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Siempre le duele el cuello al bajar del avión el tirón tenso del músculo la persistente sensación de estar entumecido, reciente el encierro de horas en un asiento pequeño trata de estirarse entre la sensación de estancarse en el tiempo que tiene el aeropuerto, es algo de la vejez quizá pero es cada vez más insoportable.
Ochoa respira hondo mirando la pulcritud del aeropuerto, victorioso con pasar debajo del radar y ahora solo es testigo de la multitud normal agitada y ruidosa ajena a él, la de un montón de hombres estresados llegando tarde al avión, la pena, el alivio las pequeñas historias que revolotean y la ausencia de una multitud que grita su nombre.
No es que no lo disfrute pero ahora más que nunca después del respiro de aire fresco que es Salerno aprecia cada segundo que no tiene el peso de miles de ojos juzgones sobre sus hombros, si bien había hecho las paces con todo el mundo de la farándula y el espectáculo y dejó de considerar ir a un terapeuta por que sentía que caería a la locura cada que salía de la cancha y ahora lo considera por que 'podría ser bueno' ( gran paso si le preguntan) ha avanzado mucho, se siente más ligero.
Y tiene sueño.
San Diego es caluroso, más que Salerno en sus días más soleados, allí el aire fresco del mar choca con su pelo y llueve mucho, el vicioso círculo de la neblina y el goteo de la lluvia a ratos inoportunos y oportunos tal cual. Aquí es seco, se siente el calor pegarse a su piel con insistencia, bochornoso. Mira por la ventana del auto observando el sol brillante y el cielo despejado hay un tipo de tranquilidad que lo deja inquieto no jugará este partido está ahí más por compromiso que por otra cosa
feliz de ver a los más jóvenes en la cancha y aún así se le dificulta pasar saliva y mantenerse quieto durante todo el viaje
aún le ponen nervioso los estadios.
Carlos por su lado está feliz incluso si más de uno de sus compañeros tiene al menos diez chistes sobre cómo su rostro parece permanentemente aburrido pero ¡lo está! está emocionado, es mas emoción que nerviosismo incluso si cree que debería ser al revés porque carga con el título de capitán y la presión de sus propias expectativas
Cocca le había dado la confianza una vez más para estar debajo de los tres palos que defiende su patria e incluso si era tan solo un amistoso sabía que cada actuación era una prueba para su asiento en el bus del mundial 2026, tanto como le hubiera gustado calentar banca en el pasado mundial de qatar y siente la decepción de no llegar ni a eso atorada en el pecho, tiene grandes esperanzas de que este proceso es el bueno y tiene grandes figuras a las que tratar de igualar, tiene que dejar su propia marca en la cancha más allá de su icónico cabello, se ríe ligeramente colocándose la banda para adentrarse a calentar.
los pasillos de cemento que vibran con los aficionados, la falsa intimidad y el semi silencio que lo mete en ambiente, se siente ansioso
—Memo— Susurra cuando se lo topa en el pasillo casi a medio camino de salir a la cancha, un llamado que le sale natural, ingenuo y sorprendido como si no lo esperara ahí. Ochoa va en dirección contraria pero no puede ignorar su presencia, con un atuendo sencillo y rostro apacible probablemente yendo a saludar.
—Hasta que por fin me diriges la palabra—bromea el hombre por que sabe que no es su culpa viajaron por separado y han estado a metros uno del otro por cualquier razón irónicamente cercanos estúpidamente lejos como cada vez que han coincido en llamado. Tan frustrante, no es culpa de ninguno de los dos, el tono es ligero y la voz le hace cosquillas en el estómago y sonríe.
ya tiene 27 y se sigue sintiendo tontamente joven a su lado, un niño comparado con lo que ha hecho y ansioso por aprender de él, de superarlo Acevedo siempre se siente nervioso cuando se encuentran como si el mundo diera una vuelta de arriba a abajo y volviera a la normalidad en cuestión de segundos, lo deja mareado.
las miradas en el autobús o los saludos de mano en los vestidores son distintivas, definitivamente es diferente las sonrisas que intercambian bajo la multitud a estar cara a cara, tan cerca que pueden tocarse por fin, la cercanía se siente como un absoluto privilegio uno que Carlos tiene la urgencia de esconder como si quisiera que no se lo quitará nadie o que nadie lo viera es tal vez un poco de ambos.
Las cosas solo son así,están lejos, él en méxico el otro en Italia, uno iniciando su carrera y el otro tratando de cerrarla con broche de oro y siempre es agradable tenerlo tan cerca
—Felicidades por la titularidad— murmura el hombre la sinceridad resbalando con sus palabras dulces y de voz rasposa,sacándose las manos de los bolsillos lo acerca a un abrazo, uno fuerte y cálido
Finalmente contacto, el abrazo que es atrapante y le quita el aliento esos que solo Memo puede dar, Carlos suelta una risa ligera porque en ese instante se siente mucho mejor incluso si realmente no se había dado cuenta de su mente frustrada o que se sentía siquiera mal, palmeando su espalda tratando de disimular su alivio pero más para beber del hecho de que está ahí, cerca y juntando sus pechos intenta sentir su corazón, lo único que alcanza a sentir es el vibrar del estadio retumbar entre sus huesos y a sus brazos aferrados a su espalda, por ahora solo escucha su respiración calmada y profunda.
—Gracias, espero disfrutes de la vista desde el palco—
Y Memo le sonríe grande y brillante de la manera en la que solo el hace y lo hace sentirse cálido , más que el sol abrazador de la tarde en San Diego
Acevedo lo atrae otro abrazo, porque puede y se siente avaricioso al respecto, lo rodea con fuerza enterrándose en la curvatura de su cuello escondiéndose de todo el mundo un rato más, solo un ratito más, porque lo necesita, porque lo quiere y porque Memo no rechista y lo sostiene devuelta.
Son complicados.
Tan complicado como es estar tan lejos el uno del otro y tan solo tenerse tras bastidores.
Pero está bien, Carlos no quiere ser caprichoso al respecto.
—Suerte.—
Le murmura el mayor acariciando su rostro con suavidad un movimiento que es exageradamente atrevido y le quita el aire antes de seguir su camino
Observa a Carlos reunirse con Córdova unos pocos pasos más lejos, hablando de cualquier cosa y él se gira para prepararse.
Su mera presencia es un show, había estado en la mirada de las masas desde poco más de los 19 años se acostumbró a las cámaras en su cara y los gritos de la gente, más allá de su aporte futbolístico Memo era a medio tiempo un producto entero de consumo y mientras saluda aficionados y genuinamente feliz saluda a los niños y firma camisetas su mente se desliza a la idea, a los vistazos rápidos que da al joven calentando en la cancha
está feliz de verlo de nuevo.
La prensa del país los ha colocado como enemigos predilectos, en el mismo rubro, los posiciona bajo las opiniones de pseudo expertos y los curiosos por el futuro de la selección nacional los ven como una competencia que debe rozar lo grosero, el brillante joven porteo y el
Es entonces más gracioso quererse tanto, la relación curiosa que los une y los reúne cada vez que tienen tiempo de estar juntos. Se quieren a pesar de la distancia y se quieren de una manera que podría parecer extraña pero dentro de su mundillo no todo es ordinario y a final de cuentas funciona para ambos.
Memo quiere creer que funciona, se aferra, incluso si hay días que le duele el pecho al mirar al mar pensando en lo lindo que sería compartir el sonido de las olas con Carlos, sin preocupaciones, sin presiones, solo ellos dos.
Pero no quiere ser caprichoso al respecto y se gira con las mejillas calientes y los rizos alborotados a prestar atención a los aficionados, pensando en el fondo de su mente dividida para intentar atender a todos los llamados que espera que tenga suerte.
la cosa es, no tuvo suerte.
Carlos no tuvo suerte, que no es una cosa tan novedosa en su vida, si se ha ganado la titularidad en su club no fue suerte sino pura lucha , si ha conseguido ser contemplado para su selección no fue la suerte, si fue elegido como titular hoy no fue la suerte y sin embargo fue su mala suerte lo que lo dejó en la banca.
Su hombro comenzó a doler a mitad del entrenamiento y estaba bien podía soportarlo, es normal un poco de dolor cuando se ha recuperado recientemente y necesita entrar en calor.
Pero el calor no apacigua el dolor y de hecho lo hizo peor a cada segundo, uno de los auxiliares nota sus muecas incomodas que son mas de dolor que otra cosa pero no quiere, no va a admitirlo y lo llaman a donde la línea blanca marca el fin de la cancha y le pregunta seriamente al respecto.
Carlos ya no es un niño, sigue siendo terco, pero no tanto porque ha aprendido a desistir y ese momento era un momento para tirar la toalla si es que quiere mantener un buen físico y no arruinar por completo su futuro
Así que estaba triste derrotado incluso antes del partido, colgado entre la oportunidad importante y la inseguridad del futuro, el lúgubre no saber y el dolor, lo dejan derretirse en su banquillo mirando a sus otros compañeros calentar.
Las cosas son así ¿no? la carrera del futbolista era casi siempre suerte e incertidumbre.
Ninguna es su favorita.
Escucha los murmullos apurados de los directivos y no puede evitar querer llorar un poco
Porque es otro momento donde el mundo parece decirle que se le acaba el tiempo.
Es una tontería lo sabe, se autoconvence con charlatanería de autoayuda que tiene tan solo 27 y una carrera completa en su futuro y se lo repite una y otra y otra vez durante noventa minutos hasta que siente que se lo cree
Y aun así cuando está sentado en la cama cómoda de la habitación de hotel de Memo, que sin apuro alguno decidió quedarse un día más en la ciudad ( y tal vez para pasear un poco) no puede evitar estar enojado.
—¿hablaste con el personal médico?— pregunta con ligereza Memo saliendo del baño con una camisa grande y mirándolo con firmeza, como si pudiera sostenerlo con su mirada y por alguna razón Carlos se enoja aún más por un instante.
—Voy a un especialista en Texas— con la voz enfadada y sin querer mirarlo finge interés en el suelo.
Escucha un suave "ah" claramente cortado por el filo en su tono de voz pero no molesto y luego sus pasos cuidadosos y calmados antes de hundir la cama con su peso —¿Te duele?— dice con cautela, Carlos puede sentir el calor que irradia el otro portero y su jabón para el cabello a pocos centímetros y sin quererlo le calma el Corazón enojado.
—un poco— admite, es como un dolor sordo, insistente y molesto pero casi imperceptible le duele más no haber jugado ese día. El silencio lo hace levantar la mirada y se encuentra con los ojos bonitos y notablemente cansados del mayor mirándolo directamente.
Carlos siente que debería decir algo pero solo acorta los centímetros entre ellos dejando que su mano por costumbre busque la cintura del otro y se aferre a sus ropas. Está buscando algo, pide algo que está demasiado avergonzado de admitir en voz alta así que solo le devuelve la mirada dejando que su rostro se caiga con todo el peso de su tristeza.
y Memo lo besa, rompe la distancia tomando su mano y acariciándole el pelo y lo besa, lo besa con cuidado como si fuera a romperse, Carlos lo devuelve con más fuerza y se deja derretirse en el tacto de su compañero.
Es lento el contacto coordinado de sus labios la sinfonía de sus movimientos correctos el roce de sus narices, el tierno atrevimiento de dientes y lengua,si fuera en cualquier otro contexto sería increíblemente romántico ahora solo le seca las lágrimas de las mejillas, cuando termina cuando lo deja respirar y Carlos lo ve entre las pestañas con las mejillas rojas y las ganas de llorar Ochoa besa su mejilla y luego su mandíbula hasta llegar a su hombro lesionado.
Presiona sus labios sobre la tela y luego frota su mejilla ahí con cariño.
Al más joven le cuesta respirar por la calidez y la gentileza del tacto, Memo no para de tocarlo así,con manos firmes y cuidadosas es Carlos quien responde con fuerza y uno que otro tirón exigente es casi inconsciente siempre le remueve las entrañas que lo trate con tanto amor, como si sintiera que no se lo merecía y aunque aún no se sentía merecedor de tal trato se deja cuidar porque lo necesita y ahora mismo puede ser un poco caprichoso.
—Estoy enojado— suspira dejando salir el aire caliente de su rabia
—Lo se—
—No es justo— reprocha, no a memo, aunque realmente no sabe a quien le reclama, ¿al universo? ¿a sí mismo? ¿al partido? la acusación no recae en ninguno que es casi que peor, es como si le dijeran que es solo tu culpa.
—no lo es—
Memo lo siente temblar ligeramente tal vez llorando un poco más, no dice nada dejando su mano fría en su regazo y rodeando su cuerpo para llevarlos a la cama completamente.
Carlos se deja hacer casi dejándose caer como un trapo inútil con su tristeza y su frustración, el cabello negro enredándose entre la suavidad del edredón y sus lagrimas rodando incómodamente por su rostro, no quería llorar más y sin embargo ahí está,llorando más
El mayor suspira no dejando su lado en silencio, sobre todo porque no sabe qué decir.
Comprende su dolor, la frustración que tiene atorada en el pecho y que siente que le quita el aire por que el estuvo ahí, también sentía que se le acababa el mundo a los veinte
Incluso si es injusto pensar así porque Carlos es un chico brillante y tiene futuro prometedor comprende lo que está pasando, lo siente en la manera en la que no se relaja, con los hombros rectos y tensos y la respiración entrecortada.
Memo aprendió por las malas a dejar ir, a tratar de no sucumbir a la presión pero no hay quien salga sano de la cancha, nunca, aun siente la ansiedad en su estómago que aumentó ligeramente después de esos abucheos, puede soportarlo pero es devastador saber que no puede evitarle ese dolor a Carlos que no puede quitárselo de encima para sentirlo él en su lugar, no puede simplemente enseñarle cómo sobrellevar las críticas, los comentarios crueles y la soledad de una recuperación es algo que se aprende, redundante, solo.
Así que no sabe, es más está seguro que no hay algo que pueda decir que mejore la situación, así que no lo hace, no dice nada escuchándolo soltar una risa húmeda por el llanto cuando sus rizos le hacen cosquillas en la cara mientras él lo toma mas cerca y lo obliga a relajarse por un momento con el ruido de la ciudad en el fondo alejando todo el desorden en sus cabezas
Dentro de unos días volverán a la rutina, Memo volverá a estar solo a la orilla del mar y Carlos tendrá que reponerse para seguir luchando
Pero por ahora Memo puede mantenerlo a su lado y seguro en sus brazos, Carlos puede obligarlo a dormir decentemente por primera vez en el mes con su mera presencia y sentir por un momento que sus vidas son un poco normales, que no hay más dolor que soportar.