

Es tan estúpido.

El Kim Dokja que conoce del apocalipsis, tan desagradable, tan cruel, tan horrible y tan ajeno a todo nunca podría mostrar este tipo de misericordia. Ese Kim Dokja se había unido a él al mismo tiempo que lo había alejado, una corriente y contracorriente en una misma dirección opuesta; la misma paradoja. Kim Dokja no es más que algo—

Pero tal como Yoo Joonghyuk ha dejado atrás el apocalipsis, probablemente este tonto sacrificado, que se había empujado a sí mismo a ignorar los sentimentalismos, puede, de hecho, tener sentimientos. Por más loco que suene.

—Puedo escucharte pensar desde aquí —comenta Dokja, con un tono monótono, pero hay una pizca de incomodidad y vergüenza asomándose entre todo. Joonghyuk no lo ve, pero está casi seguro de que Dokja está poniendo una mueca y sus mejillas están rojas. Le gustaría mirarlo, pero tendría que moverse y alejarse del sonido de este corazón.

Se contenta con apretar los delgados dedos pálidos entre los suyos. Una promesa silenciosa, una afirmación necesaria, tal vez lo que Kim Dokja necesite para dejar de sentirse como un conejo a punto de ser devorado por un lobo.

(Y eso es interesante porque, ¿no ha sido siempre Dokja quien ha devorado todo en Joonghyuk? Y sigue haciéndolo— pero, por esta vez, Joonghyuk se lo permite.)

—No leas mis pensamientos —gruñe Joonghyuk, sin verdadera amenaza.

Dokja mueve los dedos. Ahoga inútilmente una risita.

—No lo estoy haciendo.

Joonghyuk tararea, sin creerle.

Cierra los ojos. Toda su concentración se vierte en el sonido rítmico bajo la piel de su constelación.

Se oyen como la paz que tanto anhela, porque le recuerda que, mientras pueda escuchar esto, significa que Kim Dokja está aquí. Que no se irá. No todavía.


El sol de la mañana se asoma por la ventana, pero no entra a la habitación.

Kim Dokja mira a Yoo Joonghyuk, aún sobre él, y se encuentra incapaz de soltarlo. Incapaz de alejarlo. No por hoy, al menos.

Sin pensarlo mucho, pero pensando demasiado al mismo tiempo, mueve su mano libre hasta la cabeza del otro hombre. Sus dedos se hunden en el cabello de Joonghyuk, suavemente, cuidadosamente. Está despeinado, incluso si no se ha movido mucho mientras duerme, así que Dokja lo arregla, con una mueca entre aterrada y gustosa. Y, mientras lo hace, cuenta los hilos de plata entre lo oscuro.

Se pregunta si debería sentirse mal por esto. Pero no encuentra que el tiempo sea malvado esta vez.

Yoo Joonghyuk debe sentir lo mismo que él. O Kim Dokja está sintiendo lo mismo que él.

El pensamiento vibra en su alma hasta alcanzar algo parecido a la ensoñación.

(Él nunca ha pedido que sus sueños se vuelvan su realidad.

Pero aquí, no podría elegir mucho más.)

Notes:

Hace tiempo que no escribía algo nuevo, volver a mi tipo favorito de narración se sintió liberador. Lamento si hay errores, es que mi beta anda chambiando y no quiero molestar de más (todavía no se ha leído la novela).

¡Los amo!<3