Work Text:
El flash ciega tus ojos por enésima vez en esta partida, pero ya no te importa. Todos han salido ilesos y la escotilla sólo está a la vuelta de la esquina. Lo mejor de todo, es que el fotógrafo se aburrió de ti después de una persecución de dos minutos y un par de paletazos. Después de tantas derrotas humillantes frente a él, al fin puedes reírte en su cara por esta victoria aplastante. Ahora puedes volver a la mansión con orgullo y recibir agradecimientos sinceros, no como los “Thank You” de otras partidas. No puedes más de la felicidad, nada podría salir mal, ¿verdad?
“Bonjour”
Esa voz, esa maldita voz sádica que anuncia el desastre.
El silbido del sable resuena en el callejón angosto de Eversleeping Town, y te desplomas a sólo unos metros de la escotilla. Escuchas su suspiro de satisfacción mientras limpia la sangre de su arma. Sientes la ira en su aliento, no había manera de que fuera a dejarte ir por pena como otras veces. Te arrastras como puedes hasta tu meta, ya casi,sólo un poco más.
—Te has superado, cheri. Hoy sí hiciste un esfuerzo para no hacer el ridículo frente a mí, esto hay que celebrarlo. —el sarcasmo era palpable en la voz del cazador. Extiendes tu mano en un esfuerzo por huir, pero el peso de su pie en tu espalda te clava en el piso.—Es por eso que hoy seré piadoso, y te daré un regalo. Sólo. Para. Ti.—tres pisotones marcaron las últimas tres palabras y sientes que se te va el aire.
¿Piadoso? ¿Qué piedad va a tener alguien que te trata como un insecto? Te pesa la vergüenza, pero no la vergüenza de arruinar una victoria perfecta, y es que no te importa que Joseph te esté tratando así.
El hecho es que lo disfrutas.
Sus garras te jalan hacia arriba para mirarte de frente. Sus ojos, rojos de rabia más que por el detention, te estremecen. Esperas un castigo doloroso, ¿qué hará? ¿Te apuñalará con su sable? ¿Te morderá hasta desangrarte? ¿Te ahorcará con esas fuertes manos?, un montón de posibilidades pasan por tu cabeza. Menos la que él escoge.
Con una dulzura impresionante, te apega a su pecho un momento, y sin esfuerzo te levanta en sus brazos como una novia. Todo es confuso, pero no te quejas. No cuando estás tan a gusto en los brazos de alguien que quiere matarte (y lo hará, de seguro). Después de un momento que se sintió eterno, Joseph te mira con una leve sonrisa en sus labios. La ira aún estaba ahí, aunque trataba de disimularla, pero lo que más transmitía era… ¿ternura?
La conocida melodía de la marcha nupcial llegó a tus oídos. La voz de Joseph la tararea con dulzura mientras te pasea por aquel callejón. Fue un paseo corto, donde dio vueltas un par de veces alrededor de la escotilla, pero viniendo de él, se sentía como una cita en los campos elíseos. Cuando terminó su canción, se quedó parado frente la escotilla, justo a la altura para lanzarte adentro. Esperaste segundos, debatiéndote si soltarte por tu cuenta o dejar que él te dejara ir. Por supuesto, la respuesta fue “Ninguna de las anteriores”.
Joseph suspiró con hastió.—No sé qué le ve Jack a esto.—Se dio la vuelta para alejarse de la escotilla.—Tuviste tu oportunidad para irte, pero te quedaste embobado en mis brazos. Espero que hayas disfrutado tu regalo, porque ahora volarás de vuelta a la mansión.
Sus palabras reventaron tu burbuja feliz para devolverte a la realidad. Te retuerces para escapar de su agarre y notas que le cuesta mantenerte a raya.
¡Tsk!—chasqueo la lengua en desaprobación— Mocoso testarudo, tendré que hacerlo a la manera tradicional.—Joseph te suelta y caes con todo tu peso al suelo de nuevo. Esta vez estás más lejos de la escotilla, así que arrastrarse no es una opción, y menos cuando vuelves a sentir su pie sobre ti mientras busca los globos para atarte. Debe haber una manera de huir, piensas, o quieres pensar, pero esa cola suave y esponjosa te distrae. Un momento. Se te ocurre una idea loca, y no tienes nada que perder con intentar. Sin miedo extiendes tu mano y con un agarre firme le tiras la cola con fuerza.
Esperabas un grito de dolor, un rugido de ira, pero no estabas preparado para el gemido de placer que salió de su boca.
¡Ah!~…—Joseph se apresuró a tapar su boca con una mano—…merde.
Notas que su cara impasible ahora está abochornada. Interesante. Aunque te cueste la vida, decides repetir la experiencia. Otro gemido se filtra ente sus dedos y ahora hasta puedes sentir sus piernas vibrando sobre ti.
—…¿Pero qué—?—te gruñe, y en respuesta ahora, en vez de jalar, acaricias con suavidad la punta de la cola, lo cual parece ser más efectivo. Joseph se aleja a la pared casi de un salto para evitar más estímulos y te sientes libre, ahora puedes aprovechar de correr a la escotilla…o disfrutar este nuevo aprendizaje.
Gateas hasta el cazador y acaricias su cola con la punta de los dedos. Él trata de mantener la compostura, pero notas como cierra sus ojos en deleite. Te diviertes con esto, tanto que no te das cuenta de la fría hoja de metal bajo tu mentón.
—Veo que no tienes ninguna intención de escapar.—remarca con sarcasmo, a la vez que desliza el filo de su espada hacia abajo para cortar uno a uno los botones de tu chaqueta, hasta descansar amenazante sobre tu entrepierna. Tiemblas pero no precisamente por el frio, sino de expectación por lo que va a pasar. —Adelante, puedes tocarla.—te invita, sin ninguna piza de malicia o enojo, casi como si te estuviera permitiendo acariciar a un perro. Parpadeas incrédulo y miras hacia arriba en espera de una confirmación, en respuesta, él le da un leve toque a tu erección con la punta del sable.—Hazlo, antes de que me arrepienta.
Con el temor de que esto fuera una trampa para terminar perdiendo tus partes íntimas, extiendes tu mano para acariciar su rabo de arriba hacia abajo. Ahora, sin la adrenalina de antes, puedes apreciar lo suave de su pelaje con más calma, y hasta sonríes al ver que la punta se sacude de un lado al otro, sin ninguna vergüenza en delatar el disfrute de su cuerpo. Levantas la mirada para tratar de descifrar su rostro, pero te detienes en el bulto en sus pantalones. Una extraña sensación de triunfo te embarga.
—Pareces orgulloso de lo que has hecho.—escuchas a Joseph reírse por lo bajo y te sobresaltas al ver como mueve el sable de tu entrepierna hacia detrás de tu nuca, aprisionándote contra él—ahora debes hacerte responsable. No te irás de aquí hasta que termines lo que empezaste, cheri.
Tragas saliva y tus manos inquietas no saben por dónde empezar. Respiras profundo y masajeas a su miembro por encima de la ropa, al mismo tiempo que acaricias su rabo. Te tomas tu tiempo en esta tarea mientras saboreas cada jadeo que emite, está era la oportunidad de darle a Joseph un dulce castigo y la ibas a aprovechar. Sin ningún aviso procedes a acercar tu boca para besar el bulto y oyes al lobo estremecerse, el frio punzante del sable detrás de tu nuca te presiona más cerca de él.
Está impaciente y te lo hace saber.
Rascas la base de la cola para terminar de jugar con ella, por ahora, y te dispones a desbrochar con calma la bragueta de su pantalón. En un rincón desvergonzado de tu mente existía la duda de qué clase de ropa interior vestía el fotógrafo, de seguro eran de telas caras y finas, grande fue la sorpresa al bajar la cremallera y ver que no había más que su virilidad erecta al descubierto. Con razón era tan sensible a tus estímulos. Más que el tamaño considerable de su miembro, lo que te llama la atención es la forma, en particular su base. Supones que ese es el famoso “nudo” de los hombres lobo que se menciona en ciertas historias eróticas, era increíble que una skin incluyera esa cantidad de detalles.
¡A—Ah!...—sientes el cuerpo del cazador sacudirse con sólo una lamida y sonríes por dentro. Si esto era el inicio, no podías esperar hasta verlo totalmente ido por el placer. Deslizas tu lengua hacia la punta y la envuelves en movimientos circulares mientras jugueteas con sus testículos (¡Ahora sí podías decir que le tocaste las pelotas!), de a poco empiezas meter más en tu boca hasta casi llegar al fondo. El nudo, por el momento, era una zona prohibida. Vas a ritmo lento pero seguro, cuando de pronto sientes una mano encima de tu cabeza que empieza acariciarte con suavidad.
Et bien, et bien…—suspira el cazador maravillado.—si te escondieras así de bien como lo escondes en tu boca no serías una presa tan fácil para mí.
Protestas con un “¡Hmph!” y en venganza aumentas el ritmo. Es más, se te ocurre otra idea, sin dejar de chupar empiezas a insultarlo con lo se te ocurra. No crees que te entienda si tienes un pene en tu boca. “¡Estúpido! ¡Calvo! ¡Arrogante!”, el insulto que pasara por tu mente era convertido en vibraciones.
—¿Así que soy un estúpido calvo y arrogante?—preguntó el cazador indiferente, aunque la malicia de su voz llegó con la risa que emitió después—Veamos quien se quedará calvo ahora.
Te detienes para procesar la amenaza, pero el agarre de su mano en tu cabello no te da tiempo de hacerlo. Sin piedad, el arremete hasta el fondo con toda su longitud. Sientes arcadas y te desesperas al no poder respirar. En tu desesperación, tratas de alejarte, y por suerte, Joseph lo nota (lo sabe el muy maldito) y te jala hacia atrás para que puedas respirar, casi al filo del sable. Toses y jadeas mientras un hilo de saliva y líquido seminal cuelga de tu boca, el muy desgraciado lo hizo a propósito, era obvio por como ahora se estaba riendo de ti. El orgullo y la lujuria se sobreponen al dolor en tu garganta y decides preparar tu siguiente jugada. Con una mano masturbas su punta mientras que con la otra vuelves agarrar su cola, y como toque final, atacas el nudo con tu lengua.
—¡Ah!...¡Ah!... mon dieu…—Los gimoteos que emite Joseph ahora son más cercanos al de una loba en celo que a un temible cazador. Estos tres estímulos eran suficientes para llevarlo al orgasmo, pero aún faltabas tú. Esa carpa en tus pantalones no iba a desaparecer por si sola. Sin ningún aviso, te detienes en seco y sientes al cazador gruñir en protesta.
—¿Quién te dijo que podías parar? —él te jala para apresurarte, pero ni te inmutas al decirle tu propuesta—…¿Qué la quieres meter?... ¿Crees que estás en posición de pedir eso?, o más bien, ¿crees siquiera que puedes satisfacerme así?—Te pesa el desprecio en su voz y de pronto esa espada parece más afilada que antes. Cierras los ojos esperando lo peor, pero sólo escuchas la risa malévola del cazador. – Prepárame, si sabes cómo hacerlo.
¿Era una orden?, sonaba como una, y era mejor llevarla a cabo antes de que el señorito cambiara de parecer. Con la mano que estaba en la punta, ya húmeda de lujuria, te deslizas hasta encontrar su agujero y meter tu índice con timidez.
¿Hiciste algo? Porque yo no siento nada—se burló, y la tenacidad de antes vuelve a ti. De inmediato metes el segundo dedo y empiezas a moverlos adentro en busca del punto que lo hiciera callar. Aparte, vuelves a darle atención a su nudo y cola, y no tardas en sentir las paredes de su interior succionando tus dedos. Ya después de un tiempo aumentas el ritmo y haces tijeras adentro para prepararlo para lo que viene, tal como lo había ordenado. Al fin pones el tercer dedo y exploras más en su dilatado interior hasta llegar a un punto rugoso. El cazador arquea su espalda con un gemido ahogado.
Las paredes se tensan alrededor de tus dedos que masajean en movimientos cortos y rápidos. Miras hacia arriba para ver que expresión pone, pero ni siquiera puedes ver su rostro, su cabeza está ladeada hacia atrás y sólo puedes ver el vapor saliente de sus jadeos. El agarre en tu cabeza se tensa aún más si es posible y trata de alejarte de su pene. Más o menos entiendes lo que quiere decir, pero más por el temblor de sus piernas que por las palabras en francés que apenas pronuncia entre gemidos. Esta cerca de venirse y quiere que pares, pero no sabes francés, y aunque lo supieras esto es demasiado divertido para obedecer.
El orgasmo del cazador apenas sale en un hilo de voz y lo sientes estremecerse. Su semen brota disparado al suelo, y para no desperdiciar tan valiosa sustancia tratas de capturar los últimos restos en su punta con tu lengua. El callejón ahora queda en silencio, con sólo los suspiros satisfechos de Joseph como ambientación. Observas orgulloso el desmadre que has hecho: la ropa deshecha y la mirada perdida, la imagen del elegante señorito ahora corrompida por la lujuria.
Después de una eternidad, al fin suelta su agarre y haces un respingo por el escozor en tu cabeza. Ves como guarda el sable y al fin eres libre del filo en tu espalda, sólo para volver a ser aprisionado de nuevo por la suela de su bota sobre tu erección.
—Muy bien, considérate afortunado por esto.—el lobo se quita su abrigo y te lo lanza en la cara— Póntelo. Si me vas a coger en un callejón que al menos sea sobre un abrigo de terciopelo.
Antes muerta que sencilla, dicen. No eras experto en telas, pero estaba claro que esta prenda valía más que toda tu vida y tus reencarnaciones, hasta el aroma a almizcle impregnado en ella parecían venir de un perfume carísimo. Sin ninguna vergüenza, tomas un par de inhalaciones antes de intentar meter el brazo dentro de la manga angosta. Allí te das cuenta que de verdad este hombre es pequeño, y para evitar tener que pagar por alguna costura rota prefieres ponértela por encima.
El pie en tus partes bajas se levanta y asustado levantas una pierna para protegerlas de otro pisotón que nunca llegó. El cazador levanta la ceja y después se ríe divertido al darse cuenta de tu deducción.
—Con esas predicciones, no me sorprende que caigas tan rápido.—se burló.
Quieres rebatirle, pero quizás no estabas en la mejor posición, y de todos modos no estaba tan equivocado.
Joseph se toma su tiempo desvistiéndose abajo, con toda calma y sin apuro, como si no hubiera un sobreviviente excitado esperando. Mientras dejaba sus zapatos y su pantalón arriba de unos barriles cercanos, le echas a una mirada a su nívea piel desnuda. Ya estaba demostrado que el señorito no era alto, pero su cuerpo esbelto hacía bien el trabajo de disimularlo. Sus piernas eran largas y tonificadas, perfectas para correr y pisotear sobrevivientes, y podías descartar de inmediato el mito de que era una tabla por atrás. Si bien no era grande, tenía lo suyo.
Este hombre parecía tener un sexto sentido para saber que lo observaban, porque levantó su cola para lucir sus nalgas en todo su esplendor mientras se agachaba un poco sobre el barril. Ese sutil movimiento era innecesario para doblar ropa, pero suficiente para antojar.
—Espero que hayas disfrutado la vista, porque eso es lo que tendrás ahora.—promete con voz lujuriosa. Al fin se voltea para atenderte, y en unos segundos ves lo que nunca pensaste ver. El cazador se arrodilla a la altura de tu miembro, con ambas piernas reposando a tus costados sobre la seda interior de la chaqueta. —Veamos si hiciste bien tu trabajo de prepararme.—apenas tienes tiempo de procesar lo que dijo antes de sentir su firme agarre en tu pene y ves como Joseph de a poco se sienta en él hasta llegar al fondo con un suspiro. El placer de sentirlo tan caliente y apretado después de tanta negligencia en este frio callejón era demasiado placer, y esto recién comenzaba.
—Nada mal, cheri, no esperaba tanto de ti.—comentó impresionado a la vez que movía sus caderas para acostumbrarse al tamaño. Su mirada se posó en tus manos que ya apretaban con fuerza el forro de la chaqueta y sonrió enternecido por tenerte así tan pronto— ¿Prefieres arruinar mi ropa antes de tocarme?—preguntó indignado, y tomó con fuerza una de tus manos para ponerlas sobre los botones de su camisa— ¿Acaso no puedes hacer nada sin que yo te lo ordene? Vamos, desvísteme y haz algo útil con esas manos.
A estas alturas no ibas a desobedecer, uno por uno desabrochas los botones de su ropa hasta dejar al descubierto su torso de porcelana. Él dijo que hicieras algo útil con tus manos y así lo harías, con un pulgar rozas con timidez uno de sus pezones y sus gemidos te dan el visto bueno a esa decisión. De roces sutiles pasaron a caricias y de caricias a pellizcos, todos recibidos con sonidos cada vez más desvergonzados que te incitaban a explorar más su cuerpo. Una mano viajó hasta sus caderas y trazó camino hasta sus muslos, y así repitió este tramo al ritmo de los sentones. La otra mano en cambio, siguió un camino más inocente. Subió directamente de su pecho a su cabeza y robó con picardía el sombrero de copa que apenas luchaba por mantenerse en su lugar. Esperaste a ver la reacción del dueño sobre esto, y al no ver protesta te lo pones sobre tu cabeza.
–A ti no te queda…—se quejó su dueño entre jadeos, pero tampoco hace ningún esfuerzo por quitártelo, y en vez de eso aumenta el ritmo de sus caderas.
Ya puedes sentir que te vas a venir, y el cazador ni se inmuta ante tu advertencia, es más hasta aumenta la velocidad. Tus manos se aferran desesperadas a su cintura y tratas de parar tus caderas, pero logras el efecto contrario. Es como si quisieras devolverle todas las estocadas que te ha dado, hacer que se siente sobre ti como todas las veces que te ha sentado, hasta que ese frio y apolíneo rostro se derritiera de placer…
—Cheri…cheri…¡Ah!....
Cierra los ojos. Ignóralo. Ignora los sonidos obscenos que resuenan en el callejón. Ignora lo bien que se siente. Ignora lo rico que se mueve, por dios, Joseph.
—Cheri…
El dolor en su voz te agarra por sorpresa y abres los ojos pensando los peores escenarios. En cierta manera, lo que estaba frente a tus ojos era lo peor y lo mejor. El elegante Moonlight Gentleman totalmente corrompido por el placer. El placer que tú le estabas dando.
—¿Cómo te atreves a no verme, cheri?...Mira, mira cómo me tienes.—Trataba de sonar indignado, de verdad, pero su demanda entre gemidos sonaba más como una súplica desesperada por atención.
No podías con esa imagen tan adorable y erótica, y con un par de estocadas te vienes dentro de él.
—Esta es mi dulce venganza, se siente bien, ¿verdad?—oyes su risa malévola entre jadeos.—y eso no es lo mejor ¿sabes que es lo bueno de esta posición?—Joseph se levanta lo suficiente para dejar solo la punta adentro y se acerca para susurrarte al oído— que yo decido cuando parar.
Tragas saliva. Esta iba a ser una noche muy larga.
El cazador vuelve a sentarse sobre todo lo largo de tu pene, y la única benevolencia que muestra es que retoma su faena despacio para esperar a que estés listo de nuevo. La sobre estimulación de tus nervios es demasiado y por más lento que fuera el ritmo, sientes tus nervios gritar. Además, sabes muy bien que el cazador tiene una paciencia limitada y no tardará en subir la velocidad pronto. A este punto ya no le temes a nada y extiendes una mano hasta su cabeza para acariciarla, a ver si eso lo calmaba. Sus orejas se crispan y su expresión se suaviza de inmediato.
—No voy a parar, si eso es lo que buscas con esto… ¡ah—!—El cazador emite un siseo de dolor y sientes un leve chichón en su cabeza bajo tus dedos. Esos paletazos si tuvieron consecuencias. Para no causarle más dolor a su cuerpo y a su orgullo, quitas tu mano de encima, pero él te detiene.— Continua…sólo…no toques ahí.—ordenó casi en susurro. Ante tal petición, optas por masajear sus orejas. Para tu sorpresa, el cazador cierra los ojos y se entrega a tu cariño. Quien diría que un ser tan despiadado se derretiría así ante su presa, y no es como si quisieras quejarte, no cuando tu corazón rebota al ver lo tierno que se ve al restregar su cabeza en tu mano, como una súplica inconsciente por más caricias.
Sin querer dos palabras salen de tu boca, y él te mira de reojo.
—Eres un experto en arruinar el momento.—gruñe por lo bajo, y en castigo por lo dicho, aumenta el ritmo de sus caderas.— Para que aprendas a no llamarme “buen chico” como un perro cualquiera.
Esa es la consecuencia del momento de inspiración. Tratas una vez más de agarrar sus caderas en un intento por frenarlo, sin éxito. Lo bueno es que ya te estabas empezando a endurecer allá abajo, lo malo es que a este ritmo otra vez te correrías antes que él. Así que recurres al viejo truco de acariciar su cola, no sin antes darle un agarrón a sus nalgas. Un gemido ahogado y la estrechez alrededor de tu pene te hacen saber que tu plan funcionó de maravilla.
—¡Ah!...n—no es justo…cógeme bien, cobarde…con tu pene o nada…—reclama apenas el señorito entre gemidos.
Con estos estímulos no fue difícil volver a tenerla dura. Quitas tu mano de su cola para agarrar con fuerza su cintura estrecha, y tus caderas empiezan a bailar al mismo ritmo que las suyas. Un dolor agudo en tu pecho te advierte de sus garras, las que se aferran desesperadas en búsqueda de algo de control. Gritas su nombre entre gemidos, más por el dolor de sus rasguños que por la excitación.
—Eso es, gime mi nombre, cheri …dame más…¡Ah, mon dieu !—fueron sus únicas palabras compresibles. Más allá de eso con suerte podías entender algo de francés entre sus agitados jadeos y el obsceno eco de pieles. Las garras sobre tu pecho se clavan en ti con más desesperación, y con un desvergonzado aullido de placer el cazador riega tu abdomen de semen. Si no fuera porque ya estabas en tu límite, te hubiera gustado follarlo en su orgasmo un poco más con tal de disfrutar este lado tan vulnerable de él, pero la forma como su interior se aprieta contra tu miembro se siente tan bien que en un par de sentones también llegas al orgasmo.
Cansado, sueltas su cintura y miras al cielo por unos segundos tratando de recuperar el aliento. Para tu sorpresa, Joseph se recuesta sobre tu pecho, igual de jadeante y cansado. A estas alturas ya le habías hecho de todo, así que no creías recibir ninguna queja por darle un par de caricias en su cabeza. Sus orejas se crispan una vez más al contacto y levanta su cabeza para mirarte. Ahora sus ojos azules ahora parecían más brillantes por el contraste con su piel ruborizada.
—Debo admitir que no lo haces nada mal, pero no te acostumbres, no puedo seguir premiándote por tu sinvergüenzura. —El cazador se incorporó para levantarse y una vez más tú pene queda desprotegido ante el frio aire del callejón. Joseph suspira hastiado—Mira el desastre que hiciste, no te pediré que hagas algo al respecto o quizás qué se te ocurrirá.
Tratas sin éxito de disimular una sonrisa triunfal al ver unas gotas tan blancas como él cayendo por sus muslos.
—Ahora quita tu indecente presencia de mi vista… ¿cómo que “oblígame”?—dejas escapar una risita al escuchar la molestia en su voz por tu desobediencia— Ah, que maleducado de mi parte no despedirme como corresponde.
Él se acerca a tomar tu rostro con delicadeza con una mano, y antes de que pudieras procesar lo que ocurría ves que sus ojos se cierran a la vez que sientes su respiración más cerca de tu rostro. Está tan cerca que puedes sentir un cosquilleo en tus labios, apenas unos átomos de distancia de un beso.
El cazador se ha rendido. Enviando de vuelta a la mansión.
Que maldito eres, Joseph Desaulniers.
Al abrir los ojos te recibe la tenue luz azul del humilde salón de tu amigo. Desde la escalera ves una doctora tapándole los ojos a un pequeño Robbie, mientras que tu amigo faltante te mira divertido desde el columpio.
¿Lo vieron?
Todos asienten, hasta el niño.
Toda la vergüenza que no tuviste hace poco te llegó de golpe, y de pronto sólo sientes la imperiosa necesidad de que te tragara la tierra. Así que antes de que te llegara cualquier comentario, improvisas tu propia cárcel en el espacio vacío entre el órgano del rincón y la escalera.
Te fuiste directo a la horny jail.