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Decían que el dios humeante y de la obsidiana tenía una misión por ordenes del destino, proteger a una niña nacida en sus tierras. No dudo en cuidarla y protegerla siendo su protector y guardián, soltaba señales cada vez que algo malo iba a ocurrrir, sin saberlo un romance prohibido iba a surgir.
Los celos llegaron cuando ella creció, verl asalir con el hijo de dos demonios, descendiente de conquistadores y masacradores que hicieron desastre muchos siglos, la acosaba y la se le insinuaba, lo rechazaba pero jamás se iba a rendir, la quería hacer suya, a la hija del yoaki y la doncella. La reclamo como suya, tentandola en un amor perverso y prohibido a escondidas del demonio rojo, que haría probar las delicias perversas, haciendo que caiga en sus encantos.
Supo que algo no estaba biend, que su propio guardián y protector le haría tentar las mayores tentaciones oscuras nunca antes vistas igual que el demonio maldito, tendrá que decidir entre los dos antes de que se desaste una guerra letal y que acaben con el quinto sol, con la humanidad entera...
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Los chamanes no sabían que decir, sentían un mal augurio presente claramente, a veces escuchaban un tambor sordo y profundo, los espejos de obsidiana soltaban un humo negro en que danzaban las osmbras, simbolizando un extraño presagio que estaba haciendose preguntar a ellos que significaba todo aquello. ¿Acaso era un mal augurio?, no comprendían nada. Los jaguares, guardianes de la noche y de la sombra, rugían con fuerza mientras que sus ojos reflejaban algo desconocido, la llama de la sangre antigua. La magia negra que era conocida por simbolizar todo lo contrario a la magia blanca se agitaba y los practicantes se preguntaban el porque estaba tan alterada.
Los chamanes susurraban entre sí y sabían que algo estaba por nacer una pequeña, poseedora de magia negra en sus venas, un poder sin igual y portadora de la semilla de la oscuridad y la destrucción total, sentía que todo esto estaba relacionado con Tezcatlipoca, dios de la noche, hechichería y los nigromantes, la obsidiana, uno de los dioses más temidos y sanguinarios del panteón mexica. Algo claramente estaba relacionado.
En una hermosa casa de estilo hacienda colonial ubicada en la capital mexicana, una joven de cabellos negros con ojos marrón chocolate terminaba de acomodar algunas cosas en el pequeño altar que tenía dentro de su casa dedicado a su señor, a Tezcatlipoca, siempre le echaba una limpieza una vez al mes aquel pequeño altar. Aunque también estaba teniendo malos presentimientos, miro su vientre algo abultado, estaba embarazada de mellizos.
── Mi señor, no se que hacer, he hecho todo lo posible para mantenerme fuera del peligro ── murmuró aquella joven mexicana──. Mi madre y mis hermanos han estado en constante peligro por culpa de esos que han hecho todo lo posible por querer hacerme un maldito infierno ── susurro──, también estoy embarazada de mellizos, de un niño y una niña próximos a nacer. Mi esposo también ha hecho todo lo posible por protegerme y a mis hijos. ¿Que hago mi señor para proteger a mi familia? ── quedo arrodillada con pequeñas lágrimas saliendo de sus ojos.
Sintió que alguien estuviera ahí pero no supo que era su esposo ya que este se encontraba arriba durmiendo, pero en ella sintió una profunda calidez y un aire tranquilizante, no se esperaba que él estuviera ahí, el dios había escuchado las súplicas de aquella joven que era la reencarnación de una doncella mexica y esposa de un yokai.
── Se que todo esto es doloroso, mi querida Carol, pero no te preocupes me encargare de que estes bien protegida y esos niños proximamente a nacer ── susurro el dios con una pequeña media sonrisaque mostraba un poco sus puntiagudos dientes, tranquilizando a la ojimarron quien suspiraba de alivio──. Me encargare de proteger a la niña que llevas en tu vientre, porque sera mi protegida. ── murmuró para luego desaparecer.
Carolina despertó de aquella ensoñación, noto que había algo negro en el piso que al tocarla se sentía algo diferente además de sentir como si algo estuviera ahí, al voltear hacia el altar encontro un medallón que contenía un jaguar y una cara plasmada del dios humeante, no comprendía que pasaba hasta que sintió unos pasos apresurados y supo que era el japonés.
── Shin'ainaru, ¿Que paso?, escuche que algo resono en la sala y me vine a ver ── aseguro Haruto y noto aquella mancha negra──. ¿Y eso?.
── No sé, lo encontre cerca del altar igual que esa mancha, lo único que recuerdo es que lo estaba limpiando como siempre lo hago ── murmuró Carolina confundida aunque también teniendo un aire de tranquilidad, sin saber que su hija iba a ser la protegida del dios humeante mientras que su hijo el protegido de Byakko, el guardián del Oeste así como de Kagatsuchi, dios sinotista del fuego──. No comprendo nada.
── Tranquila querida ── el japonés beso su frente para abrazarla──. Descansa un poco, después yo limpio eso── la joven asintió mientras dejaba el medallón en la mesa, ya después iría a limpiar aquella mancha negra que había en el piso, estaba cansada y el embarazo no le ayudaba mucho. En el mismo lugar donde estaba el altar, el dios humeante solo admiraba la escena, iba a encargarse de proteger a aquella pequeña a punto de nacer, la protegida del dios humeante.
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