Chapter Text
El diminuto pero imponente Profesor Flitwick se erguía frente a su clase, una sonrisa radiante iluminando su rostro mientras dirigía la atención de sus alumnos con entusiasmo.
—Antes de que se marchen, debo informarles que el Ministerio ha alterado los planes para este año —anunció con voz alegre, lo que provocó más de un gemido de frustración entre los presentes.
Con una elegante ola de su varita, el profesor trazó letras brillantes en el aire.
—El Ministerio, en colaboración con el consejo estudiantil, ha decidido que los estudiantes de Encantamientos deberán crear un hechizo este año —terminó su declaración de manera dramática.
La noticia desató el caos en la clase.
«¡Silencio! Ustedes son el futuro del mundo mágico. Tienen todos los meses que faltan para decidir que hará su hechizo. Ya han recibido clases sobre el tema anteriormente, además, recibirán asesoramiento y clases adicionales».
Severus no estaba preocupado; para él, realizar un Encantamiento era fácil. Ya había hecho varios, y consideraba que sería tan sencillo como presentar cualquiera de sus hechizos y escribir un ensayo sobre él. Así que, con confianza, se dedicó a observar las expresiones de sus compañeros en el aula; por lo que veía, estaban al borde del colapso.
—Ah, pero además —continuó el profesor—, la evaluación se realizará en parejas —todos contuvieron el aliento.
«...de diferentes casas, para fomentar el compañerismo».
Esto desató el pandemonio.
—¡Basta ya! Tienen una semana para decidir quiénes serán sus compañeros —sentenció con severidad. En ese momento, Severus deseó fervientemente desaparecer del mapa.___
En el pasillo, se escuchaban murmullos mientras los estudiantes se dispersaban hacia diferentes direcciones. Tenían media hora antes de la siguiente clase, por lo que algunos se dirigían hacia sus aulas cercanas.
—No puedo creer que tengamos que buscar pareja con los inútiles de Hufflepuff —se quejó Mulciber con el ceño fruncido de ira.
—No seas hipócrita, Mulciber. Pasaste toda la clase mirando fijamente a la chica de sangre sucia —respondió Rosier, que hasta ese momento había permanecido en silencio, con una sonrisa llena de malicia dirigida hacia Mulciber.
—Por Merlin, es preciosa. Una lástima que su sangre esté tan impura —añadió Mulciber con deseo palpable—. Podría convertirla en mi esclava.
—Baja la voz, Mulciber. ¿Qué pasa si alguien nos oye? —advirtió Rosier, agitando las manos para enfatizar su punto—. ¿O has olvidado el castigo que recibí por tu broma hacia Macdonald?
La expresión ya grotesca de Mulciber se distorsionó aún más, haciendo que su rostro pareciera más siniestro. No recordaba exactamente lo que había sucedido, pero tenía la vaga idea de que una de sus frecuentes confrontaciones con Lily Evans había estado involucrada. Por lo que recordaba de lo que Lily le había dicho, Mulciber había intentado maldecir a Macdonald. No sonaba bien, pero al menos no había recurrido a hechizos más oscuros.
Llegaron a un aula vacía en el segundo piso y Severus sacó su varita, descendiendo por las escaleras mientras reflexionaba sobre la suerte de no haberse cruzado con los matones ni con Lily durante todo el día. El solo pensar en Lily le apretaba el corazón con un dolor familiar.
Severus decidió caminar más despacio y se detuvo un momento afuera mientras los demás continuaban su camino. Con un hechizo, reactivó la protección de su pulsera. Esta pulsera era resistente, por lo que tenía que aplicar el hechizo cada tres horas. Recordó cómo casi se le había caído cuando subió la manga involuntariamente al lanzar un hechizo en la clase de Encantamientos. Afortunadamente, los demás estaban tan concentrados en el hechizo que no se dieron cuenta.
Al llegar al salón, Severus se sentó en un pupitre y reflexionó sobre el nuevo problema que tenía: encontrar un compañero para la asignatura de Encantamientos. No era ingenuo; sabía que la mayoría del colegio lo despreciaba, y los de Hufflepuff no eran una excepción.
—Hablando de cosas más interesantes, mis padres me llevaron a una reunión muy importante —dijo Avery de manera pomposa.
«Me presentaron a la alta sociedad, conocí a varias personas influyentes, incluido Barty Crouch. Mis padres piensan que es fácil de manipular, y aún es relativamente nuevo en la política; creen que en uno o dos años podría lanzarse como candidato a Ministro.»
Nada de lo que dijo Avery logró captar completamente la atención de Rosier y Mulciber, quienes probablemente ya habían sido invitados a galas de la alta sociedad en vaciones.
—Pero lo más interesante estaba en la parte superior del edificio —añadió Avery, captando finalmente la atención de Mulciber y Rosier.
En ese momento, Severus simplemente deseaba que el día terminara para poder descansar. Ya no tenía energías para emocionarse por nada más.
—Conocí a un hombre de mucho poder —continuó Avery—. Y su influencia se sintió abrumadoramente tangible, como el agua.
Rosier abrió mucho los ojos con asombro, y Mulciber parecía estar sumido en sus pensamientos.
—Dijo muchas cosas, pero lo más importante es la verdad. Debemos luchar por lo que nos pertenece; permitimos que esos animales entraran al mundo mágico por nuestra benevolencia.
—Pero ya no más. No podrán hacer lo que quieran —añadió, creando un escalofrío en todos ellos; si lo que decía Avery era cierto, se avecinaba un cambio significativo en la estructura del mundo mágico.
—Dentro de un mes habrá otra reunión, y prometí llevarlos a todos —concluyó.
Severus debería haberse sentido emocionado. Este era el señor oscuro del que habían hablado antes, pero en realidad no sentía nada más que indiferencia, abrumado por el cansancio que lo invadía.
Sin embargo, había pequeños consuelos. Ninguno de sus compañeros profundizó en sus vacaciones ni preguntó demasiado sobre su ausencia en el tren. Tampoco sabían cuándo era su cumpleaños. Por el momento, eso era suficiente para él.
Después de esa charla Avery siguió hablando de un montón de cosas sin sentido que había aprendido de algún compañero.
En el húmedo y oscuro aula de Pociones, el caldero burbujeante frente a el emanando un vapor que llenaba la habitación con un penetrante aroma terroso y picante.
Severus continuaba agregando con extremo cuidado los trozos cortados de raíz de mandrágora joven. Mientras estabilizaba la poción, permitió que su respiración se calmara. Observó a su compañero, Rosier, quien aún trituraba de manera desordenada la piel seca de serpiente lunar, mostrando una expresión de aburrimiento evidente.
Por un momento, desvió la mirada hacia la otra parte del salón donde se encontraban los Gryffindors. Una chica pelirroja, en especial, parecía sonreír mientras batía su poción; probablemente Potter le había dicho algo divertido. Severus se giró rápidamente antes de que pudieran notarlo, decidido a concentrarse en completar la poción. Siguió meticulosamente cada paso hasta terminarla satisfactoriamente.
Una vez terminada, dejó la poción reposar y se recostó en su asiento, esperando a que el profesor Slughorn pasara por su escritorio. Sin embargo, sintió una mirada clavada en su nuca. Giró la cabeza y vio a James Potter mirándolo con una sonrisa. Lily Evans se volvió hacia el estante y cuando regresó, James rodeó sus hombros con un brazo y le dio un beso en la mejilla, susurrándole algo al oído que la hizo reír y ruborizarse. Severus se volvió rápidamente, sintiendo repentinamente náuseas. Bajó más las mangas de su túnica, rezando para que el hechizo que ocultaba su pulsera permaneciera intacto.
El profesor Slughorn pasó por cada mesa, evaluando cada poción. La de Avery estaba demasiado espesa, Mulciber ni siquiera había intentado hacerla bien. Cuando llegó a la poción de Rosier, Slughorn mostró satisfacción aunque notó que el color era más amarillo que verdoso.
Finalmente, el profesor se detuvo frente a Severus y lo miró fijamente, con sus ojos brillando de una manera extraña. Luego le dedicó una sonrisa.
—La primera poción sobresaliente de la tarde, parece que es la única digna hasta el momento. Sigue así, muchacho, serás un gran maestro pocionista —elogió Slughorn.
Severus asintió con modestia, sintiéndose confundido pero extrañamente reconfortado. No recordaba haber recibido un elogio tan significativo del profesor desde su primer año. Trató de ignorar el bufido desde la mesa de Gryffindor y las miradas penetrantes de Rosier junto con la mueca de desprecio de Mulciber.
—Tres puntos para Slytherin, bien hecho, muchacho —añadió Slughorn mientras se dirigía a la mesa detrás de él para continuar con las correcciones.
—Nunca pensé encontrar una poción tan pobre de tu parte, joven Burke. Ciertamente, tu madre estaría decepcionada. Nunca he conocido a un Burke que haya hecho algo tan malo. Deberías de aprender de tu compañero Snape —criticó el profesor Slughorn con severidad.
El profesor observo una poción que, aunque verde, tenía más la consistencia de gelatina que de una verdadera poción.
El chico frunció el ceño ante las palabras.
—Me esforzaré aún más la próxima vez, profesor —respondió Burke con determinación.
Un golpecito en el hombro fue la única respuesta del profesor mientras pasaba a la siguiente mesa de Slytherin. En cada evaluación repetía casi las mismas palabras; las pociones no eran realmente malas, pero encontraba algún detalle que señalar en cada una de ellas. Severus no necesitaba ser adivino para saber que casi todo Slytherin lo estaba mirando con hostilidad.
Su ceño se frunció aún más, sintiendo una profunda molestia. Slughorn estaba claramente tratando de motivar a los sangre pura, apelando a su orgullo. Lo utilizo para que se esforzaran más, presentando sus críticas como un desafío que debían superar. No era sobre reconocer una buena poción en absoluto, ni en felicitarlo por sus habilidades.
Una ola de furia invadió a Severus, llenando cada fibra de su ser. Se sentía utilizado y, tristemente, no del todo sorprendido por su insignificancia. El profesor lo estaba usando como un escalón, un medio para que los demás pudieran alcanzar un nivel más alto si se esforzaban lo suficiente.
Después de criticar a la última pareja, el profesor caminó hacia la mesa de Lily y le dedicó una sonrisa, que ella correspondió con amabilidad. Inmediatamente, Slughorn notó el efecto de la poción.
—Magnífica poción, señorita Evans. Cinco puntos para Gryffindor —anunció Slughorn con satisfacción, mientras la sonrisa de Lily contrastaba con la creciente furia en Severus hasta niveles incontrolables—. Espero verte en la próxima reunión del club, jovencita.
—Claro que estaré allí, profesor —respondió Lily con una sonrisa.
Entonces, una mano golpeó bruscamente el escritorio. Una sonrisa burlona se llamaba en la cara del recien llegado.
— Snivellus, me sorprendió no verte en el tren ayer. —dijo Black con evidente malicia. «Pensé que tal vez el sol te había hecho cenizas, como naturalmente debería pasar, pero… No tuvimos tanta suerte»
La tensión mental aumentó con las palabras maliciosas de Black. El tono burlón y la malicia en sus palabras no pasaron desapercibidos. Severus, lleno de furia contenida, respondió con un comentario cortante, descargando su enojo.
—Black, deberías ir pensando más bien en tu propio entierro; dado que para tus padres solo eres una urna de decepción ambulante. Parece que ya tienen un reemplazo para ti —replicó Severus con sarcasmo y amargura.
Las palabras de Severus parecieron golpear a Black en lo más profundo. Severus había estado escuchando en los pasillos sobre la situación de Black, gracias al chismoso de Avery, y ahora estaba usando esa información como arma.
Unas risas llenaron el aula.
—¡Ay, por Merlín, James, compórtate! —Se escucho Lily reír.
James Potter comenzó a hacer muecas tontas con los labios y los ojos, provocando nuevas risas en Lily. La situación tomó un giro inesperado cuando Potter y Lily se miraron directamente, y seguidamente se dieron un beso.
Para Severus, todo se volvió aún más incómodo, exacerbado por su falta de sueño y el malestar que sentía. No solo estaba lidiando con la catarsis emocional de presenciar el afecto entre Lily y James, sino que también experimentaba un calor abrasador en su piel donde la pulsera oculta estaba ardiente como si estuviera en llamas.
Severus cerró los ojos brevemente y, utilizando oclumancia rudimentaria, guardó todos sus sentimientos en una caja fuerte grande e impenetrable en su mente. Necesitaba protegerse de lo que estaba viendo y oyendo a su alrededor.
—Ay, la serpiente viscosa. ¿Hacen una linda pareja, no crees? — Black no pudo perder la oportunidad de señalar a quién se refería. — Se volvieron novios en diciembre. Futura señora Potter, ¿qué opinas? —
Las palabras de Black resonaron en su mente como un eco doloroso. Por un momento, Severus sintió como si alguien le hubiera apuñalado en el pecho. La voz burlona de Black, la implicación de que James y Lily eran una pareja feliz y el título de "futura señora Potter" dirigido a Lily lo llenaron de amargura y desesperanza.
Tragó saliva con dificultad, tratando de mantener su compostura. Apoyó la cabeza en una mano, mirando fijamente hacia el frente pero sin realmente ver nada. En su mente, la caja fuerte seguía intacta, pero la presión de sus emociones encerradas dentro era abrumadora.
Severus no respondió, su dolor emocional le impedía hacerlo.
—Al fin puedes callarte. Pensé que con esa lengua bífida sería imposible —dijo Black con su habitual tono burlón—. Bueno, ya cumplí mi misión de buen samaritano del día. Nos vemos, Snivellus —concluyó antes de dirigirse a su escritorio, donde Lupin pareció regañarlo.
Después de que el profesor Slughorn terminó de revisar las pociones, haciéndose oidos sordos de lo que acababa de pasar. Severus recogió torpemente su poción en un vial y se colocó en la fila para entregarla, sin prestar atención a los demás, mirando hacia la nada mientras intentaba ignorar el dolor real causado por la pulsera en su muñeca.
Fue una sorpresa cuando unas palabras lo sobresaltaron.
—¿Qué te pasa? ¿Los humos finalmente arruinaron tu cerebro? —dijo el chico con lentes, no mirándolo directamente, sino fijando su mirada en Lily, que entregaba su poción siendo la primera del salón y posiblemente adelantándose para entregarla primero—. No puedes mirarla, asquerosa babosa —añadió con veneno en su voz.
Severus apretó los puños, sintiendo una mezcla de ira y dolor. Quería responder, pero las palabras se le atascaron en la garganta. Mantuvo la mirada baja, intentando no dejar que las palabras de aquel chico lo afectaran más de lo que ya lo estaban haciendo.
Severus apartó la mirada. Ver a su amiga tan lejos pero tan cerca era un recordatorio constante de sus errores.
Y entonces Potter volteó, quedando los dos frente a frente. James lo miraba con sus ojos color caramelo, una mirada llena de odio y violencia contenida. Sin embargo, una sonrisa "amigable" rompía esa imagen de hostilidad.
—Realmente eres patético. Mírate. ¿Crees que tienes lo necesario para ser un maestro pocionista? Tú y yo sabemos que eso nunca pasará. Serás un vil y malvado mago oscuro —dijo Potter con desdén, sus palabras cortantes impactando a Severus más de lo que quería admitir.
Severus se sintió congelado, las palabras que usualmente ignoraba ahora resonaban profundamente en él. Hacía años que algo así no lo afectaba de esta manera.
—No pretendas que llegarás lejos, es estúpido —añadió con una mueca de superioridad.
Potter se dio la vuelta e ignoró la existencia de Severus, permitiéndole sentir un alivio momentáneo. En ese momento, fue lo mejor que pudo haber ocurrido. La pulsera oculta comenzó a calentarse varios grados más, causándole una incomodidad creciente contra su piel. En momentos como este, deseaba quitarse la túnica para aliviar la sensación, pero se obligó a seguir utilizando la oclumancia para mantener sus emociones bajo control.
—Vamos, Sirius, hay gente delante de nosotros —intervino Lupin, intentando ser la voz de la razón—. No causes problemas tan temprano en el periodo.
Severus se giró hacia ellos y fulminó con la mirada lo mejor que pudo. Si Black intentaba colarse delante de él en la fila, lo maldeciría con todas sus fuerzas.
—Una poción consistente, muchacho. Igual que tu padre —la voz de Slughorn interrumpió el momento, felicitando a James con su típica radiante sonrisa.
Severus apretó los dientes, sintiendo el nudo de emociones apretado en su pecho. Respiró profundamente y avanzó en la fila, esperando poder entregar su poción y salir lo más pronto posible de esa situación. Así que simplemente apretó con más fuerza el frasco en su mano, sin ejercer demasiada presión para evitar que se rompiera.
—Gracias, me esfuerzo por ser el mejor —respondió Potter con arrogancia. Severus sintió muchas ganas de golpearlo.
No tuvo que pensar mucho para entender lo que estaba sucediendo. Evitando tocar su pulsera, observó cómo el causante de su desgracia actual se alejaba.
Rápidamente entregó su frasco, que el profesor recibió sin despedirlo con palabras adicionales. Luego regresó a su estación para recoger su bolso. Se sentía mareado y tenía la sensación de que probablemente tendría una quemadura bajo la ropa. El cansancio lo hacía todo más insoportable.
Rosier lo estaba ignorando descaradamente, Avery no le dirigía la mirada y Mulciber observaba a Macdonald de manera poco sutil. Los demás compañeros estaban absortos en sus propios mundos. Severus esperó a que el profesor asignara la tarea para la semana siguiente y, apenas pudo, se encaminó rápidamente hacia la salida, con una dirección clara en su mente.
Severus conocía un par de hechizos que podrían ocultar objetos, pero ninguno había funcionado lo suficiente para mantener oculta la pulsera durante períodos prolongados. En este punto, solo estaba cubierta por la túnica.
Estaba decidido a encontrar algo que pudiera ocultar la pulsera. La Biblioteca era su destino en esta investigación desesperada, temiendo que alguien descubriera su cumpleaños o que accidentalmente alguien levantara su túnica. Se sintió aliviado de que Lily lo hubiera ignorado.
Finalmente, decepcionado, se aventuró a la sección prohibida, con un hechizo de desilusión y uno para evitar hacer ruido.
Cuando entro empezó a buscar en todas las secciones, pero no encontró nada relevante; todos los libros estaban cubiertos de polvo por el desuso y ninguno estaba relacionado específicamente con el alma. Al final lo único que le llamó su atención fue un espacio vacío en la sección de humanidades, como si faltara un libro.
Decidió entonces buscar en la pequeña colección de libros extranjeros. Aunque no sabía otros idiomas, era su última opción. Fue entonces cuando vio un libro con una cubierta que parecía tallada en piedra, sellado con un lazo rojo. En la cubierta había un dibujo de dos manos frente a frente que capturó su atención.
El libro estaba escrito en lo que creía que era italiano, con palabras impresas en sus páginas. Al pasar las páginas, vio ilustraciones simples de diversas cosas, pero nada concreto. A punto de rendirse, una página en particular atrajo su atención: una ilustración de unas tijeras con forma de rayo y lo que parecía ser un lazo roto.
Sin embargo, al no entender el idioma, decidió lanzar un hechizo simple de traducción en la página. Pero en lugar de esclarecer las cosas, solo algunas palabras al azar fueron traducidas, lo que sugirió que el libro estaba encantado para resistir hechizos de traducción más simples.
A punto de rendirse por completo y sin respuestas claras, decidió continuar leyendo el libro por puro despecho y desesperación. Solo deseaba algo que le ocultase la pulsera. Las lágrimas mancharon las páginas mientras pasaba las hojas. Y entonces, encontró una página con una especie de advertencia, un dibujo de una pulsera apareciendo en intervalos y un reloj. Una palabra escrita en verde se destacaba. Así que volvió a lanzar el hechizo de traducción en la página, esperando casi con los dedos cruzados entender algo.
Debajo del dibujo estaba una palabra en verde. Lo que entendía era "alma", "vínculo", "hechizo", y si entendió bien, había algo sobre un tiempo y 24.
Pero ahí estaba lo que buscaba: Ocultación.
Así que sin dudar un poco, dijo el hechizo con un italiano inexistente —Anima Nascosta—, pronunciándolo de forma tambaleante.
La pulsera empezó a brillar en verde rápidamente. Severus pensó con pánico que tal vez había malentendido el efecto del hechizo. Gritó internamente en pánico. Pero fue entonces cuando el repentino dolor se hizo presente, sintiendo agujas en los ojos y sus brazos quemándose como si estuvieran sumergidos en lava.
Cuando Severus volvió en sí desorientado, la pulsera ya no estaba visible, oculta por el hechizo. Severus se palpó varias veces, pero no tocaba nada. Sin embargo, sabía instintivamente que la pulsera seguía allí, como si estuviera oculta al tacto y la vista.
Severus recobró el sentido tambaleándose y buscó en su bolso hasta encontrar un pergamino, papel y tinta. Con manos temblorosas, escribió lo que pudo de la página. Cuando terminó, coloco el libro de nuevo en la estantería.
Caminó hasta salir de la sección prohibida. Antes de salir completamente, se aplicó el hechizo de desilusión, que debió haberse terminado en algún momento. Mirando de un lado a otro se dio cuenta que Madam Pince no estaba, permitiéndole dirigirse hasta la parte más oculta de la biblioteca, donde solía ir en busca de privacidad. Ya era de noche y la luz de la luna entraba por los ventanales.
Entonces se acercó a un escritorio, volviendo a sacar de su bolso un papel viejo, una pluma y tinta. Estaba decidido a terminar y luego ir directo a su dormitorio, ya que el sueño lo estaba reclamando.
Con mano temblorosa, escribió una carta. Lo hizo de forma apresurada pero intentando ser lo más elegante posible, a pesar de los espasmos en sus manos y el cansancio que lo había afectado todo el día. En un momento, un espasmo hizo que se corriera un poco la tinta en la parte inferior.
No podía soportar la idea de pasar un año completo sintiéndose miserable por algo que no había deseado. Según probablemente cada vez que utilizara el hechizo, se desvanecería durante un tiempo. Sin contar que no sabía si habría efectos secundarios.
Este sería el final. No importaba lo que tuviera que sacrificar.
Carta de Severus