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El Último Recuerdo (The Loud House)

Chapter 14: Fiesta de despedida

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1

El sol comenzaba a ganar terreno en la bóveda celeste. Las nubes, como pequeñas pelusas blancas, huían al ritmo de los fuertes vientos y se dispersaban hacía el occidente, como si el astro rey las persiguiera. El viento a la altura de Royal Woods soplaba con menor intensidad, mas lograba agitar las copas de los árboles, provocando que algunas hojas se desprendieran y cayeran en un lento zigzag. Su color ya no era verde, sino un amarillo brillante. El verano llegaba a su fin.

Era el último fin de semana antes de que las campanas de cada escuela del país sonarán al unísono a las 8 AM, o por lo menos a las 8 de cada uso horario en Estados Unidos. Los niños, más que nadie, sabían lo importante que era ese fin de semana, y lo aprovechaban al máximo. Algunos terminaban el videojuego que le habían dedicado todo el verano, otros salían con sus amigos y otros más visitaban el campo de béisbol y jugaban unas cuantas entradas. En un pueblo como Royal Woods, años atrás no era muy raro ver a muchos niños andando por la calle ese fin de semana. Los tiempos recientes se volvieron más peligrosos, y el resguardo del hogar era imprescindible.

Pero ese último domingo de agosto, Royal Woods volvía a vivir uno de esos días de algarabía infantil y paz veraniega de los tiempos dorados. El no tan pequeño pueblo era nuevamente más seguro, y los oficiales podían patrullar con tranquilidad, saludando a los niños y reprendiendo a uno que otro adolescente vago. Todo gracias a una búsqueda y al descubrimiento de cientos de escondites en el pueblo. El encargado de esa tarea fue el sheriff Grimes, pero quien se llevó el protagónico de esa hazaña fue la ahora universitaria Sam Sharp.

Luna se detuvo en medio del sendero, escuchó como un frisbee pasó zumbando cerca de ella y las risas de unos chiquillos. Soltó la mano de Sam, provocando confusión en la rubia, para simplemente cubrir su frente con la palma de su mano. Hacía calor y la caminata por el parque la hizo sudar, pero ese no era el motivo de su actuar. Pensaba en su pareja, en aquella chica que ese verano había sido su apoyo y centro de su mundo. Aquella chica que desveló los secretos del pueblo y provocó el descenso en el índice criminal. Aquella chica que no se apartó de su lado.

—¿Sucede algo, Luns? —su voz fue como una caricia, dulce pero sorpresiva. Luna escapó de sus reflexiones para mirarla, sus bellos ojos verdes claros, que con el sol de la mañana, parecían brillar. "Tiene algo de dorado en ellos" notó. Su rostro redondo, de suaves mejillas y nariz delgada. Sus labios rosados por el brillo y entreabiertos por la duda. Esbozó una sonrisa, pequeña, pero llena de ternura al verla.

—Pensaba en ti, amor —le respondió con voz ronroneante. La expresión de la rubia fue de desconcierto y curiosidad, a Luna le gustaba ver a su amada chica gesticulando cada una de sus emociones. "Es como una obra de arte cada una de sus expresiones" pensó—. En cómo es posible que la mujer más maravillosa del mundo sea mi novia.

—No exageres, Luna —respondió la rubia con una sonrisa de lado, sus mejillas estaban sonrojadas. Luna supo el motivo de ese color, aunque llevaban años juntas, Sam aún se sonrojaba cuando Luna le decía ese tipo de cosas—. Solo soy yo, Sam Sharp.

—Sam Sharp, la mejor músico de Royal Woods. La heroína de este verano —nombró con voz rimbombante.

—Solo ayude un poco.

—¿Un poco? Fuiste de más utilidad que cualquier persona en esa búsqueda. ¿Cuántos traficantes no atraparon esa semana? Creo que fueron como 15, al menos fueron los que yo conté.

—No es muy romántico hablar de vendedores de droga, Luna. —Entrecerró los ojos con fingido fastidio y avanzó con las manos entrelazadas tras la espalda. Luna la vio alejarse unos segundos, con humor.

—¿Es romántico hablar de lo hermosa que eres? —coqueteó caminando tras ella.

—Tal vez...

Ambas estaban de un excelente humor, días atrás habían logrado terminar los preparativos para la universidad y su viaje al campus. Las clases empezarían oficialmente hasta el primer miércoles, pero era necesario que llegaran mañana a Boston. "Ahora sí tenemos dinero para un par de boletos de avión" dijo Luna el día de ayer a su padre, que parecía estar mortificado por no poder llevar a su hija en Vanzilla. El vehículo de los Loud parecía haber dado todo lo que tenía que dar, corrió como nunca el día del concierto y ahora ya no encendía. Su padre conseguiría un auto después, pero el desprenderse de tan fiel vehículo seguía siendo desolador para él.

Ese día sería su fiesta de despedida. Aunque, técnicamente era la fiesta de despedida de 4 de las hermanas Loud. Lori volvía a Great Lake City, para continuar con la universidad el día de mañana. Leni partía esa noche a Nueva York, ya que debía llegar temprano para las primeras clases en su instituto. Y Luan había conseguido un trabajo en el pueblo vecino, se mudaría mañana mismo y planeaba iniciar con un curso para comediantes la siguiente semana. Ese día sería el último en que los 13 Loud estarían juntos, así que debían celebrarlo a lo grande.

—¿Tu padre está seguro de gastar tanto dinero en esa "fiesta"? —preguntó su pareja. Ambas seguían vagando por el parque central, Luna abrazaba por los hombros a la rubia y tarareaba una vieja canción de The Beatles.

—Ya lo conoces, es muy sentimental y cree que nosotras nos merecemos una despedida a lo grande —respondió con voz calma—. Ninguna estuvo de acuerdo en que gastara tanto, luego de que prácticamente quedó sin un centavo por la operación de Lincoln, pero insistió... Además, creo que la tía Ruth le prestó algo de dinero.

—No lo culpo, 4 de sus hijas se irán de la casa. Debe ser difícil para él.

—Y que lo digas. Si con Lori se puso mal... —Soltó una breve risa—. Mi padre siempre tan sentimental. ¿Cómo es que pudo perdonarme?

—Te quiere, Luna. —Sam se detuvo frente a la castaña y acarició su mejilla—. Aprendiste tu lección y corregiste tu comportamiento, él te perdonó por que te quiere y porque te disculpaste.

—Fui una tonta ¿verdad?

—Fuiste humana. Cometiste un error, pero ahora ya aprendiste de ello. Espero que no cometas más locuras precipitadas como esa.

—¿Tan malo fue vivir conmigo? —Una mueca apareció en su rostro. La reacción de Sam fue cómica, se puso nerviosa al pensar que la había ofendido, pero Luna solo jugaba con ella. Sabía la respuesta.

—No, no, no... En lo absoluto —respondió balbuceante—. Fue grandioso, a su manera, solo algo precipitado...

La calló con un beso. Para Luna fue una experiencia increíble, difícil y estresante, pero maravillosa en términos generales. La libertad, la satisfacción de que lo que tienes es tuyo y las noches a lado de su amada eran... Increíbles. Ya le era difícil dormir sola, sin sentir el calor de Sam, sin tener la certeza de que al despertar ella esté a su lado. "Con que así se siente ¿eh?"

—No sé tú, pero para mí fue maravilloso despertar a tu lado cada mañana, viendo el pequeño hilo de baba bajar por tu barbilla y tus escalofríos matutinos cuando movía la sábana. Aprender a cocinar para ti, aunque mis platillos son un insulto a la cocina verdadera. Y que al llegar cada tarde, hastiada del trabajo y la vida, te viera tras esa puerta, sentada en el viejo sofá, tocando una vieja canción de Bob Dylan o Eric Clapton esa guitarra acústica que te regaló tu padre. Me gustaba tener la certeza de que estarías ahí, conmigo —nombró con voz dulce, baja, casi como un murmullo.

Sam rió, se quejó y se conmovió. Ambas sabían que no todo fue miel sobre hojuelas, pero los momentos de genuina felicidad, aquellos en donde las dos podían ser ellas, sin restricciones, fueron los que se quedaron en su memoria. Cuando el mundo mira mal tu relación, el poder estar juntas y expresarse su amor sin censura y restricciones era una bendición.

—Fue maravilloso vivir contigo —le respondió Sam con voz melosa—. Cada noche a tu lado era única.

Luna recuerda cada beso que se han dado. Parece imposible, pero si sabes diferenciar un beso de verdad a un pico, puedes contarlos perfectamente. Y Luna los tenía en la mente cada uno de ellos desde aquel beso en su primer concierto en la preparatoria. El de ese momento, tan cargado de sentimientos como el resto, era diferente. Ese ya no era un beso de una pareja de adolescentes, tan volátil y efímera como cualquiera, ese era un beso maduro, apasionado y seguro. Cuando Luna sintió esa chispa que uno siente cuando besa a la persona que ama, tuvo la certeza de que Sam sería a la única mujer que podría amar. Sintió la seguridad y estabilidad que, como adulto, uno tanto busca; sintió el deseo de la primera vez y el amor adulto de años de relación. Y la categoría de los besos se volvió a dividir. "Este es el primero de muchos" pensó cuando sus labios se separaron.

—Me alegra escuchar eso —dijo jadeante, mientras una sonrisa se dibujaba en su rostro—. Ya tengo el plan perfecto para conseguir un departamento en Boston y vivir juntas.

—No tienes remedio, Luns —rió la rubia, aún le faltaba el aire—. Primero debemos conseguir el dinero suficiente.

—Trabajaremos.

—Prefiero quedarme en los dormitorios por un tiempo. Compartiremos de todas maneras.

—No es lo mismo, las paredes son muy delgadas y nos pueden escuchar...

—También lo eran en el estudio que rentamos...

Así, la joven pareja siguió discutiendo ese tema mientras iban al estacionamiento. En un par de horas la "fiesta de despedida" de los Loud iniciaría, y las chicas llegarían en la motocicleta de Sam. Luna, mientras se ponía en casco con el diseño de notas musicales púrpura, pensó en lo maravilloso que sería la universidad con la Sharp. "Somos pareja, somos amantes, somos amigas y somos una banda. La universidad será pan comido". El vehículo arrancó rumbo a Franklin Street, con Luna sujeta a su novia pensando en su futuro, su maravilloso futuro juntas.

 

2

La mujer logró venderle un par de vestidos a la indecisa adolescente que había ingresado a la tienda media hora atrás, aún sonreía con cortesía mientras la chica pelirroja salía de la tienda. Una vez esta estuvo vacía, pudo suspirar de cansancio y mirarla. Leni asintió en silencio, orgullosa de su amiga por lograr una venta complicada y no perder la imagen de amabilidad. La rubia sabía perfectamente lo difícil que era convencer a una persona insegura de comprar cierto tipo de ropa, normalmente se necesitaba una buena oralidad para convencerlos y mucho carisma. Además de grandes conocimientos respecto a la moda.

Leni por años fue la vendedora estrella de la boutique de la Sra. Carmichael, con su amabilidad innata y su gran conocimiento, la muchacha podía hacer las ventas más difíciles en tiempo récord. A pesar de que Fiona y Miguel le seguían el paso, ninguno lograba igualarla en efectividad. Ahora que una nueva generación de vendedoras, dirigidas por Fiona, intentaban superar a la legendaria Leni Marie Loud, la rubia solo podía observar con orgullo lo mucho que aprendieron esas semanas que estuvo ayudando en la tienda.

—¿Cómo me viste, linda? ¿Crees que fue una sonrisa muy forzada? —preguntó Fiona acercándose a su amiga. Era el último domingo de verano y muy poca gente entraba a las tiendas de ropa en el Centro Comercial, así que solo Fiona se encontraba trabajando.

—Para nada, te viste muy natural. Casi como si fueras su amiga de toda la vida... ¿La conoces? —dijo la rubia con su característica sonrisa, para después adoptar en las últimas palabras una mirada dubitativa.

—No, ni siquiera la conozco —respondió la castaña con una sonrisa relajada—. Creo que no podré igualarte, Leni, pero puedo ser un buen ejemplo para las chicas que trabajan conmigo.

—Serás una gran gerente general. —Puso sus manos en los hombros de su amiga

—Muchas gracias, Leni. —Le correspondió el gesto con un corto abrazo—. Y disculpa por no poder ir a tu fiesta de despedida. La Sra. Carmichael no llegará a la boutique hasta las 8 y para esa hora tú ya estarás rumbo al aeropuerto.

—No te preocupes, por eso vine a verte, como que no sería muy lindo irme sin despedirme de mi mejor amiga.

—No, no sería nada lindo.

Ambas rieron y continuaron hablando sobre temas variados y simples. Leni siempre había logrado conseguir hacer amigos con facilidad, no era ningún secreto que la gran mayoría de las personas que la conocían la consideraban una gran persona, incluso sus rivales. Pero ninguna era como Fiona. La muchacha de anchas caderas, rostro relajado y voz nasal era la única con quien podía hablar libremente de todo. Era un año mayor, como su hermana, y siempre estaba dispuesta a ayudar a Leni en lo que fuera.

A pesar de su gran amistad, Leni temía que su relación con Miguel, cambiara las cosas entre ellas. A fin de cuentas, Miguel, Fiona y Leni eran como los tres mosqueteros, muy unidos. Leni no sabía si los tres mosqueteros tuvieron amoríos entre sí, no era muy buena en literatura europea, pero sabía que cuando hay una relación en un grupo de amigos, la dinámica cambia. "No quiero excluir a Fiona" pensaba a menudo, sin embargo sabía que las cosas no serían igual.

—¿Y qué harán, entonces? —preguntó  la mujer con su voz nasal.

—¿Quiénes? —respondió saliendo de sus pensamientos.

—¿Tú y Miguel? Digo, hoy te vas a Nueva York y él... Bueno, ¿qué hará él?

No podía escapar de ese mismo cuestionamiento. Semanas atrás, cuando Luna comentó ese pequeño inconveniente de que el tiempo en Royal Woods para ella estaba contado, tarde o temprano tenía que volver a Nueva York, supo que su felicidad se truncaría de nuevo. La sola idea de separarse del hombre que amaba le rompía el corazón, sabía que podía tener una relación a distancia pero... ¿Acaso no se merecía un noviazgo normal como el resto? "Amor de verano, el más lindo pero el más efímero" repitió mentalmente las palabras de Lori.

Su hermana mayor y Fiona eran las únicas que sabían de ese predicamento que atormentaba a la modista, y ambas habían llegado a la misma conclusión sin si quiera hablar entre sí: debía hablarlo con Miguel. Leni lo intentó, podía jurar ante cualquiera que lo había intentado. Pero no era muy buena para encontrar las palabras necesarias, no como su hermano Lincoln. Ella era torpe y se le olvidaba a ratos el problema, pero este seguía ahí, inminente.

Era injusto, sufrió por muchos años con la incertidumbre de no saber si amaría alguna vez, se negó a aceptar lo que sentía por Miguel creyendo que solo era amistad y nada más. Tuvo que tolerar a un patán en Nueva York por su incapacidad de escoger parejas que la hicieran mejor persona a ella y no solo ella a ellos. Ahora que por fin había experimentado el amor verdadero, ahora que se permitió estar con Miguel y se sentía plena, la vida lo quería alejar de él. El tiempo se le había agotado y, aunque ella sabía que estarían toda la fiesta juntos, hoy tendría que despedirse de él.

—No lo sé —respondió con voz entristecida a los cuestionamientos de Fiona. De pronto, todo su ánimo había escapado, como un ave de una jaula abierta.

—Oh, nena, no me digas que no has hablado con él —le dijo con cautela la castaña. Sintió como la tomó de sus manos—. No, no lo hiciste... Dios, Leni, hoy te vas de Royal Woods y no sabes que será de ustedes.

—Me dio miedo preguntarle. ¿Y si quiere terminar la relación? Como que mi corazón no lo soportaría.

—Leni, lo conozco desde hace años. Él jamás haría eso.

—¿Cómo lo sabes?

—Él te ha amado desde el primer momento en que te vio entrar con la Sra. Carmichael por esa puerta. Lo negó, al igual que tú, solo por conservar una amistad. Pero lo que sienten ambos era tan notorio que yo estaba segura que tarde o temprano quedarían juntos. Debes hablarlo con él, sé que encontrarán la manera de seguir con lo suyo.

—Como que tienes razón, debo hacerlo. —La llama de la determinación apareció brevemente en los ojos de Leni. Su mirada era tan altiva y confiada como la de LJ, y sonaba tan segura como Lori. Pero eso duró poco, nuevamente la duda azotó a su mente—. ¿Cómo lo hago? Nunca he tenido que hablar de un tema similar con mis anteriores novios.

—Pareces toda una novata —se burló un poco su amiga antes de adoptar una voz seria—. Bien, lo que debes hacer es...

La campanilla de la puerta sonó, estremeciendo a la atenta Leni y haciendo que Fiona regrese a su faceta de vendedora. Mas la persona que había entrado a la boutique no era ningún cliente, sino un ex empleado del lugar y un conocido de ambas. Amigo de Fiona y novio de Leni, Miguel entró al local con una sonrisa radiante en los labios y su mirada paseaba entre las dos chicas, deteniéndose más tiempo en Leni. A la rubia le alegraba verlo, pero sintió pesar por no saber lo que Fiona iba a decir.

—Debes improvisar —le susurro Fiona antes de ir hacia Miguel—. ¿Qué te trae por aquí, señor maquillista de súper modelos neoyorkinas?

—Una improvisada reunión del equipo vendedor estrella de esta boutique —le respondió el chico con su característica confianza. Ambos amigos se dieron un corto abrazo, llevaban un tiempo sin verse—. Y venía por Leni, no responde los mensajes de su hermana.

—No escuché mi celular —se excusó rápidamente Leni. Era parcialmente cierto, no había notado los mensajes, pero cuando lo hizo los ignoró. Sabía que Lori estaría insistiendo, al igual que Fiona, en que hablara con Miguel. La presión era mucha.

—¿Te encuentras bien, amor? —La voz del hombre la sacó de sus pensamientos. Estaba a unos pasos de ella, su mirada de autosuficiencia y sonrisa arrogante se habían borrado de sus labios, solo había preocupación en su rostro. "Preocupación por mí" concluyó Leni, no por deducción, sino por mera intuición. Lo sentía.

—¿Yo? Claro que estoy bien —dijo con rapidez. Su sonrisa era nerviosa, se precipitó en darle un beso a Miguel en la comisura de los labios y se encaminó a la puerta—. ¿Por qué no debería de estarlo? Como que hoy va a haber una fiesta, debemos irnos ya...

—Eres mala mintiendo, Leni. —Seriedad. Solo podía percibir su seriedad, su intención era no moverse ni un centímetro de donde estaba hasta que ella hablara, lo sabía. Intentó refugiarse en su amiga, pero cuando sus ojos la encontraron, ella abandonó la escena con la intención de alguien que no quiere hacer mal tercio. "No sé qué decir" pensó con nerviosismo y desesperación.

—No estoy mintiendo, hoy va a ser la fiesta y...

—¿Qué es lo que tienes, amor? —Nuevamente su cercanía la desconcertó. "¿Cómo es que se movía tan rápido sin hacer ruido?" se preguntó. Cuando Leni se había girado para verlo, él estaba justo frente a ella. Pudo percibir con más intensidad sus sentimientos, la genuina preocupación de un hombre enamorado. Sintió su cariño y su deseo de ayudar, pero también percibió algo de duda y nerviosismo. "Él también lo ha pensado" intuyó la rubia.

No dijo nada por unos largos y tensos segundos, limitándose a mirarlo con interés y nerviosismo. Él no la presionó, cosa que agradecía mucho, y espero pacientemente a que ella retomara la conversación. Sin embargo, a Leni le atormentaba la duda y el sinsentido de sus pensamientos. Nunca fue muy lista y las palabras no eran lo suyo, ¿cómo podría explicar lo que sentía, lo que la atormentaba, si era tan torpe a la hora de hacerlo? "No me entenderá" se dijo con desilusión. Aun así lo intentó, porque eso debía hacer, y porque lo deseó, para poner fin a su tormento. "Solo díselo, cabeza hueca" se reprochó con dureza.

—No quiero separarme de ti.

—¿Es eso lo que te preocupa?

—No sabía cómo decirlo, aún no lo sé muy bien... Digo, como que nunca me explico bien. Soy un desastre a la hora de pensar en las palabras adecuadas... O sea, mis hermanos son muy buenos en eso, sobre todo Lincoln y Lori, parece que siempre tienen algo que decir... Lo que trato de decir que Nueva York está muy lejos, como a mil kilómetros o más... Realmente no sé, nunca me he puesto a pensar en cuántos kilómetros sean... ¿No te da risa la palabra kilómetros? La confundo con kilogramos, o sea, son casi lo mismo... ¿Qué estaba diciendo antes de los kilómetros? ¡Ah sí! Que tú y yo nos separaremos, ya lo siento, como me lo dirás en el aeropuerto: "Se terminó" y yo voy a llorar mucho...

—¡Leni! Espera, no saques conclusiones apresuradas. —Miguel la detuvo al poner sus manos sobre los desnudos hombros de Leni. "Sus manos son suaves, pero firmes" pensó la rubia—. ¿Por qué dices que lo nuestro va a terminar? ¿Acaso no quieres estar conmigo?

—¡No! No me refiero a que yo quiera terminar. —No entendía el por qué era tan difícil explicarse. Inhaló profundamente, se calmó tal y como Lori le enseñó, y exhaló con tranquilidad. Solo tenía que decir lo que sentía, no había vuelta atrás—. Nos separaremos, Miguel. Yo me iré a Nueva York hoy, y tú... Tú te quedarás aquí.

«Sé que podríamos tener una relación a distancia, pero como que no sé si funcionaria. Es mucha distancia, creo que hasta las horas son distintas y no sé cómo son las relaciones de ese tipo... No quiero que te sientas solo, que pienses que me he olvidado de ti. No quiero cometer el mismo error que cometí con mi familia... Pero tampoco quiero perderte, yo tardé mucho en darme cuenta de que te amaba y aceptarlo... No sé qué hacer.»

Leni no quería llorar, no le gustaba que él la viera de esa manera, débil y sentimental. Cerró los ojos intentando reprimir las traicioneras lágrimas, lo estaba logrando hasta que sintió los dedos de Miguel sobre su rostro. Sintió la tierna caricia sobre sus mejillas, la calidez de su piel y la delicadeza de sus tacto. "No quiero perderlo" pensó aferrándose a la sensación de su piel contra la de él. La voz de él, suave y gallarda, erizó su piel.

—Iré contigo.

—¿Qué...? —dijo en un jadeo la rubia. Sus ojos se abrieron de golpe, aún turbados por las lágrimas, tardó en enfocar el rostro de Miguel. Sonreía, no con arrogancia u orgullo, sino con ternura. "Solo me sonríe a mí de esa manera".

—Me iré contigo a Nueva York, Leni —repitió en voz más alta, más alegre, más viva. La chica recuperó el aliento, sintió la alegría recorrer su cuerpo como una carga eléctrica, pero que frenaría en breve.

—Pero tu familia, tu empleo, tus cosas... Tu vida en Royal Woods, no quiero que pierdas nada por mí. Como que no sería muy bueno de mi parte hacer...

Miguel calló todas las protestas de la chica con un simple movimiento, normalmente a las Loud las silenciaban con un dulce beso cuando las acosaban las inseguridades. Pero Miguel era diferente, solo puso un dedo sobre los labios de Leni y le sonrió. En su mirada vio la confianza que lo caracteriza.

—He soñado contigo por años, Leni. He vivido una vida aburrida y mediocre porque era demasiado indeciso. Ahora que estoy contigo, me niego a quedarme con los brazos cruzados. Por mi trabajo no te preocupes, gracias a ti logré conocer a gente importante en Nueva York cuando fui y ahora tengo un posible trabajo asegurado. Dejé que mi vida perdiera el sentido, pero ahora sé que contigo vuelvo a vivir como debo. Donde sea que estés, yo estaré contigo, mi bella Leni. Así que hoy mismo iré contigo a Nueva York.

Leni no daba crédito a lo que escuchaba. Tantos años creyendo que el amor nunca tocaría a su corazón y ahora lo experimentaba en todo su esplendor. "Vendrá conmigo a Nueva York" pensó aún sin creerlo del todo. Podía ser una decisión apresurada, pero las historias de amor están plagadas de decisiones apresuradas, y Leni quería vivir su propia historia de amor en toda regla. Lo abrazó y besó, se sentía como una chiquilla en navidad, con la alergia incontenible.

—Me haces la mujer más feliz del mundo —le dijo finalmente acurrucada a su pecho. La incertidumbre del porvenir sería el problema de la Leni del futuro, la Leni del ahora disfrutaría del momento.

—Y tú me haces el hombre más feliz del mundo.

—Sabía que terminaría juntos, era una apuesta fácil. —La voz de la Sra. Carmichael los tomó por sorpresa, ambos jóvenes de separaron y se giraron hacia la puerta principal. La mujer de cabellera roja y Fiona miraban la romántica escena conmovidas.

—Por un momento pensé que tendrían una relación a distancia —dijo Fiona—. No me esperaba tal iniciativa de Miguel, ¿pero qué se le va a hacer? Acabo de perder 50 dólares.

—¿Apostaron sobre nuestra decisión? —preguntó sorprendido Miguel.

—Soy una romántica y Fiona no, así debíamos arreglar este asunto como personas civilizadas —dijo con una sonrisa astuta la mujer madura.

—Bueno, quedarme "temporalmente" con el auto de Miguel compensa los 50 dólares —dijo la vendedora encogiéndose de hombros y pagando su apuesta.

—¿Acaso crees que te dejaré mi auto?

—No creo que tengas donde estacionarlo en Nueva York, ¿o sí, chico impredecible?

—Rayos, no pensé en eso.

—Sra. Carmichael, creí que llegaría por la noche —interrumpió la rubia, aunque eran cómicas las peleas de Miguel y Fiona por el auto, le interesaba más saber la razón de la pronta presencia de la Sra. Carmichael, fuera de la apuesta que Leni no vio como posibilidad.

—No podía quedarme tranquila si no me despedía de una de mi ex empleada estrella —dijo la mujer acercándose a los jóvenes, seguida de Fiona—. Y al parecer también tendré que despedirme de mi otro ex empleado estrella.

—Oh, ¿quiénes son? —preguntó en un despiste Leni, aún no entendiendo del todo las palabras de su ex jefa.

—Habla de ustedes dos, nena —le respondió Fiona con una sonrisa de lado.

—Así es, realmente me alegra ver lo lejos que han llegado ambos y que por fin, luego de 4 largos años de estar enamorados el uno de la otra, se den la oportunidad de estar juntos. Les deseo lo mejor a ambos. —La mujer abrazó con cariño maternal a los jóvenes. Para Leni, su ex jefa había sido casi como una segunda madre y una gran amiga. "Es tan buena como Bona" pensó la rubia mientras se despedía de la mujer de cabellos carmesí.

Fiona los acompañó, la Sra. Carmichael le había dado el día, así que los tres fueron al viejo auto de Miguel. Las discusiones seguían entre Miguel y Fiona, no notando que Leni se había detenido. La Loud miró la tienda donde tantas cosas había vivido. Donde conoció a su mejor amiga y a su novio, donde se demostró que era capaz de ser autosuficiente y que era realmente buena en algo. Antes de marcharse de ese lugar, antes de dejar Royal Woods y volver a Nueva York. Antes de que su vida cambiara, se despidió de aquel lugar con unas simples palabras: "Fue como que increíble".

 

3

La comida en ese lugar era mala. Es un hecho que la calidad de vida en las correccionales estatales no es la mejor, pero según el carcelero que solía hacer rondas por las tardes en su sección, comparadas con las prisiones latinoamericanas eran el paraíso. "En esos países duermen hasta 10 reos en una celda para 4, comen una vez al día y no tienen un baño" le dijo en aquella ocasión que estaba de humor parlanchín. El panorama no era tan desolador ahora, pero la comida seguía siendo mala.

—¿Qué esperabas? ¿Panqueques con miel? —le dijo el encargado de la cocina cuando vio el rostro del chico ante la comida que le habían servido.

Después de un par de semanas se acostumbra uno al sabor opaco y el inexistente olor de la comida, pero su paladar seguía añorando la comida de su padre. "No era la mejor, pero tenía sabor" pensaba mientras se llevaba un puñado de puré a la boca, bien dicen que no aprecias las cosas que tienes hasta que las pierdes. La Correccional Estatal de Michigan, a un par de horas de la capital del Estado y a medio día de su pueblo natal, era el hogar de Rusty Spoke por los próximos 2 años. Cuando cumpliera la mayoría de edad iría a la prisión normal de Michigan.

Hoy era su cumpleaños, los 16 más solitarios que podía imaginar. Con melancolía comía esa pasta "especial" que el cocinero le hizo. "Se burló de mí al dármela" pensó con apatía, las burlas en la correccional no eran nada parecidas a las de la secundaria. En ese lugar había golpes, insultos, bromas pesadas y no hay nadie que te defienda. Otro día más, otra golpiza en el patio. Rusty no era muy popular, simplemente su actitud reservada adoptada al entrar a prisión, lo hacían un blanco fácil.

Sus pensamientos se detuvieron en seco cuando una de las miradas furtivas del pelirrojo, esas que daba ocasionalmente a su alrededor para evitar peligros, lo vio. Su cabellera carmesí era notoria entre la marea de castaños y rubios, su aspecto no era aquél que conocía y su rostro denotaba hostilidad. Rusty sabía que tarde o temprano él se le uniría en la correccional, y aunque le alegraba que se hubiera hecho justicia, rezó en más de una ocasión que no se apareciera en ese lugar. Aún le temía.

Chandler no era el único rostro nuevo a la hora del almuerzo, sino que distinguió una cara familiar que creía que no volvería a ver nunca más. "Todd" murmuró al verlo. Era el hermano menor de Harry, el mejor amigo muerto de su hermano mayor. Para Rusty, Todd era un buen amigo que se dejó influenciar por las actividades delictivas de Harry, quien también guío a su hermano en esas andadas. Y ese chico de cabellos grises, rostro duro y altura impresionante era apenas un año mayor a Rusty. "Parece ser que es popular".

Quería acabar su comida rápido, sabía que si le hablaba a Todd podía sentirse más seguro, parecía ser respetado entre los demás chicos. Pero era más su miedo hacia Chandler, que en cualquier momento podía notarlo entre la marea de reclusos. Apresuró a su boca e ingirió la insípida comida como un famélico, las risas de sus compañeros de mesa no se hicieron esperar. "Estaré seguro en la celda de clases" se dijo animándose a tragar rápido, pero sus esfuerzos fueron en vano.

Cuando levantó la vista, ansioso, notó la mirada del pelirrojo sobre él. Ya no había ni un ápice de la arrogancia de Chandler, solo furia pura. Sus ojos parecían brasas encendidas, llenas de desprecio e ira. "Estoy perdido" se dijo tragando el último bocado de comida. No podría salir de la "cafetería" sin que lo alcanzara, su ex amigo se caracterizaba por ser muy rápido. Lo intentó, escabullirse entre los reos era difícil con un color de cabello tan llamativo y una altura considerable como la suya. Maldijo sus genes que lo hicieron tan distintivo cuando sintió la embestida de Chandler.

—¡Hijo de puta! —escupió enfurecido. Rusty no pudo mirarlo, una segunda embestida hizo que cayera al duro cemento, la bandeja de alguien más cayó sobre su rostro—. ¡Eres un puto bocazas! Mira que te cuide el maldito culo, te saque del anexo y me lo pagas cantando como un maldito pajarito. ¡Me las vas a pagar, cabrón!

Sintió como el chico lo tomaba de la ropa, aquella ropa holgada de correccional, y lo obligó a ponerse de pie. Estaba confundido, escuchaba a la multitud de personas a su lado, expectantes gritaban incitando a una pelea. Rusty lo que menos quería era hacer daño a una persona más, sin importar quien fuera. Así que se anticipó al golpe inminente de Chandler, que había perdido todo recato y porte que alguna vez demostró. "Él nunca se ensuciaba las manos, pero está enfurecido" pensó cerrando los ojos.

Mas, el golpe no llegó. El agarre de su agresor desapareció de forma precipitada, sintió como la mano de Chandler soltó su camisa de forma brusca. Lo escuchó caer de bruces sobre el cemento, con más violencia que él, y notó el silencio de toda la multitud. Cuando abrió los ojos vio quien había acudido su ayuda, era más alto que él y más fuerte, su rostro lleno de cicatrices se endureció. Todd no intimidaba, aterraba.

—Miren qué tenemos aquí. Una marica de pelo rojo teñido —dijo con su voz aguardentosa, una sonrisa burlona se dibujaba en sus toscos labios—. ¿La perra roja tiene un problema con mi amigo?

—No te metas en mis asuntos, imbécil —dijo Chandler poniéndose de pie, la ira lo dominaba.

—Te diré algo, mariquita. Yo soy quien manda aquí, todos lo saben, y es mejor que no jodas a mis amigos. —Todd puso su manaza sobre el menudo hombre de Rusty y lo miró—. Este perro de aquí es hermano de Ronald, el mejor amigo de mi hermano, y por lo tanto parte de la pandilla. Harry me decía que eres un tipo legal, ¿estoy en lo cierto?

—Yo... —Por unos momentos dudó. Rusty sabía que su carrera delictiva no inició con sus ataques a Lincoln y la venta de droga, sino que tuvo sus orígenes en la complicidad. Sabía perfectamente qué era lo que hacían Ronald (su hermano) y Harry. Todos esos años calló y dejó que hicieran lo que quisieran. Esa misma complicidad buscó Chandler en él, pero deseando que fuera más activo. A pesar de la confianza, él lo traicionó al darse cuenta de sus pecados. Pero eso no lo sabia Todd—. Sí, soy un tipo legal. Ese idiota solo me levanta falsos.

—Bastardo... —masculló Chandler con voz iracunda antes de recibir un golpe en la mejilla derecha. Escuchó un crujido y el golpe seco de su cuerpo caer en el suelo. El derechazo de Todd de seguro le había zafado la mandíbula. Chandler no se levantó del suelo.

—Esa marica no volverá a molestarte, Rusty —dijo Todd con una sonrisa burlona—. Bienvenido, perro.

—¡McFarlane! No llevas ni un puto día devuelta aquí y ya golpeaste a otro chico. —El gritó del guardia los alertó, así que el viejo Todd McFarlane tomó su comida y se alejó de Chandler.

—Estate conmigo, perro. Así no se meterán ya contigo.

Rusty así lo hizo, seguro de que su estancia ese año sería mejor. Pero, algo le decía que las cosas con Chandler no terminarían ahí. "Es tan listo que me aterra, cobrará venganza y tiene la paciencia para esperar el momento adecuado" pensó temeroso, sabiendo que Chandler no dejaría su vida en paz.

 

4

Sus manos se cerraron sobre su falda, era la café con cuadros amarillos, muy de su estilo. El calor del mediodía era intenso como cualquier día de verano, pero agradable a fin de cuentas. Era como si el clima supiera que era el último día del verano, y en toda su benevolencia, permitía un clima agradable para que los niños pudieran divertirse al máximo. "Ojalá un idiota no pida que este día se vuelva un bucle infinito como esa mala película de los 90" pensó con humor, imaginando que repetiría el mismo día una infinidad de veces sin darse cuenta.

Luan solía divagar mucho cuando estaba nerviosa. Las personas divagan cuando piensan, siempre encaminando sus pensamientos hacia miles de posibles bifurcaciones y alejándose del camino central de sus reflexiones. Pero la comediante estaba a otro nivel, siempre relacionando sus pensamientos con chistes, y los chistes le recordaban películas, y las películas la hacían pensar en otras cuestiones de la vida. Así, llegaba a olvidar su pensamiento inicial. En esta ocasión era imposible olvidar ese pensamiento, que seguía ahí, rondando entre sus divagaciones, acechando para ocupar el protagonismo de su mente. Aunque pensara en otras muchas cosas, ese pensamiento persistía. Benny la había citado ahí, ese día, a esa hora; y no tenía ni la menor idea de por qué.

Está de más decir que desde ese día en que terminaron, de la peor manera, no se volvieron a ver. "Si estás en Royal Woods siempre te topas con un Loud, pero nadie vio a Benny en todo el verano" reflexionó la comediante con una mueca. La ausencia de Benny en todo su verano fue dura, aunque otras cuestiones ocuparon su mente en más de una ocasión. Siempre es difícil terminar una relación, más cuando se lleva mucho tiempo en ella, como fue su caso. Años juntos y en cuestión de minutos él ya no estaba en su vida, y aunque ella fue quien lo terminó, aún le dolía su ausencia.

"Es la costumbre, no amor" se dijo en más de una ocasión para reprimir los locos impulsos que tenía a mitad de la noche, donde moría por mandarle un mensaje pidiéndole que volvieran. Cuando estaba en medio de esos momentos de debilidad, recordaba las razones por las que habían terminado. "Ya no sentía nada por él, nuestros caminos son muy distintos y yo necesito hacer bien mi vida" esas eran sus principales razones. Y lo lograba, dejaba el celular a un lado y podía volver al reino de los sueños después de unos minutos. Algunos días, los especialmente malos, era Luna (y después Valery) quien evitaba que ella lo llamara. Ahora ya podía decir que sus deseos de volver habían muerto, pero aún persistía el sentimiento de nostalgia.

Una nostalgia que se disparó al verlo llegar. Él había elegido verse en el lugar de su primera cita, esa en la que enloqueció por su barro. "Movida cruel, Benny" pensó Luan cuando se acercaba, su expresión era indescifrable. Una mezcla entre una sonrisa y una mueca de melancólica apareció en su rostro, y sus ojos transmitían tristeza. "Aunque hay algo de sorpresa. Como si creyera que no vendría" pensó mientras ponía su mejor cara seria, fracasó estrepitosamente.

—Hola, Luan —dijo el chico haciendo un gesto muy familiar. "Su sonrisa nerviosa"—. Veo que aún no te salen tus caras serias.

—Fue un verano, Ben, no es fácil perfeccionar algo en una verano —respondió con una pizca de humor, detestaba la tensión y deseaba que su conversación con él no lo fuera.

—Algún día lo lograrás —le dijo con esa sonrisa muy suya. "Qué recuerdos" suspiró—. ¿Quieres caminar?

Anduvieron por un buen rato. El silencio entre ambos era peculiar, aunque la duda hacía que Luan se pusiera tensa, después de un rato se relajó y simplemente se dejó llevar por sus divagaciones. Mientras el sonido de los pájaros, niños y el viento la acompañaban, su mente viajaba a un pasado no tan remoto. Aunque Benny y ella no estuvieran todos los días juntos como Luna y Sam, o Lori y Bobby en su momento, si había bastantes recuerdos muy buenos de su relación.

Recordó su primer beso, afuera del teatro de la secundaria, que ayudó a disipar cualquier duda en su relación. El segundo fue aun más parafernalio, en el clímax de una obra de teatro, sin embargo el primero fue más dulce y sincero. Recordó las cartas que él solía escribirle cada semana, las enviaba por correo y toda la cosa. Cargadas de romanticismo, sus dotes de literato quedaban en evidencia con sus metáforas y bellas palabras. Ella las guardaba todas en una pequeña caja cerca de su cama, para leerlas cuando más se sintiera sola.

También recordó aquella tarde en la casa de él, el sol caía con lentitud en el occidente y la vista del jardín era hermosa. La voz dulce de su madre anunciaba su salida por un par de horas, y su padre no estaba en casa. Luan, consciente de las intensas sesiones de besos que tuvieron a lo largo de las últimas citas, sabía lo que podría llegar a suceder. Sin embargo, se negó a creerlo y actuó con la normalidad que la caracteriza: chistes y bromas pseudo románticas. Pero esa tarde Benny tomó un papel más serio, sensual y dominante. Fue tierno, sí, pero eso no quitó su iniciativa y deseo. Luan lo deseaba y no dejó que sus inseguridades de adolescente inexperta la detuvieran, era el momento perfecto y... Fue mágico, algo decepcionante, mas aún memorable.

—Quiero disculparme por mi comportamiento de la otra vez, me comporté como un idiota. —soltó Benny de la nada, descolocando a la comediante. Lo miró directamente al rostro, notaba su arrepentimiento, y por un momento pensó en lo que le dijo después de terminar esa tarde: "Perdón por mi comportamiento, creo que fui muy rudo."

—Lo fuiste —dijo Luan tanto para la ocasión actual como la del pasado. "Fue rudo, pero no me lastimó —pensó—. Mas ahora, sí que lo hiciste."

—Yo... No sé lo que me pasó. Simplemente no pensé en las consecuencias y dije una sarta de estupideces. Me dejé llevar por lo que sentía. —"Como en aquella ocasión, Benny. Eres muy pasional, tanto en el sexo como en las palabras"—. Lo pensé tanto y solo dijiste verdades. Duras de escuchar, pero verdades a fin de cuentas. Lo nuestro no iba para ningún lado.

—Pedías mucho de mí, Ben.

—Sí, creo que mi justificación es tonta... —Él la miró, como si le pidiera permiso, pero no espero una señal suya. "Sigues siendo el mismo"—. Nunca había tenido una relación tan larga y me hice ilusiones sobre lo nuestro. Me imaginé un futuro donde los dos seguíamos como pareja, tú lo escuchaste también, y no pensé en que somos jóvenes... ¡Por Dios, somos muy jóvenes! Este tipo de relaciones siempre terminan, no importa cuánto duren, lo hacen. Nos queda tanto por conocer y tenemos caminos tan diferentes... —Nuevamente clavó sus pupilas en las de ella, la duda acosaba su mirada—. Escuché que definitivamente no irás a la universidad.

—¿Te lo dijo Maggie? —La chica emo no se caracterizaba por su discreción.

—Lo comentó...

—Pues tiene razón, después de un verano de locos, decidí no presentar el examen de admisión. Mis padres me apoyaron y ya conseguí un trabajo en el pueblo vecino. Como ves, no iré a la universidad.

—Pero aun así te vas de Royal Woods. —Se escuchó reflexivo, parecía no entender como ella había logrado eso—. Vaya, son muchos cambios.

—Tú te irás a la universidad ¿no?

—Sí, hoy en la noche salgo para Nueva York. Finalmente me aceptaron y estaré tan cerca de Broadway...

—Felicidades, Benny... —La chica le dio un ligero golpe en el hombro, como muestra de camaradería.

—Gracias... Sabes, no vengo a contarte como tal mis planes y todo eso, no quiero sonar arrogante. Solo quiero disculparme antes de marcharme, no como un intento de expiar mis culpas, sino como un deber. Cometí el grave error de tratarte mal, de rechazar cualquier contacto y rehuir de ti y tu familia... Solo quería decirte que te entiendo, entiendo tu decisión de no estudiar la universidad, de terminar nuestra relación y buscar esa libertad que tanto añoras. Tarde pero lo entendí y, como el novio que alguna vez fui y el amigo que deseo volver a ser, me siento muy orgulloso de tus decisiones.

—Todo bien, Benny. Aún podemos ser amigos y... Gracias, por entenderme.

En ocasiones no se necesitan tantas palabras para disculparse, ni grandes discursos o justificaciones argumentadas, solo sinceridad y simpleza. Luan sabía lo que sentía porque lo conocía perfectamente, porque vivió con él una montaña de emociones por 3 años. Así que selló el perdón y la reconciliación entre dos viejos amigos con un abrazo, sin olvidar los mejores momentos de su noviazgo. "Fuiste mi primer novio y nada lo cambiará. Espero que seamos buenos amigos de nuevo" pensó mientras sentía el fuerte abrazo del chico.

—Harán una fiesta en mi casa —comentó la comediante mientras seguían caminando—. Será como una especie de despedida, muy sentimental, porque 4 chicas Loud dejamos el nido. 2 de nuevo y 2 por primera vez, pero conoces a mi padre y su sensibilidad con eso de los cambios. Si tienes algo de tiempo, podrías pasarte un rato... Harán hamburguesas a la Lynn.

—Sería divertido, pero creo que debo declinar... Es un día un poco ajetreado y, no sé, sería algo raro.

—Tienes razón, algo muy raro. —Soltó una risa nerviosa.

—Pero puedes invitar a Maggie, me dice que solo han hablado por teléfono todo el verano, no sería mal plan que la invitaras.

—El sol la puede hacer polvo, Ben —bromeó Luan, por primera vez en toda la mañana hizo reír a alguien—. Pero se lo comentaré, tal vez la reina de la oscuridad y lo vampírico decida honrarme con su presencia.

—Ten por seguro que será así... Bueno, creo que es hora de que me vaya.

—Sí, yo también debo regresar a casa...

—Hasta luego, Luan. Mucha suerte con lo que sea que vayas a hacer en un futuro.

—Adiós, Benny. Cuídate.

Esa fue la última vez que se vieron en mucho tiempo, y las últimas palabras que se cruzaron en meses. Pero, sin importar las decisiones tomadas, ambos guardaron el recuerdo de su relación como "su primer gran noviazgo", y eso hacía que valiera la pena.

 

5

Desde que se recuperó, dar largos paseos por el vecindario, escapando del pandemonium de su casa, se había vuelto uno de sus pasatiempos favoritos. Solía hacerlos solo, aunque de vez en cuando una de las gemelas o Lucy se le unían, y existían las otras ocasiones en que era su novia quien lo acompañaba. Siempre dándole su espacio para que él pudiera perderse en sus pensamientos, aunque las conversaciones eran lo que más ocupaban tiempo.

Esta vez sería Valery la que estaría a su lado, respetando su silencio y ligera distancia. "Ella me entiende" se dijo con agradecimiento. Sin embargo, para él el silencio era algo abrumador cuando se está con alguien, normalmente síntoma de la falta de química, y con Valery no solían haber esos largos silencios. "Los hay, pero son breves y cómodos" se dijo, decidido a hablarle. Le costó pensar en un tema de conversación, ya que sus pensamientos eran una maraña de ideas, recuerdos y fantasías. Sus temores estaban al descubierto y, aunque le contara todo a Val, había cosas que se guardaba para él, como sus pesadillas.

—El último día del verano —dijo al fin en voz alta, su voz sonó algo ronca por lo que carraspeó para continuar—. Recuerdo ese último domingo antes de entrar a la secundaria, no salí de casa, estaba ansioso por lo que me esperaría al día siguiente en la escuela. Era el último día que Lori dormiría en casa y mi padre estaba más sentimental de lo usual.

—Imagínate yo, tenía que entrar a una escuela en un país extranjero —respondió la chica con una sonrisa nostálgica. Su mano izquierda buscó la derecha del chico y sus dedos se entrelazaron, con destreza, como si sus manos estuvieran hechas para tomarse la una a la otra—. Mi madre me dio un sermón sobre los buenos modales de Inglaterra y que debía demostrar quién era yo... Mi padre solo me decía que me divirtiera.

—Mensajes muy confusos ¿eh? —La miró. Ella tenía sus ojos clavados en las flores de los jardines, sus facciones estaban relajadas y se movía con la gracia de una dama.

—Y que lo digas —le respondió mirándolo, sus bellos ojos se clavaron en los suyos, y sintió como su corazón se acelera—. Nunca entendí cómo podían darme consejos tan diferentes hasta hace poco.

—¿Los extrañas?

—A veces, cuando las noches son frías por las lluvias recuerdo a mi padre. En Inglaterra llueve mucho y el siempre me arropaba doble cuando la tormenta era muy ventosa.

—Es un gran hombre...

—Lo es, pero un hombre de negocios. Para él es mejor enfocarse en su empresa, yo lo puedo ver de vez en cuando y entre los dos todo está bien.

—¿Y extrañas a tu madre?

Del rostro de Valery se borró la sonrisa relajada y sus facciones se endurecieron poco a poco. Lincoln sabía que estaba tocando un punto sensible, un tema que ellos no habían hablado en todo el verano. Pero bien dicen que lo que sucede en un verano debe concluir en el mismo. Lincoln debía hablarlo, saber lo que realmente sentía su novia, para así poder ayudarla. "Ella ya hizo mucho por mí. Ahora es mi turno de ayudarla" pensó Lincoln.

—Muy poco —respondió en un suspiro. Su mirada se perdía en la nada, o mejor dicho, en los recuerdos de su pasado—. Cuando tu madre me trata con el cariño que mi madre nunca me demostró, la recuerdo. Comparo todo lo que viví con mis padres con lo vívido contigo y tus hermanas. Siempre creí saber lo que era una familia, por lo que me negaba a la idea de formar una en un futuro, ya que estas eran conflictivas y distantes. Pero, cuando te conocí supe mi error. Ustedes son una verdadera familia. Con sus altas y bajas, con conflictos y momentos tensos, pero a fin de cuentas, una verdadera familia. Y desde que vivo con ustedes he sentido ese afecto que tanto añoré. Sé que solo soy una invitada, y estoy muy agradecida por la familiaridad con la que me tratan. Ahora, puede decirse, que no rechazo la idea de tener una familia como la tuya, Linky. No grande, pero sí unida.

—Ya tienes una familia, Val —le dijo deteniéndose justo frente a ella. Su corazón vibraba al verla, tan hermosa como el día en que la conoció. Recordaba esa temerosa mirada que ella le dio cuando se vieron por primera vez. Ahora, sus ojos reflejaban una confianza absoluta—. Tú eres una Loud y siempre lo serás.

—Es muy lindo de tu parte decir eso, Linc...

—No lo digo por decir, eres una Loud como lo es Sam o Clyde. Y no solo porque yo sea tu novio, sino porque te has vuelto parte de la vida de mis padres y cada una de mis hermanas. Hasta Lola.

—¿Lola? Yo creí que aún estaba celosa por su hermano mayor...

—Ella es hostil y da miedo, pero muy en el fondo le agradas, lo he visto.

Valery tomó la iniciativa. Lincoln recordó los primeras citas que tuvieron, donde ya no se podían considerar amigos. Ella se comportaba con cierta timidez y recato, algo común cuando se piensa quedar bien con la persona que te gusta. Por lo tanto, era el albino quien tomaba la iniciativa, en caminar de la mano, los abrazos y los besos... Ella, ahora sin ningún recato, le gustaba besarlo desprevenido, actuando sin esperar que él actuara primero. Eso le encantaba, más ese tierno, aunque breve, beso.

—Te amo, Lincoln Loud —le dijo a unos centímetros de su rostro, su voz era un susurro cálido y musical. Sus ojos tenían ese brillo único, que solo se presentaba a tan poca distancia y que lo enamoraban.

—Yo te amo aun más, Valery Rider. —Y él tomó la iniciativa nuevamente. Esta vez el beso sería largo, apasionado, en el cual transmitían todo lo que con palabras no se puede expresar. "Te amo" unas cuantas sílabas cargadas de un simbolismo increíble, que con el sentimiento adecuado significan tanto. Mas, no había mejor manera de expresar el amor que con acciones: una caricia, una mirada, un abrazo, un beso; con eso se podía demostrar mucho más. Y ese beso decía todo lo que sentían el uno por el otro, que ningún lenguaje conocido podía expresar con palabras.

Ambos siguieron caminando, hablando de otras cuestiones, ya no había melancolía o dudas, solo disfrutaban el momento a solas como pareja. "En casa no podemos tener mucha intimidad" pensó el chico mientras jugaba con su novia. Cosquillas y ligeros empujones, cosas de novios muy comunes. Lincoln la tenía de la cintura y pasaba sus dedos por las partes más sensibles de su chica, sin otra connotación que no fuera el inocente juego, y ella reía y protestaba. En uno de esos movimientos bruscos que hacía, Val logró zafarse del agarre y Lincoln retrocedió.

Lincoln sintió como sus pies trastabillaron y, con torpeza, encontraron la estabilidad en el asfalto de la calle. Lincoln, con una sonrisa divertida, levantó su mirada hacia su amada, dispuesto a soltar una broma con respecto a su fuerza. Mas la expresión que encontró en el rostro de ella lo dejó helado. Fueron unos segundos, pero notó terror, casi pavor, en aquellos ojos. Su rostro se deformó en una mueca de miedo perceptible. Pero sería su reacción lo que más asustaría a Lincoln, ya que en la brevedad ella lo tomó de los hombros, y con brusquedad lo jaló hacia la acera nuevamente. Se aferró a él, temblorosa, sin mostrar su rostro.

—Val... —murmuró con ella entre sus brazos. Conmovido, la apretó contra él con fuerza. No lo dijo, no en ese momento por lo menos, pero sentía su miedo y lo conocía. "Ella teme por mi vida".

Le dolía verla así, aterrada con la sola idea de que el nefasto accidente se volviera a repetir. La sola idea de que ella vivía preocupada por él, le sentaba mal, era tierno pero algo que no quería permitir. "Quiero que viva sin miedo" mas eso no sería sencillo, lo sabía y lo trataría con ella después. Ahora solo la tranquilizaba con su abrazo y dulces palabras al oído. No quería aceptarlo, pero a él también le aterraba la idea de que el accidente volviera a ocurrir. Aunque no desarrollo un sentimiento de miedo constante, el ver un auto acercándose a altas velocidades hacia él, lo congelaba del miedo. No importaba que estuviera fuera de su alcance, el solo verlo a tal velocidad le causaba pavor.

—Perdón, Lincoln, yo...

—Tranquila, lo entiendo. —Le dio un tierno beso en su frente—. Vayamos a casa, que mamá me pidió que la ayudara a decorar.

—Aún no me acostumbro —soltó la chica sin apartar la vista de su rostro.

—¿A qué?

—A tus anteojos, pareces otro.

Lincoln soltó una carcajada y le dio otro corto beso. "Vamos" le dijo mientras retomaron su camino a Franklin Street. La casa Loud los esperaba con el barullo de los preparativos a una fiesta. Y aunque Lincoln se sentía bien, algo le molestaba. No recordaba que le había dicho Val sobre su padre. Eran pequeñas lagunas mentales, detalles, pero la presencia de ellas lo inquietaban. "Supongo que no puede ser perfecto todo" se dijo tratando de no prestar atención a esos detalles.

Estaba mucho más agradecido por la gran familia que le había tocado, un poco escandalosa y algo entrometida, pero a fin de cuentas esa era su familia. Todos y cada uno de ellos lo cuidaron con recelo y lo protegieron en todo momento, y se sentía afortunado de tenerlos. "¿Qué es lo que hice en mi otra vida como para merecer a una familia tan amorosa?" se preguntó mientras frotaba levemente el ojo bueno. Él ya estaba totalmente recuperado, físicamente, y tenía una vida por delante la cual vivir.

"Aún me queda mucho por delante y si mi familia sigue a mi lado, todo saldrá bien. —Miró a la pelirroja, su corazón le pertenecía a ella—. Val, espero vivir mi vida contigo a mi lado, es lo que más deseo."

 

6

Soltó una larga y estrenduosa carcajada, como las que solía dar cuando un juego resultaba de lo más sencillo. El rostro del chico enrojeció todavía más ante la risa de ella, parecía un tomate Cherry en su punto, y eso la hacía reír más. Ella había estado igual de nerviosa en su lugar, lo recordaba perfectamente, pero no se había dejado intimidar como él. Tomó aire, apagó su risa poco a poco, entre abruptas sacudidas, y recobró la compostura.

—Perdón, es que prácticamente parece que te cagaste encima —dijo con su acostumbrada rudeza. Podía ser la dama delicada o la chica ruda, y el noviazgo había durado lo suficiente como para que Lynn sacará su lado áspero.

—No me ayudas mucho, LJ —reclamó Roland revisando compulsivamente su ropa por enésima vez esa tarde—. Yo sí te ayude cuando conociste a mi madre.

—Sí, es que tú eres un amor de persona. —Le sonrió con simpatía, mientras aflojaba la corbata que con tanto esmero procuró su novio—. Yo soy una chica mala.

—¡Lynn! Mi corbata...

—No la necesitas, guapo. —El nudo había quedado deshecho. Lynn tomaba aquel trozo de tela que, según ella, daba un falso estatus. Con ambas puntas en cada una de sus manos, atrajo el rostro de Roland hacia el suyo con un ligero tirón, poniéndolo aún más nervioso—. Me gusta ese aire informal de un chico "bien vestido".

Roland se sabía vestir. Esa tendencia de él por la política iba ligada a su guardarropa, plagado de sacos, camisetas, pantalones de fina tela y corbatas a más no poder. "Mi padre y él se llevarán bien" se dijo cuando vio la colección de corbatas, una más formal que la anterior. Y, cómo prometió, el chico debía conocer a su familia, por lo que optó por ir formal. Lynn admitía lo guapo, y hasta sensual, que se veía entallado un pantalón gris recto, su saco a juego abierto, una pulcra camiseta blanca y la corbata azul. Sus zapatos bien lustrados y su peinado de político en campaña le daban la apariencia de un chico mayor, de buena familia y modales.

Pero Lynn conocía la sensualidad de su porte descuidado, no a un extremo del desalineo, sino más casual y despreocupado. Sin saco, sus cabellos oscuros ligeramente despeinados y algo revueltos; la camiseta ligeramente abierta, mostrando su pálida piel, sin fajar la camisa y sin corbata. Formal pero despreocupado, con un aire relajado que cautivaba al ojo humano. Lynn amaba esa apariencia de Roland, por lo que deseaba impresionar a sus hermanas con lo que ella había visto, el Roland común y no el prospecto a político.

—¿Ah, sí? —dijo en un suspiro el chico, el nerviosismo se disipaba conforme Lynn sacaba la camisa de sus pantalones y desabrochaba los botones superiores. Tenían 16, casi 17, todo estaba tremendamente cargado de sensualidad y erotismo, cada roce de su piel alimentaba el deseo de ambos, pero su autocontrol era más fuerte.

—Quiero que conozcan al Roland que amo —le respondió la chica con tierna mirada, con sus fuertes dedos deshizo el peinado de cera y le dio una forma más salvaje.

El chico perdió su autocontrol, aún estaban lejos de la casa Loud, podía besarla con la pasión que tanto deseaba. Lynn lo sabía, así que incitó su acción pasando, coquetamente, la lengua por sus labios. El beso fue apresurada, salvaje, cargado de deseo. Bajo la sombra de un viejo árbol, medio ocultos de la escasa gente, se besaron sin parar por casi 10 minutos. Primero, Lynn lo atrajo con la ayuda de la corbata, pero esta termino siendo inútil cuando sus brazos rodearon el cuello del chico. Nuevamente sus dedos moldearían el peinado de Roland, el estilo salvaje que buscaba lo formo mientras sus lenguas se encontraban y danzaban en un vaivén extraño pero simbólico.

Aquel beso era más una lucha que una danza, la personalidad de ambos era igual en esencia, dos líderes en su rol. Lynn, la capitana estrella de muchos equipos, siempre motivando a sus compañeros y buscando la mejor estrategia para vencer. Roland, líder de masas estudiantiles, velando por los intereses de sus contemporáneos y guiando al consejo estudiantil a mejoras únicas. Ambos egos luchaban por el control, aunque en la actualidad se busque relaciones pactadas sobre la igualdad de condiciones, la realidad no era tan utópica. Había un miembro dominante, que llevaba las riendas de la relación, y otro pasivo que apoyaba incondicionalmente al primero.

Al ser jóvenes, más por mero instinto que por gusto, buscaban ambos tener el rol dominante. Lynn se dejaba llevar por su novio, más por capricho de saber que se siente no tener el control de las cosas, pero inconscientemente no dejaba de pelear por el control. Y ese beso simbolizaba esa lucha, en la que sus lenguas eran sus armas, sus manos su ejército y las respiraciones agitadas los parlamentos de tregua.

—Llegaremos tarde —razonó en un suspiro Lynn cuando los besos de Roland dejaron sus labios. Cediendo, en esta ocasión el control a él, ya incapaz de pensar.

—Cierto —exhaló el muchacho en el cuello de Lynn—. Pero esto no ha terminado.

—Ni de chiste.

A las últimas palabras de Lynn le siguieron un par de risas coquetas, mientras retomaron su camino rumbo a Franklin Street. Él se dobló las mangas de su camisa hasta los codos, dándole el toque final de ese aspecto despreocupado. Lynn, en cambio, no había perdido ni un poco del glamour ligero que ese vestido dorado le daba. Era corto, apenas cubriendo la mitad de sus muslos y dejando a la vista sus torneadas piernas. La falda del vestido era suelta y lisa, dándole un aspecto fresco que se complementaba muy bien con la ausencia de mangas y unos ligeros tirantes que dejaban a la vista la espalda fuerte de la deportista. Su cabello, suelto, cubría sus hombros y remarcaba muy bien su rostro redondo y pecoso, dándole un aire femenil que era cada vez más usual en LJ.

—Ni una arruga, que buen vestido —comentó con humor el pálido chico al ver de pies a cabeza a su novia—. Como si no nos hubiéramos besado y yo...

—Mi hermana hace buenos vestidos... Además, tú eres demasiado cauteloso —respondió con un toque de picardía al recordar las caricias reservadas del chico, en contraste con las salvajes de LJ.

—Estábamos en vía pública.

—Te la paso por esta vez, Gasparín.

Se detuvieron nuevamente, esta vez por iniciativa de Roland, y observaron con suma atención la casa de los Loud. Tras la puerta ya se escuchaba a la cantidad de personas que habían llegado y el ruido en el patio trasero era más intenso. "Ya llegaron la mayoría de los invitados" reflexionó Lynn mirando brevemente su hogar. Ella estaba mucho más interesada en las expresiones de su novio, y como si fuera un vulgar paralelismo de un escritor amateur, lo miró como él la miró a ella en aquella ocasión en que conoció a su madre. A diferencia de Lynn, sus expresiones no eran tan notorias, sino más sutiles y reservadas. Lo notó impresionado ante la casa, como si no concibiera que 13 personas pudieran vivir allí, juntos, por años. Sí, la casa Loud no estaba en su mejor momento, persistían los problemas, pero Lynn padre parecía cada vez más dedicado a embellecer su hogar, como si esperara que más gente viniera después de la partida de sus hijas.

—Sé que no es la gran cosa, pero estamos arreglando todo. Es una casa vieja y es...

—Mágica —completó él. Sus ojos tomaron un brillo que nunca antes notó.

—Iba a decir que es propensa a caerse poco a poco, pero si tú lo dices... —Estaba extrañada, ¿qué tenía de mágico esa casa?

—Tal vez tú no lo notes, pero tu casa desprende algo... Algo curioso.

—Ha de ser una de los experimentos de Lisa...

—No. Es algo diferente, es como una sensación que no puedo describir, no soy poeta o músico para buscar palabras en mi repertorio y dar un símil, solo puedo llegar a la conclusión de que esa casa está hecha para tu familia.

—¿Y eso por qué?

—Porque uno se siente en el hogar con con tan solo verla. Las demás casas solo desprenden aburrimiento, conformismo y una vibra mundana. En cambio, sin siquiera entrar a tu casa, me siento más en mi hogar que en mi propia residencia. Muy loco ¿no?

—Bastante, no deberías fumar de la verde, Gasparín —se burló la chica, pero en su mente se grabaron esas palabras de Roland. "Es mi hogar, así que lo siento como tal cada vez que llego a ella" pensó y se preguntó si así sería siempre. Que sin importar cuánto tiempo durara lejos de ella, al regresar ¿seguiría sintiéndolo como su hogar? Algo le decía que sí.

Sintió como Roland la tomó de la mano, y se sonrieron como casi siempre lo hacían cuando se miraban directamente a los ojos. Ya no sentía el nerviosismo en su novio, en cambio notaba su emoción. Ella se sonrió al recordar el inicio de ese verano, estaba llena de inseguridades y miedos, y aunque tendría que luchar con una gran variedad de ellos toda su vida, los de este verano fueron goleados. Había encontrado el apoyo de sus hermanas, el amor en un chico que la quería tal y como era; y recuperado a su hermano. "Fue un buen verano" concluyó mentalmente.

Ambos entraron tomados de la mano, no sería necesario tanta espera para presentar a su familia, ya que justo en el momento en el que abría la puerta, Luan y Maggie pasaban por el vestíbulo. Lynn conocía muy poco a la amiga de Luan, sabía aun menos de cómo ambas chicas habían llegado a formar una amistad, era una historia que no conocía. Pero sabía algo de Maggie, compartían clases de Inglés en la preparatoria y la chica solía hacer gala de sus conocimientos sobre la literatura. Sobre todo con el Romanticismo Gótico. Ella era reservada.

Aunque habían cruzado palabra pocas veces, podía decirse que se trataban con cierta familiaridad. Hasta ese verano, Maggie iba seguido por consejo de Luan, ya que la chica parecía admirar los dotes "actorales" de su hermana y quería aprender lo suficiente para representar sus performance trágicos y tétricos. Lynn planeaba abrir la boca con tal de presentar a Roland, cuando vio el rostro contraído por la sorpresa de Maggie, extrañada dirigió su mirada a su novio, que estaba justo donde ella miraba y encontró una expresión igual de sorpresa.

—¡¿Qué haces tú aquí, Roland/Margaret?! —gritaron los chicos, pálidos ambos como fantasmas. La sonora exclamación de ambos llamó la atención de Lori, Lana y Lisa que se encontraban en la cocina. Lynn miró con extrañeza a Luan, quien estaba igual de confundida que ella, pero su expresión parecía más burlesca.

—¿Se conocen? —preguntó con una ceja alzada Lynn. El nombre con el que su novio había llamado a la amiga de la comediante era familiar, ni más ni menos que el de su hermanastra, pero sería absurdo que ella fuera.

—Es mí...

—Somos hermanastros —interrumpió Maggie a Roland. La chica se había recuperado asombrosamente rápido de la impresión, volviendo a su estado de ánimo usual, sombrío y calmo.

—Vaya drama. —Lucy apareció repentinamente desde la sala sorprendiendo a todos, exceptuando a Maggie—. Parece que este pueblo es demasiado pequeño.

—Así que estás con el hermano de mi amiga, ¿eh, LJ? —bromeó Luan dándole un codazo a la deportista—. No sabía que te gustaban los góticos.

—¡No es un gótico!

—Luan, no molestes a LJ y deja que nos presente al chico —interrumpió Lori uniéndose a la comitiva en la estancia, Lana y Lisa la siguieron de cerca.

—Bueno, él...

—Permíteme, Lynn —dijo Roland con una sonrisa tranquilizadora. LJ se limitó a asentir y responderle la sonrisa—. Soy Roland Marcus, nos conocimos en el concierto, pero no me presenté formalmente. Es un gusto conocerlas... Y encontrarme con mi querida hermana.

—No sabía que salías con una Loud —respondió con desinterés la chica. Lynn por fin notó lo diferente que se veía, vestía un pantalón negro bastante ajustado y una blusa hermosa rosado, ya no se veía tan pálida y su cabello estaba peinado con una larga trenza.

—No sabía que eras amiga de una Loud.

—Todos en Royal Woods conocen a un Loud —dijo Luan con una sonrisa enorme—. Pueblo pequeño.

—Es un gusto tenerte aquí, Roland —dijo Lori con una sonrisa amigable—. Supongo que son innecesarias las presentaciones... Solo una pequeña advertencia, cuida a Lynn y no la lastimes, porque si no...

Lynn se sentía avergonzada ante la típica amenaza de sus hermanas. Se cuidaban, ella lo había hecho con los novios de Leni, el de Luan y con Bobby, pero nunca había estado del otro lado. Vio la mirada intimidante de sus hermanas presentes, y de la más aterradora de todas: Lola, que apareció sorpresivamente en las escaleras.

—Te estaré vigilando, chico —dijo con su voz aguda la princesa de la familia.

—No se preocupen... —dijo nervioso—. Primero muerto que lastimar a Lynn.

—Eso espero —dijo con firmeza la rubia mayor—. Y, bienvenido a la familia Roland.

 

7

Incluso ella necesitaba un respiro de tanta gente, la chica tenía poco más de 20 años de experiencia viviendo con un familia en constante crecimiento, por lo que tomó la acertada decisión de salir. El día se había vuelto más fresco y el calor que a mediodía la hizo sudar iba en declive, ahora el viento soplaba con más fuerza y los mechones rubios acomodados en una coqueta coleta se agitaron levemente. Apoyada en el barandal del porche, Lori Loud miraba el horizonte con despreocupación, sin aceptar que la vista le traía recuerdos nostálgicos que la hacían suspirar.

Se vio a sí misma, de tal vez 3 o 4 años, incitando a la pequeña Luna a que diera sus primeros pasos, riendo divertida de las caídas de la pequeña castaña y la cara confundida de Leni que las veía desde los brazos de su padre. Las 3 mayores siempre fueron muy unidas y Lori no podía disimular lo feliz que le hacía ver a Luna de vuelta en casa. "Tal vez hoy sea el último día de las vacaciones, pero los pocos días que pasamos juntas este verano serán inolvidables" reflexionó la rubia con un suspiro. Los últimos días fueron de los mejores que hubiera vivido desde el día en que se fue a la universidad, nuevamente los 11 hermanos estuvieron juntos y pudieron convivir como en los días de antaño.

Pero todo lo bueno llegaba a su fin y que mejor manera de cerrar un ciclo que con una fiesta, o por lo menos esa fue la conclusión de su padre, quien no aceptó un no por respuesta a su propuesta. Todos los conocidos de la familia estaban ese día, algunos llegaron desde mediodía como Sam y los Sharp, otros fueron llegando con el paso de las horas como Clyde con su padre Harold y el abuelo con Mirtle. La casa ya estaba repleta de invitados y las conversaciones se daban, los más pequeños jugaban y su padre cocinaba a diestra y siniestra hamburguesas y hot-dogs. 

Mas Lori no había llevado ningún invitado, o por lo menos ninguno que pudiera venir por parte de ella. No lo quería decir, ni siquiera pensar, pero la razón por la que miraba a la nada era otra alejada de sus recuerdos nostálgicos. Los esperaba a ellos, los Casagrande. La llamada que les hizo unos días antes estuvo plagada de nerviosismo por parte de ella, se seguía preguntando por qué no había aceptado la oferta de Lincoln de que él se comunicaría con Ronnie Anne. Algo muy dentro suyo le decía que tarde o temprano tendría que cruzar palabra con la familia de su ex, a fin de cuentas, seguían siendo amigos de la familia. "Por un tiempo fueron mi familia también".

La llamada fue, en palabras simples, incomoda hasta el absurdo. A Lori le costó horrores armarse de valor para marcar el número de los Casagrande, apretaba un par de dígitos y colgaba al instante. Progresó cuando por fin marcó el número completo, pero solo sonaba una vez cuando, asustada, colgaba de inmediato. Luna, Leni y Lincoln, que la acompañaban en esa difícil tarea, se comenzaron a exasperar cuando fracasó en su primer intento de hablar, había respondido Carl y el solo escuchar su voz fue motivo suficiente para colgar. Sería Luna quien marcaría el número y Lincoln quien sostendría sus brazos para evitar que colgara nuevamente. En esa posición tan incomoda, además de estar sorprendida por la inexplicable fortaleza del albino, la hizo hablar con tartamudeos y voz seseante con María, su ex suegra. Una conversación corta, extraña que cumplió su cometido.

Sin embargo, ya eran las 3 y los Casagrande no habían dado señales de aparecer. Suspiró con decepción cuando una camioneta muy similar a la del abuelo Casagrande pasó sin detenerse, no eran ellos. Estaba por regresar a la casa cuando vio un taxi estacionarse frente a ella, de la parte trasera salió una sonriente rubia. Con un sombrero playero, falda ligera color purpura que le llegaba a la mitad de las pantorrillas y una blusa rosada de tirantes y escote generoso, se veía radiante y bastante bronceada. Por un segundo creyó que era una ilusión, su rubia cabellera caía sobre la espalda bronceada, sus labios tenían un coqueto labial rosado y una bolsa a juego con su falda colgaba de su hombro izquierdo. Cuando vio aquellos ojos celestes, brillantes, mirarla con alegría supo que era ella.

—¡Carol! —exclamó de forma ahogada. Su amiga, mientras el taxi se alejaba por Franklin Street, le sonrió como respuesta.

—¿Creíste que me perdería una fiesta en tu casa, Lori? Tu padre hace las mejores Hamburguesas del Este de los Estados Unidos.

Las mujeres se encontraron a medio camino a la casa Loud, Lori abrazó con fuerza a su amiga como si llevara años sin verla, recordando sus contadas conversaciones desde que regresó a Royal Woods ese verano. Cuando Carol correspondió su abrazo, supo que aquella primera conversación del verano había marcado su vida, ella tenía razón y Lori por fin podía admitirlo.

—No me iría sin despedirme de mi mejor amiga —susurró la Pingrey a su oído antes de separarse, ambas se sonreían como chiquillas—. ¿Arreglaste los problemas de tus hermanos como tanto querías?

—No, ellos mismos lo hicieron —suspiró sin borrar la sonrisa de sus labios—. Tenías razón, Carol. Ellos ya no me necesitan tanto, creo que ahora debería de preocuparme más por mí —rió, como tanto lo había hecho estos últimos días—. Aún debo arreglar un par de cosas, pero ya estoy trabajando en ello. Al final, todo salió bien.

—Eso parece —dijo con una enigmática sonrisa de lado, como la de alguien que sabe más de lo que dice. Mas, Lori no tuvo la oportunidad de interrogarla cuando ella siguió hablando—. Cuéntame lo que pasó para que estés tan feliz, Lori.

Las dos mujeres, ambas de belleza excepcional y actitud despreocupada como no habían experimentado en mucho tiempo, se pusieron al día con respecto a sus veranos. No se habían visto desde el día en que Carol viajó a Nueva York para cubrir a Leni en el desfile de modas, su trabajo había sido excepcional, sin opacar el evento principal: los hermosos e innovadores diseños de la segunda hermana Loud. Carol le habló de sus aventuras como influencer y parte de ONGs para el cuidado del medioambiente. Mientras que Lori le narró los dramáticos sucesos acontecidos en el día del concierto y los días finales de su verano.

—Entonces ¿los estás esperando? —preguntó Carol mientras se recargaba sobre el barandal y veía dentro de la casa. Lori seguía mirando el horizonte, esperanzada.

—Creo que vendrán, ellos no se pierden ninguna fiesta...

—Quieres verlo nuevamente. —Esa no era una pregunta.

—Sí y no... Es complicado. —Ocultó su rostro entre sus manos, solo unos segundos, organizando sus ideas—. Siento que lo nuestro no se solucionó del todo. Digo, creí que lo había solucionado aquel día en el que vino y hablamos aquí, en el porche. Pero con lo que sucedió tiempo después, cómo ayudo a Lincoln y a Clyde... Ese día no me separé de él y él tampoco de mí, como si aún fuéramos algo y, muy dentro de mí, lo deseaba.

—¿Sigue siendo así?

—No lo sé... —suspiró con pesadez.

Para ese punto Carol miraba al mismo punto que Lori, ambas en silencio se sumieron en sus propias reflexiones. Lori no estaba segura, pero sentía que los pensamientos de su amiga se volcaban a recordar al chico latino que tan amigo suyo había sido. Mientras que Lori se enfocó en rememorar ese fatídico día en que Lincoln fue atacado y Bobby había llegado de improviso a la casa Loud. Ese día, antes de que se fuera y sin que nadie la viera, lo besó aún con lagrimas en los ojos. Estaba más confundida que antes y algo le decía que solo podía esclarecer todo en el momento en el que hablara nuevamente con él, es por eso que lo esperaba con tanta ansía. Quería cerrar esto antes de que el verano terminara.

No era muy creyente, pero parecía que Dios la había escuchado en sus ruegos y decidió complacer sus deseos. La vieja camioneta familiar de los Casagrande apareció por Franklin Street, deteniéndose justo enfrente de su casa. Por un momento, Lori dejó de respirar por la impresión, impresionada de que ellos realmente hubieran llegado a la fiesta, algo tarde, pero a fin de cuentas llegaron. Del vehículo descendieron, uno por uno, la que alguna vez considero su familia. Vestidos con su mejor ropa se encontraron con la atenta mirada de las rubias y las saludaron con cordialidad.

—Llegó la hora de resolver tus problemas, Lori Lu —le dijo al oído Carol, su voz era una mezcla entre apoyo y burla, como una buena amiga lo haría. La mencionada saludó a los Casagrande a la par de Lori, y los acompañó hasta la estancia. El último en llegar al porche y el único que no entró tras Carol fue él, como si todo estuviera premeditado... ¿A quién quería engañar? Claro que estaba premeditado.

—Te hiciste una coleta, eh. Te ves muy bien —dijo con un dejo de nerviosismo. Bobby sonreía de lado, le costaba mirarla a los ojos y se balanceaba en su lugar, ansioso, como solía hacerlo cuando apenas se conocían.

—Te queda muy bien esa camisa, Roberto. ¿Es nueva? —soltó con voz casual, pero a ella también le costaba mirarlo directamente.

—Sí, me la regalo mi padre hace unos días... Regresó a Perú, ya sabes cuanto le cuesta quedarse tanto tiempo en el país.

—Aún se me hace impresionante su vida llena de viajes y aventuras, todo un sueño...

—Un sueño que vive solo, sin familia.

El tema murió, dejando más incomodos a los jóvenes. Lori siempre había tenido una visión del mundo muy distinta a la de Bobby, pero casi nunca lo expresaba en voz alta. Solía fantasear con ella viajando por todo el mundo, participando en los más prestigiosos torneos de golf y pasando a la historia como una de las mejores golfistas de América y el mundo, y aunque no descartaba compartir esa vida con Bobby y una posible familia, siempre los imaginaba en casa, esperando su regreso. A Lori le costaba admitir que no quería esa estabilidad que tantos deseaban, un hogar y empleo fijos, tener una gran familia... Era lindo, pero muy en el fondo sabía que no quería eso para ella, o por lo menos no pronto.

A Bobby sí le gustaba la estabilidad de un empleo fijo y una casa, él que siempre había cambiado de puesto y empleos con frecuencia, añoraba un futuro sin muchas sorpresas, con una familia. Lori, sin darse cuenta, notó las grandes divisiones que fragmentaron su relación desde hace ya mucho tiempo, diferencias que se negaba a reconocer o las consideraba insignificantes. No solo el alcoholismo de Bobby los separo ese verano, sino sus propios sueños y objetivos, que jamás llegaron a ser iguales, hicieron lo propio. Ella no quería esa aburrida vida como administradora de una empresa, aún no deseaba esa responsabilidad sobre sus hombros. El golf, ese era su sueño.

—Es gracioso ¿no lo crees? —dijo la rubia después de una repentina risa ahogada, miró a Bobby con aire relajado y divertido.

—¿Qué cosa? —cuestionó confundido el hombre.

—Lo complicadas que son las relaciones y los sentimientos. —Se giró hacia la ventana que daba a la estancia, adentro se veían una parte de los invitados, incluyendo a Ronnie Anne que hablaba eufóricamente con Clyde y Jordan, Carol que parecía muy interesada en la conversación de Leni con Fiona y Miguel: y a Lynn hablando con Roland, muy cerca el uno del otro—. Cuando era todavía una adolescente creía que mi novio de la secundaria estaría conmigo toda mi vida, pero solo duramos un mes, fue cuando me pusieron los frenos. Nadie me quiso de esa manera, me sentía horrible y no comprendía que la del problema no era yo, sino que los chicos a esa edad suelen ser muy superficiales.

«Hasta que te conocí, Roberto. Eras diferente en muchas maneras, más empático y amable con la fea chica con frenos. —Lo miró directo a los ojos, le sonreía con dulzura y él le devolvía la sonrisa—. Me enamoré, y conforme pasaban los días no paraba de pensar en ti, siempre deseando que un día llegaras a clase y me dijeras lo mucho que me amabas. Soñaba con nuestro primer beso, sería torpe por los nervios y por lo inexperta que era, pero sería memorable y muy hermoso. Y el día llegó, lo recuerdo tan bien que puedo contártelo a detalle, recuerdo lo que llevaba puesto y lo que tú me dijiste; y, por supuesto, no olvidé nuestro primer beso, bajo la atenta mirada de las aves en los arboles y el abrasador sol de la tarde.

«Ese día, mientras regresaba a casa, con una sonrisa boba dibujada en mis labios y canturreando la canción que sonaba en la radio de un auto alejado, pensé en que lo nuestro sería para toda la vida. —La sonrisa de Lori fue disminuyendo en tamaño, dejando un rostro grave y triste frente a los ojos de Bobby, quien, como un espejo, borró su sonrisa a la par—. Conforme nuestra relación avanzó y maduró hablamos de nuestro futuro, fantaseamos con el matrimonio, los hijos, nuestro estilo de vida, la vejez y la eternidad. "¿Qué importa que tengamos diferentes religiones? Es el mismo Dios, al fin y al cabo" nos solíamos decir en esas charlas. Eso es lo gracioso, nunca vimos el problema, soñábamos sin pensar en el otro.»

Lori calló y enfocó su mirada a la estancia, los grupos de personas iban y venían, sobre todo si eran los niños, quienes jugaban de arriba a abajo sin preocupaciones, incluso Lisa que había invitado a su vieja amiga Darcy. Todos parecían tan despreocupados, felices, como si sus problemas que se presentaron ese verano se hubieran solucionado. "Soy la última" concluyó al ver a sus hermanas. También pensó en Lincoln, que no había vuelto aún de su paseo con Val, él parecía haber encontrado la paz finalmente días atrás, cuando su memoria se había restaurado, pero algo le decía que aún había algo en su mente. "Pensaré en él luego, primero debo resolver lo mío" se dijo apretando los puños. Sería Bobby quien retomaría la palabra.

—Tienes razón, sí es algo gracioso que tardáramos tantos años en darnos cuenta. —Soltó una risa entre dientes antes de adoptar una expresión triste, desanimada—. Solo pensamos en cómo podíamos coordinar nuestras metas, complacer a nuestras familias y estar con el otro, jamás nos detuvimos a pensar que tal vez no funcionaría... No lo hizo y no lo hará.

—Entonces... —insinuó Lori con una sonrisa de lado, más triste que una mueca de melancolía.

—Creo que lo mejor sería terminar definitivamente... Pasamos muy buenos momentos ¿no? Digo, gracias a ti mejoré en muchas cosas, fui tan feliz e incluso en la desgracia tú me ayudaste... No he probado gota de alcohol alguna desde ese día, Lori, y no lo volveré a hacer en mi vida.

—Jamás olvidaré nuestro tiempo juntos, Bobby. —Se paró justo frente a él y después de tanta melancolía, le regaló una sonrisa sincera—. Gracias por todo y... Realmente deseo que encuentres a alguien con quien compartir tu vida.

—Gracias a ti, Lori, por todo. —Acarició levemente la mejilla de la mujer mientras imitaba su sonrisa. La de él era aun más grande—. Te deseo la felicidad... ¿Amigos?

—¡Amigos!

Con un fuerte abrazo ambos chicos sellaron ese pacto, cerraron con ese ciclo y dieron punto final al capítulo de su vida intitulado "El noviazgo de Lori y Bobby". Lo que les depararía el destino era un misterio aún, pero tenían la certeza de que se seguirían viendo con frecuencia, no solo por la universidad, sino por la cercanía de sus familias. Habían creado un lazo tan fuerte que una amistad era lo menos que se podría conservar, ya no existiría esa incomodidad o duda, solo paz.

Cuando los jóvenes entraron a la casa, Lori no pudo evitar ver a Carol, quien la miraba expectante, sabía que deseaba conocer el desenlace de esta tragicomedia. Sería una leve sonrisa, su mirada y un ligero ademán suficiente respuesta para Carol. Su amiga se marchó pronto de la fiesta, cruzaron palabra para despedirse, pero aunque hablaron poco ese día, Lori le agradeció su apoyo incondicional. "Creo que mi verano tiene un final feliz" se dijo esa noche antes de que su padre tomara la palabra durante la cena.

 

8

Su "regreso" a la casa Loud se había alargado más de lo planeado. Con Lincoln deseando pasar más tiempo a solas con ella, y sin poder contradecir su deseo porque hubiera ido en contra de los propios, se detuvieron un momento que se alargó a una hora. Cuando llegaron a la casa de los Loud, Bobby y Lori se encontraban hablando en el porche, muy ensimismados en su conversación que no notaron a los dos chicos regresando sobre sus pasos, y esperando cautelosamente desde el jardín del Sr. Quejón. No podían ocultar su curiosidad sobre el desenlace de aquella conversación, y aunque no escucharon en lo más mínimo, con solo ver sus expresiones y acciones supieron que todo había terminado entre ellos, pero en buenos términos.

—¿Sabes? Bobby siempre fue como el hermano mayor que nunca tuve, nos llevamos muy bien y compartimos muchos gustos —dijo Lincoln con un suspiro poco después de que Lori y Bobby hubieran entrado a la casa—. Será muy raro verlo sin que sea novio de Lori, ya llevaban mucho tiempo como pareja.

—Incluso las parejas más longevas terminan, Linky —le respondió con voz baja, como si el murmurarlo le quitara credibilidad.

—Espero que eso no nos pase a nosotros.

Ese comentario, aunque sin carga de malicia y totalmente sincero, hizo estremecer a Val. "¿Mal augurio?" se preguntó. Si algo le había enseñado la vida, y mucho más este último verano, es que las cosas pueden ser una mentira si no se pronuncian en voz alta. Le llaman negación, pero para Val no era más que una forma de no materializar los problemas. Y si Lincoln o ella exteriorizaban esa idea de terminar, las cosas podían conducir a aquello. En esas estaba cuando Lincoln la tomó de la mano.

—Es bueno que lo pensemos, así podemos evitar que suceda —le dijo con una seguridad que delataba su juventud. A los 15 años uno cree que todo lo que dice es una verdad absoluta y obvia. Pero esta última percepción, poco propia de una joven de 14, es más de la voz que narra. Ella solo percibió la seguridad y la certeza y lo tomó como un credo.

—¿Acaso leíste mi mente? —dijo con gracia la chica.

—Lo vi en tus ojos... Negar las cosas no es bueno, aceptarlas nos permite vivir libremente y actuar.

No hubo necesidad de que él dijera más, ella lo tomó como una verdad irrefutable. Su corazón desechó esa idea que conducía a la negación, agradeciendo con una sonrisa enorme a su novio. Las palabras que cruzaron después son tan poco trascendentes, que sería innecesario que Valery las recuerde con la precisión que recordó las últimas dichas por Lincoln en esta historia:

—Ven, entremos a casa.

"Casa" esa palabra tan simple y común, que la usamos de forma indistinta con hogar. Las palabras no son más que sonidos, pero el significado de estas son todo lo que valen para el hombre. Y el conjunto de ciertas palabras, que por sí solas significan poco, pueden provocar un sentimiento indescriptible hasta para el mejor escritor. "Casa" ella por primera vez en muchos años, podría atreverse a pensar que en toda su vida, sintió que esa palabra tenía un significado real. Antes, solo era un lugar donde llegaba a dormir, a pasar su tiempo y a aumentar su soledad, pero ahora significaba otra cosa.

Lincoln entró a su casa, no solo la de él como podría dar entender la preposición "su", sino la de 10 hermanas tan distintas la una de la otra, que cada una podría protagonizar una novela o película. Pero que todas, incluyendo a Lincoln en la ecuación, compartían el gran amor que sentían entre sí y la pasión por cumplir con sus más grandes sueños. También en ella residían los padres, adultos consagrados en su sueño, cuya última meta era ver a sus hijos tener una vida buena y feliz.

También era la casa de Valery, pero ya no por ser el lugar donde llegaba a dormir, sino que realmente era un hogar. Ahí encontraba comprensión, cariño, compañía y amor incondicional. ¿Acaso no era una Rider nacida en Inglaterra con acento raro? Lo era, pero para los Loud daba igual, ella era parte de esa enorme familia, donde cada amistad y relación de los miembros de la familia era aceptado como uno más.

Val miró una vez más hacia la calle, la algarabía de la fiesta la llamaba y en el umbral pensó una vez más en su familia. "Mi padre me ha ofrecido volver, él fue bueno conmigo, pero no deseo vivir en una solitaria casa rodeada de vecinos hipócritas y maleducados. No habrá calidez, no habrá amor." Y no volvió la cabeza hacia atrás nunca más, su pasado sería parte de ella, pero no se condenaría a vivir en él.

—Encontré un hogar —murmuró antes de cerrar la puerta tras de ella—. Ahora tengo una familia, un novio y sé lo que es el amor... Te visitaré padre, serás parte de mi vida, pero ya no soy una Rider. —Puerta cerrada, sus ojos vieron a Lincoln y lo dijo—: Soy una Loud.

 

Fin

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