Actions

Work Header

Una mirada

Summary:

Desde un rincón apartado cercano a una ventana, Maegor -O Rhaegor como le habían puesto en esta nueva vida - observó a Jace entrenar.

Definitivamente tendría a ese omega para él.

⚠️Reencarnado Maegor Targaryen

Notes:

La historia y los personajes de la casa del dragón no me pertenecen en lo absoluto. No son míos, solo los uso, pero no me pertenece.

⚠️A Maegor le decían "el cruel" por algo.
⚠️No estudiden carreras de salud qwq es mala idea.

(See the end of the work for more notes.)

Work Text:

Había algo que él no esperaba en el momento en que murió y eso era la posibilidad de una nueva vida, eso lo podía asegurar.

Él no esperaba tener una segunda oportunidad después de todo el mal – necesario a sus ojos – que había hecho. Gente como él no se merecía tales milagros, no era lo suficientemente hipócrita como para fingir lo contrario.

Sin embargo, lo había hecho. Había reencarnado y no como un simple campesino – lo cual tendría bien merecido – no, había renacido como un Targaryen de nuevo y no como cualquier Targaryen, sino como un príncipe Targaryen, el segundo hijo varón del Rey Viserys I (pésimo nombre, ya podía decirlo) y su segundo consorte omega, su hermano – esposo Daemon Targaryen.

Que…extraño era el destino, volver a nacer tan cerca y, a su vez, tan lejos del trono, dado que ya tenía dos hermanos mayores. Su media hermana Rhaenyra –hija del primer matrimonio de su padre alfa (a quien nunca llamaría así. Aegon I pudo tener varias deficiencias como progenitor, pero aun así, seguía siendo su kepa)– y su hermano completo, Aegon, un borracho cualquiera que no merecía el nombre del conquistador.

Que mala suerte tenía para los hermanos en esta vida.

Rhaenyra era demasiado orgullosa, demasiado descuidada a pesar de ser la posible heredera, Aegon era un prostituto en todo menos en nombre que no merecía ni siquiera estar en la línea sucesoria, Aemond…era pasable, pero igualmente inaguantable, Helaena le recordaba demasiado a Aenys (y no para bien) y Daeron…meh, fácilmente olvidable, demasiado caballeroso y poco ambicioso para su gusto.

Casi que extrañaba a su primer hermano, casi.

Pese a eso, debía admitir que en esta vida, había elegido ignorar por completo a esos pequeños dragones. No les hacía daño, no los miraba, ni siquiera les hablaba, simplemente no le importaban, y esto había sido así desde que era un niño pequeño que ni siquiera recordaba su vida como el rey Maegor.

Siendo totalmente honestos, el recordar dos vidas, sus aciertos, sus fracasos, sus ganancias y sus muchas pérdidas habían provocado en él un cansancio que lo había hecho un adolescente desinteresado de la vida.

O, al menos, así fue por un largo tiempo.

Debía admitir que había algo, más bien alguien, que si había despertado en él un deseo luego de años de sentirse muerto por dentro. Jacaerys “Velaryon”, lo único bueno que Rhaenyra había producido en su vida.

El pequeño omega lo había cautivado desde el instante en que su hermana lo había colocado en sus brazos. Había sido, en ese momento, un hermoso bebé de mejillas regordetas, suave, pequeño y que quería alcanzar con esmero sus cortos mechones plateados. El cachorro había despertado algo en él, algo que ni siquiera Aenys o Rhaena habían hecho alguna vez.

Jacaerys había sido un soplo de aire fresco en su aburrida monotonía.

Desde el instante en que ese infante siguió buscando su presencia aun con la expresión de muerte grabada en su rostro, gateando lentamente y moviendo sus pequeñas manitos para que él, él, lo abrazara…bueno, él no era tan cara dura como para no admitir – para sí mismo – que este había descongelado su muerto corazón hastiado por la nueva realidad en la cual se encontraba.

Esos dulces sentimientos que nunca habría creído experimentar cambiaron rápidamente en cuanto el lindo cachorrito pasó de un bebé que apenas podía caminar a un adolescente que, aun cuando no poseía la hermosura característica de los antiguos Valyrios, destacaba como una de las mayores bellezas del reino.

Entre sus rizos castaños, su piel pálida cual nieve de invierno, el brillo dulce en sus ojos marrones y esa linda naricita, se había vuelto un joven realmente guapo, cosa que se había potencializado en cuanto se presentó como omega. No ayudaba en nada el carácter dulce y templado, además de protector que poseía o esa inteligencia más que envidiable.

Para ser hijo de dos alfas con ascendencia valyria, Jace no se parecía en nada a sus padres exceptuando el hermoso tono de piel que claramente era herencia de su madre. Sin embargo, estaba claro – para la mayoría menos para Viserys – que su sobrino no era hijo de un muerde almohadas como era Sir Laenor Velaryon, pero a él eso no podía importarle menos.

Jacaerys era un tesoro precioso, uno que quería robar para sí.

El adolescente no lo evitaba como tantos otros lo hacían, no, todo lo contrario. Lo seguía casi a todos lados, sacándole más de una sonrisa honesta. Su sola presencia y su aroma a manzanilla lo llenaba de una calma que él no podía explicar, pero que necesitaba cada vez que sentía la ira florecer en su pecho.

Él era un consuelo, uno que poseía cálidos brazos que le daban los mejores abrazos y que sonreía como el propio sol.

Además…quizás Jacaerys no era un Velaryon, pero era claramente un Targaryen y eso era notorio, desde su conexión con su dragón Vermax hasta el fuego que desprendía en cada entrenamiento.

Por los siete infiernos, para ser un omega, era un jodido buen guerrero, lo cual era una cualidad por demás atraíble y novedosa para él. Siempre había preferido omegas dulces, suaves, sumisos, pero ahora…

Ahora sentía que quizás había estado buscando mal toda su vida. Quizás Jace era todo lo que había necesitado sin saberlo.

Se lamió el labio inferior mientras observaba el campo de entrenamiento desde una ventana ubicada cerca de un rincón de unos de los pasillos de la Fortaleza Roja.. La camisa del chico se le pegaba al cuerpo, lo que destacaba la curva de sus caderas, su delgada cintura, sus pectorales…

Podía imaginarlos hinchados de leche en el instante en que cargara cachorros. Sus cachorros.

—Deberías dejar de mirarlo. — Frunció el ceño cuando la voz de su nueva muña lo sacó de sus pensamientos. Daemon Targaryen tenía algún que otro rasgo compartido con Visenya Targaryen y solo por eso lo respetaba. Además, era un hábil guerrero pese a ser un omega, y empuñaba a hermana oscura con maestría. Solo por eso no contestó ante sus palabras con alguna grosería.

Cómo si ese dragoncito tuviera derecho a ordenarle a él, a Maegor I Targaryen.

—Rhaegor— Que horrible nombre. Al menos pudieron ponerle una variación de su primer nombre. — Sabes de lo que hablo, por obvias razones, no es buena idea para ti poner tus ojos en ese mocoso. Hay muchos omegas en la corte, querido hijo, muchos que se volverían locos por ti.— Si, pero ninguno era tan cálido como lo era Jacaerys. Aún peor, ninguno era él.

—No veo porque no puedo ver a mi querido sobrino. — delineó la palabra con un ronroneo que expresaba que se estaba burlando.— Es un omega, el heredero al trono luego de mi hermana. No le veo problemas — Ahhh, la cara de Daemon siempre hacía una extraña expresión cuando oía esas palabras. El hombre ambicionaba el trono de hierro para su sangre directa y eso era algo que podía entender.

Lástima que se fijara en el hermano equivocado para sentar.

—Por derecho, tu hermano mayor merece el puesto.— Y en el instante en que Aegon se sentara en el trono, tendrían enormes deudas de burdeles y vino.— Rhaegor, aléjate de Jacaerys. No te conviene.

—Más bien, no te conviene a ti, querido muña.— habló, desviando su mirada por un momento. Bien, habría que poner las reglas en el juego.— No me importa si es o no es un bastardo, él será mi Omega más temprano que tarde, así tenga que darle esa maldita silla a Rhaenyra — así tuviera que tomar ese trono para él mismo, de nuevo.

Al fin de cuentas, a Aenys le había tenido cierta lealtad, ¿pero a esta nueva familia? No le podía importar menos lo que les ocurriera.

Los puños de su progenitor omega se pusieron blancos, pero sabía que no iba a pegarle. Nunca lo hacía, no importa lo que hiciera, a diferencia de esos idiotas a los que debía llamar hermanos.

—¿Irías contra tu propio hermano? — Que pregunta más tonta.

—Él no es mi hermano en nada de lo que importa. Es solo un ebrio cuya única buena cualidad es que puede mantener a su dragón bajo control. — y eso no era suficiente para que él le fuera leal. — iría contra todos, solo por Jacaerys — Y por el trono. Pero si tenía a su lindo omega con él, el camino sería más rápido.

Un ganar-ganar.

—¿Cómo demonios pude engendrar a alguien qué iría contra su propia sangre?— dejó salir una carcajada burlona

—Rhaenyra también es mi sangre. — Respondió, antes de…querer ser algo cruel. Sabía que Daemon protegería a su sangre a costa de todo, por eso…— ¿Sabes? Ahora que hablas de mí, hay algo curioso en mi nacimiento, algo que me hace pensar si en realidad no estoy haciendo lo que realmente quieres, solo que con el hermano equivocado.— El rostro de su muña se puso pálido de repente aun cuando su expresión no lo traicionó.

Dio en el blanco.

—¿De qué hablas?

—Solo digo…— Fingió mirarse las uñas, poniendo una expresión seria de repente. — que, según se cuenta, nací muy adelantado para el tiempo de gestación que debías tener. Y, a pesar de eso, soy un alfa fuerte, no tengo una sola enfermedad que debilite mi cuerpo, algo anormal para un cachorro nacido antes de tiempo.

—Los dioses te protegieron — Que excusa tan poco creíble para alguien a quien los dioses no le importaban demasiado. Además, siendo él quien era, era más fácil pensar que los demonios tuvieron algo que ver.

—Quizás. Quizás por eso nací tan…fuerte— una sonrisa salvaje apareció en sus labios, más aún al ver la mueca de enfado en el rey consorte. — No te preocupes Muña, tu sangre llegará al trono de hierro— Prometió, volviendo a una expresión más relajada.— Mi matrimonio con Jacaerys así lo asegurará. Solo no interfieras, es tan simple como eso.

—Rhaenyra nunca te aceptará para su cachorro. —Eso no lo detuvo antes.

—Entonces mi querida hermana probará en carne propia nuestro lema. Caníbal y yo podemos ser bastantes …persuasivos — fue su respuesta, sus ojos brillando en un violeta tan oscuro que podía ser negro.

Nadie le iba a arrebatar a Jacaerys.

Nunca había encontrado un omega tan perfecto antes y, ahora que lo había hecho, no le iban a quitar la oportunidad.

 

Notes:

Comentarios y kudos bienvenidos uwu

Series this work belongs to: