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Los Trabajos de Alcides

Chapter 10: El cinturón de Hipólita

Summary:

Novena labor: traer el cinturón de la reina de las amazonas

Notes:

Hay algunas insinuaciones aquí

(See the end of the chapter for more notes.)

Chapter Text

El siguiente trabajo, asignado por Shiva, fue desconcertante: tenía que traer el cinturón de la reina de las Amazonas, pero no tenía permitido usar la fuerza para conseguirlo, ya que eran mujeres. Las esposas del dios le miraron algo molestas, parecía que otra vez le tocaría dormir en el sillón con su tigre.

“Ay chico, esta vez si te la dejaron difícil “se burló el cuervo negro.

Y Alcides sabía que era verdad. No golpearía a una dama, claro, pero las Amazonas tenían una reputación feroz, y, además, se sabía que podían negociar por algo más con los hombres…

Algo que jamás había hecho, prefería esperar a encontrar a alguien a quien amara en realidad. Además, y como ambos cuervos podían testificar, no era precisamente bueno captando cuando una chica intentaba acercarse a él. Esto sería divertido de observar.

Otro problema era llegar: no había muchos dispuestos a ir hasta el hogar de estas guerreras. Ahora, imagino que muchos creerán que estas damas viven en una isla llamada Temiscira, y la más famosa de estas fue una mujer llamada Diana…pues no. Diana quizá sea la más famosa de las Amazonas, pero ella no es real, y el hogar de estas no era Temiscira, este lugar era solo su capital.

Las Amazonas en realidad tenían muchas tierras en su nación. Este sitio estaba cerca de Turquía, pero no era una isla. Aunque en esos días, la forma más rápida de viajar era por mar.

Devuelta con el dilema de Alcides: muchos marinos se negaban a llevarle. Si, una noche con las Amazonas podría ser el deseo de más de uno, pero las acciones de estas en la guerra de Troya habían hecho que se les evitara, pues se decía que habían aducido a muchos guerreros. La reina de ese tiempo había sido tan feroz, que fue el mismo Aquiles quien tuvo que matarla. Además, se decía que castraban a los hombres si no las complacían como era debido.

“Dioses, tardaré meses en llegar. Ni siquiera tengo dinero para el pasaje “y, a diferencia de Creta, no podría pedir el favor a alguien de llevarle.

Topó con suerte, sin saberlo, cuando intentaba ofrecer sus servicios como ayudante con el capitán de un barco a cambio de que le llevaran: un desconocido le puso un saco de monedas de oro al capitán

“Creo que esto quizá lo convenza de llevar al joven” habló un hombre joven de cabello rubio rojizo, de largos cabellos rizados y bigote del mismo tono.

El hombre, hoy en día, se conocería como un bardo. Bueno, quizá sea un término que hace mucho los humanos no usan de todas formas. Pero él había hecho una canción acerca de la batalla de Alcides contra la hidra, y quería alguna inspiración nueva para componer otra canción.

“¡Dioses, muchas gracias!” Nuestro agradecido héroe estrechó su mano con cuidado, por miedo a romperle los huesos “¿cómo puedo pagarte?”

“Ah no te preocupes, por ello. Solo quiero ir a ver a las Amazonas” no quería decirle que había hecho mucho dinero con su victoria sobre la hidra, claro. El joven se llamaba Marcias, aunque ahora creen que era un sátiro.

Así se embarcaron a las tierras de las Amazonas. El viaje fue, por suerte, tranquilo. Alcides y el resto de los tripulantes oían bastante encantados al bardo. Contó la historia de Odiseo, quien hizo enfadar al dios Poseidón tras haber atacado a unos de sus hijos. Los cuervos intentaron no reír

“¿El señor Poseidón, padre de un cíclope? Estos humanos no saben que inventar “rio por lo bajo el cuervo negro

“Si, se llamaba Polifemo, ¿no? El señor Poseidón es padre de los cíclopes “murmuró Alcides, para no interrumpir la canción

“Chico, no sabes nada “rio por lo bajo el cuervo blanco “los bardos tienden a añadirle dramas a sus historias. “Aunque Odiseo si apuñalo al cíclope”

“Pero este no era hijo de Poseidón “murmuró el cuervo negro “El no perdería su tiempo molestando a un mortal, solo fue mala suerte del pobre idiota”

“Oh, que extraño…” murmuró Alcides, se preguntaba cómo tendrían tanta imaginación

Arribaron a la capital de las Amazonas una semana más tarde. El barco les esperaría solo una noche, claro. El bardo pidió acompañarle, eso tendría que verlo

Las Amazonas eran una tribu curiosa. Iban con uno de sus pechos sin cubrir, cosa que, para los hombres mortales (e inmortales) es…fascinante. Quizá el señor Apolo de vez en cuando detenía su carruaje un poco más sobre sus tierras…Los humanos por alguna razón luego dirían que se amputaban uno de los senos.

Alcides miraba al piso y se negaba a subir la mirada. Sus padres le habían educado bien, al menos para el estándar de Tebas.

Al bardo eso le parecía curioso, y por supuesto, no quitaba sus ojos de los hermosos atributos de las Amazonas….

Los cuervos solo rodaban sus ojos. Eran glándulas mamarias con las que alimentaban a sus crías, ¿porque los varones mortales, dioses y similares perdían el juicio por eso?

“Ya chico, habla” murmuró el cuervo blanco. Aunque las amazonas no los habían despedazado aún, dudaba que les hiciera gracia que siguiera tan callado.

“D-disculpen, señoritas. Necesito hablar con su reina…” les dijo a dos hermosas y musculosas guardias que estaban fuera del palacio. Si bien las Amazonas de vez en cuando castraban a los hombres, a Alcides les sorprendió ver a varios comerciantes allí. Tenían ropas coloridas y extrañas, no parecían ser griegos o de creta, ni de ningún otro lugar conocido.

“Puedes seguirme” una de ellas le informó, aunque tuvo que evitar reír cuando el chico se sonrojó al verle sus senos “sería mejor que nos veas a los ojos, si ves al piso, dudo que puedas ver hacia a donde vas”

Alcides camino en silencio tras ella, bastante nervioso. No era que tuviera miedo, solo era…pena. Si, lo que sentía en esos momentos era total y absoluta pena, mientras caminaba entre varias mujeres con los pechos afuera

“¿Oye por qué estás así, si tú te vistes igual?” Le cuestionó el cuervo negro. Alcides no cubría su pecho después de todo

“Has notado que tu acompañante no pregunta que por qué hablamos?” Le preguntó el cuervo blanco.

Y así era. Marcias iba más concentrado en los senos de las mujeres y tocando una que otra canción, fuera para recibir halagos, o mejor aún, dinero de las personas que iban pasando por allí. Alcides normalmente hubiera cuestionado ese detalle, de no ser que sentía tanta pena.

Al fin, llegaron a donde la reina Hipólita. Mucho se escribiría, gracias a la imaginación de los mortales, sobre el encuentro de ambos. La reina era una guerrera fiera, incluso se decía que era hija de Ares (aunque esto era falso), alta (pero no para el estándar actual de los humanos, y más baja que Alcides) de largo y ondulado cabello negro. Como todas las demás Amazonas, no cubría sus pechos, al igual que nuestro héroe, quien la veía fijamente a los ojos por puro temor y vergüenza. Y claro, llevaba su cinturón puesto.

Estaba sentada en su trono, una maravilla hecha de oro puro, mientras el chico fue a pedirle audiencia. El bardo y los cuervos se quedaron de lado, viéndole

“¿Bien, chico…a que has venido?” Pregunto la reina.

Alcides tragó un poco de saliva. La reina lo doblaba en edad, apenas tenía unos diecinueve años en aquel entonces “los dioses me pidieron que les llevara su cinturón, majestad “respondió.

Todos se quedaron callados. El bardo estaba ansioso, quizá habría una batalla o alguna prueba inesperada.

“Quieren mi cinturón?” Pregunto de nuevo la reina, y el chico asintió. Hipólita se puso de pie, y avanzó hacia el lentamente. Alcides preferiría enfrentar a tres hidras furiosas que estar allí. La reina acarició levemente el brazo de nuestro héroe, que sentía su alma irse “¿y por qué?”

“M-me pusieron a prueba, majestad. Debo llevarlo sin lastimar a nadie “murmuró nervioso mientras la reina le veía fijamente, pasando su dedo por los brazos del héroe.

“Hmm, no puedo dártelo así nada más, no crees?” Dijo la reina. Alcides asintió, pero luego negó, no sabía si podrían malinterpretar su gesto. “Tendré que ponerte una prueba “

El bardo intentaba memorizar todo, parecía que la prueba sería un tanto intensa para el pobre chico, con gusto cambiaría de lugar con él.

“Ugh estás humanas tienen ganas de aparearse con todos” se rio el cuervo negro en voz baja.

“Y…que clase de prueba…es…” Murmuró el chico, sudando de los nervios. La reina rio un poco y se alejó

“Te lo diré luego del festín. Te conocemos, joven Alcides. Incluso hasta aquí hemos oído de tu valentía “dioses, parecía que estaba volviéndose más conocido, pero pudo respirar tranquilo.

El festín fue enorme. Las Amazonas eran fieras guerreras, por lo que los platos principales eran cosas que ellas habían capturado: ciervos, jabalíes, toda clase de aves (menos cuervos, gracias a los dioses), cabras salvajes y unos lagartos curiosos. Otras cosas habían sido traídas desde lejos, como las frutas y especias que le daban sabor a la comida.

“¡Mira!” Dijo el cuervo negro

“Hidromiel!” El cuervo blanco también se emocionó, las Amazonas incluso les sirvieron un poco a ellos.

Alcides preferiría beber vino. Estaba algo confuso, ¿y su prueba como sería? Bueno, sería descortés no comer…y tenía hambre, claro. Curiosamente, quienes servían parecían ser chicos, muy tímidos para hablar, aunque también le sonreían.

Algunos invitados de otros lugares fuera de Grecia también estaban allí. Las Amazonas vivían cerca del borde con otros pueblos, y la ropa les delataba como extranjeros. Veía tallados de dioses que había visto cuando le asignaban sus misiones, como el señor Shiva, o Loki, el dios peliverde que a veces molestaba a los cuervos.

Hubo música, el bardo que venía con el no perdió la oportunidad de ir a lucirse, bailes de todo tipo (el decidió mejor no bailar, necesitaría energías para su prueba), y entretenimientos que él no conocía para nada, como un juego que consistía en tirarse hachas de guerra entre sí. Era curioso, nunca había visto hachas tan pequeñas antes.

No sabía si irse, pero la música parecía irse apagando poco a poco, y los invitados se retiraban. No vio a donde fue la reina o el bardo, pero una chica se le acercó tambaleándose.

“Oye…que lindo eres…griego…” dijo algo cansada, Alcides la atrapó justo a tiempo para evitar que se cayera

“Ten cuidado, parece que bebiste de más “le dijo suavemente, aunque algo sonrojado por qué bueno, iba con medio pecho desnudo. “donde esta tu habitación?” preguntó

“Te…diré…si te quedas conmigo...” sonrió la chica, toco el rostro del joven, que con cuidado la cargó y la llevaba hacia donde ella decía.

Los cuervos estaban algo mareados por el hidromiel, pero lo siguieron de todas formas

“Chico…hic!” graznó el cuervo negro

“Quizá sea mala…hic!” graznó el blanco

Pese a ser inmortales, sus pequeños cuerpos habían bebido más alcohol del debido. Pero sabían de la reputación de las amazonas, así como de las practicas que llevaban a cabo para quien traspasaba sus límites…al igual que Alcides lo hacia

“No puedo solo dejarla así” parecía ser una simple sirvienta, y estaba muy ebria y confundida. Seguía riendo mientras el joven le ayudaba a caminar. Era muy hermosa, algo menuda, con curvas pronunciadas y grandes y hermosos pechos, que el evitaba mirar fijamente. Su cabello café le llegaba a la cintura, y tenía lindos ojos cafés. Su piel era suave y morena, tenía una sonrisa adorable…” ¿Está es tu habitación?” preguntó, y la chica asintió.

La iba a ayudar a acostarse en la cama, pero la chica impulsivamente le robó un beso “déjame pagar tu valentía, héroe” comento sonriendo y se quitó la parte de abajo de su ropa. Los cuervos volaron lo más rápido que pudieron por la ventana.

“Señorita, me halaga, pero usted esta ebria…” comentó más sonrojado y delicadamente la apartó. Decidió mejor salir, aunque le tocó buscar a los cuervos que habían ido a dormir en un árbol. Se acomodo debajo de este, y aunque tenía frio, se quedó dormido allí.

-

 

A la mañana siguiente, despertó y se vio rodeado de varias guerreras amazonas, que iban junto a su reina. Rápidamente se levantó “Lo lamento, sé que no fue apropiado quedarme dormido aquí, pero estoy listo para la prueba”

La reina rio, se quito su cinturón y se lo dio “Ya la pasaste, chico.” Respondió. Los cuervos por suerte estaban despiertos (y algo mareados) pero podían ser testigos de ello.

El bardo, Marcias, no creyó que aquello fuera a hacer una buena canción. Así que hizo una un poco más interesante, en la que la diosa Hera hizo que el joven luchara contra las amazonas. Como tuvo que inventarse razones por esto, creo una enemistad entra la diosa y el joven…Y claro, a las amazonas no les hizo gracia esta versión. Estas o alguien cercano a la diosa lo despellejaron vivo, pero luego se culpo al pobre señor Apolo de ello.

Notes:

Espero que les haya gustado!

Notes:

Por favor denle kudos y comenten!