Chapter Text
No puede creer todo lo que ha pasado en las últimas semanas.
Barry sabe que es obvio con sus sentimientos, jamás ha sido especialmente bueno mintiendo o ocultando cosas a las personas, pero ciertamente creé que es exagerado decir que su pequeño sobrino hubiera descubierto de su enamoramiento por su profesor de matemáticas y lo hubiera malinterpretado.
Iris y Eddie claramente tuvieron una conversación seria con Wally, al igual que Barry; sin embargo después de aquella charla la pareja se burló de él hasta quedarse sin aliento.
Lo mismo sucedió con Patty y el resto de sus amigos. Incluso el propio Bruce sonrió cuándo escuchó su relato complementado por el de Clark.
Después de todo ese caos, Barry no volvió a escribirle a Hal.
No podía volver al hombre sabiendo que probablemente Roy y los Queen también habían hablado con él sobre el tema.
¿Cómo podría volver a mirar al hombre y escucharlo reír de aquello despreocupado para después dejarle en claro que jamás lo había mirado como los niños creían?
Eso era demasiado para su pobre corazón y no creía poder soportar una decepción así de incómoda.
Así que simplemente se había saturado de trabajo hasta el punto que fuera imposible localizarlo, como hoy.
Saliendo a altas horas de la noche, con dolor de espalda y con el estómago rugiendo, implorandole comida.
La noche oscura y sus pasos cansados que resuenan por los charcos de la lluvia de la tarde.
Sin embargo, como una especie de broma de mal gusto, logra verlo a él.
Un hombre de cabello castaño y mirada soñadora, recargado tranquilamente sobre un viejo auto verde.
Sus miradas se cruzan, marrón con azul.
Extraordinario con común y Barry creé que puede morir ahí.
La sonrisa brillante del maestro se expande cuándo logra reaccionar de su encuentro y se acerca hasta él.
—Bonita noche, me alegra haberte podido encontrar—comenta—, tu agenda parece estar un poco apretada los últimos días.
—Hay mucho trabajo en la estación.
—Puedo imaginarlo—susurra casi como si lo dijera para sí mismo—. Me preguntaba sí podría robarte un poco e invitarte a cenar, sólo tú y yo… y claro, quizá un grupo de familias ruidosas y hambrientas.
La risa sin aliento no puede evitar escapar de los labios agrietados del hombre que lo mira con una mirada sugestiva.
La saliva se vuelve espesa en su boca y de la nada parece haber olvidado como respirar.
—Eso suena bien.
—Bueno, entonces… Tú carroza te espera.
Barry sonríe vacilante, pero acepta la ayuda de Hal para entrar en su viejo auto.
Tan sólo segundos después tiene la calidez del cuerpo de Hal haciéndole compañía.
El camino es tranquilo y una conversación sin profundidad real lo sumerge en un ambiente tranquilo.
Hal conduce hasta un pequeño local de hamburguesas.
Ambos se forman en la fila, dan sus ordenas y pagan antes de sentarse en alguna esquina mal iluminada.
—Se come bien aquí—murmura Hal tratando de sacar una conversación entre ellos—. O al menos a mi sobrina le gusta.
—¿La hija de Oliver y Dinah?
—No, creo que ella no conoce este sitio—murmura sonriéndole—. Me refiero a la hija de uno de mis hermanos.
—Oh—susurra jugando con sus servilletas, comenzando a hacer algunos dobleces en las esquinas—¿Helen era su nombre, no?
—Ella misma—afirma mirando las manos pálidas doblar cada esquina y jugar entre sí con curiosidad.
Calla un par de minutos antes de atreverse a preguntar—. ¿Estás haciendo papiroflexia?
Barry levanta la mirada y suspira antes de sonreírle y afirmar tímido.
—¿Es un… pato?
—Cisne—corrige a lo que Hal afirma—. Cuándo Wally era muy pequeño le interesó aprender papiroflexia, así que compré libros para poder aprender juntos… Resultó que la papiroflexia no era lo suyo, pero sí lo mío, me quedé con el hábito y a veces hago figuras con servilletas, tickets y volantes.
—Asi que eres bueno con las manos.
Barry se sonroja cuándo mira a Hal quién le guiña un ojo descarado y coqueto, rozando sus manos “accidentalmente” hasta tomar el pequeño cisne de papel.
—Te quedó bastante bien—susurra presionandoas altas y el pico del animal de papel—. Esta muy firme, sin duda sabes lo que haces… A Wally deben gustarle mucho tus animales de papel.
—Tenemos una granja de papel de mi departamento—los ojos de Hal se abren y Barry presiona los labios sintiéndose avergonzado por lucir tan orgulloso de aquello.
—Me encantaría verlo—comenta Hal con una sonrisa—. Siempre quise aprender hacer figuras con papel, pero sólo se hacer aviones.
—Esa es tu especialidad.
—Los aviones siempre serán mi especialidad—repone con una sonrisa engreída, Barry resopla divertido—. Mis aviones de papel son igual de genial que tus animales, quizá… Podríamos mandar a alguno de tus animales en uno de mis aviones.
—¿A dónde te gustaría mandarlos a volar?
Hal ríe y se encoje de hombros.
—Quiza… A la luna.
—Para ir a la luna necesitas un cohete.
—No con mis aviones—repone apoyándose de la mesa para acercarse más a Barry con una amplia sonrisa, como si hablaran de aviones de verdad—. Ellos pueden llevarte a cualquier lugar que quieras.
—¿En serio?
Hal afirma seguro antes de recibir su hamburguesa con una sonrisa desvergonzada.
—Aunque jamás han podido llevarme al único destino que quiero llegar—susurra mirándolo con intensidad antes de dar una mordida a su hamburguesa.
Barry frunce el entrecejo, sintiendo que hay una especie de mensaje oculto en ese gesto.
—¿A qué lugar no han podido llevarte?
—Se lo diré después, detective.
Barry resopla antes el absurdo apodo y da una mordida a su hamburguesa, dejando que poco a poco la comida llene el vacío de su estómago y la compañía de Hal llene su vacío corazón.
***
—Entonces llegamos.
Barry abre los ojos sorprendido y mira hacías su alrededor, afirma con tristeza cuándo ve la entrada del edificio de su apartamento.
—Sano y salvo, tal y cómo prometí.
Barry sonríe incómodo y lo mira.
—Gracias por tomarte el tiempo para traerme.
—Gracias por aceptar una cita con este humilde mortal—murmura con burla a lo que Barry resolpa y rueda los ojos—. Espero que en otra ocasión puedas maravillarme con tu solicita compañía.
—Bien, creo que definitivamente acabas de malobrar toda la cena.
Hal ríe tontamente, tan libre y despreocupado que Barry lo admira desde su incómodo asiento con una envidia.
Le encantaría poder escuchar a esa risa todos los días que se despertara y se fuera a dormir.
—Bueno, ya me voy.
La mano pálida de Barry toma con fuerza el seguro de la puerta y justo cuándo está a punto de jalar la palanca del auto para salir, la mano de Hal lo toma.
—Tú… Tú cisne lo acabas de dejar.
Barry voltea para dedicarle una mirada decepcionada.
Y ve el pequeño pedazo de papel que los une siendo apresado por los dedos callosos de Hal.
—Oh, es verdad—susurró sintiéndose inevitablemente desilusionado—. Puedes quedarte con él… Considerarlo un regalo.
Hal afirma y Barry baja del auto con su maletín apretándose contra su corazón, sintiéndose débil y pequeño.
Por un momento creyó que Hal intentaría algo más con él, que lo había detenido para confesarle que él también sentía algo más que una amistad.
Sin embargo Barry entiende el mensaje.
Él profesor Jordan parecía sentir también aprecio por él, pero el amor romántico no era recíproco en lo absoluto y Barry debía aprender a aceptar esa realidad por más dolorosa que fuera.
Parecía que la vida había dictado que su destino era permanecer solo hasta su último día.
Sus pasos continúan resonando en medio de la fría noche hasta que a lo lejos, Hal lo llama, maldiciendo y caminando a prisa.
Hal se detiene frente a él con el pecho subiendo y bajando, el movimiento no es violento ni mucho menos, de hecho, apenas es perceptible; Barry creé que se debe a la condición física del hombre.
—¿Olvidé algo más?
—No—replica—. Fui yo quién olvidó algo.
Barry levanta una ceja y lo mira con cautela, mirando de reojo su maletín y a su alrededor, esperando la respuesta.
—Yo quería… Invitarte a salir.
—Pero, acabamos de salir—replica arqueando su ceja confundido.
Hal maldice ante la respuesta.
Suspira, se lleva una mano a su cabello y mira a su alrededor mientras parece saborear las palabras que aún no salen de su boca.
—…No de esta forma—réplica—. No digo que está forma sea mala, la disfrute mucho, pero… Creo que quiero algo más.
—¿Algo más?
—Una cita—explica pasando saliva.
El aire abandona los pulmones de Barry, mira fijamente a Hal en busca de algún detalle que revele que miente o que está tomando el pelo.
Pero Hal no miente.
—¿Hablas en serio?
—Si tú estás dispuesto a aceptar, sí… Sino puedo fingir demencia e imaginar que nunca me humille y nunca me rechazaron.
Barry sonríe con burla y Hal imita el gesto demostrando confianza.
—Bueno, no creo que necesites fingir demencia.
—¿Eso es un sí?—replica ensanchando su sonrisa, actuando cómo un niño pequeño que acaba de recibir un juguete costoso, el que todos sus amigos desean.
—Sí.
Hal grita lleno de euforia, Barry lo mira preocupado por un momento mientras el hombre parece incapaz de contener su felicidad para ser un hombre adulto de casi cuarenta años, pero Barry lo deja actuar de aquella forma tan ruidosa e infantil que llena de alegría la calle y sin duda le otorga unas malas miradas.
—Prometo planear la mejor cita, incluso tengo unos lugares en mente.
—Pensé que no conocías ningún lugar.
La mirada de Hal parece titubear, pero su sonrisa se mantiene.
—Bueno… Quizá pueda haber exagerado un poco.
Barry entrecierra los ojos con fingida molestia, pero no puede evitar seguir sonriendo tan descarado y cínico como Hal.
Se siente tan emocionado con lo que puede ser el inicio de una historia prometedora.
Así que deja hablar a Hal hasta que esté parezca cansarse, lo cuál para fortuna de Barry, eso no parece suceder pronto.