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Language:
Español
Stats:
Published:
2024-05-31
Completed:
2024-06-03
Words:
10,237
Chapters:
3/3
Comments:
2
Kudos:
37
Bookmarks:
4
Hits:
746

Incluso En Las Peores Noches.

Chapter 3: COLIN ( Like Eros)

Notes:

.. .y aquí termina el vía crucis de este pobre sujeto. Lo sentía muy crudito en la serie, como que necesitaba un poco más de cocción para estar a la altura de la devoción que había gozado, así que aquí está mi versión alternativa de cómo Colin podría haberse redimido... y volverse un poco más sexy de paso.

Si les gustó plis déjenme un review, con notas de qué más les gustaría leer... o si quieren denle un ojo a mi original actual, El Guardián de la Calígrafa, que también es un romance. Como total fan de Austen y las Brontë, sacar a pasear esto ha sido un verdadero placer--- Fox.

Chapter Text

Esperé la carta con instrucciones cinco días: no llegó. Me dijeron que Penélope y Freddie se habían trasladado a la casa Featherington por unos días, pero no aceptaron recibirme: empezaba a desesperarme, temiendo que ella hubiera cambiado de idea, y le envié cartas, flores, juguetes para Freddie preguntándome qué había hecho mal.

 

Resultó que había hecho mal una docena de cosas.

 

No era exactamente una carta: eran treinta y nueve, espaciadas en diferentes años, encuadernadas en celeste: La historia de Peony. El libro llegó a mi puerta inesperadamente, la primera de las primerísimas ediciones, con un nom de plume, por supuesto: Pedro de Recabal.

Dedicado a " mi amigo epistolar". Oh, Pen.

Pero no había forma que un hombre hubiera escrito eso: las cartas, escritas en diferentes estadios de la vida, tenían la vibración, la entonación de un mujer, de una mujer niña, adolescente, joven, adulta, que yo conocía bien. Cómo vibraba su voz en esas cartas! Lo leí toda una noche, sentado con una botella de vino, y no me avergüenza decir que me la bebí a veces con gemidos de angustia, risas de humor, o quejas de vergüenza o furia. Las palabras me traían imágenes, claras y humillantes, de la vida desde el punto de vista de Pen: y vivir en su piel me fue por minutos casi insoportable. La falta de agencia, el abuso, las humillaciones: el modo en que Charles, que obviamente soy yo, ofrecía un amabilidad distraída que era más cruel que indiferencia: la presión de dinero, reputación, prestigio, al mismo tiempo que su amor por mí…

Cómo escribe sobre amor, mi Pen. Se me llenan los ojos de lágrimas en algunos párrafos: palabras de amor que no podía decirme en esos momentos, que quizá yo no hubiera sabido apreciar: pero que ahora recojo como flores secas, más bellas que cuando estaban frescas, y las atesoro en mi corazón. Un amor de niña convertido en el amor de una mujer, en absoluto silencio, como madura el vino: un diamante, callado en las entrañas de la tierra.

 

Charles está basado en mí, y por lo tanto es un idiota. Cae enfermo en sus viajes, y Peony, ansiosa, arruina su reputación y su vida por ir a cuidarlo, atenderlo, en donde tras unas semanas de recuperación y promesas de amor… el muy hijo de puta la abandona en París para irse con una bailarina. Charles es la clase de tipo al que le daría una paliza, pero me horroriza haberme comportado de forma que Pen pensara que en alguna circunstancia yo podía hacerle eso.

Peony, en desgracia, miente sobre su identidad para no humillar a su familia y se emplea como doncella de cámara, en donde su educación y habilidades la convierten prontamente en una favorita entre las damas de París. Empleada para atender a una debutante francesa que se muda a Londres, se encuentra de nuevo con la sociedad que la maltrató, y con anónimos corrige varios entuertos… hasta enterarse que la chica que atiende viene a Londres a casarse con Charles.

El desgraciado ni siquiera la reconoce mientras romancea a la chica, pero el hermano mayor de la francesa, Arthur, que es obviamente Alfred Debling, se encariña y luego se enamora de Peony, la cual acaba por contarle toda la verdad sobre su historia.

Eso acaba en un emocionante duelo en donde Arthur casi acaba con Charles, hasta que Peony le suplica que lo perdone, le salva la vida al indigno Charles y se lo lleva con el permiso de su familia a recuperarse a sus propiedades en la India. Allí, Charles al fin recapacita y trata de declararse, pero es rechazado, hasta que de regreso en Inglaterra, tras que ella herede inesperadamente una gran fortuna, Charles se postra a sus pies en los jardines de su infancia…

 

Conozco los jardines Featherington como la palma de mi mano. Dice luna llena: me anuncio, y la primera noche de luna llena desde la publicación, y exitazo de La Historia de Peony, aparezco en esos jardines en que jugué de niño vestido con mis mejores trapos, un ramo de peonías en las manos en honor a nuestra heroína, un anillo en mi bolsillo.

 

Ella sabía que vendría. Me estaba esperando, y me ha esperado tanto.

 

Se ha dejado el pelo suelto, pero se ha puesto el largo vestido gris que describió tan amorosamente en Peony. Con velas en profusión, hay una penumbra calmante esta noche de verano: la luna llena se refleja en la fuente, las luces de la casa trazando líneas doradas en el pasto. Pero al pie de los sauces, en donde los parterres de rosas enmarcan escalones de mármol, ella está sentada sola con la luna, y yo…

… yo no soy Charles, pero quisiera serlo para saber que no seré rechazado.

Penélope, mi Penélope, sonríe al verme venir, pero aún hay sombras, un deje de miedo en sus ojos. No sé qué puede temer todavía, pero voy a espantar esas sombras así sea lo último que haga: no más miedos, no más angustias. La he hecho llorar demasiado. Nunca más.

- Dónde está Freddie?- pregunto sottovoce, en un susurro de teatro.

- Con Ludmilla y sus nannies por hoy. Tienen una fiesta infantil.- musita ella en el mismo susurro.

- Estamos solos entonces?- digo con una sonrisota que la hace elevar una ceja.

- No es así como iba esta escena…-

- Perdón, perdón.- susurro, aunque estoy a punto de dar saltitos. No, no. Esto es serio. Es verdad que Pen ha esperado mucho por esto. Haremos algo para recordar toda la vida.

Y en la noche de bodas también voy a hacer que se recuerde toda la vida, especialmente los días posteriores….!

Sacar la cabeza de ahí y concentrarse. Vamos, Bridgerton. Tú puedes hacer esto.

 

- Alejarte de mí no va a servirte de nada, mi Dama. Como el brasero sacado afuera, el viento sólo hace mi llama más vigorosa. Porqué te alejas de mi calor?- declamo, pero no es sólo teatro. No es como que no fuera nuestra historia…

- Porque temo que me quemes de nuevo.- musita ella, con mucha honestidad, sus ojos en los míos.

- Nunca quise hacerte daño.- digo, con la misma sinceridad.- Ni siquiera sabía que podía. Ahora que lo sé, nunca más ocurrirá, te lo prometo. No es eso un matrimonio?-

- Es mucho más que eso.- susurra ella. Había imaginado esa frase temerosa en la voz de Peony, pero en la de Pen, suena maravillosamente emocionada.

- Quiero estar cerca de ti.- murmuro, y tomo su mano, tratando de ser tan diestro como Charles para poder acariciar su mejilla con mis flores y no darle con el ramo, pero es que hay poca luz. Parece que lo logro, porque ella está radiante.- quiero estar cerca de ti de todos los modos que me permitas, pero si me dejas, voy a estar tan cerca como Dios lo permite… sé mi esposa, déjanos ser felices de nuevo. Tú me has reforjado de nuevo, ya no soy el mismo… no puedes abandonarme después de recrearme para ti… no me dejes, sería una llave sin cerradura, inútil para siempre…-

Penélope se sonroja: creo que al escribirlo no se dio cuenta de la insinuación que ahora está en mi voz. Pero avanza, y veo la incredulidad luchar con el triunfo en sus ojos; por fin la veo creerme, y es ella quien toma mi cara entre sus manos para besarme, al fin reclamarme, como había soñado. Ni sé adónde acaban las flores: no sabía que mis manos podían tener hambre y sed como tiene una boca, yendo a aferrarla, al fin mía, mía tras tantas negativas, mía por fin…

- La luna nos está…-

- Pen, ponte el anillo. Después todos los versos que quieras, pero quiero vértelo puesto.- digo rebuscándomelo. Por supuesto lo dejo caer, y cuando me arrodillo para atraparlo, Pen está sonriendo tan ampliamente que casi se le han desaparecido los ojos. Me quedo de rodillas, y ella me tiende su manito pequeña, en donde mi rubí se ve tan perfecto. Sé que ella quiere más romance, pero no puedo evitarlo: de rodillas rodeo sus caderas con los brazos, y hundo la cara en su vientre, inhalando, apretándola contra mí, respirando con un alivio tan grande que creo que podría llorar.

Sus manos en mi pelo se sienten como una bendición. Como una absolución.

- Quiero otro libro.- musito, contra la seda de su vestido.- Otra historia. No Peony. Prairie… o algo así. Ella está enamorada, pero él sólo es… un poco inmaduro, y la ama tan desesperadamente… y son felices. Muy, muy felices.-

- Es posible que mi editor acepte otro libro.- me dice ella, sus cejas juntándose en humor.- Prairie? En serio?-

- No te gusta como nombre para nuestra hija?-

- Colin…- hasta aquí llegó el romance, ya veo cómo se pone práctica de nuevo.- … cálmate, aún no estamos ni oficialmente…-

- Tres meses, ni un día más, o te rapto, y entretenido el libro que vas a escribir encerrada en barco, van a ser los Piratas de Penzance pero sin ropa…!-

 

*****************************

 

Tres meses y dos días, sólo porque no puede dejarme ganar, estoy seguro. El escándalo de que la viuda Lady Debling se casara con su viejo amigo, al que la habían ligado los rumores alguna vez y que no le llega ni a los talones en fortuna entretuvo a toda la ton por los tres meses: cuando Lady Danbury me preguntó descaradamente si no me importaba la diferencia de fortuna, le dije con intención que mi belleza justificaba mi dote. Penélope arruinó un vestido de seda muy bonito cuando me oyó y sacó jugo de naranja por la nariz.

Cuando Lord Caster me preguntó si no quedaría bajo el pulgar de una mujer, le dije que estar bajo el pulgar de una mujer puede ser realmente fantástico en ciertas situaciones. Pen se enojó, porque el vestido que arruinó esa vez con vino al oír el comentario sí le gustaba mucho, pero la Reina me oyó y asintió vigorosamente, gozadora que es.

 

La boda fue en el jardín Featherington, con asistencia de toda la ton, la Reina incluida: Finch, que la quiere como un hermano, insistió en tirar la casa por la ventana, y sus hermanas estaba felices gastando el dinero de Pen en dar la fiesta de la temporada. A mí me habría dado lo mismo llevármela a caballo hasta Etna Green, pero una parte de mí, que a veces suena un poco como Lady Whistledown, se divertía viendo las miradas envidiosas, especulativas y hasta malsanamente excitadas que me acompañaban. Asumían que mi asunto con Penélope tenía una década de avance: que siempre nos habíamos amado, que yo había estado al acecho tan pronto se quitó el luto, que era un asunto sexual, que éramos un escándalo.

Y tenían razón en todo: me encantaba que pensaran que la había hecho perder la cabeza por lujuria, o que asumieran que estaba tan loco por ella que no me importaba la diferencia de títulos, que por las leyes de la herencia, la mantendría como “ Mrs Bridgerton, la condesa viuda” y a mí como el simple Mr. Bridgerton.
Ciertamente no me interesaba quién tenía precedencia en las cenas de palacio. Me interesaba quién iba a dormir en mi cama esta noche, y sin más maldita hiedra de por medio!

- Logré cambiarte los pasajes, con cierto recargo…- me dice Benedict, con su habitual cara de no importarle una sola cosa en el mundo.- qué tiene de malo París? A las mujeres les gusta París. Pasa algo malo con París? Ya no está de moda y nadie me dice? Es cierto que Montmartre huele a vómito, pero…-

- Es en París que la abandoné y arruiné destrozando su corazón.-

- Qué carajos hiciste a quién?- bendita sea su sangre de horchata, porque sólo me levanta una ceja. Anthony ya me estaría sacudiendo.

- A Peony.-

- Quién es Peony, y cuántas posibilidades hay de que se aparezca en la boda y ahorque a Pen? Es pelirroja? Tienes una cosa por las pelirrojas…-

- Hermanito, no lees un libro de vez en cuando?-

- Sólo si no hay otra forma de calmar a Rina.- me dice, y los dos buscamos inmediatamente con la mirada al monstruito. Predeciblemente, está intentando que su paciente tía Edwina le dé ponche. Como no le van a dar, la sirena de incendios va a empezar en unos minutos…

Me olvido de todo cuando al fin baja Pen, entre exclamaciones.

- Oh, qué encantadoramente excéntrica es Lady Debling!- exclaman unas debutantes, junto con otras lindezas sobre su hermosura. Cómo quieren unos buenos regalos para sus bodas, apuesto. Pero al menos no es mentira: la Reina, que tiene ideas muy conservadoras pero odia sentirse aburrida, hace un gesto de aprobación.

Pen se ha puesto uno de los kimonos que Alfred le compró. Un último regalo del hombre que la quiso tanto y la liberó: una última cortesía, antes de dedicarse a mí. La única parte de mí que se irrita es porque no tengo idea por dónde se desarman esas fajas al pecho que usan como cinto, pero si es necesario, un tirón y ya. El traje es amarillo, un color que no le he visto en años: creo que también piensa en su familia, y en la antigua Pen. Pero las flores amarillas sobre blanco son hermosas, y está radiante, tanto que me pierdo en parte de la ceremonia y sólo vuelvo a concentrarme cuando me doy cuenta que Anthony no está a mi lado con las sortijas.

- Lo siento, lo siento…- me dice, corriendo entre miradas de desaprobación, embarrado hasta los muslos, alargándome una bolsita de satín blanco tristemente sucia mientras detrás de él Kate y Daphne se ven indignadas.- han sido Freddy y Rina. Han intentado cruzar la pileta a nado.-

- Pero si Freddie no sabe nadar.- exclama Pen.- Porqué?-

- Querían huir con la tarta.-

- Están bien los dos?-

- Si, pero la tarta no sobrevivió, lo siento.- musita.- Rina tampoco va a estar bien cuando la agarre Kate...-

- Podrías permitir que siga mi boda?-

- … Perdón.-

Cuando la besé, ya me había olvidado de viajes o tarta. Entre los aplausos, los pétalos de flores, los brindis, la fiesta, fue como si el ruido alrededor se convirtiera un solo sonido de fondo poco interesante y sólo me importara lo que Pen pensaba al respecto. Estaba esperando su sonrisa, y no fue avara con ellas: pero aún mientras me concentraba en escribir en su cabeza una nueva carta, una carta sobre un final feliz, la última carta que le enviaría con un “ Si fueras mi mujer…”, esperaba, esperaba ansiosamente…

El Duque de Hastings nos había regalado una noche en una de sus mansiones en las afueras, en donde estaríamos tranquilos: mañana nos traerían a Freddie, quien viajaría con nosotros y algún servicio a St Honoré. No quise llevarla a ningún lugar en donde hubiera estado con Alfred, ni en donde yo hubiera estado solo: quería algo nuevo para ambos, algo que fuera nuestro recuerdo, un único recuerdo. Tenía planes, e ideas, y algunas nociones sobre seguir probando que no era Charles, pero cuando al fin nos dejaron solos en una suite con una mesa atiborrada de golosinas y vino, Pen se sentó en un sillón y se quedó callada.

 

- Ya te estás arrepintiendo?- le dije colocando nuestras capas juntas en el perchero. Es muy gracioso que la de ella mide justo dos tercios de la mía.

- Estaba pensando.-

- En Prairie?-

- En nosotros.-

- Pensar en nosotros te hace poner la cara tan seria?-

- Es sólo que esto es un poco… desbalanceado. Me has dado todo lo alguna vez soñé querer, pero hay… muy poco que yo pueda darte a ti en esto. Mi experiencia es virtualmente mínima, te puedes imaginar las charlas de mi madre y mis hermanas, y excepto…- no menciona a Alfred, pero sí, tengo una idea que el biólogo debe haber sido notablemente básico.- … tengo miedo de decepcionarte, Colin.-

- El único modo que me decepciones es que cierres la puerta y me mandes a dormir al estable. Vas a hacer eso?-

* risitas *- No.-

- Entonces ven y cuéntame cómo desato esta cosa…-

No se resiste. Por Dios, la tomo de la mano, la llevo al cuarto, y me mira expectante, con una confianza que no me merezco, nunca me he merecido. Me había temido que cuando al fin pudiera me iba a comportar como se portaron Rina y Freddie con la tarta; pero ante la confianza de sus ojos, el deseo de calma con ternura, se mezcla, se hace insoportable pero dulce, no sólo quemante. La beso: la acaricio, le digo todas las palabras de amor que sólo he podido escribirle, y cuando al fin se abraza a mi cuello y podemos tendernos juntos, la calidez de su cuerpo me atrae como una droga. La túnica se abre naturalmente, deslizando seda por seda con un roce delicioso contra mi pecho desnudo: y al sentir su mirada en mi cuerpo cuando tiro mi traje al suelo, llevo sus manos a mi piel. Quería tocarme? Que se sacie de tocarme. Si alguna vez lo deseó y no se atrevió, ahora no hay un modo en que pudiera hacerlo y no gustarme…

Lo que es yo, las manos me arden. Todo mi cuerpo arde, y no puedo entender cómo la piel de Pen sigue tan fresca y sedosa, cuando todo yo me siento quemante y erizado. Sus besos me hacen perder el hilo que la seda que deslizaba: cuando vuelvo a mirarla y me doy cuenta que bajo la túnica y camisola sólo llevaba una chemisse que es traslúcida, no puedo controlarme: lo necesito tanto que hundo el rostro en su cuello y la arremango de un tirón, por fin apoderándome de su pecho, tan blando, tan carnoso y suave… cuando hundo mi cara ahí y ella emite un gemido ronco, el tirón del deseo entre mis piernas casi me hace perder el control. Anhela mi toque tanto como yo deseo tocarla: acaricio su pecho mirando su rostro, que se ha vuelto un estudio de erotismo, y cuando me observa deslizar mi lengua por la piel cremosa, sus ojos se oscurecen tanto que no lo hubiera creído posible…

- Nunca… te había visto así…- murmura ella, y me acaricia con dedos que tiemblan un poco.- Soñaba… soñaba con darte todo lo que soy, pero me aterraba que no… no lo quisieras…-

- Lo único que no quiero de ti, es que dudes de mí…- susurro, y llevo su mano por mi pecho, a mi vientre y más abajo, en donde inspira al tocarme, al sostenerme en su mano.- Me crees ahora, por fin?-

Ella asiente, y me besa ferozmente, pero por un segundo pareció a punto de echarse a llorar. No voy a permitir eso, vaya: ninguna mujer nunca ha llorado en mi cama, y menos que nadie, la que amo. Así que la volteo boca abajo, y se deja guiar cuando la llevo a manos y rodillas, aunque puedo notar como una leve inquietud la hace revolverse al verse así expuesta.

- No, no no…- musito, sosteniéndola con firmeza.- Nada de eso. El malvado pirata Colin ya tiene a su cautiva, va a ser una cautiva muy obediente…-

Ella me mira por sobre el hombro.- El qué?-

- Te estoy dando ideas para tu siguiente libro.- le digo alegremente, separándole los muslos y tendiéndome cómodamente entre ellos.- Es más, te voy a mostrar algo nuevo que podrías describir, quizá… vamos, cuéntame cómo se siente…- insisto, antes de atraerla y empezar mi trabajo. Sus chilliditos son mi placer, el modo en que da pataditas, y cuando tomo aire, aprovecho de añadir mis dedos a la fiesta.- eso no fue muy coherente, cómo decías…?-

-… ca…. Caliente…- gime

- De verdad vas a tener que trabajar en más adjetivos.-

-… mojado…!-

La vibración de mi risa fue su derrota: cuando al fin la tuve ahí deshecha y dulce, húmeda y relajada, pude cubrirla de besos hasta que abrió los ojos, y succionar su pecho mientras me acomodaba de nuevo encima, pero esta vez cara a cara.

- Hola. Esos fueron muy pocos adjetivos para una escritora, sabes.- le dije, mi mano acomodando mi sexo contra el suyo. Empezaba a perder el aliento, pero ella me sonrió beatíficamente, los ojos entrecerrados.

- Te daré página y media cuando pueda ponerme de pie, mmmm.- dijo, antes de que diera cuenta de lo que estaba haciendo, y abrió bien los ojos.- Colin… -
- Te amo, Pen.- dije simplemente, apoyando el rostro en su pecho. Sentía su corazón acelerado, que había latido por mí tanto, y mi deseo de envolverla con mi cuerpo, de protegerla de todos y de todos, era ardiente como lava, transformándome, quemándome por dentro hasta que me parecía que no había un alivio que no estuviera, como ese corazón, dentro de ella. Me moví, los ojos en los de ella, y vi cuando la presión se volvió placer y luego demencia: mi mujer me había deseado tanto, que el sólo sentirme dentro de ella la arrastró en un orgasmo salvaje. Si eso no hace que un hombre se sienta de quince metros de alto, no sé qué más podría.

Pero no fue el único, eso se los doy por seguro. Van a pasar muchos años antes de que haya terminado de saciar mi pasión, que no es por su cuerpo, es por ella, toda ella… y creo que nos fallará antes el cuerpo que el amor. Pero aunque sea sólo un modo más de amarla, nos merecíamos esta dulzura… habíamos sufrido demasiado.

No más sufrimiento. Al amanecer, en que la miré dormir en mis brazos, me prometí que no habrían más lágrimas. Prairie no va a conocer ninguna más.

Y me levanté, porque aún tenía una carta más que escribir.

“ Penélope, amor mío, mi esposa… esta ha sido la mejor noche de toda mi vida...”

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PDTA: Sí hubo más sufrimiento. Muchísimo: Freddie y Rina fueron inseparables.