Chapter Text
"Las luces del faro todavía arden"
Fue eso en lo único en lo que pudo pensar mientras sacaba de las sábanas a su nieta adormecida en medio de la madrugada, era lo único que podía imaginar mientras ella dormitaba en su espalda. Se suponía esa tarde debieron haberse marchado para ambos poder enfrentar a Donatella finalmente, sin embargo Pericolo necesitaba todavía un momento, por primera vez en mucho tiempo se sentía perdido e incapaz, necesitaba desesperadamente sólo un momento más, puesto que su conciencia no sabía calificar su prórroga como un capricho, necesidad o una disculpa, la única certeza que tuvo en ese momento fue que debía llevar a la niña consigo, debía mostrarle a su nieta está parte suya aún podrida para por fin poder morir tranquilo.
"Nunca antes me habían parecido tan bellas"
En ese momento luce ridículo, es sólo un viejo con una niña dormida comprando un par de asientos para el mejor teatro de la cuidad. Irónicamente es lo más decente y compasivo que ha hecho por ella en todo su viaje, es hasta entonces que la infante resiente la frialdad del ambiente lo que la hace abrir sus ojos de pronto, las luces del anfiteatro la aturden mientras que su abuelo trata de calmarla, él trata de jurar la calma pero ella hace mucho ha dejado de creerlo, aún somnolienta está dispuesta a protestar aunque pronto es callada.
El cielo se abre ante sus ojos y esas espesas cortinas rojas por fin revelan lo ocultaban recelosas, todo el mundo guarda silencio y ella ha parado de discutir, está genuinamente intrigada, mientras que él satisfecho se maravilla del grandioso espectáculo que acaba de iniciar, pese a no ser la primera vez que lo mira aún se siente emocionado igual que un niño.
De pronto la dama tan delicada como la mariposa entra escena y roba el suspiro del oficial Pinkerton cómo el del público que la mira, su piel porcelana que reboza inocencia impregna en el espectador ese delicioso perfume jazmín que usa la actriz, al escuchar su majestuoso canto es difícil no imaginarla igual que una deidad a la que todo el mundo admira con devoción, él como la niña se encuentran tan inmersos que su necesidad de pelea se esfuma, él llora discreto cuando ella lo hace, suspiran al mismo ritmo, rabian con el mismo afán y de nuevo se siente en sincronía ya no tan ajenos uno del otro.
En un remolino de emociones Trish toma la mano de su abuelo, por un momento confía en él de nuevo
Las horas pasan y entonces ese desgarrador grito que se hace ausente perturba su ambiente divino y la sangre se derrama en el escenario, ese eufemismo de una muerte digna da todo color de la crueldad cometida, aún destruida, aún humillada, la dama mariposa luce magnífica, el espectáculo continua y mientras su hijo corre a brazos de esa desdichada extranjera, la pequeña niña aferrada a su asiento se retuerce en lágrimas despiadadas que le impiden respirar.
Trish toma fuertemente los tres últimos dedos de su abuelo pues de alguna forma teme caer del balcón, siente que el corazón se le sale del pecho y esa impotencia que le carcome la conciencia no la deja pensar claramente, la ira los enciende igual que los faros a medianoche cuando ven a Madame Butterfly caer sobre los brazos de Pinkerton y aunque saben era ese su único anhelo el adulto y la niña no pueden guardarse sus lágrimas llenas de rabia, la lástima los sobrepasa a ambos haciendo que un par estoicos lloren igual que un par de ilusos.
Finalmente los telones color borgoña se cierran dejando al público con la boca amarga y un nudo en sus gargantas, cuando las luces de nuevo se encienden todo el mundo aplaude la obra levantadose de las butacas, Trish sigue apretando su mano, es la única que además de él no aplaude, finalmente es capaz de míralo a los ojos.
-¿Estás lista?- la cuestiona Pericolo
Ella no dice nada, en su lugar levanta sus brazos como siempre suele hacer para que la cargue en su espalda, Pericolo obedece su silencio, finalmente es hora de marcharse de la ciudad y ambos lo saben.
Camina en silencio mientras que él bullicio detrás de ellos crece, todo el mundo grita aclamando a los actores y arden en una inexplicable alegría que ellos no pueden compartir
-Pense que la lástima era un sentimiento para débiles de mente- le recrimina ella
-Es ópera- dice él -es una situación distinta
Ese aura muerte vuelve a invadirlos, él lloró lo necesario aunque ella no ha parado de hacerlo
-¿Sabes que todo eso ha sido parte de un teatro, no es así?- dice él
-No me ha gustado el final- responde ella
Su voz era tan débil que se hace casi un murmullo, ella no muestra su rostro y aunque aparenta estar tranquila sus lágrimas continuan brotando angustiadas
-¿Por qué ella lo seguía amando?, él la lastimó de una forma canalla y ella todavía lo amaba- sonaba desesperada -puedo vivir sabiendo que ella ha muerto pero no puedo vivir sabiendo que ella todavía lo amaba
-Lo amaba tanto que le era imposible odiarlo- respondió
-¡Le arrebató a su hijo!- perdió ella finalmente sus nervios -La abandonó con su hijo después de haberla burlado y después regresó para quitárselo, él regresó cuando ella se había quitado la vida, la dejó morir
Pericolo permaneció por unos segundos en un enfermizo silencio que le revolvió él estómago, por supuesto lo suponía, Trish era sólo niña y aún así era capaz de comprender parte de lo turbio de su panorama, no supo en qué momento se había vuelto tan precoz, era aterrador.
-Ella lo amó- continuó -lo amó con tanto fervor que fue incapaz de odiarlo, amar demasiado y con tanta intensidad es lo que de alguna forma lleva a la muerte, cuando amas no sabes cuándo eres capaz de perder la propia fé. Butterfly supo lo que Pinkerton había hecho con ella, sabía que era un cobarde y un canalla pero lo amaba demasiado como para realmente creerlo.
-Tal como la mujer de las botas de cuero- susurra la niña
Aquello lo tomó por sorpresa, el que ella nunca hubiera olvidado esa historia ahora era un hecho y sólo mencionarla se sentía como una puñalada en el pecho.
-Tal cómo mi madre- suelta la niña sin más
Le ha tomado un tiempo pero ahora ella finalmente es conciente, ahora más que nunca sabe no debe cuestionar las acciones de Donatella. Pericolo no logra decir nada pues sabe que lo que ella ha dicho es verdad, era una niña demasiado lista, más de lo que realmente le gustaría admitir, sólo ella sabía hacer del dolor una genuina agonía
-Pericolo- lo llama la niña
-Si, Trish
-¿Crees que me casaré algún día?
Ella continua hablando aunque Pericolo no desee más hacerlo, la propia Trish sabe se ha sobrepasado con sus comentarios, de alguna manera quiere enmendarlo
-Ella, Madame Butterfly al principio del acto dijo era demasiado vieja como para contraer matrimonio, tenía tan sólo quince años- sus piernas estaban frías y ella era tan frágil como la mismísima Butterfly -estoy por cumplir los diez y no conozco a nadie que pueda hacer mi esposo aún, así que, ¿Con quién me casaré entonces?
-Deja de hablar tonterías, tú no te casarás a los quince- sentenció Pericolo
Algo de su tristeza se transformó en indignación, Pericolo supo reconocer a la perfección el rumbo que Trish quería que la conversación tomara, está exhausto por lo que no supo bien seguirle el juego
-Pero sere vieja
-Serás tan solo una niña, mi hija, y bajo ninguna circunstancia permitiré ninguna hija mía se case por otra razón que no sea el amor
Aún sabiendo lo cursi que eso podría sonar lo dijo, Trish sonreía satisfecha pues aunque no lo había planeado era eso lo único que ella quería escuchar.
Al final del viaje ambos estuvieron a mano, se habían hecho sentir miserables mutuamente del mismo modo en que uno a otro se habían hecho saber lo mucho que se querían, finalmente abuelo y nieta recorrían el bulevar pobremente iluminando con los ánimos calmos listos para volver a casa.
-¿Y sí me enamoro antes de mis quince años?- jugó la niña
-Lo mataré incluso antes de que se atreva a pedir tu mano
Ella rió escandalosa, sus risas fueron miel de gloria después de tan horrenda conversación
-¿Crees que pase demasiado tiempo antes de que yo alcance mis quince años?
-Trish- sopló agotado Pericolo -por favor cállate.