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Una oportunidad más.
¿No era eso todo lo que pidió? Una oportunidad más para salvar a Mikey de su oscuridad.
Por eso está aquí ¿no? reviviendo todo una vez más. Y al mismo tiempo, esperando que esta sea la última.
Bien se sabe que hay un máximo de cosas que el ser humano puede soportar y Takemichi está llegando a su límite.
Jadeos y pisadas apresuradas se escuchan por el terreno abierto. Curiosamente no hay nadie en esos lugares. Nadie a quien pedir ayuda, nadie quien pueda avisar a la policía por si algo sale mal, nadie…
Corriendo lo más rápido posible y casi sin aliento, Takemichi se acerca a la bodega abandonada donde están secuestrados sus subordinados (¿amigos?). El rubio está decidido a que esta vez no dejará ir a Koko, ni que tampoco se callaría la traición de Mucho a la Toman.
El viento alborota su cabello y a la vez que choca contra su rostro sin piedad alguna, pero Takemichi ni lo siente. Tiene que ir más rápido. Esto no es suficiente (nada lo es).
Ya está cansado de todo. ¿Por qué todo siempre es tan difícil? ¿El sufrimiento de todos no es pago suficiente para un buen final feliz? ¿acaso las muertes de todos sus amigos fueron en vano? ¿ver tantas muertes no sirvió de nada?
Takemichi puede sentir sus lágrimas formarse tras sus ojos. Está cansado de llorar por todo. Es agotador.
Unos metros antes de llegar a la puerta de la bodega Takemichi frena violentamente. Es aquí.
No es momento para ponerse sentimental. Takemichi no tiene tiempo para estas cosas.
Limpiando las lágrimas traicioneras de sus mejillas, decide entrar de una vez por todas y pateando la puerta sin piedad alguna se abre paso.
— ¿¡Quién...— Takemichi no presta atención a nada más que a los traidores de la Toman
— Donde. Está. Inupi. Y. Koko. — dentro de la bodega, una voz firme se escucha junto con pasos fuertes. Eso no fue una pregunta y todos los presentes lo entendieron.
— Hanagaki…
Takemichi no reconoce si fue la voz del pelinegro o del rubio, quizá de ambos, pero sin prestar atención camina lentamente hacia donde se encuentra Mucho, viendo de reojo lo lastimados que se encuentran Koko e Inupi.
Ira e impotencia. Es todo lo que puede sentir en ese instante.
— ¿Cómo se atreven a tocar lo que es mío? — Takemichi el cual no es capaz de reconocer su propia voz, hace caso omiso a su declaración.
— Hanagaki, te estábamos esperando con ansias, — la voz burlona y grosera de Mucho resuena con fuerza en el lugar— nosotros creímos que los abandonaste. Mira la hora, ya es muy tarde. Además, no son tan importantes, ¿no es así, Kokonoi?
Takemichi por instinto busca la mirada de sus colegas. Ninguno de los dos le devuelve la mirada. Las cosas son diferentes esta vez, y claramente el rubio no tiene ni la más mínima idea de lo que el idiota de Mucho estuvo diciendo en su ausencia como para que ambos no lo miren a los ojos. Sin embargo, esta vez les hará saber lo que sucede cuando se meten con lo que es de su propiedad… claro que lo hará…
Takemichi nota que Koko trata de hablar, pero él es más rápido al responder: — Estoy muy seguro que, como su capitán, ambos saben que voy a estar ahí para ayudarlos cuando lo necesitan. De eso se trata estar en la misma pandilla ¿no? apoyarse cuando lo necesitan y, obviamente, no traicionarse. — el rostro de Takemichi es impasible mientras declara con firmeza sin apartar su vista del mayor, haciendo que este se estremezca y aparte la mirada. — Pero claro está que Tenjiku no trabaja de esa manera. Una lástima.
Los ojos de los dos traidores se agrandan sin pensarlo, afirmando lo que Takemichi ya sabía de antemano.
— No me interesa lo que ustedes quieran. Yo vine a recuperar lo que es mío.
Fijando su mirada en los dos chicos atados, se da cuenta en la precaria situación que están desde hace-quien-sabe-cuanto tiempo. Sangre corre por sus narices, ojos morados y magulladuras, uniformes rotos y sin zapatos. Su sangre hierve del enojo. Ellos son suyos. Nadie tiene el derecho de tocar lo que es de su propiedad.
Puede que Takemichi no pase mucho tiempo con ellos. Todo el desastre de viajes en el tiempo, muertes y pandillas hace casi imposible pasar tiempo con sus amigos, pero eso no significa que el rubio los aprecie menos.
Todos sus amigos son una parte importante para él. Y cada uno de ellos merece un final feliz que Takemichi se esforzará por proteger.
Tan sumido en sus pensamientos, el rubio no escuchó ni la mitad de lo que el mayor exclamaba, ni tampoco sintió una presencia detrás suya, la cual lo golpeó sin piedad en la cabeza.
Gritos desesperados con su nombre se escuchan un poco distorsionados.
Eso es todo, pensó Takemichi, eso es lo que estaba esperando. Alzando su mirada hacia los dos chicos, nota como Mucho agarra del cabello a Koko, jalando de él sin piedad alguna.
Como se atreve…
— Es tu elección Kokonoi. Sabes que los puedes salvar si te unes a nosotros. No es una decisión difícil.
Los ojos cristalizados del pelinegro fueron el impulso que Takemichi necesitó que algo se rompiera dentro de sí.
***
La consciencia es un asunto delicado.
La acción más simple la puede quebrar y, muchas veces, sin arreglo alguno. Afortunadamente en esta historia no es el caso.
Las personas hoy en día no toman en cuenta lo frágil que es la mente humana. Piensan que las personas poseen capacidad infinita de soportar cualquier situación, provocando dolor innecesario en otros.
Todo es risas y burlas hasta que el afectado llega a su límite. La gota que derramó el vaso, dicen por ahí.
***
Inui no podía comprender lo que estaba sucediendo.
En un momento, el sujeto de Toman estaba amenazando a Koko y al otro, Hanagaki estaba sobre él, golpeándolo sin piedad.
Una y otra vez.
Una y otra vez.
Sin detenerse a dudar ni por un segundo.
— Tu… no tienes… ningún… poder… sobre nosotros. — su capitán jadeaba al hablar y golpear al mismo tiempo. — Koko no se va a ir. Y no está a discusión.
Regresando su vista a su mejor amigo, pudo notar como lagrimas se formaban en sus ojos. Bueno… nunca nadie ha peleado por ellos, es completamente entendible que sus emociones estén alborotadas. Si bien las declaraciones de su capitán fueron un poco… peculiares, no puede decir que no son bienvenidas.
Por otro lado, Seishu está más que seguro que Hanagaki fue siempre la opción acertada para guiar a los Black Dragons nuevamente. Hanagaki. Simplemente Hanagaki. Seishu no puede empezar a imaginar todo lo bueno que traerá ese pequeño de ojos azules tan brillantes como el mar.
Un sonido de asombro es lo que trae a Seishu de vuelta a la situación ante él. No sabe de quién provino, si de Koko o del peliblanco que no se ha involucrado en absoluto hasta ahora.
— Ríndete.
Una sola palabra es suficiente para cortar el aliento de todas las personas presentes.
— N…no…— Mucho trata de defenderse ante Takemichi, pero la fuerza demostrada por el rubio no se compara a la del mayor. - Tu… tu no me vas a vencer… yo… me llevaré a Ko—
Un crujido estruendoso resuena por el almacén. Hanagaki le ha roto un hueso más de la cara. ¿Es la nariz? ¿Mejilla?
— Ríndete y no te mato en este instante.
La imagen que Takemichi les brinda es impresionante. Montado sobre Mucho, con una mano en la frente y la otra con un cuchillo (¡¿por qué demonios tiene un cuchillo y cuando lo sacó?!) en el cuello del otro, sangre deslizándose por su cuello y esos ojos… esos ojos azules brillantes que quitan el aliento sin siquiera intentarlo.
— Hanagaki…— Inupi se oye a sí mismo hablar.
La vista del ojiazul se fija en él y no puede evitar enamorarse un poco más del menor. Este le sonríe de manera amable, sin dejar de presionar el cuchillo contra la garganta del otro. Seishu se encuentra seguro de que hay sangre corriendo en el cuello de Mucho pero no le importa, no cuando Takemichi está sonriendo hacia él.
— No se preocupen, ya nos vamos a casa en unos momentos. — la firmeza del rubio al hablar hizo que ninguno tenga duda alguna acerca de la veracidad de sus palabras. Lo único que pudo hacer es tragar con dificultad y asentir. — ¡Fantástico! Solo un poco más… y ya.
Si, ellos estarían bien con Takemichi al mando.
***
— Espero que hayas aprendido tu lección. Nadie, absolutamente nadie, toca lo que es mío, — su mirada gélida no daba lugar a refutaciones y ni Mucho ni Sanzu estaban entusiasmados por hacerlo. — así que ve con tu líder y dile como fallaste en algo tan simple.
Levantándose con lentitud y pisando a Mucho en el proceso, Takemichi se dirigió hacia Sanzu y en voz baja comentó: — Espero que sepas lo que estás haciendo, porque si llegas a dañar a alguien que quiero, te mataré.
Takemichi no esperó respuesta alguna y se dirigió con rapidez hacia Koko e Inui. Con agilidad y precisión, cortó las cuerdas que los mantenía atados a las sillas y sin pensarlo dos veces los atrajo hacia sí.
Envolviendo sus brazos en ambos chicos con cuidado se dejó relajar y dejó brotar las lágrimas retenidas. Todo el estrés acumulado por la incertidumbre de saber si están bien o no, si están con vida o no, se fue en un segundo. Takemichi no puede creer que logró salvarlos.
Los ex integrantes de Black Dragons se tensaron cuando sintieron una presión inesperada alrededor suyo, para inmediatamente entender y abrazar de vuelta a su capitán. Sintieron como Takemichi con cuidado acariciaba sus cabellos mientras los arrullaba para tranquilizarlos. Ninguno podía comprender sus acciones, pero no se iban a quejar cuando las mismas les otorgaban un alivio inimaginable.
Con delicadeza, Takemichi se separó de los chicos y alzó sus rostros para inspeccionarlos. Los moretones se oscurecían conforme pasaba el tiempo, el sangrado de sus narices paró en algún momento, sus labios estaban hinchados, pero sus ojos… no había palabras para describir la esperanza que se reflejaba en ambos pares de ojos.
Takemichi se sintió afortunado de recibir ese tipo de mirada de parte de los mayores. Nunca creyó poder crear una conexión con ambos, no después de que Koko se marchara con Tenjiku y posteriormente con Bonten. Cerrando sus ojos y posando suavemente sus labios en la frente de cada chico, susurro un suave vámonos a casa que solo ellos escucharon.
Takemichi está a unos pasos más de llegar a su meta (ya mismo puede descansar).
Una última vez. Una última vez en donde todos serán felices.
Nada ni nadie le va a impedir lograrlo.