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La boda fue realmente hermosa.
Jules sonrió un poco, viendo a Charles y Carlos intercambiar sus votos. Había una marca de apareamiento de color rojo brillante en el cuello de Charles y Carlos no dejaba de mirarla cada pocos minutos, exudando tanta satisfacción que Jules habría puesto los ojos en blanco si no fuera lo feliz que estaba por el alfa.
Jules estaba muy contento de que se hubiera demostrado que estaba equivocado acerca de Carlos. No le había gustado cómo se comportaba Carlos con Charles años atrás: Jules había pensando que no estaba siendo honesto, ni con Charles ni consigo mismo, porque Carlos había actuado como un idiota posesivo y egoísta cuando marcó a Charles antes de presentarselo a otros alfas.
Pero mirando a Carlos ahora, era obvio cuánto adoraba a Charles: lo miraba como el joven omega fuera su pequeño sol personal alrededor del cual orbitaba. Jules estaba feliz por Charles, por los dos. Merecían ser felices después de lo que había pasado.
Fue agradable ver que las personas finalmente podían encontrar la felicidad a pesar de las cosas terribles que les habían sucedido en su juventud.
Al igual que él.
“Aquí estás” dijo una voz profunda detrás de él. Fuertes brazos se envolvieron alrededor de su cintura y lo empujaron contra un pecho firme. “Te extrañé.”
Jules se fundió con su pareja y sonrió, ignorando las miradas que recibían. La gente aún no había superado por completo su relación. Algunas personas todavía pensaban que era extraño e incorrecto. Para ser justos, Jules solía pensar lo mismo. Pero ya no le importaba. No le había importado durante años. La felicidad era algo tan raro, y la vida era demasiado corta para preocuparse por lo que pensaran los demás. Este era el hombre que lo hacía feliz. Este era el hombre que era “su” felicidad.
“Yo también te extrañe.” murmuró Jules, poniendo su mano sobre la mano de su pareja en su estómago y entrelazando sus dedos. “Felicitamos a los recién casados y luego vayamos a casa.”
Les tomó una buena media hora llegar a los recién casados. Había demasiados invitados tratando de hacer lo mismo, y tuvieron que esperar hasta que la multitud se dispersó un poco. Independientemente del escándalo, Carlos era un Sainz, y ese nombre tenía mucho peso en este país.
“Felicitaciones.” dijo Jules, abrazando al joven omega mientras su pareja felicitaba a Carlos.
Charles le devolvió el abrazo. “¿En qué momento dejarán de mirar?” le susurró al oído. “Han pasado meses pero la gente sigue hablando del incidente del baño. Supongo que no de una manera completamente horrible, muchos lo encuentran romántico, pero sigue siendo mortificante.”
Jules se rió entre dientes. “Nunca se detendrán por completo, me temo. Hemos estado casados durante años, pero la gente aún nos mira y nos juzga.”
“Eso no es nada reconfortante.” dijo Charles, haciendo una mueca.
“Enfócate en lo que importa, ¿Él te hace feliz?”
Todo el rostro de Charles se iluminó cuando miró a Carlos. “Más allá de lo creíble.”
Jules miró a su propia pareja. “Eso es todo lo que importa. Todo lo demás es intrascendente. La vida es demasiado corta como para preocuparse por las opiniones de las personas.” Jules deseaba que no le hubiera llevado tanto tiempo darse cuenta de eso.
“Sí.” dijo Charles, su mirada en Carlos. “Él es todo lo que necesito para ser feliz.” su expresión se volvió ligeramente tensa. “A veces tengo un miedo irracional de que le pase algo, ¿Es eso normal?”
Jules sabía lo que quería decir. “Ese es el precio que pagamos por amar profundamente, pero vale la pena, ¿no?”
“Lo vale.” dijo Charles, su expresión se volvió suave cuando su esposo volvió hacia él nuevamente. Tomó la mano de Carlos y apoyó la mejilla contra su hombro. “Absolutamente lo vale.”
Carlos los miró con curiosidad. “¿Sobre qué hablan?”
“Me preguntaba cuando podíamos irnos sin ofender.” dijo Charles, besándolo en la mejilla. “Estoy cansado de compartir tu atención.”
“Ay Charlie, siempre tienes mi atención.” dijo Carlos, acercándose más.
Charles le sonrió, con una mirada completamente enamorada.
“Porque eres mío” había un toque de asombro en su voz, como si todavía no pudiera creerlo.
“Lo soy.” dijo Carlos, su voz bajando a un murmullo íntimo, mientras su pulgar acariciaba el mordisco de emparejamiento en el cuello de Charles.
Luego simplemente se miraron a los ojos, ignorando todo lo demás.
Sonriendo, Jules se dió la vuelta. No se molestó en despedirse, dudaba que siquiera se diera cuenta de que estaba allí. A estos dos les costaba mucho quitarse los ojos de encima desde hace años, y ahora están aún peor. Jules no se ofendió.
Conocía exactamente esa sensación. Sergio era un experto en hacerle sentir cosas que jamás pensó que sentiría.
Y darse cuenta de eso, fue la sensación más maravillosa del mundo.