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Edinson se removió una vez más, arqueando su espalda con cada paso de la lengua de Sergio por sus labios, mostrándose hambriento. Conocía su cuerpo como ninguna otra persona además de Edison mismo. Sabía lo que le gustaba y lo que lo hacía enloquecer, retorcerse entre las sábanas como estaba haciendo justo ahora, con cada roce de su lengua en su ya sobre estimulado clítoris, su glándula ya hinchada y algo enrojecida por el incesante toqueteo.
–Por favor, Sergio –rogó–. Ya estoy listo, por favor.
–Mmm.
Llevó una de sus manos a la cabeza de su pareja, tirando como podía de su pelo corto, obligándolo a mirarlo a la cara. Chiquito era un poema, sus ojos, ahora entrecerrados y rodeados por esas pestañas largas y gruesas, lo miraban con tal hambre que Edinson se arrepintió un poco de su decisión de alejarlo de sí. La boca apenas abierta, con restos de sus fluidos cayendo por las comisuras de sus labios que brillaban por la combinación obscena de su sexo con la saliva del arquero. Chiquito estaba recostado sobre su abdomen en la cama, con las piernas eternas de Edinson sobre sus anchos hombros, sus manos apenas sosteniéndolo en su lugar. Soltó el pelo del morocho, que aprovechó su nueva libertad para dejar unos besos húmedos en el interior de sus muslos, haciendo que soltara una nueva serie de suspiros, ahora dejando caricias en su pelo.
–Tan lindo que estás desde acá abajo –murmuraba entre besos–. Tan mojado y listo para mí.
Cavani solo podía morderse el labio inferior para retener los ruidos que amenazaban con salir de su boca, no estaban en su casa después de todo.
El hotel donde el plantel se estaba hospedando era lindo, Sergio le había asegurado que las paredes eran lo suficientemente gruesas como para que pudiera expresarse a sus anchas, pero Edinson ya había tenido experiencia siendo atrapado en medio del acto por algún compañero metiche, y el morocho lo sabía muy bien ya que había estado implicado en más de una ocasión. Aunque era de madrugada agradecía que la ciudad afuera siguiera siendo lo suficientemente ruidosa por sí sola, el tráfico incesante de la avenida le daba cierta calma al uruguayo, le gustaba saber que de todas las personas despiertas a esa hora era el que más estaba disfrutándolo.
–Dale, bobo –dijo en tono juguetón–. Dale que si no me doy la vuelta y me duermo.
Chiquito sonrió contra su piel antes de morderla, arrancándole un gemido más alto de lo que le hubiera gustado–. ¿Y a vos que te hace pensar que yo tengo problema con darte dado vuelta?
A pesar de sus respuestas se desenredó de las piernas de Edinson para elevarse hasta quedar cara a cara, la noción de poder estar dentro suyo demasiado tentadora como para perder más tiempo. Plantó unos cuantos besos por toda su cara, también por su cuello haciendole cosquillas que le hicieron reír. Al escuchar aquel dulce sonido no pudo contenerse en besar aquella sonrisa que lo enloquecía. Edinson rodeó su cuello con sus brazos, atrayéndolo hasta que el arquero quedó prácticamente acostado sobre él. A Edinson le encantaba la sensación que lo recorría cuando tenía a Romero encima como ahora, cubriéndolo de pies a cabeza, sintiendo su presencia por todas partes. Bueno, casi en todas partes.
–Dale, mi amor –dijo rompiendo el beso, ahora él siendo el que regaba el rostro del contrario con picos cortos–. Te quiero adentro mío.
Sintió como Sergio tembló en sus brazos al oírlo susurrar en su oído, no eran muchas las veces en las que el uruguayo se expresaba de esa manera así que cuando sucedía sus palabras tenían un efecto especial y casi inmediato en Chiquito, que se desprendió de su agarre para arrodillarse en la cama. Lo acomodó poniendo una de las almohadas de la cama debajo de su culo y elevando un poco más sus piernas, haciendo que rodeara su cintura con ellas, Edinson trabó sus tobillos en su espalda baja. No quería que pasara más tiempo. Pasó una de sus manos por toda la cavidad de Cavani, hundiendo sus dedos en su interior solo lo suficiente como para empaparlos lo suficiente con sus fluidos para luego sacarlos y lubricar su miembro en unas estocadas lentas y tortuosas, los ojos atentos de Edinson siempre sobre él, estudiando cada uno de sus movimientos.
El uruguayo no dejó pasar la oportunidad de extender sus manos al torso de Sergio, el cual acarició con apremio, dejándose llevar por las curvas de sus pectorales, acariciando sus pezones y bajando por la línea de su abdomen para tomar su intimidad con ella, el morocho se soltó a sí mismo y dejo que el otro tomara el ritmo, uno mucho más violento y rápido, el argentino suspiraba y embestía inconscientemente contra su puño. Cuando se cansó de jugar con él lo soltó y cruzó sus brazos debajo de su cabeza, Sergio lo miraba atento, con la respiración agitada y con una sola pizca de autocontrol aún en él.
–¿’Tamos? –dijo burlón levantando una ceja.
El arquero ni se gastó en contestar, se limitó a alinear su miembro con la incitante entrada de Cavani ayudándose con sus dedos, paseándose por sus labios, sacándole unos cuantos suspiros. Se fue adentrando de a poco, pese a los años que llevaban juntos y todas las veces que habían estado juntos, a Edinson aún le costaba adaptarse al tamaño de Sergio, aunque lo tomaba con avaricia, centimetro a centimetro. Estaba esperando unos segundos a que el uruguayo se acostumbrara a su presencia cuando lo sintió moverse contra él, buscando penetrarse a sí mismo sin mucho éxito. Sus manos viajaron a los muslos de Cavani, deteniendo sus movimientos en seco y retomando el control.
Adoptó un ritmo demoledor desde el comienzo, saliendo casi del todo para volver a entrar en él con furia, la cama del hotel se mecía con ellos, el cabezal golpeando contra las almohadas que habían puesto entre éste y la pared de forma constante, poco le importaba cuando en lo único que podía pensar era en llenar de sí al hombre debajo de él, aquel que susurraba palabras de aliento a la vez que insultos en su oído, exigiendo más, más y más .
Edinson se sentía en un trance, tener a su pareja dentro suyo era uno de los mayores placeres que había experimento en su vida, combinado con la fuerza con la que sus manos apretaban la carne de sus piernas y con su aliento caliente en el hueco de su cuello, la fina capa de sudor que se extendía por su ancha espalda, el cosquilleo de su barba con su piel, eran tantos estímulos al mismo tiempo que nunca tardaba mucho en sentirse apabullado, más nunca pedía detenerse, todo lo contrario, el pelilargo siempre quería más, todo lo que Sergio estuviera dispuesto a darle. Y vaya si tenía cosas para darle.
Sentía con cada estocada como Chiquito se metía cada vez más profundo, sus paredes recibiéndolo con gusto, los leves espasmos -resultado de su primer orgasmo de la noche- enviando escalofríos por todo su cuerpo que a su vez sólo alentaban a Sergio a ir por más. Éste levantó la cabeza para conectar sus bocas en un beso desordenado, los chasquidos de sus bocas confundiéndose con el choque de sus pieles. Una de las manos de Sergio dejó su pierna para adentrarse en su pelo, que ya estaba bastante enredado y esparcido por la almohada, tiró de él suavemente, inclinando la cabeza de Edinson hacia atrás para atacar su cuello.
Cavani no podía contenerse, gimiendo una y otra vez el nombre de Sergio como un rezo desesperado, una y otra vez, Sergio Sergio Sergio…
El arquero respondía a sus plegarias con devoción, dejado besos y mordidas por todo su pecho, obsesionandose con la forma en que podía notarse a sí mismo saliendo y entrando del cuerpo de Edinson, el leve bulto que se formaba en su abdomen cuando estaba en su interior lo maravillaba, más de una vez había dirigido una de las manos del delantero hacia su vientre para que lo sintiera.
– Como si pateara –había dicho Edi en esa ocasión, su voz rota por el esfuerzo.
El recuerdo sólo llenó a Chiquito de una nueva necesidad, llenar a Edinson con su semilla, tan lleno que no pudiera moverse, qué le importaba a él que jugaran la noche siguiente, él quería que el hombre debajo de él cargara a sus hijos en su interior, lo necesitaba.
Redobló sus esfuerzos, palmeando las piernas de Edinson para que éste aflojara su agarre en su espalda, una vez que lo hizo subió sus piernas para acomodarlas en sus hombros, hundiéndose en él con más intensidad. Edinson se agarraba de las sábanas, el nuevo ángulo demoliendo lo que le quedaba de lucidez, disfrutando de cómo su cuerpo parecía estar hecho a medida para Sergio, que no tenía problema alguno en moverlo a su antojo y usarlo como quisiera.
–Dale, Ser –rogó entrecortado–. Necesito que me llenes.
El arquero le dedicó una media sonrisa y dejó un beso en su pierna derecha antes de volver a su tarea, esta vez con estocadas cortas y rápidas, Edinson no pudo evitar el gemido que se escapó de su boca, tapándose inmediatamente con el antebrazo mientras que su otra mano iba a uno de sus propios pezones, tocandose sin ningún tipo de pudor.
–¿Qué pasa, mi amor? ¿Te da cosa que nos escuchen? –preguntó el arquero, divertido–. Ya te dije que no te escucha nadie acá, este edificio es viejo.
Edinson se destapó la boca y alzó la mirada hacia él–. No quiero ni imaginarme cómo sabes eso.
Chiquito solo soltó una pequeña risa a la vez que dió una estocada particularmente fuerte, arrancando un jadeo hermoso de lo más profundo de la garganta del uruguayo, que ya no pensaba guardarse nada. Que se jodan los boludos de Figal y Rojo, quien los manda a dormir en la habitación de al lado.
Una vez que empezó, no pudo parar. Los gemidos de Edinson se mezclaban con el fuerte chasquido de sus pieles chocando, podía sentir su orgasmo cerca, sus músculos contrayéndose pese a su deseo de que esto durara más, de que durara para siempre. Sergio también lo sintió, la expresión totalmente ida del uruguayo junto a la exquisita manera en que su interior se contrajo alrededor de su intimidad, era tocar las estrellas con las manos.
–Te voy a llenar como tanto querés –susurró, ciego por el deseo–. A vos, que nada te satisface nunca. Te voy a llenar y vas a llevar a nuestro bebé adentro tuyo. Tan lindo que te verías con la ropa de maternidad. ¿No te parece, Edi?
Siguió embistiendo, llevando su mano al vientre del uruguayo, imaginando cómo se sentiría si fuera más grande, acompañando a Edinson en su clímax pocos segundos después, bajando sus piernas de sus hombros y uniendo sus bocas una vez más. Esta vez el beso era lento. Sin la desesperación de la que había sido rehén por gran parte de la noche Sergio se permitió disfrutar de la calidez que la boca de Edinson proponía, del baile sensual de sus lenguas, nunca queriendo ceder, siempre combativo en el mejor sentido. Movió apenas sus caderas para poder salir del uruguayo, haciendo que este gimiera en sus labios por lo sensible que estaba. Sergio se separó de él para apreciar el enchastre que había causado y efectivamente, del interior de Edinson empezaba a escurrirse su descargo. No lo pensó más de medio segundo antes de alinear su miembro semi erecto y adentrarse nuevamente de un solo envión, empujándolo todo hacia adentro. Edinson soltó un alarido.
–Shh –dijo el arquero llevándose el índice a los labios–. Te van a escuchar.
–¿Qué haces? Al final si me querés encajar un pibe vos –fue lo único que pudo formular, lágrimas asomándose por sus ojos.
Chiquito empezó a moverse muy despacio, sin ningún tipo de apuro. Al no recibir quejas volvió a acercarse al rostro de Edinson, a unos pocos centímetros de su boca. Acunó su cara con la mano y pasó su pulgar por el labio inferior del delantero, quien sin pensarlo lo tomó en su boca. Sergio sintió como se endurecía nuevamente.
–Una más y te dejo dormir, mi amor –susurró mientras dejaba un beso en su mejilla.