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Aunque Po era físicamente imponente, sus hombros se encogieron involuntariamente, revelando su vulnerabilidad en ese momento. Sin embargo, se obligó a seguir adelante, dejándose guiar por su maestro.
Tai Lung rompió el silencio, ofreciendo una explicación que trajo consigo un nuevo sentido de propósito y curiosidad en Po.
─ Hay una cueva por aquí cerca ─dijo Tai Lung, su voz resonando con autoridad y confianza─ Vengo aquí cuando mi aroma se hace mas fuerte.
Po asintió, sus ojos brillaban con anticipación. Sus nervios estaban haciendo que le duelan los hombros, pero se sentía emocionado.
Po y Tai Lung avanzaron entre los árboles, inmersos en un mundo de verdor y misterio. Los rayos de sol se filtraban a través del dosel del bosque, creando un juego de sombras danzantes en el suelo. El aire estaba cargado de un aroma fresco y terroso, una sinfonía olfativa que despertaba los sentidos de Po.
El fuerte olor a tierra removida se intensificó con cada paso, envolviéndolos como un abrazo inesperado. Po se estremeció ante la intensidad del aroma, pero Tai Lung, con su serenidad característica, solo pudo sonreír orgulloso ante la reacción de su aprendiz.
Cuando finalmente llegaron a la entrada de la cueva, descubierta por una tupida cortina de lianas y vegetación, Po se detuvo un momento, sintiendo una oleada de emoción que le hacía temblar ligeramente. El olor a tierra era tan puro y penetrante que parecía electrificar el aire a su alrededor. Cerró los ojos brevemente, dejándose envolver por la sensación embriagadora mientras respiraba profundo.
Pues sus piernas temblaban y su parte baja estaba tan caliente que no entendía como no había comenzado a rogar por algo desconocido.
Tai Lung extendió su brazo hacia la entrada de la cueva, invitando a Po a entrar con una gentileza que reflejaba su complicidad creciente.
─ Después de ti, panda.
La sonrisa en los labios de su maestro era como un faro de calidez en la oscuridad del bosque, y Po deseaba que ese gesto perdurara por siempre.
Con pasos decididos, Po avanzó hacia la boca de la cueva, dejando atrás el resplandor del día para sumergirse en la penumbra misteriosa del interior. La oscuridad lo envolvió como un manto, sus sentidos agudizados por la anticipación. Detrás de él, Tai Lung encendió una lámpara que destelló, disipando las sombras y revelando los secretos ocultos de la caverna.
─ Es por aquí.
Con un gesto indicativo, Tai Lung señaló una segunda cueva a un lado. Po se adentró en ella con curiosidad creciente, sus ojos se acostumbraron lentamente a la penumbra, revelando una escena inesperada. En el interior, encontró una cama rudimentaria dispuesta sobre el suelo de roca, bañada por la tenue luz de la lámpara. Junto a ella, una piedra pulida y gastada por el tiempo se alzaba como un trono de meditación.
Esos tipos de camas los había visto antes, pero no lograba conectar ningún pensamiento en ese momento.
El corazón de Po parecía querer salirse de su pecho, latiendo con una fuerza que resonaba en sus oídos. Con la mente confundida y el cuerpo tenso, se encontraba parado frente a la cama como si estuviera ante un enigma sin resolver. Sus manos estaban firmemente apretadas, una respuesta inconsciente a la ansiedad que lo invadía.
─ Puedes ponerte cómodo ─la profunda voz de Tai Lung sonó a su espalda, enviando placenteros escalofríos por su espalda hasta su cola, que se movió inquieto.
Ante la sugerencia de Tai Lung, Po lanzó una mirada curiosa hacia su maestro, buscando alguna pista en su rostro.
─ ¿Me acuesto? ─la incertidumbre se reflejaba en sus ojos mientras formulaba la pregunta.
Tai Lung respondió con una risita que resonó en la caverna, desvaneciendo un poco la tensión en el aire─ Si gustas.
Po asintió con timidez y se recostó sobre la cama de forma poco grácil, extendiendo sus extremidades con precaución y colocando sus manos sobre su pecho en un gesto automático. La mirada nerviosa de Po vagaba por el techo de la cueva, mientras su expresión reflejaba una incomodidad palpable, como si estuviera fuera de lugar en ese entorno desconocido.
Tai Lung, percibiendo la tensión de su estudiante, trató de calmarlo con palabras tranquilizadoras.
─ No estás en una tumba, Po ─dijo con una sonrisa reconfortante─ Puedes ponerte cómodo de otra forma.
Con esas palabras, se retiró, dejando a Po a solas con sus pensamientos y reflexiones.
Po se sentó viendo a Tai Lung marcharse. Se encontraba en una especie de dormitorio subterráneo, rodeado por la penumbra de la cueva. Con la partida de Tai Lung, el silencio se instaló en el lugar, envolviéndolo todo con una calma tensa. Los ojos de Po recorrieron lentamente el espacio, tratando de comprender su entorno. A su alrededor, podía distinguir algunas prendas dispersas por una esquina, testigos silenciosos de la presencia de Tai Lung en ese lugar. Un envase de bambú llamó su atención, aunque su contenido permanecía un misterio.
De repente, una sensación de sed lo invadió, como si el ambiente se hubiera vuelto más árido de repente. Escuchó un leve goteo, un sonido persistente que parecía provenir de algún rincón oscuro de la cueva. ¿Habría alguna fuente de agua cercana? La incertidumbre se apoderó de él, indeciso sobre si debería levantarse para investigar o permanecer donde estaba.
Finalmente, decidió quedarse donde estaba, recostándose nuevamente en la cama improvisada. Sus ojos se posaron en el techo de la cueva, donde las sombras danzaban caprichosas a la luz de la lámpara, formando figuras misteriosas y evocadoras. En ese momento de quietud, Po se sintió absorbido por la atmósfera del lugar, dejando que sus pensamientos vagaran libremente en las profundidades de la cueva. Respiró profundamente deleitándose con el aroma terroso del lugar.
Después de un rato, Tai Lung regresó a la cueva con una tetera humeante y dos tazas en mano, trayendo consigo un aroma reconfortante que inundó el ambiente. Po lo observó con atención mientras se acercaba, sintiendo una mezcla de curiosidad y expectación por lo que su maestro tenía preparado.
─ ¿Te sientes relajado? ─preguntó Tai Lung con un tono amable, mostrando un genuino interés por el bienestar de Po.
Po bajó la cabeza, sintiendo el peso de sus propias emociones. Sus manos jugueteaban entre sí, reflejando la ansiedad que lo invadía─ No lo sé. Estoy nervioso ─confesó con sinceridad, sin poder evitar revelar sus verdaderos sentimientos ante su maestro.
Sin perder tiempo, Tai Lung sirvió el té en las tazas y ofreció una de ellas a Po─ Toma, esto te relajará un poco. Pero ten cuidado, está caliente ─advirtió con una sonrisa tranquilizadora, indicando a Po que tuviera precaución al sostener la taza.
Po aceptó la taza con gratitud y dio un par de sorbos, sintiendo cómo el líquido caliente descendía por su garganta, dejando a su paso una sensación reconfortante. El sabor era intenso al principio, pero luego se transformaba en una dulzura suave que inundaba su boca.
Tai Lung observó atentamente las expresiones de Po mientras le extendía la mano para que le devolviera la taza, mostrando una actitud paciente y comprensiva. Al recibir la taza, Tai Lung la volvió a llenar con el té caliente, procurando mantener una temperatura adecuada para el joven panda. Luego, él mismo se sirvió en su propia taza y tomó un sorbo con calma, saboreando cada gota de líquido que pasaba por sus labios.
Mientras Po respiraba profundamente, el aroma a tierra fresca inundó el aire de la cueva una vez más, pero esta vez, estaba mezclado con el perfume fresco de hojas recién cortadas. Tai Lung percibió también un sutil y dulce aroma a melocotón, que flotaba en el ambiente, impregnando la atmósfera con una sensación de serenidad y calma.
Po sintió calor, ese calor agradable que lo envolvía cuando entrenaba bajo los primeros rayos del sol de la mañana. Era reconfortante al principio, pero luego algo en él se desvió. Su cuerpo entero se cubrió de un sudor tibio, y su vista comenzó a nublarse como si el mundo se difuminara alrededor.
─ ¿Qué es esto, Maestro? ─preguntó, su voz tambaleante como si le costara mantenerse enfocado.
Tai Lung, sentado con la espalda erguida y los brazos cruzados, alzó una ceja con ligera curiosidad.
─ ¿Te refieres a la bebida? ─inclinó la cabeza hacia la taza─ Es un té de hierbas que ayuda a relajar el cuerpo. También despeja la mente y promueve el celo.
Po negó lentamente, como si el movimiento le costara un esfuerzo inconmensurable ─Hablo de la cama... ─murmuró, dejando escapar un suspiro prolongado mientras comenzaba a frotarse las piernas entre sí, el roce generando un sonido sutil pero constante. Sus dedos se retorcían como si buscara alivio en el movimiento repetitivo.
Tai Lung lo observó detenidamente, sus ojos brillando con una mezcla de sospecha y algo parecido a la emoción. Durante unos segundos se mantuvo en silencio, estudiando el comportamiento errático de Po.
─ La cama... ─repitió el panda, con la voz perdiendo fuerza─ Maestro, esto es un nido.
Tai Lung arqueó las cejas, sus orejas girándose ligeramente hacia adelante como un felino alerta ─ ¿Nido?
─ Si... Nido.
Tai Lung explicó─ Es donde se pasa las temporadas de hibernación ─respondió, esta vez con un tono más firme, aunque sus ojos se entrecerraron en una breve pausa reflexiva─ Tiene una forma ovalada para dar una sensación de protección.
Po parpadeó, su mirada oscilando entre el nido y las manos que ahora descansaban sobre su regazo.
─ Papá tiene uno ─dijo en voz baja, como si las palabras se le escaparan sin pensar─ Pero es tan pequeño que ya no entro ahí.
Tai Lung notó cómo la mirada de Po comenzaba a perderse, su expresión ligeramente perdida y el brillo de sus ojos tan intenso. Po se inclinó ligeramente hacia Tai Lung, como si una brisa invisible lo empujara. En ese instante, Tai Lung comprendió: Su celo comenzó.
─ Tu padre es un ave, Po ─murmuró Tai Lung con suavidad, acercándose para tomar la taza de las manos de Po. El panda no ofreció resistencia, simplemente dejó que sus manos cayeran a los costados con un movimiento torpe.
─ Tengo algo, Maestro ─susurró Po, cerrando los ojos un instante mientras hablaba.
─ ¿A qué te refieres? ─preguntó Tai Lung, frunciendo el ceño pero manteniendo el tono tranquilo.
─ Me siento un poco mareado ─levantó su mano y la dirigió hacia su entrepierna─ Me duele aquí también.
Tai Lung suspiró, sus hombros relajándose un poco mientras asentía con calma. Consciente de que era el momento de comenzar, Tai Lung miró a Po con tranquilidad y seriedad, indicándole con un gesto que era hora de aparearse.
Colocó con firmeza pero suavidad una mano sobre su hombro, ayudándolo a anclarse al momento presente. Con serenidad, su voz tan estable como un río profundo─ Déjame guiarte, Po.
Sin decir una palabra más, invitó a Po a adoptar una postura adecuada y cerrar los ojos, Tai Lung sonrió ampliamente, relamiéndose los labios, preparándose para explorar los rincones más profundos del cuerpo de su estudiante.